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Los usos de Gramsci

Colección EL T I E M P O DE LA P O L Í T I C A
Director: José Aricó
Los usos de Gramsci

J u a n Carlos Portantiero

Folios
Ediciones. S.A.
I. Estado y crisis en el debate
de entreguerras

1. La propuesta gramsciana

¿Cuál es el núcleo básico d e r u p t u r a que Gramsci aporta al marx-


ismo occidental? Focalizada su contribución en el plano del aná-
lisis d e los procesos políticos, de las relaciones que se establecen
bajo el capitalismo e n t r e estado y sociedad, el m a r x i s m o d e
Gramsci, la lectura particular que él hace de sus orientaciones
básicas (dentro d e un cuadro ideológico datado como es el d e su
adscripción a la III Internacional), y el cotejo que establece entre
ellas y la cultura política de su tiempo, podría cifrarse en lo si-
guiente: allí d o n d e el marxismo buscó construir una teoría de las
determinaciones generales del estado y la política, él trató de co-
locar otro espacio analítico más acotado: el que p u e d e alojar a
una soáologia de las transformaciones del estado capitalista y de la polí-
tica burguesa.
En este cuadro, definidos históricamente los modos cambiantes
d e la dominación, dos serán sus ejes problemáticos. Uno, las ca-
racterísticas de la crisis, pensada como contradicción económica
que es, a la vez, p o r medio d e un solo movimiento orgánico, con-
tradicción política: conflicto y compromiso de clases, equilibrio y
desequilibrio d e fuerzas en correlación histórica.
O t r o eje d e indagación (privilegiado p o r q u e Gramsci es un di-
rigente político con un proyecto d e transformación revoluciona-
ria) es el cambio en la situación d e las masas, las consecuencias d e
su activación, de su movilización, d e su participación crecientes,
como problema planteado a los organizadores de las clases fun-
damentales.

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Ambos motivos -crisis y masas- f o r m a r á n en Gramsci un único
tema contrapuntístico, u n haz reflexivo que le otorgará sentido a
la totalidad d e su pensamiento y su actividad. Para Gramsci es la
presencia d e las masas como sujetos de acción lo que definirá los
precisos rasgos d e la crisis, d e los proyectos revolucionarios y d e
los intentos d e recomposición capitalista, en un movimiento con-
ceptual que permite s u p e r a r críticamente el j u e g o d e pinzas del
"objetivismo" y del "voluntarismo", clásicamente presentes en la
tradición socialista. De ahí su rechazo a hipostasiar las metá-
foras d e "base" y "superestructuras", a las que veía como soportes
del reduccionismo. Su lenguaje, para el análisis d e situaciones
históricas y políticas, es el d e las "relaciones d e fuerzas", conden-
saciones d e economía, cultura política y organización, a través d e
las cuales "las clases" devienen sujetos d e acción histórica. Este
criterio le permite abrirse a la consideración d e fases y formas en
el desarrollo d e las relaciones e n t r e estado y clase dominante,
más allá d e una conceptualización abstracta que d e f i n e relaciones
sociales genéricas y descuida el análisis concreto que especifica la
vinculación e n t r e gobernantes y gobernados.
La historia del capitalismo es una historia d e transformaciones
q u e califican n o sólo las modificaciones internas del g r u p o domi-
n a n t e en su relación con la economía (pasaje del predominio d e
una a otra f o r m a del capital en el proceso d e reproducción), sino
también la articulación d e este proceso d e "etapas" del capita-
lismo con la asimismo cambiante presencia d e las clases subalter-
nas. Analíticamente, cada fase del capitalismo s u p o n e una rela-
ción e n t r e estado y economía p e r o también e n t r e estado y masas;
modificaciones en el patrón d e acumulación p e r o también en el
p a t r ó n d e hegemonía.
La indagación gramsciana n o p u e d e ser aislada d e un debate
d e época. A u n en los momentos más ásperos d e su critica f u e un
h o m b r e d e la III Internacional y su debate tiene siempre ese
p u n t o d e r e f e r e n c i a privilegiado. Pero sus interlocutores son
también otros: la socialdemocracia e u r o p e a y ciertos puntos altos
del p e n s a m i e n t o b u r g u é s d e su tiempo: Mosca, Michels, Weber,
Croce, Sorel. Vive en pleno centro d e la crisis del pensamiento
e u r o p e o y sin este aliento su obra difícilmente p u e d e ser enten-
dida.

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2. Weber: La forma moderna
de la dominación
En el verano d e 1917 Max Weber escribe una serie d e artículos
en el Frankfurter Zeitung en los que trata d e analizar las caracterís-
ticas d e la situación alemana, a la vez que trazar las bases para
una reconstrucción d e su sistema político tras la crisis abierta p o r
la g u e r r a y el proceso hacia la disolución del imperialismo gui-
llermino. Esa reflexión política que "no pide la autoridad protec-
tora d e ninguna ciencia" constituye el resumen más claro - d a d o
el polémico espíritu propagandístico, cargado d e valores, que lo
atraviesa- d e la visión que Weber tiene n o sólo d e la coyuntura
d e su país sino d e la total relación que e n t r e economía y política,
e n t r e capitalismo y estado, habrá d e plantearse para toda Europa
en la posguerra. 1
¿Cuál es el objetivo central que Weber se traza en esas notas?
Dibujar el esquema más racional posible para relacionar demo-
cracia, capitalismo y sistema político en una Alemania recons-
t r u i d a c o m o " e s t a d o d e m a s a s " e n el q u e s e g u r a m e n t e la
izquierda (socialdemocracia y sindicatos) ha d e j u g a r un papel
central. C o m o el p r o p i o Weber lo señala al introducir explícitamen-
te una abierta dimensión valorativa en sus análisis, se trata de la
visión que p r o p o n e un intelectual liberal-nacionalista que acepta
ya para Alemania el sufragio universal y la centralidad del Par-
lamento como los medios más idóneos para una recomposición
del estado, p e r o que simultáneamente n o d u d a que "los intereses
vitales d e la nación se colocan p o r encima d e la democracia y el
parlamentarismo". Y esta tensión recorre todas las páginas, es-
critas al compás d e u n a crisis revolucionaria en p e r m a n e n t e
ascenso, en Alemania y en Europa, que lo obligará a algunas am-
bigüedades y zonas oscuras sobre los roles respectivos que la ins-
titución cesarista y la parlamentaria han de tener finalmente en
su modelo político.
Weber comienza p o r r e c u p e r a r la preocupación de sus textos
primeros 2 sobre la decadencia política alemana a partir del le-
g a d o q u e d e j ó el cesarismo d e Bismarck: "una nación sin nin-
g u n a sofísticación política", muy p o r debajo del nivel que tenía
en 1870, acostumbrada a la idea d e que las decisiones políticas las
d e b e n t o m a r "los g r a n d e s hombres d e estado" y que el parla-
m e n t o sólo debía cumplir un papel s e c u n d a r i o . 3
El objetivo explícito d e las notas d e 1917 era el d e p r o p o n e r ,

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en las nuevas condiciones d e la dominación política que coloca-
ban en el centro d e las decisiones a las "rutinas d e la administra-
ción" y p o r lo tanto al personal burocrático, un papel d e mayor
relevancia p a r a el parlamento. C o m o se verá, era la problemática
d e la "democracia posible" en u n a situación d e emergencia d e
masas y d e concentración capitalista; el t e m a del nacimiento
d e u n a sociedad posliberal y d e sus instituciones viables, la domi-
n a n t e d e su pensamiento en un p e r í o d o d e su vida en el que
sintió f u e r t e m e n t e la tentación d e la política activa.
Su. p u n t o d e partida (y los b o r r a d o r e s d e Economía y sociedad
que estaban entonces en pleno proceso de producción cargaban a
esas notas puntuales del Frankfurter Zeitung d e u n invisible sostén
analítico e histórico) era lo ineluctable para la h u m a n i d a d d e un
f u t u r o d e burocratización creciente. La organización burocrática,
dice, con su especialización y sus relaciones jerárquicas de autori-
d a d , constituye una "máquina inanimada", "inteligencia objeti-
vada", el reino invulnerable d e la Racionalidad formal. En ese
c u a d r o la p r e g u n t a es ¿cómo serán posibles, a u n q u e f u e r a en
sentido limitado, las libertades individuales y las garantías para el
control del poder? ¿Cómo será posible m o d e r a r con una Raciona-
lidad d e fines ese avasallante e m p u j e d e la "máquina inanimada"
que sólo atiende a los medios? 4
Sólo el talento político aplicado a dirigir a la burocracia p u e d e
ser eficaz p a r a levantar esos límites, y el espacio f u n d a m e n t a l en
el que esa dirección d e b e ser constituida es el que engloba al par-
lamento y al sistema d e partidos.
Este privilegiamiento está lejos d e reflejar, sin embargo, una
recurrencia en los temas perimidos del liberalismo constituciona-
lista o d e la democracia roussoniana. W e b e r f o r m a parte d e otra
tradición, la del realismo político, y está m u c h o más cerca de Ma-
quiavelo o d e Hobbes que d e Kant o d e Locke. El problema cen-
tral d e la política es el d e la eficiencia del p o d e r y no el del ejerci-
cio d e la representación. Menos a ú n si esta representación es
pensada como una relación entre individuos ("ciudadanos") y el
estado, en el marco d e una idea racionalista d e los derechos na-
turales. La realidad c o n t e m p o r á n e a es una realidad de grupos y
d e instituciones y n o podría ser a b o r d a d a a partir del contractua-
lismo individualista. En ese reconocimiento d e la centralidad d e
g r u p o s e instituciones como unidad analítica, se basa su concep-
ción d e que sólo a través d e un enf oque sociológico es posible pene-
t r a r en la esencia d e la política.
Para Weber (y esto, como se verá, lo distingue netamente d e la

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ideología levantada en su tiempo p o r la II Internacional sobre
esos mismos temas) la resolución d e la crisis política mediante
una expansión del demoliberalismo clásico es inviable. "En los
estados de masas - d i c e - el elemento cesarista es inevitable"; la
acción política está siempre d e t e r m i n a d a p o r el "principio del
p e q u e ñ o n ú m e r o " , esto es, el de la mayor capacidad d e maniobra
d e los pequeños grupos dirigentes. 5 Si d e todos modos alguna
f o r m a d e democracia (o sea de control sobre las decisiones de la
cúpula burocrática que permita m a n t e n e r la vigencia d e las liber-
tades) debe ser postulada, ella t e n d r á que derivar de una refor-
mulación de los temas ya caducos d e la democracia representa-
tiva e insertarse en un proceso global d e reorganización d e las
relaciones entre sociedad y estado en los niveles exigidos por
las nuevas formas del desarrollo capitalista. Lo que Weber va a pro-
p o n e r es un esquema institucional; la reconstrucción en Mentido
estricto d e un sistema político, sostenido sobre un pacto estatal en
el que p u e d a n equilibrarse la burocracia (civil y militar), los par-
tidos políticos, los g r u p o s d e intereses y la institución presiden-
cial, en un contradictorio j u e g o plebiscitario, representativo e
impersonal. Este esquema era, a su juicio, el único que podía cons-
t r u i r f u n c i o n a l m e n t e las relaciones e n t r e capitalismo y estado
c u a n d o se había e n t r a d o en una etapa d e concentración imperia-
lista y de activación d e masas.
En la propuesta, el papel del p a r l a m e n t o era el d e recomponer
en el nivel político los intereses corporativos d e los grupos de
interés y elevar desde allí una trama societal capaz d e controlar
p o r un lado a la burocracia y p o r el otro al inevitable elemento
cesarista presente en los "estados d e masas". El Parlamento debía
ser el t e r r e n o en que se procediera a la selección d e los liderazgos:
e n la medida en que la política es lucha, sólo aquellos que han
sido seleccionados en el curso d e la lucha política p u e d e n alcan-
zar la competencia suficiente para una dirección nacional. Pero
ese Parlamento debía ser r e f o r m a d o hasta transformarse en un
c u e r p o d e trabajo y n o en una máquina d e p r o n u n c i a r discursos.
Por a ñ a d i d u r a el Parlamento así r e f o r m a d o podría cumplir con
otra misión: la d e controlar a la burocracia, quitándole a ésta el
doble privilegio que marca su capacidad d e dominio: el monopo-
lio del conocimiento técnico y el monopolio de la información.
Esta es, sucintamente, la propuesta weberiana: fortalecimiento
del Parlamento, elección p o p u l a r directa del presidente. Como
señalaba él mismo "para un estado d e masas hay sólo un limitado
n ú m e r o d e alternativas" y "para un político racional la f o r m a d e

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gobierno más a p r o p i a d a para cada m o m e n t o d e p e n d e d e las ta-
reas políticas d e la nación". 6
Proponerse, como lo h a d a Weber, r e f o r m a r las instituciones
para permitir una relación más ajustada e n t r e estado y capital en
condiciones "de masas" suponía riesgos. " N o sabemos todavía
- d i c e - hasta qué p u n t o u n a reconstrucción parlamentaria efec-
tiva t e n d r á lugar en Alemania: p u e d e ser desbaratada p o r la de-
recha o confiscada p o r la izquierda." 7 El peligro mayor d e ese
proceso era el d e la demagogia, el lado incontrolado del recono-
cimiento que debía hacerse d e la activación d e las masas y d e su
voluntad d e participación. Democratización y demagogia mar-
chan j u n t o s en el estado m o d e r n o , «desde que las masas no pueden
ser tratadas como objetos pasivos de administración, esto es, desde que sus
actividades tienen alguna importancia activa. » 8 Y agrega: "La demo-
cratización activa d e masas significa que ya n o más el líder es
proclamado candidato p o r q u e se ha puesto a p r u e b a en un círcu-
lo d e honoratiores ( . . . ) sino p o r q u e ha g a n a d o la confianza y la
fe d e las masas en los medios d e la demagogia d e masas." 9 Ese
es el camino al que tiende toda democratización: el d e la téc-
nica cesarista d e elección plebiscitaria, debido a lo cual la gesta-
ción d e la política n o p u e d e pensarse ya d e s d e los pequeños
círculos.
El sistema reconstituido d e b e pensar en sus garantías. Una es,
p o r supuesto, la fuerza: "todo gobierno, incluso el más democrá-
tico o el más socialista, d e b e r á utilizar la ley marcial si n o quiere
s u f r i r los riesgos de lo que está sucediendo en Rusia", 10 p e r o el
camino d e b e ser otro. N o caben d u d a s acerca del peligro que
significa, en la democracia d e masas, que en política p r e d o m i n e n
los elementos irracionales. C o m o las masas piensan en términos
inmediatos están siempre expuestas a influencias emocionales.
Ese riesgo aparece con redoblada fuerza c u a n d o esas masas están
desorganizadas y tienden, p o r lo tanto, a practicar "la democra-
cia en las calles". Sin "partidos organizados racionalmente" o con
Parlamentos débiles y políticos desacreditados, la probabilidad
d e q u e la activación sea incontrolable es a ú n más cercana. Weber
pronostica q u e la p o s g u e r r a implicará un test severo para la disci-
plina d e las masas. En Alemania, p o r ejemplo, n o es impensable
que florezca un "sindicalismo i n m a d u r o " con tendencias "putsch-
istas", e m b e b i d o d e u n radicalismo emocional q u e exalte "la
f u r i a ciega d e las masas". La mejor garantía para evitar el h u m o r
político caprichoso d e los "espartaquistas" es la integración d e los
sindicatos y d e la socialdemocraáa en el sistema político. Ese es el

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p u n t o en el q u e el r e c o n o c i m i e n t o d e la nueva conflictuali-
d a d p o r parte de Weber avanza más en términos de reorganiza-
ción política. "Las organizaciones como los sindicatos pero tam-
bién el partido socialdemócrata constituyen un contrapeso muy
i m p o r t a n t e f r e n t e al dominio de la multitud típico d e los pueblos
plebiscitarios." 11
El f u t u r o d e p e n d e r á en buena medida de la actitud que asu-
m a n sindicatos y partidos obreros: o la búsqueda de participación
en la responsabilidad del gobierno o el "ghetto" político de la
" h e r m a n d a d proletaria". Obviamente la expectativa weberiana va
hacia la coalición y la co-responsabilidad, que supere "la esterili-
d a d negativa f r e n t e al estado" a q u e habían sido llevados los
sindicatos y la socialdemocracia p o r la cerrazón del sistema pos-
bismarckiano y p o r sus propios t e m o r e s a "participar d e un
gobierno inevitablemente limitado p o r las condiciones' d e una
sociedad y d e una economía que p e r m a n e c e r á n capitalistas en el
f u t u r o previsible." 12
Este análisis puntual d e la coyuntura crítica alemana, realizado
p o r Weber en m o m e n t o s en que aspira a j u g a r un papel impor-
tante como consejero áulico o quizás como protagonista d e la re-
construcción política d e su país (según su viuda n o desalentó a
quienes propusieron p o r entonces su n o m b r e como canciller pese
al disgusto de los políticos profesionales), n o p u e d e ser desvincu-
lado d e una concepción más estratégica y a largo plazo trazada en
esa misma época p o r Weber sobre los cambios en curso en las
f o r m a s d e la dominación capitalista. Más allá d e Alemania y aun
d e E u r o p a , para todo el m u n d o capitalista, lo que Weber plan-
teaba era la conciencia sobre la necesidad d e un replanteo d e las
f o r m a s d e la hegemonía burguesa, a partir d e la crisis irrecupe-
rable d e la relación e n t r e estado y sociedad civil tal como la ha-
bía planteado el liberalismo. Serán los procesos d e reestructura-
ción capitalista d e las décadas del 20 y del 30 los que d a r á n razón
a los análisis weberianos, pese a que la historia habría d e corregir
su ilusión parlamentarista.
Por la misma época en que redactaba los artículos para el
Frankfurter Zeitung, Weber pronuncia dos conferencias en las que
estas preocupaciones son retomadas en un marco más amplio. 1 3
Pero será recién en la edición postuma d e sus trabajos inéditos
colocados p o r el compilador bajo el título d e Economía y sociedad,
d o n d e aparecerá con claridad, a la m a n e r a d e un fresco concep-
tual, el lugar que esas reflexiones políticas tienen d e n t r o d e un
riguroso sistema categorial retroalimentado, a su vez, p o r ese im-

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pulso político p o r s u p e r a r la crisis del capitalismo competitivo y
d e las f o r m a s clásicas del liberalismo.
Precisamente en la sección ix del s e g u n d o tomo d e Economía y
sociedad y bajo el título d e "La institución estatal racional y los
partidos políticos y parlamentos m o d e r n o s (Sociología del es-
tado)", el compilador sistematiza y resume, r e c u r r i e n d o a distin-
tos textos {Historia económica general, La política como vocación, Par-
lamento y gobierno en una Alemania reconstruida) los lazos que conec-
tan las reflexiones más "epocales" d e Weber con aquellas más
coyunturales.
Un e n f o q u e sociológico del estado m o d e r n o obliga a a b a n d o n a r
los cuadros del formalismo juridicista que relaciona linealmente
al individuo con el soberano para colocarse, en cambio, en el in-
terior del análisis d e las organizaciones que aseguran la r e p r o d u c -
ción d e la dominación.
N o es el contenido d e sus acciones lo que d e f i n e sociológica-
m e n t e al estado y a la política sino su vinculación con un m e d i o
específico y peculiar: la coerción física. Sin la posesión d e este
recurso el concepto d e estado desaparecería. La característica del
estado m o d e r n o es que se ha constituido en la única f u e n t e
del d e r e c h o a la violencia, e x p r o p i a n d o del uso legítimo d e la
coerción física a todas las asociaciones o individuos y estable-
ciendo a su favor el monopolio de la coacción.
La historia del capitalismo como tipo d e dominación basado en
la asociación necesaria e n t r e el desarrollo d e una f o r m a econó-
mica con una f o r m a d e estado, es la historia d e un proceso d e
expropiación, de separación, que disocia a los productores direc-
tos d e todos los medios d e producción. El núcleo histórico y ana-
lítico d e la conceptualización weberiana sobre la dominación en el
capitalismo es la conocida asimilación e n t r e estado y empresa que
a p a r e c e r á en La política como vocación y en Parlamento y go-
bierno . . . y que en el capítulo citado de Economía y sociedad verte-
b r a r á la totalidad d e su discurso sociológico sobre el estado.
Según Weber los ordenamientos estatales se p u e d e n clasificar
en dos tipos extremos, d e a c u e r d o a cuál sea en ellos la distribu-
ción d e los medios materiales d e administración. En unos los
f u n c i o n a r i o s poseen en p r o p i e d a d esos medios; en los otros
- d e los cuales el ejemplo más claro pero n o el único es el estado
m o d e r n o - "el c u e r p o administrativo [está] s e p a r a d o d e los me-
dios d e administración, en el sentido que actualmente el em-
pleado y el proletario están separados en la e m p r e s a capitalista
d e los medios materiales d e producción".' 4

