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El arte rupestre. En las ultimas décadas, el interés que ha cobrado el estudio de las culturas indigenas, no solamente de los grupos nativos que atin superviven en el territorio colombiano sino también de los que ocupaban extensas co- marcas en la época prehispdnica, ha provocado, a su vez, una revaloracién de los elementos culturales propios de estos ee entre ellos el arte. La arqueologia moderna y los ha- llazgos ocasionales de los tiltimos afios, han reunido, en co- lecciones puiblicas y privadas, hermosos especimenes de cerd- mica, orfebreria, industria litica, tejidos, industria del hueso, etc., que reflejan la elevada inspiracién artistica de estos an- tiguos pueblos, su sentido estético y lo mucho que alcanzaron en la concepcién de la forma a través del arte propiamente dicho y de la religin. Estos mismos estudios registran el hecho incontrovertible de que en aquellos tiempos estas ocupaciones fueron verda- deras artesanias, practicadas por numerosos grupos, que lleva- ban sus productos no solamente a los pueblos vecinos sino hasta mas allé de lo que hoy en dia comprenden las fronteras patrias: en la zona de Perija y regiones del Orinoco y Ama- zonas, hay formas, técnicas y estilos de cerdmica, cuyo origen debe buscarse en territorio colombiano, segtin los especialistas. Nuestros orfebres, los mas famosos de América, como lo com- prueban las colecciones del Museo del Oro del Banco de la Republica, Ilevaron sus figurillas hasta Centro América y Yu- catin. En el Zenote Sagrado de Chichén Itz4 se encontraron piezas de orfebreria de evidente origen colombiano y en la zona de Coclé, Panama, Lothrop encontré un tipo de pro- ductos de metalisteria cuya técnica de fabricacién y aun su inspiracién artistica lo inclinan a situar su procedencia hacia el sur, en territorio colombiano. Esto, para no hablar del intercambio frecuentes que se hacia de productos artesanales a todo lo largo y ancho de Colombia en la época prehispdnica. Esto explica ciertas correspondencias estilisticas, aun en su diversidad local, como el caso de la cerdmica y de la orbe- brerfa quimbayas, cuyas formas y estilos decorativos funda- 214 LUIS DUQUE GOMEZ mentales se extienden a lo largo de toda la cuenca del Cauca y del Sina. Sobrarfa recordar lo mucho que significé la gran indus- tria de los hilados y tejidos de los altiplanos frios de Cun- dinamarca y Boyacd y de las zonas templadas de Antioquia iganetes Aqui, el fique, el algodén, las cortezas de 4r- 1 y otras fibras nativas, fueron admirablemente beneficiadas para el vestido cotidiano y ceremonial. Las cuevas de San- tander y las de los ehnteatiertes del Cocuy, nos han conser- vado, en magnifico estado, lienzos hermosos, decorados con motivos pintados y entretejidos, algunos con una inspiracién artistica basada en un verdadero simbolismo religioso. Sabe- mos cémo aun bien entrada la colonia y casi en los albores de la repiblica, los tejedores constituian una buena fuen- te de tributos para el reino, no obstante, las trabas de la metrépoli para el fomento y conservacién de esta industria, en su afan de abrir nuevos mercados a los lienzos de Castilla. Corrieron los afios del coloniaje y estas manifestaciones nativas, que en un principio tuvieron su cardcter eminente- mente popular, un mensaje religioso, una expresién estética y una inspiracién a veces abstracta no obstante su indole marcadamente utilitarista, terminaron por extinguirse casi por completo, sustituidas por los productos extrafios. Més de 400 afios han pasado y esta dimensién cronolégica crea un vacio inllenable, una barrera, un muro frio en el proceso evolu- tivo de nuestras artes populares. Por esto resulta artificiosa Ja idea de regresar a estos viejos patrones, que pertenecieron a pueblos muy distintos a los mestizos de hoy, que tenian otro concepto de Ja vida, otra inspiracién religiosa y que por Jo tanto su expresién estética estaba en correspondencia con estas pautas tradicionales de su cultura. Sin embargo, existen todavia nticleos de artesania, de origen colonial y prehispé- nico, que reflejan el cardcter de nuestro pueblo mestizo y que est4n entrafiablemente unidos al alma popular, que los ha conservado, no obstante el abandono en que los hemos mantenido y lo mucho que hemos hecho por destruirlos. El tipismo de México, el florecimiento y desarrollo extraordi- nario de sus artesanias, han sido el fruto de una campaiia realizada por el gobierno de este pais, de un lado para des- pertar en todas las capas de la poblaciéu un sentimiento de orgullo y de simpatia por estas muestras, ingenuas unas, inge- niosas otras, de la inspiracién verndcula de su pueblo, y de PREHISTORIA 215 otro por conseguir la tecnificacién de los procesos de ma- nufactura y el aprovechamiento de elementos tradiciona- les, todo ello dentro de una cuidadosa orientacién, para no desyirtuar el cardcter genuino de tales manifestaciones. Réquira, La Chamba, la plateria de Mompés, los tejidos reinosos de Santander y Boyacd, la plateria del Sina, del Cauca y del Chocé, la esparteria del Magdalena, la cesterla de los Llanos, la