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OPINIÓN PÚBLICA. RESUMEN 1º PARCIAL

MONZÓN
“Opinión pública, comunicación y política”
La OP es un concepto polisémico y complejo, producto de las variaciones que han
sufrido a lo largo del tiempo los dos términos que la componen: «opinión» y «público».
- OPINIÓN
La historia de la OP (propiamente dicha) debe situarse en los comienzos de la Edad
Moderna, junto al desarrollo de la imprenta, la expansión de las ideas democráticas y el
nacimiento del público político. No obstante, las primeras referencias más claras vienen
de Grecia y Roma.
Platón y Aristóteles desarrollan, desde la filosofía, el concepto de “opinión” (doxa).
Para el primero, la doxa es un conocimiento parcial e inseguro de la realidad, basado en
impresiones y ambigüedades. Aristóteles, en cambio, acepta la vía de la opinión como
forma de acercarse a la verdad, ya que entiende aquélla como un conocimiento
aproximado o probable.
En la cultura romana, cuando se habla de opinión (rumor o fama) ya no se la entiende
en sentido filosófico, sino publicístico. “Opinión es sinónimo de apariencia, suposición
o notoriedad, la buena o mala imagen que los demás tienen de uno mismo” [Monzón:
23].
A lo largo de la Edad Media, domina la concepción vertical de entender las relaciones
entre poder y pueblo; así, no existe lugar para la OP. Sin embargo, el Renacimiento trae
aires de renovación siendo “(...) Nicolás Maquiavelo quien nos introduzca en la
prehistoria propiamente dicha de la opