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Reseña
Reseña
En este capítulo Roig parte de una pregunta: ¿Qué significamos o queremos significar
cuando decimos “nosotros”? La primera premisa que despliega es que es un deíctico, esto es,
cuando se señala al que anuncia el nosotros, y en el contexto de la filosofía latinoamericana nos
referimos con el “nosotros” a “nosotros los latinoamericanos”. No obstante, esto lleva a la
pregunta ¿qué es lo latinoamericano? y en consecuencia ¿América Latina?
Con las anteriores preguntas y contexto parte el filósofo e historiador argentino para
indagar la naturaleza del “nosotros”. Dice que el hablar del “nosotros” lleva de inmediato a una
realidad histórico-cultura incomprensible, por lo cual la identidad solo se puede señalar con el
dedo, y que por tal motivo, lo que entendemos por América Latina debe ser mostrado desde lo a
posteriori gracias a lo que un consenso pueda determinar como realidad, pero a su vez está un a
priori debido a la presencia de un ente histórico-cultural en el que se soporta el “ser” y el “deber
ser”. De ahí, que los “entes culturales” son los que descubren los que es “objetivo” o “mundo
objetivo”, no como realidad sino como lo que unifica el discurso, por tanto, el contenido y sentido
referencial es consecuencia por una parte por el sujeto que organiza su “mundo objetivo” como
por todo lo extraño a su sujetividad, y concluye este punto diciendo que, lo objetivo es una
“conciencia del mundo” y la “realidad” como - un a priori último desde el cual todo otro a priori
se convierte en una aposterioridad – (Roig, p.25)
Luego de lo anterior, Roig pasa a decir que América Latina se nos presenta como una
sola realidad en su “ser” y en su “deber ser”, pero a su vez es diversa. Esa diversidad surge tanto
de lo no-latinoamericano como de una realidad intrínseca. Con esto, se refiere a que cada quien
cuando dice “nosotros” y se declara latinoamericano, lo hace desde una parcialidad, como la
nacionalidad o grupo social al que pertenece, pero esa parcialidad no niega la unidad, pues la
unidad afirma lo diverso, y lo diverso es lo que identifica “el nosotros”.
Lo anterior, Roig lo refiere a un problema metafísico, en el que la metafísica tradicional
cometió un error al proyectar las relaciones de unidad y multiplicidad a los entes culturales. Otra
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metafísica que también se intentó aplicar y que tampoco fue contundente fue la de la monadología
leibniciana, pues a pesar de que la monadología partía de una afirmación de sujetividad no cabía
pensar en la existencia del “horizonte de comprensión”, y con ello la imposibilidad de autoafirmar
un “yo” metafísico y absoluto, sino un “nosotros” relativo. Por lo cual, Roig concluye que la
metafísica que puede explicar el problema de un “nosotros” necesita superar las “metafísicas
habituales” que manifiestan formas de encubrimiento, y para esto, el filósofo debe traducir las
representaciones en conceptos, para que el conocimiento entre en niveles del “entendimiento” y la
razón.
En este capítulo Roig genera un poco más de claridad frente a los temas tratados en el
anterior capítulo. Vuelve a afirmar, que el “nosotros” es una referencia directa a “nosotros los
latinoamericanos”, y que ello conlleva una insuficiencia: la imposibilidad de una autodefinición,
pues el sujeto americano no siempre se ha identificado mediante una misma unidad referencial. La
razón de esto es el problema de la diversidad desde la comprensión de la unidad, pues
Latinoamérica tiene horizontes de comprensión distintos. Esta realidad no solo es un problema
para América Latina, sino que lo es también para Europa, dado que también se pone en duda su
existencia. Para Bolivar España no hace parte de Europa, y para Hegel Francia, Alemania, e
Inglaterra son los países que la conforman. Es decir, que estas denominaciones de América Latina
y Europa parten de una comprensión de “unidad”, pero en realidad no logran plasmar el horizonte
de comprensión, ni definen una realidad objetiva.
Las definiciones entre América y Europa se han realizado por negación: el Nuevo Mundo,
por el Viejo Mundo, y con ello un trasfondo axiológico, contenido-continente, lleno-vacío. De ahí
que se piense que la historia de los nombres viene a ser la historia de un sujeto que los anuncia
dentro de un proceso de historización que comienza siendo simplemente de incorporación a la
“civilización” europea.
Después de hacer estas aclaraciones, Roig empieza hacer un recorrido histórico de lo que se
ha entendido por “América Latina” y “Nuestra América” por medio de algunos escritores
representativos del siglo XIX. El primer autor que recoge Roig es José María Torres Caicedo