tagua, la sombrereria de paja toquilla del Huila y Narifo, el barniz de Pasto, etc., para no mencionar sino algunos, constituyen, podriamos decir, frutos silvestres de una artesania que todos los colombianos estamos en el deber de cultivar y fomentar. El arte grafico lo expresaron los nativos precolombianos principalmente en las pinturas y en los grabados rupestres. Los ideogramas estan hechos con pintura roja, blanca y negra, como en casi todo el arte rupestre primitivo. Estas manifes- taciones se encuentran en todo el territorio de la republica y generalmente se hicieron utilizando pinturas de origen mi- neral, o bien grabando directamente el signo en la roca, como se observa en varios de los sitios que ocupaban en el momento de la Conquista pueblos de origen karib. Los mismos sistemas fueron empleados en casi todo el arte rupestre primitivo en el mundo entero. Triéngulos, rombos, concéntricos, figuras antropomorfas, zoomorfas, manos y pies humanos, espirales, grecas, Iineas onduladas, etc., son los signos mas frecuentes que se pintaron o grabaron en las piedras, para lo cual pre- firieron los indios casi siempre las rocas areniscas. Los signos rupestres de Colombia han sido llamados im- propiamente pictografias, esto es, la representacién grafica de cuadros, objetos, escenas, etcétera, como las que existen en ciertos lugares de Australia, Africa y en algunas zonas de Norteamérica. Sin embargo debe aclararse que en Colombia tales manifestaciones deben interpretarse como ideogramas, de- finidos por los tratadistas modernos de arte primitivo como “simbolos pictéricos que se usan para sugerir objetos o ideas abstractos”. Consideramos nosotros que atin no se han allegado los elementos de juicio necesarios para una interpretacién cien- tifica del significado del arte rupestre de chibchas, caribes, arawacos y otros pueblos, si es que fueron estos los verdaderos autores de aquellas expresiones artisticas y mégico-religiosas. 216 LUIS DUQUE GOMEZ Estas interpretaciones tienen que basarse sobre un conoci- miento a fondo de las formas religiosas de tales pueblos. De ahi que la lectura facil que a veces se hace de los signos del arte rupestre, deba tomarse con la reserva prudencial que exigen los rumbos de la moderna investigacién arqueolégica. Tampoco puede aceptarse la tesis radical que expone en su obra sobre los chibchas el historiador don Vicente Restrepo, sobre que nada significan los signos pintados 0 grabados en las rocas: “Hemos puesto especial cuidado —escribe este autor— en reunir un nimero considerable de copias de pictografias grabadas o pintadas en Piedras, de todos los departamentos de la Reptiblica, fuera de las muchas que hemos examinado en los mismos lugares. Del estudio comparativo que de ellas hemos hecho en asocio de Ernesto Restrepo, concluimos que los aborigenes de Colombia no tuvieron conocimiento de ninguna clase de escritura, sea figurativa, simbélica 0 ideogréfica. Estamos muy lejos de con- venir con Jos autores que suponen que representaban en ellas los indios sus migraciones, sus cacerias y los cataclismos que pudieron presenciar. Las Pocas figuras que se repiten, siempre en desorden y confusién, y sin que se observen caracteres que puedan considerarse como jeroglificos, ni imé- genes simbélicas, prueban que deben su origen a la fantasia del que las grabé o las pinté con tinta roja” 1, Debemos a los investigadores Wenceslao Cabrera y José Pérez de Barradas, los primeros intentos metédicos en la ini- ciacién del estudio del arte rupestre de Colombia. Estos au- tores hacen una resefia histérica de las interpretaciones dadas al arte rupestre y ensayan sus propias tesis, esta vez cuiddn- dose de no incurrir en las hipétesis fantdsticas sustentadas por viejos autores, y limiténdose a hacer una presentacién sistematica de los motivos grabados y pintados, segtin las dis- tintas regiones en que se divide el territorio nacional. Pérez de Barradas distingue ocho zonas geogréficas del arte rupestre en Colombia, asf: 1. Sierra Nevada de Santa Marta y Bajo Magdalena, que comprende los grabados y pinturas de la Sierra Nevada de Santa Marta, Tamalameque, Pefién de Caro, La Marcada Geegién del rio Cucuama, distrito de Miraflores), 2. Grabados de la regién de tierra caliente de Cun- dinamarca, que comprende la piedra de El Darién (en el rio Cuinde, municipio de Cunday); piedra del Ambucal (muni- % Resraxpo, Vicente: Los Chibchas antes de la Conquista Espafiola, cap. xv, p. 169, Bogoté, 1895, Piedras grabadas de Santa Rosa, Caldas. Piedra pintada de Facatativa, Cundinamarca. La piedra geabada de LA Yunca, hallada hace pocos afios cerca a Popaydn. GFotos de J. M. Enriquez G.) PREHISTORIA 217 cipio de Tocaima); piedras de Tena (municipio de Tocaima); piedras de Los Olivos (municipio de Tocaima, en el rio Ca- Jandaima); piedras de La Ruidosa (municipio de Viotd); pie- dra de la hacienda Sevilla (municipio de El Colegio, en el rio Calandaima); El Sepulcro (municipio de El Colegio, ha- cienda de Batavia); piedra El Poleo (Tibacuy); piedras del municipio de El Colegio, situadas en la finca del sefior Car- los de Vengoechea; piedras de la hacienda Las Granjas (mu- nicipio de El Colegio); piedras de la California (municipio de El Colegio); piedras de la Argentina (municipio de El Cole- gio); piedra de Vergara (Vergara); piedras de Chinauta y Anacut4 (municipio de Fusagasugé). 