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CONTENIDO

Introducción
Desarrollo
Actividad física y calidad de vida
Conclusión
Bibliografía
anexos
INTRODUCCIÓN

La calidad de vida y la actividad física son conceptos multidimensionales.


Pero a pesar de esta complejidad existen instrumentos que han permitido
operacionalizar, con sus limitaciones, estos conceptos y así poder poner a prueba
su interacción. Existe sólida evidencia transversal acerca de la asociación positiva
entre calidad de vida y actividad física en población general. La evidencia
longitudinal es más escasa y metodológicamente heterogénea
ACTIVIDAD FÍSICA Y CALIDAD DE VIDA
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
ANEXOS
Resumen
En entornos urbanos nunca se realizó tan poca actividad física como ahora,
además
cada vez más personas viven en ciudades. A partir de esto nos preguntamos si
recuperar parte de la actividad física perdida en esta transición secular mejorará
nuestra calidad de vida.
La calidad de vida y la actividad física son conceptos multidimensionales. Pero a
pesar de esta complejidad existen instrumentos que han permitido operacionalizar,
con sus limitaciones, estos conceptos y así poder poner a prueba su interacción.
Existe sólida evidencia transversal acerca de la asociación positiva entre calidad
de
vida y actividad física en población general. La evidencia longitudinal es más
escasa
y metodológicamente heterogénea. Los resultados de los pocos estudios que
utilizaron diseños longitudinales aleatorios permiten sugerir que parte de esa
asociación se debe al efecto positivo de la actividad física, especialmente en forma
de ejercicio, sobre algunas dimensiones de la calidad de vida. Sin embargo en
general estos estudios se llevaron a cabo con sujetos sedentarios con algún factor
de riesgo.
La información disponible nos permite sugerir que la reincorporación de actividad
física a nuestra vida cotidiana promueve la mejora de la calidad de vida.
Introducción
El nivel de actividad física en zonas urbanas ha ido disminuyendo con el tiempo,
especialmente en los últimos dos siglos. Estudios longitudinales que muestren
esta
disminución no están disponibles porque difícilmente se encuentren datos
comparables de aquel entonces. Sin embargo estudios transversales y
longitudinales en comunidades con estilo de vida tradicional/activo (estilo de vida
que ha tenido la humanidad durante casi toda su existencia) llevados a cabo
durante los siglos veinte y veintiuno muestran que los niveles de actividad física y
aptitud física en estas comunidades son superiores a los encontrados en entornos
urbanos (Rode & Shephard, 1994, Bassett Jr, Schneider & Huntington, 2004;
Schulz, et al., 2006), y también muestran que la urbanización ocurre
paralelamente
con una disminución de la actividad y aptitud física de los sujetos (O’dea, 1984;
Bennett, 1999; Rode & Shephard, 1994).
En el contexto local, en Argentina, se observó un aumento de la prevalencia de
baja
actividad física desde un 46 % a un 55 % en el período 2005-2009 en ciudades de
más de 5.000 habitantes (Ministerio de Salud de la Nación, 2006).
La evidencia disponible muestra entonces que, en entornos urbanos, nunca
realizamos tan poca actividad física como ahora. Teniendo en cuenta que a partir
del 2007 por primera vez en la historia de la humanidad más de la mitad de los
humanos vivimos en ciudades (Organización Panamericana de la Salud [OPS],
2010), la adopción de un estilo de vida de baja actividad física se está volviendo
omnipresente.
En este artículo revisaremos si reincorporar la actividad física a nuestra vida
cotidiana puede mejorar nuestra calidad de vida.
Calidad de vida y actividad física: algunas definiciones
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la calidad de vida como
“la percepción del individuo sobre su posición en la vida dentro del contexto
cultural
y el sistema de valores en el que vive y con respecto a sus metas, expectativas,
normas y preocupaciones. Es un concepto extenso y complejo que engloba la
salud
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física, el estado psicológico, el nivel de independencia, las relaciones sociales, las
creencias personales y la relación con las características sobresalientes del
entorno.” (OMS, 1998).
Como se ve, la calidad de vida es un concepto multidimensional con un alto
componente subjetivo, lo cual hace dificultosa su operacionalización y su
medición.
Sin embargo se ha podido consensuar cuáles son esas dimensiones y a partir de
ahí
