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ante la inminencia de los acontecimientos. Mientras se discutía el modelo político en Oriente,
los alamanes presionaban con fuerza inusitada sobre las fronteras occidentales hasta el punto
de que se hacia necesaria la intervención imperial. El desplazamiento del emperador por
razones militares exigía asimismo que las cuestiones políticas y burocráticas del Imperio
fueran confiadas a un colega, responsabilidad que recayó en el emperador Valente (364- 378).
Aunque Valentiniano era de origen panonio, el desplazamiento de éste a Occidente se debió
más a razones militares que políticas. Con la presencia del emperador en los frentes occidenta-
les se pretendía afianzar la solución del conflicto fronterizo que durante el último decenio
había amenazado la integridad territorial del Imperio en los puntos más vulnerables del limes
renano- danubiano. Pero la situación política de estos años se agravó de tal modo, que
Valentiniano I se mantuvo ocupado en Occidente con la colaboración de su hijo Graciano (376-
383) y excelentes generales como el magister militum'fiivioTeodosio, de origen hispano y padre del
futuro emperador. Óe esta forma, poco a poco y a tenor de las circunstancias, se consumó la
separación defacto entre las , partes oriental y occidental del Imperio.^ partir de entonces hubo,
salvn evceoción.al menos dos empéradoresTHósSaados^ . 'Hós Ej£drostten fin.^sTgí^j^JPéro
hastaTfinesdel siglo IV se ! 'mantuvo la uni3ad legislativaTmónetaria y fiscal, gracias a la que eí
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Imperio pudo sobrevivir incluso en los peores momentos de su larga historia: a fines del IV,
en Oriente; a comienzos del V, en Occidente.
El sistema imperial tenía dos soportes básicos: uno, político (la centralización
administrativa), y otro, económico (las pequeñas comunidades). De hecho, la fortaleza de
la pirámide social radicaba en la protección que el Gobierno central otorgaba a los
numerosos Gobiernos locales. Cada región, cada provincia contaba con varias
Administraciones municipales de importancia, en torno ^ks'cuatesvse alineaban otras
Administraciones de menor cuantía. (Piramidal era no sólo la disposición de los órganos,
sino también la coordinación de las funciones, de tal modo que el Estado —en el vértice—
actuaba como protector de todos y garante del bienestar común. Pero el Estado
dependía de las eco-
nomías particulares; el gasto público, de los recursos fiscales; la cuantía del impuesto, de la
productividad de la tierra y de los beneficios del comercio. De los impuestos dependía a su
vez el sueldo de los soldados; sin soldados no sería posible el Ejército y sin éste no se
podría mantener la paz, que era una obligación del Estado. Además, como cada órgano
(curia municipal, Ejército, villae, etc.) estaba también jerarquizado interiormente, resultaba
fácil declinar las propias responsabilidades haciéndolas recaer en los estratos inferiores de
cada uno de ellos; en los pequeños propietarios, en los soldados, en los colonos, etc.
Esta dinámica de autoprotección, este sistema, se quebró en gran medida a
mediados del siglo IV, cuando las comunidades locales de Occidente, sintiéndose
desprotegidas, se organizaron para evadir el control del Gobierno imperial 34 y afloró de
nuevo el fenómeno de las usurpaciones de poder sin que el Gobierno central pudiera
evitarlo. Pero la usurpación —generalmente lograda por la fuerza de las armas— no era
sólo un acto militar o político35, sino que tenía también importantes implicaciones
administrativas y económicas para el Gobierno central y, ante todo, conllevaba la
fragmentación del poder. Un poder escindido en dos (legítimo e ilegítimo), una
Administración duplicada, un Ejército fragmentado, una economía estrangulada y, en fin,
los recursos fiscales diezmados creaban una situación financiera imposible de mantener
durante mucho tiempo incluso para el Gobierno central. Por ello los usurpadores nn ripian
nrra-salida paca-sohreviyir que enfrentarse al emperador legítimo. Tal fue el caso de
Magnencio ^contra el emperador Constante en 350, el de Magno Máximo contra el
emperador Graciano en 383 y contra Teodosio en 387, como posteriormente las
usurpaciones de Constantino III, Cons- . tante, Jovino, Sebastiano y Prisco Atalo contra
Honorio en 407- 413. En todos estos casos, el precio que el Imperio tuvo que pagar por
sobrevivir fue permitir que estas tentativas, aun sin posibilidad de futuro, se realizaran, con
la consiguiente merma de prestigio para el poder imperial.