3. Altiplanicie de Boyacd y Cundinamarca, que com- prende las Columnas del Infiernito (Duitama, barranco del Infiernito); piedra de Chiticuy (situada entre los municipios de Duitama y de Santa Rosa); piedra de Gameza (Gdmeza); piedra aie en el paramo que queda al este del municipio de Ramiriqui; piedra del nicho del Brujo (municipio de Co- rrales, orillas del rio Chicamocha); piedra de El Infierno (a poca distancia del Puente de Boyacé, en la orilla del rio Tea- tinos); rocas pintadas del rio Teatinos (Puente de Boyaca); iedra de Barreiro (Puente de Boyacd); piedras de la cuesta lel Pedregal (municipio de Firavitova); piedra de El Colegio (Tunja); Piedra Gorda (municipio de Tunja, hacienda de La Cafiada, en la vereda de Tras del Alto); piedra El Balcén (El Colegio, municipio de Tunja); Rocas del rio Ramiriqui (municipio de Ramiriqui); piedra de El Diablo (municipio de Sutatausa); Rocas de Casablanca (municipio de Madrid); piedras pintadas de El Abra (municipio de Zipaquir4); pie- dra de la hacienda Chincha (potrero El Rodeo, Sabana de Bogotd); piedra de San Benito (municipio de Soacha); pie- dra de El Vinculo (municipio de Soacha); piedra de la Igle- sia Chacienda de San Benito, municipio de Soacha); piedra de los Destierros de las Cruces (Sibaté, Soacha); piedras de Chunubé (Boyac4, Cundinamarca); piedra pintada de la ha- cienda Galindito (potrero La Loma, Boyac4, Cundinamarca); piedra de La Leona (Tequendama); piedra E] Carrasco (ha- cienda de Tequendama); piedra El Alto (hacienda de Te- quendama); piedra de La Nufiez (municipio de Saboya); piedra de Chueca (municipio de Facatativ4); pinturas del Valle de Corito (potrero El Prefecto, municipio de Facatati- v4); piedras de la cafiada de la Chaguda (municipio de Fa- 218 LUIS DUQUE GOMEZ catativé); piedras de Tunja (municipio de Facatativa); Piedra Fute (hacienda Fute, municipio de La Mesa); Piedra Pin- tada (municipio de Pandi). 4. Parte norte del departamento del Huila, que com- prende las Piedras de Aipe; pinturas de Santa Rosalia de Palermo. 5. Valle del Cauca y Tierradentro, que comprende las rocas de La Pintada (Antioquia); roca del Alto de los Mi- cos (municipio de Titiribi); piedra de Macho Negro (Quin- dio); Roca del Indio (Quindio); piedra de El Castillo (Quindfo); piedra de Montealegre (Quindio); piedra de El Pa- raiso (La Soledad, Quindio); piedra del Cerro de las Cruces Cmunicipio de Cali); piedra de la hacienda de Los Limo- nes (municipio de Cali); piedra de El Salado 0 Queremal Gnunicipio de Cali); piedra de Aguasucia (municipio de Ja- mundf); piedras de Calima (Calima-Darién); piedras de Cal- deras, Belalcdzar, Muralla de Avirama, Suin (Tierradentro, Cauca); piedras de Pitayé (Pitay6); piedras de Morales (Morales). Ademés debe agregarse la piedra de la yunga, hallada recientemente cerca a Popaydn. 6. Regién Arqueolégica de San Agustin, Huila, que comprende la piedra de Timana (situada en la carretera en- tre Timand y San Agustin); piedras con grabados de Mesita A (Parque Arqueolégico Nacional, municipio de San Agustin); piedras con grabados de la Mesita B (Parque Arqueolégico Nacional, municipio de San Agustin); piedras del Pdramo del Letrero (Péramo del Letrero). 7. Departamento de Narifio, que comprende la Piedra de Sapuyes (limite con el distrito de Calcdn); piedra de Las Caras (quebrada de Cuarris, al W. de Sapuyes); piedra de Los Machines (municipio de Cumbal); piedras de la Cueva del P. Villota; piedra del Alto de las Ventanillas (distrito de Mombuco, La Florida); piedra con grabados del rio Culan- quisan; piedra de la quebrada La Peligrosa (Consacd); pie dra de Juanoy (municipio de Pasto); piedras con grabados de Negrohuaico (La Cabrera). 8. Vertientes orientales de la cordillera andina (cuen- cas del Orinoco y Amazonas), comprende la piedra del Co- rocal (Gasanaes: grabados del caserio del Rio Blanco (orillas del rio Pescado, Caquetd); piedras de la Pedrera (rdpi- PREHISTORIA, 219 dos del rio Caqueta *. A esta lista deben agregarse las piedras grabadas de la Sierra de la Macarena. Pérez de Barradas ve con simpatia la tesis del historia- dor Vicente Restrepo sobre que nada o muy poco significan Jos extrafios signos grabados o pintados por los indios en las rocas de diferentes regiones del pais. Se interesa en su tra- Eb por sentar una hipétesis acerca del origen de estas ma- nifestaciones y afirma que ellas pueden pertenecer a pueblos arawacos, los cuales vivieron en estas comarcas en una época anterior a la de los chibchas y se extendian desde Ocafia (Nor- te de Santander) hasta Tequendama y desde la regién orien- tal de los Andes hasta Girardot. “Como pueblo autor del arte rupestre colombiano —escribe Pérez de Barradas— hay que considerar en primer término a los arawacos, sin que por el cardcter simplista del estilo esquemético haya de excluirse a otros pueblos. Tal sucede con los grabados rupestres de las losas de los templos y sepulturas