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JAZZ Y BLUES
Entre los aficionados al jazz está muy generalizada la idea de que el blues es el padre del jazz en
línea directa. Esta simplificación tan reduccionista no ayuda a la comprensión de un proceso bastante
más complejo, aunque por supuesto hayan razones que conducen a esta idea.
Lo cierto es que el blues adquirió carta de identidad antes que el jazz, pero no mucho antes.
Seguramente su periodo formativo fue largo, pero sus características formales no quedaron definidas
e identificadas hasta entrado el 1900, muy poquitos años antes de que lo mismo le sucediera al
jazz, o sea no más allá de 1914, el tiempo en que bandas de New Orleans, tipo la Original Creole
Orchestra de Freddie Keppard, empezaron a viajar por todo el país y la palabra «jazz» empezó a
verse impresa en los papeles.
Siguiendo con la metáfora parental, en realidad la poca diferencia de edad entre el blues y el jazz
les hace parecerse hermanos, más que padre e hijo. Madurarían a la vez, y juntos experimentarían el
cambio funcional provocado por el surgimiento de la industria discográfica y de la radio, con el
resultado de una difusión de la música antes impensable. Hasta entonces el gran negocio se basaba
en la venta de partituras y de rollos para pianola, pero empezó a ser sustituido por el negocio de la
música grabada en placas para ser reproducida en el fonógrafo. El acceso al disfrute de la música y
las costumbres de consumo sufrieron un cambio radical, como puede suponerse. Obviamente este
cambio también condicionaría enormemente la manera de hacer música y de darla a conocer, eso
afectaría de lleno al blues y al jazz. Nacía la moderna industría del entretenimiento, una industria
que en 2010 registraría la tontería de 1.700 billones de dólares (Fuente: PricewaterhouseCoopers
[PwC]).
EL GOSPEL
Bastante anterior al blues y al jazz existía el gospel, es decir la música religiosa de las iglesias negras
que se formaron inmediatamente después de finalizar la Guerra de la Secesión, en 1865, que era
coral y muy contenida, gozaba del visto bueno institucional y tenía una buena difusión, a los pocos
años se publicaban recopilaciones que se comercializaban por todo el país.
Con el cambio de siglo, coincidiendo con la última etapa formativa del blues y los primeros escarceos
del jazz, en la comunidad negra surgieron nuevas confesiones religiosas muy populares, la música
de sus Iglesias tendía a reforzar los valores de la herencia africana en contraste con el gospel anterior,
y tomaba una fuerza, espontaneidad y entusiasmo comparable con los efectos del ragtime en el
ámbito profano. Era una música más africana que el gospel de las primeras iglesias negras, más rica,
más sincopada, en la que cabían las palmas, los gritos, la llamada y respuesta… en muchos casos
bailable y donde la improvisación tenía una importancia fundamental. Además, con el tiempo, se
fueron incorporando instrumentos de la música profana, de manera que la música que se hacía
dentro del templo podía parecerse mucho a la música que se hacía fuera, con lo que en el árbol
genealógico de la música afroamericana, al jazz y blues se le debe añadir un tercer hermano, el
gospel, el menos reconocido por la mayoría de actuales aficionados al jazz de este lado del Atlántico,
a pesar de los testimonios de músicos de jazz de la época que reconocían el gospel como una fuente
importantísima de inspiración.
EL BLUES RURAL
Independientemente del papel del gospel, para intuir cuál era la relación del jazz con el blues, y
apreciar lo que les separa y lo que les une, hay que prestar atención a la importancia fundamental
de los aspectos derivados del contexto social donde surgió y se desarrolló tradicionalmente el blues
en sus primeros años, es decir en el fértil periodo comprendido entre finales del siglo XIX y mediados
los felices 20s, poco antes del comienzo de la Gran Depresión con el crack de la bolsa en 1929.
De entrada, la cuna socio-económica del blues fue muy diferente a la del jazz. Una mirada poco
atenta puede dar como resultado la percepción de un totum revolutom, de que todo era lo mismo,
pero si se rasca un poco lo primero que se descubre es que el jazz era una música cosmopolita
creada para un amplio público multirracial, mientras que el blues rural era una manifestación de
carácter local que se dirigía a un público
exclusivamente negro. Por ejemplo, los cantantes de
blues de los barrios marginados negros de New
Orleans, que actuaban exclusivamente para la
comunidad negra en el uptown, consideraban con
cierto desprecio «música para gente fina» lo que
hacían los músicos del centro de la ciudad.
Escuchando el jazz primerizo grabado en aquellos años se percibe que el blues que tocaban los
grupos de jazz pioneros estaba exento de la aspereza y rusticidad propia del blues rural, haciéndolo
digerible para un público más amplio. Hasta el final de los años 40s los discos de blues estaban
discriminados en el catálogo de race records (discos raciales) orientado al colectivo afrodescendiente,
el jazz no, entre otras cosas porque la gran mayoría de discos de jazz estaban grabados por músicos
blancos.
Otro aspecto que merece aclaración es la ubicación del área geográfica donde el fenómeno del blues
rural tuvo más carácter, la mítica región del Delta del Mississippi, que no es el delta de la
desembocadura. Para ir de New Orleans al centro de la extensa llanura de la región del Delta hay
que recorrer unos 500 kilómetros hacia el norte, suficientes para distanciar dos lugares que no
tenían nada que ver: la ciudad con un puerto marítimo abierto al mundo, alegre y cosmopolita (donde
se empezó a tocar el jazz), y las grandes plantaciones del interior, en general de ambiente miserable
y encerrado en si mismo (donde se cantaba blues).
