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El apocalipsis de Juan

Diácono Orlando Fernández Guerra

El autor del Apocalipsis no es Juan, el apóstol y evangelista, sino un discípulo perteneciente a la


gran iglesia de Juan, el cual quiere hacer revivir, en su presente, un mensaje que él (el autor real)
atribuye al gran fundador de la iglesia de Juan. Y este mensaje no es tomado directamente de un
escrito, de un testimonio directo de Juan el apóstol: es más bien reelaborado personalmente por un
discípulo (el autor real), el cual asume la responsabilidad de atribuirlo a Juan el apóstol.

Ante la dura situación que están viviendo las comunidades se desalientan y desesperan. Juan tiene
interés en fundamentar la esperanza cristiana y reforzar el ánimo de los miembros de sus
comunidades. El libro no pretende asustar sobre el fin del mundo, y los sucesos que pueda
comportar.

El resto del libro se refiere a la situación que viven las Iglesias (Ap 1,13-3,22), a las cuales se invita a
convertirse y a la lucha definitiva contra Roma (Ap 8,2-14,5), no por las armas, sino encarnando el
Evangelio en las propias vidas (Ap 10) y dando testimonio del mismo (Ap 11,1-14), con la conciencia
cierta de que el verdadero Señor de la historia, no es Roma, sino Dios Padre y el Cordero degollado
(Ap 4).

Este es el que revela la clave para descubrir las leyes que configuran lo que realmente ocurre en el
mundo (Ap 5,1-8,1).

Las comunidades cristianas, a las cuales Juan dirige su Apocalipsis, están viviendo una dura
situación de marginación y persecución.

Ante la dura situación que están viviendo las comunidades se desalientan y desesperan. Juan tiene
interés en fundamentar la esperanza cristiana y reforzar el ánimo de los miembros de sus
comunidades. El libro no pretende asustar sobre el fin del mundo, y los sucesos que pueda
comportar.

Ante la gravedad de la situación y la magnitud del poder romano, los creyentes de las Iglesias
juánicas se pueden preguntar, con razón, si no son ingenuas las esperanzas que promueve el profeta
Juan, pues la dura realidad que están viviendo no parecen confirmar la Buena Noticia eterna (Ap
14,6) que se proclama en la obra.

Es importante también para el autor dar un buen fundamento teológico a lo que él explica,
subrayando que se trata de una revelación que es propia de Jesús (Ap 1,1).
Fue escrita también para que ilumine la vida de las personas cristianas (1 Cor 10; Rom 15,4),
más allá del momento en que se escribió. Por eso podemos sacar del Apocalipsis luz para
enfrentamos a la crisis actual.

de los 404 versículos del libro, 278 de ellos son citas directas del Antiguo Testamento.

La literatura apocalíptica no hace referencia tanto a los acontecimientos escatológicos al fin de


los tiempos, como a los del aquí y al ahora, que están viviendo las comunidades destinatarias de los
escritos. Y esto lo hacen para mantener viva y lúcida la resistencia creyente y la esperanza.
El profeta Juan se propone, por un lado, concienciar a sus Iglesias para que desarrollen una
resistencia lúcida frente al imperio, desenmascarando su mentira y su falta de poder auténtico. Y, por
otro, alimentar y avivar la esperanza de sus comunidades, para que encuentren la fuerza necesaria
para vivir su fe cristiana y fomentar los valores del Evangelio, que son los que, a la larga, harán caer
el poder del Imperio romano.
Resistencia lúcida, implica dos facetas: por un lado, desenmascarar los engaños que propala
el Imperio. Y, por otro, no dejarse deslumbrar por los aparentemente logros que algunos pequeños
grupos viven en su seno.
Ante la dura situación que están viviendo las comunidades se desalientan y desesperan. Juan
tiene interés en fundamentar la esperanza cristiana y reforzar el ánimo de los miembros de sus
comunidades. El libro no pretende asustar sobre el fin del mundo, y los sucesos que pueda
comportar.
El resto del libro se refiere a la situación que viven las Iglesias (Ap 1,13-3,22), a las cuales se
invita a convertirse y a la lucha definitiva contra Roma (Ap 8,2-14,5), no por las armas, sino
encarnando el Evangelio en las propias vidas (Ap 10) y dando testimonio del mismo (Ap 11,1-14), con
la conciencia cierta de que el verdadero Señor de la historia, no es Roma, sino Dios Padre y el
Cordero degollado (Ap 4).
Este es el que revela la clave para descubrir las leyes que configuran lo que realmente ocurre
en el mundo (Ap 5,1-8,1).
Ante la gravedad de la situación y la magnitud del poder romano, los creyentes de las Iglesias
juánicas se pueden preguntar, con razón, si no son ingenuas las esperanzas que promueve el profeta
Juan, pues la dura realidad que están viviendo no parecen confirmar la Buena Noticia eterna (Ap
14,6) que se proclama en la obra.
Es importante también para el autor dar un buen fundamento teológico a lo que él explica,
subrayando que se trata de una revelación que es propia de Jesús (Ap 1,1).
Fue escrita también para que ilumine la vida de las personas cristianas (1 Cor 10; Rom 15,4),
más allá del momento en que se escribió. Por eso podemos sacar del Apocalipsis luz para
enfrentamos a la crisis actual.
Frente a los imperios económicos y políticos actuales, se requiere lucidez crítica, esperanza y
resistencia activa, de acuerdo con lo que hemos visto en Juan. La lucidez crítica evitará que nos
dejemos engañar por la propaganda del sistema económico neoliberal dominante, que quiere ha-
cemos creer que dicho sistema es el mejor de los mundos posibles,
Una esperanza activa que, encamando los valores «contraculturales» del Evangelio, observe los
mandamientos de Dios, expresados en la Alianza con Israel, y mantenga vivo el testimonio de Jesús
(Ap 12,17),

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