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Lo demasiado lleno Y lo vacío

de
El siglo xx he sido el siglo de las devastaciones'
Re-
las destrucciones y de las recoflstrucciones'
que al finaíde la Segunda Guerra Mundial
"rr*.do
ro se t"bhn* más que de reconstrucción' Creo
re-
de mis
cordar los cálculCI§ a que se entregaba una
de villa
das bretonas Pára determiner a qué tipo
com-
podía aspirar en la peri{eria de Lorient como
un aParmmento en el
!**r*"ido por Ia pérdida de nue-
**rrtro de ta ciud*¿. ttt* gustaban las ciudades
vas que surgían del suelo, las c¿sas
modernas con
se distin-
de baao y calefacción central que
",r*rrotan.adicimente delos vieios inmuebles de la
-r* Mis gustos
;; baia de la calle Monge, en París'
'h* y aún ha carnbiado más Ia calle Mon'
"r-tiado, ápoca' era'
ge. Pero l* ,*árrstrucción, en aquella

sg
junto a la música y 1as películas americanaq el sírnbo-
lo de r¡na vide limpi*, moderna y brillante, el sím-
bolo de Ia vida a la que yo aspiraba.
El antropólogo de principios del siglo xxr, por
su Farte| no puede ser sensible más que a los cam-
bios de contexro y de escala que gobiernan hoy toda
des c ripcidn de I espacio. La urb*nizaci<í n de I mu ndo
rra acompañade de modificaciones en lo que pode-
mos definir como ,.s¡[r¿nerr. Estas modificaciones
gumdan, naturaimente, relación con la organiza-
cidn de la circulación, de las migraciones y de los
desplazamierros de p+blación, con la qrBanización
de l¿ confrontación enrre la riqueza y la pobreza,
pero podemos considerarlas, en sentido rnás am-
plio, como una exFansión de ]a violencia béüca, po-
lítica y soci*I. Y ello porque no hay duda de que es
l* violencia lo que se encuentra en el origen á* I",
remodelaciones urbanas y sobre todo de las obras
de consrrucción que, en diferentes lugares del mun-
do, dan a un tiempo restimonio de los enfrenta-
mientos que generaron las ruin¿s y del volunteris-
mo que preside las reconstrucciones; violencia de la
EuÉrra civil e inrernacional en Beirut, violencía de
la guerra mundial y delenfrentamiento errre el Este
y el Oeste en Berlín, violencia social en la.s peri{erias
parisinas; violencias surgidas justo en el momento
en que se piensa estar resolviendo las desigualdades
sociales y la separación en gueros mediantela implo-

1ü0
sión de los coniuntos urbanísticos- También t este
respecto resulta eiemplar el derrumbamienta de las
tsrres de Mmhemaru treduce un cambio de escala {to-
d.os pertenecemos al mismo rrnrndo, para bien y Fara
mai) y el surgimiento de ruevas Iormas de violen-
cia; es el fruto de la guerra civil planetaria. Añada-
mos quel en un siglo que priviiegia el estereotipo,la
copia o el f*csímil, el acontecimiento de Manhattan
se convertirá sin duda muy Pronto en el ejemplo
más demostrativo de [o que §e podría llamtr la pa-
radoja de las ruinas. Paradoja que es preciso comen-
tar: sin duda es en [a hora de las destrucciones más
generalizadts, erl la hora en qu€ existe una mayor
capacidad de aniquilamiento, euxndo las ruinas van
a desaparecer a un tiempo como realidad y §omo
concePto.
El munds de ia globaliz¿cién económica y tec-
nológica €s el mundo del rránsito y de la circult-
ción Jestacindose tcdo ello ssbre un trasfondo de
consurnr. Los aeropuertos, ias cadenas hoteleras,
l*s autopistas, los supermercados (añadiría de bue-
ne gena ¿ esta lista l¿s escasas bases de l*nzamiento
de cohetes) son no lugares en l¿ medida en quÉ sl¡
principal v+cación no es territsrial, no consiste en
id entid¿des sin gulares, relacion e s si mbólicas
"r**r
y patrimonios comunes, sino más hien en facilitar
[a circulación {y, por ello, el consumo) en un mun-
do de dimensiones planetarias-

