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El

Santuario
R o y A d a m s

Copyright 1998 por Asociación Publicadora Interamericana Miami FL

O Asociación Publicadora Interamericana


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México, D.F.-Panamá-San José-San Juan-San Salvador
Santo Domingo-Tegucigalpa
Contenido

Introducción 7

1 Metáforas de la redención y la restauración 12

2 Actividades y mobiliario del santuario del Antiguo

Testamento 26

3 Conforme al modelo 35

4 Una conceptualización del Santuario celestial 52

5 Los escritos de Elena G. de White 64

6 El santuario celestial 74

7 Cristo y 1844 96

8 El juicio previo al advenimiento 106

9 Un pulso de armonía 120

Apéndice: Testimonios 139


Introducción

Es comprensible que algunos dentro de la iglesia se sientan siem-


pre incómodos ante la idea de cambiar cuando se trata de asuntos
doctrinales. Una de las razones es el hecho de que algunos ven a la
iglesia como poseedora de la verdad, toda la verdad y nada más que
la verdad.

LA VERDAD SIEMPRE CRECIENTE


Sin embargo, encuentro interesante y significativo que Elena de
White, una de las personas más firmes y sólidas del mundo adven-
tista y quien, según creemos, fue iluminada por el don profético, no
tomó esa posición.
"No hay excusa para ninguno que tome la posición de que no
hay más verdad que debe ser revelada, y que todas nuestras exposi-
ciones de la Escritura no tienen ningún error. El hecho de que cier-
tas doctrinas han sido consideradas por nuestro pueblo como verdad
durante muchos años, no es una prueba de que nuestras ideas son
infalibles. La edad no convertirá un error en verdad, y la verdad
puede resistir la investigación. Ninguna doctrina perderá nada aun-
que se la someta a la investigación más rigurosa".1
Yo creo que la razón fundamental para el desarrollo de la doctri-
na es nuestra humanidad, nuestras limitaciones y nuestra cortedad
de vista. No logramos percibir de una sola vez todo lo que el Señor
quiere decirnos. Es por eso que Jesús dijo a sus seguidores en la vís-
pera de su muerte: "Aún tengo muchas cosas que deciros, pero
ahora no las podéis sobrellevar" (Juan 16:12).
Parecería que la iglesia, en algunos momentos cruciales de la his-
toria, es afligida por una especie de miopía espiritual, y se le dificul-
ta ver hacia adelante, y le cuesta apreciar el consejo total que Dios
anhela darle. El contexto inmediato de la iglesia -ya sea social, polí-
tico, religioso o ideológico- la limita y le anubla la vista.

7
8 EL SANTUARIO

Una de estas ocasiones fue la víspera de la cruz, cuando los dis-


Cl'pulos se quedaron confusos pese a los mejores esfuerzos que hizo
Jesús para iluminarlos. Otra fue la época de la Reforma, cuando
gigantes como Martín Lutero no pudieron ver más allá de algunas
Murallas que la tradición había levantado durante muchos siglos,
^ n a tercera ocasión fue 1844, tiempo de enormes percepciones teó-
r i c a s , gran expectación y elevado fervor espiritual, pero una época
l^e había de ser testigo de uno de los más aplastantes chascos en la
historia de la iglesia. Los mileristas, a pesar de que su posición era
^Uy correcta, fueron afligidos por un bloqueo mental y teológico,
Por así decirlo, que les dificultó en gran manera apreciar ciertas ver-
dades bíblicas elementales. En particular, no lograron comprender
^ declaración específica de Jesús de que nadie sabe ni el día ni la
hora de su venida: "Ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi
Padre" (Mat. 24:36).
Y fue en 1844, uno de esos períodos difíciles, cuando Dios se
aCQrc.ó a algunos de sus chasqueados, heridos y desalentados hijos
Para revelarles la maravillosa verdad del santuario. Nunca he com-
prendido cómo podíamos esperar que vieran todo lo que Dios que-
n a mostrarles en medio de su chasco y a través de sus ojos llenos de

^grimas. Siempre he creído que Dios les dio todo lo que fueran
capaces de captar en sus momentos de derrota, lo suficiente para
sobreponerse a la situación en que se encontraban.
La doctrina del santuario es una de las áreas más sensibles de la
fe adventista, y ningún teólogo prudente de este movimiento se
p r e s u r a a entrar en ella descuidadamente. Mi intervención en este
c ; unpo, por lo tanto, es deliberada y calculada, fundada en la con-

V l c c i ó n de que nuestra histórica nerviosidad acerca de este punto

e s t á fuera de moda y no tiene razón de ser. Tengo la sensación de

C|Ue ha llegado el tiempo de reflexionar cándida y honestamente,


S1 empre que seamos capaces de hacerlo, sobre este importante tema.

Hay una larga historia que ahora yace detrás de nosotros, y parte
ella revela que nuestro pensamiento sobre la doctrina del santua-
r ' o no se ha congelado. Con respecto a este asunto me ha resultado

particular interés la evidente modificación de nuestra creencia


; R x-rca de la expiación, una faceta central del tema del santuario.

En 1905, Albion Fox Ballenger 2 provocó el desagrado de los diri-


INTRODUCCIÓN 9

gentes adventistas por enseñar, entre otras cosas, que la expiación


se había completado en la cruz.3 Se le sometió a juicio en un peque-
ño edificio de Takoma Park, Maryland, en la sede del congreso de
la Asociación General de ese año. Milian Lauritz Andreasen,4 que
en ese tiempo era un pastor joven no ordenado, nos cuenta cómo él
y su colega ministro L. H. Christian se turnaron subiéndose en los
hombros el uno del otro para escuchar furtivamente los procedi-
mientos de aquella reunión celebrada poco antes del amanecer.5 Ya
en el día, mientras continuaban otras reuniones del congreso, An-
dreasen tomó tiempo para analizar cuidadosamente los puntos de
vista del atacado paria. Con todo el tiempo del mundo a su disposi-
ción -pues muy pocos de los dirigentes más experimentados tenían
tiempo para él-, Ballenger compartió sus puntos de vista libremen-
te.6
La ironía de la situación se produciría 50 años más tarde cuando
Andreasen se encontró él mismo en serios conflictos con los diri-
gentes de la iglesia por el mismo asunto de la expiación, entre otros.
Esta vez, curiosamente, era la iglesia la que defendía el punto de
vista de una expiación terminada en la cruz, y Andreasen era el que
defendía la posición de una expiación incompleta, la misma que los
dirigentes de la iglesia defendían en 1905.7
Concluir por esto que la posición de la iglesia sobre el tema del
santuario (o en cualquier otro punto de doctrina) es relativa sería,
por supuesto, completamente erróneo. Ni tampoco se infiere de esto
que la iglesia defenderá con el tiempo cualquier posición desviada
que hoy ataque, sin tomar en cuenta los méritos del caso. Lo que
demuestra, más bien, es que la iglesia no está cerrada y que, no
importa cuán lentamente lo haga, se mueve con el tiempo en la
dirección que el Espíritu la guíe.
Por lo tanto, no deberíamos aproximarnos a la doctrina del san-
tuario como si la iglesia no hubiese aprendido nada desde que nues-
tros pioneros durmieron. Toda existencia humana experimenta
cambios, y con el cambio se produce también un giro en nuestra
percepción de la (inmutable) verdad. Por lo tanto, la teología
nunca es estática. "La senda de los justos es como la luz de la auro-
ra que va en aumento hasta que el día es perfecto" (Prov. 4:IH).
Nosotros estamos, por así decirlo, de pie sobre los hombros ck' los
10 EL SANTUARIO

pioneros, y deberíamos ser capaces de ver un poquito más allá de lo


que ellos vieron. Deshonramos su intrépido legado si no lo hace-
mos.
Sin embargo, al admitir que estamos de pie sobre los hombros de
nuestros pioneros, damos por sentado que ellos estuvieron afirma-
dos sobre una sólida plataforma. De modo que aquellos que esperan
el zarandeo de los fundamentos en estas páginas, es probable que se
chasqueen. Si el fundamento es fuerte, entonces, nada de lo que yo
diga puede sacudirlo.
Creo que la clave para entender lo que voy a decir es la palabra
"reflexiones". Declaro que no me considero mentor, en ningún sen-
tido, de una articulación definitiva (ni siquiera de una reposición)
de la postura adventista sobre el santuario. El tema es demasiado
vasto y requeriría el esfuerzo combinado de muchas personas para
explorarlo en todas sus dimensiones. Lo único que puedo esperar es
que los lectores acepten este esfuerzo simplemente como el intento
de un estudiante, dentro de su propio marco contemporáneo, para
comprender unos pocos capítulos de la verdad más maravillosa de la
Sagrada Escritura: la salvación que Dios proveyó en Cristo Jesús,
porque eso es, en última instancia, la doctrina del santuario.

Un enfoque sencillo
No ha sido mi propósito escribir un libro erudito, y no lo he
hecho. Me propuse más bien escribir un libro que los adventistas
sencillos, que no tienen una gran preparación teológica, puedan
comprender con facilidad. Anhelaba un libro que no pareciera
prohibitivo para el lector promedio a causa de un abundante uso de
jerga erudita y de referencias técnicas.
Incluso así, encuentro que es imposible proceder sin un uso
mínimo de tales términos y referencias. Hubo ciertas áreas en las
cuales no se pudieron evitar las referencias y los materiales técnicos
sin grave riesgo de mellar la credibilidad. Lo único que puedo espe-
rar es que, donde se usaron, aumenten la utilidad de este libro.
Nadie debería esperar concordar conmigo en todos los puntos.
Eso sería imposible e innecesario. El libro habrá alcanzado su obje-
tivo si, a pesar de la multitud de detalles e incluso áreas de desa-
cuerdo que encuentre a lo largo del camino, el lector puede unirse
INTRODUCCIÓN 11

conmigo en uno o dos puntos a través de las puertas abiertas del


cielo hasta la sala del trono del universo, el centro neurálgico de
nuestra redención. Mi oración es que a través de este humilde
esfuerzo, muchos lectores lleguen a tener un aprecio más profundo
por la sublime verdad del santuario, y así hacer una entrega más
completa de sus vidas a Aquel que ocupa su centro radiante de luz.

Referencias

' Elena G. de White, Coumek to Wricers and Editurs (Nashville: Southern Pub. Assn., 1946), pág.
35.
: Alhion Ballenger ( 1 8 6 1 - 1 9 2 1 ) sirvió a la iglesia como maestro, pastor y evangelista hasta la
década de 1 8 9 0 y 1905. Véase Adams, The Sanctiiary Doctrine, págs. 11, 12.
' Id., págs. 1 2 1 - 1 2 3 , 1 5 0 - 1 5 2 .
* Milian L. Andreasen ( 1 8 7 6 - 1 9 6 2 ) sirvió a la iglesia durante cinco décadas como administrador
y educador.
5 Id., pág. 165, n. 2. La reunión para analizar el problema tuvo lugar poco antes del amanecer,
probablemente par-1 tener privacidad o porque era el único tiempo disponible en una agenda muy
apretada.
6 Id., n. 3.
7 Id., págs. 2 1 2 - 2 1 9 .
CAPÍTULO 1

Metáforas1 de la redención
y la restauración:
PARA MANTENER EL CALVAR 10 CONTINUAMENTE
ANTE LA VISTA

N
o mucho tiempo después de la creación —nadie conoce el
momento exacto- nuestros primeros padres cayeron en pe-
cado. La triste historia de su expulsión del Edén se registra
en Génesis 3:22-24: "Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es
como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que
no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y
viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que
labrase la tierra de la que fue tomado. Echó, pues, fuera el hombre,
y puso al oriente del huerto del Edén querubines, y una espada
encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino
al árbol de la vida".
A raíz de esta terrible crisis, la primera preocupación de Dios fue
la restauración del ser humano y la seguridad eterna del universo.
La muerte de un miembro de la Deidad -una contingencia ya deter-
minada en la presciencia y en el concilio de Dios (véase Apocalipsis
13:8)— era el único medio para lograr ese fin.
Para asegurar la participación y la cooperación humana en este
supremo esfuerzo, Dios decidió informar inmediatamente a nuestros
primeros padres acerca de la existencia de dicho plan. Al mismo

12
METÁFORAS DE LA REDENCIÓN Y LA RESTAURACIÓN 13

tiempo, puso en operación una técnica de enseñanza para mante-


nerlo perpetuamente ante la atención de nuestros primeros padres
y de las subsiguientes generaciones.
Encontramos evidencias crípticas de estas iniciativas divinas en
el libro de Génesis. Hablando a la serpiente, evidentemente a oídos
de la antigua pareja, Dios dijo: "Y pondré enemistad entre ti y la
mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la
cabeza, y tú le herirás en el calcañar" (Gén. 3:15). Este pasaje se ha
interpretado históricamente como una predicción de la venida del
Mesías y de la victoria divina sobre las fuerzas del mal. Concebido
así, fue para nuestros primeros padres una promesa de salvación y
restauración que les dio fuertes incentivos para la lucha contra el
mal que estaba delante de ellos.
Dios, con el propósito de mantener siempre ante ellos el plan de
redención y la certeza de la victoria final implícita en el protoevan-
gelio2 de Génesis 3:15, instituyó un programa de sacrificios de san-
gre, la primera vislumbre de lo que aparece en el cuarto capítulo del
Génesis en un pasaje diseñado para destacar el significado teológi-
co del simbolismo.
"Y acontenció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la
tierra una ofrenda a Jehová. Abel trajo también de los primogénitos
de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró jehová con agrado a
Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda
suya" (Gén. 4:3-5).
De lo que al menos desde sus inicios tiene que haber sido una
experiencia muy dolorosa, Dios se proponía que su pueblo apren-
diera al menos tres importantes cosas: (1) que el pecado cuesta, (2)
que el pecado produce muerte, (3) y que él mismo proveería un sus-
tituto para nosotros (cf. Gén. 22:8).
Tal como se realizó durante al menos 2,500 años de la historia
humana -o hasta el tiempo del Éxodo- esta práctica de los sacrifi-
cios de sangre probablemente no era más que la muerte de la ino-
cente víctima animal, el derramamiento de su sangre, y el ofreci-
miento de su cuerpo como una ofrenda encendida. La evidencia
para esta aseveración no es tan convincente como uno desearía. El
primer pasaje claro acerca del ofrecimiento de una ofrenda encen-
dida se encuentra sólo hasta el tiempo del diluvio. El registro dice
14 EL SANTUARIO

que Noé ofreció "holocausto en el altar" (Gén. 8:20), evidente-


mente en gratitud a Dios por su protección durante el diluvio.
El mismo pasaje de Génesis menciona la construcción de un
altar. La palabra hebrea que se vierte como altar es mizbeach. Viene
de la raíz Zabach, que significa "matanza". Esto probablemente
sugiere que siempre que escuchemos acerca de la construcción de
altares, hemos de suponer la muerte de una víctima sacrificial ani-
mal y la entrega de su cuerpo en ofrenda encendida, porque eso es
lo que representaría para la mente hebrea. Si esto es así, entonces
tenemos varios ejemplos de sacrificios de sangre de parte de los
patriarcas, que se prolongan a través de varias generaciones:
Abrahán (Gén. 12:7, 8); Isaac (Gén. 26:24, 25): Jacob (Gén. 35:
7); y Moisés (Éxo. 17:15).
Quizá la evidencia más explícita referente a los sacrificios de
sangre a partir de las ofrendas postdiluvianas ofrecidas por Noé y su
familia sea la que está conectada con la prueba de Abrahán. Usted
recuerda que Abrahán, habiendo pasado la prueba divina de obe-
diencia, encontró un carnero trabado en un zarzal, que se convirtió
en la víctima sustitutiva (Gén. 22:7, 13). La idea de un sacrificio
animal es evidente también en la insistencia de Moisés ante Faraón
de que sus rebaños y manadas salieran de Egipto con los israelitas,
para que pudieran ofrecer "sacrificios y holocaustos que sacrifique-
mos para Jehová nuestro Dios" (Éxo. 10:25, 26).
Si todo esto es correcto, entonces tenemos aquí lo que podría
considerarse fundamental para todo el sistema de sacrificios: el sen-
cillo sacrificio de las víctimas animales, el derramamiento de la san-
gre, y el ofrecimiento de su cuerpo como ofrenda encendida. Es
importante conservar esto en la mente para que no nos distraigamos
fácilmente a causa de las siguientes elaboraciones.

Nuevos desarrollos
Cuando los israelitas llegaron al Monte Sinaí en su peregrina-
ción después de salir de Egipto, Dios dio nuevas instrucciones acer-
ca de un elaborado sistema sacrificial centrado en un sacerdocio for-
mal y el establecimiento de lo que conocemos hoy como el taber-
náculo y sus servicios. La interpretación de las ceremonias y símbo-
los involucrados en este sistema y su aplicación para hoy han susci-
METÁFORAS DE LA REDENCIÓN Y LA RESTAURACIÓN 15

indo considerable discusión teológica, por no decir controversias,


dentro de la Iglesia Adventista. También ha dado origen a sospe-
chas y cuestionamientos en las mentes de observadores no adven-
i istas. Yo tengo el propósito de tratar algunas de estas preocupacio-
nes en forma muy breve.
Pero quizá deberíamos primero poner todo el tema en la debida
perspectiva para un breve examen de las razones para el estableci-
miento de un sistema sacrificial más estructurado en el Sinaí. Aquí
ofrezco tres:
1. Para proveer evidencia tangible de la presencia divina. Al hablar
con Moisés en el Monte Sinaí, Dios le dijo: "Y harán un santuario
para mí, y habitaré en medio de ellos" (Exo. 25:8). En este pasaje
leñemos, de hecho, la única razón clara y explícita para la erección
del tabernáculo y la inauguración de sus sacrificios. En el Edén Dios
había tenido una comunicación sin barreras, cara a cara con nues-
l ros primeros padres. Con la entrada del pecado, la experiencia de
la comunión abierta llegó a su fin, e inmediatamente surgió una per-
cepción de distanciamiento de parte de la humanidad.
Para cuando llegó el tiempo de la experiencia egipcia (y, de
hecho, a causa de esa experiencia), esta percepción de distancia
había crecido agudamente. Esto lo percibimos en la reacción del
pueblo cuando Moisés y Aarón se encontraron con ellos. "Y fueron
Moisés y Aarón, y reunieron a todos los ancianos de los hijos de
Israel. Y habló Aarón acerca de todas las cosas que Jehová había
dicho a Moisés, e hizo las señales delante de los ojos del pueblo. Y
el pueblo creyó; y oyendo que Jehová había visitado a los hijos de
Israel, y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron" (Exo.
4:29-31).
Evidentemente se conmovieron ante la revelación de que el
l Jnico, a quien consideraban tan lejos de ellos; el Único, que creían
que los había abandonado a una abyecta servidumbre y a un destino
sin sentido, estaba realmente preocupado por ellos. Él había venido
para usar la expresión del pasaje citado arriba- a "visitarlos".
Se deduce entonces que al establecer el tabernáculo Dios quería
que su pueblo supiera que su presencia entre ellos no debía consi-
derarse como una "visita" temporal, ocasionada por las angustias
que pasaban. Más bien, había venido a morar y a quedarse a vivir
16 EL SANTUARIO

entre ellos. La palabra hebrea que se usa en Éxodo 25:8, shakan


(morar), connota residencia permanente en una comunidad. Si
bien la comunidad podía moverse de un lugar a otro, la residencia
de Dios en ella, su solidaridad con ella, y su presencia en medio de
ella nunca se rompería. "Y hacerme han un santuario y yo habitaré
entre ellos".
Por esa razón, cuando se erigió el tabernáculo, una misteriosa
nube lo cubrió, "y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo"; y "la
nube de Jehová estaba de día sobre el tabernáculo, y el fuego estaba
de noche sobre él, a vista de toda la casa de Israel, en todas sus jor-
nadas" (Éxo. 40:34, 38).
Los israelitas, que habían estado privados de enseñanza religiosa
durante los centenares de años en que habían sido esclavos en
Egipto, habían perdido prácticamente contacto con las sagradas tra-
diciones de sus antepasados. Su capacidad para conceptual izar las
realidades divinas se veía reducida a su punto más bajo - por ejem-
plo, su demanda de dioses visibles cuando Moisés se demoró en el
Monte Sinaí (Exo. 32:21). Ellos necesitaban esta evidencia tangi-
ble de su divina presencia, y Dios se encontró con ellos donde esta-
ban al establecer el servicio del santuario.
Al observar el campamento de los israelitas en el desierto desde
arriba, se podía ver el tabernáculo en el centro, rodeado por sus cua-
tro lados por las tiendas de Israel (véase el diagrama de la página 18).
Los levitas rodeaban el santuario por todos los lados (Núm. 1:50,
53). De estos levitas, sólo la clase sacerdotal (Aarón y sus hijos),
junto con Moisés, podían ocupar el lado oriental de la entrada al
atrio y al tabernáculo. "Los que acamparán delante del tabernáculo
al oriente, delante del tabernáculo de reunión al este, serán Moisés
y Aarón y sus hijos, teniendo la guarda del santuario en lugar de los
hijos de Israel; y el extraño que se acercare morirá" (Núm. 3:38; cf.
Éxo. 27:9-16).
En cada uno de los cuatro lados, más allá de la parte donde
acampaban los levitas, estaban tres de las tribus de Israel, y la más
prominente de ellas le daba su nombre a ese segmento particular del
campamento. Por ejemplo, en el este, estaba el "campamento de
Judá", compuesto de Judá, Isacar y Zabulón. En el sur estaba el cam-
pamento de Rubén, compuesto de Rubén, Simeón, y Gad; etc.
METÁFORAS DE LA REDENCIÓN Y LA RESTAURACIÓN 17

(Núm. 2).3 De este modo, el arreglo era una vivida presentación del
santuario como el símbolo de la presencia divina en medio de Israel.
Al mostrar la presencia de Dios en medio de su pueblo, la colo-
cación del tabernáculo en medio de Israel destacaba otras dos
importantes verdades teológicas.
i. El arreglo era una "declaración" profética con respecto a la
naturaleza y la venida del Mesías. En otras palabras, representaba
anticipadamente la encarnación. "Y llamarás su nombre Emanuel
-dice el Evangelio de Mateo-, que traducido es: Dios con nosotros"
(Mat. 1:23). Eso, precisamente, era lo que el santuario debía signi-
ficar para Israel.
Juan, en lo que parece ser una alusión aún más clara al arreglo
del antiguo tabernáculo, declaró: "Y aquel verbo fue hecho carne, y
habitó [literalmente "tabernaculizó") entre nosotros" (Juan 1:14). Y
como si quisiera recordar la gloria de Dios que se establecía sobre el
tabernáculo del desierto, a la vista de todo el campamento que lo
rodeaba, añadió: "Y vimos su gloria".
El campamento del desierto nos dio así un hermoso cuadro de la
venida del Mesías.
ii. El tabernáculo del desierto enfatizaba dos importantes aspec-
tos de la Deidad: "la inmanencia y la trascendencia".
La razón por la cual los levitas rodeaban el santuario se declara
expresamente en el texto: "Y cuando el tabernáculo haya de trasla-
darse, los levitas lo desarmarán, y cuando el tabernáculo haya de
detenerse, los levitas lo armarán; y el extraño que se acercare mori-
rá... Pero los levitas acamparán alrededor del tabernáculo del testi-
monio, para que no haya ira sobre la congregación de los hijos de
Israel" (Núm. 1:51-53). La misma advertencia se repite en el capí-
tulo 3, versículo 38.
La inmanencia se refiere a la cercanía, la presencia, o la morada
interior de Dios en su creación. La localización del tabernáculo en
medio del campamento tenía el propósito de subrayar este aspecto
de Dios. Él se acerca a su pueblo. Reside en forma permanente en
su medio. ¡Qué gozo —y qué sensación de seguridad- deben haber
sentido al tener a Dios tan cerca de ellos!
La trascendencia, por otra parte, se refiere a la "inaccesibilidad"
de Dios, la imposibilidad de acercarse a Él, la distancia y la Mp.na
18 EL SANTUARIO
METÁFORAS DE LA REDENCIÓN Y LA RESTAURACIÓN 19

ción que guarda con respecto a nosotros. Así, las restricciones


impuestas sobre la libertad de acceso al área del tabernáculo por la
zona "restringida" a los levitas y sacerdotes, sugería que aunque el
labernáculo estaba en medio de su pueblo, Dios todavía era tras-
cendente, imposible de acercársele por su abrumadora santidad y
majestad - e l Deus absconditus, como le gustaba a Lutero llamarlo.4
Este arreglo sugería la necesidad de un mediador. Y si bien a tra-
vés del sacerdocio levítico se proveyó un acceso limitado, sabemos
i ]ne todo esto señalaba hacia un Sacerdote-Mediador celestial,
quien habría de abrir una puerta de acceso ilimitado al trono del
I Mos viviente. En Cristo queda derribada toda barrera, por lo cual el
autor de Hebreos puede invitarnos a "acercarnos", "confiadamente"
al trono de la gracia con plena seguridad (Heb. 4:16).
2. Hacer provisión para un sistema centralizado de adoración.
Siendo que la sociedad israelita se había vuelto más compleja y
diversificada, se necesitaba un sistema centralizado de adoración
como prevención contra el abuso y la idolatría.
Durante el período patriarcal Dios tuvo que ver primariamente
con familias aisladas. La estructura debía ser sencilla, y lo era.
Abrahán y los otros patriarcas, como "sacerdotes" de la familia,
podían dirigir la presentación de los sacrificios requeridos. Pero
.ibora Israel había crecido hasta convertirse en una grande y com-
pleja nación compuesta de millares de unidades familiares indivi-
duales; por lo cual el antiguo sistema se volvió inadecuado. No sería
apropiado erigir millares de altares en cada lugar para presentar las
ofrendas y sacrificios de cada familia individual. El potencial para el
abuso y la distorsión sería demasiado grande.
Por lo tanto, con el propósito de anticiparse a este peligro poten-
cial, Dios ordenó un sistema centralizado de adoración sacrificial, ya
no dirigido por sacerdotes patriarcales, sino por una tribu sacerdotal
ordenada y consagrada. Los sacrificios ya no serían presentados en
todo lugar, sino en el único lugar especificado. "Sino que el lugar
que Jehová vuestro Dios escogiere de entre todas vuestras tribus, pa-
m poner allí su nombre para su habitación, ese buscaréis, y allá iréis.
Y allí llevaréis vuestros holocaustos, vuestros sacrificios... Cuídate
de no ofrecer tus holocaustos en cualquier lugar que vieres; sino que
en el lugar que Jehová escogiere, en una de tus tribus, allí ofrecerás
20 EL SANTUARIO

tus holocaustos, y allí harás todo lo que te mando" (Deut. 12:5-14)-


Estas estipulaciones eran muy necesarias a causa de la influencia
extranjera que se sentía entre el pueblo en aquel tiempo. Un buen
grupo de egipcios (y posiblemente de otras naciones) habían dejado
Egipto junto con los israelitas, quizá en gran medida atraídos por las
señales y maravillas que habían presenciado. La Biblia se refiere a
estos no israelitas como "la multitud mixta" (Exo. 12:38; Núm.
11:4)- Algunas versiones bíblicas utilizan la expresión "popula-
cho". 5 Esa multitud se convirtió en una fuente de constantes pro-
blemas para Moisés e Israel, y al parecer eran los que instigaban las
rebeliones y la confusión. Este grupo, por ejemplo, inició la rebelde
exigencia de carne en Kibrot-hataava, crisis que resultó en la muer-
te de muchos millares (véase Núm. 11:4-6, 18-20, 31-33).
Algunas evidencias parecen sugerir que los elementos de esta
"multitud mixta" intentaban también fomentar un espíritu de rebe-
lión contra el nuevo sistema centralizado de adoración. Quizá se
aprovecharon del desafecto de algunos jefes de casas paternas que
pueden haberse negado a renunciar a sus antiguos derechos y pre-
rrogativas frente a los hijos de Aarón. Las implicaciones de Levítico
17 no sólo indican que algunos estaban ofreciendo sacrificios en
otros lugares aparte del santuario, sino también que la demonología
(adoración de los demonios) estaba involucrada (véase Lev. 17:7).
De este modo queda claro que ya se habían introducido ciertos
abusos entre el pueblo, lo cual hacía muy necesario un sistema cen-
tralizado de adoración. Elena de White habla de esto al comentar
estos nuevos desarrollos. "El sistema sacrificial encomendado a
Adán, también fue pervertido por sus descendientes. La supersti-
ción, la idolatría, la crueldad, y la licencia habían corrompido el
sencillo y significativo servicio que Dios había señalado. El pueblo
de Israel, a través del largo tiempo en que se había relacionado con
los idólatras, había mezclado muchas costumbres paganas con su
adoración; por eso Dios les dio en el Monte Sinaí instrucciones
definidas concernientes al sistema sacrificial".6
La centralidad del santuario para la adoración israelita en los
siglos subsiguientes es evidente en la oración de Salomón en la
dedicación del templo de Jerusalén: "Mas tú mirarás a la oración de
tu siervo, y a su ruego, oh Jehová, Dios mío, para oír el clamor y la
METÁFORAS DE LA REDENCIÓN Y LA RESTAURACIÓN 21

oración con que tu siervo ora delante de ti. Que tus ojos estén abier-
tos sobre esta casa de día y de noche, sobre el lugar del cual dijiste:
Mi nombre estará allí; que oigas la oración con que tu siervo ora en
este lugar. Asimismo que oigas el ruego de tu siervo, y de tu pueblo
Israel, cuando en este lugar hicieren oración" (2 Crón. 6:19-21).
El foco direccional de la adoración nacional de Israel fue un
asunto de importancia fundamental, y podríamos decir, incluso, que
ciertos detalles cruciales de la estructura del tabernáculo fueron
d¡señados para reflejar esa sensibilidad.
Por ejemplo, la puerta del tabernáculo estaba localizada en el
laclo oriental. Por lo tanto, cuando el adorador miraba hacia él, vol-
vía su espalda hacia el este. Es evidente que este era un repudio sim-
bólico de la adoración del sol, que era ampliamente practicada
entre los pueblos antiguos.7
Creo que este punto emerge claramente en el capítulo 8 de
Hzequiel. En ese capítulo el profeta es llevado en visión al templo de
Jerusalén, donde se le muestra la profanación del santuario que
practicaba el pueblo de Israel. Se presentan ante él cuatro series de
abominaciones, terminando con la más seria: "Y me llevó al atrio de
adentro de la casa de Jehová; y he aquí junto a la entrada del tem-
plo de Jehová, entre la entrada y el altar, como veinticinco varones,
sus espaldas vueltas al templo de Jehová y sus rostros hacia el orien-
te, y adoraban al sol, postrándose hacia el oriente" (Eze. 8:16).
Para anticiparse a este tipo de cosas, la entrada al taberná-
culo/templo estaba localizada al lado oriental. Además, en el caso
del tabernáculo del desierto, las tiendas de Moisés, Aarón, y los
hijos de Aarón, se levantaban permanentemente en el lado orien-
lal, mirando hacia la puerta, corno si fueran una representación del
i laro repudio a la adoración del sol, de parte de las más altas auto-
i idades espirituales de Israel.
Así, era el propósito de Dios que la atención de todo Israel se
volviera hacia el santuario como el lugar de redención, sanidad y
i instauración. Es probablemente a causa de esto que Daniel, en
medio de la idolatría babilónica, oraba con las ventanas de su recá-
mara abiertas hacia el templo de Jerusalén (Dan. 6:10), aun cuando
este yacía en ruinas.
3. Para proveer detalles adicionales con respecto al plan de salvación.
22 EL SANTUARIO

Aquí comenzamos a entrar en territorio potencialmente controver-


sial, y el lector querrá estar más alerta de los asuntos que se desa-
rrollen a partir de este punto en este libro.
Es cierto, como hemos notado, que el asunto fundamental que
Dios quería comunicar a la humanidad con respecto al plan de sal-
vación, se encarnó en el sencillo acto de matar una inocente vícti-
ma animal, derramar su sangre, y ofrecer su cuerpo en ofrenda
encendida, es decir, en holocausto. Pero, a medida que observamos
una más amplia revelación con respecto a otros temas o conceptos
bíblicos (por ejemplo, la Trinidad, la Resurrección, el más allá)
-podemos ver en el establecimiento del tabernáculo con su elabo-
rado ritual un propósito divino de suplir información adicional con
respecto a la actividad salvífica de Dios en Cristo Jesús.
Sin embargo, aquí afrontamos algunos problemas de interpreta-
ción. El Antiguo Testamento nos da muy poca explicación del signi-
ficado de estos servicios y rituales. Buscamos en vano, por ejemplo,
una explicación o elaboración explícita del significado de los sacrifi-
cios animales, más allá del (a menudo repetido) propósito de hacer
"una expiación" en favor del suplicante.8 Otros elaborados elementos
del sistema sacrificial (tales como el Yom Kippur o Día de Expiación,
con su "aflicción del alma", su reposo sabático, su Azazel o ceremo-
nia del chivo emisario) se estipulan sin una verdadera explicación de
su significado, ni para aquel tiempo, ni para el futuro.
Incluso la gran fiesta de la pascua parecía, desde la perspectiva
del Antiguo Testamento, mirar más bien hacia atrás que hacia ade-
lante. En realidad, cuando los modernos judíos ortodoxos la obser-
van hoy, todavía miran hacia el gran evento del Éxodo, como sus
antepasados lo han hecho durante cientos y miles de años. La visión
de la pascua -junto con otros antiguos sacrificios rituales-, como
simple cumplimiento del mandato divino de ofrecerla, carece de
todo significado tipológico.
Alguien podría decir: Bueno, ¿qué en cuanto a pasajes como
Isaías 53? ¿No tendría eso suficiente claridad para los israelitas que
vivían en el tiempo de Isaías? Esta es una pregunta justificada, pero
nunca debemos olvidar que nosotros leemos ahora tales pasajes
observándolos después del hecho, a través de ojos cristianos. A
veces necesitamos ponernos en la piel y la mente de una persona
METÁFORAS DE LA REDENCIÓN Y LA RESTAURACIÓN 23

que vivía seis o siete siglos antes de la cruz. ¿Cuán claros nos pare-
cería el lenguaje de Isaías 53 en aquel tiempo?
Nunca olvidaré lo que sucedió cierto día en una de nuestras
sesiones del seminario. Uno de los alumnos le preguntó al orador
invitado, un rabino, por qué los judíos de hoy no consideran a Isaías
') 5 y Daniel 9 como profecías referentes al Mesías. Su respuesta fue
clásica. "A ustedes los cristianos les puede parecer claro -dijo-, pero
resulta tan claro para todos que uno sea estúpido para no verlo.
Creo que él estaba en lo correcto. Isaías 53 no es tan inequívo-
co como pensamos a veces. Es por eso que el eunuco etíope tenía
problemas para entenderlo (véase Hechos 8:27-34). La falta de
interpretación bíblica explícita de estas cosas es ciertamente un
enigma para nosotros.
Sin embargo, a pesar de este silencio, me gustaría insistir en que
una de las razones para el establecimiento del tabernáculo y sus ser-
vicios era proveer detalles adicionales de la actividad salvadora de
I lios a favor de la humanidad. Parece razonable suponer que el anti-
cuo suplicante no realizaba simplemente este ritual en completa
ignorancia de su significado. Y aunque no siempre diera evidencia
di' la actitud inquisitiva de la mentalidad griega (u occidental),
debemos concluir que al menos captaba el hecho de que estos ritua-
les señalaban más allá de sí mismo a alguna realidad cósmica.
Una rara pista de esto —y enfatizo que no es más que una pista-
podría observarse en la oración de dedicación de Salomón:
"Asimismo que oigas el ruego de tu siervo, y de tu pueblo Israel,
i uando en este lugar hicieren oración, que tú oirás desde los cielos,
desde el lugar de tu morada; que oigas y perdones. Si alguno pecare
contra su prójimo,... y viniere a jurar ante tu altar en esta casa, tú
oirás desde los cielos..." (2 Crón. 6:21-23).
Esto es significativo cuando recordamos que para los antiguos la
oración y el templo señalaban hacia los sacrificios. Ellos no oraban,
como lo hacemos nosotros hoy, con sus manos vacías. Ellos venían
con sacrificios, ya fueran reales o implícitos.9 Es significativo, enton-
ces, que Salomón, en toda su oración, haga referencia horizontal al
icmplo de Jerusalén, luego referencia vertical, al lugar de la morada
celestial de Dios. Sus oyentes no deben haber tenido ninguna duda
en cuanto a la verdadera fuente del poder y el perdón, ni acerca de
24 EL SANTUARIO

la realidad a la cual el templo terrenal y sus sacrificios señalaban.