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El tema aparece r e c u r r e n t e m e n t e en Weber: el desarrollo del
estado m o d e r n o coincide con el proceso p o r el cual el Príncipe
empieza a expropiar a los portadores d e p o d e r administrativo
que tiene a su lado. "El proceso c o n j u n t o f o r m a u n paralelo
completo con el desarrollo d e la e m p r e s a capitalista, con su ex-
propiación paulatina d e los productores independientes." 15 El
resultado d e ese proceso es el estado actual, en el que la expro-
piación ya ha llegado a su ápice, c o n c e n t r a n d o en una sola cúpu-
la "la disposición d e la totalidad d e los medios políticos d e explo-
tación". La separación se ha llevado a cabo p o r completo y ello ha
d a d o lugar al nacimiento d e una época en la que a su vez "se
intenta expropiar a este e x p r o p i a d o r d e los medios políticos y
p o r lo tanto también del p o d e r político". 18
El rasgo sociológico específico del estado m o d e r n o como orga-
nización es que es u n a "empresa" con el mismo título que una
fábrica. "La separación del trabajador d e los medios d e produc-
ción en la economía, d e los medios bélicos en el ejército, d e los
medios materiales administrativos en la administración (y d e
los medios monetarios en todos ellos), d e los medios d e investiga-
ción en el instituto universitario y en el laboratorio, es común como
tal f u n d a m e n t o decisivo tanto a la empresa política militar-estatal
m o d e r n a como a la economía capitalista privada." 17 La f o r m a
que a s u m e esa "concentración d e los medios materiales'de explo-
tación" es la burocracia: «la socialización creüente significa hoy, inexo-
rablemente , burocratizaáón creciente.» 18
Es la percepción d e la crisis del capitalismo competitivo lo que
está detrás del planteo weberiano; el fin del " m u n d o del m e r c a d o
a u t o r r e g u l a d o r " y del liberalismo como su principio organizador,
en el sentido d e f i n i d o p o r Polanyi. 19
Este proceso h a b r á d e manifestarse como transformación del
estado capitalista a través d e un doble movimiento contradictorio
que quebraba la relación clásica e n t r e estado y sociedad civil al
"politizar" a ésta y, s i m u l t á n e a m e n t e , a u t o n o m i z a r la e s f e r a
político-decisional: a m a y o r socialización m a y o r burocratiza-
ción. 20
De este f e n ó m e n o quiere d a r cuenta Weber y su pensamiento
es incomprensible f u e r a d e este cuadro en el que la crisis del
capitalismo liberal se combina con la emergencia activa y organi-
zada d e las masas.
La "socialización" creciente significa para Weber el definitivo
pasaje del tipo d e acción comunitaria al tipo d e acción societaria;
el p r e d o m i n i o del proyecto p o r sobre la " m a n o invisible" en to-

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dos los ó r d e n e s d e la vida h u m a n a : la burocratización n o es otra
cosa q u e el i n s t r u m e n t o d e la socialización d e las relaciones d e
dominación; la victoria del cálculo y la planeación centralizada;
d e la organización sobre el individuo.
"En los sectores políticos - d i c e - el suelo clásico sobre el cual se
h a edificado la burocratización ha sido el g r a n estado y el p a r t i d o
d e masas." 21 Pero n o sólo es la expansión d e la política lo que
incita a la burocratización, sino también "las crecientes exigencias
administrativas motivadas p o r la complicación cada vez mayor d e
la c u l t u r a " . 2 2 A p a r e c e así " u n a c r e c i e n t e i m p r e s c i n d i b i l i d a d
( . . . ) d e la intervención burocrática en las más diferentes necesi-
d a d e s vitales, necesidades que antes f u e r o n desconocidas o que
e r a n satisfechas d e un m o d o local o m e d i a n t e la- economía pri-
vada". 2 3 T o d o este proceso es el que configura la existencia d e
u n a "democracia d e masas" y tal es la situación típica del capita-
lismo m o d e r n o . Pero esa democracia está muy lejos d e la imagen
ideal según la cual el j e f e p u e d e considerarse como un servidor
d e los dominados. La realidad empírica d e la actual democracia
ligada a la socialización y a la burocratización crecientes del
m u n d o m o d e r n o , diverge substancialmente d e la f o r m a p u r a :
" C u a n d o se trata d e u n gobierno d e masas el concepto d e 'demo-
cracia' altera d e tal f o r m a su sentido sociológico que sería ab-
s u r d ó buscar la misma realidad bajo aquel mismo n o m b r e co-
m ú n . " 24 "El demos en el sentido d e u n a masa inarticulada n o
'gobierna' n u n c a p o r sí mismo en las sociedades n u m e r o s a s sino
que es g o b e r n a d o , cambiando sólo la f o r m a d e selección d e los
j e f e s d e gobierno y la proporción d e la influencia q u e p u e d e
ejercer, o m e j o r dicho p u e d a n ejercer, otros círculos procedentes
d e su seno p o r m e d i o del complemento d e u n a llamada 'opinión
pública' sobre el contenido y la actividad del gobierno. En el sen-
tido acá a p u n t a d o , la 'democratización' n o d e b e significar necesa-
riamente el a u m e n t o d e la participación activa d e los d o m i n a d o s
d e n t r o d e la organización considerada." 25
La emergencia d e esas masas q u e ya n o p u e d e n ser tratadas
como "objeto pasivo d e administración" p e r o que a la vez d e b e n
ser disuadidas d e toda acción social brotada d e sentimientos irra-
cionales, es la trama conectiva d e los juicios d e valor d e Weber,
temeroso, f r e n t e a la crisis e u r o p e a , d e la posibilidad d e u n socia-
lismo q u e si a s u m e las f o r m a s d e "socialismo d e estado" n o h a r á
sino e x t e n d e r el proceso d e burocratización a todos los niveles d e
la sociedad y si toma f o r m a s "consiliares" llevará a u n a regresión
del desarrollo técnico d e la h u m a n i d a d . 2 8

18
Pero ese cambio en la situación d e las masas; la subordinación
d e los mecanismos "automáticos" d e mercado; la interrelación
e n t r e p o d e r y conocimiento especializado; la asociación contra-
dictoria entre expansión d e "lo social" y concentración d e "lo po-
lítico"; el rol f u n d a m e n t a l , en fin, d e las superestructuras en la
reproducción del sistema c u a n d o la producción se ha "politizado"
y es otra la f o r m a d e unidad e n t r e sociedad y estado, llevan a
Weber a plantear la necesidad d e u n a reestructuración d e la he-
gemonía, en la segura convicción d e que el viejo liberalismo ya ha
muerto.

3. Reconstrucción hegemónica
en el "estado de masas"

Consideradas p u n t u a l m e n t e , las predicciones d e Weber fallaron.


La República d e Weimar, que debió h a b e r sido un banco d e
p r u e b a para sus pronósticos, terminó en un colapso, y la articula-
ción institucional para una democracia posible en las nuevas con-
diciones d e socialización y burocratización se t r a n s f o r m ó , tras
sólo u n a década, en el d e s n u d o cesarismo nazi. 27 En la Alema-
nia d e principios d e los 30 - f r e n t e al estallido de la crisis econó-
mica y a la incapacidad d e socialdemócratas y comunistas para
d a r una respuesta a la altura d e los cambios reales q u e se opera-
ban en la relación e n t r e estado y economía- triunfó finalmente
u n o d e los sesgos posibles del pensamiento weberiano: aquel que
enfatizaba la necesidad d e la decisión centralizada en la política y
que, para ello, reivindicaba la figura cesarista y plebiscitaria. El
nuevo constitucionalismo cuyo portavoz más señalado f u e un se-
g u i d o r crítico d e Weber, Cari Schmitt, ocupó totalmente el pano-
r a m a teórico g e r m a n o con un discurso antisocialista y antiparla-
mentario centrado en la unidad tripartita e n t r e estado, pueblo y
movimiento bajo el principio de la j e f a t u r a . 2 8
De todos modos, el "estado totalitario" d e los 30 n o implicó
u n a modificación substancial d e las líneas d e desarrollo político
que habían comenzado a manifestarse en la posguerra. 2 9 Esas
líneas p e r d u r a r í a n d u r a n t e años y el replanteo hegemónico que
p r o p o n í a n para el o r d e n burgués h a b r á d e caracterizar u n a larga
fase del estado capitalista, que recién a h o r a parece haber e n t r a d o

19
en crisis. Ellas han estado ligadas a "la gran transformación" se-
ñalada p o r Polanyi en su libro clásico y eran inseparables n o sólo
de modificaciones "económicas" (imposibles p o r otra parte d e ser
aisladas orgánicamente d e u n a totalidad social) sino también de
esa especificidad sociológica d e la e m e r g e n c i a d e masas que,
desde la perspectiva d e la reproducción del o r d e n capitalista,
Weber subrayó como dimensión central d e nuestra época. C o m o
lo ha señalado Sheldon Wolin, "el concepto d e masas desvela a la
teoría política y social m o d e r n a " . 3 0 Su c o n t r a p u n t o necesario,
tanto en la teoría como en la organización, estuvo constituido p o r
un recrudecimiento del e n f o q u e elitista d e la acción política, ex-
p r e s a d o sea p o r la d e r e c h a como p o r la izquierda. Ni el marx-
ismo soviético, ni la planificación democrática d e M a n n h e i m ,
ejecutada p o r los "intelectuales desinteresados", ni obviamente
toda la reacción derechista, podría ser explicada f u e r a d e esta
centralidad problemática d e la articulación e n t r e masas y élites
colocada p o r Weber como u n o d e los ejes d e su reflexión. Em-
blemáticamente Mannheim resumía la cuestión diciendo: "Los
g r a n d e s cambios d e los que hoy somos testigos p u e d e n ser final-
m e n t e imputados al hecho d e que estamos viviendo una sociedad
d e masas." 3 1
La extensión d e los problemas planteados a la teoría social p o r
esta percepción es tan g r a n d e que n o podría ser a b o r d a d a aquí.
Sólo un aspecto me interesará desarrollar p o r ?obre otros d e n t r o d e
la economía de este discurso: el d e la influencia d e esta situación
sobre la praxis estatal y política, sobre las transformaciones en el
estado y en las estrategias alternativas.
En u n reciente y notable estudio el historiador norteamericano
Charles Maier ha trazado las líneas d e la reconstitución política d e la
" E u r o p a burguesa" en la década posterior a la primera g u e r r a
mundial, como la respuesta elaborada p o r el o r d e n capitalista a la
crisis revolucionaria surgida a partir d e la Revolución Rusa y d e sus
precoces y fallidos intentos d e trascender las f r o n t e r a s del antiguo
imperio zarista. 32 Esa respuesta implicó u n a p r o f u n d a operación
d e reestructuración d e la hegemonía: la estabilización no podía
resolverse como simple reacción sino que debía involucrar reestruc-
turación y renovación. A u n cambio en el p a t r ó n d e acumulación
- q u e venía d e antes, d e la "salida" de la gran crisis del último
cuarto del siglo xix- habría d e articularse en la década d e los 20
un n u e v o modelo d e hegemonía, cuyas líneas esenciales encon-
trarían el apoyo más alto en las reflexiones d e Weber, que f u e
quien m e j o r "discernió las emergentes estructuras del poder". 3 3

20
La década del 20 alumbrará la instauración d e un nuevo sistema
político, d e nuevos mecanismos para la transacción entre los intere-
ses sociales. Las viejas instituciones del demoliberalismo eran ya
incapaces d e mediar esos conflictos d a d o el avanzado nivel de
organización d e las masas y de su movilización. Si el parlamento
había sido el centro e n el que la burguesía elaboraba su unidad
política como clase, esa función d e equilibrio ya no podría ser más
cumplida: la presencia activa d e clases subalternas en los grandes
partidos d e masas obligaba a la burguesía a buscar otras formas de
articulación institucional. Los planteos weberianos sobre la función
parlamentaria serían desmentidos p o r la realidad: la cohesión de
clase del proletariado y el resto d e las masas subalternas determina-
ría la necesidad d e otras formas d e cohesión para las clases domi-
nantes (sometidas a su vez a un proceso intenso de fragmentariza-
ción) y para la articulación d e éstas con las d e m a n d a s inestables y
peligrosas de las clases medias.
Maier llama al nuevo modelo institucional, al sistema político
e m e r g e n t e en esa década d e estabilización burguesa, como "corpo-
rativo". 34 Franz N e u m a n n , por su parte, al analizar las caracterís-
ticas de la estructura política pluralista de la Alemania de Weimar,
¡detallará la serie d e "pactos" organizacionales constitutivos que
estuvieron detrás d e su funcionamiento, construyendo un sistema
político en el cual "la adopción d e las decisiones (•...) debía lograrse
no sólo mediante la suma d e voluntades d e los votantes individuales
sino a través de organizaciones sociales autónomas". 3 5
En la medida en que la estabilización política de posguerra no
implicaba una mera restauración, debieron crearse nuevos meca-
nismos institucionales d e distribución del p o d e r que implicaban un
desplazamiento a favor d e las fuerzas organizadas de la economía y
d e la sociedad, en d e s m e d r o d e un parlamento debilitado. Aunque,
en la medida en que se mantuvieran algunos supuestos del libera-
lismo, las decisiones debían ser periódicamente ratificadas p o r el
electorado, "el nuevo corporativismo buscaba menos el consenso a
través de la aprobación ocasional de las masas, que p o r medio de
una negociación continuada {continued bargaining) entre intereses
organizados". 3 6
El locus de la política y las modalidades d e ejercer presión, con-
secuentemente, se modificaron también: la estabilidad del sistema
requería una negociación m u c h o más burocrática y centralizada.
Un d a t o decisivo para acelerar la estructuración de ese neocorpora-
tivismo pluralista que operaba como un sistema de regateo entre
organizaciones, era que también los sindicatos de trabajadores se

21
integraban a ese mecanismo, lo que les otorgaba un p o d e r d e
presión m u c h o más g r a n d e que el que poseían, p o r ejemplo, las
f r a g m e n t a d a s clases medias. Este hecho sería sociológicamente de-
cisivo p a r a explicar el viraje d e masas subordinadas hacia el autori-
tarismo, en la década d e los 30.
El nuevo sistema funcionaba como una tensión e n t r e f r a g m e n t a -
ción corporativa y centralización tecnocrática. El resultado n o era la
extinción d e la política sino su desplazamiento a otros espacios, su
sublimación en otros planos que antes e r a n considerados como
privados. C o m o señala Wolin, lo significativo es d e s d e entonces "la
difusión d e lo político", la absorción d e esa f u n c i ó n en instituciones
y actividades n o políticas. 37
Estado y sociedad ya no aparecían como sistemas autónomos,
unidos p o r lazos externos, como lo entendía la perspectiva liberal.
Los límites e n t r e lo público y lo privado, los roles políticos y los
económicos y sociales, n o constituían ya "fronteras" sino más bien
"zonas d e intersección" e n t r e el estado y las organizaciones sociales,
en el interior d e un sistema en el que participan n o sólo "sujetos
jurídico-constitucionales" sino también "actores político-
institucionales". 38
El cambio en el modelo hegemónico implicó la constitución d e un
sistema político complejo que hizo variar la estructura del estado.
Un n u e v o m o d o d e articulación entre economía y sociedad comen-
zaba á dibujarse en los 20 como recomposición burguesa d e la
hegemonía y este esquema - r e a l i m e n t a d o tras la crisis económica
del 29 y sus consecuencias- abarcará a la vez f o r m a s "democráticas"
y "totalitarias" d e representación y englobará tanto a sociedades
centrales c o m o a tardodependientes. El "estado d e compromiso" en
las sociedades latinoamericanas de los 40 n o podría ser explicado
f u e r a d e estas premisas.
La "democratización d e masas" y la transición d e una economía
en la que p r e d o m i n a b a la competencia hacia otra d e "capitalismo
organizado" se halla en las raíces de esa transformación d e las
funciones y la estructura del estado. A u n q u e de m a n e r a subordi-
nada, las masas p e n e t r a r o n en el sistema político que, al c o m p r e n -
d e r instituciones hasta entonces "privadas", interioriza en su espa-
cio a las contradicciones. Como lo ha señalado en una f ó r m u l a
Pietro Ingrao, la "politización d e lo social" implica la necesidad d e
una "socialización d e la política". 39 AI e n t r a r el estado capitalista
en una nueva fase - d e n i n g ú n m o d o coyuntural sino d e larga
d u r a c i ó n - se modifican también los presupuestos d e la acción polí-
tica d e las clases subalternas.

