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1.

Escuchar

Hay que escuchar y saber escuchar. Porque escuchar no es lo mismo que oír. Escuchar es
‘procesar’ lo que oímos, valorarlo y tenerlo en cuenta. Escuchando se encuentran soluciones, se
identifican incidencias, se analiza, se aporta. Es, en definitiva, fundamental.

2. Impulsa la comunicación

Una consecuencia de lo anterior, aunque no es lo mismo. Escuchar es una parte del proceso de la
comunicación. La otra es la emisión de información, y eso hay que fomentarlo. No nos podemos
guardar información, hay que compartirla para que cada uno sepa y pueda hacer bien su trabajo.
Por tanto, habrá que favorecer los canales de comunicación, fomentarlos, y por ejemplo tener
siempre teléfonos abiertos, correos a punto y sobre todo disponibilidad.

3. Tomar decisiones en grupo

Es muy difícil que un grupo (y más si es grande) tome una decisión por unanimidad. Si no es así,
hay que llegar al máximo consenso posible y eso requiere tiempo, diplomacia... Hay que intentar
que sea una decisión del grupo.

4. Establece un objetivo común

Para llegar a un destino común, todo el mundo tiene que remar en la misma dirección. Lo
importante es llegar al mismo destino. Por cierto, para establecer ese objetivo común hace falta
tomar una decisión en grupo, con los dos ingredientes mágicos: escuchar y comunicar.

5. Crea un sentido de pertenencia

Toma el ejemplo de una nación, Sus miembros sienten que forman parte de ella por una serie de
factores comunes. Vamos a trasladar eso a pequeña escala, a un grupo de trabajo. Y es que las
personas necesitamos sentirnos parte de algo y para crear un equipo fuerte es obligatorio
desarrollar de una identidad común. Hay que definir qué identifica a tus equipos, fijar valores y
hacer que cada miembro sea consciente de su impacto en el equipo.

6. Identifica los roles de cada uno

Volvamos al ejemplo del reloj. Cada pieza del reloj tiene que funcionar correctamente y eso pasa
por hacer bien su trabajo, su cometido, pero sabiendo cuál es su cometido. Un equipo en el que
sus miembros no saben lo que tienen que hacer, es un equipo abocado a los problemas.

7. Liderazgo efectivo

En todo equipo debe haber un líder, un jefe o responsable, llamémosle como queramos. Ese
responsable está para asumir o tomar decisiones (comunes, siempre) pero debe formar parte de la
maquinaria. El buen líder trabaja, no está para mirar y dar órdenes desde su atalaya. Tiene que
bajar al barro.
8. Olvida los sentimientos

Habrá ocasiones en que dentro de tu equipo habrá compañeros que no te agraden. No te


preocupes, es algo habitual, no podemos caernos todos bien entre todos. Debes ser capaz de
aparcar tus juicios y sentimientos a un lado para poder trabajar en equipo, hay cosas que nunca
podrás cambiar, pero sí puedes cambiar tu forma de relacionarte con esas personas. El objetivo es
encontrar el modo de llegar a acuerdos para lograr cumplir los objetivos comunes.

9. Olvida protagonismos

Esto está muy relacionado con el liderazgo porque el ego del responsable del grupo debe dejarse a
un lado porque eso crearía mal ambiente. En un equipo, todas las piezas son importantes porque
la ausencia de una implicaría que el resultado no sería el mismo, sería peor. El trabajo es de todas
las personas, aunque trabajen en distintas áreas y no dediquen el mismo tiempo en su cometido.
El objetivo es que los integrantes del equipo en lugar de decir ‘mi equipo’ digan ‘nuestro equipo’.

10. Plan de contingencia

Como todo, algo en este proceso podría salir mal y por eso tendríamos que tener preparado un
‘plan b’. Es frecuente que cuando surgen problemas inesperados, el equipo se resienta. Para ello
tenemos que tener preparado ese ‘plan b’ que permitirá que a pesar de los obstáculos que vayan
surgiendo, el equipo se mantendrá compacto, enfocado y motivado.

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