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FALSOS POSITIVOS SEGÚN EL PAIS

Colombia, donde la guerra ha dejado hasta 200.000 desaparecidos, se


asoma a una verdad tan dolorosa como reparadora. A lo largo de esta
semana, el tribunal de justicia transicional surgido de los acuerdos de paz
volvió a escudriñar fosas comunes en el cementerio católico de Dabeiba, un
paraje montañoso en el noroeste del país, a unas cuatro horas de Medellín,
donde ya ha recuperado más de medio centenar de cuerpos de presuntas
víctimas de ejecuciones extrajudiciales que los militares presentaron como
bajas en combate para mostrar resultados.

Las ramificaciones de los falsos positivos, el eufemismo con el que se


conocen miles de asesinatos perpetrados principalmente durante los dos
mandatos del expresidente Álvaro Uribe (de 2002 a 2010), siguen siendo
una fuente permanente de conmoción en una sociedad que, sin esquivar la
verdad, busca pasar la página de la violencia. Los últimos días no son una
excepción. La semana anterior, en medio de enormes expectativas, el
general en retiro Mario Montoya, comandante del Ejército en algunos de los
años en que más casos se presentaron, compareció ante este tribunal, la
Jurisdicción Especial para la Paz, en una audiencia a puerta cerrada. Las
víctimas sintieron esas jornadas como una nueva afrenta, pues en sus
respuestas el militar diluyó la responsabilidad de la cadena de
mando, según las transcripciones a las que ha tenido acceso EL PAÍS.
Incluso han pedido que lo excluyan de la jurisdicción.

MÁS INFORMACIÓN

 Los 200.000 cadáveres sin nombre de Colombia


 Editorial: Afrenta a las víctimas

Montoya rechazó asumir responsabilidades y no mostró arrepentimiento, lo


que es la primera condición del tribunal de paz colombiano para evitar
penas alternativas a la cárcel. Dijo que no hay pruebas que lo vinculen con
falsos positivos y atribuyó a la escasa formación e incluso a la clase social
de los soldados el origen de este fenómeno. "Los muchachos que van al
Ejército son de abajo, los de estrato uno, no van los estratos dos, tres y
cuatro. Nos toca enseñarles cómo se utiliza el baño, cómo se utilizan los
cubiertos", señaló en referencia a la repartición de las clases sociales por
estratos.

A pesar de todo, las indagaciones avanzan. Desde que le asignaron el caso


03, el que aborda las “muertes ilegítimamente presentadas como bajas en
combate por agentes del Estado”, el magistrado Alejando Ramelli ha
entrevistado a más de 200 militares. Las versiones voluntarias aportadas
por algunos involucrados han detallado las presiones por obtener resultados
a cambio de recompensas. Esta semana también se conoció un video en el
que un coronel –Álvaro Amórtegui– denuncia irregularidades en la
inteligencia militar y asegura que Montoya pedía ejecuciones para exhibir un
mayor número de bajas.

A la investigación de este caso se sumó en los últimos días la sorpresa


por el relevo de Claudia García, la directora del Instituto de Medicina Legal
que coordina las exhumaciones. En una de sus primeras decisiones, el
nuevo fiscal general de la nación, Francisco Barbosa, destituyó sin mayores
explicaciones a García, quien llevaba 24 años en la entidad. Ella fue la
funcionaria que sacudió al país al elevar hasta 200.000 el cálculo del
número de cuerpos sin exhumar e identificar.

Las montañas y selvas de Colombia están llenas de cadáveres de víctimas


enterradas sin sus nombres. Las dimensiones del fenómeno son
estremecedoras. Hay por lo menos 2.248 casos de falsos positivos, de
acuerdo con los informes de la fiscalía, pero representan un porcentaje
pequeño del universo de desapariciones forzadas. Hay otros 18 sitios a lo
largo y ancho de Colombia donde el tribunal de paz presume que se
encuentran personas dadas por desaparecidas, víctimas de los diferentes
actores armados, bien sea agentes del Estado, guerrillas o paramilitares.
Solo en la zona rural de Dabeiba ya ha identificado cinco puntos donde
habría víctimas de las FARC. El caso de los falsos positivos y otro por
secuestros contra la cúpula de las otrora Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia son los dos frentes en los que se esperan mayores avances en
un año decisivo para la justicia transicional.