22
En esta encrucijada, en este desafío que obligaba a repensar
tácticas y estrategia, a dibujar nuevos proyectos d e acción con-
trahegemónica a la altura d e los cambios que el proceso sociopolí-
tico planteaba, se e m p a n t a n ó la teoría y la práctica socialista y
democrática d u r a n t e décadas; la crisis del 30 y el surgimiento del
nazismo acentuarían esta impasse. La "revolución pasiva", concep-
tual e histórica, que la burguesía logró p o n e r en marcha como
respuesta a la crisis revolucionaria d e los primeros años d e la
p o s g u e r r a , n o iba a encontrar sino algunas respuestas teóricas
solitarias en el t e r r e n o del socialismo: Gramsci, desde la cárcel, sería
una d e ellas. Si según un slogan que hizo f o r t u n a "Weber f u e el
Marx d e la burguesía", n o sería provocativo decir que en la crisis del
marxismo d e los años 30 Gramsci f u e el Weber d e las clases subal-
ternas, el único que intuyó el proceso d e cambios en curso y en lo
posible razonó, desde el p u n t o de vista d e la voluntad socialista y
0revolucionaria, la necesidad d e reconstruir una alternativa con-
trahegemónica. 4 0

4. Los socialismos y el estado: dilemas

i f u e r o n los procesos que llevaron a la brusca obtención d e su ciuda-


d a n í a p o r las clases subalternas los que en rigor le plantearon al
marxismo la urgencia d e la reflexión sobre el estado. 4 1 Dicho d e
otra manera: hasta el m o m e n t o en que el marxismo n o se trans-
f o r m ó - e n confrontación con otras perspectivas- en principio ideo-
lógico articulador de un movimiento d e masas, la problemática
estatal (entendida como examen específico d e esa relación d e do-
minación pero también como objetivo d e la acción d e clase) no se
reveló en su v e r d a d e r o alcance d e principal dimensión analítica.
Hostigada por los extremos teóricos d e Bakunin y Lassalle, la
conceptualización d e Marx sobre la cuestión siempre actuó en nega-
tivo: d e los anarquistas rechazaba el antiautoritarismo ingenuo
i(8obre todo p o r el desdén que éstos manifestaban f r e n t e a la lucha
(política) y del lassallismo su intención d e d e s a r m a r la movilización
a u t ó n o m a d e la clase obrera al confiar los objetivos socialistas a una
intervención política desde lo alto mediante úna alianza d e los
trabajadores con el estado. Las notas marxianas acerca del libro d e

23
Bakunin relativo al estado y la Crítica del programa de Gotha (escritas
con u n a diferencia a p r o x i m a d a d e un año, e n t r e principios de 1874
y el p r i m e r tercio d e 1875), ilustran respectivamente acerca d e las
ideas d e Marx sobre el asunto, como deslinde polémico f r e n t e a
otros planteos. Es cierto q u e en los m o m e n t o s d e crisis política M a r x
se acercaba más a las posiciones "antiestatalistas": basta ver sus
observaciones sobre la c o m u n a d e París. Invulnerable, en cambio,
f u e el rechazo al lassallismo y su proyecto d e Real Politik, u n a
perspectiva q u e jamás armonizaría con la matriz ideológica sobre el
tema q u e Marx a d o p t a r a en sus años juveniles. De todos modos a
principios d e los 90 la herencia lassalleana parecía liquidada: tal era
la opinión d e Engels al publicar en 1891 la Crítica al programa de
Gotha; "lassalleanos específicos - d i c e - ya sólo q u e d a n en el extran-
j e r o como ruinas aisladas . . . " . Pero la realidad iba a indicar otra
cosa.
En la f r o n t e r a del siglo la evolución política del movimiento»
o b r e r o e u r o p e o iba a colocar el tema estatal en un p r i m e r plano. El
crecimiento d e la cohesión d e clase del proletariado, la legalización
d e la actividad d e los sindicatos, el avance súbito d e los partidos
socialistas, todo ello en el cuadro d e un proceso p r o f u n d o d e
"revolución pasiva" a través del cual eran incorporados al discurso
liberal d o m i n a n t e temas democráticos y se modificaban, en exten-
sión y densidad, las funciones del estado, constituía un desafío
n u e v o p a r a el pensamiento marxista en m o m e n t o s en que éste
comenzaba a hegemonizar ideológicamente al movimiento social.
En la línea d e ingreso a u n a distinta fase del capitalismo, sería
Engels el e n c a r g a d o d e plantear los nuevos problemas que e n f r e n -
taría a partir d e entonces el movimiento socialista. En el a ñ o d e su
m u e r t e la aparición d e su introducción a La lucha de clases en Francia
d e Marx implicará un v e r d a d e r o parteaguas en el desarrollo del
"socialismo científico", t r a n s f o r m a d o en pocos años d e u n a secta
intelectual en el elemento o r d e n a d o r d e g r a n d e s movimientos so-
ciales. Con la introducción engelsiana d e 1895 el marxismo p e n e t r a
definitivamente en la h o r a d e su m a d u r e z política; repliega sus
rasgos d e crítica y se a s u m e como doctrina.
Es sabido q u e la línea d e sentido d e ese texto, polémico y some-
tido a u n a serie d e vicisitudes partidarias, es la reflexión autocrítica
sobre las expectativas revolucionarias que Marx y Engels s e # a b í a n
trazado a mediados del siglo. 42 "La historia nos dio también a
nosotros u n mentís y reveló como una ilusión n u e s t r o p u n t o d e vista
d e entonces", escribe. Y agrega: " f u e todavía más allá: n o sólo
destruyó el e r r o r en que nos encontrábamos, sino que además

24
t r a n s f o r m ó d e arriba abajo las condiciones bajo las cuales tiene que
luchar el proletariado. El método d e lucha d e 1848 está hoy anti-
cuado en todos los aspectos y éste es un p u n t o que merece ser
investigado ahora más detenidamente". 4 3 La Introducción no es
otra cosa que un examen d e esas modificaciones en las que el
principal elemento político d e cambio es la presencia organizada de
las masas, n o sólo en Alemania, d o n d e con casi dos millones
d e votos la socialdemocracia capturaba ya a u n cuarto del electora-
d o , sino también en toda Europa. En la percepción d e Engels el
proceso era tan avasallador que incluso Rusia entraría tarde o
t e m p r a n o en él.
El d a t o central - y a partir de él la necesidad d e una modificación
en la táctica d e los socialistas- era que esa presencia organizada de
las masas cambiaba la situación d e éstas en el sistema político: la
conquista de la ciudadanía las interiorizaba (aunque conflictiva-
1
mente) en el estado, que así perdía su exterioridad f r e n t e a ellas.
Ese estado modificado ya no podía ser percibido linealmente como
"comité administrativo" de la burguesía: la f o r m a de la dominación
se había complejizado a p u n t o tal, m e d i a n t e la democratización
a r r a n c a d a al antiguo esquema liberal restringido, que ahora "pros-
p e r a m o s m u c h o más con los medios legales que con los medios
jUegales y la subversión". 4 4 La paradoja de la que viene a d a r
,Cuenta Engels es ésta: la legalidad burguesa mata a la burguesía y da
•vida al movimiento socialista d e masas.
| La divisoria en la historia de la acción socialista expresada por la
introducción se cruza con la modificación d e las instituciones estata-
l e s a través d e las cuales comienza a organizarse la dominación
Aburguesa desde fines del siglo xix.
•¿i La percepción d e estos cambios p o r parte d e Engels es el nú-
cleo a l r e d e d o r del cual gira todo su discurso: en la mirada engel-
ifiana están los cambios en la morfología del capitalismo p e r o so-
mbre todo los que se p r o d u c e n en el status político d e las masas
gflibalternas; las transformaciones en el p a t r ó n d e acumulación
tpero especialmente en el modelo hegemónico. La complejización
E ^ s t a t a l ya n o es m e r a m e n t e "bonapartista", como un resultado d e
íjpchas y compromisos e n t r e fracciones de la clase dominante:
W O J instituáones estatales en las que se organiza la dominación de la
burguesía ofrecen nuevas posibilidades a la clase obrera para luchar con-
sta esas mismas instituciones».45
En este p u n t o , a la altura d e la perplejidad que al movimiento
pocialista le crean estas modificaciones, surgirá la polémica sobre
$1 "revisionismo", cuyo eje d e discusión será doble: por un lado la

25
relación economía-sociedad; p o r el otro, más activo, la relación
estado-masas.
Un a ñ o d e s p u é s d e la publicación d e este texto d e Engels,
E d u a r d Bernstein, u n o d e los socialistas alemanes más cercanos a
aquél, inicia la publicación en la Neue Zeit d e una serie d e artícu-
los que, en m e d i o d e una tensa polémica, h a b r á d e r e f u n d i r en el
libro publicado en 1899 b a j o el título d e Los presupuestos del socia-
lismo y las tareas de la socialdemocracia. Q u e d a b a abierta así la po-
lémica sobre el "revisionismo", la Bernstein-Debatte que, c r u z a n d o
las f r o n t e r a s d e Alemania, involucrará a t o d o el marxismo d e la
II Internacional. ¿Cuáles eran sus temas centrales?

El desarrollo de masas del movimiento y la manera en que el


mismo retroactuaba sobre las estructuras organizativas y sobre
la estrategia de la socialdemocracia (no sólo alemana); la nueva
relación entre estado y sociedad civil y la capacidad del primero
para radicarse en la segunda alterando así las formas tradicio-
nales de la mediación política y creando otras en su lugar; el
pasaje, en fin, a una nueva fase de la lucha política: esto es,
según Gramsci, el pasaje de la "revolución permanente" a la
"hegemonía civil": son éstos los temas o, al menos, algunos de
los nudos centrales con los cuales el marxismo de la II Interna-
cional, los intelectuales cercanos a la organización del movi-
" miento obrero y sus respectivos dirigentes se confrontaron en
este debate que se desarrolló a caballo del ochocientos y el no-
vecientos.46

Bernstein habría d e llevar m u c h o más lejos el arco d e la auto-


crítica abierto p o r Engels: en rigor, su "revisión" ponía en cues-
tión ya n o la táctica sino la estrategia; era la lectura "ortodoxa" del
pensamiento d e Marx la que debía ser revisada p a r a que el socia-
lismo p u d i e r a hacerse cargo d e la nueva situación. Casi un siglo
d e s p u é s resultaría pedantesco y varío subestimar el e n o r m e signi-
ficado d e las p r e g u n t a s q u e Bernstein planteó, en n o m b r e d e la
insuficiencia d e sus respuestas. Su a p o r t e -versátil, a u t o d i d a c t a -
implicaba sin embargo, en u n m u n d o cultural socialista pene-
t r a d o p o r la retórica d e "los principios", introducir p r e g u n t a s
sociológicas, trabajar con estadísticas, c o n m o v e r con la provoca-
ción d e la realidad a un escaparate d e d o g m a s . Bernstein n o
erraba en la intuición d e que el capitalismo estaba cambiando,
[ue la superación d e la "Gran Depresión" d e los 70 era la trans-
? ormación y n o el d e r r u m b e . Sus respuestas f u e r o n débiles, sus
conclusiones políticas ingenuas, p e r o tuvo la audacia d e plantear

26
las preguntas. Como señala Coletti: "por la rapidez con que in-
tuye la nueva situación y n o manifiestamente p o r la interpreta-
ción que da d e ello, [está] más p r ó x i m o a la generación d e los
Lenin y los Hilferding q u e a la d e los Kautsky y los Plejanov". 47
Los planteos bernsteinianos iban dirigidos contra el "catastro-
fismo", esa interpretación apocalíptica d e la historia que acom-
paña, como la sombra al cuerpo, a toda teología revolucionaria.
Pero si bien su hilo polémico conductor era la crítica a la hipó-
tesis mecanicista que ligaba crisis con d e r r u m b e y revolución so-
cial, está en el p r o b l e m a del estado la clave unificadora d e su
pensamiento y finalmente el sustento d e sus errores d e juicio.
Bernstein coloca sus reflexiones bajo la protección d e la Intro-
ducción de Engels. En su mensaje al congreso d e la II Internacio-
nal r e u n i d o en Stuttgart en 1907 dice: "La hipótesis d e la evolu-
ción d e la sociedad m o d e r n a expuesta en el Manifiesto Comunista
era exacta en cuanto caracteriza las tendencias generales de esta
evolución, pero era e r r ó n e a en varias conclusiones específicas y
especialmente en lo q u e concierne al tiempo que necesitaría esa
evolución. Este último e r r o r f u e reconocido sin reservas p o r Fe-
derico Engels en la introducción a La lucha de clases en Francia." 48
Su propuesta explícita era avanzar en el análisis d e esas trans-
formaciones que colocaban como obsoletas a algunas conclusio-
nes del marxismo clásico. Como Engels, Bernstein consideraba
¡Como p u n t o d e partida la nueva situación d e las masas en el es-
pacio político, su presencia organizada en el estado vehiculizada
p o r el sufragio universal. Pero allí d o n d e Engels veía un fenó-
m e n o d e m a y o r complejidad d e la d o m i n a c i ó n , Bernstein, y
fduego d e 1914 toda la socialdemocracia, introducía un agregado
•que modificaba totalmente la lúcida percepción engelsiana: para
el "revisionismo" el crecimiento d e la complejidad en la relación
testado-masas implicaba un proceso hacia la "neutralidad" del es-
<tado.4U La ingenuidad sociológica y política d e esta posición era
( grave: f r e n t e a ella resalta aún más la contemporánea clarividen-
cia d e Weber.®0
' El e r r o r de perspectiva más notable del "revisionismo" y en
-general d e toda la visión estatal elaborada p o r la II Internacional
¡.^-expresada paradigmáticamente en esa obra maestra que para
¡,'»us ideales f u e r a la república "democrática y social" de W e i m a r -
|"fue la incomprensión d e las tendencias centralizadoras y autori-
t a r i a s que acompañaban al proceso d e "democratización", c u a n d o
'la hegemonía burguesa debía compadecerse con la presencia de
masas y n o con la d e "individuos". A diferencia de la realista

27
apreciación weberiana, para la II Internacional "socialización" y
"democratización" del estado marchaban a un mismo compás; el
socialismo, diría Bernstein, no es otra cosa que la expansión del
liberalismo.
Quizás f u e Heinrich Cunow quien a principios de la década del
20 más lejos avanzó teóricamente en el camino d e ese optimismo.
"En los años sesenta y setenta del siglo p a s a d o el estado comienza
a a d q u i r i r nuevas tareas y f u n c i o n e s ( . . . ) Sobre la base del
e n o r m e desarrollo económico [se inicia] una transformación y
una proliferación d e las funciones del estado que cambian cada
vez más su carácter." 51 Hasta aquí la caracterización parece co-
rrecta, p e r o el razonamiento daba un paso más: "El estado, pues,
ya n o es d e s d e hace tiempo lo que era en el siglo xvm y comien-
zos del xix: una simple organización d e d e f e n s a y dominación
con un aparato burocrático d e gobierno p a r a proteger intereses
dinásticos y estatales ( . . . ) El sentir creciente [de las masas] d e
que el p r o p i o bienestar está ligado en g r a n m e d i d a al ser del
estado y d e que sólo con él p u e d e llegar a realizarse, hizo surgir
d e m o d o natural el conocimiento de u n a cierta comunidad que,
posteriormente, se f u e convirtiendo en un consciente y deseado
t o m a r p a r t e en la comunidad estatal; en las capas más pobres del
pueblo esto n o se p r o d u j o , desde luego, hasta que consiguieron
una p a r t e d e la f u e r z a estatal. En lugar d e la antigua expresión
d e f u e r z a dinástica: 'El Estado soy Yo' a p a r e c e a h o r a , en un
círculo de ciudadanos que se a g r a n d a cada vez más, la fortifi-
cante conciencia de que 'El Estado somos nosotros'." 52
Esta convicción p e n e t r ó absolutamente en el pensamiento so-
cialdemócrata: el "revisionismo" se t r a n s f o r m ó p o r el peso d e los
hechos en doctrina oficial sobre el estado y, a través de esa victo-
ria, Lassalle consumó su postuma venganza teórica sobre Marx y
Engels. En efecto, lo que triunfaba era la visión lassalleana sobre
la penetración d e los trabajadores en el estado y, p o r lo tanto, la
idea d e la "neutralidad" del aparato, d e su potencialidad instru-
mental p a r a proteger diferentes intereses sociales según la capaci-
d a d , históricamente variable, que manifestaba el sector social que
p r e d o m i n a r a en ese espacio originalmente vado. Si para Berns-
tein el movimiento o b r e r o se iba convirtiendo progresivamente
en una f u e r z a del estado, e n t e n d i d o éste como el "cuerpo admi-
nistrativo político d e la comunidad", 5 3 para el Kautsky de fines d e
la década del 20 el desarrollo del capitalismo y la presión d e las
masas organizadas modificaba la propia esencia del estado: "la
igualdad d e todos los ciudadanos ante el derecho, el reconoci-

28
miento en cada u n o d e ellos d e los mismos derechos y deberes
políticos y ciudadanos significaba ya una r u p t u r a con el Estado
tal como era desde su comienzo ( . . . ) Si se convierte en el órgano
d e una minoría explotadora ello no se debe a la manera de ser
del Estado sino a la de las clases trabajadoras, a su desunión, a su
ignorancia, a su falta d e autonomía o incapacidad para la lu-
cha." 54 Estamos ya en pleno Lassalle. Bernstein habría de reco-
nocerlo expresamente en 1922: "En este sentido Lassalle ( . . . ) a
pesar de algunas exageraciones se ha adelantado acertadamente
a la historia, tal como nosotros podemos abarcarla desde nuestra
perspectiva". 55
Pero alrededor de 1905 habrá comenzado a m a d u r a r otra ge-
neración socialista. Ella irá d e s p l a z a n d o g e o g r á f i c a m e n t e el
; asiento de la discusión desde Alemania hacia el este d e Europa,
i incluyendo como zona de fractura a Viena, d o n d e se entremez-
; ciaban con la tradición marxista germana otros ecos más atentos
|>a la problemática d e lo nacional y de la marginación cultural y
| política.
1 Esta nueva leva socialista conformará lo que Lichteim habrá de
[ calificar como "generación de 1905" y agrupará principalmente a
¿rusos, polacos (casi todos radicados en Alemania) y austríacos. 56
|Hilferding, Bauer, Luxemburg, Adler, Lenin, Trotsky, Bujarin,
[llevaron al marxismo de la II Internacional, apresado aún por las
«resonancias de la Bernstein-Debatte, nuevos temas. El catalizador
phistórico f u e la revolución de 1905 en Rusia que, 35 años des-
fepués de la Comuna d e París, replanteaba el terria de la revolución
¡Social, de la insurrección de masas, d e la r u p t u r a de la íntegra-
|$Ón entre éstas y el estado. Desde la atrasada Rusia el marxismo
'Volvía a los temas del 48, a la problemática d e la "revolución
|»ermanente", a la relación planteada a mediados del siglo xix
Iftntre revoluciones plebeyas democrático-nacionales y revolución
'socialista.
. i ' Esta generación, más allá de las diferencias que es necesario
[Establecer entre sus integrantes, intentó colocarse en el interior
;ide la discusión sobre las transformaciones operadas en la relación
ÍBntre estado y capitalismo y estado y masas, pero para d a r a ese
Iñudo problemático una respuesta diferente (sea como análisis del
Icapitalismo, sea como estrategia socialista) a la que proponía el
^revisionismo". La doble dimensión conceptual con la que traba-
j a r o n esa nueva realidad fue, por un lado, el reconocimiento de
Fias transformaciones que llevaban al capitalismo competitivo a
' tíña fase imperialista y, por el otro, como hipótesis de trabajo

29
político, el considerar a esos cambios como una antesala del socia-
lismo (como su "condición objetiva", precisamente) en caso d e
q u e u n a c o r r e c t a iniciativa d e masas, p e n s a d a en t é r m i n o s
d e ofensiva revolucionaria, f u e r a capaz d e incidir sobre la situa-
ción. Las diversidades en el interior de esta m i r a d a c o m ú n (que los
separaba del viejo "antirrevisionismo" p o s t u l a d o p o r el centro
kautskiano) eran, sin embargo, significativas: teóricamente corta-
ban p o r la mayor o m e n o r impregnación que este tema d e las
"condiciones objetivas" tenía con una concepción "catastrofista"
sobre la crisis del capitalismo y también, políticamente, p o r la
«manera en q u e eran vistos los problemas d e la articulación e n t r e
masas y organización y e n t r e r u p t u r a insurreccional y acumula-
ción d e fuerzas en el plano d e la legalidad.
Desde perspectivas a veces antagónicas un significativo c u e r p o
textual intenta hacerse cargo d e las transformaciones p r o f u n d a s
a través d e las cuales el capitalismo "sale" d e la crisis del último
cuarto del siglo xix. La nueva f o r m a d e articulación e n t r e estado
y mercado, los f e n ó m e n o s d e "cartelización" d e la economía, el
p r e d o m i n i o del capital financiero, la emergencia d e un imperia-
lismo m o d e r n o , serán, e n t r e otros, rasgos d e la descripción eco-
nómica compartida, ya en los 20, p o r las visiones opuestas d e la
III Internacional sobre el "capitalismo monopolista del estado" o
p o r la imagen hilferdinguiana del "capitalismo organizado". El
c o m ú n d e n o m i n a d o r era la idea d e que el capitalismo había lle-
gado a u n a etapa parasitaria, la cual podía o n o prolongarse (y
ése era un plano d e corte con el "catastrofismo"), p e r o que había
e n c o n t r a d o su techo expansivo. Lo que faltaba era una concep-
tualización paralela sobre el papel activo del estado b u r g u é s en
estas nuevas condiciones, sobre su capacidad para "introducirse"
en la economía y en la sociedad, ausencia sostenida sobre el man-
tenimiento d e una visión dicotómica d e la relación e n t r e "base" y
"superestructura". Salvo excepciones marginales, la visión ins-
trumentalista del estado presente en todas las formulaciones d e
la I I Internacional n o será s u p e r a d a , y con esa limitación el
marxismo, reformista o revolucionario, e n t r a r á a la década d e los
20, precisamente a la etapa en que m a d u r a el proceso d e reorga-
nización hegemónica burguesa; la reestructuración del sistema
con eje estatal.
N o será ésta la preocupación, el n e x o que articula la reflexión
posrevisionista, sino la vinculación entre crisis y (en palabras del
joven Lukacz) "actualidad d e la revolución".
Esa centralidad en la preocupación política p o r la relación en-