EL BLUES CLÁSICO
En paralelo al blues rural de cantante solitario, o de los pequeños grupos de cuerdas (que no
necesariamente tocaban solamente blues en sentido estricto), y al surgimiento del jazz, se dio una
creciente profesionalización de los artistas de blues, cuyo marco de actuación eran los espectáculos
convocados por los vendedores de medicinas que viajaban arriba y abajo, los circos ambulantes, las
compañías itinerantes de minstrels que incluían a negros en sus espectáculos, y sobre todo los
teatros de vodevil que mayormente contrataban a mujeres cantantes
que se acompañaban de músicos con mejor formación musical que los
artistas rurales, lo que se conoce como blues clásico y del que se
grabaron una buena cantidad de discos a diferencia del blues rural, que
empezó a grabarse unos años más tarde.
EL RAGTIME
Las bandas criollas del centro de la ciudad de Nueva Orleans no querían tocar nada que se pareciera
a «las vulgares y broncas interpretaciones de aquellas gentes», refiriéndose a las bandas más negras
de los suburbios.
El endurecimiento de la aplicación de la llamada Ley Jim Crown a finales del XIX, que no hacía
diferencias entre los negros descendientes de esclavos y los criollos mestizos descendientes de
matrimonios mixtos, fue un duro revés para las aspiraciones de esa clase, sufrieron la marginación
social en la misma medida que los negros pobres de los suburbios, los que hacían blues. Esa ley era
vergonzosamente segregacionista, se aceptaba que negros y blancos eran iguales, pero los negros
en un sitio y los blancos en otro: había cines para negros y cines para blancos, hoteles para negros
y hoteles para blancos, escuelas para negros y escuelas para blancos, transportes públicos para
negros y otros para blancos… y así hasta el infinito. Además, entre otras cosas, la ley establecía una
serie de condiciones para ejercer el voto que excluía a la inmensa mayoría de la población negra, y
no quedó derogada hasta 1965, aunque este hecho, cincuenta años después, aún no ha sido
digerido totalmente por muchos blancos americanos.
En New Orleans era necesaria una brass band para cualquier acontecimiento social que reuniera a
más de diez personas, cualquier pretexto era bueno, bodas, entierros, recepciones, festejos varios,
desfiles… A medida que fue aumentando la popularidad del ragtime las brass bands lo fueron
incorporando a su repertorio, adaptando piezas escritas originalmente para piano arregladas para
banda, ofreciendo esta música sincopada de moda con un sonido mucho más potente, rico y variado
siendo la forma predilecta para interpretar ragtime, simultáneamente fueron asumiendo la esencia
armónica y melódica del blues. Un camino que conducía al hot jazz.
EL JAZZ
Dicho a lo bruto: los primeros músicos que desarrollaron la nueva música que se llamaría jazz
tuvieron la maravillosa habilidad de transformar el ragtime (relacionado con el cakewalk, un ritmo
bailable con éxito también en Europa que había conseguido en esos años una extraordinaria
aceptación popular) en una música hot con la incorporación de las características armónicas blue del
blues y del gospel, instrumentos de las brass bands (además de la batería con bombo de pedal, y
del contrabajo tocado sin arco pulsando las cuerdas con los dedos, instrumentos propios del jazz),
y recursos melódicos derivados de diversas tradiciones musicales ajenas al ragtime. Es decir, el
primer material con el que trabajaron esencialmente esos músicos para convertirlo en jazz fue el
ragtime, no el blues rural.
Bolden empezó tocando ragtime con una grupo de cuerdas al uso, pero en poco tiempo fue
sustituyendo en su banda los instrumentos de cuerda por vientos. Con su portentoso talento y
escuchando el gospel de la iglesia y las marchas de las bandas por la calle, tuvo suficiente para
convertir el ragtime en otra cosa. Aunque es del todo probable que no fuera el único en seguir un
proceso similar en aquellos años de cambio de siglo.
La inmensa mayoría de músicos de jazz tenían una formación técnica bastante más sofisticada que
los músicos de blues o los de las brand bands de barrio, con mayor destreza en el uso de los recursos
musicales, tanto compositivos como interpretativos, mucho más profesionalizados, y en un contexto
más cercano al show business que al folk, con ánimo de interpretar una música novedosa y
cosmopolita que no se había tocado antes. Todo lo contrario que los músicos de blues rural que
tocaban aquello que habían aprendido por transmisión oral, aportando lo que su talento y
personalidad expresiva les permitía, pero sin demasiada preocupación en inventar un nuevo lenguaje
musical ni en otro tipo de concesiones orientadas a conseguir un legítimo éxito comercial, como sí
fue, en general, la aspiración de los artistas de blues de los teatros de variedades y de aquellos
pioneros músicos de jazz, cuyo repertorio incluía, para satisfacer a un público con ganas de divertirse
y de pasarlo bien, todo tipo de ritmos bailables del momento, el fox-trot, charlestón, skotish,
cakewalk, polka, one-step, vals, black-bottom,…
El marco temporal de estos apuntes se sitúa alrededor de los primeros 25 años del siglo XX o por
ahí, o sea pre-Armstrong, y el escenario es el de New Orleans. La cosa no hacía más que empezar,
desde entonces el jazz y el blues han disfrutado de una evolución espectacular, cada uno con su
historia, pero con vasos comunicantes muy poderosos. El blues ha producido los géneros más
populares del siglo XX, aunque el parecido formal de alguno de ellos haya perdido toda característica
original. Y el jazz es un prisma que continúa sumando facetas con fórmulas (alguna cuyo engarce en
el jazz es muy discutida por muchos aficionados y algunos jazzmen) cada vez más variadas, aunque
su proyección no goce de la popularidad de los hijos, nietos y bisnietos de su hermano mayor, el
blues.
© 2012 Tocho Artistas: Buddy Bolden • Freddie Keppard • Original Creole Orchestra • Scott Joplin