Está en la página 1de 7

Unidad 6

• Solidaridad profesional
Solidaridad profesional.
Su concepto. Sentido institucional. Sentido moral. Consecuencias. Relaciones
profesionales. Amistad.
SOLIDARIDAD. Es un término derivado del Derecho Romano, en el que la
“obligación solidaria” (in solidum) indicaba una obligación con pluralidad de sujetos pero
con identidad del objeto. Así, varios deudores o acreedores podían tener derecho a una
misma prestación pero sobreentendiéndose que cada uno respondía por todos “in
solidum.”
Este sentido jurídico perdura aún en los códigos civiles modernos.
Claude Bernard extendió el vocablo en el siglo XIX para indicar una “afinidad
natural” fundada sobre leyes puramente físicas y biológicas; y más tarde Durkheim lo
usa para significar la “solidaridad social,” que es el fundamento de la escuela
sociológica francesa. (Ver C. Bouglé : “Le Solidarisme.” París 1924).
El Humanismo ha intentado hacer de la solidaridad la virtual fundamental de la
vida moral, aun substituyéndola a la justicia y a la caridad. (Ver L. Bourgeois: “La
Solidarité” París 1879).
Posteriormente el vocablo se generalizó hasta en Teología.
Entendemos por Solidaridad Profesional la comunidad de intereses entre quienes
ejercen una misma profesión, y secundariamente entre todos los profesionistas
universitarios. Creemos que esta solidaridad tiene una gran importancia para el porvenir
de las profesiones y de la sociedad.
En la sociedad moderna las agrupaciones profesionales ya se han convertido en
órganos esenciales, que cada día se hacen más necesarios, exigiendo mayor autoridad
y autonomía para el desarrollo del bien común. (Recordemos lo expuesto en los
capítulos III y IV de la Primera parte). Pero la Profesión, (prestación de servicios o
producción de bienes) en tanto puede desempeñar la función orgánica que le ha
asignado la civilización moderna, en cuanto los profesionistas tienen conciencia de que
deben ser una institución disciplinada y organizada por el vínculo del deber, y sienten la
responsabilidad de ese deber (in solidum), hasta el punto de convertirlo en virtud.
A) SENTIDO INSTITUCIONAL. No es difícil entrever en la actividad profesional todo
un estilo de claridad, de serena seguridad, de cortés desenvoltura, de energía
generosa, conciencia iluminada, voluntad eficiente y honesta libertad que debe
cualificar y caracterizar el grupo constituido en organismo indispensable del
bienestar colectivo.
Pero para que todas estas cualidades ejerzan su benéfica acción en el cuerpo
social se requiere la unidad corporativa, que debe ser fruto de la organización
profesional.
Desde el punto de vista institucional, la solidaridad requiere de todos los
miembros de una profesión esta unidad y organización, que es condición de eficiencia y
bienestar colectivo.
Esta solidaridad nace instintivamente entre las clases humildes; crece tanto más,
cuanto es menor el relieve personal y la competencia, y disminuye en la medida en que
crecen la competencia y el relieve. ¡Esta es su ley natural!
Para que esta solidaridad sea una realidad viva y operante en el cuerpo social,
es indispensable que entre los profesionistas haya unión, mutua ayuda, estatuto
jurídico, jerarquía de los bienes y servicios, responsabilidades y frutos. Para lo cual se
necesita que exista en forma permanente:
a) La suficiente personería civil que consagre los derechos de poseer, adquirir, y
actuar judicialmente ante los Tribunales en representación de los intereses
profesionales, ya sean comunes de la profesión, ya sean de cada uno de sus
miembros.
b) La posibilidad que tienen todos los sindicatos, de socorro mutuo, de retiro o
jubilación, de subvencionar cooperativas, de organizar servicios de compras en
común, de promover cursos profesionales de perfeccionamiento; siempre que
tales iniciativas no se vicien con el fin mercantilista de “realizar ganancias”.
c) La facilidad de cumplir con su misión social, que ya dijimos es orientadora,
educadora, organizadora y constructora del porvenir.
Reducir. Institucionalmente la solidaridad a las puras dimensiones de los
intereses económicos de la profesión, es vaciarla de su contenido social y ético, y
comprometerla con todos los peligros que nacen de la misma naturaleza humana. Por
esto es indispensable que recurramos al sentido moral de la solidaridad.
B) SENTIDO MORAL. La solidaridad comienza a ser genuina cuando está inspirada
por la ley moral de la caridad. La que procede exclusivamente del espíritu
corporativo, comienza a languidecer cuando reverdecen los motivos e intereses
personales.
Si desciende de la presencia de un perjuicio o peligro común, se extingue
apenas cesa el perjuicio o el peligro.
Si está ligada a factores emotivos, adquiere automáticamente el carácter variable
y efímero de esos factores.
