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IDENTIDAD SEXUAL

El sexo de una persona se determina al nacer. Es su condición biológica. Hombre


o mujer. Está asociado principalmente por atributos físicos como cromosomas,
hormonas y anatomía interna y externa. El género, además, se refiere a roles
construidos socialmente, comportamientos, actividades y atributos que una
sociedad considera apropiados para niños y hombres, o niñas y mujeres. Estos
roles influyen en la forma en que las personas interactúan y en cómo se sienten
consigo mismas. A pesar del sexo biológico es el mismo en todas las culturas, los
aspectos del género pueden diferir.
Si nuestra identidad de género y nuestra identidad sexual coinciden seríamos
clasificados como cisgéneros. En cambio, si nuestra identidad sexual y nuestra
identidad de género difieren, por ejemplo si nos sentimos hombre habiendo sido
asignados al nacer como mujer, se nos identificará como transgénero.
La presencia femenina suele ser proporcionalmente mayor en los puestos de
trabajo informales y precarios, al igual que en el trabajo no remunerado destinado
al mantenimiento y la reproducción de la vida en los hogares; es decir, el trabajo
estrictamente doméstico y otras actividades vinculadas al cuidado de las
personas. Estas actividades se hallan –aunque no en forma exclusiva–
indisolublemente ligadas a las dinámicas de los hogares y al aporte femenino al
bienestar y al funcionamiento de la economía global. La llamada «división sexual
del trabajo», es decir, la distribución social de obligaciones y responsabilidades
entre individuos de uno u otro sexo de las actividades de mercado y extramercado,
determina la participación de las mujeres en el trabajo remunerado así como en
otras actividades (políticas, culturales, sociales o de recreación).
Analizar la problemática de las mujeres en el mercado laboral y las desigualdades
de género requiere tomar en cuenta la división sexual del trabajo predominante. El
aporte humano al funcionamiento de las economías se compone del trabajo dentro
y fuera del mercado. El bienestar de la humanidad, objetivo último de la economía,
requiere tanto del trabajo doméstico y de cuidados como del que genera ingresos
en la órbita del mercado. La autonomía económica de las mujeres es una de las
bases para la igualdad de género y depende en buena medida de que los tiempos
de trabajo se repartan de manera equitativa entre todos y todas.
Los transexuales que realizan el proceso de cambio mientras están activos
laboralmente se suelen encontrar con el rechazo y la incomprensión de sus
compañeros de trabajo o de sus superiores, que los marginan y en algunos casos
les someten a tratos vejatorios. Esto implica que la persona transexual se vea
sometida a constantes situaciones conflictivas que pueden interferir en su
rendimiento laboral. Algunas empresas se ven obligadas a realizar cambios en los
servicios comunes, como vestuarios y aseos, para adecuarlos a las necesidades
de las personas con TIG. Las dificultades de integración laboral y la precariedad
económica de estas personas, les lleva a dirigir su actividad laboral hacia el
mundo del espectáculo y de la prostitución.
Freixas Farré, A. (2001). Entre el mandato y el deseo: la adquisición de la
identidad sexual y de género. La educación de las mujeres: nuevas perspectivas
(2001), p 23-31.
Hernandez, D. M. (2013). El impacto de la inclusión de la orientación sexual e
identidad de género en el ámbito laboral. Rev. Juridica U. Inter. PR, 48, 373.
Sieso, T. G. (2006). Repercusiones personales, familiares, sociales y laborales de
la transexualidad. Cuaderno de Medicina Psicosomática y Medicina de Enlace, 78,
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