Pero si la oración de Salomón es en verdad una pista, es muy
rara. Por regla general, no hay prácticamente ninguna explicación
substancial del sistema cúltico en el texto antiguo. Conserva su
conocimiento dentro de él. Incluso el significado básico del corde-
ro sacrificial, como ya lo hemos notado en conexión con el pasaje
de Isaías 53, fue mantenido en silencio hasta la reverente procla-
mación de Juan el Bautista en las riberas del Jordán: "He aquí el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29). Con
este terso anuncio se levantó al fin el telón, y se rompió el silencio.
Esto nos trae a la mente la declaración de Jesús con respecto a
ciertos dichos o profecías acerca de él: "Y ahora os lo he dicho antes
que suceda, para que cuando suceda, creáis" (Juan 14:29; cf. Juan
13:19; 16:4).
El sistema cúltico del Antiguo Testamento, por tanto, es tanto
una parábola como una profecía. Como parábola, no debería espe-
rarse la interpretación de cada detalle. Y como profecía necesitaba
cumplimiento para desglosar su significado completamente.
Cuando Juan hizo la inmortal declaración a la orilla del Jordán, al
principio del ministerio de Jesús, la profecía encontró su cumpli-
miento. Aquel, hacia quien todo el sistema cúltico señalaba, había
llegado. En él han encontrado su significado y cumplimiento todas
las antiguas metáforas de la redención y la restauración.
De modo que aquí y allá, a través de todo el Antiguo
Testamento, encontramos una invitación a mirar hacia atrás, hacia
la antigua economía, con una aplicación de sus lecciones espiritua-
les para los santos del Nuevo Testamento, "a quienes han alcanza-
do los fines de los siglos" (1 Cor. 10:11).
Ahora sabemos el significado de la serpiente de "bronce" en el
desierto. "Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es
necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel
que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:14, 15).
Sabemos el significado de la roca en el desierto. Porque "todos
bebieron de la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca
espiritual que los seguía, y la roca era Cristo" (1 Cor. 10:4)-
Ahora sabemos el significado de la pascua. "Porque nuestra pas-
cua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros" (1 Cor. 5:7).
METÁFORAS DE LA REDENCIÓN Y LA RESTAURACIÓN 25

Y también sabemos por qué quemaban a los animales sacrifica-


dos fuera del campamento de Israel. "Porque los cuerpos de aquellos
animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el san-
tuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento.
I \ >r Kj cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su pro-
pia sangre, padeció fuera de la puerta" (Heb. 13:11, 12).
Pero la evidencia definitiva de que el antiguo sistema señalaba
unís allá de sí mismo, a una realidad cósmica, se encuentra en el
libro de Hebreos, al cual nos volveremos de vez en cuando, en los
i .ipítulos subsiguientes. Sin el libro de Hebreos estaríamos, prácti-
i ámente, en tinieblas.
¿Cuánto de todo esto conoció el antiguo pueblo de Israel?
Nunca lo sabremos de este lado de la cortina que nos separa del
inundo de la luz, pero podemos aventurar el dicho de que muchísi-
mos de ellos probablemente sabían tanto como Abrahán, quien, de
>u neldo con Jesús, percibió por la fe, a través de servicios menos ela-
I miados, la venida del Mesías: "Abrahán vuestro padre se gozó de
(|iii- había de ver mi día; y lo vio, y se gozó" (Juan 8:56).
Id punto fundamental parece inevitable: "Dios se proponía que
i I antiguo tabernáculo/templo y sus rituales fueran un instrumento
i Ir enseñanza -para Israel y para nosotros.

II efer encías
' l JM> aquí el término metáfora en un sentido amplio, para referirme a figuras, tipos, y símbolos.
I'sic término significa "primer evangelio" y se refiere a la proclamación inicial de las buenas
m.ii \ .i, por Dios mismo en Génesis 3:15 c o m o se entiende tradicionalmente.
' Note que la tribu de Leví no fue listada en la enumeración de los acampantes, puesto que ya
I' ti I santuario por todos los lados. Para completar el importante número de 12, la tribu de José
t Ir idló en Efraín y Manases.
1 I .i expresión significa "El Dios escondido" y es una reminiscencia de Isaías 4 5 : 1 5 :
M d.n leramente tú eres Dios que te encubres, Dios de Israel que salvas".
' Véase la forma en que otras versiones, R S V y N A S B rinden Números 11:4-
' 1 lena G. de White, Patriarcas-y profetas (Mountain, View, Ca.: Pacific Press Publishing
.ilion, 1890), pág. 364.
l'Moy en deuda con A. E Ballenger por esta percepción básica. Véase Adams, The Sanctiiary
1 1 -i p;1gs. 279, 280. Para una evidencia de la práctica de la adoración del sol entre los antiguos
i >•> I>I milicos, véase, por ejemplo, Deuteronomio 4:19; 17:3; 2 Rey. 21:3, 5; Interpreter's Dictionary
i I/II lliMc, ed. George A. Buttrick (Nueva York: Abingdon Press, 1962), tomo R-Z, págs. 4 6 2 - 4 6 4 .
Vi'.isr Levítico 1-4 para algunos ejemplos.
I H UNO que 1 Samuel 7:7-9 nos da un buen ejemplo de esto.
CAPÍTULO 2

Actividades y mobiliario
del Santuario del Antiguo
Testamento:
¿QUÉ SIMBOLIZAN?

C
uando llegué a este punto mientras escribía este libro, sentí
la necesidad de decir algo más acerca del significado de cier-
tos aspectos de los servicios y el ritual del antiguo taber-
náculo. Pero estos comentarios habrían calzado bien en el marco
del capítulo anterior. Considero que el lector puede decidir si lo pre-
fiere, con el siguiente capítulo, sin sacrificar ninguna parte vital del
argumento que estoy tratando de presentar. No obstante, me siento
impresionado a incluir unas pocas páginas aquí acerca del simbolis-
mo teológico de ciertas actividades y asuntos conectados con el an-
tiguo servicio. Espero que los significados, que inferimos de los po-
cos ejemplos que presentamos puedan verse rápidamente como ex-
trapolaciones razonables' de toda la información que da la Escritura.
Como ya indiqué en el capítulo anterior, el Antiguo Testamento
no dice casi nada en cuanto al significado de prácticamente cual-
quier aspecto de la actividad del antiguo santuario. Ni una sola vez
nos explica, por ejemplo, que la sangre de la víctima animal señala-
ra a la sangre derramada del Mesías crucificado. Para comentarios
más explícitos de este elemento básico del sistema sacrificial, debe-
mos volvernos hacia el Nuevo Testamento.

26
ACTIVIDADES Y MOBILIARIO DEL SANTUARIO.. 27

A pesar de la revelación del Antiguo Testamento, sin embargo,


millares de otros detalles permanecen ocultos en el misterio, desa-
liando nuestra natural curiosidad a cada paso. Sólo unos pocos indi-
nos escriturísticos rompen el casi absoluto silencio. Y es en estas
áreas donde deseo detenerme. Al hacerlo, me apoyaré de vez en
cuando en algunas ideas iluminadoras contenidas en los escritos de
I lena de White.
Inmediatamente se notará que mi propósito no es ser exhausti-
vo, sino más bien deseo ilustrar la clase de información con respec-
U) al santuario sobre la cual deberíamos centrarnos provechosa-
mente, y el carácter tentativo que debería caracterizar nuestra inter-
pretación. Es evidente que muchos de los asuntos son demasiado
elusivos como para caer en el dogmatismo.

LOS SERVICIOS Y EL R I T U A L
Durante mis días de maestro en el seminario, cada vez que ense-
naba el tema del tabernáculo, sus servicios y sus rituales, siempre
esperaba que se me hicieran preguntas acerca de los minuciosos
detalles del santuario y su servicio. Algunos estudiantes estaban
prácticamente fascinados por todo lo que tenía que ver con el mobi-
liario, las medidas, los colores y los rituales. Es posible que todas esas
minucias tengan su lugar, pero yo me siento inclinado por naturale-
a a ir en sentido contrario, especialmente al haber tenido numero-
. is oportunidades de observar los peligrosos escollos que aguardan a
los que dan rienda suelta a su apetito por encontrar significados ocul-
tos en cada detalle del antiguo ritual.
Al moverme en dirección opuesta, trato de destacar el significa-
do sólo de los aspectos mayores del ritual como se muestra, por
ejemplo, en el servicio diario.2
Este ritual constaba mayormente de tres elementos: el holocaus-
lo de la mañana y de la tarde, el ofrecimiento del incienso en el
altar de oro localizado en el lugar santo, y las ofrendas especiales por
el pecado personal (véase Exo. 29:38-42; 25:3-8; 30:6-8, 34-38; Lev.
4).
Cada mañana y cada tarde se ofrecía en holocausto un cordero
< le un año en el altar que se encontraba en el atrio. Este mueble se
llamaba, correctamente, el altar del holocausto u "ofrenda encendida".
28 EL SANTUARIO

No se encuentra ninguna explicación de este ritual en todo el


Antiguo Testamento. Las declaraciones de Isaías (por ejemplo,
"como cordero... fue llevado al matadero" [53:7], realmente no son
explícitas. Sólo cuando llegamos al Nuevo Testamento comprende-
mos el asunto totalmente. Cuando Juan vio el porte divino de Jesús
a la orilla del Jordán, exclamó con inspirado acento: "He aquí el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29). Y
esta sola declaración lo dice todo.
Lo mismo ocurre con Elena de White quien escribió que estas
ofrendas cotidianas del cordero ofrecido en holocausto simboliza-
ban "la consagración diaria de la nación a Jehová, y su constante
dependencia de la sangre expiatoria de Cristo"3. Esta interpretación
resuma credibilidad. No procede de un sombrero mágico, ni fue pro-
ducida por la fértil imaginación de alguien. Y seguramente las
ofrendas por los pecados personales tendrán un significado similar
al nivel individual.
Ella comenta también en cuanto al simbolismo del ritual del
incienso, un aspecto acerca del cual la Biblia guarda silencio: "El
incienso, que ascendía con las oraciones de Israel, representaba los
méritos y la intercesión de Cristo, su perfecta justicia, la cual por
medio de la fe es acreditada a su pueblo, y es lo único que puede
hacer el culto de los seres humanos aceptable a Dios".4
Esto nos ayuda a comprender la fuerte prohibición de la dupli-
cación de la fórmula exacta del incienso para cualquier otro propó-
sito que no fuera el uso en el servicio del santuario. "Como este
incienso que harás, no os haréis otro según su composición; te será
cosa sagrada para Jehová. Cualquiera que hiciere otro como éste
para olerlo, será cortado de entre su pueblo" (Exo. 30:37, 38).
Existía la preocupación de asegurarse que la fórmula nunca se con-
virtiera en algo de uso común. Yo tomo el significado para nosotros
hoy: que no intentemos imitar la justicia de Cristo ni inventar nues-
tro propio camino para acercarnos a Dios.
Y con respecto al pan de ¡a proposición, el Antiguo Testamento
también guarda silencio, aunque el Nuevo Testamento nos da indi-
cios breves pero significativos. El pasaje más famoso al respecto apa-
rece en Juan capítulo 6. La búsqueda de Jesús por parte de la multi-
tud a la cual había alimentado recientemente, motivada por los
ACTIVIDADES Y MOBILIARIO DEL SANTUARIO.. 29

IH'iicficios materiales recibidos de él, da ocasión al discurso más ex-


tenso con respecto al simbolismo del pan que podemos hallar en to-
da la Biblia.
Después de exponer francamente los motivos carnales por los
i nales lo buscaban, Jesús dijo a la gente: "Yo soy el pan de vida"
(Juan 6:35).
Pero ellos lo malentendieron. Una y otra vez ocurrió lo mismo.
• in embargo, una y otra vez él enfatizó la figura: "Yo soy el pan de
vula. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron.
11 st c es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come,
no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno
i ciñiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi
i ame, la cual yo daré por la vida del mundo" (Juan 6:48-51).
l.os judíos quedaron perplejos ante semejante declaración. Ellos
.eguían con la idea de la comida, cierto, pero no querían ningún
i ipo de trato con esa clase de menú. Nuestro Señor, por su parte, no
lii/o ningún esfuerzo por aclarar la confusión que ellos manifesta-
ban. Si en verdad era una confusión genuina él, de hecho, la empe-
• >n > "De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del
hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come
mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en
• 1 día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es
verdadera bebida" (Juan 6:53-55).
Y así continuó, sin interrupción, hasta que llegó al punto culmi-
nante de su argumento: "Este es el pan que descendió del cielo; no
mino vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come
de este pan, vivirá eternamente" (Juan 6:58).
Más tarde, en la víspera de su crucifixión, en la solemne quietud
• I' un aposento alto en Jerusalén, pondría de manifiesto una vez más
el mismo simbolismo: "Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y
bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed;
esto es mi cuerpo" (Mat. 26:26).
I\s cierto que ninguno de los pasajes que acabamos de citar de
lu.in y de Mateo se refiere o señala hacia el pan de la proposición
del santuario. Jesús estaba usando aquí la tipología del maná, no la
d. I pan de la proposición. Sin embargo, tengo la sensación de que
limbos tienen una estrecha relación. Elena de White interpretó el
30 EL SANTUARIO

pan de la proposición como "un reconocimiento de que el hombre


depende de Dios tanto para su alimento temporal como para el espi-
ritual, y de que se lo recibe únicamente en virtud de la mediación
de Cristo".5 Luego, comentando el famoso pasaje de Juan, al cual
acabamos de referirnos, dijo: "El maná, así como el pan de la pro-
posición, simbolizaban a Cristo, el Pan viviente, quien está siempre
en la presencia de Dios para interceder por nosotros".6

LA FORMA CÚBICA DEL L U G A R SANTÍSIMO


El Lugar Santísimo era un cubo perfecto. Así era en el taber-
náculo del desierto, en el templo de Jerusalén, en el templo ideal (o
visionario) de Ezequiel y, podemos suponer razonablemente, que
también lo era en el templo de Zorobabel, aunque no tenemos regis-
tro de sus medidas. También deberíamos notar que la proporción
entre las medidas del Lugar Santo y el Lugar Santísimo en el taber-
náculo del desierto era tal, que si el Lugar Santo se dividía en dos
partes, éstas formaban dos cubos adicionales perfectamente iguales
al primero.
La constante y permanente característica cúbica en cada mani-
festación del tabernáculo/templo tenía el claro propósito de señalar
algo que estaba más allá de lo visible. De acuerdo con el lnterpreter's
Dictionary of the Bible (IDB), por citar un ejemplo, el número 3,
como un numeral recurrente en las dimensiones del tabernáculo,
señala a la divinidad, y el cubo perfecto refleja la perfección de la
presencia divina.7 En otras palabras, esta fuente ve en el fenómeno
de un cubo perfecto la perfección de la Trinidad.
Yo considero ésta como una interpretación válida del fenómeno
y le añadiría la idea de la perfección del lugar donde mora la pre-
sencia divina; porque, después de todo, el Lugar Santísimo era el
lugar de la morada de Dios en la tierra. G.R.H. Wright parece alu-
dir a este punto cuando señala al cuadrado como "una concepción
muy antigua" en la arquitectura del templo. Luego añade que: "El
cuadrado, o un cubo afortiori, se ha tomado en la arquitectura sagra-
da como un símbolo del espacio perfecto".8
Y yo observo que esta dimensión cúbica encuentra un eco en la
Nueva Jerusalén, cuya longitud, anchura y altura, se nos dice, son
iguales (Apoc. 21:16), indicando con ello que la ciudad es un cubo
ACTIVIDADES Y MOBILIARIO DEL SANTUARIO.. 31

perfecto. La conexión es significativa cuando recordamos que,


mino el Lugar Santísimo del tabernáculo/templo, la Nueva
leiusalén llega a ser la morada de Dios en el nuevo cosmos entre su
pueblo (Apoc. 21:1-3, 22).

I AS V E S T I D U R A S DE LOS S A C E R D O T E S
Uno de los aspectos más fascinantes del ritual del antiguo taber-
i i.u ulo/templo era el de las vestiduras sacerdotales. La descripción
que se nos da en Éxodo 28:6-12 sugiere un atavío exquisitamente
• iilornado y tejido con los materiales más costosos.
Por encima de la túnica azul colgaba un vestido más corto y sin
mangas, de color oro, azul, púrpura, escarlata y blanco, llamado el
clod. En sus hombreras bordadas con oro estaban engarzadas dos
piedras de ónix que tenían escritos los nombres de las doce tribus de
l'.racl. En este detalle existía un claro paralelismo con el pectoral
que llevaba sobre el corazón y que constituía la parte más sagrada de
las vestiduras.9
Dos gemas semi preciosas del pectoral, como las piedras del efod,
llevaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel, sugirien-
do, dice Elena de White en un hermosísimo simbolismo, que así
como Cristo, nuestro Sumo Sacerdote presenta su sangre delante
del Padre, lleva sobre su corazón el nombre de cada alma arrepenti-
da y creyente.10
También formaban parte del traje, el Urim y el Tumim, dos gran-
i les piedras de hermosa brillantez, a través de las cuales comunicaba
I 'ios su voluntad a su pueblo. La señora White dice que en tiempos
de crisis, un halo de luz circuía el Urim para indicar el consenti-
miento o aprobación divinos, mientras que una sombra que opaca-
lía el Tumim, que estaba situado a la izquierda, señalaba la desapro-
bación divina.11
Cuando comparamos las vestiduras del sumo sacerdote con la
i leNcripción de la Nueva Jerusalén en el libro de Apocalipsis, surgen
inmediatamente una cantidad de intrigantes conexiones concep-
tuales.
Por ejemplo, el pectoral, estaba diseñado en la forma de un cua-
• Irado (Éxo. 28:16), en armonía con la descripción de la Santa
< Ciudad que se encuentra en Apocalipsis 21:16: "La ciudad se halla
32 EL SANTUARIO

establecida en cuadro". Montadas en el pectoral, como se ha indi-


cado arriba, había una variedad de piedras semipreciosas, arregladas
en cuatro filas de tres piedras cada una. Como las hombreras del
efod, también estaban grabados en ellas los nombres de las doce tri-
bus de Israel (Exo. 28:29). Este hecho encuentra su contraparte en
las inscripciones que se hallan en las doce puertas de la Ciudad de
Dios: "Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puer-
tas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus
de los hijos de Israel" (Apoc. 21:12).
Además de estos paralelismos, las piedras que estaban sobre el
pectoral tenían una estrecha afinidad con las que se encuentran en
los doce fundamentos de la Nueva Jerusalén. Considere la notable
similitud en los siguientes dos pasajes:
El pectoral La Nueva Jerusalén
" L e engastarán una guarnición "Y los cimientos del muro de la
de cuatro filas de piedras: en la pri- ciudad estaban adornados con toda
mera fila, cornelina, topacio y aza- piedra preciosa. El primer cimiento
bache; en la segunda fila, esmeralda era J A S P E ; el segundo Z A F I R O ; el
zafiro y diamante; en la tercera fila, tecero, ÁGATA; el cuarto, E S M E -
jacinto, ágata y amatista; en la cuar- RALDA; el quinto, ÓNICE; el
ta fila, topacio, ónice y jaspe. Las sexto, CORNALINA; el séptimo
guarniciones de pedrería irán C R I S Ó L I T O ; el octavo, B E R I L O ;
engastadas en filigrana de o r o " el noveno, TOPACIO; el décimo,
(Éxo. 2 8 : 1 7 - 2 0 , N B E ) . CRISOPRASO; el undécimo,
JACINTO; el duodécimo, A M A -
T I S T A " (Apoc. 2 1 : 1 9 , 20). "Pero la
ciudad era de oro puro, semejante al
vidrio limpio" (vers. 18).

Cualquiera que haya tratado de hacerlo, sabe que estas dos listas
de piedras preciosas no pueden conciliarse fácilmente. En realidad,
como ha dicho un comentarista con respecto a la lista de
Apocalipsis, "incluso el joyero más experto de hoy no podría iden-
tificar estas doce piedras preciosas". Tampoco encontramos ningu-
na ayuda, dice, en la literatura antigua, cuyas listas y descripciones
de piedras preciosas dejan "tantas preguntas sin responder".12
Sin embargo, el punto principal de nuestro argumento en reali-
dad no reposa en la capacidad para conciliar las dos listas. Parece
\< RRVIDADES Y MOBILIARIO DEL SANTUARIO.. 33

i i onable sugerir que el paralelismo claramente establecido entre


"líos elementos de las vestiduras del sumo sacerdote y la Nueva
|i iiisalén -así como otros numerosos paralelismos que podrían tra-
ii .c - han demostrado suficientemente que, a pesar de nuestra difi-
• nliad actual con la identificación, la lista de Apocalipsis 21 ha sido
Influida por la de Exodo 28. Nos parece encontrar algún tipo de
indicación teológica aquí. Dice Elena de White: "El ribete (del pee-
i "i .il) estaba formado por una variedad de piedras preciosas, las mis-
iii.in que forman los doce fundamentos de la Ciudad de Dios"."
Permítaseme insistir que comprendo la naturaleza precaria de
il|Minas comparaciones. Se me recuerda que el libro de Apocalipsis
11 una en muchas partes del Antiguo Testamento al presentar su pro-
pio mensaje. Además, en el Apocalipsis, son los nombres de los
ilnce apóstoles los que están en los fundamentos construidos con
• i.is piedras semipreciosas (Apoc. 21:14, 19, 20) mientras que los
i K nnbres de las doce tribus de Israel están en las puertas, que son de
pellas (Apoc. 21:12).
Es evidente que los simbolismos no encuentran aquí una clara
' i Mn-spondencia. Pero eso, precisamente, es la parte que me intriga.
I os paralelismos son suficientes para estimular el apetito y dejarlo a
nno sin aliento de emoción a causa de sus posibles implicaciones
teológicas.
I Jna y otra vez he intentado probar el misterio de estas cone-
iones conceptuales y teológicas que quitan el aliento, pero asimis-
mo las he hallado excesivamente sutiles y complejas como para
poder siquiera imaginarlas, ya no digamos ponerlas en palabras. Es
• .isi como si su propósito fuera ser captadas "no solamente por la
mente, sino por la imaginación, el corazón...".14
Por eso me siento contento de aprehenderlas como si fuera por
i .] n'jo, oscuramente. Porque, no importa cuán poco haya yo perci-
I 'ido, eso llena mi corazón de sublime asombro. Y me quedo con el
• i irazón palpitante y la boca abierta, como si estuviera en la pre-
ciii ia santificada de la santa Shekinah, oyendo en forma muy suave,
i li de adentro del velo, el amortiguado sonido de la música celestial
' 11 ic pronto va a irrumpir por todos los ámbitos del cielo cuando el
di.nna de los siglos llegue a su emocionante final. Entonces cono-
i eiemos, tan claramente como somos conocidos.
34 EL SANTUARIO

Referencias

I La palabra "extrapolación" implica un cierto grado de conjetura, pero se encuentra separada


varios grados de la especulación, porque ordena firmemente que las conclusiones fluyan lógica y natu-
ralmente de los datos conocidos.
' Para una interpretación inspiradora y cuidadosa de los aspectos claves del servicio del santua-
rio terrenal, véase Patriarcas y profetas, capítulo 30. Tengo una gran deuda de información extraída de
esa fuente para este capítulo.
' Id., P ág. 364.
4 Id., pág. 366.
' I d . , pág. 367.
6 ¡tói.
7 lnterpreter's Dictionary of the Dible, tomo R-Z, pág. 5 0 2 .
s G. R. H. Wright, "Pre-Israelite Temples in the Land of Canaan", Palestme Exploration Quarterly
103 ( 1 9 7 1 ) : 18.
II Patriarcas y profetas, pág. 363.
•c m.
11 Ibíd. N o t e el interesante caso de Saúl en 1 Samuel 28:6.
" R. C. H. Lenski, The lnterpretation of St. John 's Revelatkm (Minneapolis: Augsburg Pub. House,
1943, 1961), pág. 6 4 0 .
" Patriarcas y profetas, pág. 3 6 3 .
14 Avery Dulles, Models of the Church (Garden City, N. Y.: Douhleday &. Co., Inc., 1974), pág.
18.
CAPÍTULO 3

Conforme al modelo:
"< '(informe a todo lo que yo te muestre, el diseño del tabernáculo, y el dise-
nii de todos sus utensilios, así lo haréis" (Éxo. 25:9).

"I .os c uales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como
• le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira,
luí/ todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte"
i lleb. 8:5).

C
ómo entenderemos este pasaje? Este es el asunto que trata-
remos en el presente capítulo.

Algunos adventistas insisten en que estos pasajes indican


una correspondencia punto por punto entre el santuario terrenal y
el celestial. En otras palabras, la pequeña mesa de los panes de la
proposición en el santuario terrenal señalaría a otra gigantesca, o
por lo menos mucho más grande, en el santuario celestial; un
pequeño altar del incienso aquí, representaría a uno mucho más
'•cuide allá; y así por el estilo: pan por pan, incienso por incienso,
ingre por sangre, candelabro por candelabro, querubín (metálico)
por querubín (metálico), arca por arca.
¿Qué diremos de semejante literalismo? Es posible que algunos
.u ntan que esta comprensión del santuario celestial es absoluta-
mente inofensiva. Pero, ¿no representa acaso un serio impedimento
' 11 nuestra posición respecto del santuario, es decir, en la forma en
que exponemos la doctrina a los no adventistas o incluso a los
i M'épticos? Más aún, ¿no podría distorsionar en verdad el mensaje
1 |iic Dios quisiera que presentáramos en este tiempo a las personas

• le toda cultura y de toda filiación intelectual o filosófica? ¿Ayuda

35
36 EL SANTUARIO

este literalismo extremo o nos estorba en nuestro intento de llamar


la atención de la gente a lo que todos consideramos que es la esen-
cia o el corazón del mensaje del santuario? Estas son preguntas
importantes, creo yo. Sin la menor duda, el significado de todo el
concepto del modelo nos invita a estudiarlo cuidadosamente.
Este enfoque extremadamente literalista confronta por lo menos
tres problemas: (1) la imprecisión de la palabra "modelo"; (2) la
existencia de modelos cananeos más antiguos del tabernáculo/tem-
plo terrenal; y (3) la ocurrencia de disimilitudes entre el tabernácu- i
lo del desierto y los templos israelitas que les sucedieron.

LA IMPRECISIÓN DE LA PALABRA "MODELO"


En Éxodo 25:9 Dios mandó a Moisés que le construyera un san-
tuario de acuerdo al "modelo" (hebreo tabnith)' que había visto en
el Monte Sinaí. A primera vista esto parece una declaración direc-
ta, que difícilmente puede necesitar interpretación. Dios le mostró
a Moisés un modelo del santuario celestial, luego le mandó que
construyera uno semejante a ése. Sin embargo, el asunto no es tan
sencillo como parece.
Richard M. Davidson, en una tesis que presentó en el año 1981
referente a la naturaleza de la tipología bíblica, examinó el signifi-
cado de tabnith ("modelo") de Éxodo 25:9, 40.2 Aunque su objetivo
era "determinar si el significado original de tabnith implica una
correspondencia vertical [es decir, tierra-cielo]", de todos modos
señaló otros factores importantes que son relevantes para el presen-
te estudio. Entre las observaciones que encontré aplicables a nues-
tro propósito estaba el amplio espectro de interpretaciones a las
cuales es susceptible la, al parecer, transparente declaración de
Éxodo 25:9, 40.
Davidson destacó seis posibles interpretaciones de tabnith1 (aquí
las resumimos en cinco), cada una con sus respectivos defensores: 1.
Dios puede haberle mostrado a Moisés un modelo en miniatura del
santuario terrenal, ya sea en forma de una representación a escala o
como el plano de un arquitecto (sea cual fuere el caso, Moisés no
habría visto necesariamente el santuario celestial). 2. Dios puede
haberle mostrado un modelo en miniatura del santuario celestial. (Es-
to indicaría una vez más que no habría visto necesariamente el san-
< < «INFORME AL MODELO 37

ni.mío celestial como es en la realidad.) 3. Es posible que se le haya


iiuiNirado a Moisés el santuario celestial y que entonces se le diera un
modelo en miniatura del mismo (una representación a escala o
i .Lino arquitectónico) para que construyera el santuario terrenal. 4.
I'iulo habérsele mostrado el santuario celestial mismo y, sin la ayuda
le un modelo en miniatura de ninguna clase, sencillamente habér-
• Ir dicho que hiciera el santuario terrenal según lo visto. 5. A
Moisés no se le habría mostrado ni el santuario celestial ni ninguna
n incsentación de él; más bien, se le dio una visión subjetiva o un
i'nlpc de inspiración, y lo que recordara de ella le serviría para cons-
umí el santuario terrenal. Este último punto de vista ni siquiera
i «'quiere la existencia del santuario celestial, aunque no necesaria-
mente lo niega.
Obviamente la situación no es tan sencilla como podría parecer
• primera vista. Después de examinar las diversas opiniones contra
l.i evidencia disponible, Davidson tuvo dificultades para elegir una
< (iie fuera considerada como la mejor. "Parece que es imposible deci-
dli con certeza ... si la referencia primaria de ... [tabnith] es al mode-
la en miniatura del santuario celestial, al santuario celestial mismo
i' un el modelo en miniatura implícito), o a ambos".4
Su punto de vista personal, sin embargo - c o n el cual estoy de
i. ueido-, es que a Moisés se le dio una vislumbre del santuario
i le:, ti al, luego se le mostró "un modelo en miniatura" del mismo,
|iu debía copiar para hacer el santuario terrenal". 5 A mí me pare-
• I (en armonía con la posición de Davidson) que la majestad del
Mutuario celestial tendría que haber sido absolutamente abrumado-
i i para serle (a Moisés) de ayuda práctica en la construcción de la
I iinnilde contraparte del tabernáculo del desierto.
Si hemos comprendido estos puntos, ahora debemos hacerle
ln nle a la más complicada cuestión de la relación -desde el punto
• I. vista físico y otros detalles- entre este "modelo en miniatura"
i. iiini) finalmente halló expresión en el tabernáculo terrenal) y el
• i M'inal celestial. (Davidson no plantea pregunta alguna acerca de
• 'ite iipo, pues su estudio, como lo aclara al principio, es "estructu-
i il linicresado en la forma literaria y el lenguaje], no... teológico".) 6
Vd sugiero que prosigamos examinando brevemente aquellos
i' i ,i|es de Éxodo donde se enunció originalmente la idea de cons-
38 EL SANTUARIO

truir un santuario de acuerdo al modelo. Cuando hacemos esto,


aunque no sea en forma técnica, teniendo como telón de fondo lo
que yo llamo "sentido común santificado", comenzamos a tener una
idea de la clase de lastre que la idea de tabnith no tenía el propósito
de llevar.
Después de su uso inicial en Exodo 25:9, tabnith reaparece en el
versículo 40, al final de la amplia descripción del arca del pacto, la
mesa de los panes de la proposición y el candelabro de oro. Es posi-
ble que alguien opine que estos muebles, quizá a causa de su ele-
gante apariencia, poseen suficiente dignidad, por así decirlo, para
hallarse de verdad en el santuario celestial. Sin embargo, este ejem-
plo no ayuda gran cosa al caso que estamos tratando de estructurar.
La tercera alusión al concepto de modelo se encuentra en Éxodo
26:30. Aquí Dios le recuerda a Moisés que construya el tabernácu-
lo "conforme al modelo que te fue mostrado en el monte". Aunque
en este texto se usa mishpat (que significa "juicio" o "regla"), y no
tabnith, el contexto establece claramente que estamos tratando con
la misma idea de Éxodo 25:9, 40. Mishpat aquí equivale a tabnith.
Nótese ahora que la idea de modelo sigue a una detallada des-
cripción de las cortinas de pelos de cabra, las tablas, los goznes y las
barras. En este punto la mente sensible comienza a preguntarse
acerca de la validez de suponer la existencia de cosas tan mundanas
y contingentes como éstas en el santuario celestial.
Sin embargo, es la cuarta mención de "modelo" la que da a nues-
tro sentido común su primera sacudida seria. Sin el uso esta vez de
ningún término especial (como mishpat o tabnith), la idea aparece al
final de la descripción del altar del holocausto. "Harás también un
altar de madera de acacia, de cinco codos de longitud... Y le harás
cuernos en sus cuatro esquinas... Harás también sus calderos para
recoger la ceniza, y sus paletas, sus tazones, sus garfios y sus brase-
ros... Y le harás un enrejado de bronce de obra de rejilla, y sobre la
rejilla harás cuatro anillos de bronce a sus cuatro esquinas. Y la pon-
drás dentro del cerco del altar abajo; y llegará la rejilla hasta la
mitad del altar. Harás también varas para el altar... Lo harás hueco,
de tablas; de la manera que te fue mostrado en el monte, así lo
harás" (Éxo. 27:1-8).
Parece razonable concluir aquí que si bien los instrumentos que
< < «INFORME AL MODELO 39

••r acaban de describir, seguían el modelo que se le había dado a


N It lisés en el monte, como el altar, por ejemplo, con todos sus acce-
.1 n ios, no necesariamente tienen que existir en el cielo. Estas con-
i lusiones quedan confirmadas por la verdadera actuación del anti-
tiju). El Calvario, como todos los cristianos debiéramos entenderlo,
i< presenta el altar antitípico del holocausto. Fue allí donde nuestro
'•mor fue ofrecido en sacrificio; pero ¡cuán diferente físicamente
el a esa contraparte típica!
En el tipo vemos un atrio sagrado rodeado de cortinas; en el
• intitipo, la desnuda y profana colina del Calvario. En el tipo, un
.iltar hecho de bronce; en el antitipo, una cruz de madera. En el
upo, un cuchillo afilado que cortaba la garganta de la víctima; en el
.mtitipo, no se tocó la garganta de la víctima, sino sus manos y sus
pies, que fueron traspasados por los clavos romanos. El tipo revela
una indefensa víctima animal en las manos de un sacerdote; en el
nntitipo, el Hijo de Dios era, al mismo tiempo, la víctima y el sacer-
dote. En el tipo, la sangre fluía debajo del altar de bronce y tocaba
los cuernos por medio de los dedos del sacerdote; pero nadie tocó
aquella corriente escarlata que fluía de la cumbre del Calvario.
Y así podríamos seguir la comparación, si el espacio lo permitie-
t.i. El paralelismo es real, pero también lo es el contraste. ¡Nada en
el tipo describía la gloria de la mañana de la resurrección cuando
( Visto, la víctima cósmica, se levantó triunfante de la tumba, vivo
para siempre, con las llaves del infierno y de la muerte fuertemente
.isidas por sus manos perforadas por los clavos!
La naturaleza de la correspondencia entre el tipo y el antitipo en
rste caso particular es muy aleccionadora. Este es el único ejemplo
en el cual hemos tenido el privilegio de testificar el cumplimiento
antitípico con nuestros propios ojos, por así decirlo, y debería servir
de correctivo a nuestra inclinación a ver una correspondencia entre
el santuario terrenal y el celestial, así como en sus ministerios. Esto
liac.e que nos preguntemos si no debiéramos entender la idea de
modelo primariamente en un nivel funcional y teológico más pro-
f undo.
En este contexto es iluminador notar la forma en que el libro de
los Hebreos maneja la idea de modelo, y qué términos introduce
p. u a expresarla.
40 EL SANTUARIO

En Hebreos 8:5, el autor explica que el sacerdocio levítico sirvió


como "figura [hypodeigma] y sombra [skia] de las cosas celestiales,
una obvia referencia, según las apariencias, a Éxodo 25:40, donde
Dios le encarga a Moisés que construya el tabernáculo y todos sus
accesorios "conforme al modelo [typos en Hebreos] que se te ha
mostrado en el monte" (Heb. 8:5).
De manera que hasta aquí se han introducido tres términos:
hypodeigma, skia y typos. ¿Cómo los entenderemos?
Por lo general hypodeigma significa "ejemplo", "modelo",
"patrón". En nuestro pasaje tiene el significado o sentido de "copia"
o "imitación". Skia significa una "sombra", o "prefiguración". Typos
se traduce correctamente como "patrón" o "modelo".7
Podríamos decir mucho más acerca del significado de estos tér-
minos, pero una multiplicación de definiciones del diccionario no
afectaría materialmente el asunto que nos ocupa. El contexto es
más importante, porque muestra la forma en que el autor mismo
entendía y usaba dichas expresiones. A medida que uno estudia el
contexto, los siguientes puntos se vuelven evidentes:
1. Para el autor de Hebreos, el término hebreo tabnith (usado en
Éxodo 25:40, y al cual se refiere como prueba de su aseveración) se
rinde adecuadamente mediante la palabra griega typos ("patrón" o
"modelo"), pues de otra manera no la habría empleado en su tra-
ducción (véase Heb. 8:5).
2. Typos, a su vez, traduce adecuadamente los términos hypodeig'
ma y skia, porque el autor usa estos dos términos para explicar la
relación que existe entre los ministerios terrenal y celestial, del
mismo modo en que lo hace con typos en el mismo versículo (Heb.
8:5). Además, mi lectura del contexto me lleva a la conclusión de
que hypodeigma y skia se usan como sinónimos.
3. Esto significa que hypodeigma y skia, juntos o separados, son
equivalentes de typos. Así, podríamos sustituir apropiadamente
cualquiera de estas dos palabras por typos en Hebreos 8:5, al tradu-
cir la palabra hebrea tabnith.
Si nuestro razonamiento hasta aquí es correcto, entonces es
posible dar un paso más. Lo haremos esto en virtud de un contraste
muy significativo que se hace en Hebreos 10:1. Aquí la limitación
de la ley (de los sacrificios) se basa en el hecho de que eran sólo
< < «INFORME AL MODELO 41

"Mimbra (skia) de los bienes venideros, no la imagen misma de las


cosas". De modo que el autor pone skia y eikon en agudo contraste.
lukon, que aquí significa "forma" o "apariencia",8 es la palabra
i|iii- el Nuevo Testamento usa para traducir el término hebreo tselem
( "imagen"), palabra que describe la correspondencia física y espiri-
niul entre Dios y el hombre en el principio, o entre padre e hijo. 9 Es
una palabra fuerte, y ha sido empleada incluso para describir la rela-
i íón entre Cristo y el Padre.10 Pero al margen de cuán fuerte sea,
ningún estudiante cuidadoso de la Biblia intentaría dibujar un
n i rato de Dios basado en la forma como se refleja en la humanidad,
ni siquiera en el Cristo terrenal. El instinto espiritual nos impide
hacer una comparación tan precaria.
Id punto es éste: ¡Si un instinto espiritual nos impide dogmati-
ii, aunque tengamos una fuerte (eikon) correspondencia, cuánto
ni,is fuerte debería ser el impedimento, cuando sólo hay una rela-
i itin de skia (o de typos o de hypodeigma)!
No sorprende que el apóstol se refiera al servicio del santuario
terrenal como una parábola (parabolé) del presente ministerio
innosacerdotal de Cristo (Heb. 9:9). Como las parábolas, no debe-
i i.i esperarse que los simbolismos típicos reflejen realidades en cada
di i. i lie, especialmente cuando recordamos que el libro de Hebreos
I.I.una principalmente por contraste y menos por comparación. Esto
Minifica que el movimiento es de lo nuevo a lo viejo, tanto como o
.huí más que de lo viejo a lo nuevo. Para decirlo de otra manera,
deberíamos luchar para demostrar no tanto cuánto se parecen las
1111.as del cielo a las de la tierra, sino cuán diferentes e inferiores son
I.i', cosas de la tierra cuando se miden con la realidad celestial o
nrquetipo. Nunca debemos olvidar que "lo celestial y no lo terrenal
i s lo genuino. Lo terrenal no era más que un pálido reflejo, un dise-
iin temporal que señalaba a lo real... Lo real explicará la sombra, y
no viceversa".11
Se requiere un sentido común iluminado para comprender que
i lenas cosas salen del concepto de modelo y que otras no. Y lo que
lia. e la tarea de discriminar más frustrante, a veces, es que aquí no
liay reglas hermenéuticas (de interpretación) que seguir.
I ;.sto no debería sorprendernos, puesto que un gran porcentaje de
I - • asuntos de la Escritura que tienen los significados más profundos
42 EL SANTUARIO

para nosotros, se expresan en lenguaje figurado o simbólico. De


hecho, una gran parte de la relevancia continua y lo atractivo de
ciertas verdades cardinales de la Escritura (la expiación, por ejem-
plo) está precisamente en el lenguaje figurativo a través del cual nos
han sido reveladas, lenguaje que a menudo les permite trascender
las barreras temporales, culturales, e incluso conceptuales.
Resistamos, por lo tanto, la tentación que surge de un deseo mal
encaminado de lograr una precisión científica, de sujetar cada sim-
bolismo escriturario al análisis científico.
En consecuencia, sería inapropiado buscar una correspondencia
matemática, una por una, entre el tipo terrenal y la realidad celes-
tial. La palabra "modelo" no soporta la carga que muchos tratan de
imponerle.