de San Agustin, que corresponden al pueblo autor de unos y otras por la unidad de estilo, aunque tosco e infantil, y por Ja representacién burda de figuras de dioses del tipo de los de las estatuas, partes caracteristicas de las mismas, como la boca de tipo de boca de jaguar. Algunos signos, especialmente en las losas sepulerales, de un rec tdngulo o dos en cruz cubierto por rayas cruzadas, hace pensar en que pudiera ser huella de un juego adivinatorio, como el “patolli” de los azte- cas, el que por las invocaciones que se hacian al practicarlo como por su significacién astronémica tenia cardcter rcligioso” #, En su trabajo, el investigador Wenceslao Cabrera com- plementa notablemente la documentacién presentada por el doctor Pérez de Barradas. Sefiala que el drea principal de las piedras pintadas se localiza en el centro de la republica, en particular en Cundinamarca, Boyacd y parte de Santander del Sur y excepcionalmente en otras regiones del pais, en tanto que los petroglifos 0 piedras grabadas se encuentran frecuentemente en las tierras bajas, sin rebasar el limite o nivel de los 2.600 metros de altura sobre el mar. La mayor parte fueron grabados en piedras situadas en las vegas de los rios o en las cafiadas. Entra luego, después de dejar a un lado el tema del significado del arte rupestre, por considerar todavia prematura y arriesgada su interpretacién, a hacer un recuento de los historiadores que se han ocupado de las pie- dras marcadas y de sus principales teorias sobre el particular, * Phnez ve Bannapas, Jost: El Arte Rupestre en Colombia, p. 12 a 57, Madrid, 1941. ® Pénez px Bannapas, Jost: EI Arte Rupestre en Colombia, p. 83, Madrid, 1941. 220 LUIS DUQUE GOMEZ tales como don Juan de Castellanos, el padre Zamora, fray Bernardo de Lugo, fray Pedro Simén, Juan Rodriguez Freile, el canénigo Duquesne, Alejandro de Humboldt, Manuel An- cizar, Agustin Codazzi, Liborio Zerda, Ernesto Restrepo Ti- rado, Miguel Triana, Vicente Restrepo, Eduardo Posada, Da- rio Rozo, José Pérez de Barradas, Gustavo White Uribe . Adhiere a las tesis de Pérez de Barradas sobre el posible ori- gen de las piedras pintadas, pero considera que los petrogli- fos deben atribuirse a otro grupo étnico: “Opinamos que los petroglifos fueron hechos Por grupos étnicos dife- rentes de los que dibujaron los pictégrafos, aun cuando en esto contra- riamos el valioso parecer del profesor espafiol. Otros autores los han considerado hasta ahora como caribes y creemos nosotros que con cierto fundamento; no nos convence plenamente el hecho de que sean también arawacos, pues un anilisis a fondo demuestra caracteristicas diferenciales bastante marcadas; nos inclinamos, pues a considerarlos como caribes, al menos mientras no se demuestre otra cosa positivamente, ya que son muy similares a los encontrados en la Guayana y en Jos grandes afluentes del Amazonas y el Orinoco” 4, E] trabajo del investigador Cabrera termina con un cua- dro sinéptico de los petroglifos y piedras pintadas de Cundina- marca, en el cual se anotan el municipio o corregimiento, la notacién dada por el autor, el nombre popular, naturaleza, sitio de localizacién, descubridor, informador o dibujante. E] cuadro en mencién trae datos sobre piedras pintadas y graba- das de los municipios y corregimientos de Alban, Arbeldez, Bojac4, Cogua, Chia, El Colegio, El Triunfo, Facatativa, Fusa- gasug4, Guayabal, La Calera, Madrid, Fosca, Fuiquene, Gua- tavita, Pandi, Santandercito, Sasaima, Soacha, Sibaté, Suba- choque, Suesca, Sutatausa, Tena, Tibacuy, Tocaima, Ubaté, Usme, Vergara, Viotd, Zipaquir, Nemocén y Villeta. El tema acerca del origen y del significado del arte ru- Pete en Colombia, concretamente del de el drea chibcha, ‘ue removido hace algunos afios en el pais por el doctor Da- rio Rozo, en conferencias piiblicas dictadas en la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Fisico-Quimicas y Natura- les y en la Sociedad Geogrdfica de Colombia, las cuales me- recieron animados comentarios por parte de algunos escrito- res de la prensa de Bogotd. Las primeras investigaciones del doctor Rozo fueron publicadas en el afio de 1938, bajo el “ Caumana, Wuncxstao: Pictografias y petroglifos, Boletin de Arqueologfa, n. 3, p. 248 249, Bogotd, 1946. PREHISTORIA 221 titulo de Mitologia y escritura de los Chibchas y en ellas trata de demostrar que, contrariamente a lo que sostienen los escri- tores modernos que se han ocupado de la civilizacién de los chibchas, estos pueblos si tuvieron una escritura y a ella per- tenecen los signos expresados en todas las piedras pintadas que se encuentran en el Area geografica que se les ha sefia- lado y en otros lugares de la republica. En enero del afto de 1952, el doctor Rozo volvié a sus- tentar sus tesis por medio de las conferencias a que nos hemos referido. Sin dejar de reconocer los méritos impon- derables de muchos de los aspectos del trabajo investigativo adelantado por el autor para dandaraeiein sus hipdtesis, con- sideramos que sera muy dificil, en el estado actual de los conocimientos cientfficos sobre la prehistoria americana, de- fender ante la critica moderna, sugerencias