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Él, yo, comenzó a hablarme, pero era Aquel quien era el hablante;
en un solo idioma me comunicó lo que me estremeció:
“Verbum ex lege est. Ego sum Verbum, et Verbum sit Deus Tempestas”,
y a esto le siguió las palabras de mi sanción:
“Deus est Tempestas et Ego, autem punire”