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Además de ser la más pobres de las ciudades, Buenos Aires tenía el puerto inhabilitado por el

sistema monopólico y agregado a ellos el circuito comercial más importante rumbo a España se
realizaba por el océano Pacifico.

Muy pronto Buenos Aires se revelo como un punto de entrada hacia los mercados del Perú y del
Alto Perú, era más seguro y barato que el itinerario de Panamá.

Aunque Buenos Aires no tenía ninguna comodidad para el desembarco de mercaderías, ofrecía en
cambio la enorme ventaja de ser el arranque de un camino terrestre sin obstáculos naturales.

Naturalmente, ya desde el año 1610, el contrabando se hizo presente en estas rutas, se usaba
todo el ingenio posible para introducir efectos por vía ilegal; el contrabando era la única
posibilidad de supervivencia de la ciudad.

Estas circunstancias alarmaban a los comerciantes peruanos, que en 1622 consiguieron la


instalación en Córdoba de una aduana que fiscalizara y detuviera el tránsito hacia los mercados
altoperuanos, controlados hasta entonces por Lima. Los limeños denunciaban que Buenos Aires
era la salida de la ruta clandestina de la plata y metales preciosos, provenientes de las minas de
Potosí.

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