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Cuando era chico escribí un poema.

Uno inconcluso. Empezado.


Sin finalizar.

Lo guardé en un cuaderno
que sólo guardaba fragmentos
de futuros poemas.
Poemas que nunca fueron,
y que esperaba un día terminar.

Hace poco lo encontré.


Abrí sus hojas y lo vi.
El primero.
El que arrancó el proyecto
que nunca finalicé.

Helo aquí:

“Olas caen,
Olas crecen.
Nadamos y nos divertimos.
Olas caen,
Olas crecen.
Y crecen para volar.”

Se me da por pensar en el poema.


En la poesía que no fue,
y que creyó que sería.
En el poeta infantil que no fui.
Que no soy.
Que seguramente no seré.

El proyecto de poesía creció como una ola.


Creyó tocar el cielo con sus gotas.
Pero cayó contra la arena,
y se desvaneció.

Sin embargo no fue en vano.


Sus gotas salpicaron por todos lados.
Y se fundieron junto al mar.

No soy poeta, ni lo seré jamás.


Pero algo me habrá dejado.
Espero que algún día
me haga volar.

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