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Magíster en Economía Agraria. Especialista en Teorías, Métodos y Técnicas de Investigación Social. Especialista
en Género y Políticas Públicas. Diplomada en Planificación del Desarrollo Regional
Presentación
Este ensayo pretende demostrar la vigencia de las regiones y la validez de desarrollar un
nuevo proceso de regionalización en el Caribe colombiano, cualitativamente diferente a
la experiencia precedente basada en foros de deliberación en el transcurso de casi 20
años.
Partimos por definir la globalización por ser esta el signo dominante del cambio de época
que cuestiona todos los paradigmas existentes y que considerada como contexto puede
ubicarnos en las tendencias que las dinámicas territoriales tendrán. Procedemos de la
misma manera con la categoría “región”, que usada abundantemente para remplazar
cualquier proporción de territorio, genera confusiones que impiden precisión en los
debates.
Después constatamos la extensión del conflicto armado interno a toda la región, con la
sola excepción del Caribe insular, que ha llevado a la consolidación del paramilitarismo y
su imposición como modelo que en los hechos reemplazó las propuestas de integración
regional. Intentamos explicar porque pasamos de ser la región con el ethos más pacífico
del país a una de las primeras zonas de rehabilitación y consolidación y al territorio donde
se inauguró la Red de Informantes.
Aproximarse a los enfoques sobre las regiones en el mundo globalizado requiere definir
que entendemos por globalización, labor compleja al ser esta una categoría que está
siendo usada indistintamente para expresar múltiples fenómenos. La caracterización que
asumimos en este ensayo es la de Gandarilla Salgado (2002) quien precisa que este
concepto abarca tanto un proceso histórico-objetivo, el contexto o escenario mundial, una
ideología, y una dimensión político normativa o prescriptiva . Según este autor podemos
considerar que:
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destruye... genera algunas formas nuevas de integración que coexisten con formas nuevas
de fragmentación.
La fase actual del proceso no es solo extensión de las fases anteriores de la expansión del
mundo occidental"
Tomando la globalización como contexto, los enfoques que perviven en América Latina
respecto al desarrollo regional son básicamente el enfoque neoclásico o neoliberal, el
enfoque de desarrollo regional endógeno y el enfoque de desarrollo regional participativo.
El enfoque neoliberal sostiene que es posible marchar hacia una mayor convergencia
entre regiones, en la medida que haya una mayor voluntad política y capacidad para
ceñirse a unas recetas simples: liberalización económica para restituir el libre juego de las
fuerzas del mercado; reforma del estado orientada por principios de subsidiaridad y
neutralidad y una amplia apertura externa que permita integrar mercados a escala
mundial.
La postura que esta por el desarrollo regional endógeno plantea reformas democráticas y
reconocimiento de más derechos para la gente, en una concepción que analiza las
posibilidades de impulsar un efectivo crecimiento de los territorios menos desarrollados
para atenuar las brechas de las desigualdades interregionales y avanzar hacia la
convergencia. Según esta concepción, las regiones deben hoy, “más que pasar por una
exclusiva movilización de recursos económicos, por una creciente dinamización de los
recursos socio - culturales presentes en la región, canalizándolos hacia la generación de
un contexto social favorable a los objetivos estratégicos de desarrollo regional”
(Fernández Tabales, 1997:19).
Manifiesta este autor que dicho contexto dependerá en gran medida de la identidad
cultural que impregne las relaciones sociales en el territorio, y hasta qué punto en las
mismas predominen valores como la cooperación, el acuerdo como fórmula de resolución
de conflictos sociales, el sentimiento de pertenencia colectiva a una comunidad, la cultura
empresarial regional, la apreciación de la calidad ambiental o el reconocimiento de la
legitimidad alcanzada por los gobernantes.
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La concepción de desarrollo regional participativo la sustenta a nivel Latinoamericano
Carlos de Mattos y propone la regionalización como fundamento y salida democrática,
que pueda dar racionalidad tanto al esfuerzo público como a los esfuerzos de la sociedad
civil en la persecución de su propio desarrollo, esto es, construyendo con autonomía un
proyecto de desarrollo a partir de las condiciones endógenas. Su principal exponente en
Colombia es Orlando Fals Borda, quien ha documentado la necesidad de un
ordenamiento territorial democrático para todo el país y ha propuesto la regionalización
como “la búsqueda de la autonomía administrativa y la adopción de formas de democracia
participativa en desarrollo del concepto autárquico de soberanía popular”, lo que parte del
“reconocimiento dinámico de la historicidad de los territorios” (Fals Borda, 2000).
