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leta, te necesitamos, ati y a tus amigas generacionales para asegurar el relevo y seguir marchando. Con ustedes, remos avanzando y avanzando, haremos progresar mocracia. 82 segui- Ja de- | | | | | | | | El amor o el lugar por excelencia de una fragilidad no resuelta <. JuLio Corrézar «Amar es buscar conscientemente lo que nos hizo falta y reencontrar inconscientemente lo que ya conocimos>. (CHRISTIANE OLIVIER « o por lo menos alejada de mu- chos prejuicios ¢ imaginarios, es muy distinto a hablar del amor con mujeres populares con menos educacién y mu- cho menos posibilidades de movimiento ante el amor. En- 84 tonces, es contigo que hablaré del amor sin ninguna pr tensi6n de resolver la totalidad de las preguntas que un te- ma como éste puede suscitar. Elamor, como lo sabes, ha sido siempre el gran asun- to, la grande affitire de las mujeres, de su vida; casi una cul tura. Una cultura mas a menudo de la desgracia que de la felicidad. Una cultura de la desgracia probablemente he redada del cristianismo que trajo, por lo menos Jas mu- jeres, muchas mas desdichas que alegrias. Aprendimos to- das, de una manera u otra, que amar significa sufrir. Con esto no quiero decir que todas lo vivimos asf, pero es lo que nos trataba de inculcar una cultura judeo-cristiana que si- gue empefiada en hacernos pagar el tan bello pecado de una Eva rebelde. Sf, ya te veo sonrefr, pero quisiera que vuelvas a pensar en tu abuela o tu bisabuela para darte cuenta del quiebre que existe o pudo existir entre su ma- nera de amar y la tuya. Aun cuando tu generacién, lo sé, est todavia lena de preguntas sin respuestas y de dudas ante el amor. Buscan senderos que no Hevan a ninguna par- te y toman atajos que no parecen aportarles muchas ale grias. «Hl destino de la feminidad consist perar todo del amor. Cuando el amo ia Fale no era solo ja felicidad 0 cl calor que bacian falt sino el ser mismo de la mujer>. Francoise Collin! 415 Brangoise Collin, «Lamour et les femmes», Les eabiers de Grif, Falitions ‘Complexes, Paris, 1992 85 Bueno, pero quisiera ser capaz. de abordar ese tema sin meterme en teorias complejas o en discursos que ya han sido socializados y, atin ms, recuperados, por los medios Quisiera hacerlo desde lo que mi generacién viviéy la tuya trata de vivir. Con palabras de mujer, fantasmas de mujer, utopfas de mujer. Nos hemos dejado impresionar durante demasiado tiempo por teorfas ajenas a nuestro sentir, por palabras de hombres, por sus maneras de hablar de noso- tras; es tiempo entonces de dejar de lado la palabra del Pa- dre, como lo menciona Christiane Olivier al inicio de Los bijas de Yocasta'*, su més bello libro, que las mujeres del gru- po Mujer y Sociedad lefmos y trabajamos con una avidez impresionante. Y, si, tiene raz6n: hay demasiadas cosas es- critas sobre el amor desde la palabra masculina —por cier- to, algunas magistrales—. Una palabra que rara vez podia describir la experiencia amorosa femenina, porque justa- mente la vivencia del amor para hombres y para mujeres es, tal vez més que cualquier otra vivencia, incomparable. Entonces, para meterme en este dificil tema, solo re- cordaré algunas cosas que nos permitan entender de qué hablamos, porque la misma palabra «amor» es una pala- bra de una enorme polisemia. Desde el amor a la patria, pa- sando por el amor filial, hasta el amor-pasi6n o el amor perdido, nos podemos perder en esta jungla de sentidos. Incluso en franeés se puede decir aime la confiture de fraise, © sea «amo la mermelada de fresa»... con el mismo j'aime de amour. Fn espaol por lo menos existe amar y querer. Mentistiane Olivier, Las bijs de Yocasta, Fondo de Cultura Econémica, México, 1992. 86 Entonces, el amor del cual hablaré contigo es ese amor libidinal, ese amor que implica una dimensién afec- tiva, sensual, sexual, pasional y, por supuesto, cultural tam- bién; de ese amor a otro, wa otra, que nos da alas o que nos entierra en el fondo de un tinel, ese amor que sigue sien- do el centro de nuestra vida, aun cuando tratamos de ne- garlo. Entiendes, cierto? Hablo de ese amor como porta dor de tantos imaginarios, tantos fantasmas, tantas historias, tantas esperanzas, tantos goces y tantos dolores a la vez. Hablo de ese amor que te hizo llorar hace poco en mi co- cina, entre tintos y aguas aromiticas de limonaria y hier babuena que no te apaciguaron el dolor porque, como dice Héctor Abad en su Tratado de culinaria para mujeres tristes"”, a veces es bueno Ilorar y es buena la tristeza... Y¥ es que los imaginarios sobre el amor son de una fuerza tal que su deconstruccién es titinica. Y si hay una ge- neracién que ha sentido esto en carne propia, es la mia, Violeta. La mia rompié, o por lo menos inicié un rompi- miento de imaginarios cuyos primeros pilares se remon- taban probablemente al siglo xml, cuando se inventé el amor caballeresco o el amor cortés con sus complejas re~ glas, que se remodelarfan mis tarde con el romanticismo, cuya imagen de un amor-pasién —sinénimo de fusién de los amantes y abrazos extasiados mezclados de dolor inefa- ble—alimenté tantas narrativas y