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MARÍA INÉS FERNÁNDEZ ÁLVAREZ

LA POLÍTICA AFECTADA
Experiencia, trabajo y vida cotidiana
en Brukman recuperada
Prefacio
Una economía moral de las micro-resistencias populares

A comienzos de los años 2000, en Argentina, –cuando la crisis económica


provocada por varias décadas de políticas ultra-liberales implementadas por
sucesivos gobiernos habían llevado a la recesión, el aumento del desempleo,
el deterioro de las condiciones sociales, el control de los retiros bancarios y,
finalmente, el desarrollo de manifestaciones masivas duramente reprimidas
en todo el país–, nació una nueva forma de movilización obrera: la recupera-
ción por sus empleados de empresas en quiebra o a punto de cerrar. En este
contexto de inestabilidad política y violencia casi insurreccional, se pusieron
en marcha prácticas inéditas de autogestión en centenas de pequeñas y media-
nas empresas industriales, metalúrgicas, alimenticias o textiles. Aun cuando
estas iniciativas no involucraron más que a unos pocos miles de trabajadores y
trabajadoras, llamaron la atención de observadores e investigadores en cuanto
que parecían delinear una forma innovadora de resistencia de los sectores
populares particularmente afectados por la crisis e incluso tal vez anunciar
una alternativa a un capitalismo cada vez más ávido de lucro y generador de
mayores desigualdades. En consecuencia, los estudios en ciencias sociales se
multiplicaron con el propósito de dar cuenta de este fenómeno, su significa-
ción histórica, el repertorio de acción colectiva que ampliaban y la emergen-
cia de movimientos sociales originales de los que parecían ser un signo. Por
más interesantes que fueran, estos trabajos, sin embargo, evidenciaron más
los presupuestos de sus autores que el sentido que los individuos daban a sus
iniciativas.
Dentro de esta literatura abundante, La política afectada se destaca por la
perspectiva que adopta. Ante los encumbramientos proféticos de los grandes
relatos y las generalizaciones apresuradas de modelos seductores, María Inés
18 La política afectada Prefacio 19
Fernández Álvarez prefiere el trabajo paciente junto a las personas implicadas interlocutoras, debatió sobre ella en foros científicos y arenas políticas, con-
en estas luchas por su supervivencia económica. Más que preguntarse por las tinuó su trabajo de reflexión crítica sobre su objeto y la manera de tratarlo.
razones de la toma de una fábrica, se dedica a analizar el cotidiano de quienes Pudo experimentar así la vida pública de las ciencias sociales, de lo que ellas
la pusieron en marcha. Más que ofrecer una visión heroica de sus esfuerzos implican en términos de su contribución al debate público y de los límites
para salvar su fuente de trabajo, revela sus aspiraciones y sus esperanzas, sus que se le deben ser impuestos frente a las expectativas que genera. El aporte
incertidumbres y sus conflictos. Al relato público ofrecido voluntariamente más decisivo no consiste en prescribir cómo deben ser las cosas –una tarea
por sus protagonistas y rápidamente santificado por ciertos analistas en nom- que concierne a todos los ciudadanos– sino más modestamente en describir lo
bre de su propio proyecto, substituye una lectura precisa de los complejos que ellas son. El imperativo más grande del investigador no reside en la ex-
desafíos a los que sus interlocutoras la confrontan. Para ello, se apoya en un posición de sus propias tesis sino en la preocupación por volver inteligible la
trabajo de campo riguroso y una presencia prolongada entre esas mujeres, palabra, el pensamiento y el imaginario de aquellos con los que y gracias a los
observando sus actividades, conversando con ellas, presenciando sus discu- que conduce su investigación. Es al previo de esta exigencia ética que la etno-
siones y participando de sus asambleas. Logra así restituir su dignidad sin grafía puede, sino cambiar el mundo, al menos transformar su comprensión.
ocultar sus contradicciones.
La etnografía que practica recupera los trabajos de E. P. Thompson sobre
los sectores populares en la Inglaterra del siglo XVIII que han mostrado la Didier Fassin
importancia de tomar en cuenta, más allá de las relaciones de producción, la D. F., Princeton, 30 de noviembre de 2015
“economía moral” en la que se inscriben, a saber las normas y obligaciones
que sostienen el contrato social; así como las investigaciones de James Scott
sobre los campesinos de Malasia a finales del siglo XX que señalan la ne-
cesidad de comprender, más que las revueltas y revoluciones, las “armas de
los débiles”, o dicho de otro modo, las formas cotidianas de resistencia que
se oponen a la autoridad. Pero María Inés Fernández Álvarez extiende sus
análisis dedicándose particularmente a los valores que defienden las obreras y
a los afectos que le dan vida. La acción que ellas conducen no se reduce sim-
plemente a una estrategia de supervivencia: es también, y tal vez sobre todo,
una demanda de reconocimiento social, tal como Axel Honneth nos invita a
pensar toda relación con el otro. El trabajo no asegura solamente la subsisten-
cia material: puede afirmar una exigencia de respecto y una manifestación de
ayuda mutua contra las lógicas de explotación y ganancia. Lejos de limitarse a
un único caso de estudio e incluso al contexto argentino, La política afectada
propone pues una antropología política y moral que renueva nuestra compren-
sión de las luchas sociales contemporáneas.
Entre la realización de la investigación y la publicación de la presente
obra, ha transcurrido una década. En lugar de volver obsoleto el análisis de
la recuperación de la fábrica Brukman, esta diferencia temporal le imprime
justa distancia. En el curso de los años que siguieron al estudio, María Inés
Fernández Álvarez volvió sobre su campo, presentó su investigación a sus
Introducción

A comienzos de abril del año 2002, en un aula de la Facultad de Filosofía y


Letras de la UBA, escuché hablar por primera vez a Julia,1 una obrera de la
confección a quien tendría la oportunidad de conocer personalmente algunas
semanas después. Vestida con su guardapolvo celeste desabrochado, pidió
permiso para hablar y se dispuso a relatar “la historia de su fábrica” ubicán-
dose para ello frente a un auditorio compuesto por cientos de estudiantes que
cursábamos el profesorado –en mi caso, luego de haber terminado la licencia-
tura varios años antes–. La acompañaban dos varones jóvenes de quienes se
podía adivinar fácilmente que eran militantes universitarios. Ambos llevaban
una caja de cartón con una inscripción que decía “fondo de huelga”. Con un
tono enérgico y a la vez emotivo, Julia narró brevemente una historia que lue-
go escucharía de manera reiterada en charlas públicas, encuentros con orga-
nizaciones sociales y entrevistas con periodistas o estudiantes universitarios.
El relato situaba como punto de inicio de esta historia el 18 de diciembre de
2001 momento en el que había comenzado su lucha en defensa de la fuente de
trabajo. Tras el abandono de los dueños y el cobro de un vale de cinco pesos
junto con un grupo de compañeras y compañeros –en su totalidad obreras y
obreros2 de la confección- habían permanecido en la planta de la que eran
empleados hacía más de diez años en promedio, esperando el pago de un

1 Los nombres de las personas han sido modificados siguiendo un acuerdo de con-
fidencialidad. Utilizo comillas dobles para citas, referencias textuales o relativizar tér-
minos y bastardilla para categorías sociales (Rockwell, 1987).
2 En adelante, utilizaré el género femenino para referirme a los/as trabajadores/as de
la fábrica Brukman debido a su composición mayoritaria de mujeres.
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vale digno. Cerró su intervención señalando que en los últimos días habían con un guardapolvo celeste me invitó a pasar. Se llamaba Mónica y había
resistido un intento de desalojo con el apoyo de vecinos y organizaciones ingresado a la fábrica cuando su marido se quedó sin trabajo a comienzos de
sociales, gracias a ello habían logrado “volver a recuperar su fábrica” y seguir los años noventa. Con suma ingenuidad intenté explicarle de la manera más
trabajando. Cautivando con éxito a su auditorio, Julia nos invitó a acercarnos clara posible el propósito de mi visita. “Soy egresada de antropología de la
a la fábrica para apoyar su lucha y a colaborar con el fondo de huelga al que el UBA, estoy comenzando una investigación sobre las transformaciones en el
público presente, conmovido por su intervención, se sintió casi en su totalidad mundo del trabajo en Argentina y me gustaría acercarme a la fábrica”, le dije
convocado a aportar. según lo dejé asentado en mi cuaderno de campo. Sin sorprenderse demasiado
Impactada por la historia que Julia había narrado, la semana siguiente me por mi presentación me informó que tenía que hablar con la encargada de
acerqué por primera vez a la fábrica ubicada en el barrio de Balvanera. Me prensa a quien llamó por el interno. Quince minutos después me encontraba
encontraba en aquel momento elaborando un proyecto de investigación doc- conversando con Clara, una mujer muy amable que –como me contaría tiem-
toral cuyo propósito consistía en desarrollar un estudio etnográfico sobre las po después– llevaba veintiocho años trabajando en el oficio y más de diez en
consecuencias que la reforma laboral implementada en la década del noventa3 la fábrica.
tenía para quienes formaban parte del entonces reducido mercado de trabajo4. Concluida mi presentación –que incluyó algunas informaciones sobre el
En el relato de Julia el propósito de mi estudio quedaba más bien como un propósito de mi proyecto de investigación, del que le entregué una copia im-
telón de fondo, parte de una historia pasada que sin embargo dotaba de fuerza presa–, Clara me explicó que la fábrica confeccionaba prendas de vestir -prin-
a las prácticas que describía. Julia era una suerte de testigo vivo, una sobrevi- cipalmente masculina- y se había fundado en el año 1951 instalándose a fines
viente del proceso de reestructuración del capital en su versión local que veía de los años ochenta en el edificio de seis pisos en el que nos encontrábamos.
amenazada seriamente sus condiciones de reproducción. Pero Julia no era una Me explicó que en su mejor momento la firma había llegado a tener 400 em-
sobreviviente cualquiera sino parte de un pequeño grupo que se había anima- pleadas, una cifra que se había ido reduciendo a la tercera parte hacia fines
do a ponerle el cuerpo a un destino inevitable de desempleo, frente al cual el de la década del noventa. Luego reprodujo la misma historia que había escu-
único camino para conservar una vida digna –como ella lo había enfatizado chado días antes en la facultad, aclarándome que del total de 115 empleadas
días atrás– era recuperar la fábrica: ocupando la planta para evitar su cierre, en diciembre de 2001 habían permanecido en la fábrica algo más de 60, en su
resistiendo intentos de desalojo y asumiendo la gestión de la producción en totalidad operarias. Agregó luego detalles relativos a la organización descri-
sus manos. Era por ello que su relato había generado en aquel auditorio tal biendo que funcionaban por comisiones, que discutían los temas en asamblea
adhesión, despertando en mí una profunda admiración. y que era allí donde se tomaban las decisiones. Se detuvo en contarme que
Al llegar a la fábrica una mujer de unos 50 años, vestida al igual que Julia desde mediados de febrero, frente a la ausencia de respuestas por parte de la
patronal, habían reiniciado la producción, señalando que el horario de trabajo
se extendía de 6 de la mañana a 3 de la tarde, momento en que comenzaba la
3 Durante la década del noventa se introdujeron en Argentina una serie de modifica-
ciones en la legislación laboral tendientes a incorporar modalidades de empleo desregu- guardia integrada de manera rotativa por 6 compañeras/os que permanecían
ladoras y flexibles –bajo diferentes formas como flexibilidad salarial, flexibilidad en el siempre en la fábrica “para custodiarla”. Hacia el final de la charla me explicó
tiempo de trabajo, flexibilidad funcional, flexibilidad externa o externalización– intro- que su principal reclamo era el pago de la deuda salarial y el mantenimiento
duciendo cambios en el derecho individual de trabajo, el derecho colectivo y el sistema
de seguridad social. Estas modificaciones buscaron reducir los costos de la mano de
de la fuente de trabajo insistiendo varias veces “que lo único que ellas que-
obra dando por tierra con los derechos históricamente adquiridos por los trabajadores rían era trabajar”. Mostrándose dispuesta a recibirme, cerró la conversación
en las décadas previas. Para un análisis de los cambios en la legislación laboral pueden diciendo: “lo mejor sería que vuelvas cuando estemos fuera del horario de
consultarse, entre otros, Marshall (1994 y 1996), Fernández (1997), Bronstein (1997), trabajo, a partir de las 3 de la tarde”.
Zeller (1999); Tomada y Novick (2001).
Respetando la indicación de Clara, las semanas siguientes visité la fábrica
4 Vale la pena recordar que en el momento en que iniciaba mi investigación (marzo
de 2002), el índice de desempleo alcanzaba el 21,4% según datos del INDEC. de manera regular en el horario por ella indicado. En contraste a la sensación
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de tranquilidad que me había llevado esa mañana, el ambiente de las visitas sus transformaciones” fueron dejando espacio a un conjunto de interrogantes
posteriores estuvo marcado por una circulación constante de personas que sobre las prácticas que estas personas desarrollaban para mantener su fuente
se acercaban con propósitos variados: comprar un producto, hacer una nota de trabajo, poniéndome en diálogo con un conjunto de estudios ampliamente
periodística, realizar un estudio sociológico, apoyar la lucha o militar. Esa cir- prolíficos en nuestro país en aquel contexto que analizaban las formas de pro-
culación era un claro indicador de la amplia difusión pública y mediática que testa, movilización y acción colectiva.
la fábrica había alcanzado en escasos meses, constituyéndose rápidamente en En definitiva, trabajo y lucha organizaban el relato que me había condu-
uno de los casos más renombrados y emblemáticos de lo que más tarde se co- cido a la fábrica reproducido por Julia o sus compañeras ante la innumerable
nocería como empresas o fábricas recuperadas. Así, desde una mirada exter- cantidad de personas que, como yo, se acercaban diariamente para conocerlas,
na u ocasional, en la rutina diaria tendía a establecerse una marcada diferencia brindarles apoyo, estudiarlas o todo a la vez. Dediqué entonces parte de mi
entre tiempo y espacio de trabajo y tiempo y espacio de lucha que los meses energía a registrar esos intercambios, comprendiendo poco a poco que (re)
en la fábrica me fueron llevando a interpelar. En el día a día esta distinción era producir ese relato, contar su historia, era una actividad destacada entre las
bastante más compleja; sus fronteras, sumamente difusas, eran experimen- prácticas que desarrollaban a partir de la ocupación. Reparar en la produc-
tadas de la más heterogénea manera en contextos específicos generando en ción de este relato me permitió entender que, para comprender ese proceso de
consecuencia múltiples discusiones. Con el tiempo fui percibiendo que lucha lucha por la fuente de trabajo en lugar de preguntarme por sus causas o mo-
y trabajo eran categorías cuyo sentido se hacía plenamente inteligible en su tivos –como lo proponían los teóricos de la acción colectiva–, resultaba más
articulación, que se conjugaban en tensión y explicaban los ritmos, lenguajes productivo reconstruir las condiciones que la habían hecho posible, siguiendo
y relaciones que en Brukman se tramaban. Indicaban términos desde los que la ruta trazada por Lygia Sigaud (2005) en su estudio etnográfico sobre las
se reconstruía la propia vida y la historia de la fábrica. Marcaban la dinámica ocupaciones de tierras en Brasil. Es desde este descubrimiento y en torno a
de mi trabajo de campo definiendo modos de interacción y espacios por los este interrogante que se organiza este libro, elaborado en base al trabajo de
que circular. Señalaban temas de los que hablar y escribir. En síntesis, ex- campo que realicé entre 2002 y 2006 en el marco de mi investigación docto-
presaban un lenguaje –siguiendo el sentido que da Malinowski (2002) a esta ral. Incorporo también las reelaboraciones sobre ese material realizadas en los
idea– que delimitaba formas de estar y hacer en ese espacio. años siguientes y las revisitas que hice a la fábrica entre 2008 y 2012.
Así, en esos primeros meses fui descubriendo que el universo en el que
estaba ingresando iba mucho más allá del “mundo del trabajo” al que ha-
bía buscado vincularme inicialmente: aunque el trabajo constituía un eje rei-
vindicativo y sus ritmos (los de la producción) marcaban tiempos, espacios Las empresas recuperadas como objeto de estudio6
y relaciones en la fábrica, era en su articulación con otras categorías como
lucha o dignidad que cobraba pleno sentido. En consecuencia, rápidamente Durante el curso de esos años otras fábricas en situaciones similares (altos
los interrogantes teóricos que me habían conducido a la fábrica se fueron niveles de endeudamiento, crisis financiera, situación de quiebra, cierres po-
desdibujando, no por haber desaparecido como preocupaciones sino porque tenciales, etc.) fueron ocupadas y puestas a producir por sus trabajadores.
la empirea exigía revisarlos, redefinirlos, humanizarlos (Thompson, 1981)5. Adquiriendo diversas denominaciones como tomadas, recuperadas, recon-
De manera que mis preocupaciones iniciales relativas al “lugar del trabajo y vertidas o autogestionadas, eran expresión del proceso de reestructuración