Las características de este tipo de región, que se ha dado en llamar histórica o pivotal, por
sugerencia de Boisier, son distancia, fricción del espacio y contiguidad. Recientemente,
sin embargo, han aparecido otras posibilidades de conformar regiones dados los cambios
vertiginosos en las comunicaciones y el transporte que conlleva la globalización. Se
trataría de las llamadas regiones virtuales, propuestas también por Boisier, que no
necesariamente tendrían que ser contiguas, porque son acuerdos contractuales entre dos
o más regiones pivotales para alcanzar ciertos objetivos de corto y mediano plazo. Los
requisitos para que funcionen son la flexibilidad, la elasticidad y la colapsibilidad (Boisier,
93b:11).
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San Andrés, Providencia y Santa Catalina, que con sus amplios limites marinos y una
historia particular, constituye el Caribe Insular (Solano, 2001).
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En el Caribe continental colombiano, las luchas de sus dirigentes por lograr un mayor
manejo político y económico de la región se ha presentado en varios ciclos. El primero, al
que hemos denominado Ciclo Federal (Siglo XIX, de 1835 a 1886), va desde cuando
Juan José Nieto defiende las ventajas del federalismo para la Costa, pasando por “la
guerra de los Supremos”, en la que el General Francisco Carmona declara a 5
provincias del litoral como Estado Federal de la Costa en 1841, hasta cuando Nuñez
impone la visión centralista del poder en la Constitución de 1886 (Solano, 2001).
La realización del Primer Foro en Marzo de 1981, reflejó una cierta continuidad con lo
hecho por el SIPUR (1974- 1982), pero ese foro representó la inauguración de una nueva
etapa, sobretodo porque había una generación de relevo que estaba dispuesta a
perseverar por el proyecto regional, encabezada por los organizadores del evento. La
nueva generación de la élite se planteó justificadamente la necesidad de ponerse al frente
del cambio de reglas del juego en las relaciones de la Región con el centro, dejando claro
que querían dirigir el desarrollo de esta parte de Colombia, pero al mismo tiempo, mayor
integración con el resto del país.
En los foros realizados predominó un sentido del espectáculo y los temas no fueron
tratados con profundidad. El exceso de ponencias presentadas en todos ellos dan
cuenta de la inexistencia de un Proyecto Regional consensuado, la utilización de los
Foros como plataforma de lanzamiento de figuraciones políticas para posibles
nombramientos en la burocracia nacional, pero también la atomización de las fuerzas al
interior del proceso donde cada cual tenía su particular visión y no se propiciaban
acuerdos al respecto.
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dispuestos a impulsar un proyecto regional autónomo. Es un Regionalismo que da para
todas las interpretaciones y usos oportunistas. Las vacilaciones, la falta de firmeza, de
claridad en el contenido del proyecto regional, y el temor a la participación popular en el
proceso, son condiciones que han contribuido a que las posiciones centralistas hayan
triunfado, al aplazar indefinidamente el tema de la Región. Es un regionalismo sin
proyecto político y económico concertado. El Proceso de Regionalización no ha tenido
una estructura institucional, por fuera del control del Departamento Nacional de
Planeación (el director del CORPES C. A. era dependiente del DNP), que sirviera para el
impulso de la propuesta autonómica y que permitiera un liderazgo permanente no sujeto a
las negociaciones burocráticas con el poder central.
Sería materia de otro ensayo demostrar que sus problemas no son únicamente los que
produce el centralismo sino también los que produce a su interior el funcionamiento de
las estructuras reales de poder. Basta mencionar aquí la concentración en la tenencia de
la tierra; la desigualdad en la distribución del ingreso; el manejo clientelista del poder
político y la utilización de la violencia para acallar la protesta social.
La extensión del conflicto armado interno que se originó en la zona andina del país era
previsible, sobretodo por su larga e indefinida duración y por la complicidad de algunos
sectores de las elites tradicionales del Caribe continental colombiano con la conformación
y consolidación del paramilitarismo. Los terratenientes abrazaron con fervor esta causa,
porque mantener la estructura latifundista de tenencia de la tierra era coincidente con los
objetivos de contrareforma agraria promovida por los paramilitares y el narcotrafico en el
país, y no dudaron en hacer parte de las alianzas "no santas" que en la región, excepto en
el archipiélago de San Andrés, promueven la guerra contrainsurgente con grupos por
fuera del control del Estado.
La particularidad del Caribe continental consiste entonces en que ha sido tomado como
modelo para el desarrollo de la estrategia contrainsurgente paramilitar, después de sus
progresos en Córdoba y Urabá, buscando imponer un domino total en el territorio, para
lo cual se intensifica la disputa por zonas de importancia estratégica como la Sierra
Nevada de Santa Marta, las orillas del Río Magdalena, los Montes de María, la Ciénaga
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Grande de Santa Marta, y el Nudo del Paramillo con los frentes guerrilleros de las FARC
y ELN.