101
Todos esros espacios tienen un aspecro de dd¡á-
ur*. Y un* de ias mejores formas de resistir la sensa-
ción de extrañeza que vivimos ¿l encsntr*rnos en
un país lejano consiste sin duda en refugiarnos en el
primer supermercado que veame$. Si tienen ese as-
pecto de déjá-v#, es, desde luego, porque se pare*
cen {aunque la iniciativa arquitecrónica haya podid*
convertir en notables singularidedes a aigunos de
ellos), pero también porque, en efecto, ya los hemos
vistn, en la televisión o en los prospecros publicita-
rios: forman parte del mundo colorista, tornasolado,
confonable y redundante cuyas imágenes nos soñ
propuestas por las agencias turísticas. Siendo re-
durrdantes, son tambián esprcios de lo demasiado
lleno, eunquer por otre pflrte, estos dos caracteres
se refuercen mutuámente. Un gfán reropuerto co-
mo Heathros¡ es un centro comercial famoso en
todo el mundo. En los aeropuerros,la televisión es-
tá presente en todrs partes (con la notable excep-
ción de Roissy). Las grandes cadenas horcleras cir-
cundan los aeropuertos y evitan que el pasajero *ren
tránsito" tenga que desviarse hasta l¿ ciudad ¿ la
que presten servicio- Los aeropuertos son, cad* vez
más, nudos de autopistrs y de ferrocarriles. En los
hipermercadss más importantes se hallan presenfes
rodos los servicios, principalmente agencias de viajes
y bancos. La r*dio y la televisión funcionen en ro-
das partes, incluso a lo largo de las autopistas, en

TOE
las est¿ciones de servicio, que también se transfor-
man en complejos turisticos ton re§tauráflte§r co-
mercios y espacios lúdicos para los niños- Todo ello
configura un inmenso juego de espeios que, de uno
al otro extremo de ]as zonas más activas del mun-
do, ofrece e cada consumidor un refleio de su pro-
pio estado febril.
En los espacios de lo demasiado Ileno existe tam-
bién una saturación de seres humanos- Las cerrete-
ras y las pistas de despegue se atascan' Las colas se
hacen cade vez más lrrgas. Las s¿las de espera, sean
o no confortables (es una cue§tión de c[ases), nun-
case vacían. El mundo de la velocidad y de la instan-
taneidad tiene a veces problemas Para administr¿r
su propio éxito, salvo cuando un suce§o de alcance
mundial ([a guerra del Golfo, el atentado de Nueva
York) llene de espanto y paraliza a urra Paffe de los
csnsumidores, p¿r*€ran aflgustia de las compañías
aéreas y de las profesiones vinculadas ¿l turismo.
Yivirnos en el mundo de I* redundancia, en e1
mundo de 1o demasiado lleno, en el mundo de la
evidencia. Los espacios de paso, de tránsito' son
aqr.léllos en los que se exhiben con rnayór insisten-
cia los signos del presente. É,stos se despliegan con
Ia fuerza de [a evidencia: los paneles publicitarios'
el nornbre de las firmas más conocidas inscrito con
letras de fuego en la oscuridad de las autopistas que
comunican con el ¿eropuerto (pensemos eÉ el nor-

