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1. INTRODUCCION.
Puesto que son los mercados libres los que permiten la acción de este mecanismo,
siempre se ha hecho hincapié en la necesidad de permitir, facilitar y preservar su libre
funcionamiento, buscándose eliminar todo factor que pudiera entorpecer o deformar los
intercambios mercantiles.
Dado que la Economía del Bienestar tiene que ver con beneficios individuales
trastocándose en beneficios colectivos maximizados, ella constituye un resbaladizo
terreno en el cual elementos positivos y normativos se deslizan de un lado para otro
tendiendo a entremezclarse. Por esta razón, mientras algunos la entienden como un
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asunto estrictamente positivo, en el que los juicios de valor deben ser cuidadosamente
expurgados, otros la ven más bien como un ejercicio específicamente normativo que se
relaciona con una determinada noción de lo que puede ser considerado deseable para
una colectividad. Inclusive están quienes afirman en que la Economía del Bienestar
constituye una suerte de híbrido de economía positiva y economía normativa.
La noción de bienestar referida a la utilidad que los agentes obtienen del consumo está
basada en la idea de que los individuos -con sus preferencias exógenamente
constituídas- incorporan a sus funciones de utilidad o preferencia todo aquello que hace
máxima su satisfacción y actúan en consecuencia.
Las visiones iniciales acerca del bienestar postulaban la posibilidad de medir y comparar
la utilidad obtenida por los individuos a fin de establecer las condiciones del bienestar
material de la sociedad. Entendido el bienestar social como la sumatoria de utilidades
individuales, cardinales, cognoscibles y comparables, se sostenía que si todos los
individuos tienen similares capacidades de disfrutar de los bienes, y se acepta que la
utilidad que cualquier bien brinda se reduce a medida que su consumo se incrementa,
transferir bienes de quienes han saciado sus necesidades primordiales -o están
próximos a ello-, hacia quienes están aún lejos de hacerlo, habría de conducir a un
aumento de la utilidad para el conjunto de la sociedad:
"Cualquier factor que incremente en términos absolutos la porción del ingreso real
que corresponde a los pobres, siempre y cuando ello no provoque una reducción
del ingreso nacional, ha de conducir, en general, a una mejora del bienestar
económico". (Pigou, citado por David, 1992: 37).
hace posible la constitución de una función de bienestar social que depende de los
niveles de satisfacción alcanzados por cada individuo.
1 Esto es que la tasa por la cual un bien X es sustituido por un bien Y en la producción es igual a la tasa por la cual el bien X es
sustituido por el bien Y en el consumo.
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Las externalidades son situaciones en las cuales las acciones de un agente económico
afectan positiva o negativamente la utilidad o el beneficio de otro(s) agente(s)
económico(s) fuera de la relación de mercado:
"Las externalidades se presentan cuando la función de utilidad de un consumidor
es afectada por el consumo de otra persona, o la función de producción de una
empresa es afectada por la producción de otra o, y esto es más importante, la
utilidad de un individuo es afectada por un proceso de producción con el cual este
individuo no tiene relación directa." (Hunt, 1983: 244).
Empero, dentro las propias corrientes neoclásicas han surgido voces críticas de
cuestionamiento a la verdadera capacidad estatal de corregir las fallas del mercado. El
cuestionamiento de la concepción de las "fallas del mercado" y la necesidad de su
corrección estatal, ha venido siendo atacada por economistas como Ronald Coase,
James Buchanan, Harold Demsetz 3 y algunos otros que han trabajado en la dirección de
explicar las externalidades no como fallas del mercado en sí, sino más bién como
resultado de limitaciones impuestas por el Estado a los flujos de intercambio, y como una
2 La existencia de externalidades significa que los costos sociales de hacer o producir algo son
mayores que los correspondientes costos privados -a consecuencia de lo cual se produce algo en
exceso en relación al "óptimo" (externalidades negativas)- o que los beneficios sociales son
mayores que los privados (externalidades positivas), haciendo que el generador de la externalidad
no considere en la toma de sus decisiones los beneficios que con su actividad brinda a otros
agentes económicos (véase Bator, 1958).
3 Véase Coase, 1960; Buchanan, 1973; Demsetz, 1964, Alchian y Demsetz, 1972.
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4 La Teoría de la Opción Pública ofrece una teoría de las "fallas del gobierno" que, aseveran sus
teóricos, sería comparable a la teoría de las "fallas del mercado" (Véase Buchanan, 1984).
El estudio de las externalidades que la economía neoclásica realiza está basado en dos
ideas fundamentales: primero, las externalidades son particularidades del
funcionamiento de las economías de mercado, más bien una excepción que la norma;
segundo, las externalidades son resultados involuntarios y accidentales de alguna
actividad que al realizarse no pretendía crearlas. Excepcionalidad y no intencionalidad de
las externalidades es lo que ha permitido mantener el razonamiento económico en un tan
irreal como carente de fricciones mundo de individuos maximizadores, que se relacionan
con objetos a través de impersonales e indisputados actos de intercambio en el mercado.