A N T I G U O S PARALELISMOS C A N A N E O S
Hace algunos años uno de mis compañeros de clase presentó una
investigación en la cual documentaba la existencia de restos de
templos paganos pre israelitas en Palestina, que tienen notables
semejanzas con el plano general del tabernáculo/templo israelita.
Todavía puedo recordar su asombrosa conclusión. "Esto prueba
—dijo— que no hay santuario en el cielo".
Su conclusión no garantizaba nada, por supuesto, y el resto de la
clase le dio la tarea de probarla. No obstante, las evidencias que des-
cubrió plantean problemas a algunas mentes con respecto al con-
cepto de un modelo celestial.
Los modernos descubrimientos arqueológicos hechos en el Cer-
cano Oriente han sacado a luz los restos de templos cananeos preis-
raelitas muy similares a la forma básica y la estructura del plano de
planta del tabernáculo del desierto y su sucesor, el templo de
Jerusalén. G. R. H. Wright hace una lista de varios de éstos: el tem-
plo de Hazor, construido a mediados de la Edad de Bronce (entre
2,000 y 1,600 a. C.); el templo Fosse de Lachis, construido en la
Edad de Bronce tardía (en algún momento alrededor de 1,500 a.
C.); y un "templo Neolítico de la era pre Cerámica Neolítica" en
Jericó (estimado como anterior a 3,000 a. C.). 12 El rasgo caracterís-
tico que los distingue, por sobre otros, es su triple división." Esta
característica, entre otras, llevó a John Bright a afirmar que el "san-
< < «INFORME AL MODELO 43

lu.ii in [refiriéndose al templo de Jerusalén] fue construido sobre un


modelo cananeo".14
|. Quellette, comentando acerca del templo de Hazor y otros, ha
ilustrado que las similitudes no son, ni con mucho, tan sorpren-
dentes como parecen a primera vista." Y Wright ha observado que
"l,i división... en tres elementos no siempre se marca con toda cla-
iid.id". En realidad, dice, "la impresión que causan los planos que
iiun se conservan de varios de estos edificios es la de arreglos e inser-
i iones provisionales y desordenados que todavía no logran su ver-
il. idera forma final".16
listo, sin embargo, no es lo que nos interesa. La cuestión es, más
lien, que existieron en una época anterior a la revelación del plan
de l.i construcción del tabernáculo del desierto en el Sinaí, templos
pacanos, no israelitas, que se aproximan bastante a aquél, tanto en
plano de planta como, hasta donde podemos determinar por la evi-
dencia, en ciertos accesorios.
/Fueron diseñados también estos templos paganos de acuerdo al
modelo celestial? O para decirlo de otra manera, si el tabernácu-
lii/templo israelita fue hecho de acuerdo al modelo de las cosas
• elest ¡ales, ¿por qué no era único en todas sus formas? ¿Por qué fue
I n cedido por lugares paganos de sacrificios? Estas preguntas son de
I .111 icular interés para las personas que tienen una concepción lite-
ulisia del concepto de modelo.
Sugeriré una posible solución al final del presente capítulo, pero
• luí a sería apropiado echar primero una rápida mirada a algunas de
las diferencias existentes entre el tabernáculo del desierto y los tem-
pli >N que le sucedieron, especialmente el templo de Jerusalén. A mi
|uu io, este fenómeno se relaciona indirectamente con el problema
ile los paralelismos de los antiguos templos paganos con el taber-
náculo.

I ^ S I M I L I T U D E S E N T R E EL T A B E R N Á C U L O DEL
I )l' S I E R T O Y EL T E M P L O DE J E S U R A L É N
I lasta el lector casual que recorre con curiosidad las descripcio-
ii. bíblicas del templo de Jerusalén nota ciertas disimilitudes entre
. .le y el tabernáculo del desierto. Entre ellas están:
I. Fd templo de Jerusalén contenía por lo menos dos atrios, no
44 EL SANTUARIO

sólo uno, como ocurría con el tabernáculo del desierto.17 (Había un


"gran atrio",18 al cual todo el pueblo tenía acceso, y un "atrio inte-
rior" o "atrio de los sacerdotes", o "atrio superior"19, que era princi-
palmente para los sacerdotes y levitas.)
2. En el tabernáculo del desierto sólo había una entrada, mien-
tras que había seis que conducían al precinto del templo de Jeru-
salén.20
3. El tabernáculo del desierto era una tienda móvil y frágil. El
Templo de Salomón, por la obvia razón de que Israel era ahora una
nación debidamente establecida en su tierra, era un edificio pala-
ciego de piedra21 que nos da, quizá, otra obvia razón para no enfati-
zar demasiado la correspondencia entre los santuarios terrenal y
celestial. ¡El primero existía en la tierra; el otro existe en el cielo!
4- El tabernáculo del desierto contenía un candelabro en el lado
sur y una mesa de los panes de la proposición en el lado norte. Por
contraste, el templo de Jerusalén contenía diez candelabros y 10
mesas de los panes de la proposición... y en ambos lados, norte y sur
(o derecha e izquierda).22
5. Así como el tabernáculo del desierto, todo el interior del tem-
plo estaba adornado con figuras de querubines. Además, tenía pal-
meras, flores, leones y bueyes.25
6. Uno de los atrios del templo de Jerusalén contenía un gran
mar de bronce, o tanque, que estaba colocado sobre los cuartos tra-
seros de doce bueyes de bronce que miraban hacia cada uno de los
cuatro puntos cardinales. Esto no lo encontramos en el tabernácu-
lo del desierto. Además, en el atrio del templo había diez fuentes
movibles para lavarse, en lugar de una, como era el caso del taber-
náculo del desierto.24
7. A la entrada del Templo de Salomón estaban dos gigantescas
columnas de bronce llamadas Jaquín y Boaz, coronadas de lirios.25
Salomón hizo "cadenas como collares y las puso en el capitel de las
columnas con cien granadas en las cadenas". No me consta que se
haya especulado alguna vez sobre el significado teológico de estas
columnas, pero ellas constituían una de las más notables diferencias
con el tabernáculo del desierto. El erudito del Antiguo Testamento,
William Shea, sugiere que estas columnas tenían fanales (vasos me-
tálicos) en el capitel para alumbrar, algo que el tabernáculo del de-
< < «INFORME AL MODELO 45

un to no necesitaba, bendecido como estaba por una luz milagro-


mi."1
A estas disimilitudes deben añadirse otros numerosos asuntos de
menor significado que, cuando se combinan con las obvias diferen-
< I I I S en la apariencia de estas dos estructuras - l a primera, una hu-

milde tienda, la otra, un suntuoso palacio de piedra-, tienen un sig-


nilieado que no pueden ignorar simplemente aquellos que desean
mantener una estricta correspondencia literal de construir "de
>n uetdo al modelo".
Y sin embargo, no debemos olvidar que el Templo de Jerusalén,
iiM como el tabernáculo del desierto, fueron construidos de acuer-
do con el modelo celestial. "Y David dio a Salomón su hijo el
plano del pórtico del templo y sus casas, sus tesorerías, sus aposen-
in,, sus cámaras y la casa del propiciatorio. Asimismo el plano de
1111 las las cosas que tenía en mente para los atrios de la casa de
|i liová, para todas las cámaras alrededor, para las tesorerías de la
i a a de Dios, y para las tesorerías de las cosas santificadas... Todas
• ias cosas, dijo David, me fueron trazadas por la mano de Jehová,
«nit* me hizo entender todas las obras del diseño [tabnith]" (1 Crón.
JH 11-19).
Al comentar esto, Elena de White dice que "David dio a
alomón instrucciones minuciosas para la construcción del templo,
uin modelos de cada una de las partes, y de todos los instrumentos
del servicio, tal como se los había revelado la inspiración divina".27
\< le más, estamos seguros que los constructores de Salomón, aunque
11 mi i atados de una nación pagana, seguían los planos divinos, como
e ve en la impresionante demostración de aprobación de Dios en
11 dedicación del templo. Él lo llenó con la nube de su gloria, "y no
Im«lian los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube;
poique la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios" (2 Crón.
14).
I I punto, entonces, es éste: si tanto el tabernáculo del desierto
• unió el templo de Jerusalén fueron construidos de acuerdo con el
un nielo celestial, ¿cómo puede entenderse el término "modelo" en
un estricto sentido literal, cuando en tantos detalles las dos estruc-
i ni as mostraban disimilitudes tan notables? Y la situación se vuelve
nía , compleja aún si tomamos en cuenta las diferencias adicionales,
46 EL SANTUARIO

la variaciones y desarrollos indicados en el templo ideal de Ezequiel


(véase Eze. 40:1-43:27). 2S
Por supuesto, puede argüirse que si Dios dio "planos" tanto a
Moisés como a David, sin importar las diferencias, los detalles en
ambos deberían considerarse muy importantes. Esto es cierto. Pero
por pequeñas que fueran estas diferencias deberían ayudarnos a ale-
jarnos del dogmatismo acerca de la apariencia exacta del santuario
celestial, basado en nuestro conocimiento del terrenal. Es un hecho
que la gran cantidad de diferencias en detalles carecen de impor-
tancia, pues se relacionan únicamente con el tiempo y las circuns-
tancias de lugar: la luz de Jaquín y Boaz, por ejemplo. Estas habrían
reemplazado a la luz sobrenatural (Éxo. 40:34-38) del tabernáculo
del desierto.
1. No son los detalles estructurales del tabernáculo/templo real-
mente importantes, sino el plan básico. Sobre este punto, llamamos
la atención a ciertos ingredientes fundamentales que caracterizaron
las tres representaciones del santuario, al margen de las otras
variantes. Entre ellas están:
a. Los tres (el tabernáculo, el templo de Salomón y el templo ideal
de Ezequiel) estaban orientados hacia el mismo punto cardinal: el
este.29
b. Cada uno de ellos contenía las tres divisiones básicas:
1. El atrio
ii. El lugar santo
iii. El lugar santísimo.
c. La decoración básica de los tres era la misma: las figuras de que-
rubines que adornaban las paredes interiores.
d. El equipo básico y el mobiliario eran los mismos en el atrio: el
altar del holocausto; en el lugar santo: el (los) candelabro(s), la(las)
mesa (s) del pan de la proposición, y el altar del incienso; en el lugar
santísimo: el arca sagrada, cubierta por la sombra de las alas de los
querubines.
e. En cada uno de ellos el lugar santísimo era un cubo perfecto.
Por lo tanto, al tratar de desprender algún significado teológico,
deberíamos tomar en cuenta estos rasgos estructurales básicos del
tabernáculo/templo.
2. La apariencia física del tabernáculo/templo no nos da libertad
< < «INFORME AL MODELO 47

i na dogmatizar en cuanto a la apariencia del original celestial. Pa-


h'i cría que el enfoque más seguro es concentrarnos en la significa-
• ii m teológica, más que en la especificación estructural.
listo significa que no buscamos contrapartes celestiales para las
lulilillas y los corchetes, los braseros y las vasijas y los numerosos
• 'iros muebles que formaban parte del complejo del santuario terre-
nal No es posible especular con respecto al significado de los tipos
de pieles de animales que se usaron para cubrir el tabernáculo del
di .ierto, como no le damos ningún significado teológico a las pie-
111.i •> con las que fue construido el templo de Salomón.
I ;stos puntos simplemente representaban los materiales de cons-
niHi ión que había en aquel tiempo.30 Deberíamos negarnos sí a
encontrarles significado a los bellos colores del tabernáculo, por
i' madores que parezcan. Todo este esplendor, como es el caso de
l •. colores de las vestiduras del sumo sacerdote, eran "para gloria y
ln unosura" (Exo. 28:2, 40). Sería inapropiado, por ejemplo, consi-
di i.ir el hecho de que una hebra escarlata corría a través de todas
I i cuerdas de los buques de la armada británica, con el fin de hallar
• ii ello capital teológico, como lo sería también encontrarlo en la
pi edominancia del color rojo en el santuario, como he oído que
Inician algunos predicadores adventistas (por fortuna, no reciente-
mente).
Mientras me concentro en el significado teológico de todo el
implio aspecto físico del santuario, he visto útil pensar en sus tres
divisiones básicas y el ritual asociado con ellas, como señalando a
I i tres fases o dimensiones fundamentales del plan de salvación, es
' 1.1 ir, expiación, intercesión y juicio. El atrio, con su sacrificio en el
iili,ir de bronce, simbolizaba la expiación y señalaba, en particular,
ii la gran transacción que se realizaría en la cruz. El lugar santo, con
H altar de oro del incienso, significaba la intercesión, comenzando
> "ii la ascensión de Cristo y continuando hasta el fin del tiempo de
' i ai la. El lugar santísimo, el centro del Día Anual de Expiación
i i"in K'ippur), tipificaba el día antitípico de juicio, comenzando en
l >14, como veremos en el próximo capítulo, y terminando con la
H adiración final del pecado y el mal del universo.
V estas tres verdades juntas constituyen la Expiación con E
ni lyiiscula, por así decirlo.11 (Véase el diagrama.)
48 EL SANTUARIO

LAS T R E S D I M E N S I O N E S F U N D A M E N T A L E S D E L A
SALVACIÓN R E V E L A D A S E N E L S A N T U A R I O

nn

• • •

1
J u i c i o ( c o n una continua intercesión Intercesión La expiación
do 1 8 4 4 al final del tiempo de gracia) ( D e la c r u : a 1 8 4 4 ) ( E n la cruz)

LA EXPIACIÓN

ES NECESARIO EL EQUILIBRIO
Visto de esta manera, la existencia previa de templos no israeli-
tas, similares a la estructura básica del tabernáculo mosaico o del
Templo de Salomón, ya no nos perturba más. El énfasis, como he
tratado de mostrar, no se basa primariamente en los accesorios físi-
cos y en las estructuras como tales, sino más bien en el uso que se
les daba, es decir su función.
Es cierto que tenemos restos de altares del perfume, de altares e
ídolos asociados con estos antiguos templos paganos no israelitas,
pero no se sabe nada en cuanto al uso específico que se les daba a
estos accesorios y estructuras; y más importante aún, el significado
teológico que se atribuía a sus servicios y rituales. Muchos de los ele-
mentos y otros accesorios del mobiliario se han perdido, y cómo
específicamente se llevaba a cabo el ritual es ahora prácticamente
irrecuperable. Así, tenemos muy poca información en cuanto al
verdadero modelo del ritual, y la forma en que los muebles y los
< < «INFORME AL MODELO 49

1.1 t'Norios se relacionaban con aquél.


1 le aquí a 2000 años -si el tiempo durara- no habría gran dife-
u-ni'ia entre los restos de una catedral cristiana y los de un templo
hindú, musulmán o budista, específicamente en cuanto al plano de
planta. Y sin embargo, ¡qué grave error cometerían los arqueólogos
i' los teólogos si empezaran a suponer, por la simple similitud exter-
n.i, que existe una correspondencia en la teología y la adoración de
ludas estas religiones tan divergentes!
lis absolutamente concebible que Dios, que se comunica como
• u'inpre en lenguaje humano, decidiera emplear un medio recono-
i ido por la generalidad (tabernáculo/templo) para la revelación de
ai plan, pero que al hacer uso de la forma, alterara drásticamente su
• lenificado teológico: su contenido.
El interés de Dios, entonces, de que Moisés construyera confor-
me al modelo divinamente revelado, pudiera verse como que influ-
ye directamente sobre este contenido y significado teológicamente
alterado. De acuerdo con esto, construir según el modelo, no signi-
lii aria necesariamente que Moisés lo hiciera en base a la forma físi-
i a del santuario celestial, o que la estructura tuviera que ser nece-
ariamente única.32 Era más probable que mostrara que Dios tenía
• uidado de que las características físicas sobresalientes se conforma-
i.in al plano que se le proveyó a Moisés sobre el monte Sinaí, un
plano traducido para el uso humano, por así decirlo, y que reflejara
i lertos aspectos cruciales del plan de salvación. La idea básica sub-
yacente, en otras palabras, era que el ritual del tabernáculo, tanto
en su aspecto diario como en el anual, sirviera como "profecías",
imbolos, tipos, del plan cósmico de Dios para la salvación humana
y la seguridad del universo.
De modo que el tabernáculo/templo israelita, aunqué tuviera
emejanzas extemas y superficiales con edificios ya conocidos en
i ulturas contemporáneas del antiguo Medio Oriente contenía, sin
embargo, importantes disimilitudes que señalaban las importantísi-
mas realidades teológicas de las cosas celestiales, la fuerza y el cen-
111 > neurálgico de la salvación humana.
50 EL SANTUARIO

Referencias

1 En Números 8:4, la palabra hebrea es mar'eh, que significa "vista", "apariencia".


2 Richard M. Davidson, Typology in Scriptnre (Berrien Springs, Mích.: Andrews University Press,
1981), págs. 3 6 7 - 3 8 8 .
* Véase Davidson, págs. 3 7 2 - 3 7 4 .
4 Id., pág. 3 8 6 .
5 Id., págs. 378, 385.
6 Id., pág. 10.
7 Véase W. F. Arndt y F. W. Gingrich, A Greck-English Lexicón of the Neiv Testament and Other
Early Christian Literature (Chicago: University of Chicago Press, 1957 y 1979), s.v. hypodeigma, skia, y
typos.
s Ibíd., s. v. eikon.
9 Véase G é n . 1:26, 27; 5:3; cf. 1 Cor. 11:7 y 15:49.
10 C o l . 1:15; cf. 2 Cor. 4:4.
11 William G. Johnsson, In Absolute Confidence: The Dook of Hebrews Speaks to Our Day
(Nashville: Southern Pub. Assn., 1979), pág. 91.
12 G. R. H. Wright, "Pre-Israelite Temples in the Land of C a n a a n " , Palestine Exploration
Quarterly 103 ( 1 9 7 1 ) : 26, 28.
15 J. Quellette, "Temple of Solomon", en Inter/ireter's Dictionary of the Dible, suplementary volu-
me, pág. 8 7 2 .
14 J o h n Bright, A History of Israel, 2nd ed. (Philadelphia: Westminster Press, 1972), pág. 222.
Wright sugiere que estos antiguos "templos tipo" formaban "el fondo histórico natural del templo de
Jerusalén" (pág. 17).
" Interpreter's Dictionary of the Dible, suplementary volume, págs. 8 7 2 , 8 7 3 . Véase también
Lawrence Geraty, " T h e Jerusalem Temple of the Hebrew Bible in Its A n c i e n t Near Eastern Setting",
en T h e Sementar)' and the Atonement: Biblical, Historical, and Theological Studies, ed. A. V.
Wallenkampf y W. R. Lesher (Washington, D. C.: Review and Herald Pub. Assn., 1981), págs, 5 5 - 5 9 .
Wright, pág. 25.
17 2 Rey. 21:5; 23:12; 2 Crón. 4:9; 1 Rey. 6:36; Jer. 36:10; cf. Exo. 27:9.
15 2 C r ó n . 4:9.
19 1 Rey. 6 : 3 6 ; 2 C r ó n . 4:9; Jer. 36:10.
20 1 C r ó n . 9:18; Jer. 26:10; 36:10; 2 Rey. 15:35; cf. Exo. 27:16.
:1 1 Rey. 6:7; cf. Exo. 26:1, 7.
:: 2 Crón. 4:7, 8.
21 1 Rey. 6:18, 20-22, 29-32, 35; 7:29; cf. Exo. 26:1.
:4 1 Rey. 7 : 2 3 - 3 9 ; cf. Exo. 30:18, 24.
:51 Rey. 7:21, 22; 2 Crón. 3:15-17.
26 Nota personal en mis archivos.
:: Patriarcas y profetas, pág. 8 1 4 .
25 Para una descripción y un diagrama artístico del templo de Ezequiel, véase el Diccionario bíbli-
co adventista del séptimo día, págs., 1141, 1142. Se ha llamado "el templo ideal" de Ezequiel, porque
aunque lo vio en visión, nunca se construyó.
2Í Exo. 17:9-16; Lev. 16:14; Núm. 3:38; 2 Crón. 4:10; Eze. 8:16. La evidencia de que el Templo
de Salomón miraba hacia el este no es tan fuerte como hubiéramos deseado, pero es razonable sacar
esta conclusión. Segundo de Crónicas 5:12 describe al coro levítico hacia el lado este del altar de
bronce, posición que sólo puede tener sentido si el templo estuviera orientado hacia el este. Si mira-
ba hacia el oeste, por ejemplo, los miembros del coro tendrían que darle la espalda o al altar o al tem-
plo, dependiendo del rumbo al que estuvieran viendo, y cualquiera de los dos habría sido inaceptable
cultural y religiosamente (véase Eze. 8:16).
30 Elena G. de W h i t e explica, por ejemplo, por qué la madera de acacia se eligió para usarla en
( ¿INFORME AL MODELO 51
> I tabernáculo del desierto: Estaba "menos sujeta al deterioro que cualquiera otra que se pudiera haber
• 'l'icnido en el S i n a í " (Patriarcas y profetas, pág. 3 6 9 ) .
11 Esta idea se desarrollará más completamente en el capítulo 9, que se relaciona con la expia-
ron.
El sagrario, o la parte interior, probablemente representó para los habitantes del Medio Oriente
• I lugar de la morada de Dios. Yahweh, al revelar los planos del tabernáculo/templo a Moisés/David,
luí necesitaba modificar este concepto básico ...que probablemente derivaba originalmente de Dios
• Ir todos modos. No debemos olvidar que todos los pueblos del Cercano Oriente estaban interconec-
i n los, y tenían un tronco común físico y espiritual en Noé. Es probable que lo que estemos viendo sea
I.i distribución de una tradición común.
CAPÍTULO 4

Una conceptualización del


Santuario celestial

C
ómo conceptualizaríamos el santuario celestial? La siguien-
te discusión presupone el fundamento ya puesto en el capí-
tulo anterior y trata de ir un poco más al fondo del tema que
aquí comenzamos.
Para algunos resulta fácil visualizar el santuario celestial como
una tienda levantada por el Señor, semejante a la que erigió Moisés
en el desierto, aunque más grande en apariencia y dimensiones. Esta
estructura celestial, completada con la mesa de los panes de la pro-
posición, el candelabro y el altar del incienso se divide, como el
antiguo tabernáculo, en dos departamentos: el lugar santo y el lugar
santísimo. Un velo separa los dos departamentos. El propiciatorio,
que está en el santuario interior, es sumamente grande y mucho más
hermoso que su contraparte terrenal, y está cubierto por un queru-
bín (metálico). Contiene las dos tablas de piedra y, quizá, la vara de
almendro de Aarón que reverdeció milagrosamente.
Seamos claros desde ahora respecto de lo que estamos conside-
rando. Aquí no está en discusión la existencia del santuario celes-
tial. Creo que tenemos suficiente base bíblica para declarar categó-
ricamente que hay un santuario en el cielo, a cuya "semejanza" se

52
IINA CONCEPTUALIZACIÓN DEL SANTUARIO CELESTIAL 53

11 instruyó el santuario terrenal (véase Heb. 8:1, 2; 9:1-12; cf. Apoc.


I 1:19; 16:1). De hecho, el santuario terrenal no era más que una
nombra de aquél. El santuario real está en el cielo, como Hebreos
I, 2, afirma claramente. En las palabras de William Johnsson:
"Mientras que [el autor de Hebreos] no describe el santuario celes-
lial y su liturgia, su lenguaje sugiere varias importantes conclusio-
nes. Primero, él se atiene a su realidad,... verdadera deidad, verdadera
I u imanidad, verdadero sacerdocio, y podríamos añadir, un verdadero
ministerio en un santuario real".1 En cuanto a mí, esa cuestión está
.u-tarada.
El asunto en este capítulo tiene que ver, más bien, con el tipo de
i elación que existía entre el santuario terrenal y el celestial, que
bien podríamos esperar si somos razonables. Es una empresa muy
I irecaria y controvertida, y debo recordarle al lector que las ideas y
' inclusiones que se anotan aquí, representan sencillamente mi
mejor juicio en este punto. No deben verse como conclusiones dog-
máticas enmarcadas en concreto para siempre.
Cualquiera que haya escuchado atentamente a los creyentes
adventistas hablar de la naturaleza del santuario celestial, habrán
observado, entre otras cosas, que las palabras "modelo" y "sombra"
que se usan para describir las relaciones entre los dos santuarios se
lian entendido muy literalmente. Hay una tendencia a concretar la
n lación, entendiéndola en el sentido de correspondencia literal
. on el santuario original. La idea que apoyo es que una sombra, por
ejemplo, sugiere al menos una semejanza de formas con el objeto
Ksico que proyecta, como la reflexión de un objeto en las aguas o la
.ombra que proyecta un objeto ante la luz.
Según esto, cuando vemos una mesa de los panes de la proposi-
• ion en el santuario terrenal, debemos entender que la "sombra"
leí renal fue proyectada por una mesa de los panes de la proposición
lneral, aunque mucho más grande, en el santuario celestial. Y lo
mismo puede decirse del candelabro, del altar del incienso, del arca
del pacto, y así por el estilo.

IMÁGENES, F I G U R A S Y SÍMBOLOS
Se admite generalmente, aunque las implicaciones en su totali-
dad no se aprecian con toda claridad, que Dios nos habla en len-
54 EL SANTUARIO

guaje humano y que, muy a menudo, las realidades celestiales pue- j


den hacerse más inteligibles para nosotros sólo a través de imáge-
nes, figuras y símbolos.
En uno de sus libros sobre la iglesia, Avery Dulles discute la
naturaleza y dinámica de las imágenes en una forma que podría ser
instructiva para nosotros en este punto. "Cuando el teólogo [y, por
implicación, el escritor bíblico] usa imágenes -dice Dulles-, lo hace
con el propósito de lograr una mejor comprensión de los misterios j
de la fe". Los teólogos y los intérpretes bíblicos en general, deben
tener siempre en mente "que las imágenes son útiles hasta cierto I
punto, y que más allá de ese límite pueden llegar a ser engañosas".
Así, continúa diciendo Dulles, el teólogo "emplea imágenes en
una forma reflexiva y discriminativa. Cuando escucha que a la igle- ,
sia se la llama el rebaño de Cristo, está consciente de que ciertas
cosas proceden, mientras que otras no. Se acepta, por ejemplo, el
hecho de que las ovejas (i.e. el cristiano) oyen la voz de su amo
(Cristo), pero no se espera que los miembros de la iglesia críen
lana".2 El intérprete, alega Dulles, debería buscar siempre los "prin-
cipios críticos que conducen a una exacta discriminación entre la
aplicación válida y la inválida de imágenes".'
En esta conexión siempre me ha intrigado la brevedad de la
interpretación de Jesús de sus propias parábolas, por la forma en que
se deshace de los muchos detalles y rellenos para llegar a la esencia.
Por ejemplo, Mateo 20:1-15 presenta la parábola de los labradores
de la viña. En ella se utilizan unas 350 palabras en español (unas
230 palabras en el griego). Por contraste, la interpretación (vers.
16) toma exactamente trece palabras en español y nueve en griego.4
Observamos la misma concisión en la interpretación de algunas
profecías bíblicas.5 Yo sugeriría que este fenómeno, aunque al pare-
cer carece de relación con él, tiene implicaciones para nuestra com-
prensión e interpretación del tema del santuario y su ritual. A noso-
tros también nos ocurre que los árboles no nos dejan ver el bosque.
Tenemos la fuerte tendencia a buscarles signficado a los detalles.
Dulles nos recuerda que "cuando un físico investiga algo que está
más allá de su experiencia directa, por lo general usa algún objeto
más fácil como muleta, que sea suficientemente familiar, que le
sirva como punto de referencia". Puede ser que utilice bolas de
UNA CONCEPTUALIZACIÓN DEL SANTUARIO CELESTIAL 55

I >illar, por ejemplo, como modelo para probar el fenómeno de la luz.6


I uego Dulles añade esta significativa observación: "Algunos mode-
los, como aquellos usados en la arquitectura, son reproducciones a
i .rala de la realidad bajo consideración; pero otros, más esquemáti-
II ís en naturaleza, no se supone que deben ser réplicas. Son realida-
dcs que tienen una correspondencia funcional suficiente con el
objeto en estudio, de modo que provea herramientas conceptuales
V vocabulario; juntos tienen hechos que de otra manera parecerían
que no están relacionados".7
En la misma línea de este punto de vista, yo sugeriría que no
deberíamos concebir al santuario terrenal como una reproducción a
e.M'ula o réplica de la realidad celestial. La relación debería verse,
más bien, en términos de "correspondencia funcional", que nos pro-
vee de "herramientas y vocabulario conceptuales". En otras pala-
bias, la forma terrenal pone palabras ("vocabulario") en nuestras
lincas, permitiéndonos así hablar acerca de lo inefable, para com-
prender lo incomprensible, aunque sea oscuramente.

APLICACIÓN D E L A L E C C I Ó N
/Cómo, entonces, podemos representamos el santuario celestial?
I I asunto no es meramente académico. Impacta la forma en que
piesentamos el tema del santuario a otros y el grado de confianza
que manifestamos al hacerlo.
lin el capítulo anterior estudiamos el significado y las implica-
i iones de la palabra "modelo". Destacamos, para mencionarlo en
lorma especial, el aspecto del antiguo servicio del santuario, el ritual
en el atrio, que halló su cumplimiento antitípico aquí en la tierra,
ante nuestros ojos, por así decirlo. Y sacamos la obvia conclusión de
que, aunque hubo similitud en muchos detalles, también hubo cla-
i isiiiias disimilitudes.
Una de las más significativas de éstas fue el atrio antitípico que
< convirtió en el Calvario, un lugar no consagrado; ni siquiera fue
II atrio del templo terrenal, y menos todavía un lugar especial en el
• ido. En otras palabras, esta tierra es el atrio exterior del santuario
' i lestial, conclusión que apoya Elena de White. Refiriéndose al día
anl i típico de la expiación, ella dice: "El tipo se encontró con el
ant itipo en la muerte de Cristo, el Cordero inmolado por los peca-
56 EL SANTUARIO

dos del mundo. Nuestro gran Sumo Sacerdote ha hecho el único


sacrificio que tiene valor en nuestra salvación. Cuando se ofreció a
sí mismo en la cruz, se hizo una perfecta expiación por los pecados
del pueblo. Ahora estamos de pie en el atrio exterior, esperando la bie-
naventurada esperanza, la gloriosa aparición de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo".8
Si trazamos una ñecha que parta del antiguo atrio típico, rodea-
do de cortinas, hasta su cumplimiento antitípico, veremos la abier-
ta expansión del Gólgota. Si trazamos una flecha desde el altar del
holocausto, con sus sartenes ardientes en el antiguo atrio, hasta su
cumplimiento antitípico, veremos un antiguo patíbulo romano, una
cruz levantada. Si trazamos una flecha desde la víctima animal típi-
ca, que arde sobre el altar, hasta su cumplimiento antitípico, vemos
una figura humana, el Hijo de Dios, con los brazos extendidos, san-
grante, agonizando, colocado dentro de la tumba, sin un solo hueso
quebrado ni quemado. Hay hermosas correspondencias por todas
partes, pero son espirituales y teológicas, no físicas ni mecánicas.
Como un primer ejemplo, podemos enfocar, conceptualmente,
el resto del santuario celestial. No podemos saber con precisión lo
que está presente y lo que no está, pero la clase de cumplimiento
que vimos con respecto al atrio exterior debería darnos una pista.
¿Deberíamos esperar encontrar un altar de las ofrendas encendidas
en el templo celestial? De ninguna manera. Porque una cruz roma-
na fue el altar antitípico. Fue allí donde nuestro Señor fue inmola-
do, siendo él mismo sacerdote y víctima.
Tampoco deberíamos esperar encontrar los panes de la proposi-
ción allí, horneados en alguna panadería celestial. No, los panes de
la proposición terrenal "simbolizaban a Cristo, el Pan viviente,
quien está siempre en la presencia de Dios".9 En otras palabras, si
echáramos un vistazo al santuario celestial hoy, no deberíamos espe-
rar encontrar allí una mesa de los panes de la proposición, sino a
Aquel que es el Pan de vida.
No deberíamos esperar encontrar un candelabro de oro, sino
más bien a Aquel que es la luz del mundo. No deberíamos esperar
encontrar ningún incienso ardiendo sobre el altar, sino más bien a
Aquel, cuyos méritos, intercesión y perfecta justicia fueron repre-
sentados por él.10 No deberíamos esperar encontrar querubines
UNA CONCEPTUALIZACIÓN DEL SANTUARIO CELESTIAL 57

metálicos cubriendo un cofre metálico en el santuario interior, sino


ni,i , bien el trono del Dios viviente mismo, fundado en la justicia y
l.i misericordia, y rodeado por multitudes de brillantes ángeles que
Ir sirven.
Algunos pueden preguntarse por qué el libro de Apocalipsis,
• uando alude al santuario celestial, se refiere muchas veces a los
muebles y otros utensilios asociados con el santuario terrenal. Por
r|cmplo, Juan vio el arca del pacto en el templo abierto en el cielo
(Apoc. 11:19) y, en otra escena, copas llenas de incienso (Apoc.
1 H). Sugiero que esto no era para indicar que estos muebles en par-

i tallar y todo el mobiliario se hallan en el cielo. Más bien, el profe-


i i usa estos objetos familiares como códigos —o señaladores- para
• ulocar nuestra atención en el arquetipo del santuario celestial
• orno lugar de los eventos particulares que están en discusión. Ellos
ii"', dicen, en otras palabras: "Miren, ahora estamos hablando del
autuario celestial".
I.a presencia del arca, por ejemplo, habla de la importancia y
• "iitinua relevancia del Decálogo que antiguamente estaba guarda-
do dentro del santuario típico. Y ciertamente debería recordarnos
tiimbién el trono de la gracia, representado por el propiciatorio en
la antigua economía. Sin embargo, nos metemos en problemas
i uando insistimos en que un arca de verdad, si bien más grande y
cloriosa, se encuentra en el cielo. Tampoco hemos de pensar que
hay un cordero en el cielo con la garganta cercenada y sangrante,
i orno podríamos suponer al leer Apocalipsis 5:6. O que hay "almas"
ilebajo de un altar en el cielo (Apoc. 6:9).
Muchos han tropezado a través de los siglos a causa del signifi-
• ai lo e interpretación del lenguaje figurativo y simbólico. Fieros
• i inflictos teológicos se han librado, por ejemplo, en cuanto al sig-
mlicado de la expresión de Jesús: "Este es mi cuerpo" y "eáta es mi
tngre". Los católicos romanos creen, incluso hoy, que estas decla-
i, te iones hablan de su cuerpo y de su sangre reales y verdaderos, al
• nal el sacerdote "crea", por así decirlo, y el fiel creyente recibe
durante la ceremonia de la eucaristía".11
¡Cuán lentos hemos sido en captarlo! Cuando Jesús advirtió a
,ii. discípulos que se cuidaran de la levadura de los escribas y de los
I.ii iseos, se estaba refiriendo a la doctrina, no al pan, como ellos erró-
58 EL SANTUARIO

neamente pensaban (Mat. 16:6, 11, 12). Cuando dijo: "Yo soy la
vid" (Juan 15), no quiso decir que él era una planta de vid literal,
porque también es la Puerta de las ovejas (Juan 10:7), el Buen
Pastor (vers. 11), la Principal Piedra del ángulo (Efe. 2:20; 1 Ped.
2:6), el Firme Fundamento (1 Cor. 3:11), la Roca de los Siglos
(Mat. 16:18; 1 Cor. 10:4), el Testigo Fiel y Verdadero (Apoc. 1:5),
el Abogado (1 Juan 2:1) y el Verbo de Dios (Apoc. 19:1.3). Todas
son hermosas figuras para describir el incomparable encanto y la
multifacética función de nuestro maravilloso Redentor!
Mi interés aquí es que reconozcamos la riqueza de las figuras y
los símbolos bíblicos, y que no los confundamos con la realidad que
representan.