como la posible participacién de elementos europeos en el poblamiento antiguo del Nuevo Mundo y particularmente de lo que hoy es el te- rritorio de Colombia, siguiendo la via de penetracién de los rios Meta y Orinoco, después de haber utilizado la corriente marina que arranca del norte de Espaiia y Ilega hasta donde vierte sus aguas el Orinoco; que dichos elementos fueron pre- sumiblemente vascos, a juzgar por las estrechas analogias que pueden advertirse entre los signos de las piedras pintadas y la escritura de los etiscaros antiguos, estudiada por el pres- bitero Julio Cejador y Frauca. Sobre el arte rupestre prehispénico en Colombia, nada se puede afirmar, pues, en definitiva, en relacién con el sig- nificado de sus simbolos y con la época en que fueron labrados 0 pintados tales signos en las rocas y acantilados de varias re- giones del pais. Lo mismo sucede con estas manifestaciones artisticas en otras regiones americanas. Los investigadores han sido muy discretos en la formulacién de hipétesis sobre este aspecto de las culturas indigenas y en la mayoria de los casos se han limitado a describir los signos, a clasificarlos sis- tematicamente y a presentarlos con una buena documenta- cién grdfica. Con todo y lo anterior, se tienen ya algunas interpreta- ciones a este respecto, como la de que tales vestigios arqueo- légicos tienen un cardcter eminentemente simbélico; son la expresiOn de creencias mégico-religiosas de los aborigenes y en general del hombre primitivo, en todas parte del mundo. 222 LUIS DUQUE GoMEZ En consecuencia, la investigacién arqueolégica se inclina a ver en el arte rupestre americano, no el testimonio de ideo- grafias, como audazmente Jo pretenden algunos, sino el men- saje perdurable del complicado mundo magico de los nativos, “EI arte humano, sin limitaciones de tiempo y de ugar, de raza y de cultura —escribe el teverendo hermano Hildeberto M,, refiriéndose al arte rupestre de Nicaragua (1959)— es y serd Profundamente simbélico, las formas materiales para representar el mundo ideal que a los artistas se ofrece. Por ellos se apela al simbolismo, aun en las producciones del ug, més realist, en cl buen sentido de la palabra. El simbcte hace, Pues, al arte, fuertemente representativo. TElitubosdel stmbolo:agregacestoy eutor-— 'e-patriméaia de. ote literatura, religién y doctrina; entra como Poderoso elemento de relacién a {as costumbres de todos los pueblos, razas y tribus, tent ae Europa como de Asia y de América”, En la actualidad se trabaja intensamente en varios pai- ses para desentrafiar el significado de los signos fundamen- tales que aparecen en Jas Pictografias y en los Petroglifos. Se- gtin algunos investigadores, el sapo, 1a rana, el cuadrado, la cruz, son simbolos relacionados con un culto atmosférico, intimamente vinculado con la agricultura. Las Iineas en es- piral se interpretan como simbolos de la fecundidad, concepto que tiene una gran significacién en Jas formas religiosas amerindias y que inspird, por lo tanto, muchas de las expre- siones artisticas de los pueblos prehispanicos, E] tridngulo Teptesenta en casi todas las culturas primitivas el sexo feme- nino y estd, por lo tanto, en intima relacién con el culto a Ja maternidad. El circulo simple es el simbolo de la luna y el cfrculo radiado exteriormente, del sol. Una linea horizon- tal, con cuatro Tayas verticales inferiores simboliza los ani- males cuadrtipedos. Las deducciones anteriores se han sacado a base de estudios sistematicos del arte Tupestre correspon- diente al Periodo Neolitico Europeo, que tantas manifes- taciones de esta indole dejé en cavernas y acantilados. En tér- minos generales, puede afirmarse, como bien lo anota Nufiez Jiménez, que el arte Tupestre en América se caracteriza, co- mo en el viejo continente, por sus esquematizaciones y por la estilizacién de las figuras que se quisieron representar con finalidades méagico-religiosas *, ® N6Szz Jnatwez: Op. cit, p. 13, 1959, ‘PREHISTORIA 223 “La arqueologia europea nos demuestra —escribe el precitado au- tor— que en un proceso de desarrollo del arte rupestre que comprende muchos miles de afios, tanto la pintura como el grabado realista ocuparon tun espacio de tiempo inicial que se prolongé hasta la época neolitica, don- de cl arte estilizado y geométrico aleanza su mayor auge. Aqui se observan tendencias artisticas dirigidas a que resulte sdlo lo esencial, con abstrac- cién de lo secundario, asi como una simplificacién de las formas y a repetir incansablemente estas formas estilizadas, multiplicdndolas como cormamentos, es decir, con cierto placer estético, sin que se desvincule de sus raices mdgicas. La multiplicacién de lo estilizado Meva al hombre primitive a ‘crear’ figuras, a elaborar formas no existentes en Ia natura- leza. Durante la época en que levé a las paredes cavernarias los bisontes policromados, dibujéndolos més o menos tales como los vela, el papel del artista fue el de un copista, pero al estilizar, a través de un largo proceso, Jeones, bisontes y hombres, el resultado de su esfuerzo resulté algo ‘dis- tinto’, si no creador, al menos modificador de la realidad