5 Retomo aquí la formulación elaborada por E. P. Thompson en Miseria de la Teoría 6 Este apartado no tiene el propósito de proponer una revisión exhaustiva de los
(1981) en su discusión con el estructuralismo de Louis Althusser respecto de la relación trabajos académicos sobre la temática –con muchos de los cuales dialogo a lo largo de
entre teoría y empírea afirmando la necesidad de una reflexión humanista que permita los capítulos– sino una breve síntesis de aquellas discusiones que resultan más signifi-
“reintroducir a los ‘hombres’ como agentes o sujetos en su propia historia” (1981: 223). cativas en función de la elaboración de este libro.
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económica, social y política del que había sido objeto la Argentina a partir difusión mediática no solamente a nivel nacional sino también en el extran-
de 1976 (Basualdo, 2001). Un proceso cuyas consecuencias más dramáticas jero. Era habitual encontrar en mis visitas de campo periodistas, militantes o
fueron la desindustrialización y concentración de capitales (Azpiazu, 1998, estudiantes de posgrado europeos (principalmente de España, Francia o Ita-
2003; Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2000; Schorr, 2004), la precarización y lia), estadounidenses o canadienses, que llegaban a Argentina atraídos por
deterioro de los niveles de empleo e ingresos, y una profundización notable de este “fenómeno antiglobalización” que evidenciaba la crisis del modelo neo-
las desigualdades sociales y los niveles de pobreza (Beccaria y Lopez, 1996; liberal. Basta recordar, a modo de ejemplo, la realización en ese año del film
Rofman, 1997; Minujin, 1997; Altimir y Beccaria, 1999; Grassi, 2003). Las documental La Toma (dirigida por Avi Lewis y guionada por Naomi Klein),
vidas de Julia, Clara y sus compañeras ilustraban de manera vívida las conse- en la que las recuperadas se presentaban como una expresión de la lucha con-
cuencias de este proceso poniendo rostro a los números y análisis que en estos tra la globalización. Parte de un escenario más amplio de movilización social
libros citados encontramos. que a nivel mundial se equiparaba con las ocupaciones de tierra en Brasil,
A partir de 2001 las empresas recuperadas –denominación bajo la que más la guerra del agua en Bolivia o las reivindicaciones por la autonomía de los
tarde tendió a unificárselas– cobraron una fuerte notoriedad pública y se mul- zapatistas en México, definiendo visiones alternativas al neoliberalismo en
tiplicaron en diversas regiones del país.7 En el caso de la Ciudad de Buenos respuesta al avance de los procesos de globalización sobre modos locales de
Aires –región a la que circunscribí mi estudio–,la mayoría de estas empresas vida (Nash, 2001, 2005). Así, la empresas recuperadas lograron rápidamente
iniciaron el proceso de recuperación en el año 2002,8 alcanzando una rápida captar la atención de itelectuales, militantes, académicos, etc. definiendo mo-
dos de pensar, interpelar y abordar estos procesos.
Las primeras producciones académicas tendieron a marcar su carácter no-
7 Según los relevamientos del Programa Facultad Abierta (FFyL, UBA), en el año
2004 había un total de 161 empresas recuperadas; el 64% de los casos se concentraba en
vedoso destacando que expresaban una nueva subjetividad de clase (Martínez,
el área metropolitana y un 36% en las demás provincias del país. Una década después 2002), movimientos alternativos al neoliberalismo y la globalización (Mag-
esta cifra logró casi duplicarse alcanzando en diciembre de 2013 unos 311 casos. Del nani, 2003; Palomino, 2004; Di Marco y Palomino, 2004; Rofman y otros,
total de casos, el 64,79% se ubica en la Ciudad y Provincia de Buenos Aires, lo cual en 2003; Petras y Vetmeyer, 2002) o nuevas formas de protesta social (Fajn,
términos comparativos señala un crecimiento de los procesos en el resto del país res-
pecto del 2004. Fuente: http://www.recuperadasdoc.com.ar/Informe_IV_relevamien- 2003; Favaro y Aizicson, 2003). Parte de estos trabajos buscaron explicar las
to_2014.pdf. La mayoría de las empresas recuperadas se concentró en el segmento de causas que habían dado origen a las empresas recuperadas considerando que
pequeñas y medianas empresas, aunque la existencia de unidades de mayor tamaño no las mismas debían encontrarse en el elevado índice de desempleo o en el ciclo
deja de ser significativa. Los diferentes relevamientos (Rebón, 2007; Ruggeri et al.,
2010; Ruggeri et al., 2014) estiman que el promedio de trabajadores por fábrica alcanza
de protesta iniciado en 2001. Sin desconocer su carácter innovador, estudios
entre 50 y 60 personas y muestran que quienes llevaron adelante los procesos perte- posteriores situaron a las recuperadas en un proceso más amplio de acción de
necen al área de producción, registrándose en pocos casos participación de personal la clase obrera, poniendo en evidencia los lazos con organizaciones sindicales
administrativo, de ventas o de alguna área de dirección. Las actividades productivas (Perelman y Davalos, 2003, 2005; Rebón, 2004; Aizicson, 2009). Finalmente,
se distribuyen mayoritariamente en la rama industria aunque con un crecimiento en los
últimos años del rubro servicios, siendo el porcentaje más alto ocupado por fábricas retomando el aporte del sociólogo francés Robert Castel (1995), otros estudios
metalúrgicas que actualmente (datos de diciembre de 2013; IV relevamiento Facultad consideraron que las recuperadas expresaban un proceso de recolectivización
Abierta) es del 19,61 % de los casos, a los que le siguen alimentación (12,86%), gráfica laboral (Wyczykier, 2009). Como lo desarrollaré más adelante, esta discusión
(9,97%) y textil (8,36%).
se inscribió en un debate más amplio sobre las formas de movilización social
8 Según un relevamiento propio realizado en agosto del 2004, se habían llevado ade-
lante en la Ciudad de Buenos Aires 27 procesos de recuperación, de los cuales el 58%
y política desarrolladas en la Argentina post-2001, en la que los cortes de
de los casos se inició en el año 2002 (este relevamiento fue realizado en colaboración
con Ariel Wilkis, Verónica García Allegrone, Cora Arias y Sebastián Fonseca en el
marco del proyecto “Los desafíos a la gestión individualizada de la pobreza y el des-
empleo”, bajo la dirección de Osvaldo Battistini y con sede en el CEIL del CONICET). 2009 el número total de recuperadas llegó a los 41 casos y 2.066 trabajadores. De estos
Según datos del Observatorio Social de Empresas Recuperadas (OSERA), en el año últimos, el 25% habían comenzado el proceso de recuperación entre el 2007 y el 2009.
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ruta protagonizados por las organizaciones de desocupados constituyeron un forma de acción política anclada en el trabajo productivo cuyos contornos se
emblema.9 En este contexto, algunos marcos analíticos como las teorías de la fueron recreado en la práctica.
acción colectiva y los movimientos sociales cobraron especial relevancia a la En lugar de interrogar el carácter autónomo o heterónomo de las empresas
hora de explicar la emergencia de estos nuevos actores sociales.10 recuperadas, o de determinar el sentido transformador o reproductor de estas
La pregunta por el carácter innovador fue un interrogante también para acciones y sus sujetos, este libro se sumerge en la cotidianeidad de estos pro-
pensar las recuperadas como ámbitos de producción laboral que se alejaban cesos para explorar cómo –aunque modeladas por dispositivos y regulaciones
de la lógica capitalista de producción o como espacios para desarrollar “otra estales– fue posible desarrollar en la práctica formas creativas de “lucha” y
economía”. Los primeros trabajos abordaron las empresas recuperadas como “trabajo” cuyo principal potencial radica en la manera en que ambas se articu-
formas alternativas de “economía social” o “economía popular” destacando laron, destacando su carácter necesariamente contradictorio, fragmentario y
el carácter igualitario y solidario de las relaciones económicas, así como el abierto. Para recorrer este camino, invito a desprendernos de los (pre)supues-
desarrollo de prácticas asamblearias y horizontales (Palomino, 2003; Rofman, tos teóricos e ideológicos con que solemos mirar estos procesos para dejarnos
Garcia y Di Loreto, 2004). Otras investigadores problematizaron estas con- guiar por aquello que observamos empíricamente.11 Con este objetivo, este
ceptualizaciones desde una perspectiva que inscribió la discusión en el marco libro propone una mirada alternativa sobre las empresas recuperadas; partien-
de las relaciones capital-trabajo (Rodríguez, 2003; Trinchero, 2007; Ruggeri, do de la reconstrucción de un caso específico focaliza en la experiencia de
2009). Estudios posteriores centraron la pregunta por el carácter innovador de las personas que la llevaron adelante y en las prácticas cotidianas que en este
la organización del trabajo indagando las potencialidades y límites de la forma marco se desarrollaron. Así, en lugar de indagar en las causas que explican
cooperativa o autogestiva en el marco de relaciones capitalistas de producción el surgimiento de este fenómeno o los motivos que llevaron a este conjunto
(Quijoux, 2011; Hudson, 2007; Rebón y Fajn, 2005; Rebón y Salgado, 2009). de personas a involucrarse en una acción colectiva, esta obra reconstruye las
Estos trabajos acompañaron mis reflexiones sobre las empresas recuperadas, a condiciones que hicieron posible recuperar una fábrica –ocupar una planta,
los que busqué aportar en dos direcciones. Por un lado, señalar que la forma- sostener un proceso de lucha y llevar adelante la gestión productiva de ma-
ción de cooperativas no podía ser pensada como una libre elección sino que nera colectiva–, tomando como punto de partida las vivencias de quienes las
formaba parte de un proceso más amplio de organización y demanda en el que llevaron adelante. Los capítulos que componen este libro proponen un camino
intervenían modalidades de acción estatal y formas de gobierno. Por el otro, para desplegar estas condiciones que incluyeron tanto cuestiones vinculadas
mostrar que en el curso de estos procesos recuperar una fábrica delimitó una a las experiencias de vida como al contexto social y político en el que se de-
sarrollaron y la trama de relaciones que en este proceso se establecieron. Tal
como yo lo entiendo, esto requiere mostrar tanto la incidencia de tradiciones
9 En discusión con estas miradas, otros estudios analizaron el fenómeno de las em- sociales y políticas así como la operatoria de modalidades de intervención
presas recuperadas desde perspectivas marxistas partiendo de la noción de clase (Mar- estatal históricamente definidas.
tínez, 2002; Petras y Veltmeyer; 2002; Rebón, 2007). En particular el trabajo de Julián
Rebón (2007) ha propuesto una mirada que, anclando en esta tradición y analizando el Llegado este punto, es necesario hacer explícitos los lentes conceptuales
carácter de clase de las relaciones sociales, recupera aportes de otras corrientes teóricas desde los que llegué a la fábrica, me vinculé con estas personas y construí
contribuyendo a explicar la socio-génesis de estos procesos. mi análisis a partir de una serie de desplazamientos. El primero consistió en
10 Mis reflexiones sobre las empresas recuperadas estuvieron marcadas por el diá- abandonar el interrogante por la centralidad del trabajo para dar centralidad a
logo con esta producción. Así, mis primeros trabajos tenían una fuerte preocupación
por mostrar el modo en que el trabajo (o, más bien, la “identidad obrera”) operaba en
el desarrollo de estas formas de acción colectiva (Fernández Álvarez, 2004). Como lo
desarrollo en el capítulo 4 de este libro, esta preocupación me condujo a indagar en las 11 Esto no implica olvidar que nuestras observaciones de campo siempre están me-
tradiciones sociales y políticas que intervenían en la forma que tomaron las recupe- diadas por la teoría acumulada y en definitiva que el trabajo etnográfico resulta, como
raciones retomando para eso estudios antropológicos sobre procesos de demanda por lo ha señalado con suma claridad la antropóloga brasilera Mariza Peirano (2004), del
trabajo (Grimberg, 1997) inspirados en la obra de E. P. Thompson. diálogo entre teorías nativas y teorías antropológicas.
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la vida, inspirándome para ello en el trabajo de Didier Fassin (2006, 2009b).12 y los valores culturales (Escobar y Alvarez, 1992). Sin embargo, más allá de
El segundo, sobre el que me detengo a continuación, implicó desplazar el las grandes diferencias entre ambas líneas explicativas, una preocupación co-
interrogante de las causas a las condiciones de posibilidad, interrogando la mún recorre estas propuestas conceptuales: entender las motivaciones de las
supremacía que la pregunta por las motivaciones había cobrado en el estudio personas para involucrarse en una protesta, movimiento o acción colectiva.
de la movilización y acción colectiva valiéndome para ello de la obra de E. Veamos sintéticamente qué forma adoptó esta preocupación en cada caso.
P. Thompson. De manera muy sintética, la línea de explicación originada en los circuitos
universitarios de Estados Unidos analizó la organización y los recursos que
posibilitan la acción colectiva, movilizando para ello la teoría de la elección
racional desarrollada por Olson (1965) que consideraba al actor racional
Más allá de las motivaciones como punto de referencia central del análisis (Cohen, 1985; Jenkins, 1983).
Esta perspectiva teórica se desarrolló en discusión con los enfoques que expli-
Las movilizaciones sociales desarrolladas en Estados Unidos y Europa hacia caban el comportamiento colectivo como producto de la irracionalidad de las
finales de los años sesenta y comienzo de los setenta –de las cuales las ex- masas –analizadas bajo la categoría de muchedumbre o multitud–, atendiendo
presiones más notables fueron las protestas contra la guerra de Vietnam o los a los mecanismos de sugestión y manipulación que arrastraban a los indivi-
acontecimientos de mayo del 68– contribuyeron a renovar significativamente duos a la acción por efecto de contagio, agravio o frustración. Los movimien-
perspectivas de estudios asentando las bases para el desarrollo de un campo tos sociales de los años sesenta y principios de los setenta, de los que nume-
sistemático sobre movimientos sociales y acción colectiva.13 Estos enfoques rosos académicos fueron protagonistas, permitieron revisar estos supuestos
teóricos partieron de un elemento común: el cuestionamiento a las teorías objetando el carácter anormal, transitorio e irracional que se le adjudicaba a
disponibles para explicar las movilizaciones sociales desarrolladas en este la acción colectiva (Ortner, 1993; Pérez Ledesma, 1994; Goodwin, Jasper y
contexto. Sobre la base de este cuestionamiento, surgieron a cada lado del At- Polleta, 2001), para destacar en cambio su papel como agente de cambio so-
lántico dos líneas de explicación alternativas que en su origen contrapusieron cial (Jenkins, 1994). La premisa central para esta línea explicativa fue que los
una lectura estratégica de la acción a una perspectiva centrada en la identidad individuos participaban en acciones colectivas en función de intereses, reali-
zando un cálculo costo/beneficio en el que se sostenía su involucramiento.14
El problema central consistió entonces en explicar por qué los individuos
12 En un estimulante diálogo con la obra de M. Foucault, D. Fassin (2009b) propone
se implicaban en acciones colectivas. A partir de este principio general, el pa-
volver al origen de la noción de biopolítica como un poder “de la vida”, más que como radigma norteamericano englobó una diversidad de propuestas que se diferen-
un poder “sobre la vida” (dirección que tomó en los cursos que el filósofo francés im- ciaron en los elementos que se ponderaron para dar respuesta a este interro-
partió en el Collège de France). Siguiendo al autor, Foucault –en su preocupación por gante. Se desarrolló así la teoría de la movilización de recursos, englobando
el modo en que los seres vivientes eran transformados en población e individuos y por
las formas de gobierno y regulación de las poblaciones– dejó abierto un camino para una diversidad de propuestas que confluyeron en presupuestos comunes y se
explorar no sólo la forma en que se normaliza la vida sino también su sustancia misma: diferenciaron en relación al objeto de estudio, definido en función la impor-
cómo son vividas esas vidas, sobre qué principios y valores morales. En esta dirección,
Fassin (2014) afirma la relevancia de “una antropología política de la vida” que despla-
ce la mirada de las formas a la materia de la política.
13 Dado que existen numerosos estudios sumamente cuidadosos que revisan esta 14 El principal exponente de este planteo fue Mancur Olson (1965), basado en un
literatura, he decidido hacer aquí una breve mención a los aspectos centrales de estos modelo economicista según el cual la tendencia individual a participar en acciones
enfoques que brinden los elementos necesarios para comprender el desplazamiento que colectivas requiere de “incentivos selectivos”. Aun cuando este planteo original ha sido
propuse en mi investigación. Pueden consultarse en esta dirección, entre otros trabajos, objeto de numerosas críticas (Jenkins, 1994), resulta indudable que esta perspectiva
Pérez Ledesma (1994), Revilla Blanco (1994), Ibarra y Tejerina (1998) Cefai (2007) sobre la acción racional ha permeado las formulaciones posteriores sobre la acción
García Rubio (2004), Edelman (2001). colectiva que modelaron este paradigma (Pérez Ledesma, 1994).
32 La política afectada Introducción 33
tancia que cada una otorgaba a los elementos que explicaban el desarrollo de En el ámbito académico europeo, las movilizaciones de finales de los años
acciones colectivas (García Rubio, 2003). El primero, de desarrollo más tem- sesenta y comienzos de la década siguiente abrieron otro camino para explicar
prano, se concentró en los recursos organizativos, principalmente el accionar el desarrollo de estos los movimientos sociales, enfatizando en el carácter
de cuadros y profesionales de los movimientos sociales, respondiendo al su- novedoso respecto de las formas clásicas de movilización cuyo exponente
puesto de que la acción colectiva era el producto de una elección estratégica era el movimiento obrero. En función de señalar esta característica, la teoría
realizada por el individuo. Los debates posteriores dieron lugar a una segunda elaborada en este contexto fue denominada “Teoría de los Nuevos Movimien-
línea de estudios que se focalizó en los procesos políticos de la cual Char- tos Sociales” (TNMS), de la cual son considerados fundadores autores como
les Tilly15 y Sidney Tarrow16 constituyeron sus referencias privilegiadas en Alain Touraine y C.Claus Offe. Desde esta corriente de análisis, se afirmaba
la literatura local para explicar el desarrollo de los procesos de movilización que las movilizaciones del capitalismo tardío y la “sociedad posindustrial”
post-2001. En esta perspectiva, la respuesta a las motivaciones que conducían no operaban en torno al componente obrero, es decir, no estaban organizadas
a la acción colectiva se encontraba en la interacción entre los grupos y el en relación a “la clase” sino a otros elementos identitarios como el género,
sistema político, situando el análisis de los movimientos sociales en función el origen étnico, etc. El carácter “novedoso” de los movimientos sociales se
de tiempos largos. Así, desde esta perspectiva los incentivos para la acción expresaba en diferentes niveles como en las características de los actores que
varían en función de mutaciones históricas de tal modo que para estos autores participan, los valores y objetivos que sostenían y las formas de organización
las motivaciones estaban informadas históricamente. o acción que desarrollaban. Así, el eje explicativo para este enfoque radicaba
en las condiciones estructurales que daban lugar al surgimiento de estas nue-
vas expresiones de conflictividad, definido en contraposición al movimiento
15 Charles Tilly (2000) sostuvo que el fundamento para la acción colectiva se hallaba
en las prácticas y en las instituciones en tanto éstas contenían combinaciones variables
obrero17 y contraponiendo valores “materiales” (relativos a la supervivencia
de incentivos solidarios, materiales o coercitivos para la acción. Un aporte central de su o condiciones de vida) y “posmateriales” (relativos a los valores culturales)
trabajo fue la noción de repertorios de acción o repertorios de contención, que refiere como principios explicativos del involucramiento de las personas en cada uno
al conjunto de medios de los que dispone un grupo particular para realizar sus reclamos. de los casos.18 Es decir, una pregunta por la motivación de las personas, aun-
Los repertorios son productos culturales aprendidos que surgen y cobran forma a partir
de confrontaciones precedentes y en un momento histórico dado, definen una forma de que colocada en otros términos. Una variante de este enfoque la constituyó el
actuar colectivamente que es limitada. En este sentido, la noción de repertorio “captura “paradigma de la identidad” formulado posteriormente por Alberto Melucci
la combinación de elaboración de libretos históricos e improvisación” (Tilly, 2000: 14), (1994), discípulo de Touraine. Una de las principales contribuciones del teóri-
lo cual implica que la acción colectiva ocurre en el marco de interacciones entre grupos
y personas; y opera dentro de límites impuestos por las instituciones y las prácticas
co italiano consistió en afirmar que la acción colectiva en general –y, por tan-
existentes en el que los participantes aprenden, innovan y construyen historias en el to, los movimientos sociales– han sido vista siempre como un “dato empírico
propio curso de la acción colectiva.
16 Para Sidney Tarrow (1997) la acción colectiva se explica en función de incenti-
vos vinculados a los procesos políticos que influyen sobre las expectativas de éxito o
fracaso de la gente, a través de “oportunidades políticas”. El supuesto de este concepto 17 El supuesto que estaba detrás de esta explicación consistía en que el principal
es que las acciones colectivas se desarrollan cuando están dadas las oportunidades para conflicto que subyace en toda sociedad es el “control social de los patrones culturales”
hacerlo en función del grado de apertura o clausura del sistema político. Así, el proble- (Touraine, 1990) y la pregunta organizadora de esta teoría giraba en torno a explicar el
ma de la acción colectiva radica para Tarrow en saber cómo se coordinaban poblaciones porqué de los (nuevos) movimientos sociales.
desorganizadas, autónomas y dispersas ante una acción común. La respuesta es social 18 De esta forma, un punto fuerte de discusión con las teorías norteamericanas es
e histórica: se expresa en la emergencia de movimientos sociales que habían resuelto que estas últimas centran la preocupación por la acción colectiva principalmente en el
el dilema de la acción colectiva respondiendo a las oportunidades políticas mediante el ámbito político dejando en segundo plano el espacio de la “sociedad civil”. Para los teó-
uso de formas conocidas y modulares de acción colectiva movilizando a la población en ricos europeos, en cambio, los participantes no se movilizan motivados por una acción
el seno de redes sociales y a través de supuestos culturales compartidos. Esto condujo a calculadora de costo-beneficio sino buscando solidaridad e identidad: se concentran en
S. Tarrow a introducir la noción de ciclo de protesta que refiere a una “fase de intensi- necesidades de autorrealización relacionadas con aspectos de la vida cotidiana de las
ficación de los conflictos y la confrontación en el sistema social” (1997: 263). personas.
34 La política afectada Introducción 35
unitario”, como una “unidad” percibida e interpretada por el observador como Polletta, 1998). Se consideró que las emociones al igual que los significados
algo realmente existente, un dato dado de antemano. En contraposición, afir- cognitivos o principios morales podían ser vistos como “aspectos de la cul-
ma el autor, los movimientos son construcciones sociales y, entonces, aquello tura” que tenían base en tradiciones y valores sociales (Goodwin, Jasper y
que se da por sentado es justamente lo que la teoría debe explicar. Para Meluc- Polletta, 2001). Así, el honor o el odio constituyeron móviles que conducían a
ci esta explicación se encuentra en la identidad colectiva, esto es: el proceso las personas a sumarse a una protesta o una movilización de tal forma que “lo
a través del cual los actores producen estructuras cognoscitivas comunes que cultural”, “lo simbólico” e incluso “lo emocional” constituyeron factores que
les permiten valorar el ambiente y calcular los costes-beneficios de la acción. permitirían explicar por qué la gente se movilizaba.
Es en la identidad colectiva, en este caso, donde encontramos la respuesta a De esta forma, los debates y puentes teóricos entre ambas tradiciones lle-
las motivaciones de las personas a sumarse a acciones colectivas. varon a elaborar propuestas sintetizadoras que buscan resolver esta mirada
Posteriormente, las teorías sobre acción colectiva y movimientos socia- contrapuesta aunque manteniendo la pregunta por la motivación para sostener
les tendieron a buscar puentes articuladores que permitieran integrar ambos que esta debe ser explicada considerando tanto factores materiales, como sim-
enfoques, mostrando renovado interés en incorporar “la cultura” en sus aná- bólicos, culturales, identitarios (Eyerman, 1998; McAdam, 1994; Melucci,
lisis (Eyerman, 1998; McAdam, 1994; Melucci, 1994). Así, las dimensiones 1994; McAdam, McCarthy y Zald, 1999), sumando luego a esta lista la con-
simbólicas y los sistemas de creencias que habían quedado relegados en los sideración de dimensiones emocionales (Polletta, 1998; Jasper, 2001; Good-
enfoques surgidos en la academia norteamericana (García Rubio, 2003), pa- win, Jasper y Polletta, 2001; Jasper y Goodwin, 2006). Sin embargo, estos dos
saron a ocupar un lugar central en la búsqueda por elaborar una perspectiva pares de oposiciones –estratégico/identitario y material/postmaterial– conti-
sintética desde un análisis que considerase tanto la estructura de oportunida- nuaron modelando las lecturas elaboradas para explicar el desarrollo de accio-
des políticas como las formas de organización –formales e informales– así nes colectivas y movimientos sociales. En efecto, como lo veremos a lo largo
como los procesos identitarios y a las dimensiones culturales puestas en juego de este libro, estos pares de oposiciones se expresan en un esquema binario
(McAdam, McCarthy y Zald, 1999). Se propuso entonces un marco analítico a partir del cual se contraponen acciones por la supervivencia (necesidad,
para explicar el desarrollo de acciones colectivas y movimientos sociales a desempleo, hambre) cuya motivación es material, a acciones reivindicativas
partir de la combinación de una serie de elementos, entendidos como factores, o por el reconocimiento (respeto, dignidad, integración social) cuyo móvil es
que incluyen las oportunidades políticas, las formas de organización y los político, esto es, que buscan o aportan a la transformación social. Esto así,
procesos de enmarcado.19 Este último concepto hizo referencia a los proce- porque el propósito de estos enfoques ha sido explicar las causas (motivos) de
sos a través de los cuales los actores elaboran los significados compartidos la emergencia y desarrollo de acciones o actores colectivos. Este libro parte
que dan sentido a su acción, incluyendo dimensiones cognitivas o ideológicas de un desplazamiento que retoma la propuesta conceptual elaborada por E. P.
de la acción colectiva, es decir, elementos culturales, símbolos, creencias, Thompson (1995) para estudiar los motines de subsistencia en la Inglaterra
valores, etc. A la incorporación de las dimensiones culturales o simbólicas del siglo XVIII: en lugar de preguntarnos por qué la gente protesta, interrogar
se sumaron luego estudios que propusieron la inclusión de factores emocio- qué hace la gente cuando tiene hambre. Un desplazamiento que en lugar de
nales como elementos claves para explicar la acción colectiva (Jasper, 2001; explicar las causas (reducidas a factores), invita a explorar las condiciones
que hacen posible esas acciones.
Recordemos sintéticamente que un hilo conductor de la obra de este autor
19 Un aporte significativo en esta dirección han sido los trabajos de David A. Snow
fue la discusión con el trabajo del filósofo francés Louis Althusser, foco de
quien define el concepto de marco como “el esquema de interpretación que permite a sus principales críticas. Su pensamiento estaba guiado por la búsqueda de una
los individuos localizar, percibir, identificar y etiquetar acontecimientos dentro de su lectura alternativa al modelo base-superestructura (Kaye, 1989), en función
mundo vital y del mundo en general. Al representar eventos o acontecimientos llenos de la que elaboró una de sus principales contribuciones teóricas: la noción de
de significado, los marcos funcionan para organizar la experiencia y orientar la acción,
ya sea individual o colectiva” (Snow et al., 1988: 464). experiencia. Esta categoría ubicaba en el centro del análisis la acción humana
36 La política afectada Introducción 37
invisibilizada por el determinismo económico; una acción que sin embargo el campo de fuerza, el espacio para el análisis de los procesos concretos, tal
tenía su punto de partida en las relaciones de producción.20 Así, la noción de como lo desarrolla en “La economía moral revisada” (1995), uno de los textos
experiencia está anudada en la propuesta conceptual del historiador británico más citados en la literatura sobre movimientos sociales y acciones colecti-
a la idea de cultura. En este sentido, Thompson sostiene que los sujetos, his- vas. Allí, como decía previamente, introduce un planteo más amplio respecto
tóricamente situados, experimentan constreñimientos y condiciones objetivas de las preguntas que nos hacemos y cómo estas preguntas abren o cierran
en el marco de elaboraciones culturales y tradiciones que les son propias.21 La problemas de investigación. Lo que le interesa señalar es que la explicación
noción de experiencia es entonces una clave analítica que permite dar cuenta sobre el desarrollo de los motines no puede ser una explicación económica
del modo en que los sujetos actúan, es decir, viven e interpretan las relaciones (el hambre, la necesidad, la supervivencia) ya que esta explicación no per-
sociales de producción. Es a través de la experiencia que determinadas condi- mite comprender cómo la conducta de las personas frente a estas situaciones
ciones –materiales– son vividas y significadas como injustas. Se trata, como está “modificada por la costumbre, la cultura y la razón”. Respondiendo a las
lo ha señalado M. Grimberg (1997), de una categoría que articula acción y críticas elaboradas a este trabajo interpela lecturas dicotómicas que explican
significación, un proceso activo de asignación de sentidos, representaciones, el desarrollo de los motines como respuesta “al hambre” o bien vinculados a
ideas, sentimientos, emociones. Supone sujetos que interpretan lo que viven “asuntos sociales, derechos tradicionales” recordando la objeción a establecer
y actúan en base a ello. Por tanto, es una acción significativa con sentido: los correlaciones evidentes –“la gente protesta cuando tiene hambre”– ya que
sujetos viven, procesan y otorgan sentido a lo que viven, actúan de acuerdo a concluyen la investigación allí donde debería comenzar.22 En sentido inverso,
saberes, valores, según tradiciones. afirma el autor, preguntarnos qué hace la gente cuando tiene hambre permite
Pero además es un procesamiento que está históricamente situado y, por lo mostrar que el motín no es ni la única ni la forma más evidente de acción co-
tanto, que se define en el marco de los límites de las correlaciones de fuerza. lectiva. Se trata de una acción posible entre otras mediada por “la costumbre”,
Es una experiencia histórica, situada y relacional. La propuesta formulada “la cultura” que moviliza nociones legítimas como la de precio justo.
por el historiador británico permite así revisar el oscurecimiento, la dilución El punto que me interesa señalar aquí es que para Thompson la explica-
de los sujetos derivada del análisis estructural, desarrollando una visión pro- ción sobre la movilización, la protesta, la acción colectiva (definida siempre
cesual para pensar la noción de clase que parte de la idea de experiencia y la en términos empíricos como “motines” y no bajo categorías teóricas), no pue-
lucha de clase. La lucha de clases es para Thompson un campo de disputa que de reducirse a “variaciones estadísticas” sino que debe buscarse en la expe-
históricamente adquiere formas y contenidos diferentes. En consecuencia es riencia humana. En otros términos, el lazo entre la “realidad material” y los
“eventos sociales” no es un lazo causal. Es esta experiencia la que nos permite
comprender las transformaciones de las relaciones de producción desde el
20 Afirmaba Thompson: “las clases acaecen al vivir los hombres y las mujeres sus punto de vista de los sujetos. Se trata en definitiva, en la lectura de Fassin que
relaciones de producción y al experimentar sus situaciones determinantes, dentro ‘del hago mía, de una mirada etnográfica que partiendo de la experiencia opone
conjunto de relaciones sociales’, con una cultura y unas expectativas heredadas, y al
modelar estas experiencias en formas culturales” (1984: 38). a la “medida de las cantidades una descripción (y a veces evaluación) de las
21 En el prefacio a la Formación de la clase obrera en Inglaterra, afirma: “la expe- cualidades” y permite introducir el pensamiento antropológico en la historia
riencia de clase está ampliamente determinada por las relaciones de producción en que al reconocer en “la plebe” –tal como lo hizo la antropología con “los primi-
los hombres nacen o en las que entran de manera involuntaria. La conciencia de clase tivos”– la capacidad para producir normas, derechos y obligaciones (2009a:
es la forma en que se expresan estas experiencias en términos culturales: encarnados en
tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales. Si bien la experiencia
1241-2). La referencia a la lectura que Fassin propone sobre la idea de eco-
aparece como algo determinado, la conciencia de clase no lo está. Podemos ver una
cierta ‘lógica’ en las respuestas de los grupos locales similares que tienen experiencias
similares, pero no podemos formular ninguna ‘ley’. La conciencia de clase surge del 22 Diferentes estudios han recuperado las advertencias elaboradas por Thompson
mismo modo en distintos momentos y lugares, pero nunca surge exactamente de la para interpelar lecturas espasmódicas sobre la protesta en Argentina, entre los cuales se
misma forma” (Thompson, 1989: 14). encuentra el trabajo pionero de Marina Farinetti (1999).
38 La política afectada Introducción 39
nomía moral elaborada por Thompson establece un puente con el modo en asignó a nuestra disciplina la investigación sobre movimientos campesinos,
que la obra del antropólogo francés iluminó la interpretación que propongo pobres urbanos, indígenas, milenaristas y religiosos, dejando otros tipos de
aquí acerca de las empresas recuperadas, permitiéndome articular un análisis movilización a los sociólogos, los cientistas políticos o los historiadores. Así,
que retoma elementos de la economía política –en la dirección en que lo de- las investigaciones antropológicas han sido prolíficas en el estudio de las for-
sarrollo a continuación– con una mirada atenta a las construcciones y valores mas de movilización campesina (Scott, 1976; Roseberry, 1995; Wolf, 1972),
morales vistos como parte sustantiva de la política en la medida en que hacen contribuyendo a partir del trabajo de James Scott (1985 y 1987)24 a desarro-
a su contenido más que a sus formas (Fassin, 2012). Esto quiere decir, dar re- llar uno de los aportes más sustantivos de la antropología al estudio de los
levancia a las construcciones y valores morales por lo que nos dicen acerca de procesos de movilización social, el cual consiste en desplazar la mirada de
la política como aquello que los hombres y mujeres producimos en el marco los momentos épicos y visibles para atender a las prácticas y dinámicas coti-
de campos de fuerza y pruebas de verdad (Fassin, 2014). dianas (Álvarez, Escobar y Dagnino, 1998; Escobar, 1999; Edelman, 2001).
Ahora bien, mi acercamiento a la obra de E. P. Thompson –y la manera En esta dirección, la investigación etnográfica sobre los movimientos sociales
en que su lectura me aportó a la reflexión sobre las empresas recuperadas que tendió a resistir a las “grandes teorías” que proponían visiones generalizantes
presento en este libro– se hace inteligible a la luz del modo en que su trabajo “desde arriba” (Edelman, 2001). Esta tendencia se expresó en el desarrollo de
permitió enriquecer los estudios antropológicos de la política, en particular estudios etnográficos que –a partir del diálogo con las perspectivas previas (en
aquellos dedicados a los procesos de dominación, resistencia, lucha y conflic- particular el enfoque de los nuevos movimientos sociales que, como sinteti-
to social. A continuación me detengo en esta producción que, al igual que el zamos más arriba, otorgaba centralidad a dimensiones culturales o simbólicas
trabajo de este autor, constituyen el corpus teórico con el que dialogo en estas y los procesos de identificación)–25 trascendieron la organización o acción
páginas y al que mi investigación ha buscado contribuir. colectiva como foco de análisis en favor del campo político en el que las mo-
vilizaciones se desarrollaban privilegiado el acceso a la experiencia de vida
de las personas (Escobar, 1992; Edelman, 2001).26