NO SE NIEGA LA REALIDAD TANGIBLE


Decir que algo es figurado y no literal no es negar la palpable
realidad que está detrás de ello. Cuando estuve en las Filipinas, cada
año nos azotaban uno o más tifones. Siempre que uno iba a la capi-
tal, escuchaba por la radio el anuncio de que "la Señal Número Uno
(o dos, o tres, etc.) de una Tormenta se ha dado a conocer en
Manila".
Hasta donde sé, nadie fue jamás a buscar las señales de la tor-
menta, ni siquiera los niños. Quizá en los días anteriores a la radio,
cuando las comunidades eran más pequeñas, debe de haber habido
una señal física de algún tipo expuesta en cierta área pública con-
currida. Pero hoy todos sabemos que la referencia a la formación de
una tormenta es una mera forma de indicar que se aproxima una
tormenta potencialmente peligrosa y de dar la voz de alerta a los
oyentes en cuanto a su intensidad.
¡Ay de la persona que, creyendo que es un lenguaje figurativo,
piense que no hay ningún peligro real o tangible por lo cual preo-
cuparse y se dispone a llevar a su familia a un paseo en bote por la
Bahía de Manila, a pesar de que la Señal Pública Número Tres (la
más seria de todas las señales) se ha anunciado!
Sí, hay una realidad -realidad tangible- detrás de las figuras y
símbolos bíblicos. Cuando el salmista dice que Dios nos cubrirá con
sus alas, no entendemos que lo que dice es que Dios tiene alas. En
lo que pensamos es en la protección que los indefensos e inexpertos
I ! N \ CONCEPTUALIZACIÓN DEL SANTUARIO CELESTIAL 59

i i' hones disfrutan bajo las alas de su madre, y captamos la lección


(I iic. 13:34).
No, al analizar el dramático rescate de Israel en el tiempo del
I \odo, el salmista evoca un gran despliegue de vividos símbolos,
1

i' ni K ularmente gráfica para sus contemporáneos: "Dividiste el mar


• 'Mi tu poder; quebraste cabezas de monstruos en las aguas.
' lagullaste la cabeza del Leviatán, y lo diste por comida a los mora-
dores del desierto" (Sal. 74:13, 14). La liberación de los bijos de
I i .ni fue real, tangible e histórica, pero las imágenes que el salmis-
la usa la describe como figurada, no como literal.
liste fenómeno permea prácticamente toda la Escritura, porque
i . un elemento universal y permanente del habla humana. En 2
'•iiinuel 22 David recuerda sus días como fugitivo y describe su
i vrntual liberación de la mano de Saúl y de otros enemigos. Su
i qieriencia como fugitivo había sido ciertamente real, y lo mismo
lialiía ocurrido con su liberación. Pero la descripción que hace de
• .c evento no es real ...en ninguna de sus frases. Por ejemplo, él
llama al Señor: "Fortaleza mía, en él confiaré, mi escudo y el fuerte
.(i' mí salvación, mi alto refugio" (vers. 3). Recuerda que "me rodea-
hin ondas de muerte, y torrentes de perversidad me atemorizaron; liga-
duras del seol me rodearon, tendieron sobre mí lazos de muerte"
(vers. 5, 6).
Más tarde, en el mismo capítulo, habla de que Dios "voló sobre
I.i .ilas del tiempo" (vers. 9-11).
Si David sintió la necesidad de apelar a las figuras de lenguaje
i uando describía las maravillas de eventos terrenales y terribles rea-
lidades, ¿esperaríamos menos de otros escritores sagrados, que
Ini liaban para describir eventos y escenas celestiales? ¿No les daría-
nías la misma licencia poética?
(Cuando uno se detiene a pensar en eso, ¿cuántas oraciones
piulemos hilvanar acerca de la salvación sin recurrir al lenguaje
lie.»irado? Cuando Jesús miraba intensamente al rostro de Nicodemo
< n las tinieblas del huerto, le dijo: "Os es necesario nacer de nuevo"
(|uan 3:7). Nicodemo, entendiendo (o deliberadamente malenten-
dirndole) que hablaba literalmente, procedió a plantear preguntas
• ii utíficas acerca de la imposibilidad de que un hombre ya maduro
pudiera volver al vientre de su madre.
60 EL SANTUARIO

Cuando Jesús le ofreció agua viva a la mujer samaritana, ella


inmediatamente se enfrascó en una discusión con él en cuanto a la
profundidad del pozo y su carencia de un recipiente apropiado para
sacarla (Juan 4:10, 11). El gran Maestro recurrió, una y otra vez, a
las figuras y símiles para describir el reino de Dios: la siembra de la
semilla, el trigo y la cizaña, la semilla de mostaza, la levadura, el
tesorero escondido, una costosa perla, la red.
Walter Scragg resumió magníficamente hace varios años en un
libro devocional lo que todo estudiante del Nuevo Testamento
observa cada día: el amplio espectro de metáforas y símiles que usa
para describir la maravillosa salvación en Cristo Jesús.
"Vienen de diferentes experiencias humanas... la justificación se
origina en la experiencia de los tribunales. Lo mismo ocurre con la
absolución. La santificación describe el proceso de hacer a una per-
sona o a un objeto, santos. La redención nos compra de nuevo. La
propiciación habla de alguien que está en lugar de otro.
"Jesús tenía su propia riqueza de lenguaje. Habló de nuestra con-
versión o de dar media vuelta. En el Espíritu nacemos de nuevo. El
pone el reino de los cielos dentro de nosotros. El nos pide que lle-
guemos a ser como niñitos.
"Juan habla de aquellos que habían lavado sus ropas, de nombres
escritos en el libro de la vida del Cordero, de la victoria que vence
al mundo, de caminar con Cristo vestidos de blanco.
"Y así podríamos seguir. Mientras más leemos y entendemos,
más crece la lista".12

Necesidad de una seguridad tranquila


Si el lenguaje humano en general y el de la salvación en parti-
cular están llenos de figuras, símiles y metáforas, ¿por qué existe la
tendencia a ponerse nervioso e insistir sobre el literalismo cuando
surge la discusión alrededor del santuario celestial? ¿Tememos algo?
¿Nos preocupa que algún grupo de personas irresponsables destruya
esta creencia fundamental que ha llegado a ser la preciosa herencia
Adventista del Séptimo Día? No tenemos por qué temer. Ningún
ser humano puede destruir esta doctrina. Está garantizada por la
Escritura para siempre.
Es a partir de esta seguridad personal y profunda que yo me apro-
UNA CONCEPTUALIZACIÓN DEL SANTUARIO CELESTIAL 61

Mino a la doctrina del santuario celestial y al lenguaje que lo des-


• ribe. Cuando veo, por ejemplo, un libro titulado: The Open Gates
"/1 Ieaven (Las puertas abiertas del cielo), mi mente visualiza inme-
• 11.uamente un reino celeste, portales entreabiertos, luces refulgen-
te:. y radiantes. La fotografía mental tiene un mayor realismo, que
• i igendra un terreno cargado de emoción e inspiración para ilumi-
nar todos los aspectos de la vida.
Para mí, entonces, "las puertas abiertas del cielo", no es una
declaración para analizarla científica o astronómicamente. Es, más
bien, un intento de capturar lo sublime en lenguaje humano. Es un
llamado a la contemplación, no a la racionalización.
¿Significa todo esto que no hay nada allá arriba? ¿Que no es más
i|Ue espacio vacío? En lo absoluto. Lo que necesitamos mantener
Mempre en nuestra mente es que detrás de todas las figuras, símbo-
Ins y metáforas está una realidad tangible, poderosas verdades teo-
lógicas, incluso detrás de las cuatro extrañas criaturas de Ezequiel y
las ruedas dentro de las ruedas (Eze. 1, 2, etc.).
Hay quienes, sin embargo, aun sin decirlo en voz alta, perciben
al santuario celestial como un edificio que Dios erigió en algún lote
vacío allá en el cielo (para ponerlo en forma burda) después de la
i ntrada del pecado en la tierra con el propósito de que Jesús pudie-
i.i ministrar en él. Una concepción tal es bastante inofensiva, cier-
i.imcnte, pero yo dudo que podamos considerarla digna de una seria
tellexión espiritual. Tiende a transformar en típico e irreal algo que
es antitípico y real.
Yo prefiero ver al santuario celestial como el lugar de la morada
de Dios, el asiento de su gobierno, el sistema nervioso central del
universo. Y como tal, siempre ha existido.
Pero con la caída de la humanidad asumió una función adicio-
nal, es decir, la solución de la rebelión cósmica y la seguridad del
universo. Es en este sentido que lo visualizamos cuando pensamos
en el antiguo sistema sacrificial. Lo vemos a través de un cristal pin-
i .ido de colores por el ministerio que allí se realiza para la erradica-
i ion del pecado.
Deberíamos comprender, sin embargo, que esta función es sólo
temporal, programada para que llegue a su fin cuando el plan de sal-
vación sea finalmente consumado. Quizá sea éste el significado de
62 EL SANTUARIO

Apocalipsis 21:22,: "Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios


Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero". El santuario, sin
embargo, como el asiento del gobierno de Dios y el lugar de su habi-
tación, continuará a través de la eternidad.
Yo tenía un maestro en el seminario que era un filósofo-teólogo,
un anciano caballero que tenía muchos años de experiencia. Él
nunca se cansó de advertir a sus estudiantes acerca del peligro del
espiritismo. No meramente la clase de espiritismo que involucra
una creencia en la existencia consciente después de la muerte, sino
más bien el sistema de creencia que tiende a desmaterializar las
cosas celestiales a semejanza de los antiguos filósofos griegos, espe-
cialmente Platón, quien denigró todas las cosas físicas y materiales.
Si es que yo entiendo bien todo aquello de lo cual hablo aquí, lo que
realmente propongo es algo tan alejado de eso como sea posible.
Es por eso que no visualizo un santuario celestial vacío. El trono
de Dios, sea cual fuere su forma, está allí, rodeado por miríadas y
miríadas de ángeles. ¡Pero lo mejor de todo -desde nuestro pobre
punto de vista, al menos-, nuestro Todosuficiente Sumo Sacerdote,
Jesucristo mismo, está allí! ¡Él lo llena todo! ¡El está delante del
trono de Dios intercediendo por nosotros! ¡Y eso es suficiente para
mí!

Referencias

1 j o h n s s o n , i?i Absnlutc Cimfidence, pág. 9 1 .


: Dultes, Mudéis of thc Church, pág. 20.
' ¡te).
4 El mismo f e n ó m e n o podría observarse si se compara M a t e o 2 1 : 3 3 - 4 2 (la parábola del d u e ñ o de
la v i ñ a ) c o n el versículo 43 (la i n t e r p r e t a c i ó n ) ; M a t e o 2 2 : 1 - 1 3 (la parábola de la fiesta de b o d a s ) c o n
el versículo 14 (la i n t e r p r e t a c i ó n ) ; y M a t e o 2 5 : 1 - 1 2 (la parábola de las diez vírgenes) c o n el verso 13
(la i n t e r p r e t a c i ó n ) .
; C o m p a r e , por e j e m p l o , D a n i e l 4 : 1 0 - 1 7 (unas 40 líneas en la R V R 1 9 6 0 , donde se relata el sueño
de N a b u c o d o n o s o r y el gran árbol) con la interpretación en los versículos 22, 25, 26 (unas 20 líneas);
o D a n i e l 7 : 2 - 1 4 (unas 72 líneas de t e x t o de la visión en la R V R 1 9 6 0 ) con los versículos 17, 18 (unas
siete líneas de i n t e r p r e t a c i ó n ) . La extensa interpretación adicional que hallamos en el resto del capí-
rulo 7 v i n o a solicitud de Daniel (véase el vers. 1 9 ) y, presumiblemente, no se habría dado si el pro-
Irla no la hubiera solicitado.
" Duües, pág. 2 1 .
IINA CONCEPTUALIZACIÓN DEL SANTUARIO CELESTIAL 63

Ibíd, (la cursiva es nuestra).


s Elena G. de W h i t e , en Signs of the Times, 28 de junio de 1889. (La cursiva es nuestra.)
9 Patriarcas y profetas, pág. 3 5 4 .
k Id., págs. 3 5 3 , 3 5 4 .
" Véase The Neiu Catholic Encycbpedia ( 1 9 6 7 ) , s.v. "Eucharist", por W. F. Dewan. El artículo
indica que nosotros "no deberíamos confiar demasiado en la literalidad de las palabras" de Jesús en
Mateo 26, c o n ejemplos como los de Juan 15:1, donde Jesús afirmó que él es la vid. S i n embargo, en
nú interesante giro de 80 grados, el autor sostiene que es "demostrable que a menos que Jesús tuviera
l.i intención de que sus palabras pronunciadas en la última C e n a fueran literales, la metáfora resal-
lante sería bastante confusa y sin valor" (pág. 6 0 2 ) . El artículo deduce la literalidad de las palabras de
t 'l isto de la idea de que como la última C e n a fue una fiesta sacrificial, el simbolismo tiene que excluir-
le (Ibid.).
12 Walter R. L. Scragg, Such Bright Hopes (Hagerstown, Md.: Revievv and Herald Publishing
Association, 1987), pág. 40.
CAPÍTULO 5

Los escritos
de Elena G. de White:
RICO T E S O R O DE IMÁGENES Y METÁFORAS

L
o que hemos dicho en los dos capítulos anteriores no sería
completo - a l menos no para los adventistas- si no evaluára-
mos lo que encontramos en los escritos de Elena G. de White.
Al hablar y escuchar a los adventistas a través de muchos años,
he notado un interesante (por no decir extraño) enfoque a la cues-
tión de qué es literal y qué es figurativo en la Escritura. La Biblia
habla, por ejemplo, de los 144,000, y todos consideramos propio,
por lo menos preguntarnos, si tal número será literal o simbólico.
Pero para muchos adventistas, una vez que Elena de White repite la
figura o expresión bíblica, ¡automáticamente ese hecho la vuelve
literal! Cuando adoptamos este enfoque, sin embargo, no logramos
entender que ella no sólo repite figuras y símbolos bíblicos sin inter-
pretarlos, sino que también usa una gran cantidad de imágenes,
figuras y metáforas de su propia creación.
En este capítulo llamo la atención a la riqueza de figuras, imáge-
nes, metáforas y símiles que se hallan en los escritos de esta prolífi-
ca autora y mensajera del Señor. La selección no es completa de
ninguna manera. Representa sólo una pequeña muestra de sus
declaraciones, que me han impresionado desde que comencé a

64
I L >S ESCRITOS DE ELENA G. DE WHITE 65

poner atención particular a este fenómeno con el fin de preparar


• .le capítulo. Estoy seguro que muchos lectores podrían encontrar
muchísimos ejemplos más significativos durante sus propias lectu-
rns,
Dichos ejemplos no probarán que mis conclusiones en los dos
* .ipitulos precedentes son correctas, y no los ofrezco por esa razón.
I c is presento, más bien, para llamar la atención a la riqueza de figu-
las y a la flexibilidad que encontramos en los escritos de Elena de
Wlúte, flexibilidad que se presta a la clase de interpretación del san-
luario celestial que sugiero.
Por conveniencia he dividido la selección de sus declaraciones
en dos encabezados. El primer grupo tiene que ver con temas gene-
ules; el segundo, con el tema del santuario. El énfasis en cada caso
i mío, puesto para llamar la atención rápidamente a las figuras en
cuestión. (En casi cada cita, el lector encontrará otras figuras que yo
110 enfatizo.)

TEMAS G E N E R A L E S
1. "Cuanto más plenamente comprendemos el amor de Dios,
mejor nos percatamos de la pecaminosidad del pecado. Cuando
vemos la longitud de la cadena que se nos arrojó para rescatarnos, cuan-
do entendemos algo del infinito sacrificio que Cristo hizo en nues-
i ro favor, nuestro corazón se derrite de ternura y compasión".'
¿Cuán legítimo sería pensar en términos de una cadena literal
arrojada desde el cielo? ¿O de un corazón literalmente que se derri-
ie en el pecho de alguien al contemplar el amor de Cristo? ¿No se
.entina la señora White grandemente asombrada al descubrir una
interpretación tal de sus palabras? ¿No concluiría ella que hemos
malentendido completamente sus palabras? Y sin embargo, es así
eomo algunas personas manejan ciertas figuras y símbolos de sus
escritos.
En la cita anotada arriba, la primera oración enfatizada clara-
mente equivale a la frase que la sigue; es decir, "la longitud de la
cadena que se nos arrojó" se refiere al "infinito sacrificio que Cristo
II izo en nuestro favor". De eso hablaba ella, no de una cadena lite-
lal bajada del cielo.
Sin embargo, en la mayoría de los casos no encontraremos frases
66 EL SANTUARIO

u oraciones explicativas que sigan a una figura o metáfora en parti-


cular. Nosotros simplemente tenemos que usar nuestro sentido
común santificado para saber que ella no quiere decir que debemos
tomarla literalmente. Esto será evidente en todos los ejemplos que
demos.
2. "El hombre quedó separado de Dios debido a la transgresión...
pero Jesucristo murió en la cruz del Calvario llevando en su cuerpo
los pecados de todo el mundo, y el abismo entre el cielo y la tierra fue
unido por esa cruz con un puente. Cristo conduce a los hombres al abis-
mo y señala el puente con el cual es atravesado, y dice: 'Si alguno quie-
re venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y síga-
me'".2
Es obvio que no existe un puente en forma de cruz que una el
cielo con la tierra, del mismo modo como no hay un lugar llamado
"el seno de Abrahán" al cual van los justos muertos cuando mueren
(Luc. 16:22). Es evidente que las palabras de la señora White no
tenían el propósito de ser comprendidas literalmente aquí.
3. "Jesús se hizo hombre para poder ser mediador entre el hom-
bre y Dios. Revistió su divinidad de humanidad, se relacionó con la
raza humana para que con su largo brazo humano pudiera circundar a
la humanidad, y con su brazo divino pudiera aferrarse del trono de la
Divinidad",3
Para expresar el misterio de la encarnación ella echa mano de su
archivo de metáforas: "El vistió su divinidad...". Aquí la humanidad
se compara con una vestidura.
En cuanto a la segunda parte de esta declaración, no es necesa-
rio decir que el brazo humano de Jesús era de un tamaño normal.
Sus contemporáneos no vieron diferencia entre él y los varones
judíos promedio. No hubo evidencias de gigantismo en él, ya no
digamos un brazo que pudiera abarcar a toda la humanidad, y como
si ésta fuera un objeto susceptible de englobarse. Lo que observamos
aquí, entonces, es un lenguaje ricamente simbólico, y perdemos el
punto principal cuando intentamos literalizarlo.
4. En su libro Primeros escritos, Elena de White, al hablar de un
lugar de la crueldad del tráfico de esclavos en Estados Unidos, hace
la siguiente declaración: "La justicia y el juicio han dormitado largo
tiempo, pero pronto despertarán..." "La agonía humana es trasladada de
LOS ESCRITOS DE ELENA G. DE WHITE 67

lunar en lugar para ser comprada y vendida... Las lágrimas de los piado-
sos esclavos y esclavas, de padres, madres, hijos, hermanos y hermanas,
ludo está registrado en el cielo".
"Dijo el ángel: 'Los nombres de los opresores están escritos con san-
);re, cruzados por azotes e inundados por las ardientes lágrimas de agonía
que han derramado los dolientes'".''
La señora White reúne aquí las más poderosas figuras de lengua-
je que pudo encontrar para expresar su ira contra el tratamiento que
daban a los esclavos los así llamados cristianos en Norteamérica.
I'cro ella se sorprendería si alguien sacara la conclusión de que hay,
por ejemplo, botellas literales en el cielo que contienen las lágrimas
ilc los esclavos maltratados. Y tampoco podemos imaginar que los
nombres de los propietarios de esclavos estén escritos con sangre
literal en algún lugar, o cruzados con azotes o inundados de lágri-
mas. Estas son figuras de lenguaje muy gráficas para expresar en tér-
minos humanos, la ira divina contenida en las palabras del ángel.

KEEERENCIAS A L S A N T U A R I O
1. Elena de White, al referirse a la intercesión de Cristo, dice:
"llena su boca con argumentos en nuestro favor".5 ¡Qué manera tan
gráfica de decir que todas las oraciones de Cristo, cada uno de sus
líeseos, cada una de sus declaraciones, son en nuestro favor! Pero
uno no puede llenar literalmente su boca con argumentos.
2. En una de sus más hermosas descripciones de la intercesión de
t 'listo, la señora White lo describe como "sosteniendo delante de
I lios el incensario que contiene sus méritos inmaculados y las oraciones,
las confesiones y las ofrendas de agradecimiento de su pueblo". Aquí,
una vez más, nuestras mentes deben trascender el literalismo para
llegar a la verdad más profunda que lo subyace. Del mismo modo,
ella habla en la misma forma cuando se refiere al incienso que está
en manos de Cristo y asciende a Dios como suave olor, "perfumadas
con la fragancia de la justicia de Cristo".6
¿Hemos de pensar que Jesús en realidad sostiene un incensario
en su mano en el santuario celestial? ¿Imaginamos que sus propios
méritos inmaculados pueden ser puestos en un contenedor? ¿Es la
justicia de Cristo algo que podemos oler? ¿Cómo es eso de que los
adventistas que se aferran a este literalismo son, de alguna manera,
68 EL SANTUARIO

considerados como más justos, más ortodoxos, que aquellos que no


lo consideran así? ¿No es injusto acusar a compañeros adventistas
que no creen en un santuario celestial literal porque reconocen
ciertos símiles y metáforas como hermosas descripciones de miste-
rios inexpresables?
3. En un dramático ejemplo de lenguaje figurado, Elena de
White personifica la justicia y la misericordia, y describe una reu-
nión cósmica entre ellas: "L ajusticia y la misericordia se mantuvieron
separadas, opuestas la una a la otra, separadas por un ancho abismo...
El [Cristo] plantó su cruz a mitad del camino entre el cielo y la tierra, y
la convirtió en el objeto de atracción que se extendía en ariibas direccio-
nes, uniendo a Injusticia y a la misericordia a través del abismo. La jus-
ticia se trasladó desde su elevado trono y con todos los ejércitos del cielo
se aproximó a la cruz. Allí vio a uno igual a Dios llevando el castigo de
toda injusticia y todo pecado. La justicia se inclinó con reverencia ante la
cruz con perfecta satisfacción, diciendo: Es suficiente".'
El ejemplo anterior difícilmente requiere comentarios. Habla
por sí mismo. Esta es una brillante figura dada en su máxima expre-
sión.
Siendo que es evidente la riqueza de una finura literaria en los
escritos de Elena de White, donde desfilan profusamente figuras,
metáforas y símiles, ¿no debiéramos ser tardos en atribuirle literalis-
mo? Cuando habla, por ejemplo, de los dos departamentos del san-
tuario celestial, ¿deberíamos llegar a la conclusión apresurada, colo-
cándola del lado ele quienes endosan una estricta compartamentali-
zación del santuario celestial, conformándolo en todos los detalles a
su contraparte terrenal? ¿O no deberíamos ver sus declaraciones
como del mismo carácter que las de la Escritura que deben ser inter-
pretadas?
4- Elena de White era tan reacia a toda añeja rigidez que, con
licencia profética supongo, podía unir el tabernáculo del desierto
con la iglesia cristiana. En una asombrosa declaración ella escribió:
"El tabernáculo judío era un símbolo de la iglesia cristiana... La igle-
sia en la tierra, compuesta por los que son fieles y leales a Dios, es
el 'verdadero tabernáculo' del cual es ministro el Redentor. Dios, y
no el hombre, levantó este tabernáculo sobre una plataforma alta y
elevada. El mismo es el cuerpo de Cristo, y de norte a sur, este y
I.OS ESCRITOS DE ELENA G. DE WHITE 69

oeste, reúne a los que ayudarán a integrarlo". 8


Hay tanto contenido en esta declaración que hallo difícil abar-
• arla en pocas palabras. Lo único que espero es que los lectores
lomen el tiempo para analizarla por un momento, cuando menos,
para captar su multifacética riqueza. Yo sería el primero en conve-
nir que Elena de White hace aquí una aplicación espiritual... y no
una interpretación del santuario como tal. Pero también sugeriría
i|iic la licencia "poética" sirve aquí como clave para la forma en que
maneja otros temas que competen al santuario más directamente.
('reo que una comprensión completa de lo que la señora White ha
hecho aquí podría permitirnos un enfoque más flexible del lengua-
je que ella usa para describir el santuario celestial.
Afirmo una vez más que las declaraciones consignadas arriba
m')1o representan unos ejemplos de la riqueza de figuras que se
encuentra en los escritos de Elena de White. Esto no debería sor-
prendernos en lo absoluto. Después de todo, el lenguaje humano en
mi totalidad es así, incluso el lenguaje de los niños.
Un día en las Filipinas vi a mi hija de 7 años correr por el patio.
Movido por la curiosidad, la llamé a través de la ventana.
-¿Qué haces, Kim?
-Había tres gallinas en nuestro patio - d i j o - . ¡Tres grandotas! ¡Yo
las maté de puro susto!
No era más que una niña de 7 años, pero ya comprendía el sig-
nificado del lenguaje figurado. Nuestro lenguaje sería rígido y abu-
11 ido sin este ingrediente. Todos saben que cuando decimos que "el
i .irro iba volando por la carretera", no hablamos literalmente, aun
i uando, para dar mayor énfasis, usamos la palabra "literalmente",
i orno en esta declaración: "El carro literalmente volaba por la carre-
lera".
Y aun cuando nos expresamos de esta manera casi todo el tiem-
po • tan naturalmente que ni siquiera nos damos cuenta de ello-,
nadie se siente perplejo. Sabemos instintivamente cuándo una per-
oí ia pasa de lo literal a lo figurado, y viceversa. Cuando Jesús des-
' rihió a Herodes como una zorra, sabemos que este gobernante de
1 ¡alilea no se había convertido en un animal, algo así como la mas-

i ota de la familia. Sin embargo, inmediatamente le damos valor a


li i que sigue en la misma sentencia: "He aquí, echo fuera demonios
70 EL SANTUARIO

y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra"


(Luc. 13:32).
Las personas en general, educados e ignorantes, pueden captar lo
que quiere expresar Pablo cuando dice que los hijos de Israel "bebie-
ron de la Roca Sobrenatural que los seguía, y la Roca era Cristo" (1
Cor. 10:4, RSV). Y también captan el significado más profundo de
las palabras cuando cantan las líneas:

"Roca de la eternidad,
fuiste abierta para mí;
sé mi escondedero fiel;
sólo encuentro paz en ti,
rico, limpio manantial
en el cual lavado fui".9

Ellos nunca concluyen que Cristo es una roca de verdad, con


fisuras e intersticios.
Elena de White no era diferente de Pablo ni de todos los demás,
a pesar de los siglos. Ella usó el lenguaje figurado profusamente y no
sintió la necesidad de detenerse a explicar a cada paso. Nadie se
detiene para eso. Cuando ella describe a Jesús como clamando "¡mi
sangre, Padre, mi sangre!"10, ¡no espera que nosotros comprendamos
que a medida que los creyentes de todo el mundo confiesan sus
pecados, Jesús continuamente pronuncia la misma frase delante del
Padre día y noche! No, nuestro Sumo Sacerdote no es un robot
celestial que repite incesantemente la misma frase como un disco
rayado. Lo que quiere decir, más bien, es que la misma presencia de
Cristo el crucificado, delante de Dios, dice: "¡Mi sangre, mi sangre!"
No hay necesidad de hablar literalmente.
Estas cosas parecen tan obvias que no deberían explicarse, pero
hay literalistas en medio de nosotros que parecen estar absoluta-
mente privados de cualquier sentido poético que corra por la san-
gre. ("¿Cómo podemos tener poesía en la sangre?", me imagino oír-
los decir.)
La señora White se vio obligada a responder en varias ocasiones
a los literalistas que malinterpretaban sus declaraciones acerca de
las cosas celestiales. En un pasaje que se encuentra en el libro A
I.OS ESCRITOS DE ELENA G. DE WHITE 71

Word to the Little Flock [Una palabra al rebaño pequeño], ella des-
cribió escenas de la tierra nueva y mencionó la presencia de perso-
nas como Abrahán, Isaac, Jacob, Noé y Daniel." Y en otro lugar
habla de haber visitado el cielo en visión y haber visto allí a los her-
manos Fitch y Stockman... a quienes Dios puso a descansar en la
rumba para salvarlos. Fitch y Stockman entonces preguntaron acer-
ca de lo que había ocurrido en la tierra desde que ellos habían muer-
to.12
"Porque hablo de haber visto a esos hombres -dice ella en una
explicación—, nuestros oponentes conjeturan que entonces yo creía
en la inmortalidad del alma". Pero "el caso es que, en estas visiones,
fui llevada adelante, al momento cuando los santos resucitados
serán reunidos en el reino de Dios".13
Siendo que la señora White había hablado de estas cosas como
si hubieran ocurrido antes de su retorno a este oscuro mundo des-
pués de su visión, algunos de sus intérpretes literalistas suponían
que ella estaba, por lo tanto, enseñando que estos santos se habían
icio directamente al cielo después de muertos.14
En otro caso, en cierta forma cercano a la pregunta que estamos
tratando en este estudio, la señora White, refiriéndose a una escena
en el cielo, dijo: "Vi dos largas varas áureas de las cuales colgaban
hilos de plata, y en los hilos había magníficas uvas".15
Ella se afligió cuando la gente ridiculizó su descripción como
"débil e infantil". Ella vio la impropiedad de la comprensión litera-
lista de sus palabras, y procedió a ofrecer esta notable explicación:
"Yo no declaré que las uvas crecían en hilos de plata. Lo que con-
templé está descrito tal como me pareció a mí. No se ha de suponer
que las uvas estaban unidas a hilos de plata o varas áureas, sino que
esa era la apariencia que presentaban. Expresiones tales son emple-
adas diariamente por todos en la conversación común. Cuando
hablamos de frutos áureos, no declaramos que el fruto está com-
puesto de ese precioso metal, sino simplemente que tiene la apa-
riencia de oro. La misma regla aplicada a mis palabras elimina toda
excusa para una falsa interpretación".16
De modo que cuando Elena de White quiere hablar del santua-
rio celestial, usa las referencias y simbolismos del santuario terrenal.
I lla no necesita explicarnos a cada paso lo que está haciendo.
72 EL SANTUARIO

Nosotros no debemos basar nuestra interpretación de la realidad


sobre el simple uso del lenguaje. Lo que debemos hacer es comparar
el contexto escriturístico con el contexto escriturístico del otro
pasaje, salpicado de una buena proporción de sentido común santi-
ficado, el mismo sentido que nos lleva a entender lo que es literal y
lo que es figurado cuando cantamos:

Hay una fuente sin igual,


la sangre de Emmanuel,
en donde lava cada cual
las manchas que hay en él,
las manchas que hay en él,
las manchas que hay en él;
en donde lava cada cual
las manchas que hay en él.17

Muy poquito de esos versos es verdaderamente literal, pero po-


cos cristianos argüirán acerca de su poder teológico. Aproximarse a
ellos con un rígido literalismo sería equivocar el punto principal.
Lo mismo es cierto con los escritos de la señora Elena de White.
Concluimos estas breves elaboraciones con una declaración de
su pluma que relieva todo lo que hemos observado hasta aquí. No
necesitamos explicarla, porque eso significaría debilitarla. La rique-
za de su simbolismo, la profundidad de su teología, desafían lo mejor
que hemos encontrado en la literatura sagrada. Y habla de verdades
que son tan reales como cualquiera que esté leyendo estas líneas.
"El agricultor celestial trasplantó el árbol de la vida al paraíso del
cielo después de la entrada del pecado; pero sus ramas cuelgan sobre
sus murallas hacia el mundo que está más abajo. Por medio de la
redención comprada por la sangre de Cristo, aún podemos comer de
su vivificante fruto".18
¡Cuán sencillo! ¡Cuán profundo! ¡Cuán hermoso!

Referencias

1 Elena G. de W h i t e , El camino a Cristo (México: Ediciones Interamericanas, 1964), pág. 36.


I.OS ESCRITOS DE ELENA G. DE WHITE 73

Comentario bélico adventista del séptimo día, Comentarios de Elena G. de W h i t e (Boise, ID.:
Publicaciones Interamericanas, 1990), tomo 7, pág. 9 5 3 .
' I d . , pág. 9 3 8 .
4 Primeros escritos (Mountain View, C a . : Publicaciones Interamericanas, 1976), págs.
274-276.
* Comentario bíblico adventista del séptimo día, Comentarios de Elena G. de W h i t e (Boise, ID.:
Publicaciones Interamericanas, 1990), tomo 7, pág. 9 4 3 .
6 Palabras de vida del gran Maestro (Bogotá: Asociación Publicadora Interamericana,
1971), pág. 121.
Comentario bélico adventista del séptimo día, Comentarios de Elena G. de W h i t e (Boise, ID.:
Publicaciones Interamericanas, 1990), tomo 7, pág. 9 4 7 .
5 Id., pág. 9 4 3 .
9 Himnario Adventista, N o . 236.
10 Primeros escritos, pág. 38.
11 Mensajes selectos, tomo 1, pág. 73.
12 Primeros escritos, pág. 17.
11 Mensajes selectos, tomo 1, pág. 73.
14 Id., pág.73.
" Id., pág. 74.
16 Id., págs. 74, 75.
17 Himnario Adventista, N o . 152.
15 Comentario bélico adventista del séptimo día, Comentarios de Elena G. de W h i t e (Boise, ID.:
Publicaciones Interamericanas, 1990), tomo 7, pág. 9 9 9 .
CAPÍTULO 6

El Santuario Celestial:
SU C O N T A M I N A C I Ó N Y P U R I F I C A C I Ó N 1

E l texto clave que galvanizó a los primeros adventistas en torno


al concepto de la contaminación y purificación del santuario
fue el mismo que había encendido la chispa del movimiento
milerista donde tuvieron su origen: "Y él dijo: Hasta dos mil tres-
cientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado" (Dan.
8:14).
Los pioneros adventistas concluyeron que este texto cardinal no
se refería a un mundo malvado necesitado de purificación, sino que
apuntaba al santuario celestial. Este, y no la tierra, estaban conven-
cidos, era el santuario que debía ser purificado al final de los 2,300
días.
Una serie de preguntas surge en las mentes de muchos estudio-
sos y críticos al ser confrontados con nuestra tradicional compren-
sión de este pasaje. Considero que tres son las más importantes:
I ~. ¿Los adventistas están en lo correcto cuando relacionan Daniel 8:14
con la purificación del santuario terrenal, según Levítico 16? 2~. ¿Qué
prueba tenemos para ver en el pasaje de Daniel una referencia al san-
tuario celestial? 3 a . ¿Por qué injertarnos los pecados del pueblo de Dios
en el texto cuando el contexto se centra claramente sólo en los pecados

74
IÍL SANTUARIO CELESTIAL 75

del "cuerno pequeño"?


Dado que estas tres preguntas se interrelacionan, una respuesta
aceptable a cada una de ellas sería prácticamente imposible sin una
considerable repetición. Sin embargo, para ayudar al lector a seguir
el desarrollo de este argumento, he dividido el capítulo en estas tres
preguntas, con el entendimiento de que la respuesta dada en cual-
quier segmento puede ser incompleta y necesite ser complementa-
da en otros. Espero que las diversas piezas de este rompecabezas en-
cajen perfectamente al final, a pesar de su complejidad.