La solidaridad debe cultivarse enérgicamente, como educación, especialmente
desde la noble eminencia de las cátedras universitarias, para que pueda luego
vitalizarse con la virtud de la caridad.
La misma caridad necesita de otras virtudes que la sostengan en su pureza
moral: necesita suficiente generosidad y desprendimiento del corazón, para ser libre;
humildad, para ser nítida y resistente; prudencia, para no ser torpe; sencillez, para ser
accesible... toda una institución moral, como sugiere el famoso capítulo XIII de la
Primera Epístola de San Pablo a los Corintios, y el capítulo XV del Libro Primero del
Kempis.
El profesionista que, al fin y al cabo, es el protagonista de la solidaridad como
virtud, sabe perfectamente que no se puede alimentar ni con la utilidad, ni con el
bienestar, y menos aún con el dominio o el terror.
Resulta demasiado claro que ningún instrumento político o jurídico puede
garantizar la solidaridad. La única garantía de que dispone el género humano es la
virtud de la caridad, porque es la única que puede convertir la unión corporativa de la
solidaridad en concordia perdurable de las almas.
CONSECUENCIAS. Surge aquí toda una problemática entrañable que, allende la
claridad de ideas, exige la abnegación del ideal; y que además de la ciencia, postula la
conciencia. Y es precisamente de un rector universitario la afirmación de que “el mundo
actual está lleno de principios y de verdades indiscutibles, que se nos malogran y
pudren por falta de amor.”
Sólo la solidaridad cultivada como virtud, puede asegurar:
a) La justicia. El crédito de la profesión y el interés personal exigen que el
profesionista se abstenga de dañar la reputación de los colegas con calumnias,
manifestando sus defectos o errores, o rebajando sus méritos, aunque sea
únicamente con dudas insidiosas.
b) La caridad. La solidaridad no se reduce a no perjudicar a los demás. Comprende
principalmente una actividad y un afecto propenso a evitar el mal y procurar el
bien.
Cuando la competencia entre profesionales no es nada más que una noble
emulación en el trabajo y en las virtudes, sin las impurezas del orgullo y la codicia,
(¡Qué ingenuidad!, pensará alguno) desaparecen la envidia y la discordia, el odio y la
injuria, que son frutos demasiado corrientes de la naturaleza humana.
c) La cortesía. Hay una cortesía impuesta por la ley natural, (el saludo, el respeto y
caballerosidad que impone la diferencia de sexo entre colegas).
La hay impuesta por las circunstancias de edad, experiencia o méritos
profesionales. (La deferencia de los jóvenes para con los ancianos, y la benevolencia
de los ancianos hacia los jóvenes).
Por último, hay una cortesía impuesta por los usos legítimos y tradiciones, que el
profesionista debe ser el primero en respetar.
RELACIONES PROFESIONALES. En cada nación y profesión existen
generalmente reglamentos o Códigos Profesionales que regulan estas relaciones.
A) Especialmente se condena cualquier dicho o hecho que desprestigie a un colega
para arrebatarle la clientela. En este caso se comprenden las visitas secretas por
motivos profesionales; la oferta directa o indirecta de servicios (coyotaje), hecha
con el mismo fin.
B) Como todo cliente tiene derecho, en rigor de justicia, a cambiar de profesionista
por justos motivos, normalmente se puede suceder a un colega en su ejercicio
profesional sin faltar a la solidaridad; siempre que el cliente renuncie formalmente
a los servicios del compañero, que se le satisfagan convenientemente los
honorarios, y de alguna manera decente se le participe la decisión aI colega.
C) Las substituciones son lícitas con causas razonables (ausencia, enfermedad,
etc.); y cumplidas las reglas deontológicas, constituyen una demostración de
solidaridad y compañerismo que ningún profesionista debe negar, en la medida
de lo posible.
Hecha la substitución mediante convenio, el substituto debe cumplir su cometido
en conciencia, sin perder de vista su carácter de substituto, y ateniéndose a los
párrafos antecedentes.
D) El “despacho,” “oficina” o “consultorio” es un terreno neutral, que no impide el
libre acceso a los clientes atendidos por otros colegas; pero la solidaridad
impone el más cumplido respeto a los derechos de los compañeros, al tenor de
lo ya expuesto en este capítulo.
No es una falta de solidaridad profesional establecer servicios gratuitos para los
pobres; siempre que se filtren cuidadosamente los falsos indigentes, excluida toda
publicidad charlatanesca y la depreciación de la profesión.
Y no creemos fuera de lugar advertir a los profesionistas, tanto individual como
corporativamente, que no se dejen explotar por ciertas “Sociedades Filantrópicas,”
renunciando a sus derechos o admitiendo honorarios exiguos en beneficio y provecho
de vividores, que hacen de su vanidad un deporte, y de sus ambiciones un apostolado o
un proselitismo.