El test bárbaro
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legado el final del Imperio Romano, y otros cristianos, como tín,
justificaron estos males como castigo divino. En los suce-J
_____ie tomada como rehén Gala Placidia, la hermana de Honorio.
Alarico abandonó Roma y se dirigió con todo su séquito hacia el sur
de Italia, probablemente en busca de avituallamiento en África, pero
fracasó en el intento de atravesar el estrecho de Mesina con una flotilla
y se dirigió de nuevo hacia el Norte, controlado por el patricio
Constancio, el nuevo hombre fuerte del emperador Honorio. La
muerte de Alarico en el regreso convirtió a Ataúlfo en nuevo rey de los
visigodos. El relevo en el poder significó asimismo un cambio de
estrategia política. Ataúlfo se alió primero con los usurpadores galos
(Jovino y Sebastiano), a quienes después efíniinó para congraciarse con
Honorio. Al no conseguirlo por esta vía, decidió casarse con Gala
Placidia, la hermana del emperador y prometida del patricio Constancio,
y, tras una breve
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estancia en Burdeos {Burdígala), se dirigió con su séquito a Hispa- nia,
estableciendo su sede en Barcino (Barcelona). Pero un complot al año
siguiente acabó con su vida. Sigerico, primero, y Walia, después, se
hicieron cargo del trono visigodo en 415. Éste concertó un acuerdo
con los romanos (foedus Walia-Constancio), en virtud del cual quedaron
establecidas las relaciones en el futuro con los romanos, que incluían
la devolución de la viuda Gala Placidia a Honorio a cambio de una
importante cantidad de grano y el compromiso de considerar como
foederati romanos a los visigodos para luchar contra sus
correligionarios germánicos establecidos en la Península (suevos,
alanos y vándalos) en los años siguientes. Tras varias campañas en
la Península, los federados visigodos fueron trasladados a las
provincias de Aquitania II y Novempopulania para su definitivo
asentamiento en virtud de una disposición imperial de 418 43, que
daba cumplimiento a los acuerdos romano- visigodos tomados en
415. Era el primer reino germánico al que se le reconocía
independencia política dentro del Imperio. /
Las usurpaciones
í)
Fuerzas y debilidades
Fall of the Román Empire (Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano),
publicada en varios volúmenes en Londres a partir de 1776, una obra que
sigue siendo la más grande y controvertida sobre la decadencia de Roma82.
Gibbon, como nos cuenta él mismo, decidió escribir su historia a partir de
una experiencia traumática. Estaba sentado en la colina del Capitolio en
Roma cuando vio a un grupo de monjes descalzos que cantaban vísperas en
lo que había sido el templo de Júpiter. Tuvo entonces consciencia de la
relación entre la victoria del cristianismo y el fin de Roma. La obra de
Gibbon está claramente relacionada con el declive y caída del primer
Imperio inglés —él mismo lo admlteerT ^ una carta a su amigo Georges
Deyverdun, de 1779, donde señala que le parecía que la decadencia de
ambos Imperios seguía caminos semejantes. Para Gibbon, imbuido de las
ideas racionalistas de los Ilustrados franceses y heredero de una ya larga
tradición sobre este tema, el cristianismo actuó en el Imperio como una
fuerza destructiva (aunque no fue la única causa de la decadencia) por su
carácter irracional e intolerante, frente al carácter abierto del paga- • nismo
tradicional romano. Los capítulos donde se ponía en relación el ascenso del
cristianismo con la decadencia del Imperio los capítulos XVI y XVII, los
últimos del volumen primero— se publicaron en 1776, estaban llenos de
ironía y causaron un cierto escándalo y polémica, lo que llevó a Gibbon a
escribir una Vindi- cation en 177983. Aquí decía que su objetivo era presentar
un balance del cristianismo prescindiendo de toda cuestión teológica,
haciéndolo inteligible en términos civiles. En su autobiografía, publicada
después de su muerte, Gibbon escribe:
i.
del cristianismo como instrumento político, mientras que su per-
sonalidad religiosa queda oscurecida. Pero el gran mérito de
Burckhardt es que supo distinguir bien entre la personalidad de
Constantino y lo que el cristianismo supuso para la sociedad romana.
El gran valor de su obra radica, y lo que la hace actual, en que fue
capaz de trascender el campo de la biografía para hacer de la figura de
Constantino el exponente de una época.
El peso de estas ideas ha sido grande y ha marcado la historiografía
de los últimos años del siglo XIX y gran parte del XX. Todavía
hoyiseguimos preguntándonos si Constantino fue un calculadoro" un
hombre religioso y seguimos discutiendo acerca de las consecuencias de
su conversión.. El mayor estudioso moderno de Zósimo, el
suizcrfTPaschoud^ha escrito en 1^75} propósito de este tema: -—
y
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«De las diversos Constantinos que han definido los historiadores, ¿cuál
es el que mejor se adapta a la conducta de lo que hemos vistoi Pienso que es el
que ha caracteriz ui fJf'Vim ty una página excelente: un Constantino en
verdad ávido ae poder y consciente de sus deberes hacia el Estado, pero
también supersticioso y nada entendido en teología; esto explica su
"sincretismo inconsciente’, según la afortunada fórmula de J.-R. Palanque; se
inspiraba en un do ut des, que es un comportamiento bien romano. El Dios
de los cristianos le dio la victoria en el Puente Miivio y él respondió al
compromiso de adorar a ese Dios eficaz como él deseaba serlo»zs.
>E1 factor religioso como causa del declive de Roma está presente
en la historiografía de las tendencias-más variadas. Veamos dos
ejemplos dispares. El ruso M^rP^ovtzi^SZOd^x- autor de una obra
clave para entendéreTrnundo romano, La historia social y económica del
Imperio Romano (1.a edición -1926), se centra en las cuestiones
económicas. La tesis principal de’su libro es que el Imperio cayó
debido a la rebelión de los campesinos contra las clases ciudadanas y
la consiguiente crisis urbana, pero al
)Aar barcos