1ü3
te de la circunv¿lación parisina),
los o*tensibles pa_
lacios del espectáculo, Je los deportes,
del .orrru'*o
que, a la salida dei aeropu*r,o,i*
aprenrjan contra
la ciudad, hacen ceder ,r, d*i*.ru,
y l* penerran
udlizando 1os pasos de los ferrocarrii*r, dl*
hs au_
topistas o de los accidentes naturales ríos).
ilos La
..ficha técnica» que tanto gusra
a Rem Koolhaas, la
hcha técnica que subvierre la ciud*d
histdrica, es un
espacio de lo demasiado lleno:
¿cómo extrañarse de
que se desborde sobre la ciudaj,
de que la moldee a
su propia imagen y Ia vueiva así coniorrre
a su To_
cación global?
L,os espacios de
lo vacío se encuentran estrecha_
mente enrremezclados con los de lo demasiado
lle_
no. A veces son los mismos, pero e distintas
horas:
el aeropuerto por la nache o po.la mañanar
poco
después de su aperturá, los ,prr"umientos
subte_
rráneos cu*ndo la afluencia es baja las baldos¿s
que.recubren la estación de Moritp¿rnasse
o las au*
topistas de Ia zona de le Dáfense
cu¿ndo la lluvia y
el viento las ltrelven intransitables.
El no l*gr. á
aprehende, según los momentos,
§omo u.e sature-
ción de pasajeros o como un vacío
de habitantes,
De forma rnis suril, lo lleno y lo vacío se fre_
cuentan. Enales, terrenos ímproductivos,
zonas ape_
rentemente cerentes de calificacién
concretr rodean
la ciudad o se infilrran erl ella,
dibujando en hueco-
grabado uflas zonas de incenid.r*Ére
que dejan sin

104
ciu-
rnspuesta la ilestión de saber dónde empieza ! Fran-
daá y dónde acaba. Las propias-ciudades, en
,* repliegan sobre ilt {centro histórico" (la rgle{a
"ir,
¿-i tigl"'xrr, el monumento a los caídos, la plaza
del
*.r"ido¡, siguiendo el mismo movimiento que las
ii*oo * páy*-",*t hacia el exterior sus zonts de *cti-
vid*d, p.** * que §e multipliquen las carreteras de
enlace y 1** ,oiortdas que suPuestamente
permiten
o la na-
al rrisitante curioso abandott¿t ia autopista
cional Para acercar§e * echar un vistazo' En ciertas
chabolas o
ciudades sudamericanas, los poblados de
los barrios pobres se infiltran a veces en les
proxi-
midades d* io* islotes centrales de h sobremoderni-
dad, islotes que se defienden mediante sus barreras
instala en-
electrónicas y su§ guardianes' El vacío se
se vive'
tre las vías de circ*rlació" y los lugares donde
o entre la riqueza y la pobrezá, un vacío que uflás
o
veces ,* d"rár* y otras veces cae en el abandono'
de en-
en el que hacen su m*driguera los más pobres
tre los pobres-
resr-
Existen otros *racíos además de estos vacíos
espacio
duales. Cuanto filenos consigue definirse ei
suPu€s-
urbant>, más se extiende (y a [a invers4 Por
toi. L*'.i,-rd¿d se cubre de obras de corrstrucción
(corno
qo* ,*rponden a una volunted de extensión
de
* l-* Piaine-Saint-Denis, hacia Aubervilliers)'
en los ¿1-
empalme o reunificaciór', como en Berlín'
,*d-*dor*, de la Potsdammerplat4 o de reconstruc-

TÚ5
ción, como en Beirut. En las obras de construcción
urbanas,la evidencia de lo dem¿siado [erro se
haila
ma11ada, plegada (en el sentido en que
se pliega un
vestido) por el misrerio del vacío. Ei*o.*,rto j*
U,
obras de construcción, de los solares en situación
de espera, ha seducido a los cineastts, a los
novelis_
tas, aios poem§. Actualmente, este encanto
se deben
en mi opinión, a su anrcronismo. En contra
de las
evidencias, escenifica la incertidumbre. En contra
del presente, subraya a un tiempo la presencia
aún
pelpable de un pasado perdido y 1* io*inencia
in,
cierta de lo que puede ruceder: hposibilid*d de un
rflstante poso corrientq frágif efímero, que
escapa
a Ia arrogancia del pr*r*rt* y a la evidencia
d. io
que fl está *quí. Las obras de oonstrucción,
en su
caso el coste de una iiusión, son espacio,
poériroi
en e[ sentido etimológico: es posibÍe h*.*i
ilgo *n
ellas; su estado inacabado deperrde de
una promesa.
Así es desde Iuego como lo entiende el p-oeta
Jac_
ques Réda, en Les Rwines d.e prlrís:

