Está en la página 1de 2

Diácono Orlando Fernández Guerra. Habana.

Cuba

Mateo, el evangelista de la Iglesia

Mateo se ha llamado por siglos: “El evangelio de la Iglesia”, porque ha sido la base
fundamental de la catequesis y la liturgia. Y porque enfatiza todo lo referente a la comunidad,
el nuevo pueblo de Dios, el nuevo Israel, nacido del nuevo Moisés. Es el único evangelio
donde aparece en dos ocasiones la palabra “Iglesia” (Mt 16,18; 18,17).

La tradición lo atribuye al apóstol Mateo, el cobrador de impuestos (Mt 9,9), aunque


desconocemos totalmente quién fue el redactor final del texto que hoy tenemos. Todo parece
indicar que tuvo su origen en algún lugar al norte de Galilea, Siria o la ciudad de Antioquía, y
escrito alrededor del año 80 d.C. Desde los Padres de la Iglesia se ha tenido la impresión
que fue originalmente escrito en hebreo -o arameo-, aunque hoy lo tengamos en griego.

Durante algún tiempo, los seguidores de Jesús forman un grupo más dentro del
judaísmo conocidos como “los nazarenos”. Hacia el año 70 d.C., los romanos destruyen
Jerusalén y el Templo, y el judaísmo se reorganiza bajo el liderazgo de los Fariseos. Los
cristianos son expulsados de la Sinagoga y comienzan su andadura solos.

Mateo escribe su evangelio para esta comunidad de judeo-cristianos usando las


técnicas narrativas propias de su cultura. Cita el Antiguo Testamento en más de 130
ocasiones, de las que 43 son citas textuales; y 11 van precedidas de la fórmula: “Esto ocurrió
para dar cumplimiento a lo que el Señor dice por el profeta...”. Habla del “Reino de los cielos”
más que del Reino de Dios. Utiliza la numerología judía: 7 peticiones del Padrenuestro, 7
parábolas, 7 panes y 7 cestos. 3 tentaciones, etc. Abundan las expresiones semíticas
(Gehena, Rabí, filacterias, diezmos, etc.); y géneros literarios propios del judaísmo, como,
por ejemplo, los paralelismos (Miq 5,1-Mt 2,56; Ex 1,15-16-Mt 2,16-18; Jer 26,21-Mt 2,13-15).

Por esta razón, Mateo puede considerarse como una transición entre el Antiguo y el
Nuevo Testamento. Un puente que une el anuncio del Reino mesiánico, proclamado por la
Ley y los Profetas, con el acontecimiento Jesús, como respuesta y cumplimiento de aquella
promesa. En su redacción, el evangelista tuvo en cuenta el evangelio de Marcos, algunas
logias y perícopas tomados de la fuente Q (en forma de colecciones de dichos, discursos,
milagros y parábolas del Señor), y materiales de elaboración propia sobre la base de la
tradición oral de su comunidad y su experiencia de fe e inspiración. Su estilo es sobre todo
hierático, impersonal y supra histórico. Su redacción es más esencial y doctrinal que la de los
otros evangelistas.

En el Jesús de Mateo se cumplen las categorías teológicas de la Antigua Alianza.


Jesús cumple todas las “Promesas” que Dios hizo a los Patriarcas, los Jueces, los Reyes y
los Profetas. Es el Hijo de David, el nuevo Abraham, el más grande profeta, el Sumo y eterno
sacerdote. El Justo juez que realiza el juicio sobre la historia (Mt 25,31-46). Jesús es el
auténtico “Maestro de la Ley”, con su Sermón de la Montaña (Mt 5,1ss) se sitúa en el lugar
de Moisés. Es Él quien trae la salvación a todos los hombres, no porque traiga una nueva
Ley, sino porque Él es la Ley. En este evangelio aparecen las primeras categorías
universalistas de la salvación, no ya reservada a un pueblo, sino para todos los que crean.
Finalmente, es el Arca de la “Nueva Alianza”, la misma presencia de Dios que se hizo
manifiesto desde la Anunciación (Mt 1,23) hasta la Pascua de resurrección (Mt 28,20).
Mateo, a diferencia de Mc, no ofrece un cuadro histórico-geográfico, sino sistemático-
didáctico, más a tono con su finalidad teológica, donde priman los cinco grandes discursos
que abren cada una de sus secciones: Prologo (Mt 1,1-4,16); primera sección (Mt 4,17-9,34);
segunda sección (Mt 9,35-12,50); Tercera sección (Mt 13-17); cuarta sección (Mt 18-23) y
quinta sección (Mt 24-28).

Creo que se puede sintetizar aún más todo el evangelio dividiéndolo en tres grandes
momentos o trípticos: El primero, nos presenta a Jesús como el hijo de Abrahán, el hijo de
David, y el Hijo de Dios, en el que se cumplen las Escrituras (Mt 1,23; 2,6.15.18; 4,15-16;
12,17-21). De ahí la genealogía, los relatos del nacimiento virginal, la visita de los magos de
Oriente, la huida a Egipto, su bautismo en el Jordán y las tentaciones (Mt 1,1-4-16). El
segundo momento, nos presenta a Jesús en pleno ejercicio de su ministerio profético y
misión, anunciando el Reino de los Cielos con Palabras (los 5 grandes discursos, las 7
parábolas sobre el Reino). Y entre sus Obras los 19 relatos de milagros (Mt 4,17-16,20). Y el
Tercer momento, mostrándonos a Jesús, no como un Mesías triunfante, que llega a
Jerusalén en medio de aplausos, sino como un Mesías sufriente que termina en la cruz. Y,
que luego de su resurrección, envía a sus discípulos por todo el mundo a anunciar la Buena
Noticia (Mt 16,21-28,20).

El Jesús de Mateo no ha venido a abolir el Antiguo Testamento sino a darle


cumplimiento, este era el mensaje para la comunidad judía que les había echado, y para los
fieles procedentes de allí que habían abrazado la nueva fe. Por eso, siempre escoge de la
tradición oral la fórmula: “todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que el profeta había
anunciado”. Para el evangelista el cumplimiento de las Escrituras se realiza, no solamente
por la doctrina de Jesús, que ellos ahora predicaban por doquier, sino por su misma persona
resucitada, y aquellos acontecimientos de su vida que ellos celebraban.

También podría gustarte