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Gobierno escolar y Participación

CIUDADANA
Sociedad Moderna una
Sociedad Escolarizada
 SOCIEDAD MODERNA UNA SOCIEDAD
ESCOLARIZADA
Al ser hijos de la post-modernidad, indistintamente de nuestra relación problemática, de
fanatismo o de negación con nuestra época histórica, somos sujetos re-construidos por una de
las instituciones insignes de la modernidad: la escuela.
Sin lugar a dudas, buena parte de nuestra existencia ha transcurrido entre los corredores de la
escuela, espacio que se ha ido transformando a lo largo de los años y que se hace cada vez más
especializado y competitivo a medida que vamos creciendo. Pareciera como si estuviésemos
condenados a ser eternos escolares, en una sociedad que premia la capacitación a la vez que
restringe el acceso a las aulas especializadas.
Nuestro proyecto de vida está re-construido desde nuestra experiencia escolar pasada, presente
y futura, al punto que buena parte de nuestros esfuerzos se concentran en alcanzar una
aprobación académica que nos certifique inicialmente como bachilleres competentes, luego
como profesionales idóneos y por último como especialistas de primera categoría.
La sociedad moderna y post-moderna considera que buena parte del éxito depende del acceso y
desempeño competente en el sistema educativo formal, reservando beneficios a aquellos
sujetos destacados a lo largo de su recorrido académico, toda vez que a mayor especialización
habrá mayor exclusión social. Este sistema escolar resulta altamente eficiente a la hora de
perpetuar y re-crear segregaciones sociales bajo el argumento del desarrollo de habilidades y
destrezas invaluables para el desarrollo colectivo pero que no todos los sujetos al parecer logran
alcanzar.
Ahora bien, si integramos las lógicas del mercado al funcionamiento del sistema educativo
podremos constatar que la disciplina de control y segregación social fundada en el desarrollo
especializado de habilidades y destrezas se hace aún más eficiente al buscar crear una élite
técnico-científica a la que no sólo se accede por la vía académica sino que también exige
crecientes inversiones de capital económico, político, social y cultural conforme se aumenta el
nivel de especialización.
Es a esta dinámica a la que re-creamos constantemente toda vez que seguimos y seguiremos
siendo, por lo menos en el corto plazo histórico, escolares, cada vez más integrados a una nueva
clase socialen el marco de una supuesta sociedad del conocimiento.
He aquí el núcleo de la reflexión con la que empezaremos el presente módulo dedicado al
gobierno escolar y la participación ciudadana, en un intento por comprender la escuela como
una institución social garante de la re-producción cultural y la formación ciudadana, en un
contexto cambiante en el que los actuales procesos de democratización adelantados por la vía
gubernativa amenazan con re-estructurar tanto sus órganos de decisión como sus tecnologías y
técnicas administrativas y de gestión.

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LA ESCUELA COMO INTERMEDIADORA DE LA SOCIEDAD MODERNA

La consolidación de la escuela al interior de la sociedad moderna se basó en la profusión de la


idea de alfabetizar la población con el fin de integrarla a nuevos circuitos productivos y permitir
la generación de una identidad política coherente con la nueva estructura de gobierno: el
Estado-nación.

El Estado-nación suponía así un cambio de paradigma societal en la medida que exigía sujetos
autonómicos capaces de interiorizar relaciones sociales de producción mediadas por el contrato
legal realizado entre individuos con isonomía bajo la legitimidad de un aparato de Estado que,
indistintamente de su régimen político, era capaz de ejercer su coerción sobre las partes
contratantes.