Sobre la teoría antropológica con la que dialogo en este libro23


guboff y Gregoric (2008); Grimberg, Fernández Álvarez y Rosa (2009); Grimberg,
Manzano y Ernandez (2011).
Siguiendo a autores como M. Edelman (2001), la participación de los an- 24 Vale la pena mencionar que James Scott se formó inicialmente en la ciencia políti-
tropólogos en las discusiones sobre movimientos sociales y acción colectiva ca. Sin embargo, sus estudios etnográficos sobre el campesinado en Melanesia y las re-
puede considerarse como un reflejo en la división académica del trabajo, que flexiones conceptuales posteriores en base a este trabajo sobre la noción de “resistencia
cotidiana” marcaron notablemente los debates en antropología norteamericana, sobre
todo en la década del ochenta y comienzos del noventa.
23 En este apartado reviso un conjunto de producciones con el que mi trabajo ha 25 Para mencionar solo algunos ejemplos en esta dirección, pueden leerse los tra-
venido dialogando desde los inicios de mi tesis doctoral –en el año 2002–, momento bajos compilados en Álvarez, Escobar y Dagnino (1998), el estudio de Lynn Stephen
en el cual me incorporé al equipo de investigación dirigido por Mabel Grimberg, desde (1997) sobre movimientos de mujeres en América Latina o estudios reunidos en la
el cual formamos luego el Programa “Procesos de reconfiguración estatal, resistencia compilación de June Nash (2005).
social y construcción de hegemonías”, con sede en el Instituto de Ciencias Antropoló- 26 En años recientes se han multiplicado estudios etnográficos que exploran formas y
gicas de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). En dicho espacio –y en colaboración redes de activismo transnacional, analizando las articulaciones locales-globales (Edel-
con compañeras y compañeros que seguían otros procesos de movilización social como man, 2005); la influencia de las redes internacionales en la circulación de consignas,
organizaciones de desocupados o asambleas barriales– llevamos adelante un trabajo lenguaje, iniciativas y apoyos (Nash, 2005; Albro, 2005; Tsing, 2005; Edelman, 2005
de indagación en la producción antropológica sobre esta temática. Esta indagación que y 2009); o el estudio de movimientos indígenas y campesinos como expresiones de
buscó contribuir al fortalecimiento de este campo de estudios a nivel local dio lugar a resistencia a la globalización (Nash, 2006; Edelman, 2005). Otro eje de discusión fuerte
una serie de publicaciones colectivas donde buscamos plasmar esta perspectiva. Cf: en la producción sobre esta temática refiere al desarrollo de prácticas investigación ac-
Grimberg, Fernández Álvarez y Manzano (2004); Manzano, Fernández Álvarez, Tri- tivista (Hale, 2006) en co-labor (Rappoport, 2007; Leyva Solano y Speed, 2008; Hale y
40 La política afectada Introducción 41
Ahora bien, el estudio de los procesos de lucha, conflicto y movilización tos, emociones y corporalidades que hacen posible el desarrollo de múltiples
comenzó a cobrar fuerza en la agenda de la antropología a partir de los años formas de lucha.
sesenta y setenta como resultado de una serie de replanteos y debates al inte- En términos de Teresa Pires do Rio Caldeira (1989), a este cambio –que
rior de la disciplina desarrollados en la década previa que permitieron revisar consistió en correr el foco de análisis de los tipos de organización política
los enfoques teórico-metodológicos, las preguntas y ejes de investigación y hacia la dominación, resistencia, lucha y conflicto– se sumó un segundo, que
las categorías de análisis (Teresa Pires, 1998; Gledhill, 2000; Vincent, 2002). desplazó el estudio de las sociedades y los pueblos tribales a la constitución
Así, el problema del poder, que había constituido el locus principal de la pre- del mundo moderno. Cambio que reconoce en la escuela de la economía po-
gunta antropológica por la política, se redefinió en términos relacionales y lítica una de las mayores contribuciones, en particular la obra de Eric Wolf
procesuales.27 La política pasó a ser estudiada como parte de la vida cotidiana (1993), quien enfatizó en la necesidad de ampliar el foco de análisis de los
(Vincent, 2002), cobrando centralidad el estudio de las formas de conflicto procesos locales a las conexiones mundiales. Esto es, atender a las fuerzas que
social, los procesos de cambio social y las variadas formas de lucha que tenían modelan las dinámicas locales y constriñen el espacio político para la acción
lugar en el marco de relaciones de dominación. Estos estudios contribuyeron de los sectores subalternos.28 Investigaciones posteriores incorporaron al es-
a problematizar los procesos de colonización indagando en el encuentro co- tudio de los procesos locales el contexto del desarrollo internacional del capi-
lonial y las formas de resistencia que la antropología había dejado fuera de talismo que avanzaba sobre aquellas poblaciones, analizando el modo en que
su agenda (Balandier, 1975; Wolf, 1993). Un trabajo pionero fue el libro de este avance redefinía modos tradicionales de vida y reconfiguraba formas de
Peter Worsley titulado Al son de la trompeta final, cuya versión original se desigualdad social (Nash, 1979; Roseberry, (2002 [1994]); Lagos, 1997). Me
publicó en el año 1957 y fue traducido al español varios años después (1980). interesa aquí detenerme brevemente en el estudio de June Nash (1979) sobre
En este estudio, el autor analiza movimientos milenaristas desarrollados en el los mineros bolivianos. Su trabajo problematiza el modo en que las acciones
Pacífico Sur en función mostrando cómo, a diferencia de las interpretaciones que los conjuntos sociales desarrollan están mediadas por tradiciones sociales
que consideran estos fenómenos como actos irracionales producto del choque y políticas (que en este caso se remontan a la época prehispánica) analizando
cultural, los mismos constituyen expresiones de acción política desarrollados cómo las raíces indígenas de la conciencia social de los mineros se amalga-
en un contexto de dominación colonial. El trabajo de Worsley, sobre el que man con “sofisticadas ideologías de clase”. De este modo, integra en su aná-
volveremos en el primer capítulo de este libro, cobra importancia significativa lisis elementos que, desde otras perspectivas, podían aparecer contrapuestos,
respecto de la propuesta que presento en este libro al desplazar el interrogante mostrando además cómo las acciones de protesta, demanda y movilización
de la (i)racionalidad de la acción para incorporar la operatoria de sentimien- se expresan, en determinados contextos, bajo la forma de rituales y creencias
“tradicionales”. O, más precisamente, cómo esos rituales y creencias sientan
las bases para la movilización.
Sthephen, 2013) etnografía militante (Juris 2008; Edelman 2009; Graeber, 2009; Casas- Años más tarde, la obra de Antonio Gramsci fue retomada en el trabajo
Cortes, Osterweill y Powel, 2010).
de antropólogos norteamericanos que propusieron incorporar la categoría de
27 En esta dirección contribuyeron notablemente los aportes de la Escuela de Man-
chester desarrollada en Inglaterra a partir del trabajo de Max Gluckman y los enfoques hegemonía elaborada por el autor para analizar los procesos de dominación y
del llamado transaccionalismo (en discusión con el enfoque de los sistemas políticos resistencia (Caldeira, 1998; Gledhill, 2000).29 Esta incorporación formó parte
elaborado por Fortes y Evans-Pritchard, cuya pregunta central era explicar cómo se
mantenía el orden y la cohesión social en aquellas sociedades que no contaban con for-
mas de autoridad centralizada. Así, los estudios desarrollados en la década del cincuen-
ta buscaron explicar el conflicto y cambio social desarrollando un enfoque procesual 28 Siguiendo esta perspectiva, estudios antropológicos más cercanos en el tiempo
que ubicó en el centro del análisis las interacciones de los actores sociales, dejando de permitieron complejizar la mirada de los estudios sobre movimientos sociales como
lado el estudios de las instituciones en los términos que lo había planteado el enfoque respuestas a la globalización, atendiendo en particular a los procesos de autonomía
de los sistemas políticos. Para un análisis en profundidad de este enfoque cf. Gaztañaga (Nash, 2006).
(2010). 29 A los estudios a los que se alude a continuación pueden agregarse, entre otros, los
42 La política afectada Introducción 43
del interés que, a partir de la década del ochenta, cobró en ese contexto acadé- incluían desde la haraganería, el hurto, el incumplimiento pasivo o el sabo-
mico el enfoque de la práctica que, según Sherry Ortner (1993), prestó aten- taje, hasta canciones, chistes o burlas (Scott, 1990). Constituían “formas de
ción a la acción, la interacción, la experiencia, tal como lo habían propuestos resistencia cotidiana” que los estudios sobre acción colectiva, en particular la
los enfoques transaccionalistas en antropología aunque desde una mirada re- noción de movimiento social, invisibilizaban en la medida que no expresaban
novada que incorporó para ello aportes del marxismo.30 En esta clave debe modalidades abiertas y organizadas de protesta (Scott, 1987). La noción de
leerse el trabajo de James Scott y su noción de “resistencia cotidiana”. Esta “resistencia cotidiana” propuesta por Scott permitió capturar toda una serie de
categoría fue elaborada por el autor a partir del estudio de las acciones que prácticas que la definición de movimiento social –y, en sentido más amplio,
los campesinos del sudeste asiático desarrollaban frente a situaciones de ex- los enfoques de la acción colectiva elaboradas para explicar las prácticas de
plotación en contextos donde las expresiones abiertas de confrontación eran confrontación en contextos como Estados Unidos o Europa– dejaba fuera en
inusuales.31 Scott bucó interpretar esta ausencia de rebelión y consideró que cuanto que su objeto estaba constituido por la confrontación política abierta
la respuesta a este interrogante no podía quedar reducida a una explicación de las democracias liberales. Sorteando el carácter etnocéntrico de estas pers-
basada en la idea de falsa conciencia. Intervenía en esta ausencia una evalua- pectivas, este enfoque permitió pensar la política más allá de las instituciones
ción sobre las posibilidades de represión (tanto económica como física) y por y los momentos de visibilidad pública (como la protesta o la movilización),
lo tanto el comportamiento de los oprimidos no podía explicarse a partir de revalorizando el nivel de la vida cotidiana (Gledhil, 2000; Edelman, 2001).
las prácticas que tenían lugar en el espacio público. Retomando aportes de E. El trabajo de Scott ha sido objeto de numerosas críticas (Abu-Lughod,
P. Thompson, sostuvo que expresiones públicas desarrolladas por los domina- 1990; Ortner, 1995; Gutman, 1993; Roseberry, (2002 [1994]); Gledhil, 2000),
dos como la deferencia resultan más bien actos ritualizados o calculados que que vale la pena recordar sintéticamente. Un aspecto enfáticamente critica-
generan una suerte de disparidad entre lo que estos conjuntos sociales mues- do de su trabajo es su carácter dicotómico que opone, homogeneizando en
tran y piensan.32 En contextos donde la expresión pública del descontento no su interior, “dominados” y “dominantes”. Esta mirada conduce a una visión
era posible se desarrollaban, de manera oculta, un conjunto de prácticas que romántica de los dominados que deja fuera de análisis las diferencias y con-
tradicciones de intereses dentro de los grupos subalternos. A lo largo de este
libro, volveré sobre estos (y otros) problemas vinculados a la propuesta de
Scott con el espíritu de contribuir a estas reflexiones.
trabajos de Comaroff y Commaroff (1991), Guttman (1993) y Keesing (1994).
30 Según Sherry Ortner, el conjunto de estos trabajos comparten visiones del interac-
Un segundo aspecto sumamente problemático del trabajo de Scott es la
cionismo simbólico y el transaccionalismo en la antropología; coinciden en el estudio existencia de un espacio autónomo de la subalternidad, lo cual impide inte-
de la acción e interacción, aunque inscribiendo este interés en una preocupación por rrogar en qué medida esos espacios son limitados y configurados por el orden
entender cómo se produce y reproduce “el sistema social” (Ortner, 1993). dominante. En este sentido, autores como William Roseberry (2002 [1994])
31 Esta investigación fue iniciada en un contexto marcado por procesos revoluciona- han insistido en la necesidad de inscribir el análisis de las formas de resis-
rios desarrollados en la región que interpelaron notablemente los estudios sobre cam-
pesinado. Al igual que otros investigadores norteamericanos, Scott se involucró en las tencia en el marco de las relaciones de dominación en que tienen lugar, reto-
protestas contra la guerra de Vietnam, donde entró en contacto con pensadores como mando para ello la noción de campo de fuerza y hegemonía elaboradas por
Eric Wolf, cuyo trabajo sobre las luchas campesinas lo influyó notablemente (Sivara- E. P. Thompson y A. Gramsci respectivamente. Cuestionando la existencia
makrishnan, 2005).
de espacios autónomos de subalternidad, Roseberry afirma que las relacio-
32 Como lo han señalado otros investigadores (Sivaramakrihman, 2005), la obra de
E.P. Thompson marcó de manera significativa el trabajo de Scott, influencia desde que
nes de hegemonía constituyen un marco sumamente fructífero para analizar
debe leerse su noción de “resistencia cotidiana” basada en su comprensión de las re- las formas de lucha de estos sectores sociales. Este marco permite analizar,
laciones de clase como relaciones mediadas por la experiencia y la interpretación que como lo veremos a continuación, el modo en que estas prácticas deben adop-
desde esta experiencia se hace de las relaciones de producción. Entiende así que estas tar formas y lenguajes de la dominación para alcanzar ciertas conquistas, al
formas de resistencia resultan una expresión de la lucha de clases que requieren un nivel
alto de cooperación tácito. tiempo que en ese proceso pueden redefinir y reelaborar los términos en que
44 La política afectada Introducción 45
esa dominación se define. Esto permite reconstruir los sentidos que los sujetos cenarios históricos reales del poder, ciertas formas de entender el mundo son
otorgan a la acción focalizando en las relaciones –más que en las formas de la elementos orgánicos de la base económica de una sociedad. En sintonía con
acción y los actores– y el campo de disputa que a partir de ellas se configura. esta concepción, el autor no pretende establecer una separación entre formas
Desde este punto de partida, se trata de analizar las expresiones que adoptan instrumentales e ideológicas de la cultura. Para Gramsci, las culturas subal-
los procesos de resistencia, demanda, lucha y movilización de los sectores ternas, por sus condiciones de emergencia, están muy lejos de ser entidades
subalternos a partir de las interacciones (posibles) que se establecen con el diferenciadas y acotadas, lo cual dificulta sus posibilidades para elaborar un
Estado –o, más precisamente, con determinadas agencias y agentes estatales–, discurso contra-hegemónico. En esta misma dirección, uno de los aportes más
dando cuenta del modo en que inciden en ellas tradiciones de lucha y procesos sustantivos ha sido el trabajo de William Roseberry, al que hice referencia
organizativos previos (Grimberg, 2009). previamente. Este autor rechazó el uso del concepto de hegemonía pensado
La formulación de William Roseberry, antropólogo norteamericano for- estrictamente como consenso ideológico insistiendo en que en Gramsci refie-
mado en la economía política sobre el que volveré más adelante, nos introdu- re a un concepto más material y político. Sobre la base de esta crítica elabora
ce directamente en uno de los nudos más significativos acerca de los debates la categoría de “lenguaje contencioso”,34 que ilumina mi interpretación sobre
sobre la manera en que la obra de A. Gramsci fue recuperada en la antropolo- las empresas recuperadas sobre la que me detendré a continuación.
gía. Como ha sido señalado (Kuntz, 1994; Crehan, 2004), las apropiaciones En mi caso, el punto de partida del análisis se inspira principalmente de las
antropológicas de la noción de hegemonía (léase aquellas desarrolladas en elaboraciones sobre la categoría de hegemonía que formuló Mabel Grimberg
Estados Unidos) parten de una visión idealista del concepto que reduce este (1997) en base a su investigación sobre trabajadores gráficos en Argentina.
término a la idea de dominación ideológica33 dejando de lado los aspectos Siguiendo a la autora, para Gramsci la hegemonía es una relación social de
“más políticos” de su obra (Pires do Caldeira, 1989). Siguiendo a Kate Crehan poder que implica una articulación tensa entre coerción y consenso –que pue-
(2004), la potencialidad de la obra de Gramsci va más allá de la noción de den coexistir simultáneamente–, vinculando a la vez Estado y sociedad civil
hegemonía en sí misma y refiere a un replanteo más amplio sobre el proble- (1997: 54). La hegemonía se basa en la coerción (mediante el uso de meca-
ma de la producción y reproducción del poder: la riqueza de su obra radica nismos de represión directa como dispositivos legales, medidas económicas,
en la posibilidad de abrir una serie de preguntas sobre el poder en contextos etc.) que requiere desarrollar también dispositivos de generación de consenso.
empíricos concretos más que en la definición de concepto rigurosamente es- Esto es así porque las relaciones de hegemonía implican una relación de poder
pecífico (Crehan, 2004). La hegemonía es, en Gramsci, un camino para pen- que no actúa desde afuera, no es exterior a los sujetos sino que opera desde
sar el poder que trasciende la dicotomía estructura/superestructura. Los es- adentro, mediante procesos que son tanto conscientes como inconscientes. Un
proceso de apropiación que tiene lugar en el ámbito de la familia, la escuela,
la vida cotidiana. Aquí radica uno de los aportes a mi entender más signifi-
33 En términos de K. Crehan (2004), esto se debe al hecho de que la perspectiva cativos en la medida que el consenso no es lineal sino que puede dar lugar al
gramsciana sobre la noción de hegemonía ingresó a la antropología de manera indi- cuestionamiento de determinados aspectos. En este sentido, siguiendo a Ray-
recta, principalmente a través de la lectura de autores como Raymond Williams. Como
pensador preocupado por la crítica literaria, Williams buscó desarrollar “una teoría cul- mond Williams (1980), M. Grimberg prefiere hablar de relaciones de hegemo-
tural materialista de la literatura” trabajando desde una noción de cultura cuyo sentido nía –más que de hegemonía en singular– ya que estas relaciones implican un
no es necesariamente el mismo (ni está planteado para pensar los mismos problemas) proceso en el cual tanto dominantes como subalternos son activos. Williams
que el de la antropología. Aun cuando Williams moviliza una idea de cultura que sobre-
pasa la vida intelectual y las artes para considerar un proceso general relativo a “enteras
afirma que las relaciones de hegemonía no abarcan la totalidad de la vida
formas de vida”, su trabajo se centra en la teoría literaria y su obra es un proyecto sobre
lo que debería –o podría ser– una práctica literaria marxista. En consecuencia, siempre
siguiendo a Crehan, la recuperación de Gramsci en la antropología a través de la obra 34 La categoría que en idioma original es lenguaje of contention ha sido traducida
de Williams redujo la noción de hegemonía a un aspecto particular vinculado a la esfera como “lenguaje contencioso” o “lenguaje de la contienda”. La palabra en inglés conten-
de las creencias y las ideas que pierde de vista la materialidad del poder. tion puede efectivamente traducirse como “contención”, “contienda” o bien “disputa”.
46 La política afectada Introducción 47
social ya que quedan “intersticios” que habilitan el desarrollo de prácticas las maneras en que el propio proceso de dominación moldea las pa-
de resistencia donde se pueden generar espacios de autonomía y creatividad. labras, las imágenes, los símbolos, las formas, las organizaciones, las
Esto habilita una lectura de las relaciones de hegemonía como instituciones y los movimientos utilizados por las poblaciones subal-
ternas para hablar de la dominación, confrontarla, entenderla, acomo-
un proceso de mutuas apropiaciones y resignificaciones […] en el que darse o resistir a ella. Lo que la hegemonía construye no es, entonces,
los conjuntos subalternos pueden desarrollar prácticas que simultánea una ideología compartida, sino un común material y significativo para
y contradictoriamente implican cuestionar-impugnar algunos aspectos vivir a través de los órdenes sociales caracterizados por la domina-
de las relaciones de dominación-subordinación, mientras adhieren o ción, hablar de ellos y actuar sobre ellos. (Roseberry, (2002 [1994]:
reproducen otros; aceptar, resignar, negociar y resistir de maneras más 220).
o menos encubiertas, efectuar reelaboraciones, desarrollar iniciativas
propias o prácticas no necesariamente funcionales a la reproducción Así, el orden dominante establece no el consenso sino las formas prescrip-
de las relaciones de dominación. En este sentido es un proceso con- tas para expresar tanto aceptación como descontento en un marco discursivo
tradictorio, fragmentario, cuyos intersticios dan margen tanto a la de- común. En este punto, la propuesta de Roseberry se emparenta con la manera
manda y la disputa, como a la negociación; a la dependencia como a en que esta categoría es movilizada en el planteo de E.P. Thompson, quien
la autonomía no funcional. (Grimberg, 2009: 90). habla de hegemonía como una relación que impone límites y genera un hori-
zonte de visibilidad, que define el margen de posibilidades de lo que se puede
Siguiendo esta conceptualización, el hilo conductor de la investigación
pensar y actuar. Sobre la base de esta formulación, analizo cómo las formas
que constituye la base de este libro consistió en reconstruir el proceso de
y lenguajes de disputa o protesta –en este caso, las acciones en pos de salvar
construcción de demandas formulado en el marco de la recuperación de em-
la fuente de trabajo– deben adoptar formas y lenguajes de la dominación para
presas. Así, mi trabajo se inspiró de la noción de “lenguaje contencioso” ela-
ser registrados, escuchados y atendidos. Entiendo que el curso de estos proce-
borada por Roseberry, una categoría que ha sido sumamente productiva en los
sos debe ser comprendido en el marco de los límites para actuar y demandar
estudios antropológicos sobre movimientos sociales. En un texto que lleva
definidos por relaciones de hegemonía.
este título “Hegemonía y lenguaje contencioso” (2002 [1994], parte de una
La propuesta formulada por Roseberry consiste finalmente en pensar el
lectura crítica sobre la noción de campo de fuerzas –en los términos en que
proceso hegemónico más como un “proyecto de Estado que como logro del
había sido formulada por Thompson, es decir, como campo bipolar– para en-
Estado”, lo cual implica atender a la articulación entre “cultura popular” y
contrar conceptos adicionales y relacionados que permitieran elaborar una
“formación del Estado”, contribuyendo así a esbozar un mapa de campo de
mirada más compleja, esto es, un análisis mutidimensional. La respuesta la
fuerzas más complejo. En este sentido vale la pena recordar que el texto al
encuentra en el concepto gramsciano de hegemonía entendido en los térmi-
que hago referencia fue publicado originalmente en Estados Unidos el año
nos a los que hice referencia previamente. Señala que este concepto ayuda
1994 en una compilación titulada “Aspectos cotidianos de la formación del
a comprender las complejas relaciones entre sectores dominantes y sectores
Estado”, la cual reunía una serie de artículos elaborados por antropólogos
populares –o más exactamente entre formación del Estado y prácticas de ac-
e historiadores especialistas en México, cuyo eje de análisis era la relación
ción subalternas cotidianas–. Señala que no se trata de una formación ideoló-
entre cultura popular y Estado, entendido este último como proceso de forma-
gica acabada y monolítica, sino un proceso problemático, disputado y político
ción.35 El libro, que incluye un prólogo de James Scott (de quienes los autores
de dominación y lucha (recordándonos que Gramsci trabaja este concepto
retomaban la noción de “resistencia cotidiana”), apunta a señalar que, tanto en
analizando el fracaso de la burguesía del Piamonte en conformar el Estado-
nación). Propone entonces que usemos el concepto de hegemonía, o más pre-
cisamente la idea de “proceso hegemónico”, para comprender la lucha más
que el consentimiento, es decir, 35 La categoría de “formación estatal” se inspira en el trabajo de Corrigan y Sayer
(2007).
48 La política afectada Introducción 49
México como en el contexto de América Latina, existe una marcada tensión (Sin)sabores del trabajo de campo con objetos calientes
entre una “cultura popular emergente” y el proceso de formación estatal poco
explorada en los estudios que recortan el centro de interés a los momentos de Este libro recoge el trabajo de investigación sobre empresas recuperadas
ruptura como episodios de insurrección de masas o la administración estatal que comencé en el año 2002 el marco de mi tesis doctoral finalizada en 2006
de la represión (Joseph y Nugent, 2002). El problema para los autores es que incorporando las revisitas realizadas entre 2008 y 2012. Si bien realicé mi
este recorte deja fuera la dinámica cotidiana de formación del Estado y la trabajo de campo con diferentes empresas recuperadas y seguí instancias de
relación con las culturas populares, así como la manera en que ambas se cons- articulación entre ellas (movimientos y federaciones), mi estudio se focalizó
truyen de manera simultánea. Lo que, en otros términos, equivale a enfatizar en un caso en particular: la fábrica a la que pertenecía Julia,36 a la que llegué
que es necesario analizar las políticas estales no solo como “instrumentos de –como decía al comienzo de esta introducción– en abril de 2002 sin ningún
regulación social control de conflictividad y legitimación de estructuras de contacto previo. Aunque me llevó tiempo comprenderlo, durante los primeros
poder”, sino también como “resultado de la lucha social” (Grimberg, 2000: meses de mi trabajo de campo este espacio se fue convirtiendo en un objeto
18). Esta perspectiva sobre la dinámica de relación entre órdenes estatales y caliente, un caso que había atraído la atención pública ganando adeptos y
procesos de dominación con movimientos y organizaciones sociales ha sido detractores, sobre el que se opinaba ya sea para celebrar el heroísmo de sus
un eje de indagación creciente en la literatura antropológica sobre Améri- protagonistas o bien para poner en tela de juicio la radicalidad de sus deman-
ca Latina en los últimos años (Lagos y Calla, 2007; Lazar, 2008; Barragan das. Este hecho marcó notablemente los vínculos que fui estableciendo –y
y Wanderley, 2009; Fernandes, 2010; Harvey y Poole, 2012). Al respecto, pude mantener en estos años con quienes aún forman parte de esta fábrica
cabe solamente agregar que otros estudios en la región –de los cuales nuestra convertida hoy en una cooperativa– e imprimió tonalidades particulares a la
investigación se nutre– han insistido, desde otros enfoques teóricos, en las dinámica cotidiana del trabajo de campo. En las páginas que siguen me de-
dificultades de comprender el desarrollo de procesos de lucha y movilización tengo en los aspectos que considero más relevantes de esta dinámica. Asumo
como las ocupaciones de tierra en Brasil, sin atender a las modalidades de que comprender el modo en que se establecieron esas relaciones resulta un
relaciones con el Estado (Sigaud, 2000, 2005 y 2006; Sigaud, Rosa, Ernan- dato significativo desde el cual leer este libro si consideramos -como ha sido
des, 2008; Rosa, 2009; Loera, 2011). Este conjunto de estudios movilizaron ampliamente afirmado- que la etnografía supone un modo de producción de
la noción de “forma campamento” propuesta por Ligia Sigaud (2000) a partir conocimiento que se basa en la experiencia social compartida en el campo.
del estudio de la región de Pernambuco. Desplazando al igual que Thompson En efecto, tras su recuperación, Brukman era frecuentada cotidiana e in-
un interrogante por las causas a una pregunta por las condiciones que hicieron cansablemente por periodistas, intelectuales, académicos, estudiantes de cien-
posible las ocupaciones, el trabajo de la antropóloga brasilera mostró que es-
tas acciones expresaban una mutación en las relaciones sociales producto de
un profundo proceso de transformación en la región, que se hacía inteligible 36 El trabajo de campo para mi investigación doctoral se articuló en dos niveles de
a la luz de la categoría de “figuración social” propuesta por Elías (1998). En indagación. Un nivel de análisis intermedio, en el que seguí 10 casos (3 empresas me-
talúrgicas, 3 gráficas, 2 alimenticia, 1 textil, 1 vinculada al sector salud) realizando
el presente libro la idea de lenguaje que incorpora esta categoría es entendida observaciones y entrevistas en profundidad con trabajadores de diferentes empresas
a través del tamiz del enfoque teórico sintetizado más arriba, en particular la recuperadas, dirigentes de las organizaciones que las nuclearon y funcionarios de dis-
noción de lenguaje contencioso formulada por Roseberry. tintos organismos públicos vinculados con el sector. Este nivel me permitió reconstruir
el proceso de recuperación de empresas en la Ciudad de Buenos Aires en un sentido
amplio. El otro nivel, en el que se concentró la mayor parte de mi trabajo de campo
acompañando en profundidad el caso de la empresa de confecciones Brukman. En total
se realizaron 50 entrevistas con trabajadoras de la fábrica en la que se focalizaron mis
observaciones, 20 entrevistas con trabajadores de otras fábricas de la Ciudad de Buenos
Aires; 12 entrevistas con dirigentes y abogados de las organizaciones de empresas re-
cuperadas y 10 entrevistas con funcionarios de organismos públicos.
50 La política afectada Introducción 51
cias sociales, militantes de diferentes partidos y organizaciones sociales tanto pone en primer plano un debate sobre el que volveré en la conclusión de
nacionales como extranjeras. Así, el encuentro con estas personas –que se este libro y ha venido constituyendo un eje de reflexión en mi trabajo en los
acercaban diariamente para apoyar las acciones de las más diversas maneras o últimos años relativo a los términos en que establecemos nuestros vínculos
simplemente para conocer la fábrica– se había convertido en una práctica ha- cuando hacemos trabajo de campo con (no sobre) organizaciones sociales.
bitual, rutinaria y, como pude rápidamente comprenderlo, para muchas, suma- En aquel momento, de manera muy sintética intenté traducir en un lengua-
mente cansadora. Pero, además, la amenaza de un posible desalojo y el temor je coloquial el contenido de mi proyecto doctoral, por entonces sumamente
del ingreso de fuerzas policiales constituían una preocupación permanente, de cargado de interrogantes teóricos y aún demasiado alejado de preocupaciones
modo tal que la desconfianza y los miedos eran también una constante para diarias de estas personas. Cuando terminé de hablar, varias de las mujeres
este grupo trabajadoras a las que se acercaban, por día, un número creciente presentes que permanecían sentadas en sus puestos de trabajo me pregun-
de extraños. Resultaba por lo tanto esperable que durante este tiempo fuera taron cuestiones sumamente concretas que me tomaron por sorpresa, como
necesario reactualizar en cada visita el propósito de mi presencia –sobre todo el tiempo que llevaría mi trabajo, en qué consistiría y cuál sería el producto.
cuando iniciaba diálogo con alguien a quien todavía no conocía–, explicación Era la primera vez que hablaba con muchas ellas, hasta entonces había tenido
que sin embargo no borraba ninguna sospecha sobre mi persona y me obligó posibilidad de dialogar principalmente con las que eran las “caras visibles” e
a, varias veces, repetirla.37 integraban en aquel momento la comisión interna. Me limité a dejar en claro
Mi trabajo de campo estuvo marcado entonces por la necesidad de diferen- que mi trabajo llevaría tiempo y que mi intención era poder conocer y conver-
ciar mi práctica respecto de esos “otros” que transitaban por la fábrica reco- sar con todas aquellas que estuvieran dispuestas a hacerlo, mencionando que
giendo la “historia pública”. Presentar el proyecto de investigación, explicar me interesaba poder mostrar la “trastienda” de la recuperación, conversar con
el porqué de mi elección, describir el quehacer antropológico y discutir los quienes no aparecían en las cámaras de televisión y rara vez eran entrevista-
términos de mi estadía en la planta fueron algunos de los requisitos necesa- das por los medios masivos.
rios para desarrollar mi tarea. Estar, permanecer, convertir mi presencia en Para esto, la posibilidad de ingresar en el horario productivo resultaba
algo cotidiano resultó una característica que me distinguía de esos “otros”, fundamental, no solamente en función de registrar las prácticas desarrolladas
posibilitando un diálogo orientado más a la reconstrucción de la experiencia durante el proceso de trabajo sino también para poder establecer este diálogo
cotidiana de las trabajadoras que al conocimiento del “relato público”. y diferenciar mi estadía respecto de aquellos “otros” cuya presencia era me-
Un dato sumamente significativo del cual no logré total comprensión en nos cotidiana e ingresaban a la planta una vez finalizado el día de trabajo.
aquel entonces fue la necesidad de presentar mi proyecto de investigación en Con este mismo fin privilegié, sobre todo en los primeros tiempos, las ins-
una asamblea, en la que se me pidió que detallara en qué consistía el mismo tancias de observación y participación –las cuales incluían charlas informales
y que dejara una copia escrita. Aquel momento –una de las pocas veces que durante las pausas de la jornada productiva o durante las guardias, además de
participé de una asamblea– constituyó para mí un verdadero rito de pasaje, del momentos de movilización o protesta– por sobre la realización de entrevis-
que dependió la posibilidad de llevar adelante mi estudio. Es decir, mi ingreso tas. Con el paso del tiempo busqué multiplicar las entrevistas en profundidad
a la fábrica y la realización de esta investigación fueron decisiones votadas y realizadas en cada caso y, cuando era posible, llevarlas adelante fuera de la
aprobadas por la asamblea. Este hecho, que condensa una de las característi- fábrica, en el espacio íntimo-doméstico. Las entrevistas estuvieron orientadas
cas distintivas del trabajo de campo en espacios políticamente organizados, a reconstruir las trayectorias de vida dejando supeditado a esta reconstrucción
el relato sobre la recuperación, en función de captar el modo en que ésta se
inscribía en la experiencia.
37 Trabajos etnográficos recientes han aportado interesantes reflexiones sobre esta Establecer una presencia cotidiana en el espacio productivo, un espacio
cuestión –sumamente delicada para nuestra disciplina– a partir de sus experiencias de de trabajo –a diferencia de otros ámbitos que se definían como espacios de
campo en contextos diversos que incluyen, aunque no en todos los casos, espacios po-
líticamente organizados. Cf. Zenobi, 2010; Sirimarco, 2012; Canelo, 2013. intercambio (guardias, charlas abiertas, reuniones con empresas recuperadas,
52 La política afectada Introducción 53
etc.)–, presentó también ciertas particularidades. Implicó una negociación so- mi trabajo fue una necesidad permanente. Con el tiempo, mi presencia fue
bre en qué participar y cómo. Si durante los primeros meses acordé limitar mi se fue volviendo cotidiana y paso a ser explicada por ellas (hacia sí mismas
presencia al horario “no productivo”, asistiendo a las guardias, cortes de calle, y hacia el exterior) en términos de alguien que estaba escribiendo “un libro
movilizaciones y otras acciones de protesta en las que les resultaba habitual la sobre su historia”. Tengo plena consciencia que este libro no es precisamente
figura de alguien ajeno a la fábrica, con el correr del tiempo mi presencia en el eso –como lo afirmé cada vez que esto fue mencionado–. Sin embargo, fue y
espacio productivo se hizo menos extraña, abriendo la posibilidad de circular es para mí en alguna medida una deuda pendiente que espero estar finalmente
por los sectores sin restricciones y observar el proceso productivo. Los cortes saldando.
de la producción, destinados al desayuno y almuerzo, resultaron momentos Como decía más arriba, los vínculos que fui estableciendo durante mi in-
privilegiados de interacción y registro. En estos espacios de intercambio se vestigación incluyeron situaciones de interacción con militantes de organiza-
compartía no sólo aquello que se traía para comer sino también discusiones de ciones sociales y partidos políticos variados. El modo de establecer este víncu-
diferente orden, como cuestiones relativas a la organización del trabajo, ges- lo constituyó un punto de tensión permanente: se trataba de un caso de amplia
tiones relacionadas con la tramitación de un subsidio o el orden del día de la difusión que se había convertido para muchos de ellos en un ejemplo de lucha
próxima asamblea. Conversaciones que se entremezclaban con el intercambio del que sus protagonistas y las acciones que emprendían resultaban objeto de
de recetas, relatos del último fin de semana o secretos para bajar de peso. Con admiración y/o cuestionamiento. Al mismo tiempo, una de las características
el correr de los meses fui comprendiendo que estos momentos constituían una que se atribuía a este colectivo era “la conflictividad interna” situación que se
instancia para negociar, confrontar y/o acordar posiciones frente a un amplio asociaba a las diferentes posiciones existentes entre sus integrantes respecto
abanico de temas que incluían desde cuestiones que para una observadora de cómo llevar adelante la recuperación. En el día a día, estas posiciones
externa como yo resultaban menores –como el modo de realizar una prenda o resultaban mucho más ambiguas y los espacios de confluencia, sobre todo en
responder a un pedido– hasta la elección de quienes representarían a la fábrica términos afectivos, eran algo más estrechos de lo que esta idea permitía dar
en un evento público. En estos espacios era compartir con las trabajadoras su cuenta. Un punto fuerte de tensión fue la referencia (o no) al debate público
vida cotidiana evidenciando el modo en que esas vidas articulaban aquello entre estatización y expropiación, e incluso el modo en que en este sentido
que la literatura sobre movimientos sociales y acciones colectivas tiende a era interrogado mi trabajo, no necesariamente por parte de las trabajadoras
analizar como esperas separadas. sino principalmente por colegas, académicos y militantes en general. Durante
Las asambleas, en cambio, fueron un espacio ajeno para mí salvo en situa- las intervenciones que hice entre 2002 y 2003 en eventos científicos o espa-
ciones excepcionales. Aunque a los propósitos de la investigación resultaba cios de discusión variados sobre movimientos sociales o temáticas afines (que
una instancia sumamente importante de observación, respetar esta decisión en aquel momento eran sumamente numerosas), Brukman era una referencia
fue para mí fundamental. Suponía el cuidado de un espacio que se considera- reiterada, frente a la que se me interrogaba solicitándome tomar partido. En
ba propio en el marco de un proceso en el que algunas de las cuestiones que tanto mi estudio acompañaba un objeto caliente mis presentaciones, destina-
mayor tensión generaban eran la relación entre el adentro y el afuera, quiénes das a mostrar a las personas de carne y hueso que habían llevado adelante la
eran parte y quiénes no o cómo las decisiones propias estaban contamina- recuperación, con sus expectativas y contradicciones, resultaban para estas
das, influenciadas o definidas por externos. En este sentido, si la presencia audiencias poco comprometidas. Tenía mis opiniones, pero mi interés esta-
cotidiana era por un lado una virtud (en la medida en que garantizaba generar ba puesto en correr el foco de aquella discusión que, si bien estaba presente
lazos de mayor profundidad que permitieran acceder a las historias personales entre las trabajadoras, resultaba desde mis observaciones una dicotomía que
y salir del relato público), exigía responder al porqué de su necesaria tem- reducía la complejidad de las relaciones en la fábrica (y más allá de ellas): en
poralidad prolongada, que consistía para mis interlocutores en permanecer mis diálogos cotidianos, lo que había recogido tanto de quienes promovían la
largas horas “sin hacer nada”. En un espacio definido por ritmos y tiempos estatización como de aquellos que eran críticos a esta postura (considerada
productivos, mostrar que esa presencia prolongada era parte fundamental de más radical o revolucionaria según las audiencias), era una profunda preocu-
54 La política afectada Introducción 55
pación por mantener la fuente de trabajo y sobre todo una suerte de melan- miento y los maquinazos, mostrando cómo recuperar la fábrica incluyó una
colía respecto a un tiempo pasado perdido, con salarios estables, seguridades serie de prácticas en las que el trabajo como condición de vida digna se puso
y derechos. Lejos de poner en discusión la conciencia de estas trabajadoras en acto configurando un lenguaje de demanda que otorgó centralidad catego-
o el carácter transformador de sus acciones, correr el eje de este debate fue ría de dignidad. El tercer capítulo, “La fábrica en marcha: prácticas cotidianas
para mí una preocupación constante que permitía poner en tensión desde mis de lucha y producción”, se detiene en el día a día analizando el modo en que
datos, juicios de valor que a mi entender reflejaban concepciones teóricas o recuperar una fábrica constituyó una acción política anclada en el proceso
posturas ideológicas definidas a priori que encierran miradas normativas. Las productivo. Describo cómo en el marco de este proceso de recuperación el
páginas de este libro parten de esta preocupación desde la que busco construir espacio de trabajo se convirtió también en un ámbito de lucha, redefiniendo
una lectura alternativa. los tiempos y actividades comprendidas en la jornada laboral. En sentido in-
verso, el espacio de lucha fue organizado y regulado como un lugar de trabajo.
* * * * * * * * Examino la producción social de este espacio/tiempo para mostrar cómo con
la ocupación y gestión colectiva de la fábrica las trabajadoras (re)definieron
Este libro se estructura en dos partes organizadas en torno a la pregunta por los contornos sobre qué era y cómo se hacía el trabajo en su articulación con
las condiciones que hicieron posible recuperar una empresa y desarrollar un la política.
proceso de gestión colectiva del trabajo. La primera parte, que lleva por nom- La segunda parte, titulada “Brukman en perspectiva”, explora las condi-
bre “Recuperar la dignidad”, explora esta pregunta atendiendo a la experien- ciones que hicieron posible recuperar esta fábrica a la luz del proceso más
cia de quienes llevaron adelante este proceso en Brukman. El primer capítulo amplio de recuperaciones de empresas en la Ciudad de Buenos Aires, don-
titulado “Detrás del relato épico: emociones y experiencia en los inicios de de se concentró mi trabajo. El recorrido que propongo en los dos capítulos
la recuperación” se propone como una puerta de entrada que da cuerpo a este que componen esta segunda incluye la reconstrucción de otros casos, cuyo
libro. Reconstruyo allí las narraciones sobre el inicio de la recuperación mos- recorrido no fue necesariamente el mismo. El ida y vuelta que propongo de
trando cómo la puesta en juego de emociones y sentimientos -como bronca la fábrica hacia afuera y viceversa evidencia que comprender las condicio-
o esperanza- permitió articular la experiencia, animarse a poner el cuerpo en nes que hicieron posible la recuperación de esta y otras empresas requiere
base a la que fue posible quedarse en la fábrica y definir las primeras reivin- sobrepasar los umbrales de la fábrica para analizar la incidencia tanto de tra-
dicaciones. Más que una acción calculada, en esos relatos la ocupación se nos diciones sociales y políticas como de las acciones estatales. Así, en el cuarto
presenta como el resultado casi inevitable de los acontecimientos. El proceso capítulo, “Contornos de un modelo para demandar: de la recuperación como
de construcción de demandas, en cambio, implicó objetivar esa experiencia, acción a la recuperación como proceso”, exploro el modo en que recuperar
conformando lo que llamo una “historia pública”, donde esas mismas emo- una fábrica, más que constituirse en una forma particular de acción que dio
ciones fueron movilizadas públicamente. En el segundo capítulo, “El sentido lugar a la conformación de un actor colectivo, puede pensarse como un pro-
político de las luchas materiales: argumentos y acciones públicas en defensa ceso en el que confluyen (en tensión) tradiciones y trayectorias sociales y
de la fuente de trabajo”, reconstruyo los argumentos en que se sostuvieron políticas definiendo una modalidad específica de demanda por la fuente de
las demandas analizando la manera en que estos se pusieron en movimiento. trabajo. Con este propósito sintetizo el derrotero que llevó a los trabajadores
Para ello, me detengo en los sentidos del trabajo que, tomados en su conjun- de tres fábricas ubicadas en la Ciudad de Buenos Aires a recuperar su fuente
to, permiten identificar dos grandes dimensiones: el trabajo como condición de trabajo señalando los principales elementos que componen ese recorrido
de vida y el trabajo como fuente de derecho. Estos dos grupos de sentido se y dieron contenido a este lenguaje específico de demanda. Analizo cómo los
articularon en una serie de ejes reivindicativos que se sintetizaron en las ideas contornos y formas que tomaron estos procesos estuvieron delimitados por
de trabajo digno y genuino, combinando construcciones morales e históricas modalidades de intervención del Estado, en particular los programas de em-
sobre el trabajo. Reconstruyo luego dos acciones de protesta, el encadena- pleo implementados en la década del noventa, frente a las que las recupera-
56 La política afectada

ciones se definieron como alternativa. El capítulo 5, con el que cierro el libro,


se titula “Autogestión(es) en disputa: la formación de cooperativas de trabajo
en el proceso de recuperación de empresas en la Ciudad de Buenos Aires”.
Afirmo allí que la gestión colectiva del trabajo y la formación de cooperativas
forma parte de un lenguaje de demanda que exigió mostrar(se) como sujetos
productivos con voluntad de trabajar de manera asociativa. Por su carácter de
excepción, el caso de Brukman resulta sumamente ilustrativo en la medida
en que evidencia el modo en que la formación de cooperativas fue un paso
obligado en el marco más amplio de un modo de gobierno orientado a la pro-
ducción de colectivos autogestionados. Primera parte: Recuperar la dignidad
Capítulo 1
Detrás del relato épico: emociones y experiencia
en los inicios de la recuperación

Introducción

Hacia mediados de 2002 Brukman era conocida públicamente como una fá-
brica tomada que producía bajo control obrero. Hermanada con otros casos,
como el de Zanón, sus obreras eran convocadas a numerosos actos, moviliza-
ciones y eventos que se multiplicaron a lo largo de ese año,38 en los que eran
presentadas como un ejemplo de lucha, como parte de un relato épico que des-
tacaba la acción de un grupo de obreras heroicas cuyas acciones cuestionaban
el neoliberalismo, la globalización o incluso el sistema capitalista de produc-
ción. Si las empresas recuperadas eran leídas, en términos generales, en esta
clave, dos hechos enfatizaban el sentido excepcional de este caso: se trataba
de un colectivo compuesto principalmente por mujeres –es decir, que no sólo
desafiaban el sistema capitalista sino también el patriarcado– y su historia
comenzaba en la víspera del 19 y 20 de diciembre de 2001, acontecimiento
que señalaba un momento de ruptura en los modos de hacer política. Julia,
Clara y sus compañeras eran así las protagonistas de una historia cargada de
deseos, ideales, principios, frustraciones y objetivos políticos –pasados y pre-
sentes– de cientos de militantes, académicos e intelectuales, entre los cuales
me encontraba.39 Me llevó muchos años intentar tomar distancia de este relato