Yivo aquí desde elJ6, me explica el anciano con


cuyo perro ecebo de cruzarme ahora mismo (uno
de
esos negros cobardes de las afueras
que se largan a
toda prisa sin tan siquiera responder * tr, ,*l*áo,
que re increpan rafl pronto como se encuentran f
al
amparo de su barrera), y me üruesrra tode la
roperfi-
cie convertida en muros donde entsnces
crecía el tri*
go, l* alfalfa, y le da Io mismo. Le v¿ticino
que un díe

1tt6
estos arrabales se unirán a los de M¿rsella' co§a quÉ
[e alegra vagárrente, anadiendo que si, f,Pesár de todo,
me gusta esta desolación y esta invasión del desor-
den (su choza, su jardín, una fábricer ufl arroyo, dos
inmuebles, una case de campor l¡rr rnont€ alto, tres-
cientos nrumáticos), se debe a gue tengo la certeza
de que en este espacio se preparil un* revelación, o al
merrrJs su Fromesa. Cúnsteto en el fondo de sus ojos
turbios que yfl no me sigue en absolut*. Me siento
un poco confuso: qué revelacidn, en efecto, qué pro-
mesa de la que nada sg excepro -allí, ahora, sobre ese
muro situado enfrente de la estepa eri le que esPero
¿l autobús que üunca Pase- qus terminará por cum-
plirse.'

AsÍ escomo, con toda naturalidad, los esPacios


de lo vacío se describen en términos temporales. A]
igu*l que las ruinas, las obras de construcción tienen
múldples pasados, pasad+s indefinidos que suPeran
con mucho los recuerd6s de Ia vísperq perCI que' a
diferencia de las ruinas recuperadas por el turismo,
escapan al presente de la restauración y de la trans-
formación en espectáculo: desde luego, no escaparán
por rnucho dempo a e§to, pero al rneüos seguirán es-
timulando Ia imaginación mientras eristan, mientras
puedan suscitar ur sentimiento de esPera"
La arquitectura contemporáflea no aspiru a. la
eternidad, sino al presente: un presenter no obstan-

1. Gallimerd 19V7, pigs. 1I5-1 16.

107
te, infranqueable. No pretende alcanzar ia eterni*
dad de un sueño de piedrs. sino un preseflte inde-
finidamenre «susriruible". La duración de [* vida
normal d.e un irrmueble puede hoy estimarse, crl-
cularse {como la de un coche}, pero norrnalmente
se prevé que, llegado el momento, será susrituido
por otro inmueble (un inmueble que puede r€ner
aspectú de ser el mismo, como sucede con aigunos
cafés parisinos, o que puede deslizarse tras la fa-
chada conservade de un¿ construcción más anti-
gua). De esre modo, Ia ciudad acrual es un ererilo
presente: inrnuebles que pueden ser sustituidos unss
por otros y acontecimientos arquitectónicos, rrsin-
gularidades»r que son también aconrecimientos ar-
tísticos concebidos prra atraer a visita.ntes del mun-
do entero.
Ahore bien, durante algún tiempo al menos, los
solares y las obras de construccidn rebasrn e[ pre-
sente por sus dos costados. Son espacios en situa-
ción.de espera que actúan t¿mbién, de forma en
ocasrones un poco yaga,j como evocadores de re-
cuerdos. Reabren [a tentación del pasado y del fu-
turo. Ilacen las veces de ruines. Hoy, éstas ya no
pueden concebirse, no tienefl ya porcenir, corno si
dijéramos, dado que, precisamenre,los edificios no
§e cürsrruyen para envejecer, coincidienda en esto
con la lógica de la evidencia, con Ia lógica del eter-
nú presente y de lo dem¿siado lleno. La recons-