LA C O N E X I Ó N E N T R E D A N I E L 8 : 1 4 Y L E V Í T I C O 16
¿Están en lo correcto los adventistas cuando hacen una conexión
entre Daniel 8:14 y la purificación del santuario según Levítico 16?
Mi respuesta a esta pregunta será bastante abarcante, aunque es-
pero que no resulte demasiado complicada. Procederé tomando en
cuenta cuatro pasos: (1) un breve bosquejo de la posición histórica
adventista sobre la contaminación y purificación del santuario tal
como se encuentra en los escritos de Urías Smith, 2 el protagonista
más prolífico de la doctrina del santuario entre nuestros pioneros;
(2) dado el contraste y la perspectiva, un bosquejo de la posición
desviada de Albion F. Ballenger;3 (3) una breve evaluación de la
validez de la posición de Ballenger en contraste con la posición del
adventismo tradicional; y (4) un estudio del fondo histórico-teoló-
gico de Daniel 8:14.
El interés de las tres primeras secciones será mostrar que cuando
se toman juntas las posiciones conflictivas de Ballenger y la Iglesia
Adventista sobre la contaminación y purificación del santuario,
reflejan la posición bíblica más exactamente que cualquiera de ellas
en forma separada. También mostraré que, tomadas juntas, ayudan
a clarificar la relación que hay entre Levítico 16 y Daniel 8:14, e
incluso arrojan cierta luz sobre la relación de los pecados del pueblo
de Dios y Daniel 8:14- En el paso 4g intentaré mostrar la forma en
que el libro de 2 de Crónicas, visto como el trasfondo histórico de
Daniel, puede servir como puente conceptual que nos ayude a ver
la más profunda conexión teológica entre Levítico 16 y Daniel 8:14-
I. Posición histórica de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
La posición histórica de la Iglesia Adventista del Séptimo Día
76 EL SANTUARIO

sobre la contaminación y purificación del santuario está bien repre-


sentada en Urías Smith. De acuerdo con él, la purificación del san-
tuario terrenal se hizo necesaria porque los pecados del pueblo de
Dios habían sido transferidos al santuario en el transcurso del año,
mientras se realizaba el ritual diario.
Esta transferencia se llevaba a cabo mediante dos actos simbóli-
cos. En el primero, el penitente ponía sus manos sobre la cabeza del
animal víctima/representante y confesaba sus pecados sobre él. En
esta forma, la contaminación pasaba simbólicamente del penitente
al animal víctima/representante. En el segundo acto simbólico, el
animal víctima era muerto y su sangre rociada o asperjada en un
área designada del santuario.4 La ceremonia de colocar las manos no
tendría ningún significado, dice Smith, aparte del concepto de
transferencia del pecado. "Si nada de esto se pretendía -argüía-,
toda la ministración era una farsa".5
La posición de Smith (y la de la Iglesia Adventista del Séptimo
Día en general) era que esta tranferencia simbólica del pecado al
santuario terrenal apuntaba a una transmisión real del mismo peca-
do, del penitente terrenal al santuario celestial a través de la sangre
de Jesús.6 Además, los adventistas han visto el concepto de una
purificación escatológica o antitípica del santuario en Daniel 8:14, 7
afirmando así una estrecha relación teológica entre ese texto y
Levítico 16.
2. La posición de Ballenger.
Contrariamente al bien aceptado punto de vista adventista,
Ballenger tomó la posición de que el santuario se contaminaba por
la simple comisión de pecados de parte de todo el pueblo y que la
contaminación nada tenía que ver con la confesión o la omisión de
ella. Él usaba el siguiente texto, entre otros: "Dirás asimismo a los
hijos de Israel: Cualquier varón de los hijos de Israel, o de los
extranjeros que moran en Israel, que ofreciere alguno de sus hijos a
Moloc, de seguro morirá... Y yo pondré mi rostro contra el tal varón,
y lo cortaré de entre su pueblo, por cuanto dio de sus hijos a Moloc,
contaminando mi santuario y profanando mi santo nombre" (Lev.
20:2, 3).
Aquí, según Ballenger, el santuario se contaminaba por el acto
pecaminoso mismo, antes de la confesión del pecado. Citando
IÍL SANTUARIO CELESTIAL 77

Levítico 21:9, en el cual la hija ramera del sumo sacerdote profana-


ba a su padre por el mero acto de su prostitución (sin importar la
confesión), Ballenger afirmó que cualquier acto de pecado inmedia-
ta y automáticamente contamina el santuario. Esto es así porque
Dios, como Padre de toda la raza humana, es deshonrado cuando
pecamos, del mismo modo que el sumo sacerdote sufría la vergüen-
za por la prostitución de su hija. Considerado así, incluso los peca-
dos del diablo contaminan el santuario.s
Ballenger fue aún más lejos, sosteniendo que en vez de contami-
nar el santuario, la confesión forma parte, de hecho, del proceso de
purificación. Un hijo contamina el buen nombre de su hogar cuan-
do cae en el crimen, no cuando confiesa ese pecado o se arrepiente
de él.9
En cuanto al tiempo de la purificación del santuario celestial,
Ballenger argüía que esto ocurrió en la ascensión de Cristo, cuando
él roció o asperjó su sangre sobre el propiciatorio. De este modo, la
purificación referida en Daniel 8:14, que ocurrió siglos después de la
cruz, no tiene nada que ver con los pecados del pueblo de Dios. Se
refiere, más bien, a los pecados del diablo como instigador del mal.10
Esta, en síntesis, fue la posición de Ballenger sobre la contami-
nación y purificación del santuario.
3. Evaluación de la posición de Ballenger y la de la Iglesia Adventista
del Séptimo Día.
¿Cómo podríamos entender la contaminación y purificación del
santuario, el terrenal o el celestial? ¿Es la posición histórica adven-
tista correcta, incorrecta, o inadecuada?
Me gustaría analizar la posición de Ballenger primero, y (para
beneficio de aquellos que no han leído mi primer libro sobre el san-
tuario) comienzo con la conclusión a la que llegué allí. Después de
un cuidadoso y (espero) desapasionado examen de la enseñanza
total de Ballenger sobre la doctrina del santuario, concluí que si los
adventistas hubieran adoptado su posición, este hecho "habría con-
vertido a los adventistas en el hazmerreír teológico del Protestan-
tismo".11 A esa fuerte conclusión llegué sobre la teología del san-
tuario de Ballenger, y no he visto ninguna razón para modificar mi
posición desde entonces.
Sin embargo, el hecho de que la teología de Ballenger como un
78 EL SANTUARIO

todo era errónea y mal encaminada, no debiera suponerse que esta-


ba equivocada en todos sus aspectos. Y yo no he encontrado en la
condenación que Elena de White hizo de la enseñanza de Ballenger
ninguna referencia a asuntos específicos de su teología, y cierta-
mente no en el asunto particular que está en discusión aquí.
De modo que la cuestión de evaluar su posición frente a la con-
taminación y purificación del santuario, sigue en pie. Y yo tendría
que decir, sin aceptar todos los matices de su posición, que su ase-
veración básica con respecto a la contaminación del santuario era
correcta. Hay un sentido en el cual el santuario es contaminado por
el mismo hecho de que el pueblo de Dios peca (o la gente en gene-
ral, en todo caso), sin importar que haya o no confesión. Tiene sen-
tido el hecho de que todo pecado cometido contamina el santuario
celestial. En otras palabras, cada pecado cometido arroja una som-
bra sobre el gobierno de Dios, la sabiduría de Dios, el amor de Dios;
en suma, sobre la integridad del santuario celestial, el asiento de la
administración divina.
Al mismo tiempo, Ballenger demostró cortedad de vista al no
tomar en cuenta otra noción fundamental de la contaminación que
se enfatizaba en el ritual del tabernáculo. Cuando él dice que la
confesión pertenece al proceso de purificación y no al de contami-
nación, demuestra una seria incomprensión de la clase de contami-
nación que el servicio levítico debía manejar.
El servicio del tabernáculo estaba diseñado para tratar precisa-
mente con lo que yo llamaría contaminación penitencial. Esta era la
clase de contaminación en la cual el santuario asumía la responsa-
bilidad por el pecado del penitente, permitiéndole que saliera libre.
Era el tipo de contaminación que lograba la aprobación de Dios, si
usted quiere expresarlo así. Por esto me refiero a ella como conta-
minación "penitencial" o "correcta". La Iglesia Adventista, a pesar
de la incomprensión de Ballenger, siempre estuvo en lo correcto al
dar énfasis a este tipo de contaminación.
Me siento totalmente satisfecho que la reiterada referencia a los
pecadores que se presentaban en la corte o tribunal del tabernácu-
lo, colocando sus manos sobre los animales destinados para el sacri-
ficio, y luego degollándolos, y asperjando su sangre sobre algunos
accesorios del santuario (véase Levítico 4 para muchos ejemplos),
IÍL SANTUARIO CELESTIAL 79

tenía algo que ver con la transferencia del pecado/contaminación,


cuya acumulación era purificada o quitada en el Día de la Expiación
anual.
Y siendo que Dios diseñó y estableció este proceso ritual, e invi-
tó a Israel a traer sus pecados al santuario, la contaminación resul-
tante era, por lo tanto, "apropiada".
Deberíamos notar, sin embargo, que aunque el santuario fue
establecido para manejar el problema de la contaminación peniten-
cial, la misma no era "natural" para él. De aquí que la purificación
anual señalaba claramente, a mi juicio, hacia un gran cumplimien-
to antitípico.
La contaminación que Ballenger decidió enfatizar, sin embargo,
es de una categoría diferente. Yo la llamaría contaminación "impro-
pia" o "rebelde" o "sacrilega". También ella es una noción auténti-
camente escrituraria de contaminación, y los adventistas no han
sido suficientemente perspicaces para darle suficiente atención.
Dios se refirió a ella cuando acusó al pueblo de Judá de poner "sus
abominaciones en la casa sobre la cual fue invocado mi nombre,
amancillándola" (Jer. 7:30; 32:24). No había confesión involucrada
en esta contaminación. En el libro de Ezequiel leemos acerca de la
contaminación del templo por los "extranjeros" y por "los más per-
versos de la tierra" (Eze. 7:20-22). Y, como vimos en Jeremías, Dios
acusó a su propio pueblo del mismo crimen: "Ciertamente por haber
profanado mi santuario con todas sus abominaciones" (Eze. 5:11; cf.
Eze. 23:28; Sal. 74:7; 79:1; Sof. 3:4).
Me parece que cualquier intento de explicar la relación entre
Daniel 8:14 y Levítico 16 debe tomar en cuenta estos dos conceptos
fundamentales de contaminación. Una vez que entendemos esta dife-
rencia, ya no buscamos conexiones fáciles e inciertas entre los dos
pasajes de la Escritura. Ellos tienen que ver con diferentes aspectos
de contaminación/profanación. En el pasaje de Levítico Dios da
instrucciones a su pueblo del pacto cooperativo en cuanto a la
lorma de librar su campamento de la contaminación penitencial y
propia del pecado una vez al año. En Daniel 8 el centro está en una
entidad de abierta rebelión contra Dios, y lo que vemos allí es con-
taminación sacrilega y rebelde.
En consecuencia, Daniel 8:9-13 no encaja fácilmente en Leví-
80 EL SANTUARIO

tico 16, y éste a su vez estaría fuera de lugar en Daniel 8:9-14.


¿Significa esto que los dos pasajes están totalmente ajenos a toda
relación? Una hermenéutica rígida y científica contestaría esta pre-
gunta con un sí. Pero otra flexible, una hermenéutica que toma en
cuenta las implicaciones del concepto dual de contaminación
explicado arriba, percibiría una conexión teológica final en térmi-
nos de significado escatológico de los dos pasajes como se aclarará,
espero, hacia el final de este capítulo.
4. Fondo histérico-teológico de Daniel 8:14-
Pienso que otro factor que ha impedido que muchos vean la
dinámica conexión teológica entre Daniel 8:9-14 y Levítico 16 ha
sido por no haber leído el libro de Daniel dentro del contexto de su
fondo histórico-teológico.
Según mi juicio, uno no puede comprender perfectamente el
asunto del libro de Daniel, particularmente Daniel 8:9-14, sin dar
adecuada atención al fondo histórico-teológico que se nos pinta en
el libro segundo de Crónicas. Este libro establece un puente histó-
rico- conceptual entre Levítico 16 y Daniel 8:9-14 que, cuando se
combina con una comprensión del concepto dual de contamina-
ción, nos da una comprensión de la conexión escatológica y final de
los dos pasajes.
El segundo libro de Crónicas fue escrito probablemente por un
sacerdote -el más probable es Esdras- cuyo propósito teológico al
escribirlo fue demostrar que la calamidad de Judá en un período de
más de 300 años de historia12 resultó de su propia rebelión e insu-
bordinación, particularmente su profanación13 del santuario o tem-
plo, el símbolo de la santa presencia de Dios en su medio.
Comenzando con el capítulo 12, el autor del libro documenta un
patrón recurrente de profanación/juicio/restauración, hasta que la
paciencia de Dios se agotó y fue obligado a abandonar a su pueblo
y su santuario.
Podemos observar este fenómeno en el siguiente diagrama.14
IÍL SANTUARIO CELESTIAL 81

-a -

SR

La primera contaminación ocurrió exactamente después de


mediados del siglo décimo a. C., bajo la administración de Sisac, rey
de Egipto. Roboam (931-913 a. C.), el primer rey de Judá, después
del cisma,15 estaba en el trono, y el escritor sagrado hace bien claro
que la profanación del templo realizada por Sisac fue causada por la
rebelión de Judá contra Dios. "Cuando Roboam había consolidado
82 EL SANTUARIO

el reino, dejó la ley de Jehová, y todo Israel con él. Y por cuanto se
habían rebelado contra Jehová, en el quinto año del rey Roboam
subió Sisac rey de Egipto contra Jerusalén" (2 Crón. 12:1-5).
Aunque el escritor no se refiere específicamente a la acción de
Sisac como una profanación o contaminación, obviamente lo fue,
porque "Sisac tomó los tesoros de la casa de Jehová" (vers. 9).
Desde este punto, y durante cerca de 350 años, la fortuna del
santuario menguó y creció con el levantamiento y la caída de gober-
nantes viles o piadosos.
Después de la profanación de Sisac, el rey Asa restauró (hebreo
chadash) el templo (2 Crón. 15:1, 2, 8). 16 Sin embargo, durante un
período de crisis él mismo profanó el edificio en un momento de
pánico (2 Crón. 16: 1, 2).
Siguió una restauración parcial bajo Joiada, el sacerdote (2
Crón. 23:16-18), entonces ocurrió lo que parece haber sido una res-
tauración total, bajo el rey Joás, inspirada por Joiada (2 Crón. 24:4-
9, 12, 13). Chadash se usa una vez más acompañado de otro térmi-
no hebreo, chazaq, que significa "fortalecer", "fortificar", o "curar",
"reparar".
Pero esta restauración bajo el rey Joás fue de corta duración, por-
que tan pronto como Joiada murió la nación se volvió a la rebelión,
y encontramos serios casos de profanación bajo el mismo Joás. "Y
desampararon la casa de Jehová el Dios de sus padres, y sirvieron a
los símbolos de Asera y a las imágenes esculpidas. Entonces la ira de
Dios vino sobre Judá y Jerusalén por este su pecado. Y les envió pro-
fetas para que los volviesen a Jehová; los cuales les amonestaron,
mas ellos no los escucharon" (vers. 18, 19).
Entre los muchos profetas enviados a Judá en este oscuro punto
de su historia estaba Zacarías, hijo de Joiada. Los dirigentes de Judá
no sólo rechazaron su testimonio, sino que "hicieron conspiración
contra él, y por mandato del rey lo apedrearon hasta matarlo, en el
patio de la casa de Jehová" (vers. 21).
Deberíamos explicar aquí que Jesús, al pronunciar sus siete ayes
contra los fariseos (Mat. 23), dirigió el último a aquellos líderes que
trataban de frustrar sus propósitos de redención persiguiendo y
matando a los mensajeros especiales. De éstos sólo mencionó dos
nombres: Abel y Zacarías, los cuales, significativamente, fueron ase-
IÍL SANTUARIO CELESTIAL 83

sinados mientras desempeñaban deberes en el "santuario" (Mat.


23:29-35; 17 cf. Gén. 4:3-8).
Un caso de profanación masiva ocurrió bajo el reinado de Acaz,
uno de los reyes más impíos de Judá. Este bribón llegó al poder con
una verdadera tendencia a la rebelión. "Quemó también incienso
en el Valle de los Hijos de Hinom, e hizo pasar a sus hijos por fuego,
conforme a las abominaciones de las naciones... Asimismo sacrificó
y quemó incienso en los lugares altos, en los collados, y debajo de
todo árbol frondoso" (2 Crón. 28:1-4).
La calamidad no se hizo esperar: ocurrió una invasión por los asi-
rios y el reino del norte, Israel. Miles de soldados perecieron, y miles
más fueron vergonzosamente tomados cautivos (vers. 5-8).
Pero, aunque parezca increíble, Acaz no aprendió la lección.
Después de una alianza abortiva con Asiria (vers. 16-21), el rey, en
su angustia, "añadió mayor pecado contra Jehová. Porque ofreció
sacrificios a los dioses de Damasco". Además, "recogió Acaz los
utensilios de la casa de Dios, ... y los quebró, y cerró las puertas de
la casa de Dios, y se hizo altares en Jerusalén en todos los rincones"
(vers. 24).
La llegada de Ezequías al trono dio lugar a la más espectacular
reversión de la extensa profanación que había ocurrido bajo Acaz.
"En el primer año de su reinado, en el mes primero, abrió las puer-
tas de la casa de Jehová, y las reparó (chazaq)" (2 Crón. 29:3).
Ezequías reunió a los sacerdotes y levitas, les recordó su compro-
miso y responsabilidad, y colocó sobre ellos la carga de restaurar la
casa de Dios y reinstituir su adoración. "Santifícaos ahora", les dijo,
"y santificad la casa de Jehová" (vers. 5).
Al igual que Daniel (véase Dan. 9), Ezequías reconoció los peca-
dos de sus compatriotas: "Porque nuestros padres se han rebelado, y
han hecho lo malo ante los ojos de Jehová nuestro Dios; porque le
dejaron y apartaron sus rostros del tabernáculo de Jehová, y le vol-
vieron las espaldas... Por lo tanto, la ira de Jehová ha venido sobre
Judá y Jerusalén, y los ha entregado a turbación, a execración y a
escarnio, como veis vosotros con vuestros ojos... Y he aquí nuestros
padres han caído por la espada, y nuestros hijos, nuestras hijas y
nuestras mujeres, fueron llevados cautivos por esto" (2 Crón. 29:6-
9).
84 EL SANTUARIO

Y el pueblo respondió. Los levitas se reunieron y se santificaron,


y "entrando los sacerdotes dentro de la casa de Jehová para limpiar-
la [taher], sacaron toda la inmundicia que hallaron en el templo de
Jehová... al atrio de la casa de Jehová; y de allí los levitas la lleva-
ron fuera al torrente de Cedrón" (vers. 16).
(Es interesante notar que la palabra que se usa aquí para referir-
se a la restauración física del templo por parte de los sacerdotes y
levitas es taher, la misma palabra usada en Levítico 16 para referir-
se a la purificación puramente ritual o espiritual. Las palabras cha-
dash y chazaq todavía estaban vigentes para el escritor sagrado, y en
realidad usa chazaq en el versículo .3 cuando se refiere a la repara-
ción de la puerta del templo. Pero es evidente que aquí prefirió
taher, y la introduce por primera vez en el texto. Esto sugiere proba-
blemente que la restauración bajo Ezequías fue concebida como
algo más radical y de más amplios alcances que las que le precedie-
ron, involucrando quizá una purificación no típica [ritual] o "con-
sagración" del templo.)
Toda la sociedad fue espiritualmente reavivada bajo las reformas
de Ezequías, comenzando con los oficiales civiles de Jerusalén (vers.
20-24) y con el tiempo alcanzando no sólo al reino del sur, Judá,
sino también al reino del norte, Israel (2 Crón. 29:25-30:12).
Correos con cartas firmadas por el rey fueron enviadas apresurada-
mente al norte; y es más conmovedor leer el llamamiento del rey a
todo Israel. "Fueron, pues, correos con cartas de mano del rey y de
sus príncipes por todo Israel y Judá, como el rey lo había mandado,
y decían: Hijos de Israel, volveos a Jehová el Dios de Abraham, de
Isaac y de Israel, y él se volverá al remanente que ha quedado de la
mano de los reyes de Asiría. No seáis como vuestros padres y como
vuestros hermanos, que se rebelaron contra Jehová el Dios de sus
padres, y él los entregó a desolación, como vosotros veis... No endu-
rezcáis, pues, ahora vuestra cerviz como vuestros padres; someteos a
Jehová, y venid a su santuario, el cual él ha santificado para siem-
pre; y servid a Jehová vuestro Dios, y el ardor de su ira se apartará
de vosotros. Porque si os volviereis a Jehová, vuestros hermanos y
vuestros hijos hallarán misericordia delante de los que los tienen
cautivos, y volverán a esta tierra; porque Jehová vuestro Dios es cle-
mente y misericordioso, y no apartará de vosotros su rostro, si voso-
IÍL SANTUARIO CELESTIAL 85

tros os volviereis a él" (2 Crón. 30:6-9).


Aunque muchos se burlaron y escarnecieron a los mensajeros
del rey, algunos respondieron (vers. 10-12), y se proclamó una pas-
cua especial de dos semanas (vers. 13-23). Fue verdaderamente un
momento cumbre en la historia religiosa de Judá.
Sin embargo, Ezequías fue sucedido por Manasés, que dirigió al
pueblo en una profanación realmente seria del templo. Es notable
que el hijo de un rey con una mentalidad de reformador tan defini-
da, revirtiera rápidamente el despertar espiritual que se había logra-
do bajo el reinado de su padre. No sólo reconstruyó Manasés los
lugares altos que su padre había destruido, sino que el texto nos
informa, "levantó altares a los baales, e hizo imágenes de Asera, y
adoró a todo el ejército de los cielos, y les rindió culto" (2 Crón.
33:3). De hecho, fue aún más lejos. "Edificó también altares en la
casa de Jehová, de la cual había dicho Jehová: En Jerusalén estará
mi nombre perpetuamente". "Edificó asimismo altares a todo el
ejército de los cielos en los atrios de la casa de Jehová" (vers. 4, 5).
A fin de ser breve, omitiré comentarios sobre la restauración
parcial que el Manasés reformado realizó (vers. 10-16), seguida de
una restauración aún mayor bajo el buen rey Josías (2 Crón. 34:24-
33; 35:1, 2, 20). Por ahora, el patrón contaminación!restauración!con-
taminación que hemos estado ilustrando ha quedado probablemente
claro.
Termino este análisis, entonces, llamando la atención a la con-
taminación total que tuvo lugar bajo los tres últimos reyes de Judá:
Joacim, Joaquín y Sedequías (2 Crón. 36: 5-7; 36:9, 10; 36:11-20).
Cada uno de estos tres reyes "hizo lo malo ante los ojos de Jehová
su Dios" (vers. 5, 9, 12), y en cada caso Babilonia se convirtió en el
instrumento de juicio.
El escritor sacerdotal, como si quisiera resumir todo lo que ha
venido diciendo, se detiene en Sedequías, el último rey de Judá. El
hizo "lo malo ante los ojos de Jehová su Dios" rechazando al men-
sajero especial de Dios (Jeremías), y rebelándose contra Nabuco-
donosor (vers. 11-13). A aquel espíritu de insubordinación general,
se unieron tanto oficiales civiles como religiosos, "siguiendo todas
las abominaciones de las naciones". Juntos "contaminaron la casa
de Jehová, la cual él había santificado en Jerusalén" (vers. 14).
86 EL SANTUARIO

La compasiva respuesta de Dios se enfatiza de nuevo. Incluso en


esta hora undécima envió mensaje tras mensaje a su pueblo. "Pero
ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban
sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió la ira de
Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio" (vers. 16).
Sólo entonces se desató la tormenta. Los ahora frustrados babi-
lonios regresaron con ira redoblada. Miles de habitantes de Judá
fueron asesinados. Y en cuanto al templo, la pluma sacerdotal pintó
su terrible fin: "Asimismo todos los utensilios de la casa de Dios [no
"algunos" como anteriormente], grandes y chicos, los tesoros de la
casa de Jehová,... todo lo llevó a Babilonia. Y quemaron la casa de
Dios y rompieron el muro de Jerusalén" (vers. 18, 19). Finalmente,
"y los que escaparon de la espada fueron llevados cautivos a
Babilonia, y Daniel estaba entre ellos" (vers. 20; cf. Dan. 1:3, 6).
Lo dicho hasta aquí, por lo tanto, es el fondo histórico-teológi-
co del libro de Daniel. En 2. Crónicas vemos el tabernáculo he-
breo/templo presentado en una nueva luz. Rodeado en el desierto
por una siempre vigilante guardia de sacerdotes y levitas y, de
hecho, toda la asamblea de Israel, ningún agente u objeto profana-
dor podía acercarse. El símbolo sagrado de Israel recibía sólo aque-
llo para lo cual había sido diseñado, es decir, contaminación ritual
(penitencial o propia). Y su ceremonia de purificación de tal conta-
minación penitencial una vez al año, era adecuadamente cubierta por
la palabra taher.
Para la época de 2 de Crónicas, sin embargo, las cosas habían
cambiado drásticamente. Ni los guardias sacerdotales ni los vigilan-
tes levitas podían detener los diabólicos designios de los poderosos
reyes apóstatas. El santuario/templo fue sujeto en ese tiempo a mali-
cioso abuso físico y espiritual, haciendo que taher por sí mismo,
fuera claramente inadecuado para describir la total dimensión de las
medidas correctivas necesarias para ponerlo de nuevo en su estado
correcto. Por eso hallamos que, mientras que retiene taher, el autor
pone otras expresiones en servicio: chadash, chazaq, qadesh. Como
haríamos hoy, buscó otros términos, otras expresiones, para captar
mejor los matices de una situación más compleja.
Con 2 Crónicas como fondo, entonces, estamos listos psicológi-
ca y conceptualmente para lo que encontramos en el libro de
IÍL SANTUARIO CELESTIAL 87

Daniel, es decir, una intensificación del problema recurrente que


hemos visto en el segundo libro de Crónicas.
En este punto necesitamos dejar la respuesta pendiente de algún
modo y proceder a la siguiente pregunta.

EL S A N T U A R I O CELESTIAL EN DANIEL 8:14


¿Qué garantía tenemos de que en el pasaje daniélico vemos una refe-
rencia al santuario celestial1
En Daniel 8:3-8 el profeta ve una visión del juego y contrajuego
de las potencias políticas, las primeras de las cuales (Medo-Persia y
Grecia) están identificadas en el texto por nombre (vers. 20, 21).
De modo que, para no reinventar la rueda, no entraré en una
explicación detallada de estas profecías aquí.18 Baste decir que en lo
que concierne a estas potencias políticas, la visión del capítulo 8 no
entra en nuevo terreno, sino más bien reitera - c o n detalles añadi-
dos, por supuesto— lo que ya ha sido cubierto en los capítulos 2
(vers. 31-40) y 7 (vers. 1-8, 15-28).
Entonces, por comparación con estas dos secciones paralelas,
podemos concluir que el tercer reino del capítulo 8, tipificado por
el "cuerno pequeño" (vers. 9), es el mismo que el cuarto poder de
Daniel 2, representado por las piernas de hierro (vers. 33, 40), y el
cuarto poder del capítulo 7, representado por la bestia espantosa y
terrible (vers. 7).
Si es correcta nuestra interpretación acerca de que el cuarto
poder es Roma - l a Roma que se levanta siguiendo la caída de
Grecia como potencia mundial19-, entonces estamos en posición de
poder fijar con precisión el marco cronológico de las actividades del
"cuerno pequeño" de Daniel 8:10.
Parece claro que las actividades del "cuerno pequeño" del capí-
tulo 8 son paralelas a las de su contraparte en 7:21, 25, es decir, en
ocasión de la persecución del pueblo de Dios. Y el punto significa-
tivo para nuestro énfasis cronológico aquí es que la visión del capí-
tulo 8 observa al "cuerno pequeño" hasta el momento en que con-
fronta al "Príncipe de los ejércitos" (o "Príncipe de los príncipes",
vers. 25), que es una referencia casi obvia a Cristo, el "Mesías
Príncipe"20, - u n detalle que halla su cumplimiento en la crucifixión
de nuestro Señor a manos de Roma por instigación de los líderes
88 EL SANTUARIO

apóstatas de Jerusalén.
Pero la visión del capítulo 8 también traza las nefastas activida-
des del "cuerno pequeño", pasado el tiempo de su confrontación
con el "Mesías Príncipe" (vers. 11, 12; cf. Dan. 7:25). El "continuo"
(Heb. tamid)21 es "quitado" por el poder representado por este "cuer-
no pequeño", y "el lugar de su santuario fue echado por tierra"
(Dan. 8:11).
Contra el fondo de estos desarrollos uno de los santos hace la
pregunta: "¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y
la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para
ser pisoteados?" (Dan. 8:13). Puesto en forma más sencilla:
¿Durante cuánto tiempo continuarán estas atrocidades contra el
santuario? Y la respuesta fue: "Hasta dos mil trescientas tardes y
mañanas; luego el santuario será purificado" (Dan. 8:14).
Nuestro interés en este punto es identificar cuál santuario tiene
en mente esta respuesta, dados los factores cronológicos a los cuales
ya hemos aludido.22
Claramente tiene que ser un santuario que tiene interés teológi-
co para Dios y su pueblo pasado el tiempo de la confrontación entre
la Roma (pagana) y el "Príncipe de los ejércitos"; es decir, pasado el
tiempo de la cruz cuando el velo del templo fue roto en dos, símbo-
lo del fin del significado teológico del santuario terrenal.
Si esta observación es válida, entonces, lo que vemos en Daniel
8:13, 14 es un cambio de objetivo (probablemente desconocido
para el profeta mismo) del santuario terrenal (o ectipo)2' al santua-
rio celestial (o arquetipo).24 Por lo tanto, el santuario que debe ser
"restaurado", "justificado", "purificado", al final de las 2,300 "tardes
y mañanas" de Daniel 8:14 no es uno terrenal, sino, celestial.
El problema, entonces, es que la profanación trasciende total-
mente a cualquier cosa que Daniel hubiera concebido antes y que el
remedio que se requería para rectificar dicha situación era suprafísi-
co y sobrenatural. Es contra este trasfondo que el profeta, bajo ins-
piración, impone el uso de la palabra tsadaq para describir el resta-
blecimiento del arquetipo celestial "a su estado legítimo" después de
lo que el mensajero angélico consideró el sacrilegio máximo.
Desde este punto de vista, la necesidad de una conexión lin-
güística entre el taher de Levítico 16 y el tsadaq de Daniel 8:14,
IÍL SANTUARIO CELESTIAL 89

como algunos exigirían, no procede.25 En Daniel somos confronta-


dos con una profanación de proporciones cósmicas, por así decirlo,
que deja completamente atrás todo lo que habían encontrado en 2
de Crónicas.

VEÁMOSLO D E O T R A M A N E R A
El mensaje obvio de 2 de Crónicas es que el estado del santua-
rio/templo, como Daniel lo habría recordado estando en Babilonia,
había sido producido tanto por la rebelión y apostasía del mismo
pueblo de Dios, como por el desafiante sacrilegio de potencias paga-
nas hostiles.
Daniel tenía una clara visión de los hechos históricos y un pro-
fundo anhelo de que se restaurara el templo de Jerusalén. En el espí-
ritu de la gran oración dedicatoria de Salomón,26 él se acercó a Dios
en ferviente súplica, con las ventanas de su recámara abiertas hacia
Jerusalén. ¡Cuán a menudo debe de haber reflexionado con profun-
da angustia sobre el templo en ruinas de la ciudad donde había naci-
do y crecido!
No es extraño, entonces, que cuando "el santo" mencionó en
visión la restauración (tsadaqa) del santuario, la curiosidad santifi-
cada de Daniel se despertó de inmediato. Sus pensamientos se diri-
gieron inmediatamente hacia el templo de Jerusalén. ¡Cómo ansia-
ba que se descifrara el críptico pronunciamiento: hasta "dos mil y
trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado"!
Pero esa, precisamente, fue la parte importante de la visión que se
dejó sin interpretar cuando el capítulo 8 llegó a su fin.
De ahí la angustiosa oración de penitencia del profeta en el capí-
tulo 9. Evidentemente había llegado a la conclusión de que el tiem-
po de la cautividad de Israel se había alargado (véase el vers. 19),
conclusión basada probablemente en la mención que hizo el ángel
de las 2,300 tardes y mañanas". Si esto es así, Daniel, aunque seve-
ramente desilusionado, no culparía a Dios, porque no tenía ningu-
na duda en cuanto a quién se debía culpar por la desolación de
Jerusalén y la profanación de su sagrado templo: "Hemos pecado,
hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido
rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus orde-
nanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu
90 EL SANTUARIO

nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros


padres y a todo el pueblo de la tierra" (Dan. 9:5, 6).
Cuando el profeta estaba por terminar esta conmovedora ora-
ción penitencial, le suplicó a Dios, "haz que tu rostro resplandezca
sobre tu santuario asolado, por amor del Señor" (vers. 17). Por tanto
la carga que Daniel sentía era por el templo de Jerusalén, y la decla-
ración angélica con referencia al santuario de Daniel 8:14 había
sido el tema más importante en su mente y el tema de su oración.
Difícilmente podía ver más allá de eso.
Según esto, cuando Dios le contestó, fue para asegurarle que el
tiempo de la cautividad de Judá no se había alargado, sino que, al
contrario, se le daría a su pueblo un tiempo de gracia adicional. El
mismo sería "setenta semanas" o, como dice correctamente la nueva
Reina-Valcra revisada, de 1990, "setenta semanas están cortadas
para tu pueblo" (Dan. 9:24). Muchos han reconocido esto como un
"lenguaje del jubileo", dando a entender que el tiempo de gracia de
Israel estaba ahora establecido en "setenta semanas de años", 70 x
7, o 490 años (o 10 jubileos, 49 x 10). El comienzo de ese período
fue identificado en la visión misma, es decir, "desde la salida de la
orden para restaurar y edificar a Jerusalén" (vers. 25), o 457 a. C.,
como lo han calculado históricamente los adventistas.27
Significativamente, el profeta se conforma, aun cuando no hubo
en realidad tal explicación del críptico lenguaje de la declaración
angélica de Daniel 8:14. ¿Por qué? Porque se sintió aliviado de su
pesadilla. Su preocupación inmediata eran Jerusalén y su templo. La
voluntad de Dios mantenía su horario, e incluso le concedía a Israel
un nuevo tiempo de gracia.
Fue cerca del fin de ese tiempo de prueba final para Israel como
nación escogida, cuando Jesús pronunció sus siete ayes -a los que
nos referimos un poco antes en este capítulo-, en los cuales men-
cionó por nombre a los dos líderes (Abel y Zacarías) que murieron
en la línea del deber del "santuario". Al llegar al final de aquella
tristísima letanía, como si reflexionara dolorosamente en las peren-
nes vacilaciones de su pueblo a través de los siglos y las vicisitudes
del santuario en las manos de ellos, Jesús pronunció uno de los más
angustiosos clamores de todo su ministerio terrenal: "¡Jerusalén,
Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son envia-
IÍL SANTUARIO CELESTIAL 91

dos! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a
sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa
os es dejada desierta" (Mat. 23:37, 38).
Israel había desaprovechado su última oportunidad. El Israel
postexílico había vuelto a sus antiguas rebeliones del período pree-
xílico. Ahora el fin estaba a las puertas. El velo del templo muy
pronto sería rasgado por una mano invisible (Mat. 27:51), y el cen-
tro pasaría al santuario real, el celestial.
De este modo, el santuario que se presenta en Daniel 8:14 no
puede ser el templo de Jerusalén, dado el elemento de tiempo del
texto ya mencionado arriba.28 Y el mensaje del pasaje, como el ángel
tuvo tristemente que enfatizar, es para nosotros, que vivimos río
abajo y muy lejos del tiempo de Daniel (véase Dan. 8:26), milenios
después de terminado el tiempo de gracia concedido a Israel y la
total destrucción del templo terrenal.

LOS P E C A D O S D E L P U E B L O D E DIOS E N D A N I E L 8 : 1 4
¿Por qué interpolamos los pecados del pueblo de Dios en el texto
cuando el contexto es claro al enfocar únicamente los pecados del "cuer-
no pequeño" i1
El templo de Jerusalén, como hemos visto, fue profanado tanto
por el antiguo pueblo apóstata como por las naciones paganas que
lo rodeaban. No puede haber ninguna duda al respecto. Del mismo
modo, el santuario antitípico de Dios es profanado conjuntamente
por el moderno pueblo apóstata de Dios, cuyo epítome es el "cuer-
no pequeño" y las potencias seculares contemporáneas, como podrí-
amos inferir de las amplias pinceladas teológicas de Apocalipsis
13:1-7.
Pero hay un tercer elemento en este plan. Si leemos 2 de
Crónicas cuidadosamente notaremos la constante presencia de un
remanente fiel durante la apostasía. Este grupo incluía a personas
como Josías, Joiada, Zacarías, Ezequías y Jeremías. Y hubo otros,
como Daniel, Ananías, Misael y Azarías (Dan. 1:6). Es con sus nue-
vos descendientes espirituales, el nuevo Israel, con quienes Dios
hace un nuevo pacto (Heb. 8:7-12; cf. Jer. 31:31-34). Su amor y su
ley controlan sus vidas. Llamados a salir de todas las naciones, le sir-
ven fielmente, no produciendo ninguna contaminación por rebe-
92 EL SANTUARIO

lión y sacrilegio contra su templo celestial. Naturalmente, no son el


foco de Daniel 8, porque ese pasaje se concentra en la contaminación
sacrilega.
Es en este punto que la interpretación adventista del séptimo día
de Daniel 8:14 ha sido cuestionada. Porque históricamente hemos
visto en el texto la purificación antitípica del santuario, de los
pecados del pueblo de Dios, mientras la verdad es que claramente el
énfasis de Daniel 8 está sobre los pecados del "cuerno pequeño".
Según mi parecer, no hay necesidad de llenarse de pánico aquí.
Nuestros pioneros dieron un salto hermenéutico en este punto, y
eso no puede disputarse con éxito. ¡Pero ellos salieron airosos! Y eso
tampoco, a mi juicio, puede ser explicado con éxito.
El problema que ha confundido tanto a los adventistas como a
sus críticos, me parece a mí, es que no lograron considerar las dos
clases de contaminación a las que nos referimos al principio. Daniel
8:9-14 tiene que ver con una contaminación rebelde y sacrilega y
obviamente señala a una realidad escatológica y cósmica. Tiene que
ver con el pueblo apóstata de Dios y las naciones del mundo en el
juicio, que las lleva a la condenación y la destrucción. Levítico 16
tiene que ver con la contaminación propia o penitencial, y por lo
tanto señala a una realidad cósmica y escatológica. Involucra al
pueblo penitente de Dios en un juicio que conduce a la absolución
y la vindicación.
Concebido así, hay una obvia convergencia de estos dos juicios
escatológicos, que son, en realidad, dos aspectos del mismo juicio.
Es por eso que los adventistas pudieron dar un salto hermenéutico
y todavía salir bien. La importancia, sin embargo, de seguir un enfo-
que hermenéutico más consistente es que nos permite desarrollar un
cuadro más completo de todo el espectro y dimensión de esta acti-
vidad de juicio previo al advenimiento, como veremos en el capí-
tulo 8.

CONCLUSION
¿Qué significa entonces Daniel 8:14?
El factor clave para contestar esta pregunta es recordar que la
revelación de Dios al profeta en Daniel 8:14, aunque se perfila fren-
te a este fondo histórico en general, como hemos observado, tras-
IÍL SANTUARIO CELESTIAL 93

t iende sin embargo, con mucho, las condiciones locales que impe-
raban en Judá, Babilonia, Medo-Persia y Grecia.
En otras palabras, Dios estaba diciendo a Daniel: "Mira, tú te
preocupas por el templo terrenal que yace en ruinas en Jerusalén.
i ú estás preocupado, y es comprensible que así sea, tratándose de
una contaminación - u n a profanación- producida por instrumentos
puramente humanos. Sin embargo, yo estoy descorriendo el velo, y
i isando lo histórico y local para señalar a lo cósmico y universal.
"Mi propósito, Daniel, es mostrar que la conspiración es mucho
más profunda de lo que tú eres capaz de imaginar. Los profanadores,
los conspiradores, no son mera carne y sangre, sino principados, y
potestades, y los gobernantes de las tinieblas de este mundo, impie-
dad espiritual en lugares celestiales. La contaminación, la profana-
ción, el sacrilegio, han alcanzado proporciones cósmicas. Yo toma-
ré la acción, no sólo de los sacerdotes y levitas y reyes piadosos para
rectificarla, sino también la del Sacerdote celestial mismo, el Me-
sías. Y la importancia, el espectro, la intensidad de la crisis deman-
da el uso del término más fuerte para expresarlo: tsadaq. Hasta 2,300
tardes y mañanas, entonces el santuario celestial será restaurado,
vindicado, puesto en su estado legítimo, purificado del estigma lan-
zado contra él desde las mismas puertas del infierno, simbolizado
por el "cuerno pequeño".
Daniel 8:14, entonces, trae a colación el hecho fundamental de
que después de muchos siglos -sí, aun milenios- de vergüenza y
abuso, el verdadero santuario de Dios ha de ser finalmente restau-
rado a su correcto estado y su nombre, honor, gobierno y pueblo,
purificado,® ¡es decir, vindicado para siempre!