construir instrumentos capaces de abordar este complejo concepto. Los dominios
que la OMS propone relevar para valorar la calidad de vida son: a) el
correspondiente a la salud física; b) el psicológico; c) el nivel de independencia; d)
las relaciones sociales; e) el entorno; y f) la espiritualidad y creencias personales
(OMS, 1997) (para una discusión más completa del concepto de calidad de vida y
sus instrumentos de medición ver en este mismo número el artículo del Dr.
Bernardo Kerman).
A su vez la actividad física también tiene sus dimensiones (ver Farinola, 2010).
Una
de esas dimensiones es el tipo de actividad física, siendo una de las tipologías
más
utilizadas la que considera a la actividad física como ejercicio estructurado y como
actividad física no ejercicio, dependiendo de si la actividad física se hace con el
propósito de ejercitarse y mejorar la aptitud física o no, respectivamente.
Otra propiedad utilizada en los estudios de actividad física y calidad de vida es la
aptitud física. La aptitud física es un conjunto de atributos que la gente tiene o
alcanza, en cambio la actividad física es una conducta (Caspersen, Powell &
Christenson, 1985). La relación entre actividad física y aptitud física suele ser
proporcional, es decir a mayor realización de actividades físicas (especialmente en
forma de ejercicio) mayores niveles de aptitud se obtienen, de aquí se sigue que
muchos investigadores se hayan inclinado por utilizar como variable independiente
a la aptitud física, que es más fácil de cuantificar, en lugar de la actividad física
que
es más difícil de cuantificar objetivamente. La dimensión de la aptitud física más
utilizada en estudios de salud y calidad de vida es la aptitud cardiorrespiratoria.
Relación entre actividad física y calidad de vida
La relación entre actividad física y calidad de vida se investigó mayoritariamente
en
poblaciones clínicas, por ejemplo poblaciones con enfermedad cardiovascular, con
cáncer, o posquirúrgicas. En estas poblaciones se ha encontrado que en general
la
actividad física y la aptitud física se asocian positivamente con diversas
dimensiones de la calidad de vida (Ramírez-Vélez, 2010; Mitchell & Barlow, 2011).
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Por ejemplo los beneficios potenciales para la calidad de vida que se asocian con
el
ejercicio físico en sujetos con cáncer incluyen una disminución de la
sintomatología,
un aumento de la capacidad funcional, y un mejoramiento del bienestar físico y
psicológico (Hacker, 2009).
Por otro lado, demostrar también en individuos de población general
aparentemente sanos una asociación positiva entre la actividad física y la calidad
de
vida podría proporcionar motivación suficiente como para volverse más activos, y
no sólo ya por el clásico efecto de disminuir el riesgo por enfermedades crónicas
(Ramírez-Velez, 2010).
Bize, Johnson y Plotnikoff (2007) realizaron una revisión sistemática de la
literatura
acerca de la relación entre actividad física y calidad de vida relacionada a la salud
en población general adulta. De acuerdo a sus criterios de inclusión terminaron
trabajando con 14 estudios: siete transversales; dos de cohorte; cuatro estudios
controlados aleatorios (RCT, por sus siglas en inglés); y uno mixto transversal y
longitudinal. Como era de esperar los autores encontraron una gran
heterogeneidad
en cuanto a las variables e instrumentos utilizados para valorar la actividad física y
la calidad de vida.
Los estudios transversales mostraron consistentemente asociaciones positivas
entre
la actividad física y la calidad de vida relacionada a la salud, especialmente en lo
que respecta a la funcionalidad física, la vitalidad, y la salud general. O sea, los
sujetos que más actividad física realizan o más aptitud física tienen son también
los
sujetos que reportan mejor/mayor calidad de vida relacionada a la salud.
Estos estudios transversales de asociación no permiten identificar si la actividad
física mejora la calidad de vida o aquellos sujetos que tienen mejor calidad vida
realizan más actividad física, ya que en ambos casos las asociaciones serían
elevadas. Para resolver esto es necesario realizar estudios aleatorios
longitudinales.
En esta revisión los estudios longitudinales no fueron tan concluyentes como los
transversales, lo cual le impidió a los autores sacar conclusiones sólidas al
respecto.
Los estudios longitudinales encontrados fueron pocos y, debido en parte a las
diferencias metodológicas entre ellos, los resultados no fueron consistentes entre