30
tre imperialismo, g u e r r a y revolución alcanzará su cima en el
pensamiento d e Lenin y, sobre todo, en el giro que su conduc-
ción táctica d a a los sucesos rusos a partir d e febrero d e 1917. La
"actualidad d e la revolución" implica, a su vez, una dimensión
mundial, la posibilidad d e que el proceso d e cambios socialistas se
e x p a n d a a partir d e los "eslabones más débiles" d e la "cadena
imperialista". Pero ese estallido - y ésta será la vinculación retó-
rica con el m a r x i s m o clásico, c o m o las realidades nacionales
f r a g m e n t a d a s del siglo xx lo mostraron l u e g o - sólo podía ser
pensado como prólogo d e u n a revolución mundial; en palabras
d e Lenin, con la "constitución d e u n a república mundial d e los
soviets" que, p o r a ñ a d i d u r a , se veía (o se deseaba ver, p o r q u e
Lenin era, sobre todo, un "genio nacional"), como un problema
d e semanas o meses.
Es claro que en estas condiciones palingenésicas, la temática del
estado capitalista, la indagación sobre las nuevas características d e
la hegemonía (larvadas desde fines d e siglo), sobre la penetración
del estado en la sociedad civil mediante la construcción d e un
"sistema d e trincheras" que protegía a la dominación d e u n asalto
súbito p o r parte d e las masas, n o tenía cabida o aparecía como un
tema d e segunda importancia.
C u a n d o Lenin escribe sobre el estado en 1917 su inspiración es
el texto marxiano sobre la comuna, es decir, sobre el último epi-
sodio d e una etapa táctica que Engels en 1895 consideraba ya
superada. Con una f o r m a ya casi rutinaria al e m e r g e r una crisis
¡ política general, el marxismo revolucionario respondía - c o m o lo
había hecho Marx en 1870- en clave neoanarquista, colocando el
eje d e su discurso e n el t e m a antihegeliano de la extinción del
Astado, para lo cual era necesario e x t r e m a r los rasgos instrumen-
t a l e s d e éste. La paradoja era que revisionistas y revolucionarios
Coincidían, p o r motivaciones antagónicas, en esta apreciación que
ignoraba la densidad d e las nuevas f o r m a s d e dominación, la
hueva complejidad del hecho estatal. Los primeros suponían que
este e s t a d o - i n s t r u m e n t o podía ser " o c u p a d o " molecularmente
teediante la expansión que las masas lograban desde el interior
d e un liberalismo que n o tenía límites fijos. Los segundos -salvo
qjttizás Rosa L u x e m b u r g , que alcanzó a intuir la mayor comple-
jidad d e la situación- se afirmaban en la idea d e la destrucción-
transformación del estado burgués p o r p a r t e del proletariado au-
tónomamente organizado, que crearía un estadio d e transición
t n el que la figura del "ciudadano" sería reemplazada p o r la del
"productor", en u n proceso en el que sería posible t r a n s f o r m a r la

31
administración estatal en un mecanismo simple gracias a que el
desarrollo capitalista "simplifica la administración del estado [y]
permite d e s t e r r a r la administración burocrática", al reducir todo
el manejo d e los asuntos públicos a operaciones d e "inspección y
anotación accesibles a cualquiera que sepa leer y escribir y para
las cuales basta conocer las cuatro reglas aritméticas y con exten-
d e r los recibos correspondientes". 5 7
Quizás sea en otro texto d e Lenin, c o n t e m p o r á n e o a El estado y
la revolución, d o n d e esta concepción sobre el estado aparezca con
más claridad. Lenin distingue en ese escrito dos "aparatos" que se
entrelazan en el interior del estado capitalista: u n o d e clase,
opresivo; otro "técnico" y por lo tanto, neutral. El p r i m e r o está
f o r m a d o p o r "el ejército p e r m a n e n t e , la policía y los funciona-
rios". "El proletariado - a g r e g a - no p u e d e a d u e ñ a r s e del a p a r a t o
del Estado y ponerlo en marcha. Pero sí p u e d e destruir todo lo
que hay d e opresor, d e rutinario, de incorregiblemente b u r g u é s
en el antiguo aparato d e Estado, sustituyéndolo p o r u n o nuevo,
por su p r o p i o aparato." 58
Pero al lado d e este i n s t r u m e n t o de opresión existiría otro
"aparato" estatal: "el estado m o d e r n o posee un a p a r a t o entrela-
zado muy íntimamente con los bancos y los consorcios, un apa-
rato q u e e f e c t ú a , si vale e x p r e s a r s e así, u n vasto t r a b a j o d e
cálculo y registro. Este aparato no puede ser destruido. Lo que hay
que hacer es arrancarlo d e la supeditación de los capitalistas, cor-
tar, r o m p e r , d e s m o n t a r todos los hilos p o r m e d i o d e los cuales
los capitalistas influyen en él, subordinarlo a los soviets proleta-
rios y darle un carácter más vasto y popular. Esto se puede hacer
apoyándose en las conquistas ya realizadas p o r el gran capita-
lismo." 5 9
La conclusión, a partir de esa premisa sobre la dualidad del
estado, parecía simple: "De este aparato del Estado (que bajo el
capitalismo n o es totalmente del Estado p e r o que en nuestras
manos, bajo el socialismo, será íntegramente del Estado) pode-
mos apoderarnos y ponerlo en marcha de un solo golpe, con u n solo
decreto, pues el trabajo efectivo de contabilidad, d e control, d e
registro, d e estadística y d e cálculo corre aquí a cargo d e emplea-
dos, la mayoría d e los cuales son p o r sus condiciones d e vida
proletarios o semiproletarios." 6 0
Si el "revisionismo" verá al estado como un espacio neutral que
p u e d e ser o c u p a d o , como u n a f o r m a vacía maleable para asumir
contenidos diversos, el leninismo distinguirá e n t r e un a p a r a t o
técnico q u e como tal p u e d e y d e b e ser utilizado y un a p a r a t o polí-

32
tico que, en cambio, debe ser destruido. Lenin afirma, en el texto
antes citado, que c u a n d o Marx habla d e destrución del estado se
refiere exclusivamente a esta última dimensión.
La divergencia entre ambas posiciones f u e políticamente signi-
ficativa al p u n t o que marca el principal plano d e r u p t u r a entre
los marxismos d e la II y la III Internacional, pero a un nivel
teórico más general las dos resaltan una similar inadecuación
f r e n t e a la necesidad d e una sociología del estado capitalista, de
sus formas cambiantes d e hegemonía, capaz d e ver a éstas (y al
sentido d e sus modificaciones) en la complejidad de su función
principal como espacio d e reproducción d e la totalidad de las
relaciones sociales.
Weber operará, desde la crítica al marxismo, una paradojal
reconstrucción d e los lazos entre relaciones sociales y relaciones
¡técnicas (ambas como relaciones d e dominación) m u c h e más co-
'trecta. Precisamente será p o r medio d e ese "saber especializado"
^ u e la dominación comenzará a ejercerse una vez que el capita-
l i s m o ha ingresado en su etapa de mayor desarrollo. El papel d e
l á ciencia y de la técnica se fusionaría entonces, en una única
instancia, como la f o r m a m o d e r n a del p o d e r . La distinción entre
•dominación y saber ya n o podía ser trazada p o r q u e la dinámica
lillel funcionamiento burocrático n o está ligada a las característi-
(ftas del personal que ocupa los roles sino que es un m o d o estructu-
rad d e la relación d e dominación. Desde el propio reino d e la
R a c i o n a l i d a d formal" y n o desde la voluntad de "los fines" se
¡¡determinaban las condiciones d e la reproducción del sistema. Ya
Mb bastaba con apoderarse d e ciertos puntos del estado cuyo con-
t r o l era estratégico para p o d e r utilizar, al servicio d e otros fines,
p t neutralidad d e la técnica: la esencia d e la razón instrumental es
BÜ dominación; fuerzas productivas y relaciones sociales f o r m a n
'HÍri único tejido. El pesimismo d e Weber se instalaba sobre esa
íttbnvicción: si la "racionalidad material" derrotaba a la "racionali-
d a d formal", sería posible la democracia plena (o el socialismo),
^ e r o a costa del estancamiento d e la sociedad; si, en cambio,
tetros fines eran servidos p o r los mismos medios la perspectiva no
llKxiría ser sino la burocratización universal: el m u n d o aprisio-
n a d o en una "jaula d e hierro". 6 1
El desafío d e esta temática es lo que el socialismo n o p u d o ven-
,4er, ni a través d e la ingenuidad "revisionista" que soñaba con
«Vina vinculación creciente e n t r e democratización y socialismo, ni a
[través d e la vertiente revolucionaria que tampoco supo captar las
lluevas f o r m a s hegemónicas d e la burguesía operadas a través d e

33
un estado que cada vez penetraba más en la sociedad p e r o que,
como señalaba M a n n h e i m , cada vez concentraba más "por razo-
nes objetivas", "la inteligencia social y la capacidad d e m a n d o " , en
un doble proceso d e "concentración del hacer y monopolización
del saber". 6 2

5. La década del 20 y "la tragedia


del movimiento obrero"

La crisis revolucionaria d e los primeros años d e la posguerra


p o n d r á a p r u e b a la capacidad d e la burguesía para r e c o m p o n e r
los mecanismos de su hegemonía sobre la sociedad. El proceso d e
transformaciones en la relación entre estado y economía que se
había iniciado a fin d e siglo se p r o f u n d i z a r á en la década del 20 a
través d e u n a reformulación d e las relaciones e n t r e estado y ma-
sas, cuya expresión se d a r á en un nuevo sistema político que de-
jará atrás al viejo modelo liberal. La nueva manifestación d e la
crisis económica, en 1929, acentuará las características d e esta
nueva época del capitalismo caracterizada p o r u n a "primacía d e
la política" o, como diría Kalecki años después, p o r la vigencia d e
un "ciclo económico-político". 6 3 Intervencionismo económico,
asistencialismo social y neocorporativismo político serán, p o r toda
una fase, los rostros del estado burgués posliberal.
Pero el m u n d o que nace en la década del 20, básicamente ca-
racterizado p o r este proceso d e recomposición hegemónica, ha
cambiado también en otro aspecto: como un nuevo interlocutor
f r e n t e a los otros estados se ha instalado en el antiguo i m p e r i o
zarista un gobierno socialista revolucionario al que se suma la
constitución d e un contingente internacional d e partidos comu-
nistas. La URSS y la I I I Internacional implicarán u n n u e v o
p u n t o d e referencia p a r a la historia d e un movimiento o b r e r o ya
dividido d e m a n e r a irreconciliable, y para el marxismo teórico, la
introducción d e una temática - i n u s i t a d a m e n t e reforzada p o r el
soporte q u e le otorga la presencia d e un e s t a d o - que redefinirá,
f r e n t e al "reformismo" d e los partidos d e la II Internacional (po-
d e r o s a m e n t e reconstituidos) los problemas d e la transición al so-
cialismo.

34
En este marco d e recomposición burguesa y de fragmentación
d e las filas socialistas entrará el movimiento obrero a la tercera
década d e este siglo.
Adolf Sturmthal ha calificado como "tragedia" para los proyec-
tos d e las clases subalternas el período d e veinte años que separa
la primera d e la segunda g u e r r a mundial. 6 4 Dos decenios en que
f u e r o n a h o g a d o s d r a m á t i c a m e n t e los intentos políticos d e la
socialdemocracia alemana y austríaca (los destacamentos más po-
derosos d e la II Internacional) y en que, p o r parte de la III In-
ternacional, no f u e posible tampoco abrir nuevas brechas revolu-
cionarias en Europa, tras el período d e auge que cubrió d e 1917
a 1921, mientras a mediados de los 30, el stalinismo, p o r añadi-
d u r a , desangraba a la élite que había dirigido la Revolución d e
Octubre.
La incomprensión que las dos versiones del proyecto socialista
manifestaron sobre las transformaciones en curso en la etapa
m a d u r a del capitalismo, la e r r a d a percepción sobre las nuevas
^elaciones que se planteaban entre estado y sociedad, se trans-
f o r m a r o n en límites infranqueables para la expansión del movi-
miento. La perspectiva del tiempo p e r m i t e ya pensar a esa trayec-
toria teórica y política d e las dos Internacionales f u e r a d e la mi-
rada moralizante con que habitualmente se la apreció, d e u n o o
d e otro lado. La historia d e los grandes movimientos d e masas es
siempre demasiado compleja como para absorberla en epítetos.
' A partir d e esa incomprensión sobre lo que realmente estaba
sucediendo en el capitalismo, los marxistas d e la II y d e la III
e n t r a r o n en una gran parálisis teórica, mientras el capitalismo
encaraba una "revolución pasiva" d e grandes dimensiones. La so-
cialdemocracia alemana demostró en el trágico final d e la Repú-
blica d e Weimar su total incapacidad para hacerse cargo d e un
proceso d e transición al socialismo en las nuevas condiciones. A
su vez, los partidos comunistas, partiendo d e las líneas que fijaba
la III Internacional (crecientemente sometida a la razón d e es-
tado" soviética), tampoco e n c o n t r a r o n respuestas políticas que
f u e r a n más allá d e una "guerra civil" contra la socialdemocracia:
era, en rigor, muy difícil encontrarlas si el p u n t o d e partida teó-
rico era el análisis del capitalismo en clave "catastrofista". Es
cierto que en ambos campos h u b o excepciones a la ceguera; sig-
nos d e una a p e r t u r a que intentaba - e n los límites d e un pensa-
miento y u n a práctica global cada vez más estrecha y penetrada
d e d o g m a s - replantear los problemas. Emblemáticamente esas
excepciones p o d r í a n r e p r e s e n t a r s e en dos nombres: Antonio

35
Gramsci en las filas de la III Internacional y Max Adler, como
m o m e n t o más alto d e la elaboración d e la II Internacional en el
interior del "austromarxismo", ese notable movimiento político y
cultural d e e n t r e g u e r r a s , cuya revaloración recién se está ha-
ciendo ahora. 6 5 (Es claro que también estuvo Trotsky, p e r o él
siempre f u e m u c h o más u n sobreviviente del 17 p r e o c u p a d o p o r
reivindicar f r e n t e a Stalin la pureza d e su "leninismo", que un
precursor d e la nueva temática, salvo en ciertos momentos d e
brillante intuición política especialmente reflejados en algunos
análisis sobre el aventurerismo d e la III Internacional en la Ale-
mania d e principios d e los 30.)
La socialdemocracia alemana realizará la experiencia weima-
riana bajo una conducción teórica que ya dejó atrás a sus líderes
ideológicos históricos. Su figura central será ahora Rudolf Hil-
ferding, una d e las personalidades más interesantes que el socia-
lismo p r o d u j o en este siglo. Integrante d e aquella "generación d e
1905" que buscó, a partir del desafío polémico bernsteiniano, in-
t e r p r e t a r los nuevos rasgos del desarrollo capitalista, Hilferding
llega a t r a n s f o r m a r s e a principios d e los 20 en figura principal d e
la experiencia weimariana, d e ese modelo casi perfecto d e neo-
corporativismo pluralista que indicaba la línea d e tendencia d e la
recomposición capitalista, y en el cual la socialdemocracia habría
d e j u g a r el papel d e "garante obrero" d e un sistema político de-
mocrático sostenido p o r un complicado tejido de pactos institu-
cionales. En el interior d e ese espacio, como expansión molecular
y progresiva del mismo, la II Internacional insertaba la posibili-
d a d d e transición al socialismo. Bajo supuestos analíticos diferen-
tes a los d e Bernstein, Hilferding será el encargado d e teorizar
esa estrategia, tan similar en su ingenuidad final a la del "revisio-
nismo": u n a pretensión de Realpolitik que se revelará como íliu-
sionspolitik c u a n d o en 1933, sin necesidad d e un golpe d e estado,
sin una "marcha sobre Berlín", Adolfo Hitler, p o r los mecanis-
mos d e la constitución d e Weimar, llega a ser designado canciller
del Reich.
Si los temas de Bernstein (en la medida en que sus razona-
mientos p u e d a n ser simplificados de esta manera) llevaban a una
imagen casi idílica d e la expansión capitalista enlazada con u n
proceso d e democratización ininterrumpida, a partir de un libe-
ralismo mitologizado, el razonamiento d e Hilferding era más
complejo, a u n q u e concluyera en una misma visión "lassalleana"
del rol del estado.
El eje o r d e n a d o r d e los planteos de Hilferding será su con-

36
cepto d e "capitalismo organizado", que aparece en 1915, pocos
años después d e la edición d e El capital finanáero.66 En ese mo-
m e n t o los lazos que vinculaban al concepto con los desarrollos
teóricos contenidos en su libro famoso e r a n básicamente d e con-
tinuidad. El capitalismo financiero, en su expansión, llevaba al
reforzamiento del p o d e r estatal (tema d e la última sección d e su
trabajo d e 1910); así, escribe en 1915, "en lugar de la victoria del
socialismo parece hoy posible el advenimiento d e una sociedad
d e economía organizada, pero organizada en el sentido patronal
y n o democrático, a cuya cabeza estarían las fuerzas organizadas
d e los monopolios capitalistas y del estado, bajo la cual las masas
trabajarían a escala jerárquica, como empleados de la produc-
ción. En lugar d e la superación de la sociedad capitalista ten-
dríamos la sociedad del capitalismo organizado, más adecuado a
tás necesidades materiales de las masas d e cuanto lo había sido
hasta ahora." 6 7
El t é r m i n o habrá d e reaparecer sucesivamente a partir de 1920
|>ero su significado variará, sobre todo en cuanto a sus implica-
ciones políticas, en la medida en que la instauración, con la pre-
sencia protagónica d e los socialistas, de la República de Weimar
i n t r o d u c i r á en la concepción hilferdinguiana u n a nueva categoría
¡analítica: la d e "Estado Democrático". Si d u r a n t e la Alemania
¡piperial el proletariado tendía a negar al estado, pues en tanto
lb,rma autoritaria no podía ser visto sino en oposición frontal,
jpon las transformaciones d e posguerra esa percepción debía va-
|)riar. Los fines que un estado cumple están determinados p o r la
^slase que ocupa ese instrumento que, como tal, p u e d e servir a
(distintos proyectos. El proletariado alemán había creado, como
Alternativa f r e n t e al absolutismo monárquico, un sistema político
(democrático que era permeable a sus presiones. En esas condi-
p o n e s el estado ya no era más un obstáculo, sino un medio polí-
fico posible de ser utilizado en la transición al socialismo.
V Este "estado democrático" era la expresión d e la presencia d e
4ás masas en el "capitalismo organizado", es decir, en la fase en
ue se realiza el pasaje de la libre competencia al principio de la
f laneación. En ese sentido, era un estado de organizaciones, un sis-
tema político complejo y plural, no una relación que abarcaba a
"ciudadanos" portadores individuales d e derechos naturales. La
presencia d e las masas organizadas se interiorizaba en el estado a
jiavés n o sólo del partido socialdemócrata sino también de los
iindicatos.
Franz N e u m a n n ha señalado que ese estado, concebido como