AMISTAD PROFESIONAL. Siempre será poco cuanto se haga por conservarla o
promoverla, respetando siempre la reciprocidad, la vinculación y el compromiso que
puede existir entre colegas.
Es muy conocida la “Prueba Cuádruple,” ideada por Herbert J. Taylor para salvar
un negocio, y adoptada por Rotary Internacional como norma de relaciones humanas.
Es un examen de conciencia que, de puro sencillo, resulta simpático
1) “¿Es la verdad?”
2) “¿Es equitativo para todos los interesados?”
3) “¿Creará buena voluntad y mejores amistades?”
4) “¿Será beneficioso para todos los interesados?”
¡Ojalá que todas las actividades profesionales gozaran diariamente de este
“derecho de inventario”!
Pero la amistad genuina es algo bastante más profundo y entrañable. Elimina los
cálculos y las conveniencias, y se despoja totalmente de todos los convencionalismos
personalistas y utilitarios para librar el alma en toda su plenitud espiritual a las
necesidades de un semejante.
Para la verdadera amistad hay que poseer cierta heroicidad y magnanimidad de
espíritu; y esa es la única razón por la cual no existe nunca entre almas raquíticas y
convenencieras. ¡Cuándo mucho, sólo se llega a conocer la “camaradería,” que es el
sucedáneo efímero y epidérmico de la amistad!
La amistad se nutre gratuitamente de toda el alma, y el único cálculo que hay
que hacer es el de no reservarse nada de sí mismo.
Cuando Paul Claudel contestó las líneas de Gabriel Frizeau que le suplicaba
ayuda, escribió una carta memorable que no se puede leer sin emoción, y que sirvió de
ruta para muchas conciencias desorientadas. Pero si se analiza fríamente y se investiga
el elemento que le conquistó a Frizeau y tantos otros amigos eminentes, fácilmente se
descubre que lo único efectivo y decisivo fue la plenitud rebosante de su noble amistad.
Cuando la amistad se pone al servicio de la solidaridad corre algunos peligros
que es menester descartar, para salvar a la solidaridad y a la amistad.
La amistad tiende a la intimidad, más que a la comunidad; la solidaridad, en
cambio, tiende a la comunidad. Pero siempre será la amistad el más sólido fundamento
de la solidaridad, por que es herméticamente impermeable al expediente del relieve
personal, a la ligereza creada por la generosa compañía de los demás, al
desvanecimiento de los ideales; y es incapaz de sorprender la buena fe, o de explotar la
ignorancia, los sentimientos o resentimientos, afinidades o simpatías, al margen de la
verdad y la sinceridad.
Difícilmente encuentra el profesionista un estímulo más vigoroso en toda su vida
espiritual. La amistad es la colaboración más preciosa y saludable, sin que nos cueste
un solo centavo, y absolutamente incondicional en cuanto se refiere a actividad,
generosidad, desinterés y sacrificio.
No hay descanso como el que se planea con los verdaderos amigos, ni trabajo
que alcance mayores cuotas de intensidad.
No hay consejo ni regañada más sincera y bien intencionada.
No hay penas ni contradicciones que no encuentren consuelo y aprovechamiento
con la amistad.
Y es también la pérdida más irreparable; porque, para reponerla, sería necesario
comenzar a vivir de nuevo.
El amigo que vive es nuestra “Plusvalía.”
El amigo que muere es nuestra prematura desintegración. ¡Por algo se ha escrito
en el Libro Sagrado que “quien ha encontrado un amigo, ha encontrado un tesoro.”
Quien en su madurez llega a la muerte, lamentándose de no haber conocido la
nobleza de la amistad, es un eunuco que sella su vida con el baldón de la más
oprobiosa esterilidad.
RECAPITULANDO. Es de esperar y desear que se mejoren las estructuras
sociales; particularmente en su aspecto moral.
Desde el punto de vista natural, la única esperanza sólida podemos cifrarla,
remotamente, en la Familia; próximamente, en los futuros equipos de dirigentes.
En treinta años más, los alumnos que pueblan nuestras escuelas tendrán que
dirigir todas las actividades públicas, reservándose las máximas responsabilidades,
lógicamente, para los profesionistas universitarios, por ser los únicos capacitados para
funciones que solamente una competencia cualificada puede desempeñar.
Pero no se concibe el equipo sin solidaridad.
La rivalidad lo hace imposible o lo nulifica, convirtiendo a los profesionistas en
tránsfugas de su misión, o en elementos disolventes y negativos para la sociedad.
El interés y el mercantilismo transformarían el equipo en complicidad, capaz de
convertirse en industria, explotación o atropello; y originarían la pésima tentación de
considerarlo como trampolín para lograr mejores prebendas y satisfacer ambiciones
personales.
Sólo la virtud puede crear la solidaridad, y hacerla producir el fruto más regalado
de la virilidad: la amistad.

También podría gustarte