Esta nueva fuente de legalidad exigía el desarrollo y masificación de las formas jurídicas que
lentamente fueron reemplazando los pactos de nobleza o las afiliaciones serviles que anulaban
la autonomía individual bajo el peso de una sociedad fuertemente estamental, clerical y
despótica.
Pensar lo educativo en este contexto estaba restringido por el sistema de valores feudal y
requería por tanto de la diversificación de las formas de instrucción monopolizadas hasta este
momento por las instituciones religiosas, que indistintamente del credo, asumieron la
enseñanza como parte de su tarea evangelizadora. La respuesta debía ser entonces civil, con el
fin de crear un sistema educativo que respondiera a las necesidades de los monarcas europeos
más que a las buenas intenciones de los sacerdotes y pastores.
No obstante, la discusión que derivó en reformas monárquicas al respecto, no se referían sólo al
monopolio religioso sino que también ponían en entredicho el mismo paradigma educativo y
científico, razón por la cual era necesario crear un sistema civil, no necesariamente laico,
orientado a la promoción de la ciencia y la formación política de ingentes turbas de personas
que debían interiorizar nuevas formas de organización y participación, abiertamente críticas del
pasado y desafiantes a la hora de evaluar el impacto y eficiencia de las enseñanzas y métodos
medievales.
Nunca antes se había adelantado una reflexión pedagógica tan sistemática y especializada, lo
que suponía la creación de un nuevo campo científico que si bien había estado presente desde
la Edad Antigua, no había sido considerada como un ámbito de saber independiente,
susceptible de ser asumido por un grupo social distinto a los pastores y sacerdotes. Este
fenómeno conllevará que lentamente surjan reflexiones cada vez más autónomas frente a las
consideraciones religiosas, que apoyadas en el incipiente paradigma socio-político moderno
buscaban contribuir a este proceso de empoderamiento monárquico, erigiendo a la escuela
como la institución de enseñanza y aprendizaje por excelencia.

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Esta escuela aunque retomará el sistema de gestión propio de la educación clerical medieval,
pondrá de presente el menoscabo del sistema de valores feudal y planteará la necesidad de
construir un paradigma centrado en el poder monárquico y la ley civil que aparecían más
científicas y eficientes que las explicaciones y tergiversaciones fanáticas defendidas por una
Iglesia aparentemente arrinconada e ignorante.

Desde su consolidación como institución social, la escuela asumirá un papel de defensa y


promoción de la actividad científica y la reflexión civil del orden social, que por supuesto incluía
la misma vivencia colectiva de la fe, en un esfuerzo por re-significar las prácticas discursivas
hegemónicas construidas durante el medioevo.

Es así como la misión institucional de la escuela quedará irremediablemente atada a la


profusión de actividades intelectuales objetivas que permitan construir un orden social bajo las
leyes humanas, privilegiando los métodos de observación sistemática orientados a la
determinación de leyes causales que posibiliten anticipar los fenómenos, procesos y
acontecimientos. De esta manera, la escuela se erige en un espacio de reflexión científica sobre
el sistema social, reclamando para sí una autonomía frente a lo religioso a la vez que asegura su
filiación al paradigma moderno de gobernabilidad.

La re-construcción del nuevo modelo social fundado en los principios liberales y republicanos
será viabilizado entonces por la labor de formación de ciudadanos consumidores realizada por
la escuela, que indistintamente de las especificidades que adopta en los diferentes niveles de
instrucción, se halla centrada en la comprensión e
interiorización de las formas institucionales de
organización socio-cultural y administración político-
económica.
“Las instituciones,
Las estructuras modernas cuentan así con una
por el mero hecho de
institución que a partir de la re-producción cultural
su existencia,
favorece la continuidad del orden social, integrando a controlan la
los nuevos sujetos a las dinámicas e interacciones conducta humana al
modernas, dotándolos de una identidad política establecer patrones
centrada en la individualidad y el consumo. de conducta que
Esta transformación societal respecto al orden controlan y orientan
estamental del medioevo, significa una ruptura de los el comportamiento
paradigmas de enseñanza y aprendizaje, los cuales, al individual en un
ser analizados bajo el prisma del naciente método sentido en contra de
científico pasan a constituirse en modelos de otros múltiples
instrucción cuyos principios se sustentan en los teóricamente
hallazgos y reflexiones alcanzados en los contextos posibles”
educativos laicos que reclamaban independencia de Berger &Luckman. La construcción social
de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu,
los espacios formativos clerical izados. 2001. p. 134- 135.
La cuestión de la formación de las nuevas mentes