(Bize, Johnson y Plotnikoff, 2007). Esta inconsistencia también pudo deberse a
que
se trató de población general adulta, es decir sujetos que en general no
presentaron manifestaciones clínicas importantes. Por lo tanto es de esperar que
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los efectos de la actividad física sobre su calidad de vida no sean tan importantes
como en aquellos sujetos que se encuentren en una situación más desfavorable.
En línea con este supuesto (que la actividad física tiene un mayor impacto en la
calidad de vida de sujetos con menor salud que en sujetos aparentemente sanos)
Martin et al. (2009) encontraron en una prueba controlada aleatoria de seis meses
de duración, que existió una relación de dosis respuesta positiva y significativa
entre la actividad física en forma de ejercicio y los dominios mental y físico de la
calidad de vida en mujeres posmenopáusicas sedentarias con sobrepeso u
obesidad
(n=430). Si bien los sujetos de este estudio no contaban con una comorbilidad
elevada, es de destacar que eran sujetos sedentarios y al menos con sobrepeso,
con lo cual se puede suponer que los efectos del ejercicio sean notorios,
sobretodo
en los primeros estadíos de la intervención. No obstante este es uno de los pocos
trabajos longitudinales aleatorios en población con baja comorbilidad que
demuestra los efectos beneficiosos del ejercicio físico sobre la calidad de vida, lo
cual le otorga un valor destacado a los fines del tema que convoca a este artículo.
A su vez Mitchell y Barlow (2011), en una revisión reciente del tema, citan otro
trabajo longitudinal aleatorio publicado en 2010 y llevado a cabo en 151 sujetos de
ambos sexos de 18 a 65 años de edad que presentaron algún riesgo de
desarrollar
enfermedad cardiovascular. Los sujetos fueron aleatoriamente asignados a dos
grupos: un grupo intervención que realizó ejercicio supervisado y dieta, y otro
grupo control. Al cabo de tres años de seguimiento se observaron diferencias
significativas entre los grupos a favor del grupo intervención. El grupo intervención
tuvo una mayor sensación de mejoría en la funcionalidad física, menor dolor
corporal, y mejor vitalidad y funcionalidad social que el grupo control.
Para complementar los estudios citados en su revisión, Mitchell y Barlow (2011)
mostraron algunos resultados de la poderosa base de datos del Estudio
Longitudinal
del Centro Cooper, de Dallas. Esta base está conformada por más de 3.000
variables tomadas a más de 100.000 sujetos de ambos sexos de población
general.
Cada sujeto de este estudio cuenta con una historia médica, un examen físico, y el
resultado de una prueba de máximo esfuerzo físico para conocer su aptitud
cardiorrespiratoria. A los fines de esta revisión los autores analizaron
transversalmente a 24.360 varones y 11.065 mujeres de la base de datos y los
dividieron en tres grupos de acuerdo a su nivel de aptitud cardiorrespiratoria (Baja,
Moderada, y Alta aptitud), luego cruzaron esta variable con diversos indicadores
de
calidad de vida como ser fatiga inexplicada, problemas con ronquidos, acidez
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estomacal frecuente, constipación crónica, problemas sexuales, disminución del
deseo sexual, impotencia (sólo en varones), micción nocturna, dolor
muscular/articular crónico, dolor en la zona baja de la espalda, dolores de cabeza
frecuentes, y problemas de sueño. En ambos sexos, los resultados del análisis
mostraron que existió una fuerte relación inversa entre cada una de estas
variables
y la aptitud cardiorrespiratoria. A su vez esta relación fue de dosis-respuesta, es
decir a mayor aptitud cardiorrespiratoria menor manifestación de dichos problemas
(Mitchell & Barlow, 2011). Si bien este análisis fue transversal y no permite
adjudicar causalidad, las fuertes asociaciones y la relación de dosis respuesta le
otorgan cierto apoyo a la hipótesis de que una buena aptitud física mejora la
calidad de vida en sujetos adultos de población general.
Discusión y conclusiones
Existe suficiente evidencia transversal acerca de la fuerte asociación positiva entre
algunos dominios de la calidad de vida y tanto la actividad física como la aptitud
física en población general. A su vez esta relación ha sido en no pocas ocasiones
de
dosis-respuesta, es decir a mayor actividad o aptitud física mayor calidad de vida.
A pesar de esta fuerte asociación, hay que tener cautela a la hora de interpretar
estos resultados. Ya que esta alta asociación puede deberse no sólo a que la
actividad física favorece la calidad de vida y el bienestar, sino también a que los
sujetos con mayor calidad de vida realizan más actividad física, o también
posiblemente se deba a ambas (ver Figura 1).
Las pruebas aleatorias controladas que echarían luz a esta cuestión son más
escasas que las transversales. Sin embargo algunas de ellas bien diseñadas y
que
se encuentran disponibles han mostrado también que la actividad física se asocia
significativamente a ciertas dimensiones de la calidad de vida, pero especialmente
en sujetos previamente sedentarios y/o con algún/os factores de riesgo presentes.
Se necesitan más estudios correctamente diseñados para conocer el efecto de la
actividad física sobre la calidad de vida en sujetos aparentemente sanos y sin
factores de riesgo que, de corroborarse los resultados de los estudios disponibles,
permitan fortalecer el mensaje para la adopción de un estilo de vida más activo en
esta población.
A pesar de esta necesidad de estudios específicos en población general, creemos
que la evidencia revisada en este artículo junto a la disponible en relación a la
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actividad física para la salud (ver Department of Health and Human Services,
2008)
son suficientes como para recomendar la reincorporación de actividad física
regular
(especialmente en forma de ejercicio y en dosis idóneas) a nuestra vida cotidiana
con fines de mejoramiento de la calidad de vida.
Por último, un modelo que sigue siendo útil para graficar las asociaciones entre
actividad física, aptitud física, salud y bienestar es el presentado en la Figura 1 y
diseñado por Claude Bouchard y colegas en 1993.
Figura 1. Relación entre actividad física, aptitud física, salud y bienestar. Nótese la
influencia recíproca entre ellas indicada por el sentido de las flechas. Adaptado de
Bouchard, Shephard y Stephens (1993).
Bibliografía
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Para citar este artículo:
Farinola, Martín (13-10-2011). ACTIVIDAD FÍSICA Y CALIDAD DE VIDA.
Calidad de Vida UFLO - Universidad de Flores
Año III, Número 6, V1, pp.3-12
1850-6216
URL del Documento : cienciared.com.ar/ra/doc.php?n=1530
URL de la Revista : cienciared.com.ar/ra/revista.php?wid=41ACTIVIDAD FÍSICA