37
síntesis contradictoria d e organizaciones, era una democracia contrac-
tual, articulada a partir d e una serie d e "pactos" expresos e n t r e
fuerzas sociales. En el esquema del pluralismo weimariano "el Es-
t a d o debía p e r m a n e c e r neutral f r e n t e a las organizaciones ( . . . )
La soberanía del Estado n o habría d e ser ejercida ya p o r una
burocracia i n d e p e n d i e n t e , p o r la policía y el ejército; se suponía
en cambio q u e estaba en manos del pueblo todo que, con este fin,
se organizaría en asociaciones voluntarias. Este sistema pluralista
n o ignoraba la lucha d e clases; antes bien, intentó convertirla en
u n a f o r m a d e cooperación e n t r e las clases." 6 8
El m o d e l o político correspondía m u c h o más, en realidad, a la
reconstitución d e la hegemonía burguesa en condiciones d e ma-
sas que a n i n g u n a f o r m a d e transición al socialismo. Más que a
las ilusiones d e la socialdemocracia se ajustaba a la descripción
q u e Maier ha hecho del "pluralismo corporativo" como m o d o d e
ajuste institucional del capitalismo d e p o s g u e r r a ; "envolvía el
desplazamiento del p o d e r d e los representantes electivos o d e la
burocracia d e carrera a las más importarttes fuerzas organizadas
d e la economía y d e la sociedad ( . . . ) algunas veces negociando
directamente e n t r e ellas, otras ejerciendo influencia a través d e
u n debilitado p a r l a m e n t o y ocasionalmente b u s c a n d o ventajas a
través d e nuevas autoridades ejecutivas. En todos los casos el
corporativismo significaba crecimiento del p o d e r privado y cre-
púsculo d e la soberanía." 8 9
Para Adolf Sturmthal el esquema weimariano era el típico d e
u n a situación d e "empate social", en la que los trabajadores ac-
tuaban, a través d e sus partidos y sindicatos, más como " g r u p o d e
presión" q u e como un núcleo con vocación política hegemónica,
pese a coparticipar, efectivamente, en el sistema político. 70
En tal sentido lo que se producía era u n a mezcla contradictoria
d e reivindicaciones sindicales y d e f e n s a del laissez-faire econó-
mico, sin que apareciera u n a voluntad global, u n proyecto que
p u d i e r a elevarse p o r sobre la trama del neocorporativismo y ser
capaz d e abarcar, en un solo haz, política y economía. 7 1 Frente a
u n a estrategia hegemónica d e la burguesía, el proletariado n o
tenía n i n g u n a q u e o p o n e r .
Es que el estado era concebido d e una m a n e r a estrechamente
institucionalista, como un mecanismo d e gobierno en sí mismo
"neutral", e x t e r n o a la economía: como señala Rusconi, n o era
visto p o r la socialdemocracia como un momento d e la contradic-
ción social sino como un campo en el que chocaban contradiccio-
nes exógenas a la instancia d e regulación q u e él expresaría. 7 2 A

38
partir d e esta percepción, que deja f u e r a del conflicto de clases a
t o d o lo n o institucionalizado, se y e r g u e la "hipótesis social-
tecnocrática" d e transición al socialismo: la tarea a e m p r e n d e r
será la d e t r a n s f o r m a r , con el apoyo del estado, a la economía orga-
nizada dirigida por los capitalistas en una economía planificada
p o r los trabajadores. 7 3
La mezcla e n t r e una concepción p u r a m e n t e institucionalista d e
política y otra racionalista-tecnocrática d e la gestión económica
Confluirá en una imagen instrumentalista del estado, definido
IjOmo un lugar en sí mismo vacío d o n d e operan voluntades y
¡proyectos d e clase. La imagen, basada en una separación orgá-
nica e n t r e lo político y lo económico, paralizará la actividad d e !a
¡Bocialdemocracia ya n o sólo a favor d e la transición al socialismo
y « o a u n a favor de un mantenimiento d e la técnica gubernamen-
tal democrática para la resolución de los conflictos. Como se verá
% partir del estallido d e la crisis en 1929, el institucionalismo lle-
gará al partido a d e s a r m a r la posibilidad d e movilizaciones y lu-
p i a s f u e r a del sistema y el eficientismo desalentará la adopción
o é medidas estatales antidclicas, como lo reclamaba un sector d e
(KM sindicatos. 74 Ambos instrumentos, la movilización extrapar-
p m e n t a r i a y las propuestas anticíclicas d e políticas económicas
Rieron, en cambio, puntos f u n d a m e n t a l e s del éxito d e masas del
nazismo.
I fcontemporáneamente las propuestas d e la III Internacional,
j|ese a su énfasis revolucionario, tampoco contribuían a resolver
| | a impasse del movimiento obrero. La historia que abarca desde
mis primeros congresos hasta el VII en 1935, en que proclama la
política d e los "frentes populares", no podría ser trazada en este
Migar. 75 Lo que interesa es marcar, a u n al precio del esquema-
tismo, una línea central q u e remite a similar base d e error que el
j&Dmetido p o r la socialdemocracia: la incapacidad para e n t e n d e r
Í0l sentido p r o f u n d o d e la recomposición burguesa en esa etapa, el
jtfol del estado en ella (lo que plantea una distinta relación entre
política y economía) y las características d e la hegemonía en la
Ipoca d e masas.
1
Pese a los intentos d e Lenin - t a m b i é n ellos en esbozo- p o r pro-
burar una formulación d i f e r e n t e d e la acción política en Europa
éáe los que es un testimonio la saga q u e va desde El extremismo,
Enfermedad infantil del comunismo, hasta sus intervenciones en el III
V en el IV Congresos d e la Internacional- ésta, n o p u d o quebrar
IpS esquemas d e razonamiento propio d e la etapa d e crisis revo-
lucionaria que siguió a la posguerra. Este modelo d e acción polí-

39
tica encontrará su realización teórica y práctica más completa a
partir del VI Congreso d e la Internacional en 1928, cuyo eje será
la táctica d e "clase contra clase". 76
Como es sabido Lenin había incitado a los partidos comunistas
en sus últimas intervenciones públicas en la C o m i n t e r n a estudiar
la situación occidental, convencido de que el m o d e l o d e 1917 era
ya inviable en Europa. Pero esas exhortaciones no se plasmaron
en hechos: en la crucial década d e los 20 la III Internacional n o
p u d o salir, pese a sus numerosas verbalizaciones en contrario, d e
la idea del estancamiento y d e la crisis general capitalista como
principal elemento impulsor d e una transformación socialista. El
VI Congreso - p e r o más a ú n que sus debates sus traducciones
políticas posteriores- consolidará la imagen d e la transición socia-
lista como d e lucha frontal "clase contra clase", con lo que se
recuperaba para E u r o p a el tema del "tiempo corto" y la "guerra
d e maniobras" como núcleo d e la estrategia revolucionaria.
De a c u e r d o a las tesis d e la ic se había e n t r a d o ya al "tercer
período" del desarrollo d e las contradicciones e n t r e burguesía y
clase obrera d u r a n t e la posguerra. Cada p e r í o d o n o era sino una
manifestación particular d e "la crisis general del capitalismo",
premisa que organizaba a los análisis concretos. Esta omnipre-
sencia d e la crisis general disolvía cualquier posibilidad d e un
análisis específico: en u n sentido genérico el capitalismo siempre
está en crisis, p e r o la pretensión analítica n o p u e d e quedarse en
ese plano d e abstracción.
El " p r i m e r período", cuyo p u n t o culminante había estado en
1921, se habría caracterizado p o r una combinación d e crisis
aguda del sistema y actividad revolucionaria, cuyo último eslabón
f u e la d e r r o t a d e la insurrección alemana d e 1923. El "segundo
período", caracterizado p o r u n a estabilización relativa del sistema
capitalista y p o r la intervención defensiva del movimiento o b r e r o
n o era más, en rigor, que un tránsito hacia el "tercer período",
"que conduce fatalmente ( . . . ) a u n nuevo q u e b r a n t a m i e n t o d e la
estabilización capitalista y a una aguda agravación d e la crisis ge-
neral del capitalismo". 77
De esta caracterización del "tercer período" se extraía una serie
d e conclusiones políticas para el desarrollo del movimiento socia-
lista europeo: i ) la caracterización d e la socialdemocracia, en un
p r i m e r m o m e n t o como "social-traidora" y luego como "social-
fascista";2) la descalificación d e la izquierda d e la socialdemocra-
cia como un enemigo a ú n p e o r del movimiento o b r e r o , pues
"engaña a las masas con métodos más sutiles"; 3) la idea d e que el

40
capitalismo ha llegado a su fase "moribunda", a su "quiebra defini-
tiva" , n o sólo por las contradicciones sociales que genera su desarro-
llo sino, a la inversa, por su tendencia a "contener el desarrollo de
las fuerzas productivas". La hipótesis d e base es que hacia fines de la
década se estaba en vísperas d e una nueva guerra mundial, tema al
que el VI Congreso dedica una tesis especial, y que p o r lo tanto era
posible repetir la experiencia del "primer período"; transformar la
g u e r r a en revolución social. En la percepción d e la III Internacio-
n a l l o q u e se estaba viviendo, en fin, era un m o m e n t o d e ofensiva de
masas en un cuadro d e crisis decisiva del capitalismo.
Fue el partido comunista alemán, el más importante d e Eu-
ropa, el que llevó este razonamiento a sus extremos. La doble
incapacidad p a r a e n t e n d e r la r e e s t r u c t u r a c i ó n capitalista en
curso (mediante el recurso d e ver al sistema en situación perpe-
tua d e "crisis general"), y para apreciar el papel complejo que
jugaba la socialdemocracia, como garante de la recomposición
pero, a la vez, como poderosa fuerza obrera y democrática, llevó
¡fatalmente a una minimización del peligro potencial del nazismo
y a una f o r m a d e intervención política que era una trágica carica-
tura d e "autonomía proletaria" sin n i n g u n a capacidad hegemó-
jjbica, en m o m e n t o s en que, efectivamente, se estaban p r o d u -
ciendo desgajamientos de masas del bloque en. el poder. Para
I n t e r p r e t a r esa situación socialmente tan compleja Ernst Thál-
Biann, máximo dirigente del comunismo alemán, trazaba este
c u a d r o esquemático: "Hoy los frentes d e clase son mucho más
íVÍdentes y, p o r lo tanto, la línea divisoria es también absoluta-
m e n t e clara entre las grandes masas obreras: o reformismo o
i p m u n i s m o , no existe una tercera fuerza." 78
j,, Esta ceguera d e los comunistas corrió a la par de la de los so-
rialdemócratas, también embarcados en similar "guerra civil" en
pcl interior de la clase obrera e ilusionados, hasta último mo-
hiento, en las garantías del sistema político democrático y, por lo
l^nto, en la p u r a lucha institucionalista. A r t h u r Rosenberg, el
|)ran historiador alemán, r e s u m e ejemplarmente esta década que
afectivamente marcó la tragedia del movimiento obrero alemán y
europeo: "Aunque la socialdemocracia ganaba partidarios a costa
pe los comunistas, ello f u e debido únicamente a que la marcha de
p coyuntura económica parecía desmentir los siniestros augurios
| e los comunistas, justificando los métodos legales de la social-
lemocracia ( . . . ) Pero con todo esto el movimiento socialista se
(jpnstituía en prisionero d e la legalidad republicana y no supo
fuillar una salida cuando se r e p r o d u j o , después d e 1929, la situa-

41
ción revolucionaria. En las mismas fechas el partido comunista
pasaba a d e p e n d e r totalmente d e la política rusa d e Stalin ( . . . )
Millones d e electores obreros alemanes t u v i e r o n que confor-
marse con un radicalismo p u r a m e n t e verbal q u e explotaba el
prestigio d e la Revolución Rusa: el partido comunista llegó a ser
totalmente inservible para cualquier acción proletaria y revolu-
cionaria auténtica." 79
E n t r e un partido corporativo que sólo p r o p o n í a integrar sus
d e m a n d a s reivindicativas en las formas democráticas del "capita-
lismo organizado" y otro, verbalista, que veía la inminencia per-
m a n e n t e d e la crisis económica sin e n t e n d e r q u e el proceso d e
politización d e la reproducción capitalista era, d e s d e la posgue-
rra, m u c h o más complejo, la crisis d e masas en Alemania d e
principios d e los 30 f u e finalmente capturada p o r el nazismo,
presentado como la única f u e r z a que a p a r e n t e m e n t e d a b a una
solución nacional-estatal para los problemas d e la coyuntura.

6. Estado y crisis en Gramsci

Es en este c u a d r o d o n d e e m e r g e la propuesta gramsciana, en el


interior d e la opción abierta p o r la Revolución Rusa y, esencial-
m e n t e , como un desarrollo d e las líneas conceptuales que orde-
n a n la estrategia fijada p o r el III y IV Congresos d e la Comin-
tern. Gramsci, detenido p o r la policía fascista a finales d e 1926,
comenzará la redacción d e sus Cuadernos a principios d e 1929,
p e r o será luego d e una visita d e su h e r m a n o a la cárcel, quien le
comunica a mediados d e 1930 las características del "giro" im-
puesto p o r la I I I Internacional, así como las consecuencias que el
mismo tiene en el interior del g r u p o dirigente del partido comu-
nista italiano, c u a n d o asuma su indagación d e prisionero como
una tarea directamente política, más allá d e la apariencia "cultu-
ral" o "teórica" d e los temas que aborda en sus cuadernos.
La táctica d e "clase contra clase" y la concepción d e la crisis
p r o p u e s t a p o r la Comintern a partir del VI Congreso le parecen
un grave e r r o r , una desviación d e las líneas trazadas p o r el Lenin
d e los últimos años para enfocar el p r o b l e m a del socialismo en
E u r o p a . En la soledad d e la cárcel - h o n d a soledad, p o r q u e impli-

42
cará también el aislamiento f r e n t e a sus propios c a m a r a d a s -
Gramsci h a b r á de repensar la entera y compleja problemática de
la revolución en Occidente, obsesión q u e ya era advertible en su
trabajo teórico y práctico como dirigente del PCI, después d e su-
p e r a d o el extremismo sectario que Bordiga le había impuesto al
partido en los primeros años.
Sobre el telón d e f o n d o d e la parálisis d e la II y III Internacio-
nal en momentos d e un recrudecimiento d e la crisis, Gramsci
ubica sus preguntas específicas. Ellas giran alrededor d e la capa-
cidad que el. capitalismo ha d e m o s t r a d o p a r a recomponer su do-
minación a fin d e p o d e r entender, a partir d e ello, qué caracterís-
ticas deberá tener la iniciativa política d e los dominados. Sus
n u d o s problemáticos serán, entonces, los rasgos modernos d e la
hegemonía y las características de la crisis en esa nueva situación.
Teoría d e la hegemonía y teoría d e la crisis aparecerán así entre-
lazadas como temas complementarios y centrales de un e n f o q u e
q u e privilegiará la mediación que las instituciones operan en la
relación entre masas y clases dominantes.
En una nota redactada entre 1932 y 1934 Gramsci escribe:
"Concepto político d e la llamada 'revolución permanente', nacida
antes d e 1848 como expresión científicamente elaborada d e las
experiencias jacobinas desde 1789 al T h e r m i d o r . La fórmula es
propia d e un período histórico en el cual no existían los grandes
partidos políticos d e masas ni los sindicatos económicos y la so-
ciedad estaba aún, bajo muchos aspectos, en un estado de flui-
dez: mayor retraso en el campo y monopolio casi completo d e la
eficiencia político-estatal en pocas ciudades o directamente en
una sola (París para Francia); aparato estatal relativamente poco
desarrollado y mayor autonomía d e la sociedad civil respecto de
la actividad estatal; sistema d e t e r m i n a d o de las fuerzas militares y
del a r m a m e n t o nacional; mayor autonomía d e las economías na-
c i o n a l e s f r e n t e a las relaciones económicas del mercado mundial,
etc. En el período posterior al año 1870, con la expansión colo-
nial europea, cambian todos estos elementos: las relaciones orga-
nizativas internas e internacionales del estado se transforman en
más complejas y sólidas y la fórmula cuarentióchesca de la 'revo-
lución p e r m a n e n t e ' es reelaborada e n c o n t r a n d o la ciencia política
su superación en la fórmula de la 'hegemonía civil' ( . . . ) Las es-
t r u c t u r a s macizas d e las democracias modernas, sean vistas como
organizaciones estatales o como complejo d e asociaciones en la
vida civil, constituyen para el arte político lo que las trincheras y
las fortificaciones p e r m a n e n t e s del f r e n t e en la guerra d e posi-

43
ciones: t r a n s f o r m a n sólo en 'parcial' el elemento d e movimiento
que antes era 'toda' la g u e r r a . " 80
Es en el último cuarto del siglo pasado que Gramsci coloca el
m o m e n t o en que comienza una nueva fase del estado y d e la
política. Ella s u p o n e modificaciones en el p a t r ó n d e acumulación,
pero el rasgo que la especifica es la m a y o r complejidad d e las
funciones estatales, que se despliegan en u n a multiplicidad d e
prácticas "como organizaciones estatales o como complejo d e aso-
ciaciones en la vida civil", hasta construir u n a serie d e trincheras
institucionales q u e m e d i a n la relación e n t r e las masas y el
estado-gobierno.
El estado comienza a p e n e t r a r en la sociedad civil y en el inte-
rior d e ésta, a su vez, las masas se organizan en grandes partidos
y sindicatos.
En la medida en que el estado se t r a n s f o r m a en un "estado d e
masas", el tema d e la hegemonía, de la g u e r r a d e posiciones, pasa
a p r i m e r plano p o r q u e esa transformación implica la puesta en
marcha p o r las clases d o m i n a n t e s d e un n u e v o proceso d e "revo-
lución pasiva". "La Revolución Francesa - e s c r i b e - habría sido
u n a g u e r r a d e movimientos y la época liberal del siglo xix u n a
larga g u e r r a d e posiciones." 81
Es a través d e esta "revolución pasiva" (proceso d e transforma-
ciones "desde lo alto" en el que se r e c u p e r a u n a parte d e las
d e m a n d a s "de abajo", p e r o quitándoles toda iniciativa política au-
tónoma) como Gramsci alude a la ampliación del liberalismo ope-
r a d a p o r el capitalismo, notablemente a finales del siglo xix. En
este sentido, la temática d e Gramsci se coloca en el parteaguas
político d e la Introducción d e Engels d e 1895 y d e ahí arranca
p a r a desarrollar su pensamiento.
La característica d e la revolución cumplida p o r la burguesía en
lo que respecta a "la función del estado" es q u e tiende a absorber,
s u p e r a n d o una posición d e casta, a las otras clases, "a ampliar su
esfera d e clase". "La clase burguesa se considera a sí misma como
un organismo en continuo movimiento, capaz d e absorber toda la
sociedad, asimilándola a su nivel cultural y económico: t o d a
la f u n c i ó n del estado es t r a n s f o r m a d a ; el estado se convierte en
educador." 82
A través d e la r e c u p e r a c i ó n - e n clave m á s hegeliana q u e
m a r x i a n a - que hace del concepto de sociedad civil, "en el sentido
d e hegemonía política y cultural d e un g r u p o social sobre la so-
ciedad entera, como contenido ético del estado", 8 3 Gramsci logra
s u p e r a r el concepto "unilateral" d e estado p a r a explicar el f u n -

44
cionamiento hegemónico a medida que el capitalismo se desarro-
lla como una trama organizacional m u c h o más compleja. En una
nota titulada "Organización d e las sociedades nacionales", señala:
" . . .en una d e t e r m i n a d a sociedad nadie está desorganizado y
f u e r a d e un partido, en la medida en que se entienda organiza-
ción y partido en un sentido amplio y no formal. En esa multipli-
cidad d e sociedades particulares d e doble carácter, natural y
contractual o voluntario, una o más prevalecen relativa o absoluta-
mente, constituyendo el aparato hegemónico de un g r u p o so-
cial sobre el resto de la población (o sociedad civil), base del es-
tado entendido estrictamente como aparato gubernativo-
coercitivo." 84
El estado, así concebido, no es un instrumento: "es todo el com-
plejo d e actividades prácticas y teóricas con las cuales la clase di-
rigente n o sólo justifica y mantiene su dominio, sino también
logra obtener el consenso activo de los gobernados". 8 5 La hege-
monía es dirección política y dirección cultural ("además d e la
unidad de los fines económicos y políticos, la unidad intelectual
y moral"); "el estado es concebido como organismo propio d e un
g r u p o destinado a crear las condiciones favorables para la má-
xima expansión del g r u p o , pero este desarrollo y esta expansión
son concebidos y presentados como la fuerza motriz d e la expan-
sión universal, d e un desarrollo d e todas las energías 'nacionales'.
El g r u p o d o m i n a n t e se coordina con los intereses generales de
los grupos subordinados, y la vida estatal es concebida como una
formación y superación continua d e equilibrios inestables (en el
ámbito d e la ley) e n t r e los intereses del g r u p o f u n d a m e n t a l y los
d e los grupos subordinados, equilibrios en los cuales los intere-
ses del g r u p o d o m i n a n t e prevalecen pero hasta cierto punto, no
al del mezquino interés económico-corporativo." 86
En este plano analítico Gramsci coloca su interpretación del
hecho estatal como un modelo de dominación mucho más com-
plejo del que p u e d e derivarse d e las teorías del estado-instrumento,
en cualesquiera d e sus versiones: la d e la socialdemocracia o la d e
la III Internacional.
La distinción analítica que Gramsci establece sobre "lo social",
es trinaría: estructura económica, estado (gobierno) y sociedad
civil. "El estado - e s c r i b e - es el instrumento para adecuar la so-
ciedad civil a la estructura económica." 87 Hay, entonces, u n a
concepción doble del estado (prácticas y organizaciones "públicas"
y "privadas" a través d e las cuales se ejerce la dominación), que se
asocia con un tertium datum: la estructura económica. "Entre la