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supondrá entonces una transformación en las prácticas educativas y escenarios de los agentes
escolares, quienes al reemplazar las consideraciones teologales y los actos de fe por las tesis
racionalistas y empiristas, renuevan los saberes que circulan al interior de la escuela,
denunciando las inconsistencias argumentativas de la mirada eclesiástica de la realidad social.
Sin embargo, quedarán campos de conocimiento escolar que no serán transformados por este
proceso de renovación de la instrucción y re-posicionamiento estratégico de la escuela en tanto
institución social, tal como sucedió con la formación ética, religiosa o los saberes de la
denominada cultura general, ámbitos a los que se integraron nuevas cadenas conceptuales
manteniendo las prácticas discursivas heredadas del medioevo y sus re-interpretaciones
renacentistas.
Lo anterior explica el hecho que la moral, los valores o la religiosidad hayan permanecido como
un terreno custodiado por la Iglesia y sus reflexiones teologales mientras que el ámbito
científico entraba en un proceso de permanente re-construcción y exploración sistemática a
través de la experimentación y la observación casualista.
En el campo de la formación política ocurrió un proceso de simbiosis en el que los procesos de
enseñanza y aprendizaje se reorientaron hacia la ciudadanía en tanto identidad política
moderna, integrando de manera gradual nuevos principios y tesis que renovaban el corpus del
discurso escolar en la materia, al tiempo que las cadenas conceptuales empleadas para su
argumentación y fundamentación se realizaban bajo la óptica teológica heredada de la re-
interpretación renacentista.
Se trataba entonces de formar ciudadanos que políticamente defendieran el nuevo orden social
y fueran capaces de comprender y obedecer el nuevo paradigma de gobernabilidad, empleando
para ello, la interiorización de los preceptos liberales y republicanos cuyo ejercicio en la vida
cotidiana debía corresponder con la adquisición y transmisión del conjunto de valores judeo-
cristiano y los códigos de conducta imperantes en el escenario cortesano.
Este proceso es el que le permitió a la escuela constituirse en la institución social privilegiada a
la hora de formar ciudadanos consumidores capaces de re-significar sus vínculos socio-afectivos
a partir de la interiorización de principios liberales y republicanos de gobernabilidad que exigían
la alineación individual con el orden social expresado en la patria, la nación y la república.

LA RELACIÓN FAMILIA – ESCUELA: LA ARTICULACIÓN MODERNA ENTRE EL ÁMBITO PRIVADO Y


LA FUNCIÓN PÚBLICA
Resultado del proceso de consolidación de la escuela como la institución social formadora por
excelencia, la familia que tradicionalmente había sido la transmisora de la cultura y la
educadora de los nuevos integrantes de la sociedad, indistintamente si se trataba de súbditos o
fieles, pasa a ser la encargada de asegurar la supervivencia de los adultos pequeños o en
miniatura, cuyas enseñanzas debían respetar los preceptos educativos emanados de las
autoridades escolares que poseían el reconocimiento social como poseedores de la cultura
general y las buenas maneras en el tema de la conducta.

El proceso de docilización de los nuevos integrantes de la sociedad se concentrará entonces en


la labor educativa de la escuela que pasa a ser la única portadora del saber objetivo y veraz, aún