38 Un ejemplo significativo de esos eventos fue la realización del Foro Social Mun-
dial en Argentina, que tuvo lugar en agosto de ese año, y en el que las obreras de Bruk-
man fueron vivamente aclamadas.
39 En esta dirección, Juan Pablo Hudson (2011) ha analizado la construcción de lo
que llama “novela institucional”, en la que participaron tanto los trabajadores de las em-
60 La política afectada Detrás del relato épico 61
épico que reducía las vivencias –necesariamente heterogéneas– que había ido 2006). Afirmando su carácter social y cognitivo, las emociones fueron con-
registrando en mi cuadernos de campo. Registros que se distanciaban tanto de sideradas como factores explicativos de las motivaciones individuales para
esta imagen pública como de otras que retrataban un colectivo de mujeres sin la acción colectiva que dio como resultado una suerte de “racionalización de
experiencia organizativa previa, cooptadas por distintos horizontes políticos las emociones”41. En este sentido, la antropología ha venido desarrollando
entre los que se encontraban tanto partidos políticos de izquierda –princi- estudios etnográficos cuyos aportes han sido sustantivos para el estudio de
palmente de orientación troskista, aunque no únicamente de esta tendencia las emociones en la vida social y las prácticas políticas.42 Destacando su ca-
política– como dirigentes provenientes de la vertiente más conservadora del rácter cultural, estos estudios señalaron los límites de la mirada eurocéntrica
peronismo. Así, durante mucho tiempo intenté encontrar (y reconstruir) “la que tradicionalmente ubicó las emociones en el lugar de la irracionalidad,
verdad” de esa historia, un camino infructuoso que me alejaba de estas perso- la subjetividad o el espacio privado del interés individual (Lutz, 1986; Abu-
nas de carne y hueso, de las múltiples maneras desde las que habían vivido y Lughud, 1985; Lutz y White, 1986; Abu-lughod y Lutz, 1990; Lyon, 1995;
producido, incluyendo parte de ese relato épico. En este capítulo me propongo Rosaldo, 1984). Desde otra tradición analítica, trabajos pioneros en la antro-
desarmar ese relato público para reponer la multiplicidad de vivencias sobre pología contribuyeron a complejizar el estudio de los movimientos sociales
el inicio de esta historia deteniéndome en la experiencia de quienes la lleva- mostrando el peso de las emociones en el desarrollo de prácticas políticas
ron adelante para comprender desde allí las condiciones que hicieron posible (Worsley, 1980). A mi entender, el estudio de Peter Worsley aporta elementos
ocupar la fábrica. sustantivos, al desplazar el eje del debate sobre el carácter (ir)racional de la
Una de las marcas más llamativas de los relatos sobre el inicio de la ocu-
pación era la recurrencia a imágenes corporales asociadas a términos como
bronca, esperanza o miedo con las que se describían los sentimientos y emo- 41 Autores como Craig Calhoun (2001) destacaron que el estudio de las emociones
ciones del momento. Mientras la historia pública enfatizaba una terminología en las ciencias sociales quedó ligado a falsos dualismos, al haber sido ubicadas en el
que encuadraba las prácticas (propias y ajenas) en una lógica de legitimi- polo opuesto a la acción racional. La dicotomía racional/irracional cobró centralidad en
dad/ilegitimidad –destacándose el uso de categorías técnico-jurídicas como la medida en que la teoría de la acción colectiva en la que se inscriben fue desarrollada
en discusión con las visiones irracionales del comportamiento colectivo. Estas teorías
vaciamiento,40 “derecho a la fuente de trabajo” o “concurso preventivo”–, consideraban a las emociones la puerta de entrada para entender toda acción política
en situaciones de mayor intimidad la reconstrucción de esa historia adquiría desarrollada por fuera de las instituciones. En ese marco, las multitudes y sus dinámi-
otro registro en el que las emociones, las sensaciones y los sentimientos eran cas fueron concebidas el corazón de la protesta y los comportamientos colectivos se
explicaron como producto de la anomia, la irracionalidad de las masas y el despliegue
expresión directa de un padecimiento encarnado vivido cotidianamente por de mecanismos de manipulación que arrastraban a los individuos a la acción por efecto
estas personas y sus familias. de contagio o patologías. El acercamiento de los cientistas sociales como activistas o
Como mencioné en la introducción de este libro, en la última década simpatizantes a los movimientos que estudiaban, a partir de los años 70, invitó a revisar
numerosas investigaciones han llamado la atención sobre la necesidad de estas explicaciones reorientando la perspectiva hacia miradas estructurales, racionalis-
tas y organizadas de la acción colectiva. En contraposición, los actores de la protesta
reconsiderar el lugar de las emociones en la protesta y la movilización so- fueron considerados grupos que perseguían intereses individuales y los movimientos
cial (Goodwin, Jasper y Polleta, 2001; Calhoun, 2001; Jasper y Goodwin, fueron vistos como una extensión normal de la vida social, una forma de hacer política
de otra manera. Las emociones quedaron así a la sombra.
42 El estudio de las emociones en antropología cobró fuerza en el marco del desarro-
llo del enfoque interpretativo en Estados Unidos en la década del setenta y se desarrolló
presas recuperadas como los múltiples actores con las que se vincularon, incluyendo los como campo especifico de estudios a partir de los años ochenta proponiendo una pers-
académicos, una idea que va en sintonía con lo que en otros trabajo he llamado “historia pectiva relativista que trataba los sentimientos como conceptos culturales que media-
pública” (Fernández Álvarez, 2011). ban o producían la experiencia afectiva. Estudios posteriores enfatizaron el contexto en
40 Esta categoría hace referencia a las prácticas ilegales que se desarrollan frente a que se manifiestan los conceptos emotivos buscando ir más allá de las relativizaciones
situaciones de quiebra en las que los empresarios retiran del establecimiento maquina- para analizar desde un punto de vista pragmático las situaciones sociales específicas en
rias o insumos de la producción con el objetivo de que no sean incluidos en el remate. que se producían esas expresiones (Barcellos Rezende y Coelho, 2010).
62 La política afectada Detrás del relato épico 63
acción destaca la articulación entre el deseo o la frustración de los pueblos mitió articular la experiencia, animarse a poner el cuerpo permitiendo a las
colonizados con procesos políticos más amplios. Así, afirmó el carácter po- trabajadoras quedarse en la fábrica y definir las primeras reivindicaciones. El
lítico de los movimientos milenaristas en contraposición a la consideración proceso de construcción de demandas, en cambio, implicó objetivar esa expe-
de estos últimos como fenómenos patológicos. Las expresiones “histéricas” riencia, conformar una “historia pública” que incluyó también la exposición
puestas en juego en los movimientos que analiza son entendidas como una de determinadas emociones y sentimientos.
manifestación de las emociones generadas por la tensión de la situación co-
lonial, que las personas llevan adelante más allá de su voluntad e intención.
En síntesis, aunque desarrollados desde enfoques conceptuales diferentes los
estudios antropológicos tienen la virtud de contribuir a una perspectiva que Acciones (im)pensadas, sensaciones compartidas
permite iluminar el potencial de las emociones en el estudio de los procesos y experiencias organizadas
políticos, la cual permita desplazarnos de un debate planteado en términos
de racionalidad/irracionalidad, para introducirnos en una comprensión de las El 18 de diciembre de 2001, como habitualmente lo hacía, Margarita se le-
prácticas (políticas) desde la experiencia encarnada (Csordas, 1994). vantó minutos antes de las cuatro de la mañana, preparó unos mates que tomó
Este capítulo se vale de este potencial a fin de introducirnos en el corazón rápidamente mientras armaba su bolso y emprendió el camino a la fábrica
de esta recuperación, contarla desde la vivencia de quienes la llevaron ade- donde trabajaba como costurera desde inicios de los noventa. Llevaba con
lante, reconstruir el proceso a partir de su experiencia. Como veremos a con- ella unas pocas monedas que apenas le alcanzaban para el viaje, lo último
tinuación, si la recuperación de Brukman no fue el resultado de una “acción que le quedaba del vale de 5 pesos que había cobrado el viernes anterior. A
planificada desde afuera”,43 tampoco se trató de un comportamiento espon- las seis de la mañana ingresó a la planta. Cambió su camisa floreada por su
táneo frente al desempleo. Por el contrario, se combinaron en ella prácticas guardapolvo celeste y se sentó en su puesto de trabajo. La mañana transcurrió
de organización previa, vivencias de sufrimiento ante un sostenido deterioro lentamente. El ritmo acelerado de las máquinas, al que estaba acostumbrada,
de las condiciones de trabajo y sentimientos de bronca frente a situaciones había cobrado otra cadencia. En los días previos, frente a la acumulación de
percibidas como injustas. Experiencias compartidas que sedimentaron en una los vales atrasados que fueron siendo de montos cada vez menores, junto con
acción conjunta por la defensa de la fuente de trabajo en la que se movilizaron algunas compañeras había comenzado a ralentizar la producción. Desde en-
valores morales como la dignidad. Para desarrollar esta idea, en este capítulo tonces una sensación de malestar recorría el tercer piso donde funcionaba el
reconstruyo las narraciones sobre el inicio de la recuperación,44 a partir de “Sector sacos” en el que ella trabajaba tras su ingreso a la planta.
las cuales sostengo que la puesta en juego de emociones y sentimientos per- Algunos días antes, en la parada del colectivo, se había enterado a través
de una de sus compañeras que un grupo de ellas, preocupadas por la situación
de la fábrica –que parecía no tener salida– y ante la acumulación de sueldos
43 Esta fue la acusación de los propietarios de la empresa, sostenida por algunos atrasados, habían contactado a un abogado laboralista. Siguiendo el consejo
legisladores y abogados que cuestionaron el proceso considerando que se trataba de del especialista, enviaron dos telegramas en el que se consideraban despedi-
medidas ilegales impulsadas por “activistas de extrema izquierda”. http://www.lana- das injuriosamente esperando así cobrar las indemnizaciones.45 Este relato
cion.com.ar/490061-el-apoderado-de-brukman-denuncio-que-la-toma-de-la-fabrica-
fue-politica
44 En tanto mi llegada al campo es posterior a los primeros momentos, el análisis está
principalmente centrado en el relato que las trabajadoras realizaron del mismo. Retomo 45 Esta medida permitió a un grupo reducido de obreras cobrar el seguro por des-
para ello tanto parte de las entrevistas en profundidad realizadas a lo largo de mi inves- empleo, que en el año 1991 había sido implementado en Argentina en el marco de las
tigación como charlas informales en situaciones diversas como almuerzos, marchas, reformas de la legislación laboral. Según la reglamentación, los beneficiarios del se-
esperas ante oficinas de funcionarios del Estado, “tiempos muertos” en encuentros de guro son aquellas personas que puedan demostrar haber tenido una relación laboral de
fábricas u otras actividades públicas, etc. cierta permanencia en el tiempo y acreditar mediante un documento legal la situación
64 La política afectada Detrás del relato épico 65
aumentaba su temor a perder el trabajo, una inquietud creciente exacerbada fueron quedándose en la fábrica. Describiendo el malestar por el atraso en
cuando fue notificada que las vacaciones –a diferencia de otros años– habían el pago de los vales acumulados, contraponía el abandono de los dueños a
sido estipuladas para todo el personal al mismo tiempo. Este escenario le su permanencia en la planta destacando la sensación de esperanza con la que
recordaba el día en que a mediados del 2000, después de una suspensión de llegó ese día y con la que se fue quedando mientras aguardaba el pago de su
dos semanas, llegó a la fábrica y la encontró con una faja de clausura.46 Los vale. Sensación de esperanza que con el correr del día se fue transformando
acontecimientos se aceleraron y al final del día se encontraba, por primera en frustración. En ese relato, más que una acción calculada que irrumpió en
vez, en una asamblea en la que discutía con sus compañeras la posibilidad de su vida, quedarse en la planta aparece como un acto inscripto en su cotidianei-
permanecer en la planta. En una entrevista que le realicé en la fábrica meses dad. Describe su espera ante un acuerdo (no cumplido) y la vivencia de una
después, cuando “su fábrica” se había convertido en una de las primeras em- relación quebrantada. Al respecto, en mis primeras visitas a la fábrica, una de
presas recuperadas de la Ciudad de Buenos Aires y una de las más conocidas las cuestiones que más me sorprendía en las intercambios que mantenía con
del país (y el mundo), Margarita me relataba del siguiente modo su recuerdo las obreras era el deseo (expresado en términos de un ideal imposible) de que
de aquel día: los dueños volvieran a hacerse cargo de la firma pagando sus deudas salaria-
les y manteniéndolas como empleadas. Esta cuestión llamaba mi atención no
el último vale fue de 5 pesos, después ellos se fueron [en referencia
porque me resultara incomprensible sino porque se contraponía a la imagen
a los dueños de la empresa]. Ellos se fueron y la gente que no tenía
pública que se tenía de ellas. Este ideal (frustrado) no era asumido por el
para viajar se fue quedando… porque ya veníamos de una semana...
Era un día martes… me acuerdo, el viernes nos fuimos todos mal, conjunto de trabajadoras de manera homogénea; sin embargo, constituía una
todos así... porque nos habían dado 5 pesos, el lunes aparecieron con referencia frecuente para muchas. Esta expresión se completaba con el relato
5 pesos y la gente se fue, la que pudo irse se fue. El martes vinimos de anécdotas, de momentos compartidos con los dueños o parte del personal
temprano… normal, a trabajar con la esperanza de que Ricardo [el jerárquico en el que éstos se mostraban como personas cercanas y con senti-
jefe de personal] a las 10 de la mañana nos iba a dar los vales. Y no. mientos amables hacia ellas. Un relato marcado por expresiones afectivas, ya
No apareció a las 10, ni a las 11, ni a las 12. Después habló por telé- sea de acercamiento o distancia.47
fono, que no consiguió la plata. Y bueno, nosotros nos quedamos con Al igual que Margarita, Clara llevaba “toda una vida dedicada a la cos-
eso, con la esperanza [de] que por ahí andaba buscando la plata […] tura” el día en que sus compañeras le informaron que iban a bajar al primer
Yo por lo menos, ni ahí pensé que iba a llegar hasta ahora... Yo dije, piso –donde se ubicaban las oficinas de los dueños y el personal jerárquico– a
no, capaz que mañana vienen, nos traen el vale y nos vamos. O esta exigir el pago de los sueldos atrasados. Su marido venía insistiéndole que de-
misma noche, nos quedamos, o vienen a las siete u ocho, van a volver jara de ir al trabajo –“total no le alcanzaba ni para viajar”– pero ella no quería
y nos traen los vales. Eran las siete, las ocho, las once, la doce, y nada. “regalarles su indemnización”, sus años “sentada en la máquina”. La entrevis-
Sentada en su máquina, Margarita narraba el modo en que poco a poco té por primera vez una tarde, mientras cumplía “su guardia” para garantizar la

de desempleo (despido sin justa causa, o despido por quiebra, o concurso preventivo 47 Otros estudios han enfatizado el carácter paternalista de las relaciones patronales
del empleador). La duración de la cobertura por desempleo se encuentra con relación en este y otros casos de empresas recuperadas (Quijoux, 2011). Este tipo de relacio-
al tiempo efectivamente trabajado y cotizado a la Seguridad Social. La duración del nes habilitó prácticas de dominación personal basadas en relaciones de obligaciones
beneficio contempla un mínimo de cuatro meses y un máximo de doce meses. mutuas de carácter asimétrico que sostenían formas de coerción moral (Sigaud, 1996),
46 En el año 2000 se decretó la quiebra de la empresa. En ese momento la firma cam- como por ejemplo el pago de casamientos o fiestas de los hijos, entierros de algún fa-
bió de nombre y consiguió convertir aquella situación jurídica en una instancia previa, miliar cercano frecuentes en otros espacios laborales semejantes sobre todo en el caso
bajo la figura de “concurso preventivo de acreedores”, en la que se encontraba al inicio de empresas familiares. En este sentido, estos relatos evidencian una ruptura de esas
de la recuperación. La quiebra de la nueva firma fue decretada posteriormente al inicio relaciones sociales, en el marco de las cuales la idea de abandono de la patronal o las
de la recuperación, en octubre de 2003. respuestas irrespetuosas de los dueños cobran pleno sentido.
66 La política afectada Detrás del relato épico 67
“custodia” de la fábrica. Clara tenía entonces 49 años y vivía con su pareja y bronca se reforzaba en la falta de reconocimiento de su trabajo. Desde este
sus 4 hijos en Villa Tesei. Hacía 28 años que trabajaba en la industria del ves- sentimiento rememoraba la sensación de traición y maltrato que había desen-
tido. Haber logrado mantenerse tanto tiempo en el mismo “oficio”, siempre en cadenado la permanencia en la planta, no como una acción cuidadosamente
“fábricas grandes” y “de renombre”, era algo que la enorgullecía y trasmitía planificada sino más bien como una consecuencia inevitable al accionar de
frecuentemente. Se definía como “una mujer muy creyente” y evocaba a dios los dueños. Para Clara se trataba de un comportamiento injusto que incumplía
de manera reiterada, sobre todo, cuando recordaba los momentos difíciles de con su obligación como empleadores de manera infundada: “ellos exigían
su vida. El 18 de diciembre era uno de ellos, tal como lo atestiguaba la meda- trabajo y darnos lo que nos daban de vale”. Una sensación de injusticia que,
llita de la virgen que prendida de la solapa de su delantal y que la acompañaba como veremos a continuación, era compartida por el resto de sus compañeros.
desde entonces. Una tarde de noviembre de 2002 le propuse realizar una pri-
mera “entrevista sobre su vida” cuando finalizara la “jornada de trabajo”. Ha-
blamos un largo rato, en el que fue contándome parte de su historia hasta que
hizo referencia al día en que “se quedaron”, según sus palabras, “por bronca”: “Como si me hubieran dado un puñal”
C: Después empezó todo a venir abajo... [silencio]
A las 11 de la mañana del martes 18 de diciembre de 2001, obreras y obre-
MI: ¿Vos estabas el día que se quedaron acá?
ros de diferentes sectores bajaron al primer piso a exigir el pago de un “vale
C: Sí. digno”. Inés tenía en aquel momento 39 años y trabajaba en la firma desde
MI: ¿Me querés contar cómo fue ese día para vos? mediados de los noventa, habiendo llegado a la fábrica por su cuñada –tam-
C: Mirá, yo te digo cómo nos quedamos. Nos quedamos... yo creo que bién empleada de la empresa–, con quien ya había trabajado en talleres de
más por bronca. Más por bronca, no porque uno pensaba quedarse. confección “más chicos”. Cuando Inés hablaba de su ingreso a Brukman (y,
Fue por la contestación de X [nombre de uno de los dueños]. Porque en sentido más amplio, de su trabajo fuera de la casa) trasmitía que no había
ya en ese momento habían bajado a hablar con él, con la señora que llegado “por necesidad” sino por el deseo de “independizarse de su marido”,
estaba en ese momento y toda la gente de la oficina. Yo creo que no con quien vivía y había migrado de joven de la provincia de Jujuy, su lugar
nos fuimos por bronca, que nos quedamos. Bronca en el sentido de de nacimiento. Según relataba en reiteradas ocasiones los dueños siempre ha-
todo lo que uno iba acumulando de la plata que nos estábamos lle- bían sido “muy atentos” con ella y sus compañeras: recordaba los momentos
vando. Y habiendo mucho trabajo y mucha exigencia. Porque ellos en que le habían adelantado una quincena para pagar el viaje al entierro de
nos pedían, por ejemplo, que entreguemos el trabajo, que terminemos. su madre o en el que habían prestado la casa para el casamiento de Daniel,
Nos exigían mucha producción, porque había mucho trabajo. Eso es un obrero que trabajaba en su sector. Este recuerdo profundizaba el contraste
lo que uno no comprende. Adónde iba y por qué no entraba la plata
con la respuesta irrespetuosa de uno de ellos la mañana del 18 de diciembre:
habiendo mucho trabajo. Porque yo te puedo decir, “Bueno, sí. Tenían
razón. Si nosotros no producíamos y no había trabajo aquí adentro... Ese día habíamos bajado un grupo del 5to, un grupo del 3ro y del 2do, y
Sí, mirá, la cosa está mal”. Pero había mucho trabajo. Y cómo nos con ellos estaba la delegada nuestra, la delegada del 2do piso… Y nos
exigían el trabajo y darnos lo que nos daban de vale…. pusimos a hablar de por qué nos pagaban así, que no nos alcanzaba
la plata… Y en una de esas X [nombre de uno de los dueños] sale
Respondiendo a mi pregunta, Clara evocaba la sensación de bronca que la muy airoso y dice: “¿Qué quieren?, ¿que traiga la plata de afuera?” y
condujo a quedarse –o, más exactamente, a no irse– como una acción “no pen- nos pegó un portazo. A mí, la verdad, fue lo peor que me pudo haber
sada”. Bronca fundada en el inexplicable comportamiento de “los dueños”, hecho, ¿viste? Porque uno de bronca te puede decir muchas cosas,
quienes aunque “exigían producción” no cumplían con el pago de los salarios. pero que a vos en la necesidad te diga “¿qué querés?, ¿que te traiga la
Haciendo referencia a la contraposición entre exigencia e incumplimiento, la plata de afuera?”, como burlándose, fue la primera vez que sentí que
68 La política afectada Detrás del relato épico 69
me herían. Como si me hubieran dado un puñal. Porque vos cómo aun con más intensidad el carácter inmoral de las acciones, como lo hace aquí
podés... Para mí fue algo tremendo eso. Que me hayan dicho, qué se Inés a partir de términos como la burla y la falta de respeto. Señalan la ruptura
yo, me hubiera dicho “no, no tengo plata”. Capaz que sí me hubiera de las normas y obligaciones que regulaban esas relaciones.
engañado en ese momento. Cualquier cosa no me hubiera herido tanto Según el relato de Inés y el de otras compañeras, durante el resto de la
como me hirió con esa soberbia de decirte “¿qué querés? ¿que traiga jornada laboral volvieron a sus puestos de trabajo esperando que “la plata
la plata de afuera?”. Y nos cerró la puerta, se fue y dio un portazo. Y llegara”, algunas cumpliendo con la orden de terminar la producción, otras
eso fue lo que a mí, a mí... yo estaba ahí y fue lo que a mí me cayó iniciando una medida de fuerza que desembocaría en la ocupación de la plan-
horriblemente mal.
ta. La espera es una categoría que también utilizaron otras obreras, como
Al igual que en los relatos anteriores, la reconstrucción de Inés sobre el Sofía, una mujer separada y oriunda de Paraguay que vivía en aquel momento
18 de diciembre anclaba en referencias emotivas que, como ella menciona se el Gran Buenos Aires con sus dos hijas en la casa a la que migró junto a su fa-
sentían en el cuerpo: “fue la primera vez que sentí que me herían, como si me milia de origen cuando era una niña. Para esta mujer –que tenía 60 años en el
hubieran dado un puñal”. En su caso, las emociones y sentimientos que la mo- momento de la recuperación y que ya había trabajado en numerosas fábricas
vilizaban, como la bronca, no aparecieron únicamente expresadas en palabras de confección “reconocidas” antes de llegar a comienzos de los años noventa
sino también en una serie de imágenes corporales, como sentirse herida por a Brukman como oficial calificada–, el 18 de diciembre “ya era una tristeza,
la soberbia. Al mismo tiempo, Inés introduce otro elemento que me interesa una bronca, un hervidero, ya no se podía trabajar”:
señalar al ubicar las acciones de los dueños en este mismo registro: aunque Era un continuo de ir y venir para arriba, para abajo... Ya no quería
resultaba para ella intolerable, su respuesta también podía ser leída desde la trabajar nadie. Lógico. Normal. Ya no había un porqué. Y el 18, cuan-
bronca. Ancla así su relato en una descripción de la relación y los intercambios do llegamos, a la mañana también llegaron ellos. Ocho de la mañana.
entre ambos, trabajadoras y empresarios, que se inscriben en el mismo regis- Ya no era que bajaban uno o dos, todo el mundo bajaba a hablar con
tro mediante imágenes como la burla, el enojo o la falta de voluntad. Como lo ellos. Y ellos más enojados que nosotros, como si tuvieran la razón.
hemos analizado en trabajos previos (Fernández Álvarez y Wilkis, 2007), en Me acuerdo que uno de los hermanos dio un portazo: “¡Yo no voy a
este proceso de erosión sistemática de las condiciones y compromisos labo- traer plata de afuera para darles a ustedes!” ¡Pah!, cerró la puerta y se
rales se sitúa una de las dinámicas más interesantes desde donde se enmarcan fue. Nos dijeron: “Bueno, vengan al mediodía. A la una, más o menos,
los sentidos de justicia, a partir de los que se desarrollaron las recuperaciones. que ahí vamos a saber cuánto les vamos a dar”. Bueno, entonces nos
En el relato de Inés, la respuesta y las acciones empresarias muestran accio- fuimos. Ya no había ganas de trabajar de nadie. Y ellos, apurados,
nes arbitrarias que afectan la conducción de la fábrica y sus condiciones de nos mantenían con eso. Porque querían que le terminemos un trabajo,
trabajo. Esta arbitrariedad indica que los dueños actúan y piensan en beneficio de que tenían que entregar sí o sí. Entonces nos tenían con cuentitos
propio, lo cual implica desligarse del bienestar y futuro de los trabajadores. para que terminemos. Y bueno, bajamos. No había nadie. En la oficina
Las narraciones de ella y muchas de sus compañeras insistían en marcar di- nadie, no quedó ninguno de ellos. Estaba el contador [de la empresa]
todos los parientes, no quedó ninguno. Nada más nosotros y los com-
ferencias entre los dueños, señalando “buenos” y “malos” patrones entre los
pañeros de ventas. Cuando bajamos dicen: “No. Dicen que se fueron
familiares que componían la dirección de la empresa, indicando que “todo
a buscar plata”. Como que no nos llamó mucho la atención porque a
había cambiado con el ingreso del jefe de personal que los manejaba”.48 Así,
esa hora ellos salían a buscar plata, porque como iban a esas mesas
si los relatos señalan el sentido ilegal de las acciones empresarias, enfatizan
de dinero, ¿viste? Bueno, se fueron, y nos volvimos ahí: “Vamos a
esperar”.
48 En otros casos la referencia a estas actitudes se vincula con el cambio que se pro-
duce en la dirección de la empresa al ser heredada de padres a hijos (Fernández Álvarez
En síntesis, en los relatos de Margarita, Clara y Sofía, términos como es-
y Wilkis, 2007). peranza, frustración o bronca cobran centralidad a la hora de describir su per-
70 La política afectada Detrás del relato épico 71
manencia en la fábrica, que para ellas se definió como una espera. Desde las el cuerpo y tomar coraje para quedarse en la fábrica defendiendo la fuente de
teorías de la acción colectiva, estas emociones podrían constituir la base para trabajo, aún cuando esta idea no tuviera entonces contornos precisos.
explicar el involucramiento de estas mujeres en la ocupación de la fábrica.
Bronca o esperanza, serían así “factores” para entender por qué estas trabaja-
doras decidieron –estratégicamente– quedarse el 18 de diciembre. El proble-
ma de esta argumentación radica, a mi entender, en plantear una pregunta que Compartir las sensaciones, organizar la ocupación
ellas no se hicieron. Cuando volvemos sobre estos relatos observamos que la
permanencia en la fábrica es descripta por ellas como una acción no calcu- En el 5º piso de la planta funcionaba la sección ensamblado de pantalón en
lada. Para usar sus palabras, no irse es una consecuencia inevitable frente al la que trabajaban Julia, Pedro y Eduardo. Pedro migró de Oruro (Bolivia),
correr de los acontecimientos. Siguiendo el análisis de Peter Worsley (1980) donde vivía, a Buenos Aires en busca de trabajo a inicios de los noventa. Julia
se tratas de una acción que va más allá de la intención en la que emociones y y Eduardo tampoco son porteños. Ella se fue de la provincia norteña de Salta
sentimientos permitieron poner en común una experiencia cotidiana de frus- siguiendo al padre de sus hijos y él dejó Perú “por problemas económicos”.
tración por los atrasos en los pagos, la acumulación de deudas salariales que Un domingo a la mañana de mediados del año 2003, Julia me recibió en su
se combinaba con exigencias de productividad. La ocupación de la planta casa, un departamento ubicado en el barrio de Paternal al que accedió tras un
resulta, desde esta óptica, una acción más mediada por las relaciones –entre largo proceso de demanda junto con otras familias. Residía allí con sus tres
ellas y con los dueños– que el resultado de un cálculo de costo-beneficio. Tan hijos, su pareja y su cuñada, quien la ayudaba con los chicos. A partir del
cercana al carácter de las ideas como al de los afectos y sentimientos. contacto con una organización a la que se vinculó poco tiempo después de su
Destacando su carácter cultural, estudios antropológicos han señalado que arribo a la capital, Julia inició “la lucha” para conseguir “su vivienda”. Mate
las emociones definieron una categoría ideológica cuyo rol fue central en el mediante, fue contándome la forma en que esta “lucha” se encadenó con “la
pensamiento académico occidental sobre la base de la que se sostienen dico- pelea” por el trabajo. Mientras sus hijos subían y bajaban de sus rodillas, Julia
tomías como mente/cuerpo, comportamiento/intensión, individuo/sociedad, reconstruía aquellos tiempos de la siguiente manera:
consciencia/inconsciencia (Lutz, 1986; Lutz y White, 1986). En función de
J: En ese momento que sale esta vivienda, cuando nos sale esta vivien-
revisar esta tradición, las emociones fueron consideradas como pensamientos
da, muy contenta yo decía: “Bueno, ahora sí tenemos algo nuestro”,
corporizados (Rosaldo, 1984), un lenguaje social que se expresa en el cuer-
pagar la cuota... Ahí edificamos de a poquito algo. Pasan a los pocos
po (Abu-lughod y Lutz, 1990). Autores como Lyon (1995) y Reedy (1997) meses, tres meses habrá... No, seis meses estuve viviendo acá con lo
reflexionaron sobre las implicancias que el enfoque constructivista tiene so- que ganaba de la fábrica. Tratando de juntar y ver, viste, cómo soste-
bre el estudio de las emociones, enfatizando en la necesidad considerar la nía acá. Porque la cuota de la casa es 260, más o menos.... Y nos viene
inclusión de los afectos. Esto supone una comprensión de las emociones, no a pasar esto [se refiere a la fábrica]. ¡Me agarró una depresión! Y yo
como estados internos cuyas expresiones deban ser estudiadas, sino como un dije: “¡Uh! Ahora ¿qué hago?”. Porque yo no quería dejar de pagar
fenómeno social que es siempre relativo a otros y que, por lo tanto, produce la cuota. Porque como que había luchado tanto por algo, un crédito...
vínculos. Recuperar esta consideración permite resituar la descripción que algo... y ahora no poder pagar...
hacen estas mujeres en el registro que ellas nos trasmiten de ese momento, MI: ¿“Ahora” es cuando los desalojaron de la fábrica?
desplazando de este modo el interrogante por las motivaciones de la acción –y J: No. Eso fue cuando se fue la... el 18 de diciembre del 2001. Eso creo
en consecuencia su (ir)racionalidad– y permitiendo observar las condiciones que fue una de las iniciativas. Fue... la bronca que a mí me permitió
que hicieron posible llevarla adelante. Nos permite entender cómo fue posible quedarme en la fábrica. Para algunos compañeros, [ellos] se ‘queda-
construir caminos para organizar la bronca, la frustración, el dolor sentido en ban’. Para mí, fue ‘la toma’ de la fábrica. Porque con algunos compa-
ñeros nos sentamos a hablar. Y yo les conté; les dije: “No puedo pagar
72 La política afectada Detrás del relato épico 73
mi casa. Estoy mal. Es con un banco, ¿viste?”. Estaba re-preocupada, preocupación, exponía su intimidad y compartía su angustia, invitándolos a
sabía sentarme ahí y lloraba y estaba mi marido, mi cuñado y les digo: sumarse.
“No tengo para...”. Mi marido estaba sin trabajo... Les digo: “No sé Algunos meses antes de la ocupación, el 5º piso se había quedado sin
cómo hacer para que vivamos esta semana”. Por lo que nos venían delegados y Julia le había insistido a Pedro que asumiera ese rol. Junto con
pagando... lo último ya eran 5 pesos los que nos venían dando. Des- algunas de sus compañeras de sector, venían “ganándole terreno” a Antonia,
pués nos juntábamos con algunos compañeros, con tres compañeros. la encargada, festejando los cumpleaños durante el horario del almuerzo. Pero
Hablamos cerca de la esquina, les digo: “¿Qué hacemos?”. Y ya cuan- en el último tiempo una compañera que trabajaba en la limpieza, les había
do nos dieron los 2 pesos... bueno, ya está... Entonces, yo digo “Ya
transmitido su preocupación por las “movidas extrañas” que venía observan-
está. No, esto ya no se recupera más. Ellos [los dueños de la empresa]
do en el primer piso, donde funcionaban la administración y las oficinas de
quieren sacar las cosas afuera e irse”.
dirección. “Los dueños”, según decía, “se estaban llevando las cosas”. Estos
La sensación de bronca que habían evocado Clara, Margarita e Inés se movimientos inusuales, sumados al retraso en los pagos semanales y al anun-
hizo también presente en el relato de Julia. Pero, a diferencia de sus compañe- cio de las vacaciones para el conjunto del personal en enero, inquietaban tanto
ras, ella hablaba de la “toma de la fábrica”, una expresión que prefería a la de a Julia, Pedro y Eduardo, como a algunos de sus compañeras de otros pisos,
“permanecer”, inscribiendo esta acción en una “vida de lucha”, primero por con quienes empezaron a reunirse a la salida de la fábrica.
su vivienda y luego por su trabajo. Como parte de este relato, Julia evocaba
La chica de limpieza nos había contado que se estaban llevando las
el sufrimiento frente a la imposibilidad de seguir manteniendo a los suyos, la cosas... la heladera... cosas personales estaban sacando. Por ejemplo,
desesperación y el temor frente a la posibilidad de perderlo todo. Una serie de la heladera de la dueña. No sé qué otras cosas se habían llevado ellos.
sensaciones que resaltó, de manera enfática, con términos como “depresión”. Y nosotros decíamos: “¡No! ¡Estos se están por ir!”. Y, encima, ya
En este sentido, resulta interesante la manera en que ella habla de esta bronca faltaba una semana para salir de vacaciones todos. Y no. Nosotros
“que le permitió quedarse”, habilitándola a ocupar la fábrica. La bronca como decíamos “¡No! ¡Estos se están por ir!”. Y en la desesperación nos
un correlato de la sensación de injusticia que legitima su acción. Mencio- juntamos y decíamos: “No. Tenemos que quedarnos. Tenemos que to-
naba más arriba la centralidad que cobraba en estos relatos el señalamiento marla”. “Bueno. Pero hablemos. Hablemos con los compañeros, con
del carácter inmoral respecto del comportamiento de los empresarios, que las que se quieran quedar. Yo creo que hay muchos que tienen bronca.
“pensaban en beneficio propio” desligándose del futuro de la fábrica y los Y, de última, no importa, nos quedamos nosotros.” Como los dueños
trabajadores. El relato de Julia avanza en esta misma línea, agregando un ele- se iban... Y, bueno, y nosotros siempre habíamos dicho “Nos queda-
mento significativo que recorre los relatos sobre esta y otras recuperaciones: mos a pedir los vales hasta que traigan la plata. Nos quedamos a pedir
las prácticas de vaciamiento no resultan únicamente maniobras ilegales sino los vales. Nos ponemos candado y nos quedamos encerrados ahí.”
que, como inmorales, se convierten en la base de un sentimiento de injusticia Yo les había pedido ayuda a mis vecinos. Los mismos que habíamos
de aquellos que esperaban el pago de salarios atrasados, la restitución de las luchado por la vivienda. A ver si se podían acercar por si nos pasaba
condiciones laborales o, al menos, evitar el cierre de la fábrica, cuya espera se algo. Yo tenía miedo a la policía, que sé yo... Bueno, llega ese día.
Para esto estuve hablando con muchas compañeras: “Miren, chicas,
vio defraudada. Permanecer en la planta –“tomarla”, en términos de Julia– es
que nosotros nos quedamos. Estamos decididos a quedarnos, sí o sí.
una acción interdependiente de estas defraudaciones que se enmarca en una
Así nos vengan y nos den 20 pesos, nosotros nos quedamos”. Porque
“economía moral” donde los más “débiles” adquieren derechos sobre los más
no eran 20 pesos los que estaban metidos adentro.
“fuertes” (Scott, 1976) y habilita a formular sus demandas. En este camino,
Julia destaca la preocupación por organizarse cuando sentía que la fábrica se Al igual que en los testimonios anteriores, en la narración de Julia sobre
iba a cerrar. Describe los encuentros con sus compañeras y compañeros en los los momentos previos a la ocupación, sentimientos como desesperación o an-
que trasmitía la necesidad de “hacer algo”. Momentos en los que mostraba su gustia cobran centralidad. Pero, en su caso, estos sentimientos compartidos
74 La política afectada Detrás del relato épico 75
con sus compañeras eran un primer paso para unirse en una acción conjunta. Del “vale digno” a la “defensa de la fuente de trabajo”
Si en principio juntarse era hacer común las sensaciones, requería luego “or-
ganización”. Así, en este caso las emociones son un registro que hace posible Cerca de las tres de la tarde, horario habitual en que finalizaba la jornada de
“juntarse” y “tomar la fábrica”. Esto exige algo más que compartir la deses- trabajo, “los dueños se habían ido”. Fue entonces cuando un grupo, en el que
peración. Como Julia lo había aprendido en experiencias previas, para eso era se encontraban Julia y Pedro, comenzó a recorrer los pisos trasmitiendo la
necesario transformar las emociones compartidas en “organización”. idea de permanecer. Algunos, con temor, prefirieron volver al día siguiente.
En síntesis, cuando observamos los relatos que hacen Margarita, Clara o Otros, sin posibilidades de regresar a sus casas, pasaron la noche por primera
Julia sobre la antesala de la recuperación de su fábrica, encontramos que la vez en la planta. Así lo rememoraba Julia:
toma para unas o la permanencia para otras pueden ser al mismo tiempo una
Nos reunimos con [el sector] Plancha, tres menos cuarto... tres menos
concepción de vida aprendida en “la lucha” y sensaciones de bronca que se
veinte eran, me acuerdo. Porque tres menos cuarto ya se iban a bañar
sienten en el estómago. La literatura sobre acción colectiva o movimientos
algunos. Nos reunimos con Plancha y subimos, con Roberto [nombre
sociales tiende a plantear una mirada dicotómica que contrapone la acción
de un compañero de sector Plancha] que dice: “Bueno, compañeros”,
racional estratégica a la acción directa y espasmódica de “las multitudes”. El
dice así, ¿no? [con tono enérgico, imitándolo] “vinimos a hablarles.
problema de esta dicotomía, a mi criterio, es que asimila la acción racional Estamos con el sector Pantalón y Plancha y nosotros hemos pensa-
a una acción voluntaria, consciente, planificada, y en oposición a ella las ex- do que nos vamos a quedar. Así vengan con 20 pesos, nosotros nos
presiones no-conscientes y/o involuntarias quedan ubicadas en el dominio de quedamos igual. Porque éstos seguramente piensan vaciar la empresa
la irracionalidad. O, más riesgoso aún, habría personas que actúan de manera cuando nos vamos de vacaciones, así que nosotros… Entonces, no-
racional y otras que lo harían siguiendo pulsiones naturales o la voluntad de sotros, [para] los que nos quieran acompañar, estamos en el segundo
otros. En este punto, creo, resulta fértil avanzar en un análisis de los pro- piso al fondo y los esperamos ahí. Nosotros de acá no nos movemos.
cesos políticos que contemple a las emociones como expresión del “cuerpo El que quiera ir a alcahuetearle a la patronal”, eso lo dijo por delega-
como cuerpo” (Lyon, 1995). Siguiendo a Margot Lyon, se trata de salir de una dos de... , “que les vaya a decir”. Acá no hay sindicato, nadie que nos
conceptualización del cuerpo como representación en la que las emociones ayude. Nosotros nos vamos a quedar y nos sabemos defender. Y que
resultan pensamientos corporizados, el “cuerpo como mente”, para inscribirse venga y se entere la patronal mañana que acá no estamos dispuestos
en un reconocimiento de la corporalidad de la emoción que incluye el entendi- ni a trabajar, ni a mover un dedo. Ni siquiera a irnos si ellos no traen
miento de las relaciones sociales como necesariamente corporales. Más aún, nuestro sueldo. Sueldo que tenemos metido adentro.
en términos de John Leavitt (1996), el interés del estudio antropológico de Este fragmento de la narración de Julia marca un cambio de eje respecto al
las emociones radica justamente en que tensiona dicotomías como biológico/ relato anterior en el que evocaba la sensación de desesperación que los había
cultural, mente/cuerpo, sensación/significado. Donde las emociones involu- “juntado”, profundizando la idea de “organización”. El relato describe en que
cran tanto pensamiento como sentimiento, uniendo dimisiones corporales y consistió esa organización: trasmitir la idea a los demás sectores, explicar los
conceptuales. Entiendo que esta propuesta aporta una interesante clave analí- motivos de la decisión, lograr convencer a las compañeras. La permanencia
tica para comprender cómo fue posible compartir una experiencia de padeci- en la planta pasaba a ser una acción que buscaba producir efectos. En este
miento e injusticia –aun cuando podía ser significada de manera diferente por relato, comienzan a aparecer toda una serie de elementos que luego cobraron
cada una según sus trayectorias o condiciones de vida– y definir las primeras centralidad en la construcción de las argumentaciones públicas que legitima-
reivindicaciones. ron la demanda: la ocupación es descripta como una medida para exigir el
pago de los “vales” atrasados pero fundamentalmente para impedir el cierre
y vaciamiento de la fábrica. Sin embargo, en esta descripción las referencias
76 La política afectada Detrás del relato épico 77
emotivas no están ausentes. En particular, la idea de desamparo (“no hay na- Me interesa destacar dos aspectos del relato de Eduardo. Por un lado, la
die que nos ayude”) evoca la falta de apoyo por parte de los delegados y, en importancia que otorga a la experiencia previa de lucha por la vivienda y su
sentido más amplio, del sindicato, que en el caso de este proceso de recupera- participación en la Comisión. En particular, el vínculo que establece con esta
ción adoptó una posición crítica respecto de las acciones llevadas adelante.49 experiencia en la que había aprendido que, para defender la fuente de trabajo,
En esta misma dirección puede leerse el siguiente fragmento del relato de era necesario movilizarse, salir a la calle y el enfrentar potencialmente a las
Eduardo, otro de los compañeros de piso de Julia, con quien ella había lucha- fuerzas policiales. Por otro lado –pero vinculado con esto último–, el temor a
do por su vivienda: iniciar una acción disruptiva como tomar la fábrica. En este punto, la sensa-
ción de miedo durante esos primeros días fue una referencia recurrente en los
Nosotros como que participábamos de una comisión y, entonces, por
relatos de Eduardo y sus compañeras. Temor que se acrecienta, como veremos
ahí teníamos más experiencia que la gente que venía acá, que tenía-
luego, con el estado de sitio decretado al día siguiente.50
mos acá. Porque todos éramos más o menos laburantes. Casi nadie
participaba en ninguna... ni política, nada... En cambio, nosotros A las ocho de la noche las reivindicaciones habían quedado defini-
habíamos sido un año casi de experiencia, porque nosotros partici- das estableciéndose cinco puntos. Roberto, un hombre de 48 años que
pábamos en una Comisión de Techo y Trabajo. Entonces, nosotros trabajaba en el sector Plancha, guarda aún con él la hoja en la que
sabíamos cómo era una marcha, cómo era más o menos defender una quedaron grabados a puño y letra que me mostró en su casa, mientras
fuente de trabajo o cómo defender una casa, sobre el desalojo de la me narraba el inicio de la ocupación. “Si querés apaga el grabador que
casa... […] Lo hicimos, en un principio, veinte, veintiún personas, los busco”, me dijo, y minutos después fue leyendo los cinco puntos
más o menos, me parece... de los que tomamos la fábrica, en realidad. en voz alta uno a uno:
Hay mucha gente que, por el temor a esto: que “no podemos tomar la
fábrica”, que “no se puede hacer esto”, que “los patrones... nos ven”... Acá esta. Los cinco puntos que levantamos nosotros para exigir a la pa-
y tenían mucho temor. Pero, a lo mejor. Como decía, nosotros lo único tronal. El primer punto dice que la empresa no tome represalia contra los
que reclamábamos era tener una fuente de trabajo. Y, entonces, para trabajadores, ni despidos. Segundo punto: reincorporación de los compañe-
defender la fuente de trabajo, ¿qué hacemos? Tomamos la fábrica. Y a ros despedidos. Tercero: que se paguen los salarios atrasados este viernes,
partir de ahí podemos exigir algo... que nos den lo que nos... que nos como mínimo $200. Cuarto: refinanciación de la deuda que la empresa tiene,
paguen lo que nos están adeudando, de los meses atrasados. O bien, o bien, que le planteen al gobierno nuevos créditos. ¡Mirá vos lo que pedía-
¿qué es lo que va a pasar? Porque no sabíamos tampoco... porque por mos! Quinto: mantener a cualquier costa nuestra fuente de trabajo. Esos son
ahí nosotros tomábamos y nos desalojaban al día siguiente... los cinco puntos que elaboramos ese día.
“La idea era permanecer en la fábrica hasta que la patronal venga y solu-
cione los problemas salariales”, agregó.
A la misma hora, algunas personas que habitaban en la zona, familiares
49 Los relatos hacen reiteradas referencias a la falta de apoyo del sindicato –al que de las trabajadoras y compañeros de Julia, “junto a los que había luchado por
describen como “negociador”–, refiriendo a ideas como la “traición de los dirigentes”
que en lugar de defender su trabajo “llegaban a la fábrica discutían un rato, se llevaban su vivienda”, se acercaron a la planta a alcanzarles comida. Así lo recordaba
unos trajes y todo seguía igual”. La falta de apoyo del sindicado del vestido, al que
pertenecían las trabajadoras de esta fábrica no supone, sin embargo –como lo desa-
rrollaremos en el capítulo 4 y lo analizamos en trabajos previos (Fernández Álvarez, 50 El 19 de diciembre, a las 22hs, el Presidente de la Nación Fernando de la Rúa
2007)–, que el desarrollo de las empresas recuperadas pueda entenderse sin considerar decretó el estado de sitio como respuesta a los “saqueos” y acciones de protesta que
la incidencia de tradiciones sindicales. En este sentido, a diferencia de este caso, en venían desarrollándose durante la jornada en diferentes regiones del país. Mientras la
otras recuperaciones, el sindicato –o, más precisamente, algunas seccionales– resul- medida se anunciaba por cadena nacional comenzaron a multiplicarse “cacerolazos” y
tó un apoyo sustantivo o, incluso, promotor de las ocupaciones (Perelman y Davalos, movilizaciones en las que, bajo la consigna “Que se vayan todos”, los manifestantes
2003; Rebón, 2004; Aizinczon, 2009). reclamaban la renuncia de las autoridades.
78 La política afectada Detrás del relato épico 79
Julia en la entrevista que realizamos en su casa casi dos años después de la El 19 de diciembre la recuperación había comenzado. Quienes el día ante-
ocupación: rior habían regresado a sus casas, llegaron ese día a las 6 de la mañana, como
lo hacían de costumbre. Pero esta vez “los dueños” ya no estaban en la planta.
Eran las nueve de la noche y llegan mis vecinos con comida. ¡Uy!
Encargados, personal jerárquico, empleados administrativos y de ventas per-
¡Una alegría! […] Mis vecinos, que habían quedado todavía en La
manecieron en la calle. Solamente las operarias se sumaron a la medida. En
Rioja viviendo [hace referencia a sus compañeros de la organización
por la vivienda en la que participaba ella, a partir de la que había la primera asamblea definieron la conformación de una “comisión interna”
obtenido su casa], que no les habían dado la vivienda todavía porque (compuesta por seis operarias) que se convirtió en la “cara visible” de la fá-
habíamos formado grupos, ellos se acercaron con comida ahí. Para brica durante los próximos meses. Horas más tarde, el presidente De la Rúa
esto... ya era otro portero el que estaba, un viejito más pilita... nos decretó el estado de sitio. El recuerdo sobre la sensación de temor frente a esta
llama a nosotros. Los otros llegaron con pizzas, milanesas. Mirá, no medida desobedecida –ante la que se desarrollaron “cacerolazos”, “saqueos”
sé... para mí, yo… los saludaba tenía ganas de llorar. Porque estaba y movilizaciones en diferentes puntos del país– continuaba marcando los re-
de este lado, como había peleado por la vivienda con ellos, unido con latos sobre ese día, como pude comprobarlo cuando fui invitada al duodécimo
ellos... estaba de este lado... estaban ellos de afuera y yo de adentro... aniversario de la recuperación. Señalando la fuerza de esa sensación, Sofía
“¿Qué necesitas? ¿Qué querés?” Les digo: “Aerosoles. Vos traenos hablaba de ese momento como “una noche de terror”:
aerosoles”. Bueno no sé de dónde consiguieron, pobres. Me trajeron
S: Y a la noche, estábamos todos acá abajo, me acuerdo. Una noche
aerosoles, me trajeron a esa hora y llega la esposa de Roberto, otra
de terror fue esa. Porque resulta que eran los cacerolazos, que noso-
vianda de comida. ¡No sabes el festín esa noche! Después subimos
tros no sabíamos. No sabíamos qué estaba pasando en el país. Porque,
todos... el hermano de Julio, me acuerdo, o sea que no eran sólo mis
cuando vos estás con un problema acá dentro, en cualquier lugar de
vecinos sino que también el hermano de Julio, también, que había
trabajo, vos estás en tu lugar de trabajo... como que no te preocupás
llegado. Fuimos todos. Ellas contentas [refiriéndose a sus compañe-
mucho qué está pasando alrededor. Cuando estábamos todos acá en
ras de trabajo]: “Mirá cómo los vecinos nos vinieron. Los vecinos de
el piso con las luces apagadas, con miedo, no queríamos tocar nada.
Julia. La mujer de Roberto. ¡Mira! ¡Como nunca! Hace cuánto que no
Empezamos a sentir ruido y nos parecía que era gendarmería que nos
comíamos así.” Bueno, después empezaron a llorar las chicas, ¿no?
viene a desalojar.
Que cómo estaba su familia y nosotros comer así... “Y, entonces, los
MI: Ah, ¿ese día vino?
aerosoles, chicas, ¿les parece que hagamos carteles?” Ellas no, una sí,
S: No, nos parecía a nosotros. Porque era un ruido como de cascos,
otra no... “Hagamos carteles, hagamos carteles donde diga ‘Brukman
para nosotros era del miedo que teníamos. Entonces yo voy hasta el
paga los sueldos’; cosa que cuando venga mañana, se arme, que vea
segundo piso para mirar por la ventana y era el cacerolazo. Era gente
que esto es un escándalo”
que estaba con las cacerolas. Y yo bajo “Che, son gente que está con
Con el mismo énfasis y desde el mismo registro utilizado para hablar de cacerolas”. “¿Qué?”. “Sí, son gente que está golpeando...”. Bueno, no
los momentos previos, marcados por la desesperación, Julia narró a continua- sabíamos y nos asomamos. Y la gente que pasaba por abajo. Y ahí fue
ción las horas que siguieron, en las que esta sensación se entremezclaba con la noche del cacerolazo, que no sabíamos. Y después nos llaman de
la alegría, al tiempo que las primeras reivindicaciones iban inscribiéndose en afuera, compañeros que estaban afuera: “Cierren todo. Saquen todas
papel. Una alegría que la conmovía al sentirse acompañada y que se extendía las banderas”. El abogado que teníamos, en ese momento: “Saquen
a sus compañeras. La narración enfatizaba el contraste entre esta alegría, “el todo, que hay estado de sitio. Váyanse hacia el fondo. Que nadie los
festín de esa noche”, y el sufrimiento por sus familias. Al mismo tiempo, vea. Que no los vean que están ahí amontonados”. Corriendo a sacar
como pude comprobarlo en otros relatos, la alegría se vinculaba al hecho de todo. Y la gente que se quería ir. “No, acá no se va nadie”, “Sí, me voy
yo también”. La gente que quería salir corriendo, bue...
sentir el apoyo de los vecinos del barrio, sus familiares y compañeros.
80 La política afectada Detrás del relato épico 81
MI: ¿Y ahí cuántos eran? –y los contornos que esta fue tomando– debe comprenderse en el marco de
S: No tengo idea. Ya ni me acuerdo yo, pero éramos un montón. Un las relaciones construidas con organizaciones las sociales y políticas mencio-
terror, sacamos todos los carteles. “Y váyanse al fondo, que no los nadas.
vean”. Y nosotros bajando y tirándonos acá para que no nos vean.

Como en el caso de Sofía, el relato de Pedro trasmite la incertidumbre por


lo que iba a venir y el miedo a la represión policial, sensaciones que se amal-
gamaban con la conmoción de un país movilizado: “El camino de la lucha”

Al otro día renuncia Cavallo y se decreta el estado de sitio. ¡Y noso- Una de las primeras acciones implementadas luego de la ocupación de la fá-
tros con la fábrica ocupada! “¡No!”, decíamos, “va a venir la policía brica fue la implementación de una guardia rotativa durante las noches y los
y nos van a sacar. ¿Qué hacemos?”... Querían escaparse algunos, de- fines de semana. Para garantizarla se conformaron grupos estables de seis
cían: “No, vámonos”. Sacamos las banderas, cerramos las ventanas y trabajadoras que rotaban cada ocho días. La guardia comenzaba una vez fina-
nos metíamos en el fondo. Mientras veíamos en la tele lo que estaba
lizadas las tareas de confección y se prolongaba hasta las seis de la mañana
pasando, los saqueos... o sea, la rebelión del pueblo, cómo salía a las
del día siguiente, momento en que volvía a ponerse en marcha la producción
calles a pelear. Las asambleas, los estudiantes, gente humilde, gente
de la planta. En las primeras horas se aseguraba el control del ingreso y egreso
de clase media, todos salían a la calle, era un quilombo total. Era una
a la fábrica, permaneciendo en la entrada de la planta. Esta permanencia in-
cosa muy terrible para nosotros. Así pasamos unos días, hasta que...
cluía la recepción de las variadas personas que se acercaban, entre las que se
navidad la pasamos acá adentro, año nuevo lo pasamos acá. Un grupo
se quedó para navidad y otro se quedó para año nuevo. Así fuimos, encontraban vecinos del barrio, militantes de distintas organizaciones, perio-
como se dice, rotando los grupos. Yo, por ejemplo, en la primera ins- distas de diferentes medios, estudiantes universitarios e incluso funcionarios
tancia me había quedado los tres días, después un día fui a la casa, públicos. Como lo mencioné previamente, la recepción de las visitas incluía
volví, otros tres días. Así estuvimos, hasta que vimos la necesidad la tarea de relatar la “historia de la fábrica” –incluyendo la actualización de
de organizarnos un poco mejor. No podíamos estar todos acá. Enton- la situación legal y financiera-, la coordinación de acciones de protesta y ar-
ces nos fuimos rotando. Y, bueno, los dueños no aparecían para nada, ticulaciones con las distintas organizaciones o la participación de instancias
¿no? Habían desaparecido por completo. de negociación con funcionarios gubernamentales. El relato de la historia de
la fábrica resaltaba y definía una serie de eventos que se presentaban como
El relato de Pedro –obrero de origen boliviano que había sido elegido
hitos fundantes de su ocupación y el inicio de su recuperación. Entre ellos se
delegado pocos meses antes de la ocupación– es parte de una charla que man-
destacaba el proceso de vaciamiento, describiendo las maniobras fraudulentas
tuve con él en agosto del año 2002, momento en que la fábrica había cobrado
de los empresarios, el retiro de pertenencias en los últimos días, el deterioro
amplia notoriedad pública. La reconstrucción que hace de esa noche hace
de la relación tanto personal como laboral con los trabajadores, el incremento
suyas las lecturas que se construían sobre estos acontecimientos desde algu-
de las deudas salariales y principalmente el abandono de la planta. Esta na-
nas organizaciones con las que durante esos meses se habían vinculado como
rración incluía tanto un modo de reconstruir la historia como una manera de
asambleas barriales, partidos políticos de izquierda y fábricas ocupadas bajo
contarla en la que se destacaban situaciones de injusticia y experiencias de
control obrero –principalmente Zanon con la que Brukman caminó a la par
sufrimiento, que incluían no solo momentos pasados relativos a los últimos
durante ese año– sintetizada en ideas como la “rebelión del pueblo”. Al mis-
años de trabajo sino también situaciones relativas al tiempo vivido durante
mo tiempo su relato trasmite la atmósfera de aquel momento, combinando
los meses posteriores al 18 de diciembre, como las noches de navidad y año
sensaciones de temor y euforia y, al igual que Julia, destacando la necesidad
nuevo pasadas en la fábrica. Numerosas veces me han relatado, en entrevistas
de organizarse. Más aun, la idea misma de organización de la que habla Pedro
o charlas informales, las vivencias de aquellos días, a veces conmovidas por
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lo que fueron capaces de hacer, otras evocando la tristeza de un año nuevo problemas. Por lo menos para que coman”. O sea, ir a la carnicería.
“con lo poco que había para comer”. Los días subsiguientes fueron también Y... con miedo, con vergüenza, los muchachos fueron ellos, salieron
descriptos como momentos de sufrimiento y humillación, sobre todo cuando a pedir en las verdulerías, en las carnicerías y todo. Asombrados, por-
había que “salir a pedir”; situación a la que, afirmaban, nunca habrían creído que nos daban. Así que ahí empezamos a comer, a preparar ollas, acá,
que deberían enfrentarse. Así lo recuerda María, una trabajadora de 72 años, popular, entre nosotros […]. Y después, nos enseñaron a hacer la caji-
contratada como jubilada:51 ta. Y hacíamos la cajita del fondo de huelga. “Tienen que hacerlo, salir
a pedir a los coches”, los chicos de la facultad, la gente que ya, más o
M: Me acuerdo de la navidad. ¡Una navidad más triste...! Ahí adentro, menos, que se enteraron, empezaron a acercarse de todos lados. De a
cuidando la fábrica…. Pero todos los vecinos que pasaban nos traían poco se iban acercando.
para comer, nos dejaban en el changuito.
MI: ¿Un changuito? Así, si las ideas de bronca, injusticia o esperanza marcaron los relatos
M: Un changuito para que nos den las donaciones. Después yo pedía sobre el 18 de diciembre, la vergüenza resultó un término reiterado en la re-
de un lado de la vereda y Diego [hace referencia a un compañero de construcción de los días posteriores, tal como lo señala Sofía. Vergüenza fue
la fábrica] pedía del otro lado. Y ya teníamos los clientes que a la también el término desde el cual Manuela (mujer de 38 años, madre de tres
mañana nos daban ya las moneditas. Y con esas moneditas hacíamos hijos, que se vino de Salta luego de separarse del padre de ellos e que ingresó
la comida al mediodía. Y con lo que quedaba, si alguna compañera se poco tiempo después a Brukman como planchadora) describió sus recuerdos
quería ir, entonces viajaba con esas monedas. Así que para nosotros de los primeros días:
fue muy... la verdad que la luchamos tanto, tanto, para tener el trabajo.
¿Sabés lo que era al principio, que no teníamos un mango? No sabía-
Porque nosotros lo único que queríamos es el trabajo.
mos que podíamos hacer eso. Venía gente y nos decía: “Pero ¿por qué
La organización incluyó también la realización de movilizaciones y cortes no ponen una caja ahí afuera y ponen que colaboren?”. Pero no éra-
de calles. El primer corte se realizó pocos días después del 18 de diciembre y mos capaces de sacar la alcancía hasta las últimas consecuencias. Yo
“sacó el conflicto a la calle”. Acompañados las trabajadoras de los compañe- me acuerdo que nos habíamos mandado con Luisa y ¡una vergüenza!
ros de Julia “que luchaban por la vivienda”, llamaron a la prensa. En las ven- […] Ahí hicimos el primer corte de ruta, me acuerdo. De calle. ¡Qué
tanas de la fábrica se colgaron banderas confeccionadas a mano que decían: vergüenza! Yo me voy a poner algo, no sé, un gorro de cartón, que
“con 5 pesos semanales no se puede vivir”. Mientras algunos arrojaban pape- no me conozca nadie. Y después me pareció divertido salir a la calle.
les por la ventana, los que se animaron a salir a la calle sostenían una segunda Entre esas acciones se incluyeron negociaciones con el Ministerio de Tra-
bandera cuya inscripción decía: “No a la quiebra! Defendamos la fuente de bajo que, a partir de la denuncia de los trabajadores, decretó la conciliación
trabajo. No a ciento veinte nuevos desocupados”. Así fue como, según Sofía, obligatoria. Entre diciembre y febrero se realizaron una serie de reuniones –a
sin saber cómo “empezaron a acercarse los chicos de la facultad”. las que también asistieron delegados sindicales y abogados de los empresa-
Nos decían “No, ustedes no tienen que quedarse adentro, tienen que rios– que finalizaron sin establecer un acuerdo. La organización no se limitó
sacar afuera el conflicto, porque si no nadie los va a oír”, inclusive entonces a los cortes, las guardias y el fondo de huelga, sino que incluyó la
“Tienen que salir a pedir en los negocios de la zona, contando sus decisión de retomar la producción. Una decisión también mediada por el mie-
do que Manuela explicaba como una acción por la “necesidad de subsistir” y
al mismo tiempo contraponía a la “vergüenza” de “salir a pedir”:
51 Siguiendo el relato de las trabajadoras, durante los años noventa, la contratación
Como un mes después… Como no nos decidíamos a trabajar por mie-
no registrada de personas jubiladas (empleadas “en negro”) fue una práctica frecuente
que buscaba reducir “costos laborales”. Principalmente, se incorporaban mujeres que do de todo, [y] entonces había gente que vivía lejos, por ejemplo, para
previamente habían estado empleadas bajo relación de dependencia en la misma firma. subsistir teníamos que salir a pedir con la alcancía. Había gente que
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no quería hacerlo y no lo hizo, y dijo “No, yo esto no lo hago. Me voy a salir a pedir, como lo recuerdan Sofía y Manuela, y poco tiempo después les
a mi casa y vivo de lo que puedo, o vivo con lo que gana mi marido”. hablaron de estatización, como lo relata Julia:
Pero acá, si vos te ponés a preguntarle a las mujeres, la mayoría es se-
En la fábrica sí se entró a hablar mucho de política. Entonces ahí tuve
parada o es viuda. O es madre soltera. La mayoría, ahora cuando vos
que aprender a los ponchazos. “¡No entiendo nada! ¿Por qué hay di-
preguntes te van salir “Sí, soy soltera, casada o separada”, entonces es
ferencias? ¡¡No entiendo!! (se ríe). Y, bueno, vos sabés que cuando
como que la única fuente de ingresos que tenés en la casa sos vos y...
se acercan... y se acercó, yo me acuerdo, que se acercó el de IMPA,
salíamos con la alcancía a pedir. Y con eso comíamos, con eso íbamos
ahí. Porque lo empezamos a difundir. Y nos empieza a ofrecer cosas:
a la casa. Quedábamos así dos o tres días seguidos y volvíamos a la
“Miren pueden hacer esto, esto, esto...”. Y después vinieron otros es-
casa con la plata que juntamos. Cocinábamos todo para todos. ¿Sabés
tudiantes. No sé de dónde aparecían pero aparecían. Y ahí empecé a
lo que era al principio, que no teníamos un mango? No sabíamos qué
ver las primeras diferencias políticas. Yo no entendía nada, pero como
podíamos hacer eso. […] Y, bueno... así, hasta que un día decidimos,
conocía ya a mi comisión [Techo y Trabajo], yo por las dudas me
no dábamos más y... si yo me podía bancar con 40 pesos que traba-
arrimaba de él porqué era más conocido […] Y, bueno, y seguimos
jaba los sábados [refiriéndose a un ingreso extra que tenía por otro
de alguna manera ya un poquito la línea política de esos primeros....
empleo]... te imaginás que no había personas que no trabajaban en
del PTS, que me pareció bueno, me pareció mucho más amplio, más
ningún otro lado que no era acá. Si yo podía tirar con esos 40 pesos y
abierta. Me gustó. Y me dijeron de la estatización. Y yo por las dudas
con algo que nos ayudaba mi hermana, te imaginás que había personas
les iba a preguntar a la Comisión de Techo y Trabajo: “La estatización
que no podían tirar con nada porque el único ingreso que tenían era
¿qué es?” “¿Que el Estado se haga cargo?, ¿que se tiene que hacer
esto. […] Recuerdo, pusieron acá abajo para decidir qué hacíamos.
cargo del trabajo?” (…) Ahí empezamos, desde ahí, del segundo corte
“Bueno, como los patrones no dan la cara, esto no se resuelve hasta
de calle nomás: “Estatización con control obrero”.
marzo”, que ya el Ministerio de Trabajo había dicho que de la feria
judicial y todo eso, hasta marzo no respondían nada. Y, como estaba En los meses siguientes Julia, Clara, Pedro y sus demás compañeras se
el país, menos. Así que decidimos empezar a trabajar. Lo primero que movilizaron bajo esta bandera. Algunas convencidas de levantar esta reivin-
hicimos fue entregar el trabajo [hace referencia a un trabajo que había dicación, otras afirmando que “lo único que querían era volver a trabajar”.
quedado sin entregar a otra empresa en el momento en que se inicia la
Es decir, si bien defender la fuente de trabajo era un horizonte compartido,
recuperación]. Bueno, entregamos y después nos animamos a entre-
el significado de ese horizonte y cómo debía llevarse adelante cobraba con-
garle a otros trabajos también... Y dijimos: “Bueno. Vamos a trabajar.
tenidos diferentes. Diferencia que implicaba distintas posiciones políticas, y
Vamos a trabajar”. Había gente que por ahí trabajaba y cortaba, que
que se expresaba en la forma en que se asumía la recuperación en el día a
trabajaban y cortaban, cortaban y trabajaban... abrimos aquí y vimos
día, principalmente en el tiempo y la energía que se destinaba a la lucha o
cuánto se vendía. Es barata la ropa aquí. Pusimos el pizarrón afuera,
con las ofertas. Y re-bien. Empezamos a llevar 100 pesos por semana. la producción.52 Sin embargo, aún cuando esta consigna no fue asumida de
¡Te imaginas lo que era! ¡Uy! manera uniforme, orientó durante esos meses el sentido de “la defensa de la
fuente de trabajo” afirmando “el camino de la lucha”. Así fue expresado en un
De esta manera, el trabajo productivo realizado desde entonces sin patrón comunicado de prensa elaborado a finales de enero:
comenzó a entremezclarse con acciones de protesta. O, más precisamente, la
producción (el trabajo productivo) se inscribió en un proceso más amplio de Los trabajadores de Brukman no aceptamos más el chantaje del sis-
tema, ni tampoco de la empresa. No queremos perder el trabajo que
demanda por la fuente de trabajo, como lo analizaremos en el capítulo 3. Al
mantiene a nuestras 120 familias. Rechazamos el pago como salario
mismo tiempo, salir a la calle los puso en contacto con otros, como los estu-
diantes, los partidos políticos y las asambleas barriales, que fueron conven-
ciéndolos de “no tener vergüenza”, como lo recuerda Eduardo. Les enseñaron 52 Me detengo en el análisis de estas diferencias en el capítulo 5 de este libro.
86 La política afectada Detrás del relato épico 87
de $5 porque lo consideramos indigno como trabajadores y como per- sino también a sentimientos y al modo en que culturalmente se procesan tales
sonas, queremos todo nuestro salario de hace dos meses, el aguinaldo sentimientos: normas, obligaciones, valores, expectativas, creencias, formas
y las vacaciones. Los señores Brukman huyeron de la fábrica dejando artísticas. Remite al modo en que los sujetos viven, significan, interpretan y
las máquinas y los bienes producidos, sin pagar ninguna de sus deu- actúan las relaciones sociales de producción. Afirma E. P. Thompson en La
das. Por lo tanto hemos tomado la decisión histórica de ocupar la em- formación de la clase obrera en Inglaterra:
presa pacíficamente, para evitar que se lleven el stock y las máquinas,
en defensa pura y exclusivamente de nuestra fuente de trabajo, hasta El hecho de que los obreros sientan esas injusticias de alguna manera
las últimas consecuencias. Ahora los trabajadores debemos decidir –y que las sintiesen de forma apasionada– es suficiente en sí mismo
cómo garantizar nuestro trabajo y nuestro futuro. El camino que ya para merecer nuestra atención. Y nos recuerda, a la fuerza, que algu-
iniciamos es el de la lucha. Llamamos a todos los trabajadores a que nos de los conflictos más ásperos de aquellos años versan sobre temas
nos apoyen. (Comunicado de prensa, enero 2002, “Trabajadores de que no están englobados por las series del coste-de-la-vida. Los temas
Brukman en defensa de sus puestos de trabajo”). que provocan la mayor intensidad de sentimiento fueron aquellos en
los que estaban en litigio valores como las costumbres tradicionales,
En los años siguientes, acompañé a estos hombres y mujeres en su “lucha “justicia”, “independencia”, seguridad o economía familiar, más que
por la fuente de trabajo”. Una lucha que implicó poner el cuerpo arriesgando, los simples temas de “pan-y-mantequilla”. (1989: 181).
por momentos, la vida. Durante esos años pude constatar que, a pesar de las
“diferencias internas” –que en ocasiones adquirieron formas sumamente con- Desde esta óptica es esa experiencia la que permite que determinadas con-
flictivas–, el 18 de diciembre marcó definitivamente sus vidas, redefiniendo el diciones (materiales) puedan ser vividas y significadas como injustas. Desde
sentido del trabajo, abriendo horizontes políticos y modificando sus relacio- esta clave analítica podemos leer los relatos de Margarita, cuando nos habla
nes (entre ellos y con sus familias). de la bronca que le permitió quedarse en la fábrica; de Clara, quien apelando
a ese mismo sentimiento refiere a la impotencia que le despertó la respuesta
de “los dueños”; de Julia, quien apelando también a la bronca transmitía la an-
gustia frente al deterioro de sus condiciones de vida y la pérdida de su fuente
Las emociones como prácticas políticas de trabajo. Lo que Margarita, Beatriz, Julia, Pedro, Roberto y sus demás com-
pañeras compartían era la experiencia de ver su cotidianeidad deteriorarse día
Cierro este capítulo –que, como decía, es antes que nada una apertura– pro- a día, de manera casi inevitable, convirtiéndolas en potenciales desocupadas.
poniendo su lectura a partir de la noción de experiencia elaborada por E. P. Experiencia que se extendía además a la vida de sus parejas, sus hijos, sus
Thompson. Como decía en la introducción, Thompson utiliza esta categoría hermanos. Siguiendo a Thompson, la experiencia compartida por estos traba-
para dar cuenta del modo en que los sujetos actúan –esto es, viven e inter- jadores no se limitó solamente a cuestiones que tenían que ver con “el coste de
pretan– las relaciones sociales de producción. Experiencia en la que acción y la vida”. Por el contrario, movilizó sentimientos y emociones como la bronca,
significación se unen y que implica vivir con significado, actuar de acuerdo a la traición o la injusticia.
valores, tradiciones (Grimberg, 1997). La experiencia es para Thompson un Los procesos de movilización y protesta desarrolladas en Argentina al ca-
concepto mediador entre la estructura y la acción de los sujetos: los hombres lor de los acontecimientos del 2001 llamaron la atención en el ámbito aca-
y mujeres reales experimentan las relaciones sociales y las condiciones ma- démico local en la medida en que permitían poner en tela de juicio algunos
teriales en que se hallan inmersos en el acontecer de sus vidas y es a partir de supuestos naturalizados como la idea de “descolectivización” o “apatía polí-
esta experiencia que toman conciencia de determinadas condiciones estructu- tica”. En la explicación de estos procesos, las teorías de la acción colectiva y
rales, las necesidades compartidas, los intereses comunes, los antagonismos los movimientos sociales en sus diferentes vertientes cobraron peso significa-
con otros sectores. Esta experiencia no refiere solo a ideas, pensamientos, tivo. Como adelantamos en la introducción de este libro, estos marcos analí-
88 La política afectada Detrás del relato épico 89
ticos ponderaron los momentos extraordinarios y las expresiones públicas de micos. Como logró hacerlo conmigo Julia en abril de 2002, en un aula de la
la protesta o la movilización social privilegiando una mirada atenta a las mo- Facultad de Filosofía y Letras.
tivaciones de personas –entendidas como factores individuales– que decidían Así, en este capítulo he propuesto un abordaje de las emociones como
(racionalmente) involucrarse en acciones colectivas. A mi entender, uno de prácticas políticas, esto es, como un modo comunicación al mismo tiempo
los principales problemas de este análisis radica en considerar que las accio- verbal y no-verbal, en el que intervienen relaciones afectivas y se comparten
nes que las personas realizamos responden a una motivación que debe ser por sentimientos que permite articular la experiencia dando lugar a la acción. En
ende estratégica y racional. Por este camino, las prácticas se desvinculan de este caso, habilitando una “lucha por la defensa de la fuente de trabajo” que
la experiencia, de la manera en que en nuestra vida cotidiana vamos traman- –siguiendo los términos en que esta fue definida para quienes la llevaron ade-
do relaciones que hacen posible desarrollar acciones conjuntas en numerosas lante– lejos de constituir una mera pelea por la supervivencia puso en primer
ocasiones más allá de nuestra intencionalidad. El foco en las motivaciones plano la dignidad. Esta categoría moral operó como elemento articulador de
supone en alguna medida que el desarrollo de una acción conjunta –en este procesos de identificación, eje de argumentación de las prácticas y de la ela-
caso, la ocupación de la fábrica– es producto de una suma de voluntades –val- boración de demandas. Articuló un discurso desde el que, más allá y a pesar
ga la insistencia, de carácter racional– que se adicionan en pos de un objetivo de las diferencias, la “dignidad del trabajo” se opuso a “la indignidad del
común, en este caso “la defensa de la fuente de trabajo”. desempleo”. Recuperar la fábrica fue, siguiendo a E. P. Thompson (1984), una
La antropología ha desarrollado una perspectiva que focaliza en las prácti- lucha a la vez material (por la supervivencia) y simbólica (por la dignidad).
cas cotidianas, pondera un análisis de lo ordinario y privilegia una mirada de O, mejor dicho, en la que la “lucha” por la supervivencia implicó una “lucha”
las personas y sus experiencias de vida. Desde este nivel de análisis, el registro por la dignidad.
de las emociones cobra presencia, no como un elemento o factor que permite
explicar disposiciones a la acción, sino como un registro que se despliega en
la vida cotidiana y nos habla del modo en que se establecen relaciones, se
comparten experiencias y se construyen acciones comunes. En esta cotidia-
neidad, las acciones no constituyen actos estratégicos o calculados. Resultan,
a la vez, organizadas e (im)pensadas. Se trata de una comunicación que se
trasmite a través de palabras pero también de formas no verbalizadas como el
llanto, la risa, una mirada o un abrazo. Un código no verbal, traducido en las
narraciones en expresiones como desesperación, miedo, bronca o alegría. Re-
leer los datos en esta clave, puso de relevancia el peso que este registro cobró
no solo en la puesta en común de la experiencia sino también en el proceso de
construcción política. Tanto en el plano de las relaciones íntimas y cotidianas
como en el de la legitimación de las demandas (asunto sobre el que me de-
tengo en el próximo capítulo). En este nivel, el registro emotivo se actualizó
en un conjunto de discursos y las prácticas que las trabajadoras desplegaron
para lograr recuperar su fábrica desarrollando lo que algunos autores llaman
“solidaridad afectiva” (Juris, 2008). La expresión pública de determinados
emociones y sentimientos permitió conseguir el apoyo de “los vecinos” con-
vencer a “los políticos”, obtener adhesiones de agrupaciones sociales, captar
la atención de los medios masivos y atraer la mirada de intelectuales y acadé-
Capítulo 2
El sentido político de las luchas materiales: argumentos
y acciones públicas en defensa de la fuente de trabajo

Introducción

El viernes 18 de abril de 2003 las obreras de Brukman fueron desalojadas de
la fábrica que hacía poco más de un año habían ocupado y puesto a producir
bajo su gestión. Era el tercer intento de desalojo al que hacían frente. Mien-
tras que los dos primeros (en marzo y noviembre de 2002, respectivamente)
finalizaron con el reingreso de las trabajadoras a la planta, el tercer desalo-
jo contó con un operativo policial de gran envergadura que finalizó con el
vallado de la fábrica reforzado por un cordón de guardias policiales que se
mantuvo los nueve meses posteriores. Durante los tres días que siguieron al
desalojo, acompañadas por militantes de organizaciones sociales y políticas,
las obreras permanecieron frente a las vallas realizando asambleas periódicas
en las que se debatían las acciones a seguir en pos de volver a recuperar la
fábrica, incluyendo la posibilidad de enfrentar a las fuerzas policiales (tam-
bién frente a las vallas se desarrollaron numerosas reuniones con funcionarios
públicos).53 Como parte de estas acciones, se convocó para el lunes 21 a una
concentración frente a la planta en la que, a los partidos y organizaciones

53 El desalojo fue solicitado por los todavía propietarios de la firma, que en ese mo-
mento se encontraba en concurso de acreedores. Estas reuniones, en las que se ne-
gociaba la posibilidad de reingresar a la planta, se desarrollaron principalmente con
funcionarios del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y el Ministerio de Trabajo de
la Nación y tuvieron lugar casi en su totalidad frente a la fábrica, salvo en el caso de
aquellas que se mantuvieron en la comisaría de la zona con las fuerzas de seguridad y
los jueces a cargo del desalojo.
92 La política afectada El sentido político de las luchas materiales 93
sociales que habitualmente acompañaban, se sumó la presencia de diputados Los trabajadores y trabajadoras de Brukman hemos defendido un año
nacionales, legisladores porteños y dirigentes de organizaciones de derechos y tres meses, con uñas y dientes, nuestra fuente de trabajo, el pan
humanos.54 Si en un comienzo la concentración parecía seguir la misma di- de nuestros pibes. Hace 96hs. hemos perdido nuestro trabajo, que es
námica de las tantas convocadas en ese contexto, con el correr de las horas la nuestra dignidad, por culpa de la patronal que nos exprimió duran-
atmósfera se fue cargando de un clima sumamente tenso. A primeras horas de te muchos años, quedándose con nuestros sueldos [...]. Hoy estamos
la tarde, mientras algunos diputados y legisladores mantenían negociaciones igual que muchos de ustedes, sintiendo el sabor amargo de la desocu-
telefónicas con el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social55 y con pación. Nos quieren derrotar, pero se equivocan. El trabajo genuino lo
vamos a defender con nuestras vidas si es preciso.
otros funcionarios del ejecutivo local, se discutía en pequeñas asambleas “si
estaban dadas las correlaciones de fuerza para avanzar sobre las vallas”. Para Impregnadas de las vivencias de esos días, las frases transcriptas conden-
esa hora del día la policía había doblado el número de cuerpos rodeando no san los argumentos que sostuvieron las demandas que, apelando al trabajo
sólo la fábrica sino también las cuadras aledañas y un helicóptero sobrevola- como único medio de garantizar una vida digna, articularon en esa construc-
ba la zona. Resultaba imposible no sentir temor por lo que podía allí suceder ción nociones como supervivencia y dignidad. Estas categorías se actualiza-
y recuerdo que varias veces me sentí tentada a emprender el camino a casa. ron en las prácticas desarrolladas para mantener la fuente de trabajo que se
Las charlas que mantuve con Manuela, Inés, Beatriz, Julia y sus compañeras defendió con “uñas y dientes”, poniendo en juego la vida. Sostuve en la intro-
contribuyeron a que optara por quedarme: a pesar del miedo que compartían, ducción que la pregunta por la motivación, central en el estudio de la acción
lograban contagiar el coraje que parecía emanar de la esperanza de recuperar colectiva y los movimientos sociales, tendió a establecer lecturas dicotómicas
su fábrica y, sobre todo, de la certeza de tener pleno derecho a ello. A media basándose en un esquema binario que contrapone acciones por la superviven-
tarde, mientras las organizaciones convocadas se multiplican en el punto de cia –necesidad, desempleo, hambre, cuya motivación es material– a acciones
encuentro, una de ellas leyó por los altavoces las siguientes palabras impresas reivindicativas o por el reconocimiento –respeto, dignidad, integración so-
en un volante titulado “Carta a los trabajadores ocupados y desocupados”, que cial–. Esta dicotomía entiende que la política tiene lugar cuando se desarro-
repartieron entre las y los presentes. El volante –redactado por las obreras de llan luchas que van más allá de la supervivencia.56 El principal problema de
Brukman en colaboración con algunos militantes y revisado por ellas “desde esta contraposición radica no tanto en el hecho mismo de establecer una dico-
el corazón”– estaba destinado a la policía y afirmaba: tomía –un problema que puede ser resuelto adicionando elementos, como lo
he afirmado en trabajos previos (Fernández Alvarez, 2007b) y lo han señalado
otros estudios (Quiros, 2011)–, sino en el modo en que esta contraposición
establece un principio de jerarquía de las segundas sobre las primeras. Aclaro
54 Participaron, entre otros, los diputados y legisladores Luis Zamora, José Roselli,
Beatriz Baltroc, Vilma Ripoll y Patricio Echegaray; organizaciones de derechos huma-
nos como la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Madres de Plaza de Mayo Línea
Fundadora, Abuelas de Plaza de Mayo, Asociación Ex-Detenidos Desaparecidos, Liga 56 En la literatura local Esta discusión cobró centralidad en los estudios sobre formas
Argentina por los Derechos del Hombre, el Movimiento Ecuménico por los Derechos de movilización social de sectores populares desarrollados en el contexto de finales de
Humanos, HIJOS, Liberpueblo y CeProDH (cuyas abogadas representaban a los tra- los años 1990 y comienzos del 2001. En discusión con las visiones espasmódicas que
bajadores); movimientos de fábricas y empresas recuperadas, así como trabajadores reducen la acción colectiva como respuesta “al hambre” se señaló que los móviles de la
de fábricas nucleadas en estos movimientos, militantes de numerosas asambleas ba- acción colectiva se encontraban en la búsqueda de reconocimiento ya sea bajo la forma
rriales, centros de estudiantes de diversas Universidades nacionales y movimientos de de respeto (Auyero, 2004) o de integración social (Merklen, 2005). Así, estos estudios
desocupados como el Polo Obrero, MTL, CUBA, MTR, FTC, CCC, MTD Solano en aportaron nuevas luces para interpelar lecturas mecanicistas sobre la “política popular”,
la Aníbal Verón. valiéndose para ello de la formulación propuesta por Axel Honneth (1997). Para este
55 El Ministerio estaba a cargo de Graciela Camaño, quien ocupó el cargo durante la último autor, más que la experiencia de la necesidad económica, lo que da lugar a la
corta presidencia de Eduardo Duhalde hasta mayo de ese año, cuando fue reemplazada confrontación social es principalmente la sensación moral de falta de reconocimiento
por Carlos Tomada al asumir la presidencia Néstor Kirchner. en base a las que se desarrollan luchas en esta dirección.
94 La política afectada El sentido político de las luchas materiales 95
mi planteo. El principal obstáculo de esta mirada dicotómica consiste en ubi- condiciones de vida presentes y la protección y estabilidad de las (buenas)
car el sentido político del lado de las luchas por el reconocimiento (respeto, condiciones de vida pasadas. En este caso, el trabajo se presenta como fuente
integración, dignidad) invisibilizando el carácter político de las acciones por de derecho sin dejar de estar vinculado, empero, a la idea de dignidad. Ahora
la supervivencia (el hambre, la necesidad, el desempleo). De esta manera, es bien, como veremos a continuación, lejos de aparecer escindidos, ambos gru-
la búsqueda de reconocimiento la que otorgaba politicidad a las acciones. Es pos de sentidos resultaron estrechamente vinculados en los argumentos que
en pos del respeto, la integración y la dignidad que el involucramiento de las sostuvieron las demandas. Aún más, fue precisamente su articulación la que
personas en acciones colectivas cobra verdadero sentido político. otorgó fuerza y legitimidad al lenguaje contencioso (Roseberry, (2002 [1994])
Este capítulo introduce un desplazamiento respecto del modo en que pen- que permitió defender la “fuente de trabajo” y recuperar la fábrica.
samos esta relación. Para ello, analizo la centralidad que la categoría de dig-
nidad cobró en las argumentaciones que sostuvieron las demandas. Lejos de
aparecer contrapuesta a ideas como supervivencia (“el pan de nuestros pibes”, El trabajo como condición de vida
para volver sobre el fragmento de la carta transcripta), ambas se yuxtapusie-
ron en la manera en que el trabajo, objeto de demanda, fue definido. De tal En un primer nivel, las referencias al trabajo como condición de vida se pre-
modo que “luchar por el trabajo” implicó a la vez una “lucha por la supervi- sentaron vinculadas a la supervivencia, fundamentalmente a la alimentación:
vencia” y por “la dignidad”. En otras palabras, necesidad y reconocimiento se el trabajo es aquella actividad que permite la subsistencia, el único medio para
entrelazaron en la acción por el trabajo. En consecuencia, esta acción combi- garantizar el “pan de cada día”. Este sentido cobró mayor fuerza en los relatos
nó un discurso que hizo eje en el trabajo como condición de vida (digna) con de las trabajadoras con familia a cargo, principalmente en los casos en que
una serie de prácticas en las que este discurso se hizo presente. Recuperar la la mujer57 constituía el principal ingreso económico de la familia (situación
fábrica significó poner el cuerpo, ocuparla corporalmente arriesgando la vida. reproducida en un gran número de casos).58 Transcribo a continuación parte
Porque era la vida misma la que estaba en juego. de una entrevista con Rosana, una mujer que al inicio de la recuperación te-
Con el propósito de desarrollar mi planteo, este capítulo analiza, en primer nía 52 años y era madre de 4 hijos, con los que vivía en la zona sur del Gran
término, los sentidos que las obreras asignaron al trabajo, para luego mostrar
cómo estos sentidos cobraron forma en los argumentos que sostuvieron las de-
mandas y actualizados en las acciones de protesta desarrolladas. Para esto, mi 57 Cerca del 80% de los trabajadores de la fábrica eran mujeres. Una de las prin-
cipales características del sector es la alta concentración de mujeres que compone la
reconstrucción ancla en una serie de sentidos que, más allá de las diferencias, fuerza de trabajo (Lobato, 1993; Rocchi, 2000; Pascucci, 2005): en Argentina, el 63%
resultaron frecuentes en las referencias que mis interlocutores hacían respecto del empleo en el sector es ocupado por mujeres (Kosacoff, 2004). A partir de fines del
del trabajo. Más que en un análisis del sentido heterogéneo –que necesaria- siglo XIX, y de manera creciente a lo largo de la primera mitad del siglo XX, las muje-
mente asumía esta categoría en función de trayectorias y condiciones de vida res ingresaron al trabajo asalariado, particularmente en el rubro de la alimentación, en
la industria de la carne y en la textil, siendo esta última la actividad que concentró el
específicas–, me interesa aquí reconstruir los principales núcleos de sentido mayor porcentaje (Lobato, 2000). Un rasgo característico en el sector de confecciones
que recorren transversalmente esa heterogeneidad como puntos en común. es la realización de trabajo a domicilio (Pascucci, 2005), situación que se verificó de
Tomadas en su conjunto, estas referencias permiten identificar dos grandes forma significativa en las trayectorias laborales de las trabajadoras de Brukman. Esta
característica, sin embargo, no resulta una particularidad de la Argentina, encontrándo-
núcleos. El primero revela un sentido en el que el trabajo abarca la totalidad de se también en diferentes regiones (Díaz y Schalen, 1994; Trejos París, 2004).
la vida, que garantiza su existencia no solamente en sentido material (el trabajo 58 De las 41 mujeres que componían la fábrica al momento en que finalizó el trabajo
como único medio para asegurar la supervivencia) sino también como fuente de campo para la realización del doctorado (2005), 21 eran mujeres solas, de las cuales
de dignidad. Aquí el trabajo se define como condición de vida. En el segundo, 16 tenían hijos a cargo. A estos números habría que agregar tres casos de mujeres con
el trabajo cobra un sentido histórico que remite a la propia experiencia, esta- hijos cuya pareja se encontraba desempleada. En los años posteriores el ingreso de
varones jóvenes, muchos de ellos hijos de las mujeres que habían recuperado la fábrica,
bleciéndose una contraposición entre la carencia que caracteriza las (malas) se hizo más frecuente, aumentando el porcentaje de trabajadores varones.
96 La política afectada El sentido político de las luchas materiales 97
Buenos Aires. En la misma se hace explícita esta referencia al trabajo como y eso por el mismo trabajo. Porque ellos están ahí metidos, encerrados
condición de vida: en sí mismos. En cambio, cuando vos tenés un trabajo, hablás con tus
compañeras, te dan sus opiniones, a veces los seguís los consejos de
El trabajo es todo, porque realmente sin el trabajo no te podés mane-
las compañeras. Es otro ambiente; es otra cosa. Mucho más cuando
jar. Porque teniendo un trabajo tenés un sueldo y teniendo un sueldo
llevás un sueldo a casa y te da independencia. De lo que ganás hacés
podés pagar tus cuentas, podés mantenerte, alimentar a tus hijos, po-
lo que querés, aportás lo que debés en el hogar…
dés comer. Sin un trabajo no podés. Con el trabajo lo hacés todo. En-
tonces, para mí, lo principal es tener un trabajo, porque por lo menos En este relato, el trabajo define la existencia misma; en palabras de Inés,
podés. No estás bien pago pero por lo menos te mantenés, alimentás a “mi propia identidad o sea yo”. La enorgullece, le permite “caminar con la
tu familia. Y no tenés que andar dando lástima. El trabajo es… es dig- frente alta” en la medida que cumple con su deber. Al igual que en caso an-
nidad. Es todo. Porque, a partir del trabajo, podés hacer cosas: podés terior, esta referencia remite en forma directa a la “ética del trabajo” sobre la
educar a tus hijos, podés pagar un alquiler. Porque sin el trabajo, no, que llamó la atención Zygmunt Bauman: una creación europea cuyo papel fue
no, no… no hay nada. decisivo para el desarrollo de la sociedad moderna, según la cual “trabajar es
El testimonio de Rosana, multiplicado en las palabras de muchas de sus un valor en sí mismo, una actividad noble y jerarquizada” (2003: 17). Una
compañeras, ilustra el modo en que el trabajo es principalmente definido como ética que permitió disciplinar a la población en vistas a la incorporación de las
aquello que asegura la posibilidad de reproducir no sólo su vida (biológica) formas de obediencia que el régimen fabril requería.59 Lo interesante en este
sino la de su familia, en especial la de los hijos. Sin embargo, sus palabras no caso es justamente reparar en el modo en que esta ética del trabajo permitió
limitan al trabajo a una actividad que permite la continuidad de la vida en sen- activar un proceso movilización, demanda y organización que habilitó una
tido material. Le asegura la posibilidad de mantenerse sin “dar lástima”. O, lucha por la fuente laboral desarrollando un proceso de gestión colectiva de la
más precisamente, le permite garantizar la alimentación de ella y su familia de producción. Es allí donde cobra pleno sentido la reivindicación de esta ética
manera digna. En este primer grupo de sentidos, el trabajo es entonces aquella del trabajo según la cual la falta de trabajo, en contraposición, se presenta bajo
actividad que permite mantener una vida digna. Así, el trabajo articula super- la forma de ausencia: “como si fuesen nada”. Volviendo a Bauman, la ética
vivencia y dignidad, oponiendo esta actividad a otras como la desocupación del trabajo se sostiene en la premisa de que “el trabajo es el estado normal
o la mendicidad, a las que se asocian sentimientos tales como la vergüenza o de los seres humanos; no trabajar es anormal” (2003: 18). Por este camino,
la humillación, siguiendo a Rosana el “dar lástima”. Esta última idea apareció la desocupación queda asociada a una situación de abandono de sí mismo,
enfatizada en el relato de Inés, del que transcribimos el siguiente fragmento: de descuido del cuerpo en su sentido más amplio (“dejás de higienizarte”)
y como pérdida de orgullo (no permite “caminar con la frente bien alta”).
I: Para mí el trabajo... ha sido mi propia identidad. O sea, era yo. Lo
que yo podía hacer. Esta es mi dignidad, como dice la palabra; vos te-
nés trabajo y tenés una dignidad. Yo puedo caminar con la frente bien
59 Según el autor, la ética del trabajo es una norma de vida que se sostiene en dos
alta. Laburás, podés mantener a tu familia. Es otra cosa. premisas. La primera afirma que para vivir y “ser feliz” hay que hacer algo que los de-
MI: ¿Es otra cosa? más consideran “valioso y digno de un pago”. La segunda sostiene que “es necio y mo-
I: O sea, yo he conversado mucho con la gente esta que está desocu- ralmente dañino, conformarse con lo ya conseguido y quedarse con menos en lugar de
pada, por ejemplo, y vos te sentás a hablar con ellos y están como buscar más; que es absurdo e irracional dejar de esforzarse después de haber alcanzado
la satisfacción; que no es decoroso descansar, salvo para reunir fuerzas y seguir traba-
sumisos, como si fuesen nada. Y eso es lo que logra el estar desocu-
jando” (2003: 17). A estas dos premisas Bauman agrega dos presunciones tácitas en las
pado: te venís a menos. Yo veo que hasta dejás de higienizarte, yo lo que se sostienen. La primera sostiene que el estado normal del ser humano es el trabajo
he visto, pero no te podés abandonar […] Y las mujeres se descuidan y por ende no trabajar es anormal. La segunda afirma que solamente el trabajo que está
mucho. Ya ni a los chicos los quieren ni arreglar. No cuidan a los hijos en condiciones de venderse y ser comprado –es decir, cuyo valor es reconocido por los
otros y se realiza por un salario– tiene el estatus moral que exige la ética del trabajo.
98 La política afectada El sentido político de las luchas materiales 99
Nótese que, en el relato de Inés, “la gente que está desocupada” no hace re- Este fragmento de la entrevista realizada con Sandra expresa el modo en
ferencia a un sujeto lejano, abstracto, sino a personas de carne y hueso que que la humillación del desempleo o la mendicidad también fue movilizada
la acompañaron en su lucha por la fábrica, con las que ella ha dialogado, que para dar sentido al trabajo en relación a la propia experiencia. Notemos sin
ha visto de cerca. El desempleo no es algo lejano para esta operaria que con embargo que en este caso, Sandra describe estos momentos “sin trabajo” como
sus 42 años llevaba más de 15 trabajando en el sector, sino una posibilidad una sensación más que como una condición. Al afirmar “cuando estábamos
concreta, próxima, un horizonte real que bien podría ser su condición de vida ahí, que nos sentíamos sin trabajo”, enfatiza la sensación del desempleo, la
en un futuro cercano en el contexto de un país cuyo índice de desempleo al- experiencia de sentirse sin trabajo por sobre la condición de desocupado que se
canzaba su récord histórico. La referencia a las mujeres como ella (madres) corresponde con la situación de estar sin trabajo. Esta apelación al desempleo
cobra en este aspecto mayor importancia, reintroduciendo el sentido ético del como sentimiento, se extendía en la referencia que hacía a la necesidad de salir
trabajo desde el cual su actividad se define en oposición a la desocupación o, a pedir, una actividad que no le era propia como trabajadora. Sostiene Sandra:
más precisamente, a aquellos cuya condición es la de desocupado. Condición “pedir es para los mendigos, ¿no?”. El relato hace referencia nuevamente esta
que se asocia a sentimientos como la “humillación” con los que relaciona la situación apelando al sentimiento: “me sentía mal”. Y continúa recordando
falta de trabajo o el tener que “salir a pedir” que ella y sus compañeros expe- –siempre desde la sensación– el momento en que cobraban “los 150 de los des-
rimentaron en los primeros tiempos de la recuperación. En consecuencia, el ocupados”, estableciendo así una diferencia con la condición de asistido que
sentimiento de humillación (“dar lástima”) resulta una referencia que incluye “es como llorar miseria”. Ser mendiga o asistida resultan condiciones que no
también la experiencia personal y de familiares, amigos o vecinos. le son propias. La referencia al sentimiento por sobre la condición, el sentirse
Transcribimos a continuación un fragmento del relato de Sandra –una mu- sin trabajo por sobre el estar sin trabajo, cobra mayor fuerza si reparamos en la
jer de 48 años que ingresó a Brukman a mediados de los años 90 como en- manera en que Sandra me incluía en su relato, invitándome a compartir con ella
cargada de limpieza– sobre su vivencia en la carpa luego del tercer desalojo: esta sensación para convertirla así en universal. Potencialmente, en cambio, el
estar sin trabajo se vincula tanto con la irresponsabilidad como con la enfer-
Cuando estábamos ahí [en la carpa], que nos sentíamos sin trabajo, era
medad y el abandono de sí misma. Me interesa detenerme un momento aquí
muy feo, porque a mí no me gusta pedir. Pedir es para los mendigos,
para señalar cómo el relato de esta operaria establece un principio de asimetría
¿no? Me sentía mal. Nosotros cobrábamos también lo de los $150 de
los desocupados. ¿Vos sabes cuántas veces fuimos a la acción social? moral entre su condición como trabajadora y la de quienes “son” desocupados,
Es como llorar miseria, pidiéndoles por favor que nos dejen pasar, asistidos o mendigos. Un principio de asimetría que define mejores y peores
¿sabés? Horas y horas. Lo hemos hecho porque lo necesitábamos. conductas clasificando, en términos de Elias y Scotson (1994), “establecidos”
Para sostenernos. Pero es feo andar pidiendo. Yo quiero trabajar. Yo (entre los que ella y sus compañeras se encontraban) y “marginados” (entre
nací de gente de trabajo. Así murió mi papá. Y mi mamá trabaja hace los que ubica a esos otros, desocupados, asistidos, mendigos). Así, aunque han
veinticuatro años en un colegio. Fue portera, es todavía: tiene setenta tenido que “pedir” por “necesidad” ella “quiere trabajar”, manteniendo así su
y dos años y sigue trabajando, se está por jubilar. Pero el trabajo es condición de “establecida”. Una condición que le es propia, que lleva en la
salud, veo por ella que si no trabajara, ella se enfermaría, por ejemplo. sangre, porque ella “nació de gente de trabajo”. Responsabilidad, aseo, “no
Ella no. Se prepara, se tiñe el pelo, todo, porque está linda, porque está estar en pavadas”, en síntesis llevar una buena vida, son en el relato de Sandra
de portera. A mí me pasa lo mismo, si yo no trabajo, yo no te digo que valores vinculados al trabajo que la elevan en una categoría superior a la de
a veces me quiero quedar en casa uno o dos días porque estoy can- mendigo, desocupado o asistido, un estatus que solo puede sostener mante-
sada de viajar, pero hasta por ahí nomás, porque extraño. Extraño el niendo su condición de trabajadora.
compañerismo, el trabajo. Acá tengo una responsabilidad, tengo que Las referencias al trabajo en contraposición a la desocupación como ex-
sacar el trabajo, tengo que hacerlo y pasa el tiempo, tu mente no está periencia también se relacionan con momentos previos en las propias trayec-
en pavadas. torias de vida. Como en el caso anterior, Lorena, una trabajadora de 30 años
100 La política afectada El sentido político de las luchas materiales 101
con dos hijas a cargo, refiere al trabajo como “actividad digna” oponiéndola a dad digna. O, más precisamente, su condición de trabajadora la convierte en
otras que incluyen, en este caso, la delincuencia: un sujeto digno que merece el derecho a mantener la fuente de trabajo. En
este sentido, este relato reenvía a la “ética del trabajo” analizada por Bauman
L: Si no trabajás, no tenés plata; y si no trabajás, no podés alimentar
sintetizando este primer sentido del trabajo como condición de vida.
a tus hijos; más que nada alimentarlos, que tengan para comer. Ser
desocupado es feo. En mi caso, yo cuando no tuve trabajo y mi mari-
do no tenía trabajo, yo salía a vender productos X, que no ganás nada
pero yo con eso trataba de mantenerme. Y es como que si no tenés
trabajo no tenés nada, porque te amargas y pensás que tus hijos no El trabajo como fuente de derecho
tienen ropa, no tienen para comer que es lo más importante, no tiene
para comer y ¿qué haces vos? Y como que la culpable sos vos. Vos Esta segunda dimensión hace referencia a un grupo de sentidos que vinculan
y tu marido, porque son los responsables de trabajar para darle algo al trabajo con una serie de regulaciones y derechos (adquiridos o perdidos)
a tus hijos, ¿no? Entonces, como que hay veces que no encontrás y, que cobran especificidad histórica. Si en los relatos previos el trabajo resul-
bueno... Yo te digo que no soy de quedarme quieta. Siempre hago algo taba una actividad valorada en sí misma que definía la vida convirtiéndose
y consigo, o sea, algo de plata para comprar algo para comer. Yo tejí, en condición de existencia, en las referencias que introduzco a continuación
empecé a tejer, cuando quedé embarazada de la nena. También hacía se distingue entre buenas y malas condiciones de trabajo que se equiparan
ropita y vendía la ropita. O sea, para mí, el trabajo, todos los trabajos con buenas y malas condiciones de vida. Condiciones de trabajo-vida que se
que sean dignamente, son todos trabajos. sintetizan en la contraposición entre carencia y protección, de modo tal que si
MI: ¿A qué le llamás dignamente? la primera caracteriza los años previos a la recuperación, la segunda proyecta
L: Trabajo digno es, por ejemplo: yo tejía en mi casa y vendía. Eso. las “buenas épocas” en la fábrica. Así, la primera recorre los relatos de los
Me refiero a no robar, por ejemplo. Vos salís a robar, ya no es un tra- últimos años de gestión empresaria, narrados como períodos de angustia y su-
bajo digno. Aunque muchos lo toman como trabajo, te digo. Porque
frimiento en los que se veía amenazada la continuidad del empleo: situaciones
conozco allá, por mi casa, gente que dice “ah, trabaja” y vos sabés
como la falta de pagos que no permitían “llevar el pan a la casa”, malos tratos
que... todos saben que roba. Y eso de que roba porque no consigue
por parte de los encargados o los directivos de la empresa. En su relato sobre
trabajo, no sé hasta qué punto. Porque yo te digo que no voy a llegar
el inicio de la recuperación, Dolores –esposa de un trabajador y ex-empleada
a ese extremo, pero yo vendí productos, hacía lo que te dije, hacía ta-
padita de dos tres productos y me sacaba un poco más. O tejía ropita.
de la empresa reincorporada por sus compañeras–, destaca esta sensación de
Son cosas que vos te rebuscás. Son cosas sanas que vos te rebuscás, incertidumbre a través del temor al vaciamiento:
pero sabes que vos tenés que hacerlo por tus hijos... La primera noche que se quedaron, cuando me llamó por teléfono mi
marido y me dijo “Mirá, se pudrió todo”, “¿Se pudrió qué?” le dije,
Como en los relatos anteriores, el fragmento aquí trascripto sintetiza este
“¿Sabés qué?” me dice, “Nos quedamos en la fábrica para proteger la
sentido del trabajo como condición de existencia que implica garantizar la
maquinaria; y protegerla porque quieren hacer un vaciamiento. Así
reproducción mediante la venta de la fuerza de trabajo como única forma de
que no me voy para la casa, me quedo acá”. “¿Y cuánto les dieron?”,
llevar adelante una vida digna. La capacidad de esforzarse en el trabajo para
le pregunté. “Dos pesos. Lo que cobramos ayer”, me dice. “Dos pe-
garantizar la alimentación de los hijos resulta central en esta argumentación
sos, y no tenemos un mango, nada, porque se fueron todos”, me dice.
que se articula con la responsabilidad, ambas entendidas como cualidades “Dejaron abandonado esto, así que nos quedamos esta noche. Y no te-
personales que se derivan de la condición de trabajadora. En su relato, Lorena nemos nada para comer”, me dice. No tenían absolutamente nada para
describe el trabajo asociando esfuerzo y responsabilidad, características que comer. Y calculá, dos pesos que les habían pagado el día anterior...
se suman a “su voluntad de trabajar”. Esta unión hace del trabajo una activi- Él, mal o bien, porque yo estaba trabajando acá en casa, vendía co-
102 La política afectada El sentido político de las luchas materiales 103
mida para afuera. Entonces, me dice “no tenemos nada para comer”, cativas (De la Garza, 2000).60 Como ha sido señalado por diferentes autores,
y algunas compañeras que gastan hasta cinco pesos para venirse, y la “reestructuración productiva” en este país combinó “viejos” y “nuevos”
entonces no tenían para viajar, nada, y menos para comer. Y entonces, métodos de organización del trabajo (Figari, Jabbaz y Lozano, 1994; Walla-
le dije yo, “No te preocupes, yo a la noche les llevo comida”. Así que ce, 1998). Estos cambios estuvieron acompañados por modificaciones en la
preparé comida... legislación laboral61 y en el sistema de relaciones laborales que, favoreciendo
A esta experiencia de los últimos años, marcados por la carencia e in- la introducción de formas flexibles de contratación, establecieron nuevas fi-
certidumbre, se contrapone la imagen de un pasado en la fábrica de mayor guras de negociación colectiva (como la negación por empresa) y modificaron
bienestar en el que trabajo garantizaba una vida estable y protegida. Este el sistema de relaciones laborales tal como había funcionado a partir de la
pasado se describe relatando las “buenas” condiciones de existencia que se década del cuarenta (Palomino y Senén González, 1995; Altimir y Beccaria,
expresaban en términos de poder adquisitivo, niveles de consumo, acceso a 1999; Marshall, 1994 y 1996), provocando un deterioro en la protección de
la vivienda, etc. Por el contrario, la experiencia laboral de los últimos años los trabajadores y en el poder sindical (Palomino, 2000). De manera sintéti-
estaba marcada por la pérdida, tanto en relación a las condiciones materiales ca, es posible afirmar que esta reforma implicó el pasaje de una legislación
–reducción de salarios, pérdida de premios, aumentos, etc.­– como a los bene- protectora a otra centrada en la flexibilidad y desprotección del trabajador.
ficios sociales. Así lo expresa Clara en el siguiente relato sobre sus primeros Así, las modificaciones implementadas en el derecho laboral en la década
años en la fábrica: del noventa tendieron a una reducción de los costos de la mano de obra, afir-
mando un proceso de transformación más amplio –iniciado en la década del
Antes cobrábamos quincenalmente. Todas las quincenas. En las épo- setenta–62 tendiente a socavar el antiguo modelo de acumulación basado en
cas buenas cobrábamos cada 15 días. Hacíamos mucha producción, la sustitución de importaciones y el desarrollo del mercado interno63 a partir
teníamos unos premios: a la puntualidad para llegar temprano, a la
producción... Trabajamos con un sueldo muy bueno, llegamos a tener
ticket canasta, muy buenos beneficios, ganábamos muy bien y de re-
60 Estas modificaciones guardaron estrecha relación con la tendencia general ob-
pente todo eso fuimos perdiendo, de a poco, todos nuestros derechos. servada en el resto de América Latina donde estas transformaciones tuvieron caracte-
Hasta nos pagaban las vacaciones y después nos dejaron de pagar las rísticas particulares. Como lo ha señalado Enrique De la Garza (2000) la explicación
vacaciones, el aguinaldo... Eso nos iban acumulando ahí porque no estos cambios desde modelos pensados para otros contextos como Europa conduce a
había plata, y se iba acumulando ahí. interpretarlas como “anomalías” utilizando términos como “pre, proto, pseudo, post”.
61 Entre ellas, la Ley de Empleo sancionada en 1991 –que establecía modalidades de
En este pasaje, Clara introduce una referencia temporal para marcar una contratación a tiempo determinado como el contrato por aprendizaje o la introducción
ruptura entre los últimos años y el “antes” en la fábrica, a partir de la cual en 1995 del periodo de prueba que favorecieron nuevas formas de empleo temporarias-,
las modificaciones a la Ley de Contrato de Trabajo, la denominada Ley de Reforma
establece una diferencia en las condiciones de trabajo-vida. Enumera una se- Laboral, así como a toda una serie de modificaciones en la legislación laboral que se im-
rie de “beneficios”, como los premios por puntualidad o producción, el pago plementaron durante la década del noventa extendiéndose a comienzos del 2000 (como
de aguinaldo –sueldo anual complementario– o vacaciones, que fueron per- la Ley de Accidentes de Trabajo, la Ley de Pequeñas y Medianas Empresas, la Ley
sobre Aseguradoras de Riesgo de Trabajo, entre otras). El análisis de las modificaciones
diéndose desde mediados de los años noventa. Carencias que se expresan en
ha sido objeto de una amplia literatura sobre la que pueden consultarse, además de los
términos de pérdidas de derechos. Este relato tiene como telón de fondo las trabajos ya citados, los siguientes estudios: Marshall, 1994 y 1996; Fernández, 1997;
trasformaciones en la organización del trabajo introducidas durante los años Bronstein, 1997; Zeller, 1999 y Tomada y Novick, 2001.
noventa que siguieron la lógica del proceso de “re-taylorización” desarrollado 62 Como ha sido ampliamente estudiado, este proceso no puede ser analizado sin
en Argentina (Novick, 2000) con una limitada introducción de tecnología, tomar en cuenta los cambios a escala mundial ante la “crisis fordista” (Neffa, 1998;
Kosacoff y Ramos, 2001).
siendo los mecanismos de flexibilidad laboral las modificaciones más signifi-
63 El modelo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), que se
desarrolló en Argentina desde la década del treinta hasta mediados de los setenta del
104 La política afectada El sentido político de las luchas materiales 105
de la introducción de una serie de políticas neoliberales que modificaron la manera reiterada en el de sus compañeras, estas referencias al pasado, desde
relación capital/trabajo en función del primero (Neffa, 1998; Basualdo, 2001). las que se describen buenas condiciones de trabajo-vida frente a un presente
Ahora bien, volviendo al relato de Clara, las referencias al trabajo prote- de carencia, resaltaron no sólo los niveles de ingresos que era posible alcan-
gido se extienden más allá de su experiencia en Brukman para proyectarse zar –que se traducían en niveles de consumo elevados– sino la garantía de
en una trayectoria más prolongada, principalmente en otras fábricas de con- una serie de protecciones como vacaciones, aguinaldo, aportes a la seguridad
fección pero también en otros empleos. El relato de Ana, que reproducimos social, etc. En el caso del relato de Ana, resulta interesante atender al modo en
a continuación, narra esta experiencia ampliada. Ana migró de su Rioja natal que esta protección incluye la posibilidad de cobrar “lo que le correspondía
buscando trabajo cuando tenía apenas 15 años. Llegó a Brukman a mediados por ley” una vez que decidió renunciar a su empleo para ocuparse de su hija.
de los años noventa, luego de haber transitado por numerosas fábricas “im- Cabe reparar aquí el modo en que en su opción intervienen construcciones
portantes”. En su relato, recuerda su trabajo en una de ellas, en la que estuvo normativas de género según la cual, como madre, Ana siente la necesidad de
empleada 10 años, durante los que se casó y tuvo a dos de sus hijas, motivo renunciar para cuidar de su hija. La incidencia de estas construcciones en las
por el que luego decidió renunciar: trayectorias laborales de las mujeres en función de las exigencias materiales
del ámbito doméstico-íntimo y los estereotipos de género vinculados al cui-
MI: ¿Diez años estuvo ahí? ¿Y cómo era el trabajo?
dado, ha sido señalado por otros estudios en América Latina sobre itinerarios
A: Sí. Hacíamos pantalones, también. Yo estaba en el sector pantalo-
laborales. Estos estudios han mostrado la doble presencia de las mujeres y su
nes, así, como acá de vestir. Lindo el trabajo. Bárbaro, hermoso.
MI: ¿Por qué? participación en el mercado laboral (Guzman y Mauro, 2001) afirmando sus
A: No sé si por las compañeras. Se trabajaba bien, se pagaba bien; implicancias de la organización social del cuidado en estas trayectorias (Ro-
estaba bárbaro. Tenía comedor, nos daban un premio por puntualidad, dríguez Enríquez, 2010). En las entrevistas que realicé con las mujeres mayo-
por asistencia, te pagaban por guardería; o sea, muchos beneficios. res de 45 años (que al momento del inicio de la recuperación representaban
MI: ¿Usted tenía que llevar las nenas ahí? más del 50%) resultaron sumamente frecuentes los relatos sobre momentos en
A: No, no tenía. Yo le pagaba a una persona para que estuviera en mi que, por diferentes motivos –principalmente atender al cuidado de los hijos,
casa. Y, bueno, cuando tuve mi segunda nena –como era tan llorona pero también otros como el deseo de dejar de trabajar temporalmente o la vo-
mi segunda nena– tuve que renunciar, dejar el trabajo. Porque yo de- luntad de adquirir nuevos conocimientos sobre el oficio–, tomaban la decisión
cía: si llora así, voy a faltar más de lo que voy a trabajar, y yo... no me de renunciar sabiendo que era posible conseguir fácilmente un nuevo empleo
gusta faltar. Entonces renuncié y me pagaron un veinticinco por ciento en un futuro con sólo buscar en los diarios o consultar con algún colega.
de los diez años, que por ley me correspondía. Finalmente, a diferencia del apartado anterior –el trabajo como condición
de vida–, este conjunto de sentidos sobre el trabajo adquiere connotaciones
Del mismo modo que en el relato de Clara, y tal como pude observarlo de
que varían de manera más significativa según las trayectorias y condiciones
de vida. Así, por ejemplo, mientras que en el caso de las trabajadoras de ma-
siglo XX, se caracterizó, en breve, por una fuerte protección de la industria nacional, yor antigüedad referían a períodos de bienestar en su propia trayectoria, las
altos niveles de empleo incorporando a vastos sectores de población (rural y migrante) más jóvenes remiten a las trayectorias laborales de sus padres, como lo ex-
al mercado de trabajo; el desarrollo de un fuerte mercado interno y una clase traba- presó Lorena:
jadora capaz de alcanzar niveles de consumo crecientes; y el fortalecimiento de un
sistema de protección del trabajo a través del Estado. En consecuencia, el proceso de Como mi papá trabajaba... Esa época también lo habían... ¿Viste esa
industrialización se basó principalmente en el crecimiento de la demanda interna, que época que echaban a todos los trabajadores que no tenían estudios? A
constituyó un elemento clave del desarrollo sostenido de sectores medios –conforma-
do en gran parte por trabajadores asalariados industriales– capaz de garantizar niveles los trabajadores, así, los sacaban. La excusa era de los estudios. Bueno
crecientes de consumo. Para un análisis detallado de este modelo, consultar: Kosacoff él era supervisor de la cervecera X. Él cobraba re bien; no necesitaban
y Ramos, 2001.
106 La política afectada El sentido político de las luchas materiales 107
ni trabajar ninguno: ¡éramos 7! Más mi mamá y mi papá. Y nunca Trabajo genuino y digno constituyó una reivindicación compartida con
necesitábamos... todos vivíamos de lo que él cobraba, y nos alcan- otros colectivos (Cross, 2004; Manzano, 2009; Rius, 2007;). Sin embargo, en
zaba. ¡Hasta de vacaciones íbamos! Y, después, cuando pasó eso con el marco de este proceso adquirió tonalidades particulares en la medida que
mi papá, nos vimos en un aprieto. Entonces yo me decidí, yo cuando resultó sinónimo de recuperar la fuente de trabajo, es decir, su fábrica. O en
terminé el secundario empecé a trabajar. otras palabras, recuperar la fábrica era la única manera de garantizar un tra-
En estas referencias al pasado, el trabajo aparece vinculado no sólo con bajo digno y genuino. Transcribimos parte de una entrevista en la que Roberto
determinadas condiciones de vida como los niveles salariales y la regularidad sintetiza el contenido de la consigna trabajo genuino, que –como lo expone en
en el pago sino con toda una serie de beneficios sociales. En este núcleo de este fragmento– aparece asociada a la categoría de dignidad:
sentidos, el trabajo es representado como un espacio regulado de deberes – El trabajo genuino es trabajar como nosotros toda la vida lo hicimos.
horarios de trabajo, logros en los niveles de producción, etc.– y de derechos. El trabajo genuino es tener el sustento diario, el trabajar como corres-
Derechos como el cumplimiento y la regularidad del pago de salarios, puestos ponde. No aceptar dádivas de nadie, no aceptar regalos del gobier-
en relieve en el último relato, pero también garantías de seguridad social, ac- no, ni del patrón ni de nadie, sino ganar lo que nosotros podemos. Si
ceso a la jubilación, a la salud, etc. En definitiva, el trabajo se vincula aquí con nosotros podemos ganar diez, bueno que se nos paguen los diez. Si
una serie protecciones que, por un lado, permiten asegurar el cumplimiento nosotros podemos ganar cien, que nos paguen los cien. Eso se llama
de estos derechos y, por otro, favorecen la construcción de demandas como la trabajar en forma digna. El trabajo genuino es... por ejemplo, estar
limitación de la jornadas, el pago de horas extras, vacaciones y aguinaldo, el trabajando en una fábrica y tener todos los beneficios sociales habidos
acceso a la seguridad social, etc. Así, en esta referencia al trabajo interviene y por haber y que cumplan con todos los haberes.
una asociación que no se limita a la experiencia personal –ya sea en el itine- Siguiendo el relato de Roberto, el trabajo genuino es una consigna que ac-
rario laboral propio o de un familiar– sino que remite al pasado en un sentido tualiza visiones sobre formas de trabajo y de vida del pasado, como el trabajo
histórico, a momentos específicos de la historia local –como lo analizaremos en la fábrica, y con una relación salarial estable a la que hicimos referencia
a continuación– donde el trabajo era sinónimo de seguridad y protección, de previamente. En sus términos, “trabajar como siempre lo hicimos”. Esta con-
derechos conquistados y adquiridos, habilitando su definición como objeto de signa pone énfasis en la recuperación de un conjunto de protecciones vincu-
demanda. ladas al trabajo bajo relación salarial como la estabilidad, la jubilación y una
serie de derechos asociados a la condición de trabajador (salud, educación,
salario justo, etc.), tal como se definió en la Argentina a partir de la década del
Trabajo digno y genuino: entre mérito y derecho cuarenta. Recordemos que durante ese período en la Argentina la expansión
de la seguridad social y los derechos sociales se convirtió en el elemento de
Los sentidos del trabajo que reconstruyo más arriba fueron puestos en mo- legitimación del modelo de acumulación (Grassi, Hintze, y Neufeld, 1994;
vimiento en el proceso de demanda articulándose en una serie de ejes rei- Barbeito y Lo Vuolo; 1998; Neffa, 1998). En este contexto, la categoría de
vindicativos que se sintetizaron en las ideas de trabajo digno y genuino. Se trabajador formal ocupó un lugar central como sujeto de derechos, concebidos
combinaron en estas ideas construcciones morales e históricas sobre el trabajo estos últimos como universales (Grassi, Hintze y Neufeld, 1994), que recono-
sobre la base de la que éste último se definió como espacio de disputa y objeto ció con el peronismo (1944-1955) el desarrollo de lo que Daniel James (1990)
de derecho al tiempo que la afirmación del colectivo de trabajadoras como su- ha denominado “ciudadanía social”.64 En este marco, en tanto los derechos
jetas dignas apeló principalmente al mérito. Fue en la combinación de ambas,
mérito y derecho, que se articularon las reivindicaciones, se sostuvieron las
demandas y se legitimaron las acciones en que las acciones se actualizaron. 64 Según Daniel James, esta superposición entre trabajo y ciudadanía, que implicó
construir a los trabajadores como ciudadanos, es la base de la retórica política peronista,
108 La política afectada El sentido político de las luchas materiales 109
sociales fueron el complemento de los derechos laborales, las políticas socia- activas hacia el empleo, a diferencia de otras consideradas “pasivas” como
les de asistencia pública tuvieron un lugar residual y se dirigieron a aquellas el seguro por desempleo66 implementado pocos años antes como parte de las
poblaciones imposibilitadas de integrarse al mercado de trabajo por razones modificaciones legislativas en materia laboral sintetizadas más arriba. El con-
ajenas a su voluntad (como invalidez, incapacidad, etc.), a diferencia de los junto de estos programas preformaron la categorización estatal del desempleo
pobres por desocupación que constituyeron “sujetos vergonzantes” asimila- definiéndola en yuxtaposición con la situación de pobreza y las condiciones de
dos al vagabundo (Grassi, Hintze, y Nuefeld, 1994; Barbeito y Lo Vuolo, vida. Así, para percibir un plan era necesario demostrar no sólo la condición
1998). Así, este modelo de trabajo estable y protegido –cuya contracara es de desocupado sino también la de pobreza, y en consecuencia el beneficio
el asistido como “sujeto vergonzante”– constituye el parámetro que define recibido se definió como “ayuda económica”. En contraposición, retomando
aquello que se considera genuino, es decir auténtico. el relato de Roberto, el trabajo genuino es aquel que se diferencia de estas
Ahora bien, la categoría de trabajo genuino cobra pleno sentido al con- formas de asistencia e implica ganarse el sustento diario, como lo hizo toda su
frontarse con las formas de intervención del Estado en materia de empleo vida, “trabajando como corresponde”. El trabajo genuino se vincula así con la
implementadas durante los años noventa que se combinaron con una serie remuneración justa, el pago en función de la labor efectuada, diferenciándose
de programas de carácter focalizado y asistencial destinada a aquellas perso- de las asignaciones como desocupado –a través de la “entrega de planes”– que
nas que quedaban excluidas del mercado de trabajo (Lindemboin y Danani, se consideran “dádivas” o “regalos” del gobierno. Como enfatizaba Roberto,
2003; Grassi, 2003). Como lo hemos señalado en otros trabajos (Fernández trabajar en forma digna es ganarse el ingreso con la labor realizada más allá
Álvarez y Manzano, 2007), el grueso de estas intervenciones se concentró en de la remuneración recibida. Así, lo sostenía Clara al referirse a los objetivos
la implementación de programas subsidiados con fondos de organismos inter- de la recuperación:
nacionales, como el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial.
Nosotros, como trabajadores, queremos la fuente de trabajo para ga-
Conocidas como programas de empleo transitorio, estas políticas siguieron la
narnos el sueldo. Porque yo sé trabajar, tengo mis dos manos para
lógica del modelo de workfare, orientando las intervenciones hacia la asigna-
hacer mi trabajo y ganarme el sueldo como corresponde, y no que
ción de una ayuda financiera cuyo monto no debía ser más bajo que el salario me estén regalando 150 pesos y los bolsones de comida. Eso yo no lo
mínimo, exigiendo a los beneficiarios una contrapartida en trabajo (Gautié, quiero. Para mí eso es una limosna, es una humillación. Pero desgra-
2002).65 Desde esta lógica, estas políticas se definían como intervenciones ciadamente hay tanta hambre en la Argentina, hay gente que ya pierde
la dignidad y acepta todo eso para poder mantener a sus hijos. Porque

según la cual “la ciudadanía ya no podía ser definida más simplemente en función de
derechos individuales y relaciones dentro de la sociedad política sino redefinida de la
esfera economía y social de la sociedad civil” (1990: 30). evaluación por parte del Ministerio de Trabajo. Con muy pocas modificaciones, en los
65 Siguiendo la caracterización de Virginia Manzano (2013), a partir del año 1993 se años siguientes se elaboraron programas semejantes bajo el nombre de Trabajar II y
puso en marcha una variedad de programas bajo esta lógica, dentro de los cuales el más III y, en enero de 2002, los Programas de empleo transitorio (PET) se unificaron en el
importante fue el “Trabajar”, implementado dos años después. El eje de intervención Programa Jefas y Jefes de Hogar Desocupados implementado en el marco de la decla-
de este último se basaba en el desarrollo de “proyectos” para la realización de trabajos ración de la emergencia social, económica y administrativa. Dirigido a jefes y jefas de
públicos (desde construcciones de establecimientos como escuelas, salas comunitarias hogar desocupados con hijos menores a cargo, alcanzó en el primer año los 2.000.000
o centros de salud hasta instalaciones de redes eléctricas o de agua potable) y, en menor de beneficiarios.
medida, productivos (micro emprendimientos, huertas, etc.). Las personas eran em- 66 Esta normativa cuyas características describimos en el capítulo previo tuvo un
pleadas por un período mayor a tres meses (el tiempo límite del período de prueba para carácter performativo de la categorización del desempleo, ya que delimitaba un tipo
las empresas privadas a partir de la ley de empleo de 1991) y menor a doce, y recibían particular de ruptura de relación laboral estable suponiendo, por el tiempo de duración
una contrapartida económica, definida como “ayuda no remunerativa”, que era de entre del beneficio, que la persona estaría capacitada para reubicarse en otro trabajo. Queda-
150 y 300 pesos (en aquel momento, equivalente a 300 dólares). El proyecto debía ban así excluidos de este beneficio todos aquellos que a lo largo del tiempo contrajeron
ser elaborado por organismos gubernamentales locales o bien por ONG, y sometido a relaciones laborales temporales y se ocuparon en trabajos eventuales.
110 La política afectada El sentido político de las luchas materiales 111
realmente hay tanta hambre, que tantos chicos se están muriendo de lores para señalar las condiciones extremas que, como colectivo, formaron
hambre, y desgraciadamente la gente tiene que aceptarlo. parte de su experiencia de trabajo. Al mismo tiempo este “nosotros” establece
una diferenciación respecto de “los dueños” que “robándoles el trabajo” los
Siguiendo a Clara, la demanda por la fuente de trabajo resultaba la única
privaron no solamente del medio de vida (aquello que les permitía mantenerse
manera de garantizar la dignidad (o, más precisamente, evitar perderla), cate-
y mantener a la familia), sino también de su futuro (los estudios de los hijos, la
goría que se contrapone a “aceptar limosnas”, “humillaciones” o “regalos” del
casa). Mediante esta diferenciación el “nosotros trabajadores” se contrapone
Estado. Siguiendo su argumentación, el trabajo en la fábrica asegura una vida
también a la figura del delincuente y del ladrón desde las que se califica a “los
digna porque es aquella actividad que le permite reproducirse por sí misma,
dueños”, que al abandonar la fuente de trabajo “les robaron la dignidad”. Así
“ganarse el suelo como corresponde”. Es su condición de trabajadora la que
pues, no solamente merecían su fuente de trabajo, sino que tenían derecho a
garantiza esa posibilidad. Es desde esta categoría que se define el colectivo,
ella, convirtiendo de esta manera su demanda en una reivindicación política-
tal como se expresa en el modo que se firman las declaraciones y se pre-
mente legítima: como trabajadores que fueron “expropiados” de su trabajo, no
sentaron ante la opinión pública. El trabajo digno refiere a la capacidad de
sólo merecían la fábrica sino que además tenían derecho a pelear por ella. En
producir, de hacer con sus manos, de ganarse el sueldo como corresponde.
esta clave analítica puede leerse la carta firmada por “los y las trabajadoras
Una remuneración que no se regala, ni se pide sino que se gana, se merece.
de Brukman” –dirigida a la policía durante la jornada del 21 de abril del 2003
La condición de trabajador, desde la que se define el colectivo, apeló así al
y a la que hice referencia al comienzo de este capítulo– de la que trascribo a
mérito en distintos sentidos. Por un lado, a través de un saber, aquel que fue
continuación un fragmento:
conquistado con la experiencia laboral, con los años de trabajo. Por otro, en
relación con la responsabilidad, la capacidad, el esfuerzo, dimensiones que, Policía: somos trabajadores y trabajadoras. ¿Vas a mancharte las ma-
como vimos, se engloban en el trabajo como actividad “digna”. La idea de nos de sangre? Somos mujeres, como tu madre, tu hermana, tu esposa,
mérito cobró mayor peso a través de las referencias a las situaciones que, tus hijas. ¿Vas a apalearnos? Tu madre te educó para tener un puesto
como trabajadoras de Brukman, tuvieron que sobrepasar, ya sea durante los de trabajo. Hoy somos madres como la tuya que estamos luchando
momentos previos a la recuperación como en el desarrollo mismo de este por el pan de nuestros hijos. Solo somos trabajadoras que defendemos
proceso. El trabajo es algo que, como trabajadoras, se merece; pero más aún nuestro trabajo. Eso es lo único que sabemos hacer.
como obreras de “esta” fábrica. El siguiente relato de Dolores expresaba de En esta confrontación con la fuerza policial se apela a una condición co-
manera contundente esta referencia: mún: la de trabajadores. La condición de trabajador resulta un elemento que
Nosotros, trabajadores de Brukman, muchas veces no llevábamos ni protege la vida, la integridad física frente a la potencialidad de la represión. La
un peso el fin de semana... Y uno defiende una fuente de trabajo y sos categoría de trabajadoras pondera una condición que las hace dignas apelando
delincuente. Porque a nosotros nos están tratando como delincuentes. al mérito, en este caso, de no ser reprimidas al tiempo que se afirma el derecho
Y éstos sinvergüenzas [se refiere a los dueños de la empresa] que nos a la acción. El uso del género femenino –“somos mujeres como tu madre, tu
han robado todo, que nos han robado hasta la dignidad como trabaja- hermana, tu esposa”– refuerza esta argumentación. En relación a este punto es
dor... Y están sueltos. [...] Porque nos robaron el trabajo y nos robaron, interesante reparar en la manera en que esta apelación al “nosotras trabajado-
nos están robando los estudios de nuestros hijos, el pan de nuestros ras” fue utilizado no sólo por las mujeres sino también por los varones. Esta
hijos todos los días, nos están robando la casa porque a la larga las característica dio un signo particular a la reivindicación de “la defensa de la
deudas van a venir y después van a venir los juicios y después te va a fuente de trabajo” como único medio de “garantizar el pan de los hijos”, re-
rematar la casa. O sea que nos están robando todo, la dignidad como forzando la singularidad del caso. Fueron las mujeres las que encabezaron las
trabajador, como ser humano, lo poco que tenemos, de a poco. movilizaciones, las encargadas de llevar adelante las conferencias de prensa,
La referencia al “nosotros, trabajadores de Brukman” es utilizada por Do- las que aparecieron retratadas y entrevistadas en la prensa –en numerosas oca-
218 La política afectada Autogestión(es) en disputa 219

Aires, esta práctica devenida hoy un lenguaje de demanda por la fuente de interpelar estas experiencias en términos de su éxito o fracaso, evaluando su
trabajo e instalada como parte del horizonte de posibilidades, era en sí misma capacidad para (auto)sostenerse y (auto)reproducirse en el tiempo de manera
un modelo a conquistar. Recuerdo que, en aquel momento, una de mis princi- tal que lo que queda en segundo plano es la potencia de estas experiencias
pales preocupaciones era la continuidad y el sostenimiento de estos procesos como espacios de construcción política. Esto es, el modo en que en su trabajo
(que incluían mi propia investigación). Más allá de las particularidades, la cotidiano estos espacios interpelan el sentido de aquello que se define como
vitalidad de estas experiencias era un desafío que marcaba el día a día de “público” disputando no sólo el contenido sino también la orientación de las
quienes llevaban adelante la recuperación. Resultaba en aquel momento, sino acciones y políticas estatales. Y en este sentido no sólo amplían los márgenes
utópico, al menos sumamente optimista afirmar que más diez años después del Estado, para tomar prestada la formulación de Das y Poole (2008), apro-
estas empresas recuperadas seguirían en pie no sólo garantizando la continui- piándose creativamente de lógicas racionales y técnicas (Poole, 2012), sino
dad de la fuente de trabajo y una vida digna para quienes de ellas participan, que producen el contenido mismo, la materia de aquello que merece ser objeto
sino en muchos casos diversificando o exportando sus productos, generando de intervención política. Desde esta óptica las empresas recuperadas pueden
redes que articulan ramas productivas, albergando centros culturales, bachi- ser vistas no solo como ámbitos donde se genera empleo y se produce trabajo
lleratos populares y centros de salud o negociando el diseño de políticas, co- sino también como espacios donde se produce la política.
gestionando programas o componentes de los mismos o participando de la Mi reflexión busca dejar abierto un interrogante sobre la necesidad de ir
discusión sobre los marcos jurídico-normativos (como la Ley de Concursos y más allá de la categoría de sustentabilidad para pensar, actuar y vincularnos
Quiebras o La Ley de Cooperativas de Trabajo). con estas experiencias, proponiendo como hipótesis de trabajo que la eficacia
Sin embargo, una reflexión constante que recorre el campo de las empre- y la perdurabilidad son criterios que no permiten ponderar su productividad
sas recuperadas y en sentido más amplio los procesos de autogestión del tra- en términos políticos. Este desplazamiento hace necesario, en principio, estar
bajo es la discusión sobre la sustentabilidad -en particular la sustentabilidad alerta respecto de los imperativos morales y prescriptivos desde los que se
económica- de estas experiencias. Desde las políticas y programas públicos, reflexiona, interviene y trabaja en este campo. Deshacernos de una lectura
o las acciones de organizaciones no gubernamentales orientadas a este sector, teleológica de estas experiencias sobre la base de un horizonte prefigurado,
constituye un requisito normativo que regula la circulación de recursos –no que muchas veces nos impide analizar la riqueza de aquello que se produce en
solamente económicos sino también profesionales, políticos, etc. Desde la el desarrollo de las prácticas concretas, cuyo potencial radica justamente en la
literatura se destaca que este constituye uno de los principales desafíos a los posibilidad de ampliar el horizonte de los posibles.
que deben hacer frente (Corragio, 2008; Deux Marzi y Vázquez 2009; Cas-
telao Caruana, 2009; Vázquez, 2010; Hopp, 2011).149 Así, en tanto categoría
teórica, y más allá de las discusiones, es posible afirmar que la sustentabilidad
es una noción que se vincula principalmente con dos elementos: tiempo y
eficacia. Es decir, refiere a la capacidad de un emprendimiento de perdurar
en el tiempo y generar sus propios ingresos. En consecuencia, la categoría
de sustentabilidad ubica la reflexión en una lógica de la eficacia (desde una
mirada restringida o ampliada de la economía) que supone necesariamente

149 Cabe señalar que este debate trasciende los estudios locales para definir una de las
principales preocupaciones que atraviesa la literatura sobre cooperativas, autogestión
y economía social. Para un revisión crítica de estas lecturas a nivel conceptual cf. Vaz-
quez, 2010; para una reflexión sobre el caso de Brasil cf. Lima, 2007.
Conclusiones

De las motivaciones a las condiciones:


sobre la manera en que construimos nuestros interrogantes
y sus potencialidades para el trabajo etnográfico

En la tesis que defendí en 2006 sostuve que las empresas recuperadas no


podían entenderse como reacciones o respuestas mecánicas frente a la super-
vivencia o el desempleo sino que constituían procesos en el que convergían
–en disputa– tradiciones y trayectorias de militancia social y política previas.
Esta formulación era tributaria del propósito de encontrar otras claves inter-
pretativas a las lecturas que desde el ámbito académico fueron elaboradas en
torno a las variadas expresiones de movilización, demanda y lucha que se
habían desarrollado en aquel contexto social y político, las cuales enfatizaban
su carácter novedoso en términos de sujetos, formatos, modos de vinculación,
etc. Aquella tesis recogió las reflexiones que veníamos teniendo en el marco
del programa de investigación,150 desde el cual propusimos un diálogo crítico
con las perspectivas teóricas a las que hice referencia en la introducción de
este libro, a partir de un enfoque que privilegia un análisis de la experiencia
cotidiana de quienes llevan adelante estas acciones en el marco más amplio de
relaciones de hegemonías. Esto implica desplazar nuestra mirada de la acción
o el actor (la ocupación, la cooperativa, el movimiento) al proceso y las rela-
ciones en el que estas acciones cobraban lugar. Siguiendo a E. P. Thompson –

150 Se trata del Programa “Procesos de reconfiguración estatal, resistencia social y


construcción de hegemonías”, con sede en el Instituto de Ciencias Antropológicas, Fa-
cultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
222 La política afectada Conclusiones 223

la referencia más significativa en este diálogo–, se trata de reconstruir el espa- analítica, tal como lo desarrollé en el capítulo 5, consideré que la formación
cio político en el que las empresas recuperadas se desarrollan, lo cual supone de cooperativas en el marco de las recuperaciones –un eje de debate fuerte en
analizar su vinculación con modalidades de intervención estatal ponderando las discusiones en este campo– no puede entenderse como una simple elec-
la incidencia de tradiciones sociales y políticas.151 Así, mi tesis abordó el es- ción de quienes desarrollaban estos procesos sino como parte de ese lenguaje
tudio de tradiciones obreras y la manera en que estas imprimían prácticas de de demanda que implicó adecuarse a lógicas, regulaciones y controles del
lucha, cómo se actualizaban en el desarrollo de las empresas recuperadas y los Estado. Un lenguaje que puso en primer plano la categoría de dignidad como
contornos que estos procesos adquirían (re)orientando los modos de construc- modo de significar el trabajo y la propia vida en los términos analizados en el
ción de demanda y las modalidades de relación con el Estado. Y desde allí, capítulo 2 de este libro.
cómo estos procesos de organización y demanda interpelaban, redefinieron e La categoría de dignidad constituyó desde esta perspectiva una interesante
incluso transformaban acciones y políticas estatales rehaciendo en ese curso clave analítica para comprender el modo en que, lejos de aparecer escindidas,
al Estado mismo. las formas de actuar se amalgamaron con los sentidos que se daba a esas ac-
Afirmé también que, en este proceso de convergencia de tradiciones y tra- ciones. Prestar atención a la centralidad que para mis interlocutores tenía esta
yectorias en demanda por la fuente de trabajo, la categoría de dignidad cons- categoría y al modo en que era movilizada –no sólo en situaciones públicas
tituyó una noción legitimante (Thompson, 1995) que expresaba una lucha a la de demanda sino también en el lenguaje del día a día– me permitió compren-
vez material y simbólica. Dos conjuntos de lecturas cobraron centralidad en la der cómo los sentidos que las personas dan a su vida y lo que hacen de ella
formulación de la tesis: el primero, relativo a los debates académicas locales no constituyen dimensiones o factores que explican porque se involucran en
sobre los procesos de movilización social de sectores subalternos; el segundo, acciones colectivas o de protesta. Por el contrario, esos sentidos se corporizan
vinculado a las lecturas que en nuestro programa habíamos ido realizando. en las acciones que emprendemos. Constituyen esa acción misma. En conse-
En el primer caso –el debate académico-, mi planteo dialogó con una serie de cuencia, no podemos pensarlos como una variable externa que incorporamos
estudios locales que en discusión con miradas miserabilistas sobre la “política en el análisis.
popular” encontraban en la búsqueda de respeto, integración o dignidad los Al mismo tiempo, la categoría de dignidad fue una puerta de entrada para
móviles de la acción colectiva. En el segundo, mi trabajo recuperó la obra de problematizar las fronteras construidas entre dos polos explicativos del in-
antropólogos como William Roseberry –formado en la corriente de la llamada volucramiento de las personas en formas variadas de movilización, protesta
economía política en Estados Unidos, impulsada por autores como Eric Wolf y acción colectiva que tendían a contraponer supervivencia (hambre/nece-
y Sidney Mintz–, quien proponía una interesante clave analítica para abordar sidad/desempleo) vs reconocimiento (respeto/integración/dignidad) como
la articulación entre procesos de resistencia y formas de dominación, para “móviles” que explicaban la participación. Como espero haber mostrado a
ser fiel a los términos que utilizamos en el programa. En particular, la noción lo largo de este libro, encuentro que el principal problema de esta contrapo-
de lenguaje contencioso desarrollada por el autor resultó sumamente ilumi- sición radica no tanto en el hecho mismo de establecer una dicotomía –un
nadora en dos aspectos. Por un lado, porque condensa de manera articulada problema que, como mencionaba previamente, podría resolverse adicionando
la operatoria de discursos y prácticas que se movilizaban en procesos de de- elementos, como lo han tendido a plantear los desarrollos más recientes en
mandas, reivindicativos, de lucha. Por otro, porque permite mostrar que estos las teorías de la acción colectiva–, sino en el modo en que esta contraposición
lenguajes no pueden comprenderse por fuera de modos de dominación más tiende a jerarquizar reconocimiento (respeto, integración, dignidad) por sobre
amplios que los configuraban (Roseberry, (2002 [1994]). Desde esta clave supervivencia (desempleo, hambre, necesidad). Y más aún, el modo en que
en esta jerarquización se asume que la política, la acción política, la lucha
reivindicativa se ubica del lado del reconocimiento. Mi lectura tomó como
151 Para un desarrollo de esta perspectiva cf. Fernández Alvarez, 2007; Manzano, Fer- punto de partida las limitaciones de establecer una dicotomía entre “lucha por
nández Alvarez, Triguboff y Gregoric, 2008; Grimberg, 2009; Grimberg, Fernández
Álvarez y Rosa, 2009; Grimberg, Manzano y Ernandez, 2011; Manzano, 2013. la supervivencia” y “lucha por la dignidad”, mostrando cómo la “lucha por
224 La política afectada Conclusiones 225

el trabajo” se sostuvo en un conjunto de argumentos y prácticas en defensa de desalojo, sostener un acampe durante nueve meses y ponerle el cuerpo a la
de una vida digna. Inspirada en el trabajo de Didier Fassin (2006; 2009b), mi policía. Innumerables acciones en las que se ponía en juego la vida y que para
análisis buscó enfatizar el sentido político de las “luchas por la superviven- una mirada externa podían resultar incomprensibles.
cia” cuestionando las jerarquías entre ambos polos de esta dicotomía. Descubrir que a una historia pública –analizada en el primer capítulo de
Pero llegando a este punto, me interesa detenerme en un segundo objetivo este libro– construida desde un registro de ilegitimidad/legitimidad se contra-
menos explícito de mi trabajo, a saber, la necesidad de reflexionar sobre las ponía un relato de carácter más íntimo sobre la reconstrucción de este proceso
limitaciones que la pregunta por las motivaciones conlleva. Vuelvo, para ello, en el que las emociones, las sensaciones y los sentimientos cobraban mayor
sobre algunos elementos que planteaba en la introducción de este libro, sobre centralidad me permitió dejar a un lado la pregunta por las motivaciones ani-
el modo en que las teorías de la acción colectiva y los movimientos sociales mándome a discutir el problema de la racionalidad de la acción. Particular-
colocaron la pregunta por las motivaciones como uno de los principales tópi- mente iluminador fue en este sentido la relectura de un trabajo pionero de
cos de análisis para explicar su desarrollo. En esta clave de análisis –vale la la antropología sobre movimientos milenaristas realizado por Peter Worsley
pena recordar– los procesos de significación, las construcciones morales o las (1980), sobre la base del cual propuse interrogar el eje del debate colocado en
emociones quedan reducidas a “factores” o “variables” de las motivaciones la (ir)racionalidad mostrando cómo la ocupación de la fábrica combino accio-
(individuales) para la acción (colectiva), de manera tal que se externalizan nes (im)pensadas con prácticas de lucha aprendidas en experiencias previas.
del proceso que se buscaba explicar. Mi trabajo se propuso mostrar cómo las Pude percibir entonces que muchas veces la política está también hecha
maneras en que las personas damos sentido a nuestras (condiciones de) vida de prácticas y acciones que no se presentan como intencionales o calculadas
no pueden pensarse como un factor motivacional para el involucramiento (in- pero tampoco dejan completamente de serlo. Y, en este sentido, mi trabajo se
dividual) sino que se actualizan en las prácticas (colectivas) que realizamos. enriqueció al apropiarse de la ruta trazada por la antropología en el estudio
Explicito a continuación esta idea volviendo para ello sobre el análisis que en de la política, cuya vocación por entender la heterogeneidad de las formas en
este libro propuse sobre las empresas recuperadas. que ésta se expresa se plasmó en el esfuerzo por desarrollar una mirada ho-
lista. Una perspectiva que permite hacer lugar a aquellas prácticas y procesos
definidos a priori como “no políticas” o “pre-políticas” (Cañedo Rodríguez,
2013) en la medida en que suelen expresarse en dinámicas que escapan una
(Des)bordes de la política colectiva lógica instrumental, cobran formatos “tradicionales” o se presentan bajo mo-
dalidades que se nos hacen difíciles de asir desde una perspectiva de la acción
Durante mi trabajo de campo en Brukman, una de las cuestiones que más me racional (sea que esta acción esté informada por intereses estratégicos o valo-
había impactado era la pasión con la que las personas hablaban, actuaban o res morales. En pocas palabras, señalar que la política está también hecha de
se vinculaban con su fábrica y su lucha. Más aun, el carácter profundamen- emociones y afectos.
te afectivo que cobraban las relaciones entre ellas y en las referencias a los En efecto, uno de los principales problemas de los estudios sobre “movi-
dueños y en las interacciones con militantes o dirigentes políticos. Pasión y mientos sociales”, “protesta” o “acción colectiva”, radica a mi entender en
carácter afectivo que solían expresarse bajo la forma de tensiones, enojos, considerar que las acciones que las personas realizamos responden en defini-
bronca. Mis notas de campo están cargadas de innumerables pasajes donde tiva a una motivación que debe ser, sino estratégica, al menos, racional. Que
quedaron registradas frases como “¿por qué yo tengo que sentir tan fuerte esta tienen, necesariamente, una intencionalidad (consciente). Más aun, el foco en
lucha?” que repetía Celeste al mencionar los problemas que le generaba estar las motivaciones supone en alguna medida que el desarrollo de una acción
en la fábrica con su familia o escenas de enfrentamiento por conflictos que conjunta, en este caso la ocupación de la fábrica, es producto de una suma
a priori podían resultar sumamente insignificantes. No menos relevante es de voluntades –valga la insistencia– de carácter racional, que se adicionan en
reparar en los momentos de sufrimiento extremo, como enfrentar situaciones pos de un objetivo común, en este caso “la defensa de la fuente de trabajo”.
226 La política afectada Conclusiones 227

Lo que mi trabajo intentó mostrar es cómo en este “hacer juntas”, de manera exigen que interroguemos incluso las categorías y formatos disponibles para
(im)pensada, las obreras de la fábrica compartieron sus experiencias cotidia- explicarlo. En definitiva, es una invitación a preguntarnos si uno de nuestros
nas –de frustración, angustia y sufrimiento–, a partir de la puesta en común principales obstáculos epistemológicos como académicos no está vinculado a
de emociones y sensaciones compartidas como el miedo a perder el trabajo, una suerte de separación que establecemos de manera más o menos explícita,
la desesperación ante la posibilidad del cierre de la empresa, la bronca por los no tanto mientras hacemos trabajo de campo –al menos quienes lo pensamos
salarios adeudados o las respuestas irrespetuosas de los dueños. La antropó- desde la práctica etnográfica–, sino cuando reflexionamos y escribimos. Allí,
loga Julieta Quiros (2011) elaboró una sugerente reflexión sobre este mismo aun cuando sea planteado en términos problemáticos, las personas se convier-
problema aportando algunos elementos que permiten profundizar la discu- ten en clases populares, realizan política popular, responden a una suerte de
sión. En particular, me interesa recuperar aquí un aspecto clave que instala su ethos popular que los unifica y nos unifica (separándonos) en prácticas, mo-
trabajo, relacionado con el modo en que la pregunta sobre las motivaciones dos de actuar y sentir diferentes, donde tanto nosotros como ellos cobramos
(por qué la gente se involucra en formas variadas de hacer política) es también racionalidad y perdemos mística.
una pregunta que las personas con las que trabajamos en el campo se hacen
y nos hacen. Mi preocupación radica en que, a mi entender, el problema del
involucramiento (en términos de nuestra reflexión académica, al menos) nos
deja encerrados en una pregunta cuya explicación es siempre individual sobre (In)certezas del trabajo etnográfico
experiencias que necesariamente colectivas. con prácticas y procesos colectivos
Con el propósito de encontrar respuestas a este dilema, mi trabajo renunció
a la pregunta por las causas para interrogar las condiciones que hicieron posi- Escribía al comenzar este libro sobre las particularidades que a mis ojos tiene
ble el desarrollo de las empresas recuperadas, valiéndome –como afirmé en la trabajar con objetos calientes sobre el que se habían ido depositando un sinfín
introducción de este libro– del trabajo elaborado por E. P. Thompson (1971) de expectativas. Brukman fue a los ojos de militantes, intelectuales, académi-
en su notable estudio sobre la economía moral, así como de las reflexiones cos, estudiantes, periodistas y demás un emblema de aquello que los eventos
que desde otra tradición académica nos propone Lygia Sigaud (2005) a partir de diciembre de 2001 habían producido en términos de transformaciones so-
de su estudio sobre las ocupaciones de tierra en la zona pernambucana de Bra- ciales y construcción de alternativas, incluyendo las relaciones de género. Y
sil. En vistas de contribuir al estudio de otros procesos o experiencias, diría rápidamente también se convirtió para esos mismos ojos en ejemplo de las
que esta pregunta puede colocarse en términos más amplios interrogando las limitaciones de ese proceso de cambio cuya radicalidad había sido quebran-
condiciones que hicieron posible hacer juntos(as). Aun cuando ese juntos(as) tada. Mi interés en dar centralidad a la experiencia de las personas de carne y
sea siempre y necesariamente parcial. Con el mismo espíritu diría que este hueso, como mencioné al comienzo, resultaba poco comprometido para estas
libro afirma la importancia de ponderar en nuestras respuestas explicaciones audiencias. El tiempo transcurrido entre la defensa de mi tesis doctoral y el
que vayan más allá del cálculo mental (ya sea que estas explicaciones sean momento en que comencé la escritura de este libro es a mi criterio indicador
pensadas en términos materiales, simbólicas, emocionales o todo a la vez) de las dificultades que supone trabajar con estos objetos calientes.
permitiendo restituir los afectos, las relaciones, aquello que sentimos cuando Si escribir al calor de los acontecimientos es, creo, una práctica necesaria
formamos parte de ese hacer juntos(as). Aquello que forma parte de nuestra al hacer antropología,152 implica en principio compartir nuestras opiniones
experiencia sensorial y escapa por mucho lo que nombramos con palabras. La
mística de ese hacer juntos(as), como lo aprendí al hacer investigación con
otras experiencias de gestión colectiva del trabajo tiempo después. Este libro 152 Resulta interesante en este sentido reparar sobre el modo en que tanto a nivel
es una apuesta por enfatizar cómo en ese hacer juntos(as) se juegan cosas local como global se han venido desarrollando reflexiones sobre la necesidad de que
la actividad científica en general y la antropología en particular desarrolle formas pú-
que no puede comprenderse desde la racionalidad (moderna y occidental) y blicas de intervención. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que las ciencias sociales
228 La política afectada Conclusiones 229

con aquellos con quienes hacemos investigación –sobre todo en espacios po- el cual, además de mi título de doctora, la investigación realizada daría lugar
líticamente organizados–, animarnos a confrontar nuestros puntos de vista y, a un libro sobre su historia.
en definitiva, repensar los modos de llevar adelante nuestras pesquisas vol- En este mismo sentido, otra de las cuestiones delicadas radicó en cómo
viendo a preguntarnos qué supone el compromiso, una discusión que tiene trabajar datos relativos a las rivalidades entre las trabajadoras que llegaron,
larga data en la antropología. Algunos autores como June Nash (1998) y John por momentos, a plantearse en términos de violencia (física) en las que se
Gledhill (2000) han planteado una serie de reflexiones sobre esta pregunta que conjugaban cuestiones personales y diferencias políticas. Estos conflictos
me parece sumamente sugerente. Ambos autores coinciden en señalar que el mostraban, como ya lo ha discutido ampliamente la antropología, las debi-
ejercicio de la antropología debería pensarse como un modo de participación lidades de pensar la existencia de un “sujeto resistente homogéneo” (Ortner,
que supone diálogo, intercambio y autorreflexión, cuyo compromiso se define 1995). Pero, además, el modo en que se desarrollaban impedía reducir estas
siempre desde la investigación. Es este, entiendo, nuestro aporte y desafío discusiones a un enfrentamiento únicamente definido en términos “políticos”.
más difícil. Desde este lugar, el compromiso tiene que ver con cómo y qué Como lo analicé en el capítulo 5, en esas confrontaciones se actualizaban –de
se escribe, desde qué lugar producimos conocimiento, qué datos ponderamos manera cambiante y yuxtapuesta– rencores o alianzas previas a la recupera-
cuando escribimos, qué aspectos analizamos y, fundamentalmente, cómo des- ción (vinculadas a los puestos que ocupaban bajo patrón o a las relaciones
de esta producción aportamos a los procesos que seguimos. En consecuencia, que habían mantenido con los antiguos dueños), distanciamientos familiares
esto también implica pensar qué datos dejamos en silencio y por qué. En este o de pareja; posicionamientos y relaciones que eran a la vez “personales” y
punto, un dilema clave para mí fue cómo nombrar la fábrica, ya que se trataba “políticos”. En este sentido, un punto de tensión recurrente fue cómo analizar
de un caso público del cual era sumamente fácil reconocer su identidad. Esta los apoyos y alianzas con organizaciones sociales (piqueteras o de asambleas)
cuestión me parece particularmente delicada en el trabajo con organizacio- y partidos políticos. En la medida en que un eje de cuestionamiento por parte
nes sociales en las que las relaciones con el Estado suponen situaciones de de los patrones de la firma y los sectores opositores a la demanda radicaba en
conflicto que pueden desembocar en procesos judiciales (en este caso, por el hecho de que la recuperación de la fábrica no habían sido llevadas adelante
ejemplo, hubo seis personas que fueron procesadas “por usurpación” tras los por “verdaderos trabajadores” sino por “infiltrados” o “activistas” (definidas
acontecimientos del tercer desalojo). La decisión de mantener hasta aquí el en consecuencia como delictivas). Si, por un lado mostrar, la incidencia de
anonimato respondió entonces a la posibilidad de prevenir la utilización de estas organizaciones en el desarrollo de los procesos era un dato sumamente
datos para fines no deseados que pudieran perjudicar el proceso de demanda relevante –tanto en términos de transmisión de un aprendizaje sobre prácticas
y a las personas que lo llevaban adelante. Utilizar en cambio el nombre real a políticas (relativas, por ejemplo, a la defensa frente a las represiones, a las
la hora de redactar este libro responde a mi deseo de cumplir –al menos par- medidas de seguridad en actos públicos o a las formas de conseguir apoyos)
cialmente– con el compromiso asumido al iniciar mi trabajo de campo, según como de la posibilidad de obtener recursos para mantenerse y mantener a
sus familias (difundiendo el “fondo de huelga”) o la impresión de volantes,
pancartas, banderas, etc.-; por otro, era un punto delicado en la medida en que
y las ciencias en general carecieran de estas formas de intervención sino simplemente constituía uno de los principales cuestionamientos de los sectores opuestos a
reparar en el modo en que esta cuestión se ha convertido en una discusión en si misma las recuperaciones, un argumento utilizado por los dueños de la empresa para
frente a la que posicionarnos. En este sentido, en nuestro país durante la última década solicitar los desalojos y por los legisladores que se oponían a la sanción de la
los investigadores, en particular los cientistas sociales han asumido posicionamientos
explícitos en medios públicos sobre los procesos políticos en curso, desarrollando de
ley de expropiación presentada en 2003.
manera creciente intervenciones que buscan intervenir sobre dichos o instalar en la Como lo ha señalado Didier Fassin (2008) de manera creciente nuestras
agenda pública temáticas socialmente invisibilizadas. En otros contextos como Estados investigaciones se ven confrontadas por nuestros interlocutores en el campo.
Unidos o Europa sobre todo a partir de los procesos de la primavera árabe o los movi- Siguiendo al autor, esta novedad no radica en el hecho de que aquellos que
mientos como Occupy se ha enfatizado la importancia de desarrollar una práctica en
esta dirección. convertimos en nuestros sujetos de estudio consideren problemática nuestra
230 La política afectada Conclusiones 231

presencia -una cuestión que seguramente sea tan histórica como la disciplina- de un trabajo de campo centrado en la observación participante que si bien su-
sino más bien, y creo que esto debe ser celebrado, por el hecho de que esa con- ponía un contacto cotidiano con ese colectivo -y por lo tanto tal como ha sido
sideración se exprese públicamente. Me interesa aquí señalar que esta manera ampliamente señalado por la literatura implicaba un modo de conocimiento
de interrogarnos marca para el autor un cambio en el modo en que se establece que se fundaba en la experiencia social compartida de modo tal que siempre
la relación de investigación, tan central para el trabajo etnográfico, que si estamos implicados en el campo-, en función de la discusión que estoy propo-
bien no está exento de relaciones de poder abre un espacio para cuestionarse niendo aquí se caracterizaría por su exterioridad. De forma sintética, mi parti-
en términos de saberes asimétricos. En mi caso, esta reflexión me condujo cipación se definía desde la investigación que realizaría sobre esa experiencia
a interrogar las preocupaciones desde las que escribimos y el modo en que y por lo tanto mi trabajo consistía principalmente en observar (y registrar) sus
trabajamos nuestros datos cuando trabajamos con organizaciones o procesos prácticas cotidianas para luego analizarlas buscando contribuir al debate aca-
sociales que se convierten en objetos calientes. En este caso, esta empresa démico sobre ese campo. De mas esta decir que el cómo de esa observación
recuperada fue un campo desarrollado en interacción con investigadores e participante implicó negociar tiempos, espacios y momentos en los que estar
intelectuales, en muchos casos militantes o ex-militantes sociales o políticos (o no), atravesado por tensiones tanto personales como en la dinámica de mis
que depositamos en estas experiencias nuestras propias proyecciones y expec- relaciones con estas personas, como lo señalé en la introducción de este libro.
tativas. La experiencia etnográfica, basada en el establecimiento de relaciones Esto no suponía, muy por el contrario, la ausencia de un fuerte compro-
personales de larga data, nos hace aparecer en cambio a las personas de carne miso con este proceso que fui asumiendo en el curso de mi investigación y
y hueso, con sus experiencias de vida, sus historias personales, sus contradic- permeó de manera tensa el proceso de escritura y publicación de resultados
ciones. En este sentido, cabe preguntarnos con A. Bensa (2008) qué supone como lo desarrollé en otro lado (Fernández Alvarez, 2010). Así, a partir de
en cada caso desarrollar una “mirada implicada”, sin partir de suposiciones a este vínculo me vi implicada en numerosas instancias de colaboración con
priori. En mi caso el principal desafío fue mostrar a estas personas como tales, este colectivo que incluían desde la recolección y donación de insumos para
intentando no cargar sus acciones de características pre-definidas que los eti- sostener el proceso de lucha a la redacción de cartas para presentar ante fun-
quetaran como “revolucionarios” o “reproductores” de un determinado orden cionarios públicos y la participación en instancias de protesta donde mi pre-
social. Me interesó en cambio mostrar cómo sus experiencias cotidianas, que sencia era asimilada a la de práctica de los militantes que acompañaban o
eran múltiples pero en todos los casos estaban atravesadas por el peso del apoyaban esa experiencia. Desde esta óptica, mi condición de observadora
trabajo como medio de vida, el trabajo como forma de lucha, habían forjado “externa” tanto para mí como para quienes participaban de este colectivo era
la ocupación de la fábrica y habían logrado con ella desarrollar una acción cuando menos difícil de delimitar. Pero ese compromiso que fui asumiendo
transformadora. con el proceso de recuperación y las personas que lo llevaron adelante no for-
Ahora bien, encuentro que este trabajo tuvo algunos aciertos pero también maba parte del modo en que diseñé y lleve adelante la investigación. Quiero
algunas limitaciones. La principal radica a mi entender en el modo en que decir, redactar una carta para pedir bolsones de comida ante el Ministerio de
establecí (o más bien no pude establecer) el diálogo con mis interlocutores. Desarrollo Social o desgrabar a pedido de las trabajadoras una reunión man-
Formada el contexto de los años noventa donde la perspectiva metodológica tenida con funcionarios durante una instancia de negociación eran prácticas
dominante señalaba la imposibilidad de investigar allí donde asumimos un que realizaba en paralelo a mi investigación que por supuesto podían energi-
fuerte compromiso político (o de otro tipo), o más concretamente para la cual zar directa o indirectamente ese proceso pero que no definían mi vínculo con
lograr una buena investigación requería dejar entre paréntesis nuestro invo- este colectivo. De modo que mi trabajo académico y mi compromiso político
lucramiento, mi vínculo con las empresas recuperadas estuvo planteado en el iban por dos carriles separados lo cual, encuentro hoy, más que un potencial
curso de mi investigación doctoral desde una fuerte exterioridad. Preciso mi para lograr una “buena investigación” resultó un obstáculo para desarrollar un
planteo. Mi estudio seguía un diseño de investigación que llamo aquí de ma- trabajo no solo más “útil” sino principalmente más rico.
nera muy gráfica y simplista tradicional. Es decir, consistía en la realización Respondiendo a esta preocupación, en los últimos años he dedicado parte
232 La política afectada Conclusiones 233

de mi labor a una reflexión sistemática sobre esta cuestión convencida de que gación- respecto de los cuales solemos depositar un sinfín de expectativas,
es necesario interpelar nuestros supuestos académicos sobre qué supone el ideales y proyectos.
compromiso (Fernández Alvarez, 2010) e interrogar el estatus que otorgamos
al conocimiento producido por nuestros interlocutores en el campo (Fernán-
dez Alvarez y Carenzo, 2012). Especialmente en los casos en que nuestros
interlocutores son organizaciones sociales. Para ello, he venido explorando La antropología más allá de sí misma
en colaboración con otros colegas -no sin dificultades y contradicciones- ex-
periencias de investigación co-laborativa (Hale, 2006; Solano y Speed 2008; Afirmando la importancia de la etnografía para la comprensión de las socie-
Rappaport 2007) que según mi parecer no sólo son necesarias y más cons- dades contemporáneas por su capacidad a la vez de iluminar lo desconoci-
tructivas sino también, gracias a la experiencia acumulada de militantes y do e interrogar lo evidente, D. Fassin (2013) aboga por el desarrollo de una
organizaciones, condición de posibilidad a la hora de desarrollar un trabajo de práctica no sólo crítica sino también pública.154 Esto quiere decir, siguiendo
investigación en estos espacios. Si bien estas experiencias tienen larga data al autor, una práctica abierta a múltiples audiencias, que no quede exclusi-
en la disciplina sobre todo en América Latina (Jimeno, 2008)153 en los últimos vamente circunscripta a círculos académicos, de manera que sus resultados
años cobraron renovada fuerza principalmente en el trabajo con movimientos puedan ser apropiados, debatidos, contestados y usados (Fassin, 2013: 624).
sociales del que los investigadores son parte (Juris 2008; Casas, Osterweill, Desde mi experiencia de investigación con espacios de gestión colectiva del
y Powel, 2010) o con movimientos indígenas (Rappoport, 2007; Hale, 2006; trabajo, encuentro que un camino fértil consiste en reparar en el potencial que
Solano y Speed 2008; Briones et. al, 2007; Ramos, 2014). En particular me ha desarrollado nuestra disciplina para revisar lecturas clasificatorias de los
interesa recuperar la noción de “co-teorización” en el sentido propuesto por la mundos sociales que estudia permitiéndonos explorar una mirada analítica
antropóloga J. Rappaport (2007) quien nos convoca a re-conceptualizar la ex- atenta a las contradicciones, los matices, las zonas grises que se nos presentan
periencia vincular del trabajo de campo como un espacio de creación teórica. en la práctica cotidiana cuando abordamos etnográficamente las relaciones,
Desde esta perspectiva “el campo” pasa a ser un espacio dinámico de creación prácticas y procesos sociales que estudiamos.
conceptual conjunta más que un ámbito de recolección y/o construcción de Nuestra disciplina suele ser reconocida más allá de los límites de sus fron-
datos (Fernández Alvarez y Carenzo, 2012). En síntesis, encuentro que pensar teras como una “técnica metodológica” válida para reponer significados o en
el sentido de nuestra producción exige estar alertas a las implicancias que el mejor de los casos recuperar “perspectivas nativas”. En consecuencia, al
tiene aquello que publicamos, difundimos, en definitiva hacemos, para las trascender los límites disciplinares, lo que se pierde en el camino es el po-
personas y organizaciones con las que nos vinculamos. Pero sobre todo ser tencial de la antropología para producir un conocimiento que, valiéndose de
creativos a la hora de hacer público nuestro trabajo asumiendo las dificulta- la descripción etnográfica, es capaz de desarrollar (re)elaboraciones concep-
des que supone el diálogo con espacios y prácticas que son a la vez objetos tuales con y desde la diferencia (Goldman, 2006). Esto así porque al produ-
académicos y ámbitos de militancia –una frontera cada vez más borrosa en cir conocimiento partiendo del reconociendo de la heterogeneidad social, la
la práctica pero persistentemente rígida en nuestros modos de hacer investi- antropología se ha confrontado con la necesidad de interrogar las categorías
y nociones disponibles transformándolas a partir del diálogo con las teorías
nativas (Peirano, 2004) de modo que las bifurcaciones, disyunciones y con-
153 En América Latina esta reflexión tuvo un desarrollo notable a partir de la década
tradicciones conducen al análisis antropológico hacia caminos inesperados
del 70 con la influencia de la Educación Popular de Paulo Freire quien, aportando un
claro sentido emancipatorio a esta práctica, dio lugar a la Investigación-Acción Partici-
pativa (Fals Borda 1987) siendo actualmente revisitada desde las propuestas de inves- 154 No se trata como decía más arriba de afirmar que la dimensión “pública” estuviera
tigación activista, etnografía colaborativa (Jimeno 2008; Hale 2006; Rappaport 2007; ausente de la práctica académica sino de atender a la centralidad que esta discusión ha
Leyva Solano y Speed 2008). cobrado recientemente renovando el debate en esta dirección.
234 La política afectada Conclusiones 235

(Strathern, 2011; Col y Graeber; 2011). Reparar en el hecho de que “toda las variadas acepciones que estas categorías adoptaban en contextos específi-
enografía es también teoría” (Peirano, 2014: 383) compartiendo con otras dis- cos: un lenguaje de demanda, una modalidad de intervención del Estado, un
ciplinas el potencial de nuestra disciplina para desarrollar una mirada analíti- modo de hacer política, un emprendimiento para generar ingresos, entre otras.
ca atenta a los grises que dan vida a los mundos sociales que estudiamos es, Acepciones que, vale la pena señalar, podían coexistir en un mismo momen-
desde mi óptica, un camino que puede aportar a hacer públicos, en el sentido to incluso de manera contradictoria. Por otro, pensar las cooperativas como
al que hice referencia más arriba, nuestra producción. Hacer de la etnografía categorías de la práctica busca capturar de manera vívida su carácter contra-
como modo de producción de conocimiento una herramienta útil para desa- dictorio, en el curso del cual se desarrollan procesos que a la vez internalizan
rrollar un conocimiento situado que lejos de expresarse en una descripción formas de dominación y generan espacios de autonomía, suponen relaciones
acumulativa de casos contribuya a una reflexión teórica comprometida con de poder y acciones igualitarias, implican lógicas individuales y prácticas
la riqueza analítica de las zonas grises. Compartir el potencial para dejarnos solidarias157.Desde esta perspectiva, nociones como cooperativas –pero bien
guiar (y sorprender) por aquello que se nos presenta como relevante en nues- valdría la pena trasladar esta reflexión a otras como autogestión- dejan de de-
tras investigaciones sin atribuirle contenido a priori. Esta es a mi entender una finir un objeto con contornos fijos para aparecer más bien como un horizonte,
vía más rica para emprender un diálogo en principio más cercano y, apuesto, un proyecto, que se define, negocia y tensiona en el día a día. Así mi trabajo ha
también más fecundo con quienes nos vinculamos al hacer investigación, in- buscado contribuir a una conceptualización de las practicas colectivas como
cluyendo nuestros colegas de otras disciplinas. un hacer juntos(as). Esta conceptualización busca aprehender el carácter con-
Basándome en el trabajo iniciado con Brukman que luego dio lugar a un tingente, contradictorio, parcial de estas prácticas sin por ello desconocer el
estudio más amplio sobre otros procesos de gestión colectiva del trabajo155 he modo en que ese hacer (juntos) requiere ser cristalizado en relatos públicos o
propuesto pensar a las cooperativas como categorías de la práctica (Fernán- narrativas, como en el caso aquí analizado, donde lo colectivo cobra sentido,
dez Alvarez, 2015) dejando entre paréntesis los modelos teóricos desde los presencia, contenido. Un hacer juntos, que siendo fiel a la perspectiva en la
cuales estas experiencias suelen analizarse -cuya existencia tiene más lugar que me he formado, y como he intentado dar cuenta en las páginas previas,
en el papel que en la contingencia cotidiana de las prácticas concretas156-. Esta se desarrolla en el marco de procesos más amplios de construcción de hege-
perspectiva me ha permitido, por un lado, aprehender los múltiples modos de monías. Corrernos de una lectura teleológica – necesariamente normativa-
ser, estar y hacer que me fueron mostrando mis interlocutores en el campo y permite desde mi óptica reponer el continuum de estas prácticas capturando
su sentido imprevisto, sin caer por ello en una mirada romántica, recordando
que las personas no actúan libremente por fuera de relaciones de dominación
155 Desde el año 2008 he venido coordinando de proyectos de investigación colectivos que imprimen límites a sus acciones (y a lo que es posible hacer y pensar).
financiados por la UBA y el CONICET bajo mi dirección cuyo objetivo ha sido estudiar En mi caso, comprender que las iniciativas de gestión colectiva del trabajo
en un período prolongado de tiempo, un conjunto de prácticas colectivas de sectores están constreñidas por lógicas de eficacia y productividad de la cual deben
subalternos vinculadas especialmente al trabajo, atendiendo a la operatoria de varia-
das formas de dominación y gobierno. Estas incluyen empresas recuperadas por sus apropiarse y a la vez contornear creativamente. Una lógica que no se impone
trabajadores y federaciones que las nuclean, cooperativas de reciclado impulsadas por desde afuera sino que hace a las dinámicas, preocupaciones y prácticas tam-
“cartoneros”, organizaciones no gubernamentales que gestionan créditos para coopera- bién hacia adentro.
tivas de trabajo, organizaciones territoriales que desarrollan proyectos productivos o de
servicios negociando para ello recursos estatales o de ONGs. Parte de los resultados de
Se trata, en definitiva, de ponderar el potencial del trabajo etnográfico para
estas investigaciones han sido reunidos en Fernández Alvarez, 2015
156 Tomo prestada la reflexión desarrollada por Fernando Balbi (1998) en base al es-
tudio de una cooperativa pesquera del delta entrerriano quien propone distinguir entre 157 Cabe en aquí referenciar en la misma dirección la propuesta formulada por Rey-
“organización real” y “modelo ideal” –o “carta mítica” como el autor denomina a este gadas, et. al. (2014) en un volumen que reúne estudios etnográficos sobre un conjunto
último- invitando a estudiar las cooperativas concretas en lugar del modelo que toma variado de experiencias de “economías alternativas” -utilizando el término que propo-
como referencia una definición formal e institucionalizada. nen los compiladores del libro-, en México, Argentina y España.
236 La política afectada

abrir nuestra mirada y dejarnos sorprender por lo inesperado, aquello, que se Bibliografía
produce en el hacer cuyo sentido no resulta previsto de antemano poniendo en
primer plano ese transcurrir mismo, lo que se crea en ese recorrido, cuyo con-
tenido no queda necesariamente cristalizado, salvo de manera excepcional.
Dar relevancia analítica al transcurrir dejando por un momento entre parénte-
sis la preocupación por los resultados (definidos como logros que se evalúan
en términos de éxito o fracaso) para preguntarnos por lo que se crea como
proyecto (colectivamente). Esta apuesta encierra una preocupación a la vez
teórica y política en la medida en que se nutre de ese potencial para interpelar
el sentido normativo que suele depositarse sobre las prácticas, experiencias y
procesos que analizamos, como en este caso las cooperativas de trabajo. En-
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