Se denomina actividad física al proceso de ejecutar diversas ejercitaciones,


generalmente de forma regular, para obtener una mejora de las condiciones
de salud o de estética. La actividad física en sentido amplio está presente en un
sinnúmero de actividades del hombre, pero en sentido estricto suele utilizarse
especialmente cuando se la considera como un medio de mejora del organismo.
Dicho proceso no es solo patrimonio de nuestra sociedad, sino que también
estuvo presente en el pasado remoto; basta por ejemplo contemplar a los griegos
de hace dos mil años, que realizaban con frecuencia ejercicios, dándole una
enorme importancia al deporte.
a actividad física permite el incremento de las calorías que el cuerpo consume.
Este gasto debe contemplarse tanto cuando se realiza ejercicio como cuando se
descansa. En efecto, el cuerpo debe reponerse de estas actividades y para ello
aumenta su consumo de calorías. En la actualidad, este hecho es especialmente
importante para tener en cuenta si se considera que la obesidad se ha
trasformado en un problema generalizado en las sociedades occidentales y que
tiene su correlato con el patrón de vida sedentario que las personas tienen.
Cada persona debería tener un tipo de actividad física acorde con su estado de
salud y a sus predisposiciones hereditarias. En algunas disciplinas se suele
distinguir entre tres biotipos, tres tipos de estructuras corporales que dan cuenta
de las distintas tendencias que se tienen en el orden de la ganancia de músculo
o grasa. En palabras simples, algunos tendrán tendencia natural a perder peso,
otros ganar grasa y finalmente habrá quien sume músculo con facilidad. Dadas
estas tendencias naturales, cada cual deberá seguir un ejercicio acorde.
Existe en la actualidad una contradicción manifiesta entre una tendencia en la
población a volverse obesa y una obsesión por la delgadez. En este sentido debe
comprenderse que la actividad física debe desarrollarse de la forma más natural
posible, realizando aquellas tareas que más nos motivan se obtendrán resultados
más que suficientes. Así, hacer algún deporte con amigos, mantenerse activo y
cuidar el exceso de comida chatarra suele ser suficiente para la mayoría de las
personas.
De todas las mejoras que la actividad física genera quizá las más importantes
sean las mejoras en el aspecto psicológico. En efecto, la actividad física regular
aumenta la autoestima de manera considerable, aumentando a su vez el interés
por realizar otras actividades. Esto se debe principalmente a la liberación de
endorfinas que el ejercicio acarrea.

Resumen
En el presente trabajo se explica la importancia de la actividad física sistemática
para el mejoramiento de la salud en las personas adultas y en los adultos
mayores. Se dan a conocer los factores que caracterizan a la calidad de vida y
como la interrelación entre ellos y la realización de ejercicios físicos, permiten
llegar a la longevidad con una mejor capacidad física y funcional, proporcionando
una mejor salud. Orientamos los elementos que deben tenerse en cuenta para
el desarrollo de capacidades físicas y posibilidades funcionales.

INTRODUCCIÓN

En la actualidad se le ha dado una gran importancia a la atención del adulto mayor


y al anciano en lo que se refiere a su salud y longevidad para poder mantener una
esperanza de vida libre de incapacidad ( Elvi ).

La mayoría de los estudiosos del tema coinciden en que la salud, la longevidad y


la calidad de vida dependen de varios factores entre los que podemos destacar los
siguientes: las características biológicas, el estilo de vida, la influencia medio
ambiental donde se vive y el sistema sanitario (Arriola).

DESARROLLO

El estilo de vida es uno de los factores más importantes conjuntamente con


el medio ambiente por lo que constantemente durante la vida las personas están
expuestas a padecer de diferentes enfermedades por diferentes causas.

Entre Factores de riesgo modificables más importantes ligados a la salud y


enfermedad se encuentran:

 Hábito de Fumar

 Consumo excesivo de alcohol

 Falta de ejercicios físicos.

 Pocas horas de sueño.

 Alto consumo de grasas y carbohidratos Obesidad.

 Condiciones estresantes.
 Sedentarismo

En el transcurso de los últimos 30 años se ha tomado mayor conocimiento acerca


de los perjuicios que ocasiona para la salud un estilo de vida sedentario. Está
demostrada su asociación con mayor número de enfermedades crónicas y
degenerativas, entre las que podemos mencionar las siguientes: obesidad

intolerancia a la glucosa, alteraciones lipídicas, hipertensión arterial, enfermedad


ateroesclerótica y sus consecuencias centrales y periféricas (Hazzard). También
las personas que no realizan actividades físicas periódicas o sistemáticas al
disminuir la movilidad de las articulaciones son más propensas a desarrollar
afecciones del aparato locomotor tales como artritis, artrosis, cervicalgias,
sacrolumbalgias. Además la capacidad respiratoria suele estar disminuida
alterándose los volúmenes y capacidades pulmonares.

Por el contrario, aquellos individuos que mantienen o adoptan un estilo de vida


físicamente más activo previenen o retardan la aparición de dichas patologías.
Existen muchas evidencias sobre los beneficios que proporciona la práctica
sistemática de actividad física, por lo que puede considerarse al sedentarismo un
factor de riesgo para el desarrollo de enfermedad ateroesclerótica e hipertensiva.
Son muchos los adultos que practican o desean iniciar un plan de actividad física
de acuerdo a sus necesidades o posibilidades. Es muy importante tener presente
la cantidad y calidad de ejercicios necesarios para mantener y desarrollar una
composición corporal y función cardiorrespiratoria adecuada. La actividad física
practicada en forma regular y sistemática produce adaptaciones centrales y
periféricas que se relacionan con la frecuencia, duración, intensidad y tipo de
ejercicio. El ejercicio físico practicado en sus diferentes formas:

Gimnasia, juegos, recreación, danza aerobia, yoga, taichi, y ejercicios de


relajación ayudan a prevenir estas causas y sirven como terapéutica para
eliminarlas.

Entre los adultos mayores con un envejecimiento satisfactorio se cumplen las


siguientes premisas.

1.- Los que practican deporte o tienen una actividad física se encuentra mejor que
los que los que no la hacen y mantienen un buen nivel de marcha y equilibrio.

2.- La mayoría que se encuentran bien tienen un oficio que los mantiene
físicamente activos.

3.- Mantienen control sobre sus vidas, buen nivel de autonomía.

4.- Actividad positiva frente a la vida. Son optimistas, ausencia de depresión,


participan socialmente.

Partes: 1, 2

5.- Su equilibrio ponderal es satisfactorio, fuman y beben menos, normo tensos,


menos patologías crónicas en relación con otros adultos mayores.