Estos hechos confirman de nuevo la reiterada característica del conflicto: los principales
ataques, manifestaciones y consecuencias de las acciones armadas son contra la
población civil, lo cual constituye violación del Derecho Internacional Humanitario por
parte de los diversos actores armados que actúan sin consideración de ningún tipo y en
donde hombres y mujeres desarmados son víctimas de su alevosía, reflejando la
degradación completa de esta fase de la guerra.
Causa extrañeza, pero es explicable por las condiciones reseñadas anteriormente, que
sea en la Región Caribe en donde surgió la Red de Informantes y que posteriormente el
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gobierno del presidente Alvaro Uribe haya resuelto declarar los Montes de María como
"zona de rehabilitación y consolidación" mediante medidas promulgadas en el decreto
2020 expedido en Septiembre de 2002, al amparo de la Conmoción Interior dispuesta en
el decreto 1837 del 11 de Agosto de 2002. Pasamos de ser la región con el ethos más
pacífico del país a una de las primeras zonas de rehabilitación y consolidación y al
territorio con mayor auge de soplones.
En este contexto el tema regional perdió vigencia, aún cuando ahora son los
departamentos del Sur de Colombia los que impulsan la regionalización y recientemente
el Tolima hizo una Asamblea Constituyente para avanzar en ello. La región Caribe
colombiana quedó rezagada en esta propuesta sobre la que tenía ventajas geográficas,
históricas y culturales. Ahora los retrocesos en materia social campean tanto en el parte
continental como en la insular, porque San Andrés, si bien no vive la situación de violencia
que genera el conflicto armado interno, tiene graves problemas ambientales y de
gobernabilidad, que son estructurales sin contar con el reclamo de Nicaragua sobre su
soberanía.
6. Conclusiones
Este último tiene amplia acogida en los movimientos sociales del continente al promover
un ordenamiento territorial democrático, pendiente aún hoy en día en nuestros países. Se
trata de la participación de la población en la construcción de su propia realización
mediante un proyecto de desarrollo que aproveche las condiciones endógenas. En
Colombia, Orlando Fals Borda es quien más ha insistido en la regionalización como
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búsqueda de autonomía, democracia participativa y soberanía popular, a partir de la
historicidad de los territorios.
Sin cerrar el debate pero aceptando la vigencia de las regiones en la globalización, surge
la confusión generalizada sobre el concepto porque igual que la globalización es
polisémico. Acogemos la definición que las define como realidades construidas
socialmente, para lo cual se requiere un proyecto político colectivo. En ese sentido, y a
pesar del fracaso del regionalismo elitista en el Caribe colombiano, esta parte de
Colombia es una región “históricamente formada, colectivamente vivida por sus
pobladores”, a veces pensada por sus intelectuales, pero nunca suficientemente por sus
dirigentes, quienes impulsaron un proceso de regionalización en el Caribe colombiano sin
involucrar al conjunto de la población y sin un proyecto político consensuado.
Las presiones de los dirigentes costeños a la Nación por lograr un mayor manejo político
y económico de la región se ha presentado en varios ciclos, en los cuales ha primado un
cierto énfasis: el Federal, el Económico, la Planificación Técnica, la Política. Este último
empezó en 1981 con el primer Foro y finalizó en 1998 con el séptimo y último, lo que
nos permite afirmar que en casi 20 años de regionalización elitista al frente de la cual ha
estado un regionalismo diletante, se desperdiciaron oportunidades especiales para lograr
la cacareada pero al final no deseada autonomía, al preferir transar con el centralismo
cuotas burocráticas y beneficios particulares antes que ser consecuentes con los
intereses colectivos de la región.
En es por ello que podemos concluir que en el Caribe colombiano se ha dado un proceso
de regionalización que básicamente ha permitido el fortalecimiento de la identidad, la
búsqueda de mayor integración entre los departamentos y la presión por mayor
participación en la toma de decisiones sobre su desarrollo, pero no se ha avanzando en la
construcción de un proyecto político regional que defina que tipo de sociedad se quiere y
se propone construir. Tal proyecto no ha existido en ninguno de los ciclos de la
regionalización ni existe actualmente.
Como los problemas mencionados son estructurales, se debe aprovechar que el tema del
ordenamiento territorial será central en cualquier negociación de paz seria que se logre en
los próximos años para retomar el proceso de regionalización, pero esta vez con
participación de la población organizada en movimientos sociales y con un proyecto
político regional democrático, que se debe empezar a diseñar desde ya. Contribuir con
esa posibilidad debería ser un propósito del Instituto de Estudios Caribeños de la
Universidad Nacional si de verdad busca que el Caribe colombiano sea parte
fundamental de la Nación.
BIBLIOGRAFÍA
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