r08
trucción realizada de manera idéndc¡ (ideeda tras
l* guerra en ciudade§ como Seint-Malo y Yarsovia)
y, de rrranera mis general, las sustituciones' §e en-
cuentrf,n cn las antípodas de Ia ruina' Recreau unl
funciorralidad presente y eliminan el pasado'-
E[ dr*me es que hoy aplicamos a [a naruraleza el
ffato que in{ligimos a las ciudades: *preserYamo§»
ciertos sectores, en beneficio det esPeffáculo; Pre-
tend.emos sustituir ufla flanlraleza medi¿nte
otre
(por ejemplo, repoblando ios bosques), pero la na-
turaleza" como los hechos en otro tiempo, es testa-
ruda: si se le maltrata, reacciona. Los glaciares retro-
ceden, los mrres se desec*nr los desiertos avanzanl
las especies deseparecen. Ante§ gue nade, cuarrdo
*org*.1 accidente (por eiernplo, Chernobil)' Ia na-
*r"l*r* se ercá,rgt de multiplicar y de difundir los
des-
efectos de la imprudencia humana: el hombre
cubre que pertenece a Ia naturaleza cuando §e
Ye

obligado a escaPar de las instalaciones que habia


*orribido peraáomin¿rla" Demorémonos un ins-
mnte *n 1* ciudad de Pripiat, en Ucrania, fotogra-
fiada por Y*nn Arthus-Bertrand' Coms apagada
po. rrn* bomba *limpiao {la que se encarga de eli-
*irro, e los homb..* *in afecmr a los materiales)' la
ciudad aParece reducida a su glacial geornetría: ale-
nidas .orr*r*r*das, perpendiculares dominadas
per grandes parelelepípedos rectangulares de ven-
i*n*i alineaJas. Sin embargo, estas avenidas están
1ü9
desiertas y no hay nadie en las ventanf,s. Aparente-
merrte! no hay nada n en ruinls*, todo está intacto.
El pasado, aquí, tiene fecha. La evecuación fue de-
cretada de 1a noche a la mañana (un poco demasia-
do tarde, según parece). Se sabe muy bien cuál era
la función de estos espacios con forma de ecuarte-
lamientosr f esa función sería hoy la misma si no se
hubiera producida el accidente. Ruin¿ no, pero sí
crisis o accidente, ttl como hablamos de crisis car-
díaca o de accidente cerebral; muerte súbita, impre-
vista. De aquí, tai vez, el sentimiento de que [a ciu-
dad abandonada, cubierta por la nieve, la ciudad
cuÉ vida se ha retirado dejándolo todo intacto,
nos contempla a través de sus miies de ventan*s va-
cías, nos mira sin Yerno§, como un fantásmar y no
tiene nada que decirnos que no supiéramo§ ya. El
tiempo, aquí, no esctpa a ia hismria; la historia lo
ha mrtado.
Sólo una catástrofe, hoy, es susceptible de pro-
ducir unos e{ectos comp*rables a la lenta rcción del
tiempo. Comparables, pero no parecidos. La ruina,
en efecto, es el tiempo que escaPt e la historia: un
paisaje, une mezsla de naturaleza y de cultura qu§
se pierde en el pesado y surge en el presente como
un signo sin significrd+, sin ouo significado, al me-
no§, que etr sentimiento del tiempo que Fas¿ y {lue,
el mismo tiernpo, dura. Les destrucciones realiza.-
das por las catástrofes nauu¡*les, tecnológicas o pCI-

11ü
lítico-crimirrales, por su ptrte, pertenecen a la ac-
ruelidrd.
Jean Hatz{eld ha escrito un libroz sobre la gue-
re de Bosnia en el que principalmente evoca cier-
tos paisaies de escombros destinados ¿ durar tanto
como la gucrru y, gue, por este misma razón, a pÉ-
sar de los horrores de que dan testimonior no están
completamente desprovistos, a los oios de quien se
tome el trabejo o tenga la audacir de deiar deambu-
1*r Ia mirada, del encanto que asociamos con los es-
pe*áculos efímeros,
Saraievo, 1992:

Es una bifurcación Expuesta a los vientos y a los


francotiradores emboscados en los pabellones, sobre
lecoline de los bosques de alerces de Srero Brdo. Pe-
ro el lleger le ndche, todo se vuelve inmovilid*d en
este lugar en el que me guste detenerme.
El cruce delimiteuna ancha explened* triangul+r
que ie prolonga hasta la orilla por une superficie de
almacenes destruidos, un hornogéneo e increíble
ámontonemiento de hormigón, de hierro, de vidrio,
bañado en un ceduco olor a polvo. Con el correr de
los meses,los muros,los árboles,las acera§ han sido
esoledos pot los fisparos de los tanques' A estos es-
combros se han *ñadido los restos de lss inmuebles
circundrntes, emPujados por las palas y el viento, así