Beneficios que proporciona la actividad física

1- Mejora la nutrición y homeostasis

2. Aprovechamiento de principios inmediatos

3- Mejora la coordinación

4- Mejora la movilidad articular

5- Mejora el aparato cardiovascular

6- Aumenta la masa muscular


7- Aumenta la masa ósea

8- Mejora las perspectivas mentales

9- Reduce el riesgo cardiovascular

10- Reduce la grasa corporal

11- Mejora el perfil de lípidos

12- Reduce la tensión arterial

13- Reduce la resistencia a la insulina

14- Maximiza la función residual.

Una persona sedentaria media se enfrentara a unos 10 años de dependencia


parcial. El entrenamiento de resistencia aumenta la capacidad máxima
de transporte de Oxígeno a cualquier edad en 5 – 10Ml/min/kg de masa corporal
(MC). Si la capacidad mínima de transporte de O2 para llevar una vida
independiente oscila entre 12 – 14ml/min/kg de MC. Tomemos como ejemplo el
siguiente análisis. Si un joven de 20 - 25 años tiene capacidad de transporte de O2
de 40 – 50 ml/min/kg de MC, pero sufre una perdida de 5 ml/min/kg/ de MC por
cada década que envejece eso significa que en un adulto la practica de ejercicio
podría retrasar en 10 – 20 años su dependencia en base a poseer más reserva
funcional que si mantiene una vida sedentaria (Shephard)2.

Las mejoras con ejercicios programados se obtiene hasta edades muy avanzadas
(72 a 98 años) 87 años de edad media. El ejercicio ayuda a la disminución de la
utilización de fármacos y los efectos secundarios que estos producen.

El adulto mayor y anciano presenta un aumento de sensibilidad para fármacos que


actúan en la esfera psíquica (ansiolíticos, antidepresivos y neurolépticos) y

un programa de ejercicios pueden ayudar a disminuir la utilización de los mismos.

Se ha comprobado como el ejercicio activo en el adulto mayor, un adecuado


índice de masa corporal y el consumo de calcio previenen la aparición
de osteoporosis y fracturas de cadera. Además se mejora la actividad
del sistema nervioso: sensibilidad y motricidad, grado de afección, rapidez de
comprensión, asociación y reacción, pensamiento, concentración, aleja el
deterioro cognitivo y la fatiga normal (Flores).

Modificaciones fisiológicas que produce el ejercicio físico sistemático.La


respuesta cardiovascular al ejercicio esta determinada por el tipo de esfuerzo que
se practica. Es posible clasificar a los deportes como predominantemente
dinámicos o estáticos, aunque se acepta que ambos componentes comparten
los programas de entrenamiento que están diseñados para lograr el mejoramiento
físico de los sujetos. En el ejercicio dinámico se hallan involucrados
grandes grupos musculares con importante necesidad de aporte de oxígeno para
el metabolismo aeróbico. El consumo de oxígeno (VO2) se rige a través de la
ecuación VO2 = GC x A VO2 (donde GC equivale a Gasto Cardíaco y A VO2 a
diferencia arterio -venosa de Oxígeno). Éste tipo de entrenamiento trae aparejado
un incremento en la carga volumétrica con mayor volumen diastólico, aumento en
el número de miofibrillas y en el tamaño de la cavidad ventricular con incremento
proporcional de los espesores del septum interventricular y de la pared libre
ventricular.