objetiva” ®. Para muchos pueblos primitivos el circulo, sencillo o multiple, con rayos o sin ellos, simbolizaba, como se ha di- cho, al sol y a la luna, su poder, origen de todos los bienes y también de muchos males. Tales representaciones parecen haber sido frecuentes en América y aun en Colombia. Sin embargo, para los muiscas, la luz, el origen del mundo, estaba representada por un “gran pdjaro de fuego” como lo relatan las crénicas de la Conquista y como parecen compro- barlo diferentes hallazgos arqueolégicos. En la Costa Atlan- tica Colombiana, por ejemplo, los grupos indigenas pertene- cientes a este mismo contexto cultural, parece que tenian una idea similar. Su religién estuvo orientada especialmente ha- cia un culto solar. Todo indica que tal representacién se hacia con motivos de Aguilas u otra especie de las falcénidas. En los objetos de orfebreria, éste parece haber sido el motivo pre- ferido y era tan popular y significativo, que tenia valor como moneda en las operaciones de trueque con otros productos. En algunas rocas labradas se presentan hoyuelos, tal como se ha registrado en diferentes sitios arqueolégicos ame- ricanos. También éstos estan en relacién con el culto a las deidades acudticas. En Nicaragua, por ejemplo, esos hoyue- les o morteros rodean otro més grande, formando un semi- circulo o circulo completo. A veces estan unidos por canales minisculos '. En la “Fuente de Lavapatas” de San Agustin, en medio de los motivos serpentiformes en alto relieve y al lado ‘© (NGSxz Jnuiwez: Op. cit., p. 40, 1959. = Heomarnro, M.: Op. cit., p. 16. 224 LUIS DUQUE GOMEZ de las piletas ceremoniales, se labraron también estos hoyue- los o “tacitas”. Hasta hace pocos afios se conservé en esta mis- ma zona arqueoldgica, en el sitio denominado El Batdn, la llamada “Fuente de las Moyas”, nombrada asi por existir aqui, en el cauce rocoso de la quebrada del mismo nombre, una serie de hoyuelos o “moyas”, dispuestos en hilera y en semi- circulo, comunicados entre si por medio de cortos canales, al igual que en Nicaragua. En el arte rupestre del Oriente Colombiano, en especial en el drea cubierta por la cultura chibcha, aparecen, al lado de otras figuras pintadas, los positivos de manos y pies, pro- ducidos mediante su aplicacién a las paredes rocosas. Moti- vos o simbolos similares, aunque negativos, se observan tam- bién, en gran nimero, en las cuevas de varias regiones de la Patagonia y corresponden, segtin recientes estudios, a las ca- pas culturales toldense y casapedrense. De acuerdo con las interpretaciones de Oswaldo F. A. Menghin, tales huellas son el resultado de prdcticas magicas relacionadas con la curacién de las enfermedades. Invoca el testimonio de Muster, quien refiere que en el viaje que hiciera con una horda de tehuel- ches en 1869-1870, se enfermé un nijio. Para curarlo, reali- zaron practicas magicas, entre ellas el sacrificio de una yegua blanca, cuya piel antes de matar el animal, fue totalmente cubierta con imprentas rojas de mano. “En el oeste de Nueva Guinea —refiere el mismo autor— los nega- tivos estén en relacién con una leyenda sobre la inmigracién de los ante- pasados. Su reiterada confeccién fue —segin los relatos de los abori- genes— un acto que estaba conectado con el culto conmemorativo de ellos”. “De interés particular es —termina diciendo— la gran difusién de los negativos de manos que se encuentran en todos los continentes. En Argentina se conocen algunos yacimientos, no descritos atin, en la provincia de La Rioja, de acuerdo con informaciones obtenidas del folklo- rista Caceres Freyre. Ibarra Grasso, Director del Museo de Cochabamba GBolivia), descubrié, en el afio de 1953, una cueva con negativos negros y blancos, en las cercanias de Mojocoya, Dpto. de Chuquisaca. .. Parecen raros y bastante recientes en Norteamérica... Es indudable la conexién histérica de los negativos de manos americanos, donde originariamente también estén siempre en relacién con culturas de cazadores superiores. Los més antiguos son los bien conocides de las grutas de Francia y Espafia, que se remontan al comienzo del Miolitico (Paleolitico Superior). Muy antiguos existieron también en el Sahara, pero se conservaron pocos. De Asia conocemos hasta la fecha solamente el yacimiento de Ceram. En australia parecen frecuentes y antiguos. .. Esa distribucién habla en Cemofodonuy ap ouesquoro; > Ind aye op souoreysazTUEUE sayuRSDIOJUF 9 sesorOUINU yIOROg uorefop soques sosno ua ‘(eoreueMIpuND) PARA op BUOZ e[ ap sLsod0I soUO|>UIOT ons eS B[ op soyuenqey sons; Arriba: Detalle de los motivos grabados en las piedras de Lomitas, L Aires, Cauca. Abajo: Bloque de piedra vi Agustina y Buenos udrez-Betulia, Cauca, grabada por los indios en la época prehispénica. Fotos de E. Silva Celis) PREHISTORIA 225 favor de un origen centro-asidtico, de donde pudieron irradiar hacia todos Jados” 8. Uno de los sitios en Colombia donde aparecen en mayor numero manifestaciones de pintura rupestre, est4 localizado en la poblacién cundinamarquesa de Facatativa, no lejos de la ciudad capital. El lugar, que tradicionalmente se ha deno- minado “Las Piedras de Tunja” 0 “Cercado de los Zipas” fue constituido en Parque Arqueolégico Nacional en el afio de 1946. Existen alli numerosas pinturas rojas, de variados mo- tivos, sobre las piedras que afloran de la superficie. La for- macién geolégica del sitio ofrece extraordinaria belleza, por tratarse Aa grandes bloques de piedra a manera de cornisas, que formaron en tiempos remotos las orillas del antiguo lago que cubria gran parte de la Sabana de Bogota, rocas que de- jan abrigos, los cuales parece que fueron utilizados por las poblaciones indigenas desaparecidas como sitios de vivienda temporal y de reuniones especiales para la prdctica de sus ceremonias. Las pictografias estan generalmente en la base de los cornisamentos y aparecen en casi todas las piedras del lugar. Algunos de los bloques rocosos alcanzan una altura de més de diez metros. Su naturaleza es de arenisca, correspon- diente a la formacién Guadalupe, del Cretdcico superior, segitin el estudio que sobre la geologia del lugar hizo por encargo del Instituto Etnolégico Nacional (hoy Instituto Co- lombiano de Antropologia), el gedlogo y paleontélogo espafiol doctor José Royo Gémez, estudio que fue publicado en 1950. Este autor, al contrario de lo que han sugerido otros inves- tigadores, niega que “Las Piedras de Tunja” sean bloques errticos de origen glaciar: “Como ya hemos dicho —escribe Royo Gémez— a primera vista hace el efecto de que los bloques estén desparramados sin orden ni con- cierto, pero a poco que se examinan con alsin detenimiento se nota que los hay alineados... de modo que quedan més 0 menos paralelas las superficies planas laterales de unos y otros bloques y que claramente se ve que estuvieron en mucho contacto anteriormente. Se pueden observar ademas los asomos de estratos de la misma arenisca, que forman una especie de mesetas y que al pie de sus escarpes se encuentran grandes blo- ques desprendidos, que son los que han venido a constituir las Piedras de Tunja diseminadas” °. © Menon, O. F, Au: El Protolitico de América, extracto. Acta Prehistérica, Buenos Aires, 1957. © Royo Gomez, Jost: Las Piedras de Tunja de Facatativd y el Cuaternario de la Sabana de Bogotd, p. 5, Bogoté, 1950. maral 226 LUIS DUQUE GOMEZ Agrega este autor, que la confirmacién de este acerto es Ja naturaleza arenisca de todos los bloques y la misma forma de erosién en coliflor que presentan todos ellos, erosién pro- pia de las areniscas duras del Guadalupe medio superior y del superior, a cuyos niveles pertenecen los estratos que aflo- ran en esa comarca. Que en las terrazas labradas por el antiguo lago sabanero, se produjeron costras limoniticas late- riticas, cuando quedaron libres de las aguas y sufrieron las in- clemencias solares y de la intemperie general”. “Los frentes de los asomos de esos estratos muestran una superficie lisa, redondeada, propia del lamido de las aguas del Jago, las cuales exca- varon la base de Jos acantilados y dejaron volada la parte superior” 1°. Entre los principales motivos que aparecen en las picto- graffias de Facatativa, pueden mencionarse, por su importan- cia, los siguientes: 1. Figuras raniformes, representadas generalmente con cola y en forma muy esquematizada, con trazos rombénicos dobles. 2. Lagartos, figurados, como las anteriores, en forma esquematizada, por medio de lineas simples cruzadas. 3. Figuras cruciformes, representadas también en otros vestigios arqueolégicos de Colombia y de América. En San agustin, estos signos estan vinculados con el culto fune- rario y tienen una simbologia relacionada con la serpiente, tal como se encuentra entre las tribus amaz6nicas, para quienes ésta es el origen de la especie. 4. Representacién de manos, que aparecen en otras regiones del pais. 5. Figuras geométricas, como circulos simples y con- céntricos, que algunos consideran como representaciones lu- nares y solares. El Departamento de Investigaciones Antropolégicas de la Universidad Central de las Villas, de Cuba, publicé, en el afio de 1959, un importante estudio del investigador Antonio Nuifez Jiménez, que lleva por titulo Facatativd, Santuario de la Rana, en el cual hace una sistematica presentacién de las manifestaciones del arte rupestre dejadas por los antiguos habitantes de la Sabana de Bogota en aquel sitio. El autor 3 Roxo Gosnz, Jost: Las Piedras de Tunja de Facatativé y el Cuaternario de la Sabana de Bogotd, p. 6, Bogotd, 1950. PREHISTORIA 227 estuvo en Colombia en el afio de 1951 y durante varios me- ses permanecié haciendo un detenido estudio y reconocimiento de este lugar arqueolégico. Tal vez el capitulo mds sugestivo del autor, es el que se refiere al “Mito y realidad de la rana”, motivo que se en- cuentra muy repetido en las rocas del “Cercado de los Zipas”. Para explicar su presencia aqui estudia con buen criterio la reparticién y el significado de este motivo a través de los vie- jos pueblos de Europa y de Asia y en particular a lo largo de varias regiones americanas. Transcribimos aqui algunos de los més significativos pérrafos del trabajo de Nuiiez Jiménez: “El hombre en estado natural o en permanente contacto con la natu- raleza viviendo al lado o frente a