2, L'Ai¡ de la y+trre,I- Olivier, 1994'

111
como les holsas de basura que Ia. chatarra y los pe-
rros han destripado poco a poco. Caminemos sobre
un tapiz de vidrios que rechin¿n, de piedras, de ro-
dapiÉs con clavos y de cascotes. Enre los muros ro*
tos, huele a plásúco cerbonizado rnezcledo con el
agradable olor del menrillo de hajas, El esqueleto des-
vencijado de un tranyía que fue rojo y blanco sigue
eún ehí; se convirtió en lo que ahora es en una fecha
muy precisa, la del tercer día del átaque lanzado por
la artillería federal {pág. 12 de la edición francesa).

Los escombros plantean inmediatamente proble-


mas de gestión: ¿cómo deshacerse de e[los] ¿Qué
reccnstflrir? Así fue corno rápidamente surgió en
Nueva York la pregunta de si era preciso reconstruir
de forma idéntica lts Torres Gemelas o si se debia
sustituirlá.s por otra cosa (conservando, evidente-
mente, alg+ del pesf,do, una alusiófl, urra cita, unpo-
co al modo en que, en Berlín, el campanario rajado
de l¿ Gedlchtniskirche pretende ser un recordatorio
del pasado). En cualquier caso,las destrucciones, te-
rroristas o de otra índoie, tienen fecha, y l* funcio-
nrlidad perdida {para la cual se buscan *con la preci-
pitación propia de las catástrofes» soluciones de
rec*mbio) debe recuperar su lugar. Estamos lejos del
tiempo puro que se desliza entre los pesados múld-
ples y esa funcionalided perdida, pero menos lejos
de [a ffansformación en espectáiulo que reruFera
taflto los acontecimientos como l¿s nrinas.

112
Con b*stante lógica en uila época que sabe des-
truir, y que incluso se ¿fana en ello de forma Bene-
ralizada, pero que privilegia el presente, la imagen
y la copia, hay artistas que han quedado seducidos
por el tema de las ruinas. No se interes¿n yá. en
ellas al modo de los aficionados a las ruinrs del si-
glo xvtn, que jugaban, por melancolí¿ o por hedo-
nismo, con Ie idea del tiempo que pasa; ahora lo
hacen para imaginar el fururo. En los años setenta,
el terror nuclear impregnó el imaginario, y ta agen-
cia est¿dounidense Site corrcibió unos aparcarnien-
tos y unos $upermercados con form¿ de ruinas que
prefiguraban la catásmafe que estabá por venir así
como los i¡acíos que les seguirían. Anne y Patrick
Poirier, hoy en Frencia, imaginan una ciudad del
futuro, Exótica, que habríe sido devast¿da For no
se sabe qué cataclismo: de hecho la fabrican con
materiales re cuperados. Resulta signific*tivo que,
para devolver e[ tiempo a la ciudad,los ertistás ten-
gan necesided de ruinas: cuando éstas escapan a la
transformación del presente en espectáculo, son,
como el arte, una invitación a [a experiencia del
tiempo. Sin embargo, también resulta significativo
que necesiten convertirlas, para imaginarlas, en un
recuerdo venidero, que precisen recurrir al antefu-
turo y e una utopía siniestra, la de un desastre que
habrá obligado a la humanidad a «evacuer la zona,n
I {ue, por consiguiente, es necesario representarse
113
bien desde hoy mismo, por anticipado, Fara que
tenga al menos algunos testigos.
Algunos grandes fotégrafos de Ia ciudad (pien-
so, especialmente, enJean Mounicq, en Francia, y
en Gabriele Basilico, en ltalia) intenterofl aprehen-
derla como una nrina, sorprendiÉndola cuands se
encuentra vacÍa de habitantes. París, Milán, Roma,
Veneciao se convierten, a través de su miradq y a se-
meianza de Pripiat, en ciudades desiertas. Sin em-
bargo, sabiéndoles vivas, vemos más bien en su se-
cuencia una serie de endcipeciones o de fantasmas
--ciudedes selidas de le historia pero no del tiempo,
ciudades que podríen haber nacido de Ia visidn de
Proust o de Thomas Mann, de Freud cuando da
vuelt¿s en redondo por las caflejuelas de una ciu-
drd iteliana, o aun de algun novelista venidero de
nuestrf, sobre modernidad urbana.
Todo sucede como si e[ porvenir no pudiera ima-
ginarse sino como el recuerdo de un desastre del que
no cons€rváramos hoy más que e[ presentimiento"
Sin ernbargo, Estos juegos relacionados con el dem-
po s€ prestan a diversas lecturas. Pensemos efl otra
ohra de los Psirier, de 199S. Situada en los jardines
del Centro de Arte Contemporáneo Luigi Pecci
de Prato, tiene la fsrme de una eflorrne columna de
tempio clásico despiomada sobre el césped, a modo
de ruina gigarrtesc¿ de amonton¿miento de bloques
cilíndricos entre ios cuales hay unos que quedan

