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EL COSTO SOCIAL DE LA DOLARIZACIÓN

Por Néstor Avendaño


Director Ejecutivo de COPADES 31 de marzo 2006
Aunque los nicaragüenses tengamos la voluntad de dolarizar plenamente la economía del
país, no podríamos lograr este cometido porque, sencillamente, la banca central no tiene las
reservas internacionales suficientes para comprar los córdobas que circulan en el mercado.
A finales de diciembre de 2005, mientras la base monetaria era de C$6,338 millones,
equivalentes a US$370 millones, el saldo de las reservas internacionales netas ajustadas de
la autoridad monetaria era apenas de US$282 millones y, además, excluyendo un préstamo
de US$61 millones del FMI, para 2006 se prevé un flujo neto de ayuda internacional en
divisas líquidas al sector oficial igual US$48 millones, resultante de un ingreso de divisas
líquidas para apoyo de balanza de pagos de US$163 millones –si el gobierno cumple todas
las exigencias del FMI- y un pago “aliviado” de la deuda externa de US$115 millones.
Además, a diciembre de 2005, también se observa la restricción adicional de la deuda de
corto plazo generada por el Banco Central de Nicaragua (BCN) y asociada con la posición
de las reservas internacionales equivalente a US$339 millones en concepto de emisión de
Letras
Estandarizadas
(Letras BCN)
colocados en
subastas públicas,
Títulos Especiales de
Inversión (TEIs)
adquiridos
principalmente por el
INSS, y Bonos del
BCN. Se excluyen de
dicha deuda US$257
millones de CENIs
emitidos por las
quiebras bancarias
fraudulentas,
renombrados Bonos
Bancarios desde el 8
de septiembre de
2003.

Sin embargo, el proceso de dolarización extraoficial de la economía nicaragüense ha


avanzado grandemente desde mayo de 1990. El 68 por ciento del saldo total de los
depósitos en la banca comercial corresponde a dólares; el 85 por ciento de la cartera de
préstamos de la banca ha sido otorgado en dólares; las tarifas de servicios públicos, los
precios de los combustibles y todos los precios de los bienes de consumo, excepto los
perecederos de origen agrícola, están dolarizados; los impuestos, las tasas de interés, las
rentas y las transacciones en el mercado de bienes raíces y en la bolsa de valores están
dolarizadas. Sólo los salarios bajos, los depósitos a la vista en la banca comercial y los
depósitos de encaje en córdobas de los bancos comerciales en la banca central no gozan de
la cláusula de mantenimiento de valor.
Ventajas y desventajas de la dolarización
Hace cinco años, la empresa privada y el sector público propiciaron sendas consultas sobre
las ventajas y desventajas de sacar de circulación al córdoba del mercado, pero poco se ha
escuchado sobre los costos sociales asociados con una posible dolarización oficial en
Nicaragua, con el 80 por ciento de la población que tiene un ingreso diario de dos dólares o
menos.
Es obvio que la dolarización oficial tiene sus ventajas y desventajas. El beneficio de tener
tasas de interés más bajas –aunque en Nicaragua bajarían levemente sólo por la eliminación
de los riesgos cambiario y convertibilidad, porque los préstamos y los depósitos de ahorro y
a plazos gozan de la cláusula de mantenimiento de valor y los costos bancarios son altos-,
una tasa de inflación cercana a la tasa de inflación internacional y una mayor transparencia
en el manejo de los recursos presupuestarios está acompañado del costo de la pérdida del
señoriaje, o sea la pérdida de la capacidad del Estado para obtener ingresos valiéndose de
su derecho a crear dinero para financiar el gasto público. El señoriaje, a finales de
diciembre de 2005, era igual a 7.6% del Producto Interno Bruto (PIB).
Todos conocemos el costo social de la no dolarización: en el actual esquema de
deslizamiento del tipo de cambio oficial que no promueve efectivamente las exportaciones
porque su objetivo es mantener fijo el tipo de cambio real al reducir la brecha entre la tasa
de inflación nacional y la tasa de inflación internacional, la devaluación disminuye el poder
adquisitivo de los salarios, todo cuesta más en córdobas, y los trabajadores por cuenta
propia, que no son asalariados, no pueden subir los precios porque sus clientes no tienen
suficiente dinero para pagar. Sin dolarización, el costo es el empobrecimiento, porque
pagamos las ineficiencias de la economía por la vía de la devaluación.
Con la dolarización, la devaluación ya no existe. Entonces, ¿cuál es la nueva vía para pagar
las ineficiencias o problemas estructurales que persisten en nuestro ámbito económico? La
nueva vía es la contracción de la economía. En otras palabras, el desempleo sería el costo
social inmediato de la dolarización oficial de la economía nicaragüense. Veamos por qué.