los animales del bosque, aprendié de ellos sus cualidades, interpret perfectamente el significado de la reunién de las auras y sus vuelos espirales como presagio del mal tiempo y supo como nadie del ciclo vital de las distintas especies zoolégicas; comprobé Ia fuerza del toro, la astucia de Ja liebre, la laboriosidad de las abejas, la inteligencia del perro y del caballo, la agilidad del tigre. Simbolizé estas fuerzas y cualidades en ellos mismos y las divizé en las imAgenes de los animales correspondientes. Hoy, el hombre de las ciudades, el hombre de la civilizacién, necesita de un barémetro para saber cuando viene el mal tiempo. A los hombres primitivos les bastaba contemplar las auras y escuchar el croar de los sapos. El distanciamiento del hombre culto del ambiente natural y su vivir permanente en un medio artificial, formado esencialmente de cemento, hierro y asfalto, le ha hecho perder la capacidad personal para interpretar 1a naturaleza y sus secretos; y de abi Ia urgencia de construir instrumentos que suplan la pérdida de esas condiciones con que la evolucién orgénica lo dots. "La mejor prucba de lo que decimos es la rana, que en s{ viene siendo casi un observatorio, no s6lo meteorolégico sino sismolégico tam- bién. Que las ranas anuncian las Huvias no es un secreto para nadie que haya estado en contacto largo tiempo con ellas en el campo y en las maérgenes de los rios, lagos y estanques. Ya en el Diario de la marina, del 22 de octubre de 1870, hallamos esta interesante nota sobre las sefiales precursoras del huracdn Mamado de ‘San Marcos’, donde se indica, entre otros cosas ‘que las telas de araiias y el polvillo pendiente de las paredes y techos cafan con frecuencia, desapareciendo los grillos, cigarras y ranas. To- do esto podré variar en su exacta repeticién pero es indudable que algo extraordinario sucede con anterioridad al fendmeno y parece como que Ja naturaleza da a denotar a los hombres que deben precaberse de un suceso fuerte e inminente’. "Esta opinién de la funcién de las ranas en relacién no sélo con Ja Muvia sino con el ciclén tropical, 1a consultamos con el sabio meteord- logo que dirige el Observatorio de la Universidad Central de las Villas, doctor Agustin Anido y Artiles, el cual nos firmé para este estudio la siguiente nota: ‘Estamos plenamente convencidos de que la rana posee cierta intuicién en relacién con la formacién de los ciclones. Esta facultad 228 LUIS DUQUE GOMEZ se manifiesta mds claramente cuando las ranas cantan en noches calurosas ¥ sin que se haya registrado Iuvia en la localidad o en las zonas préximas. El fenémeno es tan perceptible que Ilama poderosamente la atencidn. Algunas veces en noches célidas y secas, un tenue velo cirroso con el correspondiente halo lunar y el canto de las ranas, han sido signos cier- tamente precursores de la aparicién de un ciclén, aun en regiones bas- tante distantes de la nuestra. No dudamos de Ja certeza del hecho, aun- que desconocemos su explicacién racional’, ““Atin hay més, Storch, marino que legé a la ciudad de Santiago de Cuba cuando el terremoto de 1852, observé que los sapos de las conchas de los surtidores de la Plaza de Armas, mudaron también de domicilio Cal igual que las hormigas, los alacranes y los ratones) y al Parecer de naturaleza. Fueron a morar en los Arboles, cual si pertenecie- sen a la familia de las aves. "La relacién entre las ranas y los terremotos la tenfan ya los lamas del Tibet en su mitologia, segiin la cual, la tierra fue colocada, después de creada por Dios, sobre el lomo de una rana colosal. Cuando ésta brin- caba se producian las catéstrofes sismicas, "A propésito de este mito, agregaremos que en el antiguo Ceilén Ja rana sostenfa también el peso de una grandiosa tortuga y una serpiente césmica, sobre las que estaba posado el planeta que habitamos” 11, En muchas regiones mesoamericanas, al igual que en Colombia, la rana est4 tepresentada en objetos y. monumen- tos que parece estuvieron consagrados al culto de las deidades acuaticas, Entre los mayas, por ejemplo, la representacién de Tlaloc, dios de la lluvia, estaba siempre adornado con varios simbolos, entre los cuales se distinguen en primer término, ranas, espirales y animales acudticos, En San Agustin, Co- lombia, la fuente ceremonial conocida popularmente con el nombre de “Fuente de Lavapatas” est4 formada Por una roca labrada de grandes Proporciones, en el lecho de la quebrada del mismo nombre, sobre la cual se esculpieron, en alto re- lieve, motivos serpentiformes y batracoformes. Una rana co- losal fue esculpida también én un bloque de arenisca que aflora en la vertiente que cae sobre el lecho de la misma quebrada, a pocos metros de la referida fuente. La cerdmica. En colombia como en otras partes del mundo, la industria de la ceramica ha sido una actividad esencialmente femenina, También entre las blaciones in- digenas sucede casi siempre lo mismo. Estos hechos nos au- torizan para pensar que la fabricacién de vasijas, como en muchos paises de América, fue un trabajo en el que ejer- * NORxz Justwez: Op, cit. p. 49-50,

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