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Jesucristo fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el

diablo.
El desierto es un lugar inhóspito, sin comodidades, alimentos, ni agua.
En el desierto todo es arena, sol y muchos peligros.
Fue un momento de soledad mientras Jesús estuvo en el desierto
sometido a las altas temperaturas, animales peligrosos y posiblemente
con muy poco descanso.
Seguramente uno de los momentos difíciles en su vida
Dios lo llevo al desierto para prepararlo para todo lo que tendría que
enfrentar.
Esta preparación lo llevaría al cumplimiento de la obra que Dios le había
encomendado.
Su propósito y visión, le mantuvieron firme ante el caos que le rodeaba.
Su amor por ti le motivo a permanecer en el desierto por 40 días.
Pasados los 40 días satanás vino para tentarle, todo para que desistiera
de su propósito, su ánimo decayera y sucumbiera ante la presión del
enemigo.
Jesús demostró saber quién era, la tentación no le haría desistir de su
llamado. Él salió triunfante sobre ese desierto y el embate del enemigo.
Eres un Hijo de Dios, un vencedor ante cualquier circunstancia, Dios te
creó con un propósito y para mostrar Su Gloria a través de ti.
Por lo tanto el desierto por el cual pasas hoy, el enemigo intentará
hacerte perder ante las tentaciones.
Recuerda que las circunstancias son temporales, mantén tus ojos en
Jesús y no olvides que eres un hijo de Dios con un propósito y con una
meta: Pasar la eternidad con Él.
Anímate a dejarle el control de tu vida al Espíritu Santo, Él te guiará a la
meta, saldrás del desierto y de las tentaciones triunfante.
Sé fiel hasta la muerte, y Dios te daré la corona de la vida.

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