La dolarización es un camino sin retorno


Dolarizar oficialmente la economía significa que el país entra «efectivamente» a la economía
global. En ese marco, sin una política cambiaria, es apremiante una buena organización de la
economía nacional para que las empresas nicaragüenses sean competitivas en el comercio
internacional. Por lo tanto, existe un alto riesgo si Nicaragua entra a la globalización con su

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economía plenamente dolarizada: el principal cuello de botella en este escenario, cuando el
gobierno ya no pueda devaluar, será el manejo eficiente de la economía.
Con la dolarización no se dará el deterioro de los salarios producto de la devaluación. Pero los
salarios en Nicaragua son bajos debido a la alta tasa de desempleo global de 25 por ciento
imperante en el país, lo cual ayuda a demostrar que aproximadamente 560,500 personas no
generaron ingresos en 2005. Cabe recordar que actualmente los salarios mínimos en las
actividades agropecuarias y no agropecuarias de Nicaragua son equivalentes a US$50.40 más
comida y US$85.10 respectivamente, mientras que el salario medio nacional, sin incluir a los altos
ejecutivos de los sectores público y privado, es equivalente a US$260.18.

En una economía dolarizada oficialmente, cada aumento de los salarios va a incrementar el


poder adquisitivo de los trabajadores, y el límite de ese aumento es evitar la exclusión de
nuestras exportaciones del mercado internacional por elevados costos de producción. En
otras palabras, tal como lo señala la teoría económica, sólo el mejoramiento de la
productividad facilitará el aumento de los salarios. Y elevar la productividad es un reto
pendiente en nuestra economía desde hace más de tres décadas.
Con la dolarización, las ineficiencias de nuestra economía serán más evidentes. Esta
evidencia exigirá la eliminación de actividades y empresas ineficientes, por lo cual se
provocará una contracción de la producción con el consecuente desempleo y la reducción
de los ingresos tributarios. Dichas ineficiencias se pueden ejemplificar con la distorsión
arancelaria, aún con la presencia de un rango «común» de tasas arancelarias de [0%, 10%].
En otras palabras, en la actualidad hay empresas nicaragüenses que sobreviven porque
pueden importar materias primas con aranceles muy bajos, pero su producto final está
protegido en el mercado interno porque el arancel para el producto final es muy alto. En
esta situación se encuentran actualmente el azúcar de caña o de remolacha y sacarosa
químicamente pura en estado sólido, con un arancel del 55 por ciento; muslos y piernas de
pollo, con el 170 por ciento; pollos enteros, pollos completos cortados y pechugas, con el
30 por ciento; arroz en granza originario de países miembros de la Organización Mundial
del Comercio (OMC), con el 60 por ciento fuera de un tratado de libre comercio. Un
arancel externo común provocaría el desempleo en estas actividades económicas, pero el
uso de los recursos en otras actividades aumentaría también el empleo.

Precios, productividad y competitividad

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El precio «correcto» de un bien o de un servicio en una economía global es el precio
global, que es el precio razonable de un producto en el mercado internacional, acorde con
un costo de producción «correcto» y una calidad excelente. Si un empresario nicaragüense
produce un bien más caro, el Resto del Mundo le enviará el mensaje que hay muchos
productores fabricando ese bien mucho mejor, en una forma mucho más eficiente. Tener un
precio «correcto» es tener una productividad correcta.

Los bajos niveles tecnológicos, que en principio no son rentables, aparentan ser rentables con el
predominio de salarios bajos. La tecnología de muchas empresas nicaragüenses no
sería rentable con salarios estadounidenses, pero parece ser rentable con salarios nicaragüenses. Y
por esto, las empresas nicaragüenses usan esos bajos niveles tecnológicos.
Como un ejemplo de lo anterior, la maquila de textiles en Costa Rica ha dejado de ser una
actividad rentable porque los salarios de los trabajadores costarricenses son altos debido a su
mayor nivel de educación técnica; esas empresas de zonas francas han emigrado de Costa Rica
principalmente hacia Honduras y El Salvador.
Por lo tanto, las empresas nicaragüenses tendrán que invertir más en tecnología. Los empresarios o
productores que no puedan producir con mayor tecnología y, por ende, con mayor eficiencia,
tendrán que salir del mercado. La dolarización es una presión para mejorar el perfil tecnológico del
aparato productivo del país, lo cual implica, en algunos casos, un menor uso de mano de obra y, en
otros casos, un empleo de recursos humanos más calificados. Es necesario, por consiguiente,
asignar más recursos presupuestarios a la educación y la capacitación técnica de los trabajadores.