Referencias

1 Se ha reconocido generalmente que una mejor traducción de tsadaq, como "purificado" en


I )aniel 8:14 de la versión R V R 1960, sería "restaurado" o "justificado" o "vindicado". Pero "purifica-
do" (de aquí "purificación") es el término más familiar. Yo lo uso aquí puesto que no veo necesidad
de hacer un problema de este punto. Conceptual y teológicamente, la palabra "purificación", en el
sentido de limpieza (como en "limpiar nuestro nombre") realmente conjura la misma idea de "res-
taurar", "justificar" o "vindicar". Usaré los cuatro términos a medida que el c o n t e x t o y la necesidad
de variedad lo requieran.
- Urías Smith ( 1 8 3 2 - 1 9 0 3 ) desempeñó un papel muy prominente en el desarrollo de la doctrina
94 EL SANTUARIO

del santuario dentro de la Iglesia Adventista. Para más información en cuanto a su importancia al res-
pecto, véase Adams, The Sanctuary Doctrine, págs. 15-35.
' Albion Fox Ballenger ( 1 8 6 1 - 1 9 2 1 ) fue un pastor evangelista adventista que rompió c o n la
Iglesia Adventista en la vuelta del siglo, por la cuestión del santuario y doctrinas relacionadas con él.
Véase The Sanctuary Doctrine, págs. 9 5 - 1 6 4 .
4 Véase un resumen de la posición de Smith en The Sanctuary Doctrine, págs. 7 9 - 8 4 .
5 Looking lnto Jesús, or Christ in Type and. Antitype (Battle Creek, Mích.: Review and Herald Pub.
C o . . 1898), págs. 8 8 - 9 0 . C f . Adams, The Sanctuary Doctrine, pág. 79, n. 2.
6 The Sanctuary Doctrine, págs. 79, 8 0 .
7 Id., pág. 81.
8 Albion F. Ballenger, Cast Out for the Cross of Christ (Riverside, Calif.: A. F. Ballenger, 1917),
págs. 58-59; An Examination of Forty Fatal Errors Regarding the Atonement (Riverside, Calif.: A. F.
Ballenger, 1913?), págs. 106-112. Véase The Sanctuary Doctrine, págs. 127, 128, para un resumen de
la posición de Ballenger.
9 Véase The Sanctuary Doctrine, pág. 127, n. 2.
10 Id., págs. 128-130.
11 Id., pág. 2 5 6 .
12 Aproximadamente 9 7 0 - 5 8 6 a. C.
" La palabra "contaminación" ya no parece suficientemente amplia como para abarcar la clase
de blasfemia lanzada contra el santuario, que se registra en 2 de Crónicas. Así, el término "profana-
ción" que, por supuesto, incluye la "contaminación" se usa aquí porque tiene un rango semántico más
amplio. En Levítico 16 está fuera de lugar "profanación" y capta más rápidamente la idea de sacrile-
gio voluntario que permea la teología del templo de 2 Crónicas y además, como se hará muy eviden-
te más tarde, del libro de Daniel.
14 Este diagrama intenta proveer un tosco resumen de las vicisitudes del santuario/templo como
se representa en el registro de 2 de Crónicas. La exactitud matemática es obviamente imposible para
determinar el grado de profanación o de restauración. La base de mi estimación es el cuadro verbal
que nos da el escritor sagrado. C r e o que el diagrama es básicamente fiel al texto.
15 Las razones para el cisma del reino unido de Israel se nos dan en 1 Reyes 12. Véase además el
Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 2, pág. 75.
16 Chadash podría traducirse también como "reparar", o "renovar". Se usa en el S a l m o 51:10,
donde David ora por esta "renovación" de un espíritu recto dentro de él. La palabra aparece también
en Lamentaciones 5:21, donde el profeta pide al Señor "restaurar" su pueblo a sí mismo.
1 Note que la referencia aquí es a Zacarías, hijo de Joiada (y no de Berequías). Véase el
Comentario bíblico adventista del séptimo día (tomo 5, pág. 4 9 2 ) para una explicación de esta variación.
IS Para la posición adventista estándar, véase el Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo
4, págs. 8 3 9 - 8 4 7 ; y Desmond Ford, Daniel (Nashville: Southern Pub. Assn., 1978), págs. 1 6 0 - 1 9 3 .
19 Véase el Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 4, págs. 774, 775, 8 3 2 ; Ford, pág.
148; G. F. Hasel, " T h e Little Horn, the Saints, and the Sanctuary in Daniel 8", en The Sanctuary and
the Atonement, eds., Wallenkampf y Lesher, págs. 177- 208 (especialmente las págs. 1 8 2 - 1 8 6 ) .
20 Compare Daniel 9 : 2 5 . Véase el Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 4, págs. 842-
853; Ford, pág. 192, y Hasel, págs. 188, 189.
31 Este término, que tenía una referencia primaria al servicio continuo en el santuario terrenal,
señala en este contexto al ministerio sacerdotal continuo de Cristo en el santuario celestial. Véase,
Comentario bíblico adventista del séptimo áa, tomo 4, pág. 8 4 3 ; y Hasel, págs. 189, 190.
22 N o t e que estoy evitando deliberadamente el elemento de tiempo en Daniel 8:14, c o m o la base
de mi conclusión aquí.
25 Los términos ectipo y arquetipo se usan cuando un símbolo terrenal (ectipo) señala a un cum-
plimiento celestial (arquetipo). En otras palabras, implican una dirección vertical, en contraste con
"tipo'y "antitipo", que implican un cumplimiento horizontal. Hasta aquí he estado usando "tipo" y
"antitipo" tanto para el cumplimiento horizontal como para el vertical, porque ectipo y arquetipo tie-
IÍL SANTUARIO CELESTIAL 95

ncn ciertas connotaciones no bíblicas en la filosofía griega.


24 Véase la nota 22 arriba.
25 El asunto que estamos tratando aquí no descarta los términos particulares usados para la acción
ile rectificar el santuario. Debemos tratar más y más c o n el significado y el contexto. U n a inclinación
.i buscarle conexiones lingüísticas colinda a veces c o n la inspiración verbal y pruebas textuales sofis-
licadas. Además, muy diferente a los terribles sacrilegios que hemos estado observando (pidiendo tér-
minos más inclusivos), necesitamos recordar que el lenguaje evoluciona y que diferentes autores,
especialmente cuando están separados por muchos siglos de tiempo, emplean diferentes expresiones
para referirse a conceptos iguales o similares.
26 Véase 2 Crónicas 6:20, 21, 2 4 - 2 7 .
27 Véase Jacques Doukhan en The Sanctuary and the Atonement, págs. 2 5 1 - 2 6 9 .
25 Para mayor información sobre el elemento tiempo de Daniel 8:14, véase W. H. Shea, Selected
Studies on Pruphetic Interpretación, Daniel and Revelation Committee Series (Washington, D. C.:
Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, 1982), págs. 80-88.
29 Cuando hablamos acerca de la purificación del santuario, nos estamos refiriendo a la purifica-
ción judicial o jurídica. Esta clase de purificación es necesaria para la restauración del santuario a su
correcto estado; es decir, para vindicarlo. Los conceptos en su totalidad son parte del mismo paquete,
y la traducción "purificado" encaja preponderantemente dentro del contenido del pasaje. Cf. Hasel,
pág. 204.
CAPÍTULO 7

Cristo y 18441:
'T él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será
purificado" (Dan. 8:14).

"La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta den-
tro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacer-
dote para siempre según el orden de Melquisedec" (Heb. 6:19, 20).

E
n el prefacio de esta obra señalé que la razón fundamental
para el desarrollo de la doctrina es que, como humanos, somos
seres limitados y cortos de vista, casi siempre incapaces de
captar todo lo que Dios intenta decirnos. Dadas las circunstancias,
ya sean internas o externas, la iglesia se ha afligido en ciertos
momentos cruciales de su historia al experimentar un bloqueo teo-
lógico mental que la incapacitó tanto para conceptualizar como
para apreciar la dimensión total de una situación teológica dada.
Según mi juicio, el movimiento milerista de mediados del siglo
diecinueve, que llegó a su climax en el gran chasco de 1844, fue uno
de esos casos. Fue una época de gran expectación y elevado fervor
espiritual. ¡Jesús habría de venir en unos cuantos años, luego meses,
y finalmente días! En una declaración escrita muchos años más
tarde,, el seguidor milerista Hiram Edson describió ese fervor que
abrasaba a los creyentes a medida que la cuenta regresiva se acerca-
ba a su climax:
"Esperábamos confiadamente ver a Jesús y a todos sus santos
ángeles con él; y que su voz llamaría a Abrahán, Isaac y Jacob, y a
todos los justos del pasado y amigos queridos y cercanos que nos

96
CRISTO Y 1 8 4 4 97

habían abandonado al morir, y que nuestras pruebas y sufrimientos,


junto con nuestra peregrinación, terminarían, y que nosotros sería-
mos arrebatados a recibir al Señor que venía para que estuviéramos
para siempre con él y habitáramos en las mansiones de la ciudad de
oro, preparadas para los redimidos. Nuestras expectativas eran ele-
vadas, y así esperábamos la venida de nuestro Señor, hasta que el
reloj marcó las 12:00 de la noche". 2
En ese trascendental día de octubre de 1844, les habría importa-
do muy poco a los ardientes mileristas recordarles que Jesús había
ilicho que nadie conoce el día ni la hora del segundo advenimiento
de Cristo (Mat. 24:36). Ellos habían estudiado las profecías, habían
tomado una posición, habían alertado a un mundo incrédulo, y
decenas de miles habían respondido. Esto debe ser la verdad, cier-
tamente, y toda evaluación teológica fresca -especialmente contra-
ria— era impensable. En aquel estado de agitada expectación, nada
ni nadie era capaz de penetrar su bloqueo teológico mental, dada la
libertad de elección que Dios siempre ha permitido. ¡Es 22 de octu-
bre, y Jesús vendrá hoy!
Pero he aquí que el reloj dio las doce campanadas de la media-
noche, y Jesús no vino. Una vez más, Hiram Edson: "El día había
pasado y nuestro chasco se convirtió en una triste realidad. Nuestras
más preciadas esperanzas se derrumbaron, y nos sobrecogió un
desesperado deseo de llorar como nunca antes había yo experimen-
tado. Me parecía que la pérdida de todos los amigos terrenales no
habría sido tan dolorosa comparada con esto. Lloramos y lloramos,
hasta el amanecer".3
Fue en verdad un chasco amargo, y Edson habló de haber llega-
i lo cerca del borde del agnosticismo y la apostasía.4 Pero el Dios que
disipa las tinieblas, el Misericordioso en quién había puesto su con-
I lanza, no estaba lejos. A pesar de las lágrimas de Edson, la siguien-
te mañana Dios se abrió paso en medio de la situación de la mejor
manera posible. En las palabras del mismo Edson: "El cielo pareció
abrirse a mi vista, y vi clara y distintamente que en vez de que nues-
(ro Sumo Sacerdote saliera del Lugar Santísimo para venir a esta
i ierra en el día diez del séptimo mes, al final de los 2,300 días, entró
Ihit primera vez al segundo departamento del santuario ese día; y que
i i'nía una obra que realizar en el Lugar Santísimo antes de regresar
98 EL SANTUARIO

a esta tierra".5
Esta posición fue adoptada por el grupo milerista que más tarde
sería conocido como Adventistas del Séptimo Día. Históricamente
ha tenido un lugar muy importante en nuestro sistema de creen-
cias.6

SIGNIFICADO DE " D E N T R O DEL VELO"


El descubrimiento de Edson suscitó importantes preguntas; la
más básica de todas ellas es la siguiente: ¿Estaban nuestros pioneros
en lo correcto al decir que Jesús entró en el lugar santísimo del san-
tuario celestial por primera vez en 1844 cuando, como parece suge-
rir Hebreos 6:19, 20, él entró allí inmediatamente después de su
ascensión?
La respuesta que doy a esta pregunta es No... y Sí.
¿Por qué No? ¿Los pioneros no estaban en lo correcto? Quiero
decir que a medida que uno analiza la declaración del libro de
Hebreos a la luz del uso de la expresión "dentro del velo" en el
Antiguo Testamento, parecería claro que él verdaderamente entró
en el Lugar Santísimo del santuario celestial si es que uno acepta la
idea de un templo celestial con dos compartimentos.
En mi libro anterior sobre el santuario presenté un detallado
estudio de los hallazgos de Ballenger sobre el significado del velo.
Por conveniencia, permítanme darles aquí un breve resumen de su
exégesis.7
Ballenger construye su argumento sobre el uso que da el Antiguo
Testamento a la palabra hebrea paroketh. Señaló que en las 25 veces
que ocurre, siempre se refiere a la cortina que separa el lugar santo
del lugar santísimo, y nunca a la cortina exterior del santuario.8
Además, demostró que a la cortina exterior del santuario nunca se
la designó con el término paroketh. A ésta más bien se la llamaba "la
puerta del tabernáculo, o alguna otra expresión semejante, pero
nunca 'el primer velo'".9
Del total de veces que ocurre paroketh, Ballenger llamó la aten-
ción a cinco10 de ellas que contienen la frase "dentro del velo" y
señaló que las expresiones siempre se aplican al Lugar Santísimo.
Por otra parte, las expresiones "fuera del velo" y "delante del velo",
ocurren ocho veces en el Pentateuco11 refiriéndose, en cada caso, al
CRISTO Y 1 8 4 4 99

lugar santo del tabernáculo.


La exégesis de Ballenger no era intachable, lo cual ya se ha
observado.12 Pero las fallas son menores y "dejan virtualmente in-
tactos sus mayores argumentos".13
Regresando al Nuevo Testamento para hacer un estudio de kata-
Itetasma (velo), Ballenger señaló esta misma comprensión básica a
través de los evangelios sinópticos, observando la referencia expre-
sa al "velo del templo", como una alusión obvia a la cortina que
dividía al lugar santo del lugar santísimo (véase Mat. 27:51; Mar.
15:38; Luc. 23:35). Cuando llega al libro de Hebreos, simplemente
arguye que el Espíritu Santo no contradiría lo que ya había defini-
do en las otras partes de la Escritura. Así, Ballenger concluyó que la
expresión "dentro del velo", en Hebreos 6:19, 20, señala al lugar
santísimo del santuario celestial.
Podemos llamar la atención, por supuesto, al hecho de que el
libro de Hebreos habla de un "segundo" katápetasma (un segundo
velo), pero esto nos presenta inmediatamente por lo menos tres
problemas:
1. En contra de nuestro bien fundado enfoque adventista de
construir un caso teológico sobre el peso de la evidencia escriturís-
tica, nos encontramos buscando apoyo en un solo texto, ignorando
todo el resto.
2. Nos sentiríamos imposibilitados de explicar por qué el autor
no especificó cuál velo (primero o segundo) tenía en mente en
Hebreos 6:20. ¿Por qué el uso categórico allí?
3. Si llegamos a aceptar un solo texto para probar un punto,
entonces podríamos vernos forzados a mantener —sobre la base de
Hebreos 9:4 solamente- que el altar del incienso estaba localizado
en el lugar santísimo del santuario terrenal, contrario a lo que sabe-
mos por una multitud de otros versículos de la Biblia.
La explicación que los comentarios dan a esta discrepancia
registrada en Hebreos 9:4 es intrigante, pero no debe detenernos.
Baste decir que el fenómeno debería servir como disuasivo para
cualquier intento de construir una posición basada sobre una varia-
ción única presentada en la expresión "segundo velo" en Hebreos
9:3.
Según mi punto de vista, la evidencia desarrollada por Ballenger
100 EL SANTUARIO

se mantiene en esencia sólida, y la pregunta sería, ¿cómo nos rela-


cionaremos con esta evidencia y la conclusión que Ballenger sacó
de ella?
Hay cuando menos tres opciones.
Una, podemos decidir que sería impropio y poco sabio aceptar la
posición de un renegado que fue tan vociferante en sus críticas a la
iglesia, particularmente alguien cuya teología Elena de White con-
denó con tanta severidad.
Dos, podemos decidir que su exégesis es deficiente, y que no
importa cuál sea el significado de la expresión "dentro del velo" en
el Antiguo Testamento y en los evangelios, en Hebreos sí señala al
"lugar santísimo" del santuario celestial.
Tres, podemos decidir que, pese a que Elena de White condenó
la teología de Ballenger (y hasta donde sé la señora White no espe-
cificó los aspectos particulares que ella encontraba más ofensivos),
él estaba en lo correcto en este punto. Si esto es así, entonces nues-
tros pioneros no estaban en lo correcto en su punto de vista acerca
de que "dentro del velo" señala al lugar santo del santuario celestial.
Quizá sea claro a esta altura que estoy adoptando esta última
opción. Mi punto de vista es que si el autor de Hebreos pensaba en
términos de "geografía celestial", entonces nuestros pioneros no
estaban en lo correcto al afirmar que en 1844 Cristo entró al lugar
santísimo del santuario celestial por primera vez. El Nuevo
Testamento, exceptuando el libro de Hebreos, sin embargo, provee
amplia evidencia acerca de que en el momento de su ascensión
Cristo fue directamente a la diestra de Dios, lo cual se admite um-
versalmente como el lugar de mayor honor, y estaba representado
en el antiguo tabernáculo por el propiciatorio en el lugar santísi-
mo.14
¿A qué me refiero, entonces, al afirmar que sí, los pioneros esta-
ban en lo correcto? Quiero decir que el punto esencial que yacía
bajo su elección de lenguaje era sólido. Permítanme explicarlo.
Los adventistas han sido acusados de ocuparse en la "geografía
celestial" cuando enseñan que Cristo comenzó su ministerio en el
lugar santo del santuario celestial en ocasión de su ascensión y que
luego pasó al lugar santísimo en 1844- Lo que siempre me ha pare-
cido curioso en cuanto a esta acusación es que precisamente los acu-
CRISTO Y 1 8 4 4 101

sados son los más rápidos en enfatizar que Cristo fue directamente
al Lugar Santísimo.
Ahora, ¿alguien se intere ;a en esta así llamada "geografía celes-
tial"? Si digo que un presidente de los Estados Unidos recién electo
pasa un corto período de tiempo en la casa Blair después del discur-
so de inauguración de su mandato, antes de mudarse a la recién
desocupada Casa Blanca, situada al otro lado de la calle, no sería
acusado de interesarme en la "geografía de Wáshington" por la per-
sona que dice que el nuevo presidente va directamente a la Casa
Blanca. El hecho es que, si mucho, ambos estamos interesados en la
"geografía de Wáshington".
Sin embargo, la pregunta -para volver al pasaje de Hebreos- es
si el autor del libro estaba interesado en la "geografía celestial". Y la
respuesta, de acuerdo con la evidencia del libro, es que no. En nin-
guna parte de Hebreos se refiere el autor a un lugar santísimo del
santuario celestial en contraposición con un lugar santo. El con-
traste, más bien, es siempre entre el santuario terrenal y el celestial.
El autor está interesado en demostrar la superioridad del santuario
y el sacerdocio celestial frente al santuario y el sacerdocio terrena-
les.
En este aspecto el énfasis del escritor se pone sobre la idea de
acceso ilimitado. De eso es realmente lo que Hebreos 6:19, 20
habla. En el Antiguo Testamento, como todos sabemos, sólo aque-
llos que por nacimiento eran miembros de la tribu de Leví podían
reclamar algún derecho de acceso al santuario mismo y sus acceso-
rios. Más aún, de ese grupo sólo los descendientes de Aarón podían
entrar dentro del primer departamento de ese sagrado lugar. Y por
último, sólo a un hombre en Israel, el sumo sacerdote reinante, se le
permitía entrar en el interior sagrado, el lugar santísimo sobre la tie-
rra, ¡y aun así, sólo una vez al año, en el Día de Expiación!
La asombrosa verdad que ahora se pone en relieve en el libro de
I Iebreos, es que por medio de la cruz Jesucristo ha roto todas las
barreras. Cada descendiente de Adán tiene ahora pleno y libre
acceso al trono del Dios viviente. Toda persona sobre la tierra - n o
importa cuál sea su raza, nacionalidad, posición social, estatus eco-
nómico- puede ahora aproximarse al trono de la Persona Infinita,
no con temor y temblor, sino con valor, con absoluta confianza, a
102 EL SANTUARIO

través de la sangre de Cristo, para alcanzar misericordia, y hallar


gracia para el tiempo de necesidad (Heb. 4:16; 9:11, 12, 24; 10:19,
20). 15

Esta es la gran seguridad que el apóstol quería que su audiencia


captara en el libro de Hebreos. Él no muestra ningún interés en la
"geografía celestial"; y siendo éste el caso, no hay conflicto esencial
entre la afirmación de Hebreos 6:19, 20 y el aserto de nuestros pio-
neros.

E N U N N I V E L MÁS P R O F U N D O
El lenguaje de nuestros pioneros sobre este tema no tiene por
qué avergonzarnos. Ellos no eran teólogos formales, sino hombres y
mujeres comunes del siglo diecinueve que se dirigían a una audien-
cia de Nueva Inglaterra de su tiempo, no dada particularmente a
pensar en términos filosóficos abstractos. De hecho, los años de
mediados del siglo diecinueve fue una época cuando los cristianos
conservadores despreciaban la filosofía y el pensamiento abstracto.16
Eran gente práctica, con una mentalidad pragmática.
De modo que las palabras de las Escrituras les llegaban acuñadas
en el simbolismo literal del antiguo servicio típico, simbolismo en
el cual sus mentes ya estaban ejercitadas. En medio de su abruma-
dor chasco, los conceptos filosóficos abstractos podían hacer muy
poco impacto sobre ellos.
Fue así como en el plan de Dios, se volvieron hacia el crudo y
vivido literalismo de los antiguos servicios típicos. Dios decidió
encontrarlos en el terreno donde estaban, como lo hace con noso-
tros hoy. Era perfectamente razonable, desde el punto de vista de los
servicios levíticos, expresar la verdad en la forma en que lo hacían.
No sólo tenía sentido para millares de sus oyentes, sino que miseri-
cordiosamente los rescataba del chasco, la apostasía, e incluso del
agnosticismo, preservando su fe en Dios y en sus promesas. Y la
esencia de la verdad que ellos proclamaban de esta manera era
mucho más profunda que el lenguaje literalista en el cual la expre-
saban.
Hay algo así como un paralelismo en la iglesia cristiana en gene-
ral con respecto a la doctrina de la expiación. En los primeros siglos
de la iglesia cristiana, algunos padres de la iglesia, al describir la
CRISTO Y 1 8 4 4 103

expiación, hicieron uso de un lenguaje muy pintoresco y gráfico.


Cristo, decían ellos, se disfrazó, pagó un rescate al diablo, se intro-
dujo como ladrón en sus dominios, y liberó a su pueblo. Agustín fue,
incluso, más lejos, usando el símil de una ratonera: del mismo modo
en que los ratones son atrapados en la trampa por la carnada, así
Cristo es la carnada por medio de la cual el diablo es atrapado.17
Martín Lutero, el gran reformador del siglo dieciséis, revivió ese
lenguaje vivido y literalista, y lo usó en su predicación y enseñan-
za.18
Esta forma de describir la expiación cayó bajo severa crítica de
parte de algunos historiadores del dogma, que la caracterizaban de
infantil, simplista y grotesca.19 Pero Gustaf Aulen, el respetado his-
toriador y teólogo sueco de la iglesia, estaba en lo cierto cuando
observaba que tales críticas no llegan "más profundo que el vestido
exterior", y no hacen "ningún intento serio de penetrar detrás de la
forma para llegar a la idea subyacente. Luego expresó el punto de
vista, con el cual concuerdo, de que "el estudio histórico del dogma
es tiempo perdido en pura superficialidad si no se esfuerza por pe-
netrar en lo que yace debajo del ropaje exterior, y mirar a los valo-
res religiosos ocultos debajo".20
Según mi juicio, tales sentimientos son relevantes para evaluar
la descripción que hacen los pioneros de lo ocurrido en 1844. La
esencia de la verdad que expresaban -para aquellos que se interesan
lo suficiente como para mirar debajo "del ropaje exterior"-, era el
hecho de que al final del período profético de Daniel 8:14, Cristo
comenzó una nueva fase de su ministerio, una cuyo objetivo era la
vindicación final del nombre y el honor de Dios, la vindicación del
santuario y el pueblo de Dios, y establecer la eterna seguridad del
universo.
El problema surge cuando tenemos la impresión de que 150 años
más tarde nosotros estamos obligados a expresar esta verdad parti-
cular en idéntico lenguaje al que ellos emplearon. Cuán desilusio-
nados quedarían si se levantaran de los muertos y descubrieran que
no hemos hecho progresos teológicos desde su tiempo, que hemos
preservado incluso sus mismas expresiones en formaldehído, que no
vemos más lejos ahora de lo que ellos vieron entonces, ¡ni más claro
tampoco!
104 EL SANTUARIO

No, nosotros nos paramos ahora sobre sus valientes e inspirado-


res hombros, y sin alterar ni un solo tablón de las columnas básicas de
la fe, percibimos en realidad una visión más clara. Sostener hoy que
después de su gran victoria en la cruz, nuestro inmaculado Sumo
Sacerdote fue confinado a una sección literal del santuario celestial
durante 1,800 años, podría ser teológicamente incongruente e into-
lerable.
Quizá una mejor manera de expresar la misma verdad que se le
reveló a Hiram Edson esa mañana llena de lágrimas sería como
sigue: En la ascensión Cristo entró a la presencia de Dios (y al decir-
lo, armonizamos con el Nuevo Testamento) y allí comenzó "un
ministerio del primer departamento" (en armonía con el antiguo
servicio típico). Al final de los 2,300 días (años) en 1844 (en armo-
nía con el libro de Daniel), comenzó "un ministerio del segundo
departamento" (en armonía con el antiguo servicio típico del Día
de Expiación), es decir, la restauración o vindicación o purificación
del santuario celestial (en armonía con Levítico 16 y Daniel 8:14).
Esto, según pienso, es la esencia del mensaje que Dios nos ha
encomendado como su pueblo. Y cuando sonó la hora profética en
1844, se vio a los ángeles en plena misión volando en medio del
espacio, teniendo el evangelio eterno para predicarlo a los que
moran en la tierra: a toda nación, tribu, lengua y pueblo, anun-
ciando en tonos de clarín esta portentosa y gloriosa nueva dimen-
sión del ministerio de Cristo en el santuario celestial: "Temed a
Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado" (Apoc.
14:7).
Una lamentable incomprensión del espectro y las implicaciones
de esta dramática nueva fase del ministerio de Cristo fue lo que con-
dujo al gran chasco de 1844. Y yo creo que será una total compren-
sión y proclamación de esta nueva dimensión de aquel gran "minis-
terio del segundo departamento" en el santuario celestial la que tra-
erá a las naciones y a los individuos a un encuentro largamente
retardado con el destino.
Cristo y 1 8 4 4 105

Referencias
1 Me siento completamente satisfecho con respecto a esta fecha en términos de los 2 , 3 0 0 días
mencionados en Daniel 8:14. Yo no hago una defensa de ella aquí. Para conocer la posición históri-
ca adventista sobre este asunto, véase Adams, The Sanctuary Doctrine, págs. 4 2 - 4 5 , especialmente la
pág. 4 3 , n. 1. Para una reciente interpretación de Daniel 8 : 1 4 véase Hasel, en The Sanctuary and the
Atonement, págs. 1 7 7 - 2 2 7 . Para la integridad de la fecha del 22 de octubre para el Yom Kippur en
1844, véase Shea, Selected Studies in Prophetic Interpretation, págs. 132-137.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los británicos descifraron el código militar nazi, y Winston
Churchill, en el fondo de un Bunker, bajo las calles de Londres, pudo recibir advertencias por ade-
lantado de las intenciones militares nazis. Los teóricos militares podrían argüir si el método seguido
para descifrar el código fue correcto, si se siguieron los principios correctos de interpretación. Pero en
lo que a los estrategas militares británicos concierne, lo importante fue que el código secreto se había
descifrado. A través de la divina providencia, el código de Daniel 8:14 y 9 : 2 4 - 2 7 ha sido descifrado y
la fecha de 1844 ha sido establecida. Si alguien tiene una mejor explicación, tenga la bondad de
hacérmelo saber.
2 Hiram Edson, fragmento de manuscrito. Heritage Room, James W h i t e Library, Universidad
Andrews, Berrien Springs, Michigan.
1 Ibíd.
4 lb(d.
5 Id., pág. 7 (la cursiva es nuestra).
6 Para una explicación completa véase El conflicto de los siglos, págs. 4 1 9 - 4 2 2 .
7 Para una explicación más completa véase The Sanctuary Doctrine, págs. 1 0 8 - 1 1 2 .
* El lector puede comprobar la validez de esta afirmación examinando los siguientes textos: Exo.
26:31, 33, 35; 27:21; 30:6; 3 5 : 1 2 ; 36:35; 38:27; 39:34; 40:3, 21, 22, 26; Lev. 4:6, 17; 16:2, 12, 15;
21:23; 24:3; Núm. 4:5; 18:7; 2 Crón. 3:14-
4 Véase The Sanctuary Doctrine, pág. 109.
10 Véase Éxo. 26:33; Lev. 16:2; 16:12; 16:15; Núm. 18:7.
" Éxo. 26:35; 27:20, 21; 30:6; 4 0 : 2 2 ; 4 0 : 2 6 ; Lev. 4:6; 4:17; 24:1-3. En realidad las ocurrencias de
Ballenger fueron seis en total. El pasó por alto Exodo 30:6 y c o n t ó las dos referencias en Éxodo 40:22,
26 c o m o una. Véase Ballenger, Cast Out, págs. 29, 30.
12 véase The Sanctuary Doctrine, págs. 109, n. 2; 110, n. 3; 144, 145.
"Id. pág. 145.
14 Véase Marcos 16:19; Hechos 5:31; Efesios 1:20; Colosenses 3:1; Hebreos 8:1; Apocalipsis 3:21.
15 Un excelente libro sobre este tema es In Absolute Confidence, por William G. Johnsson. C o m o
una rápida muestra de las ideas desarrolladas en esa obra, véase las págs. 116-118.
16 Esta actitud podría trazarse hasta sus raíces en el Pietismo Continental del siglo dieciocho y
hasta el Metodismo. Estos movimientos representaron una reacción contra "las disquisiciones de los
teólogos escolásticos o especulaciones de los filósofos" (Justo L. González, A History of Christian
Thought [Nashville: Abingdon Press, 1975], tomo 3, pág. 2 7 4 ; cf. págs. 2 8 7 - 2 8 9 ) . Véase también una
descripción del contexto social y religioso de la vida en Nueva Inglaterra en el período justo antes de
mediados del siglo diecinueve en Sydney E. Ahlstrom, A Religious History of the American People (New
Haven, C o n n . : Yale University Press, 1972), págs. 373, 438, 4 4 3 .
17 Gustaf Aulen, Christus Victor: An Historical Study of the Three Main Types of the Idea of
Atonement, trad. A. G. Herbert (Nueva York: MacMillan Publishing Co., Inc., 1969), pág. 53.
13 Id., págs. 103, 1 0 4 , 1 0 9 , 1 1 0 .
"Id., págs. 10, 47.
20 Id., pág. 4 7 .
CAPÍTULO 8

El juicio previo al
advenimiento

L
os adventistas se han referido históricamente a un "juicio
investigador" que se lleva a cabo en el santuario celestial.
Este juicio, tal como lo concebimos, representa la segunda y
última fase del ministerio sacerdotal de Cristo en favor de la
humanidad. Actualmente en sesión, este juicio implica el examen
de las vidas individuales del pueblo de Dios, vivos y muertos.
Quizá sea oportuno decir que ninguna otra doctrina adventis-
ta ha sido objeto de mayor ridiculización y oposición que ésta. La
reacción de los teólogos no adventistas ha sido casi totalmente
negativa, y algunos de ellos ven la doctrina como un recurso para
salvar el prestigio al explicar el fracaso de 1844- Incluso dentro de
la misma Iglesia Adventista no faltan quienes hayan expresado
una que otra vez fuertes recelos acerca de ese concepto. 1
Al evaluar esta reacción llego a la conclusión de que el común
denominador de todas estas opiniones negativas es la percepción
de que el concepto de un juicio investigador parece oponerse a la
doctrina de la justificación por la fe y la seguridad cristiana. Este
fue claramente el caso del expulsado ministro-evangelista adven-

106
EL JUICIO PREVIO AL ADVENIMIENTO 107

tista Albion Fox Ballenger.2


Ballenger comenzó su ministerio en la iglesia adventista en la
décadad de 1880, la cual se caracterizó por agitadas discusiones
acerca de la justificación por la fe en el seno del adventismo. Y
aunque es difícil puntualizar hasta qué grado fue influido por este
debate, particularmente cuando llegó a su climax en 1888, fuera
de toda duda esta doctrina llegó a dominar con el tiempo su teo-
logía.3
Pero (y esto es sumamente significativo) puesto que el debate
de 1888 tuvo que ver con énfasis conflictivos relativos a la ley ver-
sus la gracia, el interés de Ballenger en la justificación por la fe
tuvo poco que ver, si es que en algo influyó, con un énfasis exce-
sivo adventista sobre la ley. "La base de su denuncia fue, más bien,
la interpretación adventista de la doctrina del santuario". Para él,
esto era el corazón del legalismo adventista.4
Según esta consideración, cuando Bellenger adoptó su reinter-
pretación radical de la doctrina adventista del santuario intentó
desarraigar de ella toda semilla de legalismo. Curiosamente, retu-
vo todos los componentes más sobresalientes de la teología tradi-
cional adventista del santuario, con una sola excepción: el juicio
investigador, que repudió completamente. 5 Al igual que otros crí-
ticos de esta enseñanza adventista, la consideró una clara enemi-
ga de la justificación por la fe y la seguridad cristiana.

EL J U I C I O : U N A I N D I S C U T I B L E ENSEÑANZA DEL
NUEVO TESTAMENTO
Los adventistas son veteranos en las lides de oposición y con-
flicto, y nuestros críticos han quedado vez tras vez frustrados por
nuestra capacidad de absorber sus escarnios teológicos. La iglesia
es indiferente, especialmente cuando la crítica es frágil, como ocu-
rre en este caso. Porque si la noción de un juicio investigador es
enemiga de la justificación por la fe, ¿entonces por qué no lo es
toda noción de juicio per se?
Nadie puede negar la verdad de que el juicio sea una enseñan-
za fundamental del Nuevo Testamento. De una plétora de pasajes
sobre este tema, aquí presentamos algunos:
"Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras
108 EL SANTUARIO

para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo


juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras"
(Rom. 2:5, 6). (Según los versículos 7 y 8, algunos recibirán "vida
eterna", otros, "ira e indignación".)
"Porque si pecáremos voluntariamente después de haber reci-
bido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por
los pecados, sino una horrenda espectación de juicio, y de hervor
de fuego que ha de devorar a los adversarios... Pues conocemos al
que dijo: mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra
vez, el Señor juzgará a su pueblo" (Heb. 10:26-30).
"Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante
el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya
hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo" (2 Cor.
5:10).
"Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de
Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aque-
llos que no obedecen al evangelio de Dios?" (1 Ped. 4:17).
Y hay preguntas profundamente arraigadas dentro de nosotros
que demandan un juicio. ¿Quién mató al líder laboral norteame-
ricano Jimmy Hoffa? ¿Importa de veras? ¿Fue él tan solo un grano
de polvo en el amplio panorama de la eternidad, que deba borrar-
se sin explicación? ¿Hubo conspiración en el asesinato de John F.
Kennedy y Martin Luther King, Jr.? ¿Qué en cuanto a los perpe-
tradores del crimen organizado - e n particular, el tráfico de alco-
hol y otras drogas peligrosas- que hace dinero a cambio de con-
vertir en gelatina el cerebro de niños y jóvenes y mata a millones
de personas en todas las carreteras del mundo a través de choferes
o conductores ebrios?
¿Y qué acerca de los criminales de cuello blanco que evaden y
violan la ley cada día? A fines de la década de 1980 un gigantesco
escándalo financiero sacudió a Norteamérica. Los oficiales de los
bancos y asociaciones de préstamos en muchos estados fueron acu-
sados de prácticas de inversión imprudentes durante un período de
varios años... por la cantidad de millones y millones de dólares.
Un cáustico comentario sobre el escándalo en palabras del
entonces gobernador de Nueva York, Mario Cuomo, tiene impli-
caciones para el juicio y la justicia. Dijo Cuomo: "Si tú eres un
EL JUICIO PREVIO AL ADVENIMIENTO 109

muchacho de South Jamaica [Queens, Nueva York] y te agarran


con las manos en la masa robando una pieza de pan, te enviarán a
Rikers Island [una famosa penitenciaría], y serás sodomizado la
primera noche que pases allí. Pero si eres un hombre de negocios
que nos quitas miles de millones de dólares, ellos saldrán y juga-
rán golf contigo". 6
¿Y qué de los millones de hombres, mujeres y niños inocentes
que son arrebatados de sus familias en horas de la noche -algunos
incluso en pleno día- por asesinos de sangre fría y nunca más se
sabe de ellos? ¿Alguien será tenido por responsable cuando los que
tienen el poder matan a civiles indefensos e inermes? ¿Y qué en
cuanto a los crímenes cometidos diariamente contra infantes y
niños inocentes, algunas veces por sus propios padres o sus guar-
dianes en la intimidad de sus hogares? ¿Nadie será tenido por res-
ponsable? ¿Saldrán libres los más viles impíos del mundo, y se rei-
rán impunemente de la decencia y la moralidad en su propia cara?
La más elemental justicia humana, aparte de las Escrituras,
clama por el juicio. Y aquellos que arguyen que el juicio es, de
alguna manera, enemigo de la seguridad cristiana, o del plan divi-
no de salvación, malinterpretan gravemente esta dimensión bási-
ca del alma humana: la demanda de rendición de cuentas. Y esto,
precisamente, es lo que la Escritura ofrece.
Si nuestras necesidades de seguridad y nuestro énfasis en la jus-
ticia por la fe, tan válidos como son, opacan la enseñanza bíblica
del juicio, entonces hemos permitido que se conviertan en una
obsesión. La justificación por la fe y la seguridad cristiana son
necesidades fundamentales de las enseñanzas del Nuevo Testa-
mento. Pero también lo es el juicio. No ganamos nada, ni teológi-
ca ni experiencialmente, cuando intentamos negar o neutralizar
alguna de ellas.
Como teólogos y estudiosos de la Biblia, no creamos teología,
la descubrimos. Esto implica que nosotros nos detengamos ante la
Palabra y escuchemos. Permitir que cualquier énfasis bíblico en
particular domine nuestro pensamiento como para que se con-
vierta en la prueba del ácido de la validez de todas las demás, es
bloquear el proceso de escuchar. Ese fue el estado mental que con-
dujo a Martín Lutero, aquel gran reformador, a repudiar el libro de
110 EL SANTUARIO

Santiago.
La madurez teológica intenta mantener el equilibrio (algunas
veces en tensión) de varios temas fundamentales de la Biblia. Así,
no importa cuánto afirmemos la justifición por la fe y cuán fuerte
sea nuestro énfasis sobre la seguridad cristiana, no podemos repu-
diar la idea del juicio si deseamos permanecer fieles a la Escritura.