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en aquellos aspectos en los que rivalizaba con la Iglesia, que empezó a acentuar su
argumentación desde la alusión a la fe y a la obediencia intrínseca del buen cristiano.
Las disciplinas y técnicas empleadas en este proceso de formación de ciudadanos acentuaban
las prácticas represivas presentes al interior de la familia, extendiendo la legitimidad que
gozaban dichas prácticas en el ámbito privado al contexto escolar que aparecía como una
institución social que hacía las veces de intermediadora entre el régimen político y el ámbito
privado de la familia.
La familia entonces pasa a ser el contexto de la socialización primaria de los nuevos integrantes
del sistema social, asegurando la enseñanza de los códigos de conducta cortesanos y los valores
judeo-cristianos, que se veían complementados en la escuela, al tiempo que se encargaba de
formar en los preceptos liberales y republicanos en los que se sustentaba el nuevo orden social
encarnado por el imperio de la ley, el sentimiento nacional y el aseguramiento de la propiedad y
las libertades individuales.
La familia heredada del medioevo y re-interpretada en el renacimiento se enfrenta a una
transformación funcional y estratégica que la llevará a pasar de ser una agrupación social
extensiva cohesionada por vínculos consanguíneos y perpetuada a través de la construcción de
un patrimonio compartido bajo la forma del trabajo asociado no remunerado a la manera de
una vinculación de vasallaje y servidumbre, a una estructura social nuclear de tipo
consanguíneo en la que el patrimonio se hereda de padres a hijos.
Esta nueva configuración familiar supone la ruptura de los lazos y vínculos socio-afectivos
extensivos acentuando la responsabilidad individual de los padres ante la formación de sus hijos
biológicos, reforzando así el esquema individualista de la modernidad a la vez que acentúa el
carácter privativo de los padres sobre sus hijos pese al mantenimiento de las relaciones de
padrinazgo, parentesco político o matrimonio arreglado, que pasan a estar supeditadas a las
órdenes indiscutibles de los padres, que ejercenuna autoridad indiscutible frente a laformación
de sus hijos, sólo cuestionada por los agentes escolares durante la socialización secundaria.
La familia existente al inicio de la modernidad está traspasada por la concepción de una
propiedad comunitaria cuyos bienes deben ser conservados a través de la práctica de un oficio
heredado e irrenunciable como parte no sólo de la aceptación e identidad familiar sino también
del honor y del legado ancestral. Por su parte, la familia re-constituida durante la modernidad,
es una agrupación nuclear responsabilidad de los padres que si bien continúa sin tener una
función afectiva, si supone una transformación profunda de las formas de interacción social
debido a la consolidación de un parentesco restringido en el que los padres ejercen un control
absoluto y restrictivo sobre una de sus propiedades más importantes: sus hijos.
La familia ya no está asociada a la práctica de un oficio heredado, aunque si continúa
presionando por la continuidad de los negocios parentales que son el corpus de una herencia
entregada de forma irrestricta a los hijos, que dejan de ser fuerza de trabajo en sí mismos para
empezar a ser individuos responsabilidad de los padres quienes de esta manera aseguran la
perpetuidad de los negocios y honor familiar.
Esta configuración familiar al constituirse en el paradigma de relacionamiento micro-social
determinará las prácticas, expectativas y necesidades de una población continuamente
diezmada por las epidemias, las guerras y las condiciones laborales adversas, lo que implicará