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Dolarización vs Pobreza
Por eso, la pregunta de que si la dolarización va a eliminar o no la pobreza debe tener una
respuesta muy cuidadosa. Una de las primeras conclusiones sobre la pobreza humana
nicaragüense en 2001 es que la pobreza rural es más grave que la pobreza urbana, ya que el
67.8 por ciento de las personas que viven en el campo son pobres y muy pobres,
comparados con el 30.1 por ciento de los que viven en las ciudades. Además, mientras el
41.7 por ciento de la población total del país vivía en las áreas rurales, éstas concentraban el
54.7 por ciento del total de pobres y el 76.0 por ciento de los extremadamente pobres.
En esa situación de pobreza, si el Estado no logra facilitar el incremento y el
fortalecimiento de los rendimientos agropecuarios por la vía de una adecuada transferencia
de tecnología y una mejor capacitación técnica, sin vincularlos a una efectiva estrategia
agroindustrial, habrá un excedente de mano de obra en el campo que buscará cómo emigrar
a las ciudades.
La estrategia gubernamental para combatir la pobreza indica que el crecimiento económico
es la clave para que los nicaragüenses dejen de ser pobres. Esta es una posición bastante
romántica e ilusoria. Entre el crecimiento económico y el bienestar no existe una relación
automática. La estrategia ignora la solución de los problemas de la distribución del ingreso
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y de la composición sectorial del crecimiento económico y, aún más, la concentración del
futuro crecimiento económico entre los pobres. Las empresas nicaragüenses podrían ser
más competitivas y más rentables, y el crecimiento económico del país podría también ser
más alto que el 4.5 por ciento promedio anual en el quinquenio 2001-2005, tal como se ha
reprogramado en dicha estrategia, pero todo eso no significa necesariamente que la mayoría
de los nicaragüenses dejarán de ser pobres.
El logro de una mayor competitividad y rentabilidad empresarial, y de un mayor
crecimiento de la producción, podría implicar el aumento de la pobreza humana, por lo cual
siempre estará presente un reto muy complicado en las políticas económicas y sociales,

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consistente en elevar los ingresos y la calidad del nivel de vida de la población.
La economía global, como señalábamos anteriormente, establece precios globales pero aún
no establecido salarios globales. Las empresas de zonas francas, por ejemplo, contratan al
menor costo los recursos humanos y los recursos naturales, presionando por mantener bajos
los salarios y mantener el acceso a los recursos naturales. Esto, por supuesto, atenta contra
la productividad y el bienestar de la población. El crecimiento económico, en este
escenario, se basa en la ventaja competitiva de la pobreza, y la pobreza se reproduce con
este tipo de crecimiento.

Si se tomara la decisión de dolarizar la economía, el desarrollo económico del país


dependerá, por consiguiente, de la productividad o de la pobreza. En los dos casos, se
observará el aumento de la producción. Pero ante ese dilema, la respuesta política debería
ser facilitar el aumento de la productividad para que el poder adquisitivo de los salarios
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aumente, las remuneraciones de los recursos naturales se eleven, lo impuestos puedan
financiar un gasto social más equitativo, la política social pueda transformar los procesos
productivos en una forma sostenible, la inversión pública pueda ser más eficiente y de
mayor calidad, y las empresas sean competitivas y rentables.
La dolarización y la distribución del ingreso
La erradicación de la pobreza, por lo tanto, va a depender del gasto social y de los ingresos
de las familias. Pero también debemos tener en cuenta que la distribución del ingreso en
Nicaragua se ha movido en la dirección de la desigualdad, porque los efectos de las
políticas económicas y sociales en el marco de los dos primeros programas de «Servicio
Reforzado de Ajuste Estructural» (por sus siglas en inglés, ESAF) y del primer Programa
«Servicio del Crecimiento y la Reducción de la Pobreza» (por sus siglas en inglés, PRGF)
del Fondo Monetario Internacional no fueron igualitarios y, además, porque el desempleo y
el sub-empleo de los recursos humanos no han facilitado la reducción de las brechas

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salariales.
La distribución del ingreso en Nicaragua ha sido tradicionalmente desigual. De acuerdo con
los datos de la Encuesta de Medición del Nivel de Vida 1998, el 20 por ciento de los
hogares más pobres de Nicaragua percibió el 0.4 por ciento del ingreso total, mientras que
el 20 por ciento más rico de los hogares, recibió el 67.5 por ciento. Esta distribución del
ingreso no es un resultado económico del funcionamiento del mercado en Nicaragua, sino
que es el punto de partida del funcionamiento del mercado en nuestro país.