BASES PSICOLÓGICAS DE LA CRÍTICA


A la luz de la certera afirmación del juicio que hace el Nuevo
Testamento, ¿por qué la persistente y vigorosa crítica de la posi-
ción adventista? Mi observación en este punto sugiere dos posibles
razones, ambas esencialmente psicológicas.
La primera tiene que ver con el hecho de que el juicio investi-
gador está en progreso. Los adventistas siempre han enseñado que
este juicio está en sesión ahora, un anuncio que puede potencial-
mente poner nervioso a cualquiera que alguna vez haya sido obli-
gado a comparecer ante un tribunal humano, y quien todavía
recuerda la estridente voz del secretario que ordena a todos a
ponerse de pie porque el juez está por entrar. El veterano abogado
Louis Nizer recuerda que "en la mañana del juicio todos los indi-
cios físicos de una insoportable trepidación son evidentes. Las
manos están húmedas y frías, las cejas ... húmedas, las mejillas....
descoloridas y enfermizamente pálidas, los ojos... con ojeras, las
voces.... roncas, hay bostezos artificiales, labios secos... y frecuen-
tes visitas al baño". 7
Un juicio al final de los tiempos, o después del milenio, no
tiene el mismo impacto psicológico. La distancia tiende a mini-
mizar su terror. Incluso menos perturbador —mucho menos- es el
artificio teológico que pone este juicio en la cruz... hace mucho
tiempo y en un lugar muy lejano.
¿Pero un juicio que sesiona ahora? ¡Eso pone nervioso a cual-
quiera!
La segunda razón está esencialmente atada a la primera y gira
alrededor de la palabra "investigador". Ésta, unida al hecho de que
el evento está en sesión ahora, conjura la imagen de un cristiano
bajo vigilancia por una brigada celestial investigadora las 24 horas
del día. Para elevar la tensión aún más, algunos adventistas inclu-
EL JUICIO PREVIO AL ADVENIMIENTO 111

so han sugerido que esta audiencia que sesiona permanentemente


puede tomar el caso de cualquier persona viva en cualquier
momento, pronuncia su veredicto final y entonces termina el
tiempo de gracia para ese individuo. Si esto ocurriera en algún
momento cuando se permitió cometer el más pequeño pecado o
error en la vida, la persona está perdida para siempre.s Encuentro
muy instructivo que este punto de vista del juicio investigador
fuera el que aceptaba Ballenger quien, como se ha indicado, con
el tiempo repudió la doctrina en su totalidad.9
Los adventistas que están preocupados por la imagen de la igle-
sia verán la necesidad de refinar las cosas en aquellas áreas de
nuestra teología que nos hace presa fácil de la incomprensión y el
ridículo. Nosotros difícilmente podemos darnos el lujo de permi-
tir que la iglesia sea descrita como algo menos que "la depositaría
de las riquezas de la gracia de Cristo; y mediante la iglesia se mani-
festará con el tiempo, 'aún a los principados y potestades en los
lugares celestiales' (Efe. 3:10), el despliegue final y pleno del amor
de Dios".10

HACIA U N A RESPUESTA EFECTIVA


Si hemos captado correctamente las razones que están detrás
de la reacción negativa contra la doctrina que nos ocupa, enton-
ces es probable que estemos en posición de sugerir una posible res-
puesta. Habiendo indentificado el término "investigador" como la
palabra clave en todo este debate, parecería lógico que nos pre-
guntáramos dos cosas acerca de esta expresión: 1. ¿Cómo llegamos
a ella en primer lugar? 2. ¿Se puede prescindir de ella?
Origen de la expresión "juicio investigador". Durante muchos
años sostuve el punto de vista de que Jaime White había acuñado
la frase "Juicio Investigador", usándola por primera vez en su ar-
tículo publicado en la Review el 29 de enero de 1857.11 Más recien-
temente, sin embargo, otro escritor adventista ha atribuido su uso
por primera vez a cierto Elon Everts en una carta dirigida al direc-
tor de la Review, fechada el 17 de diciembre de 1856, y publicada
en el número del 1 de enero de 1857.12 Lo que ahora encuentro
confuso es cómo fue que una expresión, que aparece por primera
vez en una carta dirigida a la columna del 1 de enero del director,
112 EL SANTUARIO

podía hallar un uso tan difundido en un artículo de Jaime White


apenas cuatro semanas después de publicada. Es evidente que hay
una considerable ambigüedad aquí y se necesita un estudio más
detenido para aclarar los hechos.
Sea como fuere, la expresión llegó a ser de uso general entre los
primeros adventistas. Sin embargo, fue esencialmente un término
de conveniencia, y no todos estaban de acuerdo con él. Urías
Smith daba a entender que él cambiaría a un lenguaje más apro-
piado si pudiera hallarlo.13 Es evidente, sin embargo, que nadie
pudo encontrar un término más apropiado. Y siendo que realmen-
te no había una agitación significativa dentro del adventismo pri-
mitivo con respecto a su propiedad teológica, su uso fue aceptado
y difundido entre todos los pioneros, incluyendo Elena G. de
White. 1 "
¿Se puede prescindir de ella? Nosotros acostumbrábamos hablar
acerca de "la recolección de la cosecha", pero ya no lo hacemos.
Hoy sólo decimos "recolección", y el programa continúa. Acos-
tumbrábamos decir "Sociedad de Jóvenes Misioneros Volunta-
rios", pero ya no nos expresamos más así. Ahora decimos "jóvenes
adventistas" y el programa continúa. Acostumbrábamos hablar de
"Sociedad Misionera del Hogar", y del "Departamento de Ac-
tividades Laicas", pero ya no usamos más esas expresiones. Ahora
hablamos de "Ministerios de la Iglesia", y el programa continúa.
Acostumbrábamos hablar de "SAWS" (Seventh-day Adventist
Welfare Service), pero ya no lo hacemos más. Hoy acostumbramos
decir " A D R A " (Agencia de Desarrollo y Recursos Asistenciales).
Todavía recuerdo mi consternación cuando escuché por primera
vez el cambio. "¿Por qué cambiar algo bueno que está marchan-
do?", pregunté. Pero al verlo todo retrospectivamente, endoso el
cambio totalmente. " A D R A " expresa mucho más ampliamente lo
que hacemos. El programa continúa, y mucho mejor que antes.
¿Qué ocurriría si abandonáramos la expresión "juicio investi-
gador"? ¿O nos pone esto en un nivel diferente de los ejemplos
anteriores?
Hacemos una pausa aquí para reconocer la delicadeza de esta
pregunta. Suena más o menos como a jugar con los fundamentos.
Según el punto de vista de algunos, cualquier modificación de
EL JUICIO PREVIO AL ADVENIMIENTO 113

nuestra posición teológica, cualquier revisión de la terminología,


no importa cuán pequeña —sea en pro de la claridad, la precisión
o la prudencia—, constituye una traición a la fe. Pero ésta no fue la
posición de Elena de White. "Cuando el pueblo de Dios está
cómodo y satisfecho con la luz que tiene en el momento, podemos
estar seguros de que él no los favorecerá. Es su voluntad que siem-
pre nos estemos moviendo hacia adelante, para recibir la crecien-
te y siempre incrementada luz que brilla sobre ellos". 5
Esto no da licencia, por supuesto, para que cualquier teólogo
chiflado que sostiene otra teoría a medio cocinar la introduzca de
contrabando en la iglesia, sino que trata de alejarnos más bien de
una ortodoxia estrecha y poco científica.
Con esto en mente, nos aventuramos a sugerir que el término
"investigador" (y por favor, note que lo único que estamos hacien-
do es tratar la terminología) no es absolutamente indispensable
para que se sostenga el concepto del juicio en cuestión. Y si tene-
mos en mente la presentación casual e informal en la cual la pala-
bra fue incorporada a nuestro vocabulario adventista, no le con-
cederemos más reverencia de la que merece. Además, que los pio-
neros fueran capaces de salir adelante con la doctrina durante
muchos años sin ella, debiera advertirnos contra la adopción de
una "mentalidad de sitio" en este punto.
Terminología sustitutiva.- Si en algún momento nos pusiéramos
de acuerdo en abandonar el término "investigador", habría cuatro
razones para que la expresión "previo al advenimiento" fuera su
sustituto.16
1. Aceptación dentro de la iglesia. La expresión "previo al adve-
nimiento" ya está probada,17 y encuentra rápida aceptación dentro
del adventismo contemporáneo. Es importante que aquellos que
proclaman una verdad particular se sientan cómodos con el len-
guaje usado en su proclamación. ¿De qué otra manera podrían
hacerlo con el mayor fervor?
2. Apologética. Sólo la eternidad revelará la vasta cantidad de
tiempo y energía gastados en años de controversias y debates por
el uso de la expresión "juicio investigador". Si llegara a ser inevi-
table dicho conflicto deberíamos estar preparados para librarlo
hasta el fin de los tiempos. ¿Pero en verdad lo es? La tarea de la
114 EL SANTUARIO

apologética adventista, a mi juicio, es articular nuestra teología en


un lenguaje claro, libre de ambigüedades y, hasta donde sea posi-
ble, inofensivo. Nuestro objetivo es la comunicación y nuestro
propósito, la aceptación. Nuestro testimonio no es necesariamen-
te más auténtico simplemente porque la gente nos ridiculiza.
Siempre deberíamos asegurarnos de que no merecemos ser ridiculi-
zados.
De acuerdo con esto, el carácter inocuo del término "previo al
advenimiento" es una fortaleza. Un simple atributivo, no atrae la
atención emocional hacia él. Desarma a nuestros críticos, permi-
tiéndoles a ellos —y a nosotros— concentrarnos rápidamente y sin
distracción indebida, en la cuestión primaria que nos importa: el
juicio. Y sin embargo, un punto esencial de este juicio especial es
que precede al segundo advenimiento de Cristo.
3. Facilidad de demostración. No siempre ha sido fácil demostrar
con claridad la particular noción del juicio investigador en la
Escritura. Sin embargo, el concepto de un fallo previo al adveni-
miento caracteriza claramente la escatología bíblica.
Por ejemplo, en Daniel 12:1 se nos informa de un tiempo esca-
tológico de crisis del cual sólo aquellos "que se hallen escritos en
el libro" serán rescatados. Y en el registro apocalíptico de Mateo
24, aprendemos que en el tiempo de la Parousía una fuerte trom-
peta reunirá a todos los "elegidos de los cuatro vientos" (vers. 31).
El contexto de estos dos pasajes implica claramente una determi-
nación previa de la condición espiritual de esos individuos.
En Apocalipsis 16 las siete últimas plagas, como misiles teledi-
rigidos, persiguen únicamente a aquellos que tienen "la marca de
la bestia". Es obvio que habrá habido una evaluación previa para
aplicar la marca legítimamente a unos y no a otros.
El lugar clásico de la Escritura para el concepto de un juicio
previo al advenimiento es Daniel 7. En este pasaje apocalíptico, el
profeta observa en visión las nefandas actividades del "cuerno
pequeño" sobre la tierra, y simultáneamente ve una escena de jui-
cio en el cielo. Vuelve a cambiar la visión del cielo a la tierra,
estudiando estas dos impresionantes escenas, hasta que el notable
"cuerno pequeño" es destruido y el juicio dado en favor de los san-
tos (Dan. 7:22). Arthur Ferch, en una disertación dada en 1979,
EL JUICIO PREVIO AL ADVENIMIENTO 115

demostró con éxito que estas dos actividades acontecen dentro del
tiempo histórico y que, por lo tanto, el juicio de Daniel 7 es pre-
vio al advenimiento. 18
Uno no debe mencionar el inútil argumento, como hacen
algunos críticos, que siendo que Dios conoce todas las cosas, el
concepto de un juicio previo al advenimiento es errático e inne-
cesario. Tal enfoque, llevado a sus últimas consecuencias, repu-
diaría toda la noción bíblica de juicio, y no simplemente la idea
de un juicio previo al advenimiento. Tal noción surge de una
superficialidad teológica que no puede penetrar más allá del
mundo visible a los mundos y sistemas de inteligencias creadas
quienes, si el universo ha de estar seguro, deben quedar satisfechas
con la totalidad del proceso divino de elección. Y el gran conflic-
to tiene que ver con el hecho de que tales inteligencias no son
i-odas amigables (Efe. 6:12; Apoc. 12:7-12).
4. Adaptación del lenguaje. La dificultad experimentada por los
primeros adventistas de encontrar un término mejor para reem-
plazar a juicio "investigador" fue casi ciertamente un resultado, en
parte, de su propio concepto restringido de la naturaleza y los
alcances de la actividad involucrada. Ellos percibían sólo el aspec-
to subjetivo de este juicio, que tenía que ver únicamente con nues-
tra posición personal delante de Dios. Su preocupación con este
solo aspecto servía para cegarlos ante los otros importantes com-
ponentes, del mismo modo como la preocupación por la justifica-
ción por la fe y la seguridad cristiana ciegan a algunos hoy ante el
énfasis bíblico del juicio.
Los teólogos adventistas contemporáneos, sin embargo, de pie
como están sobre los hombros de estos fornidos pioneros, se han
vuelto cada vez más conscientes del alcance de la actividad de este
juicio. Esto los ha llevado a preguntarse si la palabra "investiga-
dor" es suficientemente amplia para describirla.
Esto se hace especialmente evidente a partir de una considera-
ción de Daniel 7. Claramente se ve que en este capítulo el "cuer-
no pequeño" es el objetivo mayor del juicio. Este hecho sólo basta
para mostrar que este juicio tiene un marco de referencia más
abarcante del que nuestros pioneros fueron capaces de ver en su
tiempo.
116 EL SANTUARIO

Las dimensiones se expanden cada vez más cuando compara-


mos las actividades descritas en Daniel 7 con las de Apocalipsis
12-14- Que estas dos secciones apocalípticas de la Escritura son
paralelas y complementarias, está más allá de todo cuestiona-
miento, como lo demuestran los siguientes ejemplos.
a. En Daniel 7:25 los santos de Dios son perseguidos por "tiem-
po, tiempos y el medio de un tiempo". Esto se responde en Apo-
calipsis 12:14, donde la mujer - l a iglesia de Dios- es reducida a la
clandestinidad a causa de la persecución, "por tiempo, tiempos y
el medio de un tiempo".
b. En Daniel 7:25 el cuerno pequeño habla "palabras contra el
Altísimo" y continúa haciéndolo durante tres tiempos y medio (o
cuarenta y dos meses). En Apocalipsis 13:5, la bestia habla "gran-
des cosas y blasfemias" contra Dios y continúa haciéndolo por
"cuarenta y dos meses".
c. En Daniel 7:25 el cuerno pequeño intenta cambiar los tiem-
pos y la ley. En Apocalipsis 12:17 el dragón se llena de ira contra
los que guardan los mandamientos de Dios.
d. En Daniel 7:22, 25-27, la persecución del pueblo de Dios es
seguida del juicio contra sus perseguidores y una sentencia en su •
favor. En Apocalipsis 14:6 en adelante se anuncia el juicio contra
los perseguidores, y (vers. 12, 13) se pronuncia una bienaventu-
ranza a favor de los santos.
Dos cosas emergen de estos notables paralelismos: (a) el juicio
en Daniel 7 es posterior a la cruz, y ocurre después del fin de los
cuarenta y dos meses o 1,260 años mencionados en los dos regis-
tros; y (b) el alcance de este juicio es universal.
Un alcance más amplio.- Apocalipsis 12 y 13 desenmascara al
poder que está detrás de la bestia (el "cuerno pequeño" de Daniel
7), describiéndolo como el dragón, la "serpiente antigua, que se
llama diablo y Satanás, que engaña al mundo entero" (Apoc.
12:7-9; cf. Apoc. 13:1-3). A través de sus actividades este engen-
dro del mal pronuncia blasfemias contra Dios y contra el nombre
de Dios, contra el santuario de Dios, y contra los que moran en el
cielo (Apoc. 13:6). ¡En otras palabras, Dios mismo es acusado! Y
aquí está el lado objetivo de este juicio, que nuestros pioneros no
vieron claramente, o por lo menos no discutieron.
EL JUICIO PREVIO AL ADVENIMIENTO 117

Para estar seguros, este juicio separa a los verdaderos santos de


Dios de las multitudes que profesan falsamente su nombre, y en
este sentido quizá pueda ser llamado "investigador".19 Mantenga
en mente que en este gran juicio se abren los "libros". Sea el que
fuere el significado de esto, la idea de evaluación, de escrutinio,
-de investigación, si usted gusta— no puede ignorarse. "No todo el
que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino
el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mat.
7:21). La evaluación es parte esencial de este juicio, y es este
aspecto el que impresionó a nuestros pioneros. ¿Inquietante? Sí.
Pero eso era precisamente lo que significaba la aflicción del alma
en Yom Kippur (véase Lev. 23:26-32).
Pero el alcance de este juicio es mucho más amplio y no puede
subasumirse bajo la palabra "investigador". Su interés más abar-
cante es el concepto de vindicación: vindicación del santuario de
Dios, vindicación del nombre de Dios, vindicación del pueblo de
Dios.
El significado total de todo esto está mucho más allá de noso-
tros, por supuesto. Pero ciertamente el foco está en el santuario
celestial: el asiento de la ley y el gobierno de Dios, el centro ner-
vioso de la salvación humana. Sobre su vindicación pende la segu-
ridad del universo. De allí el asombroso significado teológico de
aquella declaración críptica en Daniel 8:14: "Hasta dos mil tres-
cientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado".
Este asunto está muy por encima de los enfoques emocionales
de la religión, que sólo producen aplausos, movimientos y amenes
que pasan por teología evangélica en la actualidad. Es un mensa-
je que presenta la realidad completa tal cual la conocemos a tra-
vés de la experiencia, la observación y la revelación.
El juicio que ahora está vigente, entonces, aclara la cuestión
del amor y la justicia de Dios antes del segundo advenimiento.
Confirma la validez y legalidad del plan de salvación. Y lleva en
su veredicto la vindicación final del pueblo de Dios. Es contra este
fondo que hemos de comprender el jubiloso clamor de aquel men-
sajero celestial de Apocalipsis 18:20: "Alégrate sobre ella, cielo, y
vosotros, santos, apóstoles y profetas; porque Dios os ha hecho jus-
ticia en ella".
118 EL SANTUARIO

Como creyentes en Jesús, consideramos el juicio previo al ad-


venimiento desde dos perspectivas. Viéndolo, por una parte, como
el antitipo del antiguo Día de Expiación en Israel (véase capítulo
6), nosotros "afligimos nuestras almas" comprendiendo los tiem-
pos solemnes en los cuales vivimos. Pero por otra parte, con nues-
tra fe firmemente plantada en Jesucristo, nuestro Gran Sumo
Sacerdote dentro del velo, no tenemos absolutamente nada que
temer. Y comprendiendo toda la actividad desde la perspectiva de
la vindicación - t a l como se revela en los libros de Daniel y Apo-
calipsis- no sólo no tenemos nada que temer sino, en verdad,
tenemos la más profunda razón para regocijarnos con gozo inefa-
ble.

Referencias

' Desmond Ford Ka h e c h o todo un catálogo de adventistas que supuestamente tienen serias reser-
vas acerca de la doctrina. Véase "Daniel 8:14, el Día de Expiación y el Juicio Investigador" (manus-
crito no publicado, 1980), págs. 4 7 - 1 4 7 passim. Ford sostiene que la doctrina no está en la Biblia (pág.
14).
: Véase Adams, The Sanctuary Doctrine, págs. 104-107; cf. Ford, pág. 42.
' Véase The Sanctuary Doctrine, págs. 104-107.
4 Id., pág. 107.
5 Id., pág. 137.
6 Wáshington Post, 27 de mayo de 1990, pág. A l .
7 Louis Nizer, Mi Life in Court (Nueva York: Pyramid Publications, Inc., 1 9 4 4 ) , pág. 39.
s Esta amedrentadora interpretación, que todavía se escucha en algunos pulpitos, afortunada-
mente no puede apoyarse en ninguna declaración doctrinal adventista.
9 The Sanctuary Doctrine, págs. 135, 136.
10 Elena G. de W h i t e , Los hechos ele los apóstoles, pág. 9.
11 The Sanctuary Doctrine, pág. 81, n. 3,
i: Paul Gordon, The Sanctuary, 1S44 and the Pioneers (Wáshington, D.C.: Review and Herald
l'ublishing Association, 1 9 8 3 ) , pág. 87.
" Véase Smith "The Sanctuary", Review and Herald, 27 de septiembre de 1887. Cf. The Sanctuary
I 'octrine, pág. 81, n. 3. Evidentemente Dios no vio apropiado revelarle un término especial que sir-
iera de reemplazo a su profeta. Dados los múltiples asuntos que se manejaban en ese tiempo, éste no
• ia, claramente, un asunto urgente. Por eso, la señora W h i t e usó el término que estaba a su alcance.
I lo tenemos por qué concluir, sin embargo, que el uso del término lo hace irremplazable.
14 Ibfd.
15 Elena G. de W h i t e , Counsels to Writers and Editors, pág. 41.
EL JUICIO PREVIO AL ADVENIMIENTO 119

16 Ya había yo hecho esta sugerencia en The Sanctuary Doctrine, págs. 2 6 0 - 2 6 2 .


17 La palabra había estado en uso en círculos adventistas durante por lo menos 30 años. Véase W.
E. Read en Doctrinal Discussions (Wáshington, D. C . : Revievv And Herald Publishing Association, sin
fecha), capítulos 3, y 4- Este libro es una compilación de artículos especiales de la revista Ministry que
aparecieron en 1960 y 1961.
18 Véase Arthur Ferch, The Son o/Man in Daniel 7 (Berrien Springs, Mích.: Andrews University
Press, 1 9 7 9 ) . Para un resumen de esta evidencia, véase Ferch. "The Pre-Advent Judgment",
Adventist Review, 30 de octubre de 1980, págs. 4 - 6 .
19 Probablemente necesitamos reconocer, sin embargo, que la idea de un "juicio investigador" no
es viable en la jurisprudencia humana. De acuerdo con la ley de la mayoría de los países, una inves-
tigación (hecha por lo general por la policía, el ejército o un gran jurado) precede al verdadero jui-
cio, y no es una parte de él. Un juez (o tribunal) evalúa luego la evidencia reunida en esa investiga-
ción. S i n embargo, uno puede decir que ésta no es una corte humana y que por lo tanto, la investi-
gación, siendo intachable, es ella en sí misma el juicio. Esa es la razón por la cual no sugiero que aban-
donemos toda la expresión, sino que simplemente limitemos su uso a una sola fase del juicio previo
al advenimiento.
CAPÍTULO 9

Un pulso de armonía:
LA CONSUMACIÓN DEL JUICIO

A
lgunos han acusado a los adventistas diciendo que su pos-
tura acerca de la expiación es una negación del evangelio y
constituye una prostitución de la justificación por la fe.
Mientras escribo estas líneas, recuerdo a dos parejas en particular
-muy queridos amigos míos (de hecho, tuve el privilegio de oficiar
en la ceremonia matrimonial de la pareja más joven)- que abando-
naron la Iglesia Adventista por esta cuestión y otras semejantes.
En el caso de la pareja de más edad, me he sentido particular-
mente afligido al notar que dos de sus muy talentosos hijos también
se han separado de la estrecha comunión que siempre habíamos
compartido en la iglesia local.
Me ha sido sumamente difícil razonar con amigos tales. ¿Qué le
dice uno a las personas que todavía guardan el sábado y que creen
que están caminando más cerca de Jesús hoy como nunca antes?
¿Qué puede uno decirles? Y sin embargo, sé por la historia de movi-
mientos como en el que ahora militan y cuya comunión parecen
disfrutar, que es muy probable que el chasco y la tristeza les aguar-
den en el futuro.
Lo que escribo en este capítulo es parte de lo que me gustaría

120
UN PULSO DE ARMONÍA 121

decirles a ellos y a todos los que pasan por situaciones similares.


Algunas de las cosas es probable que suenen a teorías, pero creo que
tocan con fuerza aquellos problemas que algunos de los nuestros
(quizá muchos) afrontan hoy.

CARTA ABIERTA
Hace algunos años el presidente de la Misión Central de Luzón
en las Filipinas (ahora fallecido) recibió una carta abierta firmada
por tres de sus constituyentes. La misiva llamaba la atención a dos
objeciones a "la teología adventista del séptimo día de 1844". Una
de éstas tenía que ver con la doctrina de la expiación y afirmaba que
la enseñanza adventista en este tema es "incompatible con el evan-
gelio de Cristo".
Con un pensamiento un poquito más elaborado, decían a conti-
nuación: "Esta objeción se basa en la premisa de que la expiación
fue completada en la cruz. El evangelio apostólico proclama una
obra terminada de redención. Son las buenas nuevas de una obra de
Cristo terminada. Él ha hecho expiación por el pecado (Rom. 3:25;
1 Juan 2:2), destruido la muerte (2 Tim. 1:10) y derrotado al diablo
(Heb. 2:14)'".
Llamando la atención a la creencia adventista de una "expia-
ción" final en el santuario celestial desde 1844, estos hermanos
decían que "si la expiación fue terminada en la cruz, entonces
cualquier acto subsecuente de expiación [sea que usted lo llame
expiación final o especial] es inaceptable". Precisamente ésta, sin
embargo, fue la posición de los pioneros del adventismo, dice la
carta abierta, nombrando en particular a Urías Smith y Elena de
White. 2
De modo que en esta evaluación de la posición adventista sobre
la expiación, comienzo llamando la atención a las posiciones soste-
nidas por Urías Smith y Elena de White, los dos líderes menciona-
dos en la carta abierta y quienes, de hecho, estaban entre los más
influyentes de nuestros pioneros.

LA POSICIÓN DE URÍAS SMITH


Urías Smith fue enfático al expresar su posición en cuanto a la
expiación, y la carta lo citó correctamente: "Cristo no hizo la expia-
122 EL SANTUARIO

ción cuando derramó su sangre sobre la cruz". Y en el típico estilo


que es de todos conocido añadió: "Que este hecho se fije para siem-
pre en la mente".3 Esta declaración representa justamente la posi-
ción de Urías Smith en cuanto a la expiación en relación con la
cruz.4
Sin embargo, cuando uno lee más ampliamente los escritos de
Urías Smith, le queda una noción de lo que estaba tratando de
decir. Ciertamente, la opinión anotada más arriba y muchas otras
del mismo tenor, no deberían interpretarse como si hubiera habido
algún menosprecio por la importancia o la centralidad de la cruz por
parte de Smith. El hecho es que para él, la muerte de Cristo en la
cruz fue todosuficiente como un sacrificio por el pecado. Pero —y
éste es el punto que debemos notar— él no consideraba dicho acto
como la expiación.
Smith basaba su posición en una rígida interpretación del anti-
guo sistema típico. Él veía la expiación en el sistema sacrificial del
Antiguo Testamento como algo que ocurría dentro del santuario
una vez al año. De acuerdo con esto, él creía que la expiación anti-
típica debía efectuarse, de la misma manera, dentro del santuario.
En este caso, por supuesto, el santuario celestial.
Ahora bien, la carta abierta podría haber sido más sensible a esta
motivación. Debería haber tomado en cuenta que la fuerte negati-
va de Smith referente a una expiación completada en la cruz se
debía, en parte, a terminología y definiciones. Por otra parte, para
ser justo con los firmantes de la carta abierta, deberíamos admitir
que en realidad no tenían obligación de disculparse por causa de
Urías Smith. La carta expresó su posición con exactitud. Smith
estaba, ciertamente, equivocado en este punto.

LA POSICIÓN DE ELENA DE W H I T E
En las declaraciones de Elena de White, citadas en la carta
abierta, ella parece tomar una posición semejante a la de Urías
Smith: "Con su muerte dio principio a aquella obra para cuya con-
clusión ascendió al cielo después de su resurrección".5 Y en otro
lugar dice que "antes que la obra de Cristo para la redención de los
hombres se complete, queda por hacer una obra de expiación para
quitar el pecado del santuario".6
UN PULSO DE ARMONÍA 123

Estas declaraciones indican con toda claridad una expiación que


continúa en el santuario celestial y por lo tanto, por implicación,
una expiación que no ha sido completada en la cruz.
Pero parece claramente injusto arribar a la conclusión de que
Elena de White coincidía con Urías Smith con respecto a la expia-
ción en la cruz o que ella enseñaba una expiación incompleta lle-
vada a cabo en la cruz.
Note estas poderosas declaraciones de su pluma: "El sello del
cielo ha sido puesto sobre la expiación de Cristo. Su sacrificio es, en
todo sentido, satisfactorio".7 Y hablando acerca de la ascensión de
nuestro Señor en el mismo artículo, dijo: "Había llegado el tiempo
para que el universo del cielo aceptara a su Rey. Angeles, querubi-
nes, y serafines permanecen a la vista de la cruz... Ningún lenguaje
podría expresar el regocijo de los cielos o la expresión de satisfac-
ción de Dios y la delicia de su Hijo Unigénito cuando vio la termi-
nación de su expiación".8
Y hay más: "Cuando se ofreció a sí mismo en la cruz, realizó allí
una perfecta expiación por los pecados del pueblo".9
Y todavía más: "Las palabras de Cristo sobre la ladera de la mon-
taña fueron el anuncio de que su sacrificio en favor del hombre
había sido pleno y completo. Las condiciones de la expiación se habí-
an cumplido; la obra por la cual había venido, se había llevado a
cabo".10
La siguiente declaración ata todos estos cabos sueltos: "Él plan-
tó la cruz entre el cielo y la tierra, y cuando el Padre contempló el
sacrificio de su Hijo, se inclinó ante ella en reconocimiento de su
perfección. 'Es suficiente -dijo-. 'La expiación está completa'"."
Estas son afirmaciones contundentes acerca de una expiación
terminada en la cruz, y la única forma en que la carta abierta podía
justificarse era ignorándolas. Obviamente, lo que tenemos en Elena
de White es la concepción de una expiación que abarca dos com-
ponentes: uno que alcanza su climax en la cruz y el segundo, que
funciona y continúa en el santuario celestial.
La pregunta obligada es si esta comprensión es correcta o no.
Ella naturalmente nos conduce a un breve resumen de la idea bíbli-
ca de expiación así como la concepción de la expiación en la histo-
ria del pensamiento cristiano.
124 EL SANTUARIO

C O N C E P T O B Í B L I C O D E EXPIACIÓN 1 2
La palabra hebrea para expiación es kippurim y deriva del verbo
kaphar. Aunque aparecen frecuentemente en el Antiguo Testamen-
to, la connotación exacta de kaphar todavía es un tanto problemá-
tica para los eruditos y no hay unanimidad en cuanto a su significa-
do. Generalmente, sin embargo, se ha comprendido que significa
"cubrir" o "limpiar".
Uno de los propósitos del antiguo sistema ceremonial -de
hecho, el propósito principal— era proveer expiación, y kaphar se usa
una y otra vez en conjunción con el ritual sacrificial diario en Israel.
Observamos este fenómeno en Levítico 4, 5, 6, 7 y 8, fenómeno que
(al parecer) escapaba totalmente a Urías Smith. Como notamos
anteriormente, la expiación, para él, ocurría sólo una vez al año...
dentro del santuario.
Sin embargo, de acuerdo con las referencias citadas arriba, la
expiación ocurría cada día en el atrio, y éste simbolizaba esta tierra
sobre la cual fue plantada la cruz. Esta tierra, en otras palabras
(como vimos en un capítulo anterior),11 es el atrio exterior del san-
tuario celestial, y el Calvario fue el altar del holocausto, donde
Cristo, nuestra pascua, fue sacrificado por nosotros.
No obstante el hecho de que la expiación ocurría cada día del
año, sin embargo, un día especial en el año se consideraba como "el
Día de Expiación" o Yom Kippur (Lev. 23:37; cf. Lev. 16).
Cuando nos volvemos al Nuevo Testamento nos sorprendemos
en primera instancia al descubrir que la palabra "expiación", como
tal, no aparece en lo absoluto en la mayoría de las versiones. Esto
podría ocasionarles un choque a los firmantes de la carta abierta,
que exteriorizaban un alto grado de dogmatismo con respecto a la
expiación en el Nuevo Testamento.
El concepto de expiación, sin embargo, es un tema cardinal -si no
es que el tema cardinal- del Nuevo Testamento. Y el foco central es
Jesucristo: su encarnación y muerte, y ya no el templo y sus rituales.
Aun así, el modelo sacrificial aparece en forma prominente en el
amplio rango de los modelos usados para describir la expiación rea-
lizada por Jesucristo, y formas de pensamientos extraídas del antiguo
sistema ritual no son infrecuentes.
La imagen bíblica de la expiación ni es simple ni uniforme, pero
UN PULSO DE ARMONÍA 125

sí muy compleja y multifacética. Y tampoco los dos milenios de


reflexión cristiana han logrado mejorar dicha situación.

LA EXPIACIÓN EN EL PENSAMIENTO CRISTIANO


Los teólogos han esgrimido una y otra teoría a través de los
siglos, en su intento por articular el significado de la obra salvadora
de Dios en Jesucristo. Con el propósito de minimizar la confusión
que se produciría al estudiar una larga lista de teorías separadas, las
resumiré, siguiendo el estilo del teólogo James Atkinson,14 bajo cua-
tro encabezados.
1. La teoría clásica o dramática.- Asociada con los primeros Padres
de la Iglesia, esta teoría, como la segunda parte del nombre sugiere,
concibe la expiación en términos de drama. El cuadro aquí es de
una gran batalla cósmica entre Cristo y el diablo: una batalla sobre-
natural que alcanzó su climax en el Calvario, con Cristo emergien-
do victorioso.
Esta teoría fue adoptada y defendida por algunos de los reforma-
dores del siglo dieciséis, particularmente por Martín Lutero. De
acuerdo con Atkinson, "el vigor y la vitalidad de la teología de
Lutero surge de este animado sentido de estar en el lado ganador".15
¿Hay alguna validez en esta concepción particular de la expia-
ción? Sí, tiene un sólido apoyo en el Nuevo Testamento; y los
adventistas, después de descartar sus más esotéricos elementos - e n
los cuales no entraré aquí-, pueden endosar libremente sus afirma-
ciones fundamentales. Pero, ¿abarca todos los parámetros de la
expiación? Ciertamente no.
2. La teoría jurídica (o satisfacción).- En algún momento del siglo
XI o muy al principio del XII Anselmo, que sirvió durante muchos
años como arzobispo de Canterbury, escribió un libro titulado Cur
Deus Homo [¿Por qué Dios se bizo hombre?]. En esta obra desarrolló
una posición sobre la expiación que conocemos hoy como la teoría
jurídica. Sencillamente expresada, sugiere que nuestro desafío a la
ley y gobierno divinos, ha afrentado la majestad de Dios. Jesús vino,
por lo tanto, para enmendarnos, para ofrecer satisfacción en nues-
tro lugar por la afrenta a su honor. Él hizo esto pagando un rescate
a Dios.
Quizá de todas las posiciones que se han presentado sobre la
126 EL SANTUARIO

expiación, esta teoría contiene los rasgos más censurables; entre


ellos, la idea de que un Dios ofendido debe reconciliarse con noso-
tros. Esta noción ciertamente contradice los hermosos sentimientos
de 2 Corintios 5:19, que muestra que "Dios estaba en Cristo recon-
ciliando consigo mismo al mundo, no tomándoles en cuenta a los
hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la
reconciliación".
Pero aun aquí, como Atkinson observa, la noción de sustitución
que está inmersa en este punto de vista es una forma válida de con-
cebir la expiación, destacando, como lo hace, el inmensurable amor
de Dios al tomar el lugar de los pecadores y sufrir la penalidad del
pecado en su lugar. Así, la teoría ayuda a preservar la misericordia y
la justicia de Dios.
3. La teoría ejemplarista.- En el siglo doce, un teólogo y filósofo
llamado Pedro Abelardo salió con lo que ahora conocemos como la
teoría ejemplarista de la expiación. Según él, Jesús sufrió como el
supremo ejemplo del amor y el perdón de Dios. Cuando contem-
plamos esta asombrosa demostración, somos movidos al arrepenti-
miento el cual, a su vez, nos lleva a la reconciliación con Dios. Esto,
según el punto de vista de Abelardo, era el significado de la expia-
ción.
¿Apoyan este concepto las Sagradas Escrituras? Sí. Muy particu-
larmente el Nuevo Testamento. ¿Pero abarca esto el parámetro
completo de la expiación? Obviamente, no.
He notado, sin embargo, que algunos de nuestros teólogos
adventistas intentan combinar una versión modificada de la teoría
ejemplarista con nuestra propia concepción adventista de la gran
controversia. Parecen considerar esa posición como la suma total
del signficado de la expiación. En otras palabras, ven la muerte de
Cristo simplemente como una revelación del amor de Dios, un amor
que Satanás ha cuestionado. De acuerdo con este punto de vista, la
muerte de Cristo no tiene nada (o al menos muy poco) que ver con
la sustitución o la paga de la penalidad del pecado.
Creo que necesitamos ver este enfoque sobre la muerte de Cristo
como una revelación del amor de Dios. Es un énfasis que no debe
desaparecer. Pero presentarlo como la suma total de lo que significa
la expiación es, en mi opinión, un error. Sucumbe, una vez más,
UN PULSO DE ARMONÍA 127

ante el antiguo problema que estamos discutiendo ahora: el proble-


ma de confundir la parte con el todo.
4- La teoría sacrificial- Esta teoría no se asocia con ninguna per-
sona en particular. Es "la única teoría que tiene una exposición sis-
temática en el Nuevo Testamento, más exactamente, en Hebreos.
Presenta a Cristo como el Sacerdote-víctima que voluntariamente
ofreció su vida en una total obediencia a su Padre, proveyendo así
un sacrificio todosuficiente en nuestro favor. Su sangre, aplicada a
nuestras vidas pecaminosas, nos limpia y nos pone en un estado de
paz con Dios".16
Encuentro la siguiente evaluación de esta cuarta teoría muy sig-
nificativa y precisa: "La reflexión mostrará cuánta teología está con-
tenida en este punto de vista, cuántas objeciones válidas refuta. Nos
liberta de cualquier punto de vista subjetivo y mantiene el punto de
vista objetivo de Cristo haciendo lo que nosotros jamás podríamos
hacer. Nos salva del peligro del lenguaje sustitutorio. Esta teoría
simboliza en forma histórica y dramática cómo esta sangre asperja-
da nos restaura a la comunión con Dios de donde seguimos al Autor,
Pionero y Consumador de la Fe, el Sumo Sacerdote celestial que está
actuando ahora en nuestro favor"."
¿Qué hemos aprendido de esta digresión histórica? Ninguna de
estas teorías por sí misma puede explicar totalmente el alcance
completo de la obra redentora de Dios en Cristo. Desde el primer
siglo de la era cristiana sus vastos parámetros han desafiado siempre
a las mentes teológico-filosóficas de la iglesia cristiana.
Hemos desarrollado credos sobre la iglesia, la Trinidad y la
encarnación, por nombrar solamente tres. Pero la iglesia cristiana
nunca ha podido formular un credo universal sobre la doctrina de la
expiación. Las teorías históricas de la expiación que se extienden a
través de los siglos, se levantan como monumentos de la persisten-
te lucha teológica por comprender la dimensión total de la activi-
dad salvadora cósmica de Dios en Cristo Jesús.
De acuerdo con esto, "ninguna teoría debería ser... vista como
opuesta a otra". Cada una aporta un elemento importante de la rea-
lidad en forma única y singular. Cada una es una metáfora amplia-
da, útil por su poder para revelar y explicar. Pero cada una también
puede ocultar, e incluso distorsionar. Y tampoco es constante el
128 EL SANTUARIO

poder explicativo de la metáfora a través de la historia. Una metá-


fora en particular (de la expiación, por ejemplo) puede no tener
necesariamente hoy el mismo poder y la misma eficacia que tuvo en
otro momento.18 Y esto incluso puede ser providencial.
Nuestro enfoque, entonces, debe sacar los segmentos auténticos
de cada teoría, "sabiendo que ninguna teoría, ni ninguna combina-
ción de ellas, es suficiente para contener la plenitud de la reali-
dad".19

COMPRENDIENDO LA POSICIÓN ADVENTISTA


A la luz de lo dicho hasta aquí, es de alguna manera absurdo
sugerir que la posición adventista sobre la expiación pasa por enci-
ma del Nuevo Testamento en el tema, como si hubiera unanimidad
en la iglesia cristiana con respecto a lo que el Nuevo Testamento
enseña sobre el tema. El hecho es que "ninguna explicación preci-
sa se ofrece en el Nuevo Testamento, ni ha patrocinado la iglesia
[cristiana] ninguna de las teorías de la expiación".20
De modo que la contribución de los Adventistas del Séptimo
Día a la actual investigación acerca de la expiación, ha sido enfocar
y elaborar sobre el concepto sacrificial de la expiación, interpretán-
dola a la luz de la tipología del santuario del Antiguo Testamento.
Este enfoque nos ha llevado a ampliar los parámetros comúnmente
aceptados de la expiación. Nosotros comprendemos el concepto
para incluir, no sólo el sacrificio en la cruz sino también la obra de
Cristo como nuestro sumo sacerdote en el santuario celestial, inclu-
yendo, en particular, esa fase especial de su ministerio que comenzó
en 1844- (Véase el diagrama de la pág. 48.)