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 Colombia reconoce la incansable búsqueda de los familiares de


desaparecidos
 “La gran deuda es determinar quiénes son los desaparecidos en Colombia”
Cuerpos recuperados
Entre los hallazgos dados a conocer por la Jurisdicción Especial para la
Paz (JEP) esta semana sobresalen los cuerpos de una familia con prendas
militares, varias mujeres, dos niños, cadáveres con botas de caucho y
cráneos donde se encuentran las ojivas de heridas causadas por armas de
fuego. Esos indicios se suman a los testimonios de comparecientes y
testigos que llevaron a los investigadores a ese municipio de unos 20.000
habitantes en el departamento de Antioquia, uno de los escenarios del más
avanzado de los siete macrocasos, o grandes procesos, que ha abierto la
JEP.

El operativo no tiene precedentes. En su segunda visita de inspección y


exhumación, la JEP recuperó 37 cuerpos de víctimas de ‘falsos positivos’,
como se conoce en Colombia el asesinato de civiles inocentes por
miembros de las fuerzas militares. Guiados por varios testimonios, los
antropólogos, forenses y funcionarios se concentraron en las 16 fosas
donde encontraron los cuerpos. El pasado diciembre, cuando se conoció el
hallazgo, la JEP, en conjunto con la Unidad de Búsqueda de Personas
dadas por Desaparecidas y el Instituto de Medicina Legal, ya había
recuperado otros 17 cuerpos, para un total de 54.

La labor del tribunal de paz aún no ha concluido en Dabeiba, y más


adelante habrá nuevas jornadas. Entre los hitos de esta semana también
está la entrega a sus familiares, en el parque principal del municipio, del
primer cuerpo identificado, el de Edison Lexander Lezcano Hurtado, un
joven agricultor de 23 años, padre de tres hijos, desaparecido hace 18 años.

Su padre, Gustavo de Jesús Lezcano, denunció en 2002 que había sido


raptado y asesinado por militares. Después de una emotiva misa y un
sepelio, sus restos, encontrados en diciembre en una fosa junto a otro
cuerpo vestido de camuflado, ambos con disparos en la cabeza, reposan
por fin en una bóveda con su nombre.

"SIN ACUERDO DE PAZ, ESTOS CASOS QUEDARÍAN EN LA


El secuestro en Colombia según el país

Con el propósito de cumplir su misión, la Policía Nacional viene trabajando en la mejora continua
de planes institucionales alineados con las políticas gubernamentales. A medida que pasan los
años, la mutación de los delitos ha obligado al Estado a fortalecer sus estrategias para
contrarrestar los flagelos que afectan a la ciudadanía en general, es así como se han ha creado
diferentes direcciones que atienden las exigencias de seguridad que requiere la sociedad
colombiana. Dentro de los delitos de gran impacto nacional está el del secuestro, y aunque se
podría pensar que es relativamente nuevo debido a su inclusión tardía en el Código Penal
colombiano (2000), es uno de los flagelos que más variaciones ha mostrado a través del tiempo,
no solo por el desarrollo en sí mismo, sino por los actores delincuenciales que lo han
protagonizado. El presente capítulo pretende describir la historia del secuestro en Colombia, las
razones de su surgimiento y fortalecimiento, así como las motivaciones que han llevado a los
diferentes actores a involucrarse en él. Es importante para la Policía Nacional de Colombia que la
sociedad conozca la historia de este flagelo de primera mano y comprenda cuál ha sido su
desarrollo, y los aspectos relevantes como: tipos de víctimas, estrategias y fines, entre otros. Para
entender los cambios que se han producido en la historia colombiana, algunos autores proponen
divisiones por periodos de tiempo en los que el secuestro presentó algún tipo de caracterización o
mutación. Rubio (2005) propone tres etapas: la primera entre los años treinta y ochenta, está
asociada a las primeras evidencias del secuestro en nuestro país y como marcador característico su
lugar de ejecución es netamente rural. La segunda etapa muta hacia el ámbito urbano y está
asociada a prácticas de grupos guerrilleros, en cabeza del M-19 y a la inclusión de nuevos actores,
los narcotraficantes. Se presenta durante toda la década de los noventa. La tercera etapa inicia a
finales de los años noventa y está marcada por la ejecución de secuestros indiscriminados
denominados “pescas milagrosas”. La Lucha Contra el Secuestro en Colombia 17 El Centro
Nacional de Memoria Histórica (2013), por su parte, en la publicación “Una Sociedad
Secuestrada”, propone cinco etapas o periodos, a saber:

