Por lo tanto, para comprender el nacimiento del monaquismo en el desierto
de Judea, hay que tomar en consideración de dicho dato, el gran atractivo que los lugares santos ejercieron sobre un inmenso número de cristianos de todas partes del Imperio y hasta fuera de él, sobre todo a partir del decreto de Constantino que concedió al cristianismo el derecho de existir en el imperio romano (313). Palestina, la tierra santa, ejercía especial atracción para los monjes que fundaron allí las “lauras”. Eutimio marcó todo un hito en la historia del monacato de Palestina. Según un especialista, su mérito más que en la difusión del sistema de las lauras, reside en la promoción del ideal "hesicasto", o sea de los largos retiros de Cuaresma en lo profundo del desierto, conjugado con la instauración de un fuerte lazo con la Iglesia local, como consecuencia de la actividad misionera desplegada por Eutimio en el ambiente de los beduinos..