tantas canciones de mi generaci6n, boleros y baladas. Eran todas las manifesta- ciones posibles del sufrir como ingrediente indispensable de esta manera de amar. "7 Héctor Abad Faciolince, Tratado de culinaria para mujeres tists, Celacanto Editores, Medellin, 1996, were 87 No obstante, la revolucién pacifica y silenciosa de las mujeres transformé —no, esté atin transformando— las viejas dinémicas del amor. Si, Violeta, era necesario iniciar un rompimiento, pues esta manera de amar no podia acoplarse con la revoluci6n, que habfamos iniciado, una revolucién que, entre otras co- sas, estaba generando nuevos sujetos de deseo en ese pano- rama desolador que nos ubicaba casi fatalmente como ob- jeto amoroso de un Gnico sujeto de deseo: el hombre. } lugar de Inauguramos entonces un nuevo lugarenelamor,un | lugar de sujetos de deseo... ame dejas decir es solo un mito, un imaginario lejano que produce es- tragos incalculables. Saber terminar es aceptar que el amor es némada, aventurero, y que solo excepcionalmente dura para siempre. Saber terminar es también saber decir adiés sin odio. Esaprender a recordar sin rabia y con nostalgia, porque la historia que ests llegando a su fin estaré allf para siempre yusted deberé aprender a vivir con ella, a pesar de ella, e incluso gracias a ella. Fs saber que esta arruga que ha en contrado hace poco en la esquina de su mirada nacié para recordar que cada historia de amor se inscribe en la me- moria pero también en el cuerpo, y que no ser posible ol- vidarla nunca. Saber vivir después del adiés es entender que ese amor se inscribié en su historia y la cambié para siempre; es nunca olvidar que un dfa, no hace tanto, usted estuvo enamorada de ese hombre, sofiando con él, construyendo con él, proyectando con él, y que existieron mafianas feli~ ces, dias sin nubes, noches blaneas, Iluvias fecundas y tem- pestades dulces. Es recordar que si usted se enamoré de ese hombre fue por algo, porque algo de él le gusté, la enamo- 6; habria dado todo por él... acuérdese. Ese hombre que 119 usted tanto amé, que tanto ama todavia, se fue con otra Si, claro, nada del otro mundo; el amor es asi, ya lo dije: némada, aventurero, imprevisible y fiel a si mismo. Ence- rarlo, enjaularlo, s la cosa: para matarlo, El amor, como algunos animales, no se deja domesticar. Us- ted lo sabia, y el dia que toms el enorme riesgo de amar debié saber, o por lo menos intuir —aun cuando en el pre- ciso momento del enamoramiento es inaceptable ¢ incon- cebible—, que el amor existe por su mismo carécter in- conforme, insaciable y mévil. Asi es, y eso es lo que nos embriaga cuando caemos bajo su implacable poder. Por supuesto, saber terminar para una mujer ¢s una prueba desmesurada. Sin embargo, se sabe que, en la ma~ yoria de los casos de separacién, son las mujeres quienes toman la decisién de terminar, tal vez por su incapacidad de vivir en un desierto afectivo; es una prueba fuera de lo irve para una s comtin para una mujer, por su misma historia de constrac- cién de identidad, por su apremiante necesidad de saber- se deseada y amada por un hombre. ¥ también por una cul- tura que no le otorgé el mejor lugar y a menudo le negé Ja mirada amorosa de un padre presente, no tanto fisiea co- mo simbélicamente. Un padre presente en las caricias, en los gestos, en Ia vida cotidiana, en Ia palabra. Amar, para ‘una mujer, es, entonces, colmar y calmar todas estas caren- cias, cobrar a la vida lo que ésta no pudo darle a tiempo; ast, mas que amar, las mujeres, para cxistir, quieren ser ama- das y deseadas. Y con esto no estoy enunciando leyes ina- movibles de la naturaleza, sino leyes de la cultura y de la historia individual de cada cual, todas susceptibles de cam- biar, Mientras més existan por sf mi smas, las mujeres po 120 grin separarse con menos dolor, con menos traumas, En- - fendersn poco a poco que ese hombre que ya no las ama no es maldito ni desalmado. No es sino un hombre vivo, un hombre cobarde, tal vez, pero vivo; y ese hombre sera siempre el padre de sus hijos, de sus hijas, aun enamorado © Ge otra, aun viviendo con otra. Es ese padre magico para | ellos yellas, ese padre a quien usted no tiene derecho de | maltratar frente a quienes no tienen nada que ver con los © problemas existenciales de la pareja. Separarse es también hacer posible que sus hijos, sus hijas, vean a su papé ya la «novia de su papa» con la certe- za de que estos enanos de la vida siempre sabrin recono- cera su mamé, més aun si ella esté convencida de que sisu «ex» esti enamorado, es que est vivo y feliz, y que enton- ces seri mejor padre que nunca. Saber terminar ¢s haber entendide que amar es un riesgo, el riesgo vital por excelencia, y es saber que este ries- go volver a presentarse en cualquier esquina-de su vida més pronto de lo que usted crefa. Violeta, dejo ahi... espero haber podido proporcio- narte algunas claves que te ayuden a volver a amar, sin de- sesperacién, sin angustia, sin afin, con la tinica certeza de que no hay «un otro» para tiy que es justamente esto lo que Ie otorga su inmenso precio al amor. 11

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