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que la familia nuclear resulte más frágil al tiempo que más dinámica, toda vez que las viudas y
viudos re-arman sus familias nucleares a través de nuevos contratos matrimoniales en los que
se juntan los hijos y se agregan posteriormente los hijos en común.
La fragilidad de la familia nuclear supone un riesgo para el vínculo conyugal pero también para
la perpetuidad del honor y de los bienes paternales, ya que afecta en mayor medida a los hijos
quienes son los más vulnerables a las condiciones de vida adversas en las nacientes urbes. Esta
tasa de mortalidad infantil y juvenil compite con la generalización de la realización de segundos
y terceros matrimonios entre padres viudos.
Una técnica para contrarrestar el impacto de la pérdida de uno de los padres fue la masificación
de la práctica cortesana de nodrizas, que posibilitaban el mantenimiento de una familia-troncal
en la que la labor formativa recaía en una criada especializada en la crianza pero fácilmente
reemplazable, que sustituía la figura maternal, más susceptible al deceso inesperado.
Esta familia fundada en el vínculo conyugal se convierte en la célula básica de la propiedad en la
medida que cualquier nuevo matrimonio al tener que convertirse en un nuevo hogar
totalmente autónomo y viable económicamente debía construir un patrimonio parental que se
constituyera en objeto de herencia a los hijos.
Esta concepción patrimonial de los vínculos afectivos representa una continuidad del modelo
medieval de la alianza estratégica entre familias, esta vez ya no desde la realización de unos
objetivos de la familia extensa sino desde el aseguramiento de una estabilidad individual de los
hijos y futuros nietos, mantenida a través de la construcción de un patrimonio parental, que
constituirá la llave de la movilidad social al permitir el acceso a bienes y a la educación formal.
Este modelo familiar es completamente coherente con una estructura escolar
centrada en la docilización o adiestramiento de los
nuevos integrantes de la sociedad de acuerdo con su
La familia resulta ser posición social y sus posibilidades de consumo. Así,
entonces una reunión de mientras los hijos de las uniones conyugales con altos
individuos unidos por patrimonios accedían a instituciones escolares formales,
vínculos consanguíneos que los hijos cuyos patrimonios eran reducidos terminaban
pueden ser conyugales, siendo enviados por sus padres a haciendas y casas donde
patrilineales, matrilineales o trabajaban como criados, representado una reducción de
políticos, como en el caso de los gastos de mantenerlos en casa y permitiendo que
la adopción, el padrinazgo o interactuaran con personas cultas y conocieran al menos
la unión matrimonial por
parcialmente los códigos de conducta apropiada. Por su
segunda y tercera ocasión.
parte, las familias ricas obtenían mano de obra barata
Los integrantes viven bajo el
entre las que se encontraban las jóvenes que harían las
mismo techo que pasa a
veces de nodrizas de sus hijos.
convertirse en el hogar, esto
Desdees,esta perspectiva,
el centro de la vida en la educación que permitiría en últimas el mantenimiento del orden
social a través del adiestramiento diferenciado de sus nuevos miembros, se erige en una
familia.
actividad marcada por la autoridad, traducida en prácticas y castigos asociados a la brutalidad,
YvonneCastellan. La familia. Fondo de Cultura
la cual, recae en agentes
Económica.México de
D. F., 1982, socialización
pp. 34 – 37. secundaria que en el caso de las familias nucleares
ricas se expresaba en las escuelas y los tutores, mientras que en el caso de las familias pobres se

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circunscribía a los amos y patrones en sus haciendas y casas. En ambos casos, no es la familia la
encargada de la educación de su
miembros más jóvenes, lo que rompe con su autonomía absoluta como espacio privilegiado de
lo privado.
Resultado de este proceso, la familia entrega el monopolio de la formación y la enseñanza a
instancias de socialización secundaria que complementaran y corrigieran los hábitos, preceptos,
conductas y necesidades de los nuevos miembros del sistema social, de acuerdo con la posición
socio-cultural y política-económica de sus padres. La familia ya no es la encargada de la
verdadera educación, pues su tarea es asegurar la supervivencia de los adultos en miniatura,
posteriormente considerados como niños, siendo incapaz de ejercer la autoridad que exige la
educación por razones de afecto.
La labor educativa es por tanto un campo de reflexión y ejercicio objetivo en el que la
afectividad no tiene cabida, lo que viene a reforzar el control que tanto la Iglesia como el
aparato de Estado ejercía sobre los individuos a través de la familia. Es esta la lógica que
sustenta el proceso de consolidación de la escuela como institución social, propia de la
modernidad y mantenida pese a sus transformaciones por la actual sociedad post-moderna.

BIBLIOGRAFÍA

BERGER, PETER &LUCKMAN, Thomas. La construcción social de la realidad. Buenos Aires:


Amorrortu, 2001.
BURGUIERE, André. Historia de la familia. Vol. I – II. Madrid: Alianza, 1988.
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1992.
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