114
suspendidos ilr el aire, retenidos por el docto equiü-
brio que los mantiene pegedos a sus vecinos, mien-
tres que otrosl los de la cúspide, se hallan separados
del conjunto y parecen haber sido proyectados a
dist¿ncia en el inst¿nte del derrumbamiento- Sin em-
bargo, el conjunto es de resplandeciente acero, y ha
sido compuesto de forma muy minuciosa' de modo
que el tímlo de la obra, tomado de Horacio, Exegi
M onn*r*tt+tt Aere Perermiws, resulta doblemente
ambiguo. En una primera lectura, el tírulo es senci-
llamente irónico (el derrumbamiento de la coiumna
muestra suficientemente en qué ha venido a par*r la
eternided del rnomrmento). Sin embargo, y a, fin de
cuentas, el verdadero monumeilto (la representación
de la ruina) permanece' Por su Parte, intacto, y Por
mucho tiempo. De mo/o que el título admite una
lectura no irónica. El morrumeflto e§ tan sólido co-
mo eI acsro del que está hecho. S*brevivirá a sus
autores. §implemente, rePreseflta ufla ruina con for-
ma antigua, una ruina como las que ya no produ-
ciremos (salvo en el caso de que' por azar' eayera
una bomba sobre la Acrópolis), encarna unl uto-
pía, una imagen del tiempo que hemos perdido y a
cuya húsqueda no r€nuflcie el rrte.
A decir verdad, tanto si representa un pesado fal-
so (una coiumna rorrtárlfl de tcero) como si encarna
una utopía siniestra (una ruina por venir), la obr*
juega csn el tiempo, deliheradamente' trl como ha-

115
"de época". L*
ce, sin quereriü, la obra percepción
podido tener los con'
que tendrían o que habrán podido
temporáneos del estado iniciel de la ruina construi-
da por el artista se nos escapa tanto más cuanto que
estCIs cCIntemForáneos nunca existieron o nunca
existirán -no rnás que ese est¿do inici¿l-. La caren-
cia que Expresa entonces Ia obra de arte rro es ya la
de u¡ra mirada desaparecida, la de una mirada que
jamás corrseguiremos restituir por completo, sino
la de una rnirada inexistente. La carenc.ia se hace
ausencie. Hubert Robert y los aficion¿dos a las rui-
nas del siglo xflII imagin*ban un pnsado ficticio,
un fantasma que embrujaba de forma amable un
paisaje bucólico. Los artistas actu¿les imaginan
un futuro no ad¡¡enido eún. IJnos y otros presien-
ten (y los segundos con meyor intensidad aún) que
incumbe al arte salvar lo que hay de más precioso
en las ruines y en las obras del pasado: un sefltido
del tiempo ta.flto más provocador y conmovedor
por cuanto no es posible reducirla a histsria, Por
cuaflto es conciencia de une carencia, expresión de
una ausencia, puro deseo-

IJ6

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