DUALIDAD EN EL USO
Aquellos que encuentran de algún modo problemático este con-
cepto dual de la expiación, es probable que no hayan notado que
hay en realidad una dualidad inherente en el uso de la palabra
misma.
The Interpreter's Dictionary of the Bible, para nombrar sólo una
fuente, observa que el término inglés atone (expiación) se deriva de
la frase común "at one". Estar "at one" con alguien es estar en un
estado de armonía y común acuerdo. Así, al incorporarse la palabra
UN PULSO DE ARMONÍA 129

al vocabulario lo hizo con el significado de "at onement" o reconci-


liación. Debemos tener siempre en mente que esta definición con-
cibió la expiación como un estado.21
En la actualidad este significado original ha sido modificado, y
expiación (atonement) ha llegado a tener un significado más res-
tringido. En la actualidad se usa generalmente para describir el pro-
ceso a través del cual se quitan los obstáculos para la reconciliación,
más que el fin o estado logrado por causa de esa remoción, como era
el caso del significado original del término.22
Este es un matiz moderno sumamente importante, que debemos
mantener cuidadosamente en nuestro espíritu con el propósito de
evitar malentendidos respecto de la terminología de la expiación.
Los adventistas, en su uso de este término, incluyen tanto el signi-
ficado original o literal, como también el más restricto significado
moderno del mismo.
Así, cuando los adventistas (entre ellos Elena de White) dicen
que la expiación fue consumada en la cruz, están adoptando el uso
más moderno del término. Con el resto del mundo protestante,
ellos quieren decir que la gran transacción cósmica ha quitado los
obstáculos que se oponen a la reconciliación. El supremo sacrificio
en la cruz ha sido consumado para siempre; es decir, para no repe-
tirse nunca más.
Yo, por mi parte, estoy totalmente satisfecho acerca de que en el
adventismo auténtico no se menosprecia la cruz en ninguna forma.
La posición adventista deja a la cruz precisamente donde pertene-
ce: en el centro. Enfatiza una y otra vez -a cualquiera que esté dis-
puesto a escuchar- que la única base del presente ministerio sumo-
sacerdotal de Cristo en el santuario celestial es la redención logra-
da en la cruz, donde Cristo se ofreció a sí mismo una vez y para
siempre.
Al frente de este énfasis también estaba Elena de White. Si
alguien no está satisfecho con el vigor y profundidad de sus decla-
raciones en este punto, nada lo satisfará. "El sacrificio de Cristo
como expiación del pecado es la gran verdad en derredor de la cual
se agrupan todas las otras verdades. A fin de ser comprendida y
apreciada debidamente, cada verdad de la Palabra de Dios, desde el
Génesis hasta el Apocalipsis, debe ser estudiada a la luz que fluye de
130 EL SANTUARIO

la cruz del Calvario. Os presento el magno y glorioso monumento


de la misericordia y la regeneración, de la salvación y redención: el
Hijo de Dios levantado en la cruz. Tal ha de ser el fundamento de
todo discurso pronunciado por nuestros ministros".23
"Colgado de la cruz, Cristo era el evangelio... Este es nuestro
mensaje, nuestro argumento, nuestra doctrina, nuestra advertencia
al penitente, nuestro aliento para el triste, la esperanza de todo cre-
yente. Si podemos despertar interés en las mentes de los hombres
para que logren fijar sus ojos en Cristo, podemos hacernos a un lado,
y pedirles que sólo continúen fijando sus ojos sobre el Cordero de
Dios".24
El gran himno sobre la expiación escrito por Elisa Hoffman, que
está en el himnario oficial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día,
ha estado allí durante muchos años, y todavía lo cantamos hoy:

Junto a la Cruz

Junto a la cruz do Jesús murió,


do por su gracia clamaba yo,
mis manchas su sangre allí quitó:
¡a su nombre gloria!

Coro
¡A su nombre gloria!
¡A su nombre gloria!
Cristo Jesús es mi Salvador:
¡a su nombre gloria!

Cuando por fe en la cruz lo vi,


de mis pecados salvado fui,
y hoy él me guarda y mora en mí:
¡a su nombre gloria!

¡Fuente preciosa de salvación!


Gozo en ti halla mi corazón;
en ti, Jesús salva y da perdón:
¡a su nombre gloria!
UN PULSO DE ARMONÍA 131

¡Ven a esta fuente, oh pecador!


Ponte a los pies de tu Salvador;
te colmará de su santo amor:
¡a su nombre gloria!

De modo que cuando los adventistas hablan de una expiación


final que ocurre en el santuario celestial, deberíamos entenderla en
el contexto del significado original de la palabra inglesa "atonement"
(expiación) descrita anteriormente: actividad que conduce a un
estado de "reconciliación", cuyo gran propósito es sugerir que la
cruz trasciende al Calvario, va más allá del año 31 d. C., penetra
hasta dentro del velo del mismo Santuario Celestial, donde Jesu-
cristo ha entrado, habiendo sido hecho Sumo Sacerdote para siem-
pre según el orden de Melquisedec.
El Dictionary of Christian Theology (Diccionario de teología cris-
tiana) percibió la dimensión escatológica de la expiación: "La doc-
trina de la expiación es un elemento en la totalidad de la doctrina
cristiana de la salvación que abarca no simplemente la exposición
teológica de la acción redentora de Dios en Jesucristo, lo cual es
estrictamente hablando la doctrina de la expiación, sino una esca-
tología que incluye el juicio y la resurrección".26
Y sobre el mismo asunto L. Berkhof, teólogo reformado, señala:
"La parte grande y central de la obra sacerdotal de Cristo está en la
expiación, pero ésta, por supuesto, no está completa sin la interce-
sión. Su obra sacrificial sobre la tierra hace necesario su servicio en
el santuario celestial. Los dos son partes complementarias de la obra
sacerdotal del Salvador".27

U N A D I M E N S I Ó N MÁS A M P L I A
La concepción más amplia de la expiación que los adventistas
enseñan deriva de su comprensión del antiguo sistema típico. En
armonía con la mayoría de los protestantes afirmamos sin vacila-
ción que todo el sistema cúltico, todo el sistema típico conectado
con el antiguo tabernáculo, señalaba hacia la vida y muerte de nues-
tro Señor, y como tal encontró su cumplimiento en la cruz. No
debiera haber lugar para la prevaricación aquí, ningún lugar para
evasivas en este punto, ningún lugar para débiles tartamudeos. ¡Sí,
132 EL SANTUARIO

ellos se cumplieron en la cruz!


Sin embargo, al mirar hacia atrás, al antiguo servicio de expia-
ción, podemos identificar ciertos importantes detalles simbólicos
asociados con Yom Kippur que no hallaron su cumplimiento total en
la cruz.
Tomemos, por ejemplo, la solemne preparación que hacía la
nación de Israel anticipándose a esa observancia, tal como la halla-
mos descrita en Levítico 23:26-29: "También habló Jehová a Moisés
diciendo: A los diez días de este mes séptimo será el día de expia-
ción; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofre-
ceréis ofrenda encendida a Jehová. Ningún trabajo haréis en este
día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de
Jehová vuestro Dios. Porque toda persona que no se afligiere en este
mismo día, será cortada de su pueblo".
Nada semejante, ni siquiera remotamente, ocurrió entre el pue-
blo de Dios en ocasión de la cruz. La víspera de la crucifixión nadie
en Israel reconoció que el evento más estupendo de la historia de la
humanidad estaba a punto de ocurrir. Incluso los doce apóstoles fra-
casaron totalmente en su comprensión de ese significado. No hubo
golpes de pecho, ninguna aflicción del alma como ocurría en pre-
paración para el día típico de la Expiación.
Pero el concepto de una expiación final que involucrara el jui-
cio en el santuario celestial permite la participación espiritual y
consciente de parte del Israel del pacto de Dios, tal como se prefi-
guraba en el antiguo ritual. Fue al comienzo de este tiempo del jui-
cio escatológico que el antiguo profeta vio a los ángeles místicos
volando por en medio del cielo, teniendo el evangelio eterno para
predicarlo a los que moran en la tierra, a toda nación, tribu, lengua
y pueblo, diciendo en alta voz: "Temed a Dios y dadle gloria, porque
la hora de su juicio ha llegado" (Apoc. 14:7). Hoy es el día de jui-
cio. Hoy es el día antitípico de la expiación. Ahora es el tiempo de
darse golpes de pecho. Ahora es el momento de "afligir las almas".
Ahora es el tiempo de llamar la atención de las naciones a este omi-
noso nuevo desarrollo en el santuario celestial.
Tomemos, como segundo ejemplo, el destierro de Azazel. Aquí
también hay un sentido en el cual Satanás —si lo consideramos a él
como el significado del simbolismo- fue desterrado en la cruz. En
UN PULSO DE ARMONÍA 133

Juan 12:31 Jesús dijo, poco antes de la cruz, "ahora es el juicio de


este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera". Yo
creo que ésta era una referencia al destierro de Satanás del cielo.
Pero nosotros también tendríamos que admitir que Satanás no
ha sido desterrado en un sentido definitivo. ¿No dice el apóstol que
el diablo anda como león rugiente buscando a quién devorar? (1
Ped. 5:8)? Y ¿no pronunció aquella voz del cielo un ¡ay! contra los
moradores de la tierra a causa de la venida de Satanás? (Apoc.
12:12). Y ¿quién entre nosotros no ha sentido el horrible aguijón de
sus fieros dardos y la necesidad de ponerse la armadura de Dios con-
tra este contingente sobrenatural de estas "huestes espirituales de
maldad en las regiones celestes" (Efe. 6:10-16)?
No, el diablo no ha sido desterrado todavía en forma definitiva.
El está, desafortunada y ciertamente, cerca. Sólo hasta el fin del
milenio veremos el completo cumplimiento escatológico de aquel
antiguo simbolismo realizado en el antiguo tabernáculo.
Tomemos, como un tercer ejemplo, la purificación del santuario
mismo. Este era el foco principal de Yom Kippur, y algunos piensan
que ven el cumplimiento del simbolismo en la cruz. En otras pala-
bras, sostienen que el santuario celestial fue purificado en la cruz.
¿Fue el santuario celestial purificado en la cruz? Sí, el santuario
celestial fue purificado en la cruz. Esta produjo, entre otras cosas,
una purificación - e n el sentido de esclarecer— del nombre del Padre
celestial, una vindicación de su gobierno de amor y justicia.
Pero si la purificación del santuario involucra también la justifi-
cación final de Dios a los ojos del universo, al grado en que todas las
cuestiones cósmicas sean resueltas y todas las inteligencias de todo
el universo creado reconozcan la integridad del gobierno de Dios,
entonces nadie puede decir con razón que eso se logró completa-
mente en la cruz. Millares de sangrientas guerras nos han acosado a
lo largo de la historia desde el momento de la cruz. Cientos de
millones de seres humanos han sido asesinados en horribles carni-
cerías. Desastres naturales, pestilencias, hambres, y el moderno
azote del terrorismo y el abuso de drogas han añadido su parte de
esta cuota mortal. Un millón de "porqués" rompen el silencio cada
día. Un millón de lágrimas humedecen incontables almohadas a la
medianoche. Un enorme signo de pregunta sigue todavía sin borrar-
134 EL SANTUARIO

se en el cielo cósmico, indicando con ello a cualquier observador


inteligente que la expiación final todavía no se ha realizado.
Esto me vino vividamente hace muchos años cuando era un
joven colportor estudiante. Yo estaba colportando en el pequeño
pueblo de Vanderhoof, Columbia Británica. Entré a una casa esa
mañana y abrí mi prospecto y lo desplegué en el piso. Tendría más
o menos unos tres minutos haciendo mi demostración cuando me di
cuenta que estaba hablando al aire. Levanté la vista para ver al
objeto de mi presentación, que me miraba a través de unos ojos pen-
sativos y airados. Perplejo y confuso, busqué la causa de su tristeza y
aflicción. Ella me contó su historia.
Pocos meses antes de mi visita, su esposo estaba cargando grano
en un camión grande. De repente toda la carga se desplomó sobre
él, aplastándolo y causándole la muerte. Uno o dos meses más tarde,
su hermano, que trabajaba en construcción en la ciudad de Prince
George, a unos cien kilómetros de distancia, había tocado un cable
de alta tensión y fue electrocutado instantáneamente. (Yo me había
enterado del accidente, porque acababa de regresar de colportar de
Prince George.)
Ella mencionó un detalle más: "Mi hija, que vivía en Alberta en
ese tiempo, estaba volando junto con su esposo para asistir al fune-
ral de su tío. El avión se cayó cerca de Cache Creek y murieron ella
y su esposo". Ella no tenía por qué explicármelo, puesto que yo
había leído en el periódico acerca del accidente aéreo (a unos 500
kilómetros al sur). Yo sabía que todos los que iban a bordo murie-
ron.
Toda esta oleada de tragedias le había ocurrido a aquella mujer
en menos de seis meses. Su esposo, su hermano, su hija, su yerno,
todos muertos.
- S i hay un Dios -dijo con una ira sorda-, es un Dios malvado.
En este punto recogí mi material de presentación y durante
media hora traté de darle algo de aliento a aquel corazón dolorido y
de pintar un cuadro mejor de Dios.
Millones de personas en el mundo comparten el mismo mons-
truoso concepto del Dios a quien servimos que tenía la señora de
Vanderhoof. Richard Rubenstein, uno de los teólogos del concepto
"Dios ha muerto", de la década de los años sesenta, habló en nom-
UN PULSO DE ARMONÍA 135

bre de todos ellos mientras reflexionaba en las atrocidades nazis de


la década de 1940, que vio la masacre de millones y millones de
judíos. Dijo Rubenstein: "Estamos de pie en un frío, silencioso e
insensible cosmos... Después de Auschwitz, ¿qué más pueden decir
los judíos acerca de Dios?"28
No, todavía no han sido contestadas todas las preguntas. La
integridad del gobierno y el santuario de Dios todavía no ha sido
vindicada. La acusación cósmica todavía está vigente en gran medi-
da. El santuario, en otras palabras, todavía no ha sido purificado, ni
totalmente justificado, ni completamente vindicado. Así, la expia-
ción, en el sentido de "At-onement", todavía no ha concluido.
Ninguno de nosotros puede explicar adecuadamente por qué
está tomando demasiado tiempo. Podríamos argüir que una compu-
tadora, alimentada con la suficiente información adecuada, podría
juzgar a la humanidad en mucho menos de 150 años, el período que
va desde 1844- Pero en primer lugar, Dios no reacciona ante el
tiempo como lo hacen los seres humanos. Segunda de Pedro 3:8
dice claramente que el paso del tiempo, tal como nosotros lo expe-
rimentamos, significa muy poco para Dios.
En segundo lugar Dios, a diferencia de una computadora, no tra-
baja con números, estadísticas o datos teóricos. Él trata con perso-
nas —preciosos seres que ha creado y redimido- y con su destino
eterno. Somos importantes para él, y él se dedica a nosotros. "El
Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza,
sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno
perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 Ped. 3:9).

C U A N D O L A E X P I A C I Ó N SEA C O M P L E T A D A
Pero la Escritura es explícita acerca de cómo terminará todo, y
cómo Dios restaurará todas las cosas de nuevo. Cuando comience el
proceso final, "el Señor mismo, con voz de mando, con voz de
arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muer-
tos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivimos,
los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con
ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos
siempre con el Señor" (1 Tes. 4:16, 17).
Con la venida de la expiación, las trompetas del gran jubileo
136 EL SANTUARIO

cósmico sonarán y se escucharán en todo el universo (1 Cor. 15:52).


"Los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos
transformados" (vers. 52). "Porque es necesario que esto corruptible
se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y
cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto
mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la
palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria" (vers. 53,
54).
Entonces aquella madre que se vio forzada a poner a su precioso
atadito de ropa bajo el gélido césped; aquel pobre niño que fue deja-
do huérfano por la mano cruel de la muerte; esposos y esposas que
fueron dejados solos con dolor por la amarga segadora, todos canta-
rán entonces, todos ellos se reirán, todos se unirán en la mofa uni-
versal: "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu
victoria?" (vers. 55).
Con la venida de la expiación, habrá "cielos nuevos y tierra
nueva, en los cuales mora la justicia", porque la gente que viva allá
habrá "hecho justicia", y "amar misericordia", y "humillarte ante tu
Dios" (2 Ped. 3:13; Miq. 6:8). Y Dios traerá ante la justicia a todos
los criminales de la tierra, a todos los perpetradores de atrocidades
contra la humanidad, a "todos los opresores y perversos bribones de
todos los siglos. Una gran voz saldrá desde el templo celestial:
"Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos
y justos" (Apoc. 16:7).
Ya no habrá más rivalidad internacional, amargura y guerras,
porque todos los tiranos que las provocaban se habrán ido para
siempre. Ya no habrá conflictos ni prejuicios raciales, porque todos
los fanáticos que los incitaban y los alimentaban se habrán ido para
siempre.
Ya no habrá más crimen, no más abuso de drogas, no más asesi-
natos, no más perversión e inmoralidad sexual, no más corrupción.
Porque "no entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abo-
minación y mentira, sino solamente los que están escritos en el libro
de la vida del Cordero" (Apoc. 21:27). Habrá "cielos nuevos y tie-
rra nueva, en los cuales mora la justicia" (2 Ped. 3:13).
Y no habrá más enfermedad, no más dolor, ni más muerte.
"Porque las primeras cosas son pasadas" (Apoc. 21:4). No dirá "el
UN PULSO DE ARMONÍA 137

morador: Estoy enfermo", porque a todos los que moren allí "les será
perdonada la iniquidad" (Isa. 33:24). Y los "redimidos de Jehová
volverán y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre
sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemi-
do" (Isa. 35:10).
¡Así será, amigos! ¡Así será al fin!
"El gran conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni peca-
dores. Todo el universo está purificado. La misma pulsación de
armonía y de gozo late en toda la creación. De Aquel que todo lo
creó manan vida, luz y contentamiento por toda la extensión del
espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible, hasta el mundo
más vasto, todas las cosas, animadas e inanimadas, declaran en su
belleza sin mácula y en júbilo perfecto, que Dios es amor".29
¿Suena esto algo así como a novela y no como el evangelio?
¿Suena esto como una prostitución de la justificación por la fe? No,
esta verdad es lo más maravilloso con lo cual me he encontrado des-
pués de andar por los caminos de la teología y la filosofía. Gracias a
Dios por la gran transacción que se realizó en la cruz una vez y para
siempre. Gracias a Dios por el gran ministerio sumosacerdotal de
Jesús en el santuario celestial. ¡Gracias a Dios por la bienaventura-
da esperanza! ¡Gracias a Dios por este maravilloso futuro! Con toda
mi alma quiero decir: ¡"Gracias sean dadas a Dios"!

Referencias

I " A n Open Letter to C L M (Misión Central de Luzón) Presidente Avelino Canias", 19 de mayo
de 1981. (En mis archivos personales.)
: lbíd.
' Urías S m i t h . The Sanctuary and the 2 3 0 0 Days of Daniel 8:14 (Battle Creek, Michigan: S D A
Pub. Assn., 1 8 7 7 ) , pág. 276.
4 Véase Adams, The Sanctuary Doctrine, págs. 58-62.
5 Elena G. de White, El conflicto de ios siglos, pág. 543.
6 Id., pág. 4 7 4 .
' en Signs of the Times, 16 de agosto de 1899. En Qitestiom on Doctrine
(Washington, D. C.: Review and Herald Publishing Association, 1957), pág. 6 6 4 .
5 lbíd., (las cursivas son nuestras).
9 lbíd., 28 de junio de 1899. (La cursiva es nuestra.) En Questions on Doctrine, pág. 6 6 3 .
10 El Deseado de todas las gentes, pág. 819.
II en Review and Herald, 24 de septiembre de 1901. (La cursiva es nuestra.)
138 EL SANTUARIO

En Questions on Doctrine, pág. 6 6 3 .


12 Estoy en deuda con el Interpreter's Dictionary of the Dible, tomos A - D págs. 3 0 9 - 3 1 3 por algún
material en esta sección.
" Véase el capítulo 4.
H En A Dictionary ofChristian Theology, ed. Alan Richardson (Philadelphia: Westminster Press,
1969), s.v. " A t o n e m e n t " . (Para una comprensión y evaluación más profunda de la doctrina de la
expiación, véase G. Aulen, Christus Víctor.
15 A Dictionary of Christian Theology, pág. 23.
16 Ibíd.
17 Id., pág. 24. (La cursiva es nuestra.)
18 Estoy en deuda con Richard W. Coffen por esta idea.
19 Aulen, Christus Victor, pág. 22.
20 Interpreter's Dictionary of the Dible, tomos A - D , pág. 3 1 3 .
21 Id., pág. 3 0 9 .
22 Ibíd.
21 Elena G. de W h i t e , Obreros evangélicos, pág. 3 3 0 .
24 Elena G. de W h i t e , Manuscrito 49, 1898. En Questions on Doctrine, pág. 6 6 2 .
25 Himnario Adventista N o . 146.
26 Dictionary of Christian Theology, s.v., " A t o n e m e n t " .
: L. Berkof, Systematic Theology, 4th. edición revisada y aumentada ed. (Grand Rapids: W m . B.
Eerdmans Pub. Co., 1939, 1 9 4 1 ) , pág. 367.
2S Richard Rubenstein, A f t e r Auschwitz (Indianapolis: Bobbs Merril C o . , 1966), pág. 152.
29 El conflicto de los siglos, pág. 737.
Apéndice

Testimonios

(Este testimonio, escrito en 1981 -ligeramente modificado- apareció


primero en la Revista Adventista del 4 de noviembre de 1982, págs.
7, 8. Lo incluyo aquí para que los lectores comprendan mejor de
dónde vengo, como se dice comúnmente, y así comprendan también
el enfoque que le doy al tema de este libro.)

uando inicié mis estudios de posgrado a mediados de la


década de los años sesenta, me di cuenta que existían
ciertos desacuerdos entre los adventistas con respecto a la
doctrina del santuario. Algunas personas parecían considerarla
como una especie de esqueleto guardado en el armario de los
adventistas.
Pero siendo que esta doctrina ocupa un lugar central en la
iglesia adventista, esta actitud me produjo un profundo sentido
de incomodidad. Yo crecí en la Iglesia Anglicana y dejé esa co-
munión cuando encontré que sus enseñanzas ya no cuadraban
con las Escrituras. ¿Tendría yo que afrontar la misma situación en
mi iglesia adoptiva? El asunto quedó latente cuando salí de los
círculos académicos de la universidad para entrar en el ministe-
rio pastoral.
Varios años más tarde, sin embargo, regresé a los círculos aca-

139
140 EL SANTUARIO

démicos, e hice frente al proyecto de escribir una tesis doctoral.


Decidí trabajar sobre la doctrina adventista del santuario. Pero,
¿cómo habría de proceder?
Cuando era aún adolescente y asistía a la escuela de nivel
medio sentí que el espíritu de la investigación desapasionada se
fortalecía dentro de mí. Se nos animó a examinar con sentido crí-
tico la validez de cada aseveración, independientemente de su
fuente de origen. Esta actitud, profundamente arraigada en mi
ser, era la que me llevaría a estudiar un tema considerado por
algunos adventistas como la más precaria doctrina que sustenta-
mos.
Por lo mismo, no fue con poca vacilación que comencé mi
trabajo, apoyándome fuertemente en la seguridad que me daba el
marco universitario. Un repaso de la literatura existente me mos-
tró que nadie antes de mí había emprendido un estudio de esta
doctrina con el mismo enfoque, y muchas veces me sentí como el
proverbial necio que corre a meterse en un terreno donde los
ángeles temen entrar. Mi único consuelo (a pesar de la frustra-
ción) era que la mía no era una carrera, sino un examen lento,
concienzudo, del tema. Me alentaron algunas declaraciones de
Elena de White que dicen que la verdad puede ser investigada, y
cada una de las doctrinas que sostenemos deben ser investigadas
críticamente por nosotros.'
Sin embargo, ésta fue toda la ayuda y dirección que me per-
mití seguir de Elena de White. Puesto que estaba plenamente
consciente de que los adventistas son criticados porque se les
acusa de basar la doctrina del santuario sobre los escritos de
Elena de White, consideré altamente inapropiado dar a esos es-
critos cualquier valor normativo en mis evaluaciones de la ense-
ñanza del santuario. Por eso decidí deliberadamente crear un blo-
queo mental para todo lo que había dicho ella sobre el tema a lo
largo de mi tesis.
Este enfoque podría ser cuestionado por algunos fieles bien
intencionados dentro de la iglesia. Sin embargo, si los adventis-
tas rehusáramos sujetar la enseñanza de los padres a la prueba del
ácido de las Sagradas Escrituras y de la razón, y nos aferráramos
TESTIMONIOS 141

ciegamente a la tradición, ¿en qué nos diferenciaríamos de los


católicos o de los mormones tradicionalistas? Nosotros esperamos
que los mormones y los católicos que se sientan a escuchar nues-
tras predicaciones sujeten la tradición de sus padres a una eva-
luación crítica y libre de prejuicios. ¿Exigiríamos menos de noso-
tros mismos? Mi enfoque debía ser hecho con pensamientos de
este tipo. Tenía yo que olvidar, por así decirlo, que era adventis-
ta del séptimo día, y proseguir mi investigación con tan poco pre-
juicio como fuera humanamente posible.
Sin embargo, es precisamente en este punto crítico, donde
muchos investigadores fallan. Ellos asumen una posición "anti"
en vez de una posición "neutral". Es sumamente fácil para un eru-
dito adventista, que se propone ser objetivo, adoptar, a veces
inconscientemente, una actitud anti adventista, considerada
como elegante en algunos círculos. Pero esto es una traición de
la misma objetividad tan necesaria para la empresa erudita a
causa de su potencial para engañar tanto al investigador como a
sus lectores.
Además, en sus intentos de llegar a un punto sumamente neu-
tral, los eruditos deben examinar sus motivaciones interiores. Es
fácil, por experiencias negativas anteriores, o por motivos indig-
nos de uno u otro tipo, trasladar un problema particular a un
enfoque unilateral. Por ejemplo, el último mal sermón sobre cier-
to tema, la ira o el resentimiento contra algún administrador o
colega, la inclinación a conformarse a las normas teológicas
generalmente aceptadas en el mundo protestante, el deseo de que
los líderes denominacionales lo consideren leal, el deseo urgente
de alcanzar notoriedad o de ser considerado vanguardista, o cual-
quier otro motivo de una veintena de factores egocéntricos.
Cualquiera de ellos puede ayudar a torcer el pensamiento o las
conclusiones eruditas. Es un asunto bastante difícil.
Trabajé sobre este tema, recordando constantemente las tram-
pas; trabajé infatigablemente semana tras semana. Además de
comparar la posición de la iglesia con la Escritura, leí toda la crí-
tica hecha a la posición adventista que pude encontrar, inclu-
yendo la primera parte de agosto de 1980, cuando terminé mi tra-
142 EL SANTUARIO

bajo. Mi investigación comenzó antes de la reciente intranquili-


dad y agitación suscitada dentro de la iglesia a causa de la doc-
trina del santuario y por lo tanto no fue precipitada por ella. Sin
embargo, ese debate sirvió para elevar la importancia de mi estu-
dio, dándome la seguridad de que la obra en la que había empe-
ñado muchas horas de vigilia, estaba lejos de ser puramente aca-
démica.
Cuando el debate irrumpió a la luz en algún momento del
otoño de 1979, casi a diario se me acercaba alguien que sabía que
mi área de estudio era ese tema, en busca de mi opinión sobre
uno u otro aspecto de la doctrina del santuario. Pero durante más
de seis meses sencillamente rehusé comentar a profundidad el
tema, mientras luchaba con los problemas en mi propia mente.
Mientras me sumergía más y más en el tema, me sentía fran-
camente nervioso, por el rumbo a donde mi investigación me
conduciría. Mi compromiso con la tarea de una investigación
desapasionada, libre de prejuicios, fortalecida por mis asesores de
tesis, me asustaba. ¿Qué si mis hallazgos y conclusiones se oponí-
an a las enseñanzas fundamentales de la Iglesia Adventista sobre
el tema? No que yo pensara que una conclusión tal invalidaría
necesariamente la posición de la iglesia; no tenía una arrogancia
semejante, ni remotamente. Mi preocupación era más bien por
mí mismo, por mi relación personal con la iglesia en el caso de
que llegara a la conclusión de que en una posición tan funda-
mental como la doctrina del santuario, ella estuviera equivocada.
Después de casi dos años de evaluación y análisis críticos,
estaba listo para escribir mis conclusiones. Critiqué, a veces de-
masiado fuerte, la posición que ciertos prominentes teólogos
adventistas (y a la iglesia como un todo) habían tomado en el
pasado, y llamé la atención a las contribuciones positivas a la
doctrina del santuario que habían hecho algunos críticos de la
iglesia, especialmente Albion Fox Ballenger. Sin embargo, esta
misma investigación desapasionada condujo a la conclusión de
que "ninguna evidencia a la cual el (mi) estudio tuvo acceso fue
considerada fatal para ninguna área fundamental de [la doctrina
del santuario] tal como la han desarrollado los adventistas del
TESTIMONIOS 143

séptimo día".2
El peso de esta conclusión no debe sobreestimarse. Quiere
decir que no he visto ninguna evidencia persuasiva que invalide
nuestras enseñanzas básicas con respecto a la significación de
1844, o al juicio previo al advenimiento, o a una expiación final
centrada en el santuario celestial con la cruz como su centro.
Creo que estas posiciones no son sólo teológicamente sólidas,
sino también filosóficamente emocionantes.
Menos de setenta y dos horas después de haber escrito las con-
clusiones de mi tesis, estaba sentado como delegado en la
Conferencia de Glacier View (Colorado) sobre el tema del san-
tuario. A pesar del propósito por el cual habíamos sido convoca-
dos, mi propia agenda consistía en observar para ver si las con-
clusiones que acababa de escribir necesitarían una revisión o
incluso ser ignoradas en la estela de los hallazgos de la conferen-
cia. Para mi gran alivio, especialmente porque mi tesis todavía
no había sido defendida, las deliberaciones dejaron intactas mis
conclusiones con respecto a la solidez de las posiciones básicas de
la iglesia respecto de la doctrina del santuario.
Además, salí adelante con mi fe en la integridad de la doctri-
na del santuario grandemente fortalecida. Día tras día durante la
conferencia fui testigo de lo que consideré discusiones libres y
francas sobre los importantes aspectos que rodean este tema, por
algunas de las mentes teológicas más agudas que tiene nuestra
denominación. El consenso final ha sido una profunda inspira-
ción para mí. Es una dimensión que mi estudio aislado en un
cubículo de la Universidad Andrews no podía haberme dado.
Este apéndice no tiene el propósito de presentar los argumen-
tos que me condujeron a las conclusiones que he descrito.3 No
puede detallar las consideraciones bíblicas, racionales y suprarra-
cionales, que me produjeron la profunda convicción, incluso en
los niveles más profundos de conciencia. Es más bien, un simple
testimonio de la forma en que un estudiante de la doctrina del
santuario ha dilucidado para sí mismo un asunto que preocupa
teológicamente hoy en día a la Iglesia Adventista.
144 EL SANTUARIO

Referencias

' Véase Elena G. de W h i t e , Counsels to Writers and Editors, pág. 35, Testimonies for the Church
(Mountain View, Calif.: Pacific Press Pub. Assn., 1948), págs. 707, 708.
2 Véase Adams, The Sanctuary Doctrine, pág. 283.
1 Aquellos que quieran seguir mi razonamiento pueden consultar mi tesis, a la que me refiero en
la nota 2.
ntelectualmente honesto... valiente... un colirio para abrir los oi: 5
que se necesitaba desde hace mucho tiempo.

Roy Adams no pretende derribar ninguna columna doctrinal e s t i


examinando un pilar. Sólo se propone agitar un poco la mente de los santos
Es seléctico en el mejor sentido, uniendo los pros y los contras, incluso -
tomar en cuenta a los críticos de nuestra doctrina del santuario, y usándole -
para glorificar a Dios. Considera lo que los otros han dicho, desde Uñar.
Smith hasta Ballenger y los que han seguido hasta hoy y decide aferrarse
a lo que es bueno.
-Charles Bradford, ex-presidente de la División Norteamericana,

Este material es importante y merece la más amplia atención entre


adventistas del séptimo día.
-William G.Johnsson, director, Revista Adventista.

En un estilo muy particular, el Dr. Adams se ha desviado, en muchas


instancias, de los antiguos argumentos en favor del santuario y los ha
reemplazado con una riqueza de conceptos teológicos frescos, apremian:r-
y persuasivos. En última instancia, el enfoque del Dr. Adams es
esencialmente, una reafirmación de la posición adventista acerca de!
santuario.
-George W. Brown, ex-presidente de la División Interamericana.

Su tratamiento intelectual honesto y valiente de la doctrina cardinal dr.


adventismo constituye una penetración positiva en un viejo dilema. >.
solución con respecto a la problemática tradicional de la interpretación de
Daniel 8:14 a través de Levítico 16 es un colirio para abrir los ojos qur
hacía falta desde hace mucho tiempo. Su tratamiento de Hebreos 6:19--
y del juicio investigador es en verdad satisfactorio.
-Hans K. LaRondelle, Profesor Emérito de Teología.

Roy Adams es director asociado de la Adventist Review.


ntelectualmente honesto... valiente... un colirio para abrir los ojos
que se necesitaba desde hace mucho tiempo.

Roy Adams no pretende derribar ninguna columna doctrinal está


examinando un pilar. Sólo se propone agitar un poco la mente de los santos.
Es seléctico en el mejor sentido, uniendo los pros y los contras, incluso sin
tomar en cuenta a los críticos de nuestra doctrina del santuario, y usándolos
para glorificar a Dios. Considera lo que los otros han dicho, desde Uriah
Smith hasta Ballenger y los que han seguido hasta hoy, y decide aferrarse
a lo que es bueno.
-Charles Bradford, ex-presidente de la División Norteamericana,

Este material es importante y merece la más amplia atención entre los


adventistas del séptimo día.
William G.Johnsson, director, Revista Adventista.

En un estilo muy particular, el Dr. Adams se ha desviado, en machas


instancias, de los antiguos argumentos en favor del santuario y los ha
reemplazado con una riqueza de conceptos teológicos frescos, apremiantes
y persuasivos. En última instancia, el enfoque del Dr. Adams es.
esencialmente, una reafirmación de la posición adventista acerca de!
santuario.
-George W. Brown, ex-presidente de la División Interamericana.

Su tratamiento intelectual honesto y valiente de la doctrina cardinal ce-


adventismo constituye una penetración positiva en un viejo dilema. Su
solución con respecto a la problemática tradicional de la interpretación de
Daniel 8:14 a través de Levítico 16 es un colirio para abrir los ojos que
hacía falta desde hace mucho tiempo. Su tratamiento de Hebreos 6:19--
y del juicio investigador es en verdad satisfactorio.
-Hans K. LaRondelle, Profesor Emérito de Teología.

Roy Adams es director asociado de la Adven tist Review.


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