1. Inicios. Etapa en la que empiezan a registrarse casos de secuestro en el país (1970 a 1989).

2. Escalamiento. Cinco años en los que este delito se fortalece y profesionaliza (1990 a 1995).

3. Masificación. Es la etapa más difícil por los altos índices presentados (1996 a 2000)

. 4. Contención. Los índices de secuestro descienden gracias a la atención del Gobierno (2001 al
2005).

5. Reacomodamiento. Recibe este nombre debido a que el delito muta a nuevas modalidades.
Abarca desde 2006 hasta 2010, aunque podría afirmarse que esta etapa continúa hasta hoy.

El secuestro en Colombia ha estado presente a lo largo de la historia, incluso desde la época de la


colonia, a pesar de que la tipificación de esta conducta como delito solo fue incluida en la
legislación colombiana a partir de 1936. Diversos autores refieren que los conquistadores fueron
los primeros en realizar dicha práctica en nuestro país. Según los registros, el primer plagio tuvo
lugar en el año 1537, cuando Gonzalo Jiménez de Quesada secuestró al Zaque Quemuenchatocha
en la localidad de Hunza, hoy Tunja. El conquistador exigió para su liberación los tesoros del mítico
Dorado. Sin embargo, después de haber recibido el oro el secuestrado no fue liberado, contrario a
ello fue torturado y cruelmente asesinado (Vallejo, 12 de diciembre del 2011). No obstante, el
secuestro solo empieza a registrarse oficialmente en Colombia a partir de los años treinta. El
primer caso de trascendencia mediática fue el de la menor de 3 años de edad, Elisa Eder Caicedo,
hija del empresario vallecaucano Harold Eder, dueño del imperio azucarero Manuelita. El hecho
marcó la historia de este delito en el país.

En tanto evidenció una planeación, ejecución y finalidad que determinaría el modus operandi de
casos posteriores. La niña fue raptada en horas de la mañana en riberas del río Aguacatal, Valle del
Cauca, el 31 de enero de 1933. Los delincuentes tenían planeado el lugar, día y hora para abordar
a la víctima, en el momento en el que usualmente la niña se encontraba sola con su niñera. Un
hombre bien vestido bajó de un carro de cuatro puertas se acercó a ella y a su niñera y les dijo que
por orden de la madre debía llevarse a la menor para tomarle unas fotografías para una
importante revista. La niñera confió en el desconocido, lo que la señaló como la primera
sospechosa del secuestro (Sáenz, 8 de mayo del 2013). Este hecho conmocionó a la sociedad del
Valle del Cauca y a todo el país e hizo que la Policía Nacional, que no tenía experiencia en este tipo
de delitos, iniciara operativos de vigilancia en las carreteras, estaciones y principales vías de Cali y
sus alrededores (Sáenz, 8 de mayo del 2013). Finalmente, para lograr el rescate de la menor la
familia concedió pagar la suma de cincuenta mil pesos, cifra que de acuerdo con la inflación
equivaldría actualmente a doscientos millones de pesos aproximadamente (Sáenz, 8 de mayo del
2013), aunque otros medios afirmaron que se trató de una recompensa que se ofreció a un
hombre que contribuyó con información para dar con el paradero.

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