45
estructura económica y el estado con su legislación y coerción
está la sociedad civil." 88
¿Cómo o p e r a esa relación? En un texto recién conocido tras la
publicación completa d e los Quaderni, Gramsci traza algunas lí-
neas p a r a la comprensión del estado "según la productividad
(función) d e las clases sociales". 89
El t e m a d e la nota es la relación e n t r e el estado francés nacido
d e la Revolución d e 1789 y los otros estados m o d e r n o s europeos,
para p o d e r definir la peculiaridad d e estos últimos. Para Gramsci
- e n contra d e la mentalidad que ve un continuum entre Francia y
E u r o p a - la construcción del estado b u r g u é s a través d e u n a mu-
tación revolucionaria con violentos cambios d e las relaciones so-
ciales y políticas es, en realidad, la excepción y n o la regla. Los
estados m o d e r n o s europeos surgieron p o r "pequeñas ondas re-
formistas sucesivas", y n o p o r explosiones revolucionarias. Esas
ondas sucesivas estuvieron constituidas " p o r una combinación d e
luchas sociales, de intervenciones desde lo alto del tipo m o n a r -
quía iluminada y d e guerras nacionales, con prevalencia d e estos
dos últimos fenómenos". El período d e la Restauración es, en ese
aspecto, ejemplar. "La restauración se t r a n s f o r m a en la f o r m a
política a través d e la cual las luchas sociales e n c u e n t r a n cuadros
lo bastante elásticos como para permitir a la burguesía llegar al
p o d e r sin r u p t u r a s clamorosas, sin el a p a r a t o terrorista francés.
Las viejas clases feudales son degradadas de dominantes a 'gobernantes'
pero no son eliminadas ni se busca liquidarlas como un conjunto orgá-
nico: de clases se transforman en 'castas' con determinadas características
culturales y psicológicas pero no más con funciones económicas prevale-
cientes." 90
En este cuadro - a n o t a Gramsci- -se coloca el problema d e los
intelectuales en relación con el estado y d e éste en relación con
las clases. "Si bien es cierto que para las clases productivas f u n -
d a m e n t a l e s (burguesía capitalista y p r o l e t a r i a d o m o d e r n o ) el
estado n o es concebido sino como f o r m a concreta d e un determi-
n a d o m u n d o económico, d e un d e t e r m i n a d o sistema d e produc-
ción, n o está dicho que la relación e n t r e medios y fines sea fácil-
m e n t e determinable y asuma el aspecto d e un esquema simple y
obvio a u n a p r i m e r a evidencia. Es verdad que conquista del po-
d e r y afirmación d e un nuevo m u n d o productivo son inescindi-
bles, q u e la p r o p a g a n d a p o r una cosa lo es también p o r la otra y
que en realidad sólo en esta coincidencia reside la unidad d e la
clase d o m i n a n t e que es c o n j u n t a m e n t e económica y política; p e r o
se presenta el problema complejo d e las relaciones d e fuerzas

46
internas al país d a d o , d e las relaciones d e fuerza internacionales,
d e la posición geopolítica del país dado." 91
Es decir que una determinación general y abstracta que define
a las relaciones sociales (entre ellas el estado) en el interior d e un
m o d o d e producción como articulación necesaria e n t r e cierta
base y cierta superestructura, debe ser replanteada, para su utili-
zación en análisis concretos, con la presencia de otros elementos
mediadores (históricos, ideológicos, organizativos), para hacer
que la relación e n t r e estado y clases dominantes, entre medio y
fines, "no asuma el aspecto d e un esquema simple y obvio a una
p r i m e r a evidencia". Cada f o r m a estatal es un m o d o párticular de
n e x o entre economía y política; u n m o d o particular d e compro-
miso entre gobernantes y gobernados. El análisis del estado n o se
agota en la descripción d e su funcionamiento como modelo de
acumulación sino que requiere también ser pensado como mo-
delo d e hegemonía.
El estado, d e tal m a n e r a , aparece como el espacio en que se
organizan las relaciones e n t r e d o m i n a n t e s y dominados y esa
función mediadora la cumplen los intelectuales: hay, pues, una
correspondencia e n t r e teoría de los intelectuales y teoría d e la
burocracia. Con el análisis de los intelectuales y la burocracia, el
problema d e la relación entre estado y clases dominantes se hace
más complejo: no basta con una ligazón lineal surgida del m o d o
d e producción, sino que es necesario a h o n d a r en las formas es-
pecíficas con que la mediación entre economía y política es consti-
tuida.
La relación de los intelectuales con los grupos dominantes es
compleja, especialmente en aquellas sociedades en las que la do-
minación burguesa, p o r la debilidad d e sus fuerzas, debió recu-
rrir a un personal gubernamental provisto p o r las viejas clases, o
c u a n d o , p o r esa misma debilidad, "el p o r t a d o r d e las nuevas
ideas n o es el g r u p o económico sino la capa intelectual". En ese
caso - a g r e g a en el mismo p á r r a f o - "la concepción del estado
( . . . ) cambia d e aspecto: es concebido como una cosa en sí, como
un absoluto racional. El problema p u e d e ser planteado d e este
m o d o : siendo el estado la f o r m a concreta d e u n m u n d o produc-
tivo y siendo los intelectuales el elemento social del cual se extrae
el personal gubernamental, es propio del intelectual n o anclado
f u e r t e m e n t e a un g r u p o productivo el presentar al estado como
u n absoluto: así, es concebida como absoluta y preeminente la
función misma d e los intelectuales y su existencia y dignidad his-
tórica es relacionada abstractamente." 92 "Así ocurre que muchos

47
intelectuales piensan que ellos son el estado: creencia que, dada la
masa imponente de la categoría, tiene notables consecuencias y lleva a
complicaciones desagradables para el grupo fundamental económico que
realmente es el estado." 93 Cada proceso histórico d e conformación
d e las relaciones e n t r e intelectuales y clases dominantes es parti-
cular, y d e esa particularidad derivan las características de la do-
minación política. A partir del caso francés, único en el qué" ve
"un tipo de desarrollo armónico d e todas las energías nacionales
y especialmente d e las categorías intelectuales", Gramsci analiza
una serie d e casos (Italia, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos,
China, J a p ó n , América Latina), "con la advertencia d e que estas
observaciones d e b e r á n ser controladas y profundizadas", que ex-
p r e s a n d i f e r e n t e s m o d o s d e desarrollo d e la relación intelec-
tuales-clases d o m i n a n t e s , e s p e c i a l m e n t e ( p e r o n o sólo) c o m o
procesos d e construcción d e burocracias estatales m o d e r n a s . 9 4
El examen d e los casos nacionales tiene el sentido d e marcar la
complejidad d e la relación, la necesidad d e tratarla histórica-
m e n t e y no d e m o d o abstracto.
"La relación e n t r e los intelectuales y el m u n d o d e la produc-
ción n o es inmediata, como sucede con los g r u p o s sociales f u n -
damentales, sino que es 'mediada' en grados diferentes p o r todo
el tejido social, p o r el complejo d e las superestructuras del cual
precisamente los intelectuales son los 'funcionarios'." La "organi-
cidad" d e los distintos sectores intelectuales, esto es, su conexión
más o m e n o s estrecha con las clases dominantes, se podría m e d i r
según Gramsci mediante la distinción d e dos planos de la super-
estructura: el d e la hegemonía ejercida a través d e organismos
"privados" y el del dominio directo que se expresa en el gobierno
jurídico.
"Los intelectuales - a g r e g a - son los 'empleados' del g r u p o do-
m i n a n t e para el ejercicio d e las funciones subalternas d e la he-
gemonía social y el gobierno político"; funciones "conectivas y
organizativas" que estructuran a la vez el consenso y la disciplina
p a r a aquellos g r u p o s q u e n o c o n s i e n t e n ni activa ni pasiva-
mente. 9 5
Pero como "funcionaría" del g r u p o d o m i n a n t e , la burocracia
intelectual tiende a g e n e r a r comportamientos d e casta, a absolu-
tizar al estado y su posición d e n t r o d e él, lo que, según lo ya
recordado, "lleva a complicaciones desagradables para el g r u p o
f u n d a m e n t a l económico que realmente es el estado".
Es interesante ver cómo Gramsci plantea - e n un n u d o proble-
mático q u e se vinculará, como se verá más adelante, con su con-

48
Oepción d e la "crisis orgánica"- la contradicción entre crecimiento
burocrático y f o r m a liberal del estado. En u n a nota titulada "So-
bre la burocracia", escribe: "El hecho d e que en el desarrollo his-
t ó r i c o d e las f o r m a s políticas y e c o n ó m i c a s se haya v e n i d o
. f o r m a n d o el tipo d e f u n c i o n a r i o ' d e c a r r e r a ' , t é c n i c a m e n t e
¡ adiestrado en el trabajo burocrático (civil y militar) tiene una im-
portancia primordial en la ciencia política y en la historia de las
Jtarmas estatales." Y agrega: "¿Se trató d e una necesidad o d e una
degeneración con respecto al autogobierno (selfgovernment), como
¡pretenden los liberales 'puros'?" 96 En otro texto Gramsci plantea
q u e se trata d e una "necesidad", 9 7 que crece de "modo inaudito
( . . . ) en el sistema social democrático-burocrático". 9 8 Éste "ha
c r e a d o masas enormes, n o todas justificadas por las necesidades
..Sociales d e la producción sino p o r la necesidad política del g r u p o
«fundamental dominante". 9 9
- El conflicto entre dirección política representativa (Parlamento
y partidos) y dirección técnicamente adiestrada (burocracia) ca-
racteriza para Gramsci - e n una, al parecer, clara reminiscencia
del tema weberiano d e Parlamento y gobierno . . . - la crisis política
a cierta altura del desarrollo capitalista. En una nota que titula
" H e g e m o n í a (sociedad civil) y división d e p o d e r e s " , señala
la "importancia esencial d e la división d e poderes para el libera-
lismo político y económico: toda la ideología liberal, con su
, f u e r z a y su debilidad, p u e d e ser a p r e h e n d i d a en el principio d e
la división d e poderes y así aparece la f u e n t e de la debilidad del
liberalismo: la burocracia, esto es, la cristalización del personal
dirigente que ejercita el p o d e r coercitivo y que hasta cierto p u n t o
se t r a n s f o r m a en casta". 100 Y en otra nota amplía la idea: "¿Y qué
f u n d a m e n t o tienen las acusaciones lanzadas al parlamentarismo y
al régimen d e los partidos, que es inseparable del parlamenta-
rismo? ( f u n d a m e n t o objetivo, se entiende, esto es, ligado al hecho
d e q u e la existencia d e los parlamentos, d e p o r sí, obstaculiza y
r e t a r d a la acción técnica del gobierno). Q u e el régimen represen-
tativo p u e d a políticamente fastidiar a la burocracia d e carrera se
entiende, p e r o éste no es el punto. El p u n t o es si el régimen
representativo y d e partidos en lugar d e ser un mecanismo idó-
n e o p a r a escoger funcionarios electivos que integren y equilibren
9 los burócratas designados impidiéndoles petrificarse se haya
convertido en una dificultad, en un mecanismo d a d o vuelta y p o r
cuáles razones." 101
Pero Gramsci detecta en la crisis del liberalismo otro elemento,
realimentador del proceso, que se suma a la contradicción entre

49
Parlamento y Burocracia: la activación d e las masas, el peso d e su
presencia organizada en la sociedad. Este n e x o e n t r e burocratiza-
ción, emergencia d e masas y crisis del liberalismo aparece así
como u n n u d o unitario significativo p a r a la comprensión del
pensamiento gramsciano.
" . . .Todos reconocen - e s c r i b e - que la g u e r r a d e 1914-18 re-
presenta u n a fractura histórica en el sentido d e que toda u n a
serie d e cuestiones que se acumulaban molecularmente antes d e
1914 'se a m o n t o n a r o n ' entonces m o d i f i c a n d o la estructura gene-
ral del proceso precedente: basta pensar en la importancia q u e
adquirió el f e n ó m e n o sindical, t é r m i n o general en el que se reú-
n e n distintos problemas y procesos d e desarrollo d e d i f e r e n t e
importancia y significación (parlamentarismo, organización in-
dustrial, democracia, liberalismo, etc.) pero que objetivamente refleja
el hecho de que una nueva fuerza social se ha constituido, tiene un peso
que no se puede pasar por alto." 102 En el mismo cuaderno, pocas
notas atrás, analizando la significación d e la crisis política como
lucha e n t r e p a r l a m e n t o y burocracia, advierte sobre el n e x o exis-
tente e n t r e ese f e n ó m e n o y la activación d e las masas: "Me parece
que el único camino para buscar el origen d e la decadencia d e los
regímenes parlamentarios es ( . . . ) la investigación en la sociedad
civil. En ese camino n o se p u e d e d e j a r d e estudiar el f e n ó m e n o
sindical, p e r o n o e n t e n d i d o en su sentido d e asociacionismo d e
todos los g r u p o s sociales para la realización d e cualquier fin, sino
en el típico p o r excelencia de elementos sociales de nueva formación
que hasta el momento 'no tenían la palabra' y que, por el solo hecho de
unirse, modifican la estructura política de la sociedad." 103
Gramsci ubica la primera manifestación d e la crisis del estado
liberal en el m o m e n t o d e la primera g u e r r a mundial. El rasgo
ue la d e f i n e es que "los g r u p o s sociales se separan d e los parti-
3 os tradicionales", en tanto "ya n o son reconocidos como expre-
sión propia d e su clase o d e una fracción d e ella". 104 La crisis es
crisis d e representación.
Si la genealogía d e la crisis es diversa según cada país, su con-
tenido es siempre el mismo: "ocurre p o r q u e la clase dirigente
fracasó en alguna gran empresa para la cual d e m a n d ó o impuso
p o r la f u e r z a el consenso d e las g r a n d e s masas ( . . . ) o p o r q u e
vastas masas ( . . . ) pasaron d e golpe d e la pasividad política a una
cierta actividad y plantearon reivindicaciones que én su inorgá-
nico c o n j u n t o constituyen una revolución. Se habla d e 'crisis d e
autoridad' y esto es precisamente la crisis d e hegemonía o crisis
del estado en su conjunto." 105

50
, La p r e g u n t a política de Gramsci, elaborada en nítida polémica
|Con la concepción d e la III Internacional, es a p a r e n t e m e n t e sim-
|fM e: ¿Qué es la crisis; a qué situación se p u e d e calificar como d e
j^risis? La respuesta que d a r á al interrogante será el núcleo d e su
/Concepción antieconomicista sobre las relaciones entre política y
i economía. Si para plantear correctamente el tema d e la crisis
>-error f u n d a m e n t a l que advertía en la política d e la III Interna-
| sional- Gramsci debe desarrollar complementariamente su teoría
¡de la dominación hegemónica, otros conceptos deberán ser tam-
'bién integrados a la cadena d e su razonamiento: "revolución pa-
P y a " , "guerra d e posiciones", "trama privada del estado", hasta
t f o r m a r con todos ellos una batería categorial que le permita cons-
í|jruir un sistema más complejo d e proposiciones para analizar las
¡relaciones entre economía y política, e n t r e base y superestructu-
para p o d e r plantear correctamente lo que es, en fin,\"ei pro-
v e n í a crucial del materialismo histórico". 10 ®
j1; ; A n t e todo, la crisis n o es para Gramsci u n derivado necesario
' d e los movimientos d e la economía: "se p u e d e excluir que las
crisis económicas produzcan p o r sí mismas acontecimientos f u n -
damentales; sólo p u e d e n crear un t e r r e n o más favorable a la di-
fusión d e ciertas m a n e r a s d e pensar, d e plantear y resolver las
cuestiones que hacen a todo el desarrollo ulterior d e la vida esta-
; tál". 1 0 7 Pero la crisis t a m p o c o es p u r a m e n t e política: Gramsci
" acuña el concepto d e "crisis orgánica" p a r a referirse a un proceso
j jargo y complejo en el que es necesario distinguir "lo orgánico"
| Í e "lo coyuntural", para f u n d a r a partir d e ello las probabilida-
des d e la iniciativa política.
f La crisis orgánica es "una crisis del estado en su conjunto"; esto
>;.¿s u n a crisis d e los modos habituales con que se había constituido
Sfaasta entonces el compromiso e n t r e dominantes y dominados:
¡ implica una situación d e des-agregación d e la vida estatal p o r p a r t e
i d e g r a n d e s masas. La presencia d e una crisis orgánica es indi-
, Cativa d e que "la clase burguesa está 'saturada'; n o sólo n o se
í e x p a n d e sino que se disgrega; n o sólo n o asimila nuevos elemen-
1 tos sino que se d e s p r e n d e u n a parte d e ella misma (o al menos los
' desprendimientos son e n o r m e m e n t e más numerosos que las asi-
milaciones)". 1 0 8 En esas condiciones lo que se ha producido es
¡una "separación d e la sociedad civil y la sociedad política: se ha
¡ planteado un problema d e hegemonía; es decir la base histórica del
tstado se ha desplazado".109 Por definición, se trata d e u n proceso
largo que n o d e b e ser c o n f u n d i d o con sus manifestaciones episó-
dicas ni con sus f o r m a s "estruendosas". T a m p o c o p u e d e encon-

51
t r a r "una definición única o ( . . . ) una causa y un origen único: se
trata d e un proceso social en el que las causas y efectos se compli-
can y s u p e r p o n e n " . " T o d a la p o s g u e r r a es crisis, con tentativas
d e evitarla, que a veces tienen éxito en este o en aquel país." 110
Por a ñ a d i d u r a , y para desalentar a los que piensan en los efectos
políticamente mágicos d e la crisis como prólogo d e la revolución,
"el desarrollo del capitalismo ha sido 'una continua crisis', si se
p u e d e decirlo d e esta m a n e r a ; esto es, un rapidísimo movimiento
d e elementos que se equilibraban e inmunizaban". 1 1 1
El hecho f u n d a m e n t a l que otorga carácter d e "orgánico" a la
crisis es la f o r m a d e la relación que ella plantea e n t r e masas y
estado. En este sentido la manifestación "desarrollada" d e la crisis
remite a u n a vinculación compleja e n t r e economía y política; su
análisis (y su captura a favor de la iniciativa política d e las clases
dominadas) es imposible f u e r a d e una teoría amplia y n o unilate-
ral del estado, d e una teoría d e la hegemonía.
"En el p e r í o d o d e la p o s g u e r r a el a p a r a t o h e g e m ó n i c o se
agrieta y el ejercicio d e la hegemonía se hace p e r m a n e n t e m e n t e
difícil y aleatorio." 112 Pero ese "agrietamiento" p u e d e d a r lugar
- y d e hecho así sucedió- a una recomposición d e la dominación,
a partir d e un n u e v o planteo hegemónico: "En realidad, la 'con-
ciencia crítica' estaba reducida a un p e q u e ñ o sector, hegemónico
a u n q u e limitado; el 'aparato d e gobierno espiritual' se ha r e d u -
c i d o a pedazos y ésta es la crisis, p e r o ella también es d e difusión,
lo q u e llevará a una 'hegemonía' más segura y estable." 113
Esta crisis del "aparato d e gobierno espiritual" trae consigo q u e
"las g r a n d e s masas que se han separado d e las ideologías tradi-
cionales, n o crean más en lo que creían antes. La crisis consiste
j u s t a m e n t e en que lo viejo m u e r e y lo nuevo n o p u e d e nacer; en
este t e r r e n o se verifican los f e n ó m e n o s morbosos más diver-
sos". 114
Lo políticamente decisivo d e la construcción gramsciana del
concepto d e crisis es que ella excluye toda idea catastrofista; p o r
el contrario, su núcleo analítico es la preocupación p o r determi-
n a r la f o r m a d e las contratendencias que la crisis genera, p o r estu-
d i a r la capacidad d e recomposición que el sistema posee y que
las crisis estimulan. Analizando específicamente la crisis d e pos-
g u e r r a Gramsci coloca su p r e g u n t a central: ¿cómo se ha recons-
t r u i d o el aparato hegemónico "agrietado"? Las posibilidades p a r a
esa reconstrucción están ya contenidas en la respuesta que p u e d a
d a r s e a o t r a p r e g u n t a , absolutamente conexa con la anterior:
¿cuáles h a n sido las causas d e la disgregación? Al respecto,