El Ejercicio físico para el mejoramiento de la función cardiovascular La


mejoría en el consumo de oxígeno máximo ( VO2) se relaciona en forma directa
con la frecuencia, intensidad y duración de la actividad física Los regímenes de 3 a
4 veces semanales con intensidades bajas a moderadas (55 al 64% de la
frecuencia cardíaca máxima) y duración de 30 minutos aproximadamente han
demostrado incrementos de un 10 o un 12% en el consumo de oxígeno (VO2)
máximo. Con mayor intensidad y duración se han observado incrementos de hasta
un 30% en el (VO2) máximo. La ganancia en VO2 no depende sólo del
entrenamiento sino también de las características genéticas y de aptitud previa,
por lo que a menores niveles de VO2 máximo inicial, mayor porcentaje de
incremento (Peidró). Es importante considerar que la mejoría en el VO2 depende
del volumen del entrenamiento que es la resultante de la duración e intensidad.
Esta intensidad es relevante a la hora de la adherencia al entrenamiento y tiene
relación con los riesgos inherentes del ejercicio (a mayor intensidad, mayor riesgo
de accidentes cardiovasculares y traumatológicos). Es debido a esta
última observación que los planes recomendados para una población adulta o de
gerontes con características sedentarias son de larga duración e intensidad
moderada(Becerro). La frecuencia semanal de entrenamiento para obtener los
beneficios óptimos y los riesgos mínimos se basa en una prescripción de 3 a 5
veces por semana. Se debe reforzar la idea que el parámetro de la aptitud
cardiovascular es el (VO2) máximo. Dicho parámetro sufre un decrecimiento a
partir de los 25 años de edad que oscila en un rango del 5 al 15% por década Los
valores más bajos de descenso son los que se observan en los adultos y/o adultos
mayores que han mantenido o adoptado un plan de entrenamiento aeróbico
adecuado, obteniéndose de esta manera un beneficio sustancial en la función
cardiovascular.

Prescripción de ejercicio para desarrollar fuerza y resistencia muscular El


envejecimiento produce una progresiva pérdida de masa muscular entre los 30 a
90 años de edad. La pérdida de masa posee cierta selectividad siendo más
marcada y pronunciada en las fibras de tipo 2. Este hecho se correlaciona con la
progresiva pérdida de fuerza muscular, normal en el proceso de envejecimiento.
La pérdida de fuerza, que posee consecuencias negativas sobre la capacidad
funcional, es de 10 a 15% por década entre los 30 y 70 años de edad y llega a
más del 30% después de los 70 años. Existe una relación entre
fuerza, velocidad del caminar, balance y números de caídas con sus
consecuencias. El entrenamiento de la fuerza en todas las edades provoca una
respuesta adaptativa consistente en mayor diámetro de la fibra, debido a un
incremento en la porción proteica contráctil, cuyo resultado es la generación de
mayor fuerza. La actividad física sistematizada muestra respuestas de adaptación
en todos los grupos de edades. Los ejercicios con cargas moderadas de 8 a 15
repeticiones poseen un efecto anabolizante en los adultos y ancianos. Favorece el
balance nitrogenado y mantiene un metabolismo basal más elevado con el
consiguiente beneficio termogénico. . Tiene importancia la inclusión de un plan
de desarrollo y conservación de la fuerza y resistencia muscular para favorecer la
conservación de la masa magra. Las masas musculares incluidas en el plan de
ejercicios son las que obtendrán los beneficios tróficos y funcionales. En los
regímenes de ejercicios para el desarrollo de la fuerza es preferible la utilización
de cargas elevadas y pocas repeticiones (menor de 8) y para el desarrollo de la
resistencia, bajas cargas y mayor número de repeticiones (mayor de 15). Para un
desarrollo combinado de la resistencia y fuerza muscular se aconseja un régimen
de 8 a 12 repeticiones. Un plan adecuado incluye ejercicios que involucran a los
brazos, hombros, tórax, dorso, abdomen, cintura y miembros inferiores con
mínimo de práctica de 2 veces semanales. Se aconseja una serie como mínimo
por grupo muscular en el rango de 8 a 12 repeticiones o entre 12 a 15 repeticiones
en las personas de edades más avanzadas o menos activas. . La flexibilidad es
otra de las capacidades que se necesita trabajar en estas edades.

Se define como la capacidad de realizar un amplio movimiento en una o


varias articulaciones con la mayor amplitud posible, su desarrollo facilita la
realización de diferentes tareas, posturas y actitudes. Los ejercicios de flexibilidad
deben formar parte del plan de aptitud física para garantizar el desarrollo y la
conservación del máximo rango de movimiento articular, con estiramiento de las
grandes masas musculares.

Existen otras actividades físico- recreativas que pueden integrarse entre las que
podemos destacar las siguientes:

Los juegos de mesa o grupo ( ajedrez, dominó, etc. )

Recreación turística (caza, pesca, caminatas.)


CONCLUSIONES.

Los fundamentos anteriormente expuestos permiten confirmar la importancia de la


actividad física en el mejoramiento de la salud y calidad de vida de los adultos.

BIBLIOGRAFÍA.

https://www.monografias.com/trabajos82/actividad-fisica-salud-y-calidad-
vida/actividad-fisica-salud-y-calidad-vida2.shtml

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