La dolarización también pondría en evidencia la desigualdad en la distribución del ingreso


nacional. Cabe entonces la interrogante, sin saber que pasará con la productividad, sobre los
efectos distributivos de la dolarización. ¿Protegerá la dolarización a los ingresos de las
familias al frenarse la inflación? ¿Consolidará la dolarización una redistribución a favor de
los que tienen más acceso a dólares y en contra de los que tienen acceso sólo a córdobas?
En este punto aparece la variable del tipo de cambio: ¿Cuál será el nivel del tipo de cambio
con el cual el Banco Central de Nicaragua comprará los córdobas que circulan en el
mercado?
El problema de la sobrevaluación del córdoba
El tipo de cambio del córdoba frente al dólar estadounidense sería estable cuando la
productividad en Nicaragua evoluciona al mismo ritmo que la productividad del Resto del
Mundo. Si dos países muestran productividades que crecen en la misma forma, la relación
de los precios de los dos países se mantendrá igual. Pero la productividad en Nicaragua ha
disminuido grandemente en las últimas tres décadas y, por consiguiente, el córdoba ha
tenido que depreciarse.
Además, la política monetaria en Nicaragua se ha formulado en una forma independiente de
la productividad, por lo cual el tipo de cambio se ha sobrevaluado, en detrimento del
esfuerzo exportador y ha vuelto más baratas las importaciones.

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Con la sobrevaluación, la gente cree que
gana más, tiende a
consumir mucho, en
especial
bienes importados, el
déficit comercial se
expande y la deuda
externa aumenta. La
dolarización exige
un tipo de cambio
estable, un valor del
córdoba «correcto».
El tipo de
cambio que se vaya a
utilizar para convertir
la base monetaria en
córdobas a dólares nodeberá
estar muy sobrevaluado ni
muy subvaluado.
Si el tipo de cambio usado para la dolarización estuviese muy subvaluado, que no es el caso de Nicaragua,
perjudicará a los consumidores de bienes importados; por otro lado, si el tipo de cambio estuviese muy
sobrevaluado, que es el caso de Nicaragua, perjudicará a los exportadores. Y ambas situaciones
obstaculizarían el crecimiento económico con el dólar como única moneda de curso legal.
Por lo tanto, la posible sorpresa cambiaria que ocurriría en Nicaragua en el momento que se
decida la dolarización oficial de la economía, ajustará los salarios hacia abajo, y las familias
que están más abajo en la distribución del ingreso saldrán perdiendo. Los que hubiesen
comprado dólares antes de la dolarización oficial, por supuesto, saldrán ganando.
Los retos frente a la dolarización
Ante esta muy probable situación, el Estado tiene que facilitar un esfuerzo sistemático tanto en el empleo –
propiciando un clima estable para la inversión y una mayor certeza jurídica como en la productividad –
impulsando la educación y la capacitación técnica-, con el fin de mejorar y fortalecer el salario real. Si no
fuese así, se perpetuaría la rentabilidad de las empresas sobre la pobreza de la población.
Basado en todo lo expuesto anteriormente, el gasto social demanda concentrarse en una mayor cobertura y
eficiencia de la educación. Sin educación no hay crecimiento económico sostenible ni posibilidad para
erradicar la pobreza. Las medidas para reducir la pobreza no van a beneficiar en el corto plazo a quienes se
han estado beneficiando de la pobreza, salvo en el mediano y largo plazo si han elevado el nivel
tecnológico en sus actividades productivas y hayan aumentado la competitividad de las empresas.
En conclusión, el papel del Estado es muy importante para reducir el costo social inherente a la
dolarización oficial: más educación, más salud, más transferencia de tecnología, más infraestructura
económica moderna, más solidez del sistema financiero, más protección de los recursos naturales y del
medio ambiente, más protección a la población excluida del progreso humano, consolidación del estado de
derecho. Y una tarea más: evitar que las empresas sean competitivas y rentables sobre la base de la
reproducción de la pobreza y del deterioro de los recursos naturales.
En una economía dolarizada oficialmente, sin políticas cambiaria y monetaria, la política
fiscal debe ser sólida y flexible para garantizar el crecimiento económico y reducir la pobreza, mediante la
reducción de la participación de los impuestos indirectos en la recaudación tributaria, una alta inversión
social y la transferencia de una tecnología más adecuada; por su parte, la política laboral debe garantizar la
estabilidad laboral y un creciente salario real sobre la base de una mayor productividad. Esos son los
desafíos que afrontamos para minimizar el costo social de la dolarización.

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