52
Gramsci se cuestiona: "¿Tal vez p o r q u e se ha desarrollado una
f u e r t e voluntad política antagónica? Si así f u e r a , el problema se
resolvería a favor d e tal antagonismo." 115 La realidad es que la
crisis de hegemonía burguesa en Europa, expresada p o r el ago-
tamiento del liberalismo parlamentario como eje del equilibrio
político, se p r o d u j o p o r lo que califica como "causas mecánicas":
" . . .1) p o r q u e las grandes masas, antes pasivas, se pusieron en
movimiento p e r o en un movimiento desordenado, sin dirección,
o sea sin una voluntad política colectiva; 2) p o r q u e las clases me-
dias, que en la g u e r r a habían tenido funciones de m a n d o y res-
ponsabilidad, con la paz resultaron privadas de lo anterior, que-
d a n d o d e s o c u p a d a s j u s t a m e n t e d e s p u é s d e h a b e r h e c h o un
aprendizaje d e m a n d o ; 3) p o r q u e las fuerzas antagónicas f u e r o n
incapaces de organizar en su provecho este desorden real". 116
La recomposición d e la hegemonía burguesa en la década d e
los 20 tendrá dos formas. Como j u s t a m e n t e señala Franco d e Fe-
lice, una política ("gobierno de las masas"), y otra ligada con el
"gobierno de la economía". 1 1 7 Ambas o p e r a r á n una reestructura-
ción d e las relaciones entre esas dos instancias; un proceso com-
plejo d e "revolución pasiva" que comenzará a desplegarse en los
20 para consolidarse tras el estallido "ruidoso" de la crisis en el
otoño d e 1929.
La consecuencia principal que Gramsci deriva de esta recom-
posición para la estrategia revolucionaria es "la transformación
d e la g u e r r a d e maniobras y del ataque frontal en guerra d e po-
siciones en el campo político"; "el más importante - d i c e - pro-
blema d e teoría política p l a n t e a d o en el p e r í o d o d e posgue-
r r a " , " 8 en la medida en que el modelo d e la Revolución Rusa
resulta ya inviable "al m e n o s en los estados más avanzados,
d o n d e la sociedad civil se ha convertido en una estructura muy
compleja y resistente a las 'irrupciones' catastróficas del elemento
económico inmediato (crisis, depresiones, etc.)". 119 Estos razona-
mientos lo llevan a la segura convicción d e que la crisis econó-
mica de 1929 n o tenía en sí misma el carácter "catastrófico" que
le atribuía la III Internacional. En aquellas situaciones en las
que la sociedad civil n o era "primitiva y gelatinosa" sino "robusta"
- y tal era el caso e u r o p e o - , la táctica del e n f r e n t a m i e n t o frontal
"clase contra clase" n o sólo era errónea sino también suicida.
Como salida a la p r i m e r a manifestación m o d e r n a de la crisis
(guerra del 14, Revolución Rusa) la burguesía e u r o p e a había
r e o r g a n i z a d o un "sistema d e t r i n c h e r a s " d e n t r o del cual el
estado-gobierno era sólo una más: el tejido entre estado y socie-

53
dad había sido recompuesto mediante una extensión de "la trama
privada del estado".
Desde el punto d e vista político esa reestructuración transfor-
mista (que como toda expresión de un proceso de "revolución
pasiva" n o implicaba una simple "restauración") asumió como
forma principal d e organización del compromiso estatal la del
cesarismo, "aun sin un César, sin una gran personalidad 'heroica' y
representativa". 1 2 0 Para Gramsci podrían ser agrupadas en esa
defihición genérica experiencias a p a r e n t e m e n t e tan distintas
como las del fascismo italiano (en una progresión d e formas,
desde 1922 hasta su expresión "más p u r a y p e r m a n e n t e " en
1926), y las d e los gobiernos laboristas en Gran Bretaña. Es que
"en el m u n d o m o d e r n o , con sus grandes coaliciones de carácter
económico-sindical y político d e partido, el mecanismo del fenó-
m e n o cesarista es muy diferente del que existió en la época d e
Napoleón III". 1 2 1
El resultado de la crisis hegemónica como crisis de representa-
ción es u n proceso p o r el cual las formas tradicionales de organi-
zar la relación entre gobernantes y gobernados se desplazan del
campo político parlamentario y refuerzan "la posición relativa
del p o d e r de la burocracia (civil y militar), de las altas finanzas, de
la iglesia y en general d e todos los organismos relativamente in-
dependientes de las fluctuaciones d e la opinión pública". 122
En la caracterización de la forma cesarista como prevalecientes
en el p r o c e s o d e r e c o m p o s i c i ó n política d e la h e g e m o n í a ,
Cramsci retoma el tema de la burocracia y de su conflicto con el
parlamento: la crisis de representación se expresa en un refor-
zamiento del poder burocrático. En una nota en la que se remite
expresamente al texto d e Weber sobre Parlamento y gobierno ...
para utilizarlo como referente de una similar situación italiana,
vincula la crisis d e los partidos con el ascenso burocrático, en un
proceso progresivo a través del cual "la burocracia se transfor-
maba justamente en el partido estatal bonapartista". 1 2 3
Las dos grandes respuestas capitalistas a la crisis, el fascismo y
el New Deal, testimonian sobre la centralidad burocrática. En el
interior d e ese marco de reconstrucción neocorporativa del sis-
tema político, que comienza antes de la explosión de la crisis d e
1929, ubicará Cramsci las que virtualmente f u e r o n sus últimas
reflexiones sistemáticas en la cárcel. Me refiero al cuaderno 22
(1934-1935) sobre "Americanismo y fordismo" q u e ha sido con-
siderado justamente "una clave de lectura" para la totalidad de
sus textos. 1 2 4 El "americanismo", como f e n ó m e n o complejo y

54
d e largo plazo q u e cortará verticalmente a todo el tejido social y
cultural del m u n d o m o d e r n o , expresará la f o r m a más desarro-
llada d e transición d e u n modelo burocrático tradicional a un
m o d e l o tecnocrático.
En el c u a d e r n o 12 (1932), y d e n t r o de un largo f r a g m e n t o so-
b r e la historia d e los intelectuales como categoría, Gramsci es-
cribe: "Se p u e d e observar en general en la civilización m o d e r n a
que todas las actividades prácticas se han hecho tan complejas y
las ciencias se h a n entrelazado d e tal m a n e r a a la vida que cada
actividad práctica tiende a crear escuelas para sus propios diri-
gentes y especialistas y p o r tanto a f o r m a r un g r u p o ' d e intelec-
tuales especialistas d e g r a d o más elevado que enseñe en esas es-
cuelas ( . . . ) crisis del programa y de la organización escolar o sea de
la orientaáón general para una política de formación de los modernos
cuadros intelectuales es, en gran parte, un aspecto y una complicación
de la crisis orgánica más compleja y general." 125
En vinculación con ese f e n ó m e n o , agrega, "también se p u e d e
observar cada vez más que los órganos deliberativos tienden a
distinguir su actividad en dos aspectos 'orgánicos': la actividad
deliberativa que les es esencial y la técnico-cultural p o r la cual los
problemas sobre los q u e es necesario t o m a r una resolución son
previamente examinados p o r expertos y analizados científica-
mente. Esta actividad ha creado ya todo un cuerpo burocrático con una
nueva estructura: j u n t o a los oficios especializados del personal
competente que p r e p a r a el material técnico para los cuerpos de-
liberantes se crea un s e g u n d o c u e r p o d e funcionarios más o me-
nos 'voluntarios' y desinteresados, seleccionados d e la industria,
la banca o las finanzas. Es éste uno de los mecanismos a través de los
cuales la burocracia de carrera terminó por controlar a los regímenes
democráticos y parlamentarios; ahora el mecanismo se va extendiendo or-
gánicamente y absorbe en su círculo a los grandes especialistas de la acti-
vidad práctica privada que así controla a los regímenes y a la burocra-
cia." 126
Lo que Gramsci en otra parte d e los cuadernos llamará "el sis-
tema social democrático-burocrático", como expresión d e este
proceso neocorporativo y tecnocrático, adquirirá su forma ten-
dencial d e "época histórica" en esa gran "revolución pasiva" del
siglo que es el "americanismo".
"El americanismo y el fordismo - e s c r i b e - derivan d e la necesi-
d a d i n m a n e n t e d e llegar a la organización d e una economía pro-
g r a m a d a ( . . . ) como eslabones d e una cadena que signa el pasaje
d e l viejo individualismo económico a una economía p r o g r a -

55
mada." 127 La propuesta en tanto involucra la estructura d e u n a
fase del desarrollo capitalista n o se agota en el colocar las pautas
d e un proceso d e "racionalización productiva" (ése sería tema del
"fordismo") sino que va más allá, implicando en sí objetivos d e
"nueva cultura".
Para Gramsci el análisis del "americanismo" supone una modi-
ficación importante d e sus p u n t o s d e vista sobre la capacidad ex-
[ )ansiva del capitalismo, motivada p o r el análisis del fracaso d e
a prolongación d e la Revolución Rusa hacia Occidente y p o r la
percepción del proceso d e recuperación hegemónica burguesa d e
la década d e los 20. En su etapa "consiliar", siguiendo la visión
que está en la base del pensamiento d e la I I I Internacional, había
a c e n t u a d o los rasgos parasitarios d e u n capitalismo al que se con-
sideraba "moribundo", en el que la separación entre p r o p i e d a d y
control d e las fábricas condenaba al sistema a u n retroceso pues
"las funciones tradicionales d e la clase capitalista en el ámbito d e
la producción han pasado a las m a n o s d e u n a clase media irres-
ponsable, sin lazos d e interés ni psicológicos con la p r o d u c -
ción". 1 2 8
El eje del análisis del "americanismo" es, p o r el contrario, la
emergencia d e "un nuevo mecanismo d e acumulación y distribu-
ción del capital financiero basado i n m e d i a t a m e n t e sobre la pro-
ducción industrial", en alianza con el estado. "Este desarrollo
- s e ñ a l a explícitamente- d e b e tener su p u n t o d e paftida en el
seno mismo del m u n d o industrial y productivo o p u e d e provenir
del exterior, a través d e la construcción cautelosa y sólida d e un
a n d a m i a j e jurídico-formal que guíe d e s d e el exterior los desarro-
llos necesarios del a p a r a t o productivo." 129
El n u e v o modelo reclama una reorganización global d e la so-
ciedad que abarca todos sus planos: d e s d e su f o r m a d e estratifi-
cación (lo que Gramsci llama "racionalización d e la composición
demográfica") hasta sus valores, en dirección d e "hacer girar
toda la vida del país sobre la producción". Bajo el "america-
nismo", "la hegemonía nace d e la fábrica y para ejercerse sólo
tiene necesidad d e una cantidad mínima d e intermediarios pro-
fesionales d e la política y d e la ideología". Se p r o d u c e un proceso
d e reducción hacia la economía "que significa, precisamente, re-
ducción d e las superestructuras más elevadas a aquellas más ad-
h e r e n t e s a la estructura, o sea la probabilidad y la necesidad d e la
formación d e una nueva cultura". 1 3 0 La f o r m a d e este tipo d e
sociedad será "de masas": "en la cual la estructura domina d e u n a
m a n e r a más inmediata a las superestructuras y éstas son 'raciona-

56
lizadas' (simplificadas y disminuidas en número)". 1 3 1 T o d a su
discusión sobre la reorganización d e la escuela y la cultura como
"aspecto y complicación d e la crisis orgánica" tiene que ver con
este proceso d e racionalidad de las superestructuras f r e n t e a las
nuevas d e m a n d a s d e la economía.
C o m o j u s t a m e n t e anota Franco d e Felice, "la temática clási-
ca p r o d u c c i ó n - r e v o l u c i ó n es r e p l a n t e a d a en los t é r m i n o s d e
producción-hegemonía". 1 3 2
La probabilidad para el capitalismo d e una hegemonía que nazca
de la fábrica-(propuesta que el Gramsci joven sólo apreciaba como
viable a través del socialismo) se asienta n o sólo en las potenciali-
d a d e s para construir un m u n d o social capaz d e supeditar todas
las actividades económicas a la producción, sino y sobre todo
a que sea posible elaborar una nueva cultura "de masas" que, a
partir del comportamiento cotidiano, p u e d a adherir los valores,
las creencias y las actitudes a la estructura económica. El primer
paso en ese camino es el d e "la adecuación psicofísica a la nueva
estructura industrial" mediante una combinación de fuerza (des-
trucción del sindicalismo territorial) y de consenso: altos salarios
y beneficios sociales. Sólo a partir d e allí es factible pensar en
ulteriores "florecimientos superestructurales" que planteen "el
problema f u n d a m e n t a l d e la hegemonía". 1 3 3
Estos elementos d e nueva cultura, como reconstrucción d e una
personalidad colectiva ajustada al m u n d o d e la producción, re-
quieren la introducción de cambios p r o f u n d o s en la vida coti-
diana: "los nuevos métodos de trabajo están indisolublemente li-
gados a un d e t e r m i n a d o m o d o d e vivir, de pensar y de sentir la
vida". 1 3 4 Las "iniciativas p u r i t a n a s " (en la vida sexual, en la
prohibición del alcohol, etc.) tienen ese sentido en los Estados
Unidos: modificar hábitos y costumbres para poder desarrollar
"el nuevo tipo d e h o m b r e exigido por la racionalización de la
producción y del trabajo." 135
Pero no sólo el cambio en las condiciones socioeconómicas y en
las costumbres constituye el t e r r e n o del "americanismo": el pro-
ceso r e q u i e r e , a d e m á s , d e u n n u e v o t i p o d e e s t a d o . Dice
Gramsci: "El estado es el liberal, no en el sentido de liberalismo
a d u a n e r o o d e la efectiva libertad política sino en el sentido más
f u n d a m e n t a l d e la libre iniciativa y del individualismo económico
que llega con medios propios, como sociedad civil, por su mismo
desarrollo histórico al régimen de concentración industrial y del
monopolio." 138
Hay una mutación en el carácter del estado. En primer lugar,

57
se privilegian más a ú n sus roles en la esfera económica: "es inves-
tido d e u n a función d e p r i m e r o r d e n en el sistema capitalista
como e m p r e s a (/holding estatal) que concentra el a h o r r o a disposi-
ción d e la industria y d e la actividad privada y como inversor a
m e d i a n o y largo plazo". 1 3 7 U n a vez asumida esa función ya n o
p u e d e el estado desinteresarse d e la organización d e la economía;
d e b e cumplir otras misiones que no son simplemente d e control
(para conservar el a p a r a t o productivo), sino q u e busca reorgani-
zarlo.
Pero, entrelazado con ese proceso, se p r o d u c e otro cambio: al
modificar su relación con la economía t r a n s f o r m a también su re-
lación con las masas, especialmente con las capas medias que, en
la depresión, buscan un garante d e su expansión en el estado, d e
m a n e r a inversa al c o m p r o m i s o clásico - l i b e r a l - que m e d i a b a
hasta entonces. "La masa d e los ahorristas - e s c r i b e - quiere rom-
p e r toda ligazón directa con el c o n j u n t o del sistema capitalista
privado p e r o n o le niega su confianza al estado: desea participar
en la actividad económica p e r o a través del estado, que le garan-
tiza u n interés módico pei;o seguro." 138 De este hecho "deriva
q u e t e ó r i c a m e n t e el estado p a r e c e t e n e r su base social en la
'gente del común' y en los intelectuales, mientras que en la reali-
d a d su estructura p e r m a n e c e siendo plutocrática", lo que lleva a
u n a "exaltación del estado en general, concebido como algo abso-
luto"'. 139
Esta "revolución pasiva" e n o r m e m e n t e abarcadora como pro-
puesta, que r e c o r r e d e s d e la estructura social y las costumbres
hasta el papel del estado en la producción y su n u e v o compro-
miso con las masas, es la respuesta d e largo plazo del capitalismo
p a r a u n a situación d e crisis orgánica, algo m u c h o más p r o f u n d o
y d e n s o q u e la lógica catastrofista d e los "tres períodos" que pro-
ponía c o n t e m p o r á n e a m e n t e la III Internacional como clave p a r a
el análisis del capitalismo.
El "americanismo" es para Gramsci la más alta expresión, el
intento más serio d e contratendencia q u e el desarrollo del capita-
lismo g e n e r a , en los m o m e n t o s d e crisis, p a r a s u p e r a r la ley (ten-
dencial) a la caída d e la tasa d e ganancia, m e d i a n t e la p r o d u c -
ción d e mayor plusvalía relativa. Es u n a manifestación d e la crisis;
la d e su "superación" en términos del crecimiento d e un sistema
q u e siempre se ha desarrollado "en la crisis", en medio "de ele-
m e n t o s que se equilibraban e inmunizaban". Cierto que el "ame-
ricanismo" nada cambia "en el carácter y en las relaciones d e los
g r u p o s sociales f u n d a m e n t a l e s " , p e r o es la respuesta capitalista

58
d e nivel más alto a las contradicciones insanables que nacen d e la
estructura y que "las clases dominantes tratan d e resolver y supe-
rar d e n t r o d e ciertos límites". 140 Al involucrar un nuevo nexo
e n t r e economía y política, entre clases y estado, e n t r e producción
y reproducción, e n t r e base económica y superestructuras, coloca
en un nuevo t e r r e n o la lucha corporativa y hegemónica d e las
clases.
El nuevo t e r r e n o d e confrontación excluye la idea mecanicista
d e u n a "crisis final" como subyacía en los análisis d e la III Inter-
nacional y la otra idea, tecnocrática, de la II Internacional, sobre
la posibilidad d e modificaciones moleculares a la situación me-
diante la acción d e un estado-gobierno sólo parcialmente contro-
lado. La propuesta analítica gramsciana deja fuera también toda
tentación "fatalista" sobre la invulnerabilidad del capitalismo, a
partir d e su capacidad para reconstruirse: las fuerzas contraten-
denciales tienen límites naturales y sobre todo sociales: "la con-
tradicción económica - d i c e - deviene contradicción política y se
resuelve políticamente por la subversión de la praxis".1*1
La solitaria lección del Gramsci prisionero en las cárceles fascis-
tas es, precisamente, la d e haber tratado de pensar esa "subver-
sión" desde una confrontación con las nuevas realidades en desa-
rrollo; su f o r m a d e analizar el n u d o crisis-revolución a principios
d e la década d e los 30 queda como u n o de los ejemplos más den-
sos, creativos y d e larga duración que el marxismo occidental ha
producido.

