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La administración empresarial y su papel en la prevención de desastres ecológicos

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible, mejor conocidos como ODS, son diecisiete (17)

propósitos establecidos el 25 de septiembre de 2015 por diferentes líderes mundiales ante la

Organización de las Naciones Unidas, y que se espera se logren para el 2030. Estas pautas

tienen como finalidad aumentar la prosperidad del planeta, a través del cuidado ambiental,

la solidificación institucional, la reducción de la pobreza y la prevención de desastres

ecológicos.

Estos últimos se definen como aquellas catástrofes ocurridas en los ecosistemas,

dada la incorrecta intervención del hombre en los mismos. Entre los desastres más famosos,

se encuentran: La explosión de la planta nuclear Vladimir Illich Lenin, en Chernóbil; los

incendios en los pozos petroleros de Kuwait; y, la deforestación del Amazonas. Estos

cataclismos han ocasionado no solo daños ambientales irrecuperables, sino también, han

llevado al fallecimiento de un número importante de personas, a la reducción del número de

especies de fauna y flora, a que los países asuman importante pérdidas económicas, y, a la

alteración del orden social.

Con el fin de prevenir y frenar los graves daños ambientales que las industrias y las

comunidades han ocasionado a lo largo de la historia, se planificaron seis (6) objetivos

dentro de los ODS que responden a las necesidades ecológicas más urgentes del planeta

Tierra. Estas son: agua limpia y saneamiento; energía asequible y no contaminante;

ciudades y comunidades sostenibles; acción por el clima; vida submarina; y vida de

ecosistemas terrestres.
A pesar de que la ONU ha caracterizado detalladamente cada uno de estos

propósitos, la realidad es que para cumplirlos en el poco tiempo pactado es necesaria la

intervención y colaboración de disciplinas administrativas. Sin embargo, aún un número

importante de compañías y empresas son grandes contaminantes, por lo que no permiten

reducir eficaz y eficientemente el riesgo de incurrir en algún desastre ecológico, ya sea

desde la fabricación de sus producto, hasta la distribución y comercialización de los

mismos, todo esto porque ponen por encima los intereses privados y financieros, antes que

los sociales y ambientales.

Una de las grandes cargas probatorias de la tesis anteriormente expuesta, se da a

través de la contextualización del entorno y el tiempo actual. El mundo y la economía

contemporánea, se rigen bajo la globalización constante; este mecanismo político y social

se ha vuelto parte fundamental de la vida del hombre y de las empresas, pues les permiten

comercializar y adquirir bienes y servicios internacionales más fácilmente. Aunque, la

globalización es una de las principales causas de la contaminación, los dirigentes de

compañías no han querido frenarla o indicar alternativas que, desde el punto de vista

empresarial permitan contrarrestarla, ya que la disminución o desaceleración de este

fenómeno, les generaría un menor nivel de ingresos, acto en el que seguramente y desde un

punto de vista individualista, no van a preferir aunque de ello dependa la prevención de

desastres ecológicos.

En efecto, y como se indica en el texto Economics and The Global Environment

(2001), es necesario que desde los actores internos de las compañías, se formalicen
propuestas que permitan, en primera medida, respetar las condiciones naturales de los

entornos en los que están trabajando. Por otro lado, si se trata de empresas que son

exportadoras, también deberán proyectar y replantear las decisiones a tomar, guiándose

siempre del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, con el fin de que las

negociaciones y la producción respondan a las medidas reglamentarias en pro de la no

contaminación y la no intervención ambiental, y en caso de no sujetarse a tales

lineamientos, que asuman las sanciones correspondientes.

Sin embargo, estas penas monetarias se han vuelto una especie de “salvavidas” para

quienes contaminan, pues los administrativos prefieren incurrir en el daño ecológico, y por

lo tanto en la multa, pues saben que a pesar de aquel costo, su nivel de ingresos será

realmente más alto frente a un contexto hipotético en el que ayudaran a resguardar el medio

ambiente.

En Administración de Empresas, la contaminación se considera una externalidad

negativa, pero desde los catedráticos y los dirigentes de compañías, se ha diseñado el

modelo de “Valor Social”, por el cual se pagan las ya mencionadas sanciones,

“compensando” a la sociedad general por el deterioro ecológico, aunque en realidad lo que

se logra es ampliar el beneficio de las empresas y afectar a los allegados a las zonas

contaminadas. Estas afectaciones generan un fuerte retroceso frente al cumplimiento de los

ODS, pues, las consecuencias para dichos territorios terminan siendo el aumento de la

pobreza por la devastación de activos económicos (ODS #1), el no progreso frente al

objetivo que responde a agua limpia y saneamiento o a aquellos que desean preservar la

vida terrestre y submarina (# 14 y # 15), entre otros


Así, lo expresa también el fiscal mexicano Gustavo Gómez (2016), para quien “Las

acciones civiles y administrativas no resultan eficaces. El contaminador a lo único que le

tiene miedo es a la posibilidad de que se le abra una causa penal”.

Pagar por contaminar se ha vuelto la salida idónea tanto para administradores como

para el Estado, pues la regulación se vuelve mucho más sencilla, ya que implica menos

retos penales presentes, aunque resulte en más daños ambientales futuros. En la revista

Dinero (1995), se explica que: “La medida remedial que se ha planteado se resume en la

sonada frase de que "el que contamina paga", y se manifiesta jurídicamente con la

implementación de mecanismos económicos para el control de la contaminación”

En conclusión, se puede establecer que hasta el momento, las disciplinas

administrativas no han logrado colaborar eficazmente en la reducción de desastres

ecológicos, pues las proyecciones y evaluaciones de las industrias, no han tenido en cuenta

la generación de nuevas alternativas que, contribuyan al cumplimiento de los Objetivos de

Desarrollo Sostenible. Adicionalmente, la existencia de normas regulatorias convenientes

frente a la captación total del “valor social”, le permiten a las empresas poner por encima

sus intereses frente a las necesidades primordiales del planeta y de sus habitantes, por lo

que no se ha podido generar una conciencia colectiva eficiente a la alarmante situación del

medio ambiente.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Ballesteros, F. (1990). Las empresas y su responsabilidad ante el medio ambiente.

Recuperado de https://elpais.com/diario/1990/11/20/economia/659055625_850215.html

Díaz, J. (2012). La importancia del Administrador de Empresas en la construcción de un

Futuro Sostenible. Recuperado de https://www.negociosyemprendimiento.org/2012/03/la-

importancia-del-administrador-de.html

El Mundo. (2010). Grandes empresas, grandes contaminadoras. Recuperado de

https://www.elmundo.es/elmundo/2010/02/19/ciencia/1266576228.html

Muerza, A. (2014). Los doce peores desastres ecológicos del mundo. El debate comercios

internacionales. Ecología una síntesis interpretativa. Recuperado de

https://www.consumer.es/medio-ambiente/los-doce-peores-desastres-ecologicos-del-

mundo.html

Pearson, C. (2001). Economics and the Global Environment. Recuperado

https://www.cambridge.org/core/books/economics-and-the-global-

environment/0C4DC87BF16DDE605B809D2A7B56FB1A

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. (2014). MEDIO AMBIENTE Y

POBREZA, en detalle. Recuperado de

http://www.teamstoendpoverty.org/wq_pages/es/visages/environnement_detail.php

Revista Dinero. (1995). Pagar por Contaminar. Recuperado de

https://www.dinero.com/archivo/articulo/pagar-contaminar/18782

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