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El ser humano es un animal de costumbres y de sociedad. Eso lo sabemos todos.

Somos
incapaces de sentirnos a gusto en el día a día si nos hace falta esa taza de café por la
mañana, ese “buenos días” de alguien especial, ese esperado desayuno y de la actividad
cerebral y física del día. Esas costumbres a veces evolucionan y se convierten en
tradiciones, en actos que se repiten en sociedad para ser aceptado. Son patrones heredados,
ya sea por nuestros padres o por la convivencia constante entre humanos de un mismo
grupo. Esas costumbres y tradiciones son lo que nos hacen ser a la vez tan iguales y tan
diferentes.
Estos hábitos son a veces dañinos para nosotros. Aquella persona que se hace la costumbre
de fumar un cigarro cuando está nervioso; aquella persona que se masturba cuando está
aburrido; aquel que consume drogas fuertes para poder socializar; aquel que consume
alcohol para sentirse normal… Ejemplos sobran. Y a veces, también, la falta de costumbres
nos puede dañar tanto como algunos malos hábitos. Aquel que apenas consume verduras;
aquella que apenas tiene higiene antes de comer; aquel que evita hacer ejercicio; aquel que
se desvela trabajando. Las costumbres tienen una finalidad dentro de la idiosincrasia
humana, la de formar actividades que fomenten un beneficio a su persona y a su sociedad.
Y es una sorpresa, aunque siendo sinceros no es tan sorprendente, que el estudio científico
o la consulta a artículos científicos no forme parte de las costumbres y tradiciones del ser
humano.
El humano tiene múltiples actitudes: social, religioso, político y científico. Somos proclives
a mejorar nuestra posición social y política, y algunos a mejorar sus actitudes religiosas;
pero muy pocos piensan mejorar su actitud científica. No es sorpresa, de nuevo, que menos
del 0.03% de la población de México tenga un grado de investigador en un área de las
ciencias exactas y naturales 1. Además, si tenemos en cuenta que más del 40% de la
matrícula de las universidades se concentra en áreas ajenas a las ciencias exactas y
naturales, podemos asegurar que la educación científica es prácticamente nula. No es una
prioridad en muchos países del llamado “tercer mundo”. Los políticos de Latinoamérica no
están dispuestos a ofrecer una fuerte inversión en ciencias, así como sus pueblos. El ciclo
sin fin, el ciclo de pobreza que estamos dispuestos a seguir viciando.
La falta de educación científica no sólo lleva a un retraso económico. Lleva también en
creencias erróneas, como en las pseudociencias, como en religiones extremistas, como en
promesas de campaña imposibles, como en la confianza ciega en los políticos. Conlleva a
una incapacidad como pueblo para tomar decisiones adecuadas para el desarrollo general de
la nación. Lleva a hacer demandas absurdas a personas embaucadas por las pseudociencias,
creyendo que esas pseudociencias en realidad funcionan. Lleva a despreciar a la ciencia.
En la actualidad, las pseudociencias están empezando a tener un carácter más agresivo y
mediático, mucho más presentes en las conversaciones cotidianas que la ciencia. Es mucho
más común oír a alguien hablar del terraplanismo y burlarse de la idea, afortunadamente,
que escuchar a esa misma persona hablar acerca de la física de la gravedad y la razón de la
1
How much does your country invest in R&D? (2018). Recuperado de
http://uis.unesco.org/apps/visualisations/research-and-development-spending/
forma esférica de la Tierra. Es mucho más obvio escuchar a una persona espantada,
afortunadamente (otra vez), de las personas que se niegan a vacunar a sus hijos, que
escuchar a esa misma persona hablar del mecanismo de las vacunas. Es mucho más fácil
encontrar videos de máquinas de movimiento perpetuo que videos acerca de porqué es
imposible esto. Es mucho más sencillo hablar de OVNIs que dar explicaciones lógicas
sobre avistamientos confusos en el cielo. Es mucho más divertido hablar del horóscopo y
de los signos zodiacales que hoyos negros. No todo es culpa de la población y de sus
gobernantes, también es culpa de la misma ciencia.
La idea de volverse sumamente técnica y seria ha promovido que los avances científicos
tengan un orden y una dirección particular, que evite las creencias como guía del desarrollo
de esta, pero también ha sacrificado su apertura a la gente con menor preparación científica.
Además, la postura del científico es a veces la de un serio y frío negador de costumbres y
tradiciones, y como mencioné al principio de este escrito, nos causa incomodidad. A veces,
un científico o una comunidad científica sacará a la luz un resultado desalentador, como la
demostración de que tal milagro religioso es en realidad una farsa hecha por un humano;
que no hay dietas que te hagan bajar de peso de forma drástica y además de forma sana; que
no hay forma de curar una enfermedad con imanes; que hemos causado un incremento a la
temperatura del planeta Tierra; que no hay superioridad entre “razas” humanas
(desalentador para los racistas), etc. A veces la comunidad científica publicará resultados
asombrosos, como la Teoría de la Relatividad, los fenómenos eléctricos y mecánicos del
grafeno, la manipulación de objetos a través de pinzas ópticas, la modificación de enzimas,
la manipulación de números cuánticos mediante simples fenómenos físicos clásicos. Pero
estos siempre tendrán, nos guste o no, menos impacto que los desalentadores.

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