[1981]

59
Notas al capítulo I

' Los ensayos f u e r o n publicados en volumen en Alemania en 1918 bajo el tí-


tulo d e Parlamento y gobierno en una Alemania reconstruida. l'tilizo su traducción al
inglés q u e a p a r e c e como Apéndice 11 de la edición d e Economy and Society p r e p a -
r a d a p o r G u e n t h e r Roth y Claus Wittich, University oí California Press, 1978, pp.
1381-1469.
2
Especialmente "El estado nacional y la política económica alemana", d e mayo
d e 1895. V e r Scritti politiá, Catania, 1970, pp. 71-110.
3
Parlamento y gobierno . . ., op. át.y p. 1392.
4
Ibid., p. 1402.
5
Ibid., p. 1414.
6
Ibid., p. 1383.
I
Ibidem.
8
Ibid., p. 14á0.
9
Ibid., p. 1451.
10
Ibid., p. 1461.
II
Ibid., p. 1460.
12
Ibid., p. 1428.
13
Se trata d e "La política como vocación" y "El socialismo".
14
Economía y soáedad, México, 1977, II tomo, p. 1058.
15
Ibid., p. 1059.
16
"La política como vocación" en Max Weber, El político y el científico, Madrid,
1967, p. 91.
17
Economía y sociedad, op. cit., p. 1061.
18
Ibidem, p. 1061. El s u b r a y a d o es mío.
18
Karl Polanyi.La gran transformación, Buenos Aires, 1947.
20
C f r . Giacomo M a r r a m a o , "Sistema político, razionalizzazione, 'cervello so-
ciale' ", en Discutere lo stato, VVAA, Bari, 1978.
21
Economía y sociedad, op. cit., p. 727.
22
Ibid., p. 729. En la p. 746 señala: "el conocimiento especializado es, en cre-
ciente m e d i d a , la base del p o d e r alcanzado por los funcionarios". Sobre la rela-
ción e n t r e saber y p o d e r , e n t r e conocimiento especializado y forma moderna de
la d o m i n a c i ó n , ver "La ciencia como vocación" en El político y el científico, op. cit.,
pp. 180-231.
23
Economía y sociedad, op. cit., p. 730.
24
Ibid., p. 704.
25
Ibid., p. 739.
26
El tema a p a r e c e r e c u r r e n t e m e n t e en Weber. La tensión hacia el socialismo
es ineliminable, p o r q u e nace d e la divergencia entre Racionalidad formal (de me-
dios) y Racionalidad material (de fines), pero técnica y democracia son incompati-
bles. De ahí el carácter finalmente utópico del movimiento "consiliar" que, según
Weber, p u e d e ser democrático p e r o jamás será eficiente. "Los dominados no
p u e d e n prescindir del a p a r a t o d e d o m i n i o burocrático ya existente ni sustituirlo
p o r otro, pues se basa en una metódica síntesis d e entrenamiento especializado,
división d e trabajo y dedicación fija a un conjunto d e funciones habituales dies-
t r a m e n t e ejercidas. Si el mecanismo en cuestión suspende su labor o queda dete-

60
nido p o r u n a f u e r z a poderosa, la consecuencia de ello es un caos para dar fin al cual
i difícilmente pueden impriwisar los dominados un organismo que lo sustituya." (Economía y
sociedad, op. cit., p. 741). T o d o socialismo q u e busque hacer funcionar la economía
y el estado n o p u e d e sino recurrir a métodos e instituciones burguesas; en ese
, caso la única diferencia e n t r e nueva y vieja sociedad es, según Weber, q u e "una
vez eliminado el capitalismo privado la burocracia estatal d o m i n a r á ella sola".
(Economía y sociedad, op. cit., p. 1074. C f r . también "El socialismo", en Scritti politiá,
op. cit., pp. 243-292.)
27
Sobre la República d e Weimar y los orígenes del nazismo, ver el libro clásico
d e Franz N e u m a n n , Behemoth, México, 1945. U n a notable reconstrucción d e la
época se e n c u e n t r a en Gian Enrico Rusconi, La crisi di Weimar, T u r í n , 1977.
28
Un puntual análisis del pensamiento schmittiano p u e d e encontrarse en el
libro d e J ü r g e n Fijalkowski La trama ideológica del totalitarismo, Madrid, 1966.
29
La discusión sobre el estado totalitario es especialmente d e u d o r a d e los desa-
; rrollos que. en la década d e los 30, hicieran los representantes d e la "Escuela d e
F r a n k f u r t " d u r a n t e su exilio estadounidense. Para Franz N e u m a n n , a diferencia
d e u n a opinión corriente en su tiempo, el nazismo incluía poderosos elementos d e
continuidad con el desarrollo político d e la d é c a d a anterior, ligados con la mono-
polización creciente d e la economía. La "primacía d e la política" con q u e aparecía
revestido el "estado totalitario" n o cerraba el sistema a los conflictos d e n t r o d e las
propias clases dominantes. Sobre el t e m a , a d e m á s del ya citado Behemoth, p u e d e
verse la comunicación d e T . W. Masón, "La p r i m a d a d e la política: política eco-
nómica en la Alemania nacional-socialista", p r e s e n t a d a a la conferencia sobre el
fascismo organizada p o r la Universidad d e Reading en 1967 (ahora en S. J . Woolf
[ed.] La naturaleza del fascismo, México, 1974), y el imprescindible texto d e Martin
Jay, La imaginación dialéctica. Una historia de la Escuela de Frankfurt, Madrid, 1974,
especialmente su capítulo v.
30
Sheldon S. Wolin, Política y perspectiva. Continuidad y cambio en el pensamiento
occidental, Buenos Aires, 1973, p. 453.
" Diagnosis of ourtime, Londres, 1943, p. 1.
38
Charles S. Maier, Recasting Bourgeois Europe. Stabihzation in France, Germany
andltaly in the Decade after World WarI, Princeton University Press, 1975.
33
IW„ p. 10.
34
Ibid., p. 8. El a u t o r p r e f i e r e "corporativo" a "pluralista", p o r q u e el t é r m i n o le
p e r m i t e aludir t a n t o a situaciones fascistas como democráticas.
35
Franz N e u m a n n , "El cambio en la f u n c i ó n d e la ley en la sociedad mo-
d e r n a " , e n El estado democrático y el estado autoritario, Buenos Aires, 1968, p. 53.
38
Maier, op. cit., p. 10.
37
Wolin, op. át., p. 378.
38
V e r sobre el tema Manuel G a r d a Pelayo, Las transformaciones del estado con-
temporáneo, Madrid, 1977.
39
Pietro I n g r a o , L a s masas y el poder, Barcelona, 1978, p . 53.
40
Gramsci cita ocasionalmente a Weber en sus c u a d e r n o s d e la cárcel. Las re-
ferencias son a Economía y sociedad (filtrada a través d e u n a lectura d e Michels),
La ética protestante y el espíritu del capitalismo y la traducción italiana d e Parlamento y
gobierno . • . (Parlamento e governo nel nuovo ordinamento ¿ella Germania. Critica poli-
tica della burocrazia e della vita dé partid, Laterza, Bari, 1919.) El más citado p o r
Gramsci es este último; el libro, sin e m b a r g o , n o estaba en su biblioteca d e la
cárcel, p o r lo q u e las citas q u e hace n o son textuales sino a p e l a n d o a su m e m o r i a .
C r e o q u e es posible d e m o s t r a r la g r a n influencia q u e ese texto d e Weber tuvo
sobre las reflexiones políticas d e G r a m s d , como análisis general d e las transfor-

61
maciones del estado en E u r o p a y como m a r c o d e referencia comparativo p a r a el
caso italiano. El tratamiento q u e hace Gramsci d e los temas d e la burocracia y del
cesarismo, p o r ejemplo, g u a r d a significativas similitudes con el approach webe-
riano a la cuestión. Hasta d o n d e llega mi conocimiento sólo Luisa Mangoni ("II
p r o b l e m a del fascismo nei ' Q u a d e r n i del carcere' ", en Política e storia in Gramsci,
R o m a , 1978, pp. 391-438) ha l l a m a d o la atención sobre este p u n t o . Biagio d e
Giovanni ha tocado también la relación e n t r e W e b e r y Gramsci p e r o en un sen-
t i d o m á s g e n e r a l : ver, e n t r e o t r o s , "Intellettuali e p o t e r e " , Critica Marxista,
noviembre-diciembre d e 1977, p p . 11-35; "Crisi organica e Stato in Gramsci", en
Política e storia ..., op. cit., p p . 221-257, y "Lenin, Gramsci y la base teórica del
pluralismo", en Dialéctica, a ñ o iv, n ° 7, diciembre d e 1979, Puebla (México).
41
S o b r e el tema sigue siendo un clásico Estado nací/mal y ciudadanía, d e Rein-
h a r d t Bendix, Buenos Aires, 1973, especialmente su capítulo 3, pp. 61-104.
42
C f r . Liana Longinotti, "Federico Engels y la 'revolución d e la mayoría' ", en
La revolución de la mayoría, Barcelona, 1975, q u e incluye también la introducción
d e Engels.
43
Ibid., p. 104.
44
Ibid., p. 120.
45
Ibid., p. 112.
46
R o b e r t o Racinaro, La crisi del marxismo nella revisione di fine secóla, Barí, 1978,
p. 7.
47
Lucio Coletti,Ideología y sociedad, Barcelona, 1971, p. 94.
48
E d u a r d Bernstein, Socialismo evolucionista. Las premisas del socialismo y las tareas
de la socialdemocracia, Barcelona, 1973, p. 173.
49
Sobre la relación e n t r e Engels, la II Internacional y el proceso lleno d e difi-
cultades p a r a la formulación d e u n a política d e masas q u e n o p e r d i e r a "espíritu
revolucionario", ver el clásico libro d e A r t h u r Rosenberg, Democracia y socialismo
(Buenos Aires, 1966). La "revolución d e las mayorías" n o significaba para Engels
el a b a n d o n o d e los objetivos revolucionarios, p e r o estos últimos eran difíciles d e
ser a p r e h e n d i d o s p o r partidos q u e cada vez más ingresaban en una dialéctica
corporativa d e acción política. Dice Rosenberg: "La relación e n t r e Engels y la II
Internacional se basaba d e s d e un comienzo en un p r o f u n d o m a l e n t e n d i d o . La
suposición d e q u e el marxismo revolucionario y los partidos obreros m o d e r n o s
tenían las mismas finalidades, f u e admitida tácitamente. Pero esta suposición n o
correspondía" (op. cit., p. 253). U n a a g u d a visión d e la obra histórica d e Rosen-
b e r g p u e d e verse en la introducción d e L e o n a r d o Paggi a Origini delta Repubblica
di Weimar, Florencia, 1972, p p . v-xxv. Sobre la articulación p r o p u e s t a p o r Engels
e n t r e insurrección y lucha d e masas, ver d e W. B. Gallie, Filósofos de la paz y de la
guerra, México, 1978, cap. iv.
50
C f r . G i u s e p p e Z a r o n e , "Bernstein e Weber: revisionismo e democrazia", en
Study Storia, 2/abril-junio 1978, p p . 255-298; Giacomo M a r r a m a o , 11 político e la
trasformazione, Bari, 1979, p. 30.
51
La teoría marxista de la historia de la comunidad y del estado (primera edición,
B e r l í n 1920-1921), e n I r i n g F e t s c h e r , El marxismo, su historia en documentos,
t o m o n i (Sociología y Política), M a d r i d , 1976, p. 32.
M
Ibid., p. 33.
53
E d u a r d Bernstein, El movimiento obrero ( p r i m e r a edición, F r a n k f u r t , 1910),
e n Fetscher, op. cit., p. 29.
54
Karl Kautsky, La concepción materialista de la historia ( p r i m e r a edición, Berlín,
1927), e n Fetscher, op. cit., p. 27.
55
E d u a r d Bernstein, El socialismo antes y ahora ( p r i m e r a edición, Berlín, 1922),
e n Fetscher, op. cit., p. 29.

62
58
G e o r g e Lichteim, El marxismo. Un estudio histórico y crítico, Barcelona, 1964, p.
348.
57
V. 1. Lenin, El estado y la revolución, en Obras escogidas, t o m o II, Moscú, s/f,
pp. 335 y 377.
58
V. I. Lenin, ¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder} en op. cit., pp. 426-427.
59
Ibid., p. 430.
80
Ibidem.
61
U n a interesante comparación e n t r e El estado y la revolución de Lenin y Parla-
mento y gobierno . . . d e W e b e r se e n c u e n t r a en Erik Olin Wright, Class, Crisis and
the State, Londres, 1978, capítulo 4.
62
Karl M a n n h e i m , El hombre y la sociedad en la época de crisis (primera edición,
1929), Buenos Aires, 1969, p. 33.
83
Michal Kalecki, "Aspectos políticos d e la ocupación plena", en Ensayos escogi-
dos sobre dinámica de la economía capitalista (1933-1970), México, 1970, p. 165.
84
Adolf S t u r m t h a l , L a tragedia del movimiento obrero, México, 1975.
85
De Max Adler existen sólo tres libros al alcance del lector en español: Demo-
cracia política y democracia social (primera edición, Berlín, 1926), México, 1975;
Consejos obreros y revolución ( p r i m e r a edición, Viena, 1919), México, 1972, y El
socialismo y los intelectuales ( p r i m e r a edición, Viena, 1910), México, 1980. Una vi-
sión sobre el movimiento (con una antología d e textos) p u e d e encontrarse en
Giacomo M a r r a m a o , Austromarxismo e socialismo di sinistra fra le due guerre, Milán,
1977. Una interpretación sobre dicha corriente, muy discutible en cuanto la apre-
cia como simple c o n t i n u a d o r a del centrismo kautskiano, en Raimund Loew, " T h e
politics of a u s t r o m a r x i s m " , New Left Review, L o n d r e s , n ° 118, n o v i e m b r e -
diciembre 1979.
88
La p r i m e r a edición d e El capital financiero es d e 1910. A partir d e allí f u e
considerado como el principal economista marxista d e su tiempo.
87
Citado en Wilfried Gottschalch, "Desarrollo y crisis del capitalismo en Ru-
dolf Hilferding", Historia del marxismo contemporáneo I , La socialdemocracia y la II
Internacional, Barcelona, 1976, p. 318.
88
Franz N e u m a n n , El estado democrático y el estado autoritario, op. cit., p. 53.
69
Ch. S. Maier, op. át., p. 9.
70
A. Sturmthal, op. cit., capítulo n, p p . 30-37.
71
Ibid., p. 106.
72
G. E. R u s c o n i , ¿ a crisi di Weimar, op. cit-, p. 200.
73
Ibid., cap. 14, "Ipotesi socialtecnocratica e política istituzionale: la diagnosi di
Rudolf Hilferding", pp. 337-377 y Giacomo M a r r a m a o , " 'Técnica sociale', Stato e
transizione tra socialdemocrazia weimariana e austromarxismo", en II política e la
trasformaziime, op. cit., p p . 153-162.
74
La discusión e n t r e u n ala sindical d e la socialdemocracia y la dirección del
partido, en la q u e los p r i m e r o s abogaban p o r una activa intervención del estado
p a r a paliar los efectos d e la crisis, aparece glosada en el capítulo vil del libro d e
Sturmthal. Para u n a visión más detallada, ver Rusconi, <#>. cit., cap. 15.
75
C f r . F e r n a n d o Claudin, La crisis del movimiento comunista, I, De ta Komintem al
Kominform, París, 1970; ver también Nicos Poulantzas, Fascismo y dictadura, Mé-
xico. 1972.
78
Milos Hajek, "La táctica d e la lucha d e ' d a s e contra clase' e n el VI Con-
greso", e n VI Congreso de la Internacional Comunista (dos volúmenes), C u a d e r n o s d e
Pasado y Presente, n ú m e r o 66, México, 1977, p p . 7-83.
77
Ibid., pp. 96-97.
78
Citado en Hajek, p. 30.

63
79
A r t h u r Rosenberg, "El fascismo como movimiento d e masas", en la recopila-
ción d e Wolfgang A b e n d r o t h Fascismo y capitalismo, Barcelona, 1976.
80
Antonio Gramsci, Quaderni del carcere, Edizione critica dell'Istituto Gramsci,
T u r í n , 1975, c u a d e r n o 13, nota 7, p. 1565. T a m b i é n en Notas sobre Maquiavelo,
sobre política y sobre el estado moderno. México, 1975, p p . 112-113. A partir d e a h o r a
citaré las referencias a la edición crítica d e los C u a d e r n o s , señalando la corres-
p o n d e n c i a con la edición mexicana d e los libros d e Gramsci.
81
Q 8, nota 236, p. 1089. N o aparece t e x t u a l m e n t e en n i n g u n a edición d e ios
libros.
82
Q 8 (2), p. 937; Maq., 163.
83
Q 6 (24), p. 703; Pasado y Presente, 203.
84
Q 6,(136), p. 800; Maq., 167.
85
Q 15 (10), p. 1765; Maq., 107.
86
Q 13 (17), p. 1584; Maq., 72.
87
Q 10 (15), p. 1253. N o figura en las traducciones al español.
88
Ibidem.
89
Q 10 (61), pp. 1358-1362.
90
Ibid., p. 1358.
91
Ibid., p. 1360.
92
Ibid., pp. 1360-1361.
93
Q 12 (1), pp. 1522-1523; Los intelectuales y la organización de la cultura, p. 21.
94
Q 12 (1), pp. 1524-1530; Int., 23-28.
95
Q 12 (1), p. 1518; Int., 17-18.
96
Q 13 (36), p. 1632; Maq., 102.
97
Q 8 (55), p. 974; PyP, 204.
98
Q 12 (1), p. 1520; Int., 18.
99
Ibidem.
1 0
\ Q 6 (81), p. 751; Maq., 116.
101
Q 14 (49), p. 1708; Maq., 158-159.
102
Q 15 (59), p. 1824; El Risorgimento, p. 144.
103
Q 15 (48), p. 1808; Maq., 173.
104
Q 13 (23), p. 1602; Maq., 76.
105
Ibid., p. 1603.
ios q 4 (38) ) p. 455. La f r a s e n o figura en las traducciones al español.
107
Q 13 (17), p. 1587; Maq., 74.
108
Q 8 (2), p. 937; Maq., 163.
109
Q 7 (28), p. 876; Maq., 201.
110
Q 15 (5), p. 1755.
111
Ibidem.
112
Q 13 (37), p. 1638; Maq., 136.
113
Q 1 (76), p. 84; PyP, 253.
114
Q 3 (34), p. 311; PyP, 52. Cabe señalar q u e la traducción cambia totalmente
el sentido d e la frase: en lugar d e "las g r a n d e s masas", p r e f i e r e "las clases domi-
nantes" .
115
Q 7 (80), p. 912; PyP, 104.
118
Ibidem.
117
F r a n c o d e Felice, "Rivoluzione passiva, fascismo, americanismo in Gramsci",
en Política e storia in Gramsci, op. cit., p. 179.
118
Q 6 (138), p. 801; PyP, 91.
1,9
Q 13 (24), p. 1615; Maq., 94.
120
Q 13 (27), p. 1619; Maq., 85.

64
121
Ibid.., p. 1620; Maq., 86.
122
Q 13 (23), p. 1603; Maq., 76.
123
Q 3 (119), p. 3 8 8 ; P y P , 81.
124
Franco d e Felice, "Una chiave di lettura in 'Americanismo e Fordismo' ", en
Rinascita, 27 d e octubre d e 1972.
125
Q 12 (1), p. 1530-1531; Int., 107.
126
Ibid., p. 108.
127
Q 22 (1), p. 2139; Maq., 281.
128
"L' operaio in fabbrica", en L'Ordine Nuavo, 21 d e febrero d e 1920 (ahora
en Scritti politici, Roma, 1967, p. 356).
129
Q 22 (1), p. 2140; Maq., 282.
130
Q 3 (34), p. 312; P ^ P , 53.
131
Q 22 (2), p. 2146, Maq., 287.
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p. xxx.
133
Q 22 (2), p. 2146; Maq., 288.
,34
Ibid., (11), p. 2164; Maq., 301.
135
Ibid., (3), p. 2150; Maq., 297.
136
Ibid., (6), p. 2157; Maq., 293.
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Ibid., (14), p. 2176; Maq., 313.
138
Ibidem.
139
Ibid., p. 2177; Maq., 314.
,4
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141
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