Está en la página 1de 2

Kαιρός.

El valle relucía con un superávit sus frutos resplandecientes,


el portal del horizonte abría sus puertas divergentes.
El señor acostado en la colina admira la bienvenida
etérea del abismo, sin cobijo, y representándome a mí mismo.
El señor yo soy, pero en la colina no estoy.

La luz del sol esclarece y adorna todo lo ostensible,


más sin en cambio oscurece y las sombras son más visibles.
El señor se percata del crecimiento y no hace nada ante el descubierto;
la abertura divergente del horizonte él admira indolente.
El señor yo soy, pero ningún parecido encuentro en su expresión.

Mientras con el suceso yo me fascino,


El señor acostado sólo queda dormido.
Ahora el valle lejano me invita a mí a deleitar lo que está por venir;
una constelación mística y luminosa que corona a La creación.
¿Aquel señor yo soy? Porque siento pavor de lo que va a transcurrir.

El sonido proveniente de aquella constelación


turbó mi ser con su pronunciación;
no era algo humano, pero se manifestaba honrado;
era algo maravilloso que se tornaba estrepitoso.
Si aquel señor yo soy, huir era mi única opción.

“¡Un sueño!” pensé en aquel momento increíble,


pero la sensación innegable de realidad lo hacía tangible.
“Estoy muerto y éste es el paraíso de mi espectro;
¡pero qué edén tan más admirable y tétrico es a la vez!”.
Esto era lo que pensaba mientras que a mí alrededor yo observaba.

Aquel manto estelar cubrió el cielo junto con su corona,


Él se presentaba ante mí con un nombre que temo ahora.
“Είμαι Καιρό ς”, era Él, principio y fin; y hablaba en el lenguaje de Dios;
aunque sus palabras eran espadas en reverberación,
su lengua no encontraba ni necesitaba organización.
Mil y un idiomas dominaba, y muy pocos yo equiparaba,
a esto vino una serie de palabras omnipresentes,
como si Aquel tuviera mil voces a la vez diferentes.
Ante la admiración y terror volteé, y me perturbó aún más lo que contemplé,
El señor traspasaba mi alma con su mirada trastornada.

Él, yo, comenzó a hablarme, pero era Aquel quien era el hablante;
en un solo idioma me comunicó lo que me estremeció:
“Verbum ex lege est. Ego sum Verbum, et Verbum sit Deus Tempestas”,
y a esto le siguió las palabras de mi sanción:
“Deus est Tempestas et Ego, autem punire”

Ahora mi miedo es el tiempo;


le temo a Tempestas que se materializa horrendo,
Καιρό ς no es la excepción a su hermano gemelo.
Él habita cada esquina, atalaya, colina, llanada, espacio,
dimensión, micro-espacio, conversación e incluso en la imaginación.

Él es el Dios del tiempo; Él es Tiempo,


Tempestas y Καιρό ς, al igual de que es la palabra,
y la palabra es la ley, ley que Él se encarga de apalabrar.
La incertidumbre que encontró lugar en mí en aquel sueño me preguntó:
“¿Quién era aquel señor que ahora soy yo?”

También podría gustarte