El concebir a las externalidades como situaciones poco comunes que pueden afectar a
las relaciones económicas cuando se presentan, pero que no están lo suficientemente
generalizadas como para poner en riesgo el adecuado funcionamiento de los mercados,
hace posible que la economía neoclásica pueda estudiarlas y plantear soluciones a los
problemas que crean sin alterar las bases de su construcción teórica, ya que si se
reconociera que las externalidades aparecen por todo lado y reiteradamente, éstas
deberían pasar a ser consideradas como un rasgo característico de las interrelaciones
económicas y no tan sólo como una de las llamadas fallas del mercado, que si bien
afecta su funcionamiento no lo caracteriza.
Con estos elementos resulta de interés reflexionar nuevamente sobre las soluciones que
las concepciones neoclásicas proponen a los problemas planteados por las
externalidades.
con quien produjo el bien que consume y con el tipo de organización económica que lo produjo y
distribuyó.
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Las soluciones centralizadas, las del Estado, son en general aplicables cuando las
externalidades no son generalizadas. Prohibiciones, regulaciones, tributos, subsidios
pueden ser una posibilidad de enfrentar las externalidades cuando no están
diseminadas; pero si las externalidades son generalizadas sólo podrían ser atacadas con
una "infinidad" de impuestos, subsidios, regulaciones, etc., obviamente imposibles de ser
no sólo definidos, sino también manejados por la instancia estatal. Lo peor de todo es
que la misma creación de regulaciones, impuestos y subsidios para resolver específicas
externalidades, al favorecer a algunos miembros de la sociedad, podría llevar a otras
personas a buscar ventajas similares incentivando a su vez la creación de nuevas
externalidades, proceso que podría continuar indefinidamente alejando a la sociedad de
su óptimo paretiano.
7 Dentro la económica neoclásica existen desarrollos teóricos en torno a las denominadas "fallas
del Estado". Entre ellos destacan la Teoría de la Opción Pública y las teorías de "rent-seeking".
Véase al respecto: Buchanan y Tollison, 1984; Krueger, 1974.
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Por eso no debe extrañar que nos encontremos con que el tema de cómo el Estado
resuelve las externalidades (neoclásicos convencionales) o cómo se establecen los
derechos de propiedad para su libre transacción en los mercados (neoclásicos
mercadistas) es a fin de cuentas, aunque no se lo trate así, un asunto de poder. Para
llegar a esta conclusión basta, aún dentro la propia lógica neoclásica, levantar el endeble
supuesto de que tanto los derechos de propiedad como el Estado son datos dados
tomados como variables exógenas en el modelo. Al endogenizar al Estado cobra vital
importancia la "voluntad de hacer" convertida en "capacidad de hacer" de individuos y
grupos; esto es las prácticas políticas de poder en el Estado. Al endogenizar la
determinación de los derechos de propiedad se hace fundamental establecer quienes y
cómo han accedido a ellos, ya que toda definición de derechos de propiedad implica que
alguien los adquiere mientras alguien los pierde, siendo que puesto que los derechos de
propiedad no emergen de por sí, alguna forma de poder ha sido ejercida en su definición.
Por eso los procesos históricos de creación de derechos de propiedad -que son
observables en todas las sociedades- siempre han estado constituyendo y reformulando
relaciones de poder y casi siempre han estado basados en la violencia8.
Además, como no se cuenta con criterios apriori acerca de cual estructura de derechos
de propiedad es "mejor", más eficiente y socialmente deseable, los derechos de
propiedad son, al fin de cuentas, resultado de un proceso histórico que manifiesta la
capacidad de imposición de ciertos intereses, sin que se tenga referente alguno sobre
cuan preferibles son unos con respecto a otros derechos de propiedad.
Por último ¿será posible que aún haciendo abstracción de todo lo anterior los
intercambios en mercados de derechos de propiedad resuelvan los problemas de las
externalidades?
Esta pregunta nos conduce de nuevo, aunque por otra vía, al asunto del poder. Para
que los intercambios en mercados de derechos de propiedad resuelvan los problemas de
las externalidades sería necesario que los intercambios mercantiles ocurran nada más
que a partir de la voluntad transaccional de las partes, lo cual implica que los
intercambios se realicen no sólo sin costos de transacción, sino también sin problemas ni
conflictos de interés.
