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Esas vainas raras de la condición humana. Este par de señores, don Rodrigo Silva y don
Álvaro Villalba, monumentos vivientes de la música colombiana del interior, han
sobrevivido a todas las adversidades, toda clase de peripecias vitales y quebrantos de
salud, como ya veremos, para seguir siendo hoy los reyes en un territorio cuyos
príncipes eran también dos, Darío Garzón y Eduardo Collazos, porque llegan a los 50
años juntos sin que sepan ni siquiera ellos mismos cómo han logrado semejante proeza.
Todo por esta música interiorana: bambucos, pasillos, rajaleñas, danzas...
Por una música que ya hace más de 30 años el comercio disquero se confabuló para
sacar del mercado y conseguir que fuera vista como de museo, pero que sigue viva y
campante en el corazón, pero sobre todo en los oídos y en la memoria de millones de
colombianos de sucesivas generaciones.
Se despidieron hace unos años de los escenarios, para un retiro discreto, oportuno por
sus circunstancias de salud, pero no ha sido posible. Organizadores de festivales
folclóricos y empresarios los llaman con frecuencia para rendirles homenajes o para
convidarlos a actuar nuevamente.
Algunas veces pueden asistir. Por ejemplo mañana en la noche, en el teatro Jorge
Eliécer Gaitán, de Bogotá, donde serán los protagonistas de un homenaje a las madres,
al lado de La Gran Rondalla Colombiana, una agrupación que se empeña en darles
renovado brillo a los aires del interior y a melodías de las distintas regiones del país (ver
recuadro).
¿Cuál es el secreto de haber podido durar medio siglo juntos?, le pregunto a Silva.
–Viéndonos muy poco.
Fue por una foto que alguien le mostró, en la que aparecía en una tarima cantando con
¡una mancha negra que se veía en su paladar!
Silva y Villalba, el último gran dueto
Parecía una sombra producida por efecto de la fotografía, pero Carolina, la esposa de
Rodrigo, incrédula, le pidió abrir la boca y ahí estaba.
Era cáncer. “Muchos periodistas han dicho que tengo cáncer en la garganta, eso no es
verdad”, dice.
Lo que ha venido sucediendo desde entonces ha sido relatado por los medios de
comunicación una y mil veces. Las intervenciones, tratamientos, cuidados, sentidos
homenajes y despedidas ya van para veinte años.
–Un médico me diagnosticó que toda mi cara desaparecería a causa del cáncer.
***
Los responsables de que los colombianos aún podamos gozar de la voz histórica de
Rodrigo Silva, y de su increíble ejemplo de vitalidad, es el doctor José Antonio Hakim y
el equipo de médicos de la Fundación Santa Fe, de Bogotá.
En el 2000, mientras veía televisión su hija María Carolina, de cinco años, murió al
caerle encima, accidentalmente, un pesado televisor.
Cuenta que la última operación, porque la mancha le reapareció en el 2004, les tomó a
los médicos 23 horas de duros esfuerzos.
“No queda más que rezar”, les dijeron a sus allegados. Duró seis días dormido, en
cuidados intensivos pero salió.
Y pudo volver a cantar.
***
“A ver maestro, échenos un cuento, que estamos como muy serios”, le dice el fotógrafo
Luis Alejandro Zárate, en busca de su mejor ángulo. La periodista Martha Ordóñez,
promotora del concierto de mañana, le pone una cascarita:
Hace gala de ese doble sentido tan típico del habla regional de Colombia.
Maestro, ¿qué recuerda usted de la Orquídea de Plata Philips?, le pregunto, en
referencia al concurso musical de La Hora Philips, programa de la emisora Nuevo
Mundo, básica de Caracol, en Bogotá. La televisión aún no lograba darle la pelea a la
radio, y los espectáculos en vivo, en los radioteatros, cautivaban en las noches a miles
de colombianos.
–Me acuerdo de la ‘tumbada’ que nos pegaron. Cuando llegamos a un hotel que queda
ahí en la calle 19, en Bogotá, nos llamó el gerente de la Philips y nos dijo: “No vayan a
entregar el hotel hoy porque ustedes van para la gran final. Ustedes son los ganadores.
El presidente de la Philips, un holandés, y la señora, los tienen invitados a comer en su
casa, con Los Caracoles de Oro, que era un cuarteto (Eduardo Cabas y otros)”. Nos dijo
que nosotros íbamos a ganar y Los Caracoles quedaban de segundos. “Pero que ellos no
vayan a saber de esto”, pidió. Nosotros felices. Ese día Villalba llamó a El Espinal y
pidió que nos mandaran la banda. Llegaron a la una de la mañana y pusimos a los
músicos a tocar calle arriba y calle abajo por la avenida 19. Al otro día en primera
página: ‘Finalistas esta noche Los Caracoles de Oro y Los Brillantes de Bucaramanga’.
Y empezó ese teléfono a sonar.
¿Un error?
La protesta comenzó por los propios periodistas, que daban por sentado que el dueto
tolimense era el ganador. El público también, puesto que los bumangueses, incluso,
habían sido ya eliminados del concurso.
Historia patria. El fallo nunca cambió. Silva y Villalba tenían ángel e inobjetable
calidad musical; por eso su fracaso se convirtió en su gran lanzamiento.
Otro de los tantos ángeles que han tenido fue el compositor Jorge Villamil, quien
simpatizó de inmediato con los dos jóvenes intérpretes, y comenzó a darles sus
creaciones, que habitualmente les entregaba a los ya consagrados Garzón y Collazos.
Silva y Villalba eran tan discretos en su carrera musical que estuvieron a punto de no
participar en la Orquídea de Plata y lo hicieron por la insistencia de Luis H. Rivas
Rojas, gerente de La Voz del Centro, emisora de El Espinal.
Rodrigo, nacido en Neiva, se conoció con Álvaro Villalba, de El Espinal, por azar,
mientras tocaban, cada uno por aparte, para grupos de amigos en la heladería El Dorado
de esa ciudad tolimense.
Villalba le lleva 13 años a su socio. Tiene 85. Era el vástago de una familia de
arroceros, que había estudiado unos semestres de veterinaria en la Universidad Nacional
cuando se conoció con Rodrigo, para el San Pedro de 1966. Cuando le propusieron
concursar por la Orquídea de Plata dijo que él no tenía tiempo “para eso”. Hace unos
años sufrió una isquemia cerebral que lo dejó muy limitado en su movimiento.
Me gustan las altas y las chaparritas / las flacas, las gordas y las chiquititas / solteras y
viudas y divorciaditas / me encantan las chatas de caras bonitas...
No en vano. Se sabe que ha tenido muchas esposas. No dice el número para no, de
pronto, dejar a alguna por fuera.
–Todas son amigas mías –dice–. El domingo (antepasado) voy a Bogotá y llego a donde
una señora. Pero he quedado viudo varias veces.
¿Tiene hijos con todas?
No. Tengo cinco hijos. A donde voy a llegar sí. Dos.
Fecha: mayo 20
Lugar: teatro Jorge Eliécer Gaitán
Hora: 8 p. m.