Pero además, en mercados con rasgos tan complejos como serían los mercados de
derechos de propiedad sobre los factores que dan lugar a externalidades, es esperable
que las transacciones no se completen fácilmente ya que existen aspectos difíciles de
establecer en el acuerdo de intercambio: ¿cómo especificar claramente en un contrato lo
que se está intercambiando?, ¿cómo garantizar que las partes cumplan plenamente lo
acordado?, ¿cómo monitorear este cumplimiento?. Cuando se presentan situaciones
como estas, las partes en transacción suelen dotarse de mecanismos que les permitan
asegurarse el cumplimiento de los acuerdos; para ello la única posibilidad abierta es el
ejercicio de cierta forma de poder que garantice que el intercambio se efectivice tal como
se había acordado.
Cuando nos encontramos con transacciones como estas, que tienen algún problema en
hacerse plenamente efectivas, nos hallamos ante lo que se llaman intercambios
disputados, cuya característica fundamental es que para realizarse requieren del ejercicio
de alguna forma de poder10. En general se sabe que en estos intercambios el poder lo
9 Véase, por ejemplo, Hannel and Albert, 1990; Williamson, 1989; Schmid, 1987.
10 Vease Bowles and Gintis, 1989.
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5. PALABRAS FINALES
El análisis y las recomendaciones neoclásicas sobre las externalidades -en dos de sus
variedades esbozadas en este trabajo- están desarrollados con base en una manera de
concebir la Economía que orienta su estudio en torno a los fundamentos, posibilidades y
limitaciones del mecanismo que Adam Smith bautizó como la mano invisible hace
doscientos años. El tratamiento de la vida económica resultante se enmarca en un
apacible y ordenado mundo de intercambios mercantiles que, al hacer posible que la
búsqueda interesada del provecho individual lleve inintencionadamente al beneficio
colectivo, garantiza resultados óptimos en la producción, la distribución y el bienestar
social.
La única manera de trabajar lógicamente con este mecanismo exige una comprensión de
las relaciones económicas como relaciones sino entre cosas, nada más que entre
personas y cosas. Por ello los intercambios de mercado son concebidos tan sólo como
indisputadas interacciones impersonales restringidas a lo estrictamente necesario para
que el intercambio tenga lugar, y cuya duración es tan larga como la propia transacción.
relaciones de interdependencia entre personas que se afectan entre sí toda vez que
participan en los procesos de producción, distribución, apropiación, intercambio y
utilización de riqueza. Esta interdependencia depende de quién, cómo y por qué puede
obtener algo, y determina las oportunidades que cada quien dispone. Por eso el
carácter de la interdependencia entre las personas está directamente relacionado con
los mecanismos que definen el acceso a los derechos de propiedad y su utilización, es
decir con el poder.
En este marco, las interacciones humanas están definidas por quién y cómo accede a los
derechos de propiedad y la manera en que los utiliza; por ello la determinación y el uso
que se hace de esos derechos es un asunto de poder. Entendido así el poder es
esencialmente relacional, y se refiere a la habilidad o capacidad que alguien tiene -una
persona o un grupo- de afectar de determinada manera las decisiones o el bienestar de
otros (vease Bartlet, 1989). De hecho se podría decir que toda asignación de derechos
de propiedad brinda a alguien la posibilidad de llevar adelante lo que le interesa o le
conviene -es decir es un acto de poder- así como el uso de los derechos de propiedad
permite a alguien obtener lo que quiere, lo cual en contextos de escasez como los de la
economía suele implicar la exclusión de otros. Por ello entendemos que las relaciones
económicas son antes que nada interacciones humanas con un fuerte componente de
intereses en conflicto, y por ello interacciones de poder.
Tal es el caso de las externalidades y de las condiciones que permiten a las personas
tener la posibilidad de crearlas, verse afectadas, eludirlas o disfrutarlas. Las
externalidades constituyen pues relaciones de poder que traducen los derechos que
cada quien detenta y que le permiten afectar o verse libre de los efectos de las acciones
de otros; quien ostenta más derechos habrá de tener más oportunidades de afectar o de
no ser afectado, son estos derechos los que expresan el poder que se tiene y dibujan el
conjunto de oportunidad de cada quien. Por eso, también son relaciones de poder las
que definen las decisiones estatales con respecto al sentido y orientación de los efectos
externos y los mecanismos de su solución, y son relaciones de poder las que determinan
los derechos de propiedad sobre los cuales las partes involucradas con una externalidad
podrían negociar para internalizarla. Consiguientemente, mientras menos concentrado
esté el poder más homogénea será la distribución de derechos, posibilidades y
capacidades, y más balanceados socialmente los costos y beneficios de los
denominados efectos externos.
En este punto, la disciplina llamada Economía ya no puede ocuparse nada más que de la
asignación sabia de recursos escasos a distintos fines alternativos, ni solamente del
estudio de cómo los sistemas de precios asignan los recursos en estables, predecibles y
equitativos intercambios de mercado. En el corazón de las relaciones económicas nos
encontramos con personas socialmente constituidas estableciendo relaciones que, en
buena medida, son relaciones de poder que confieren ventaja aún cuando la economía
funcione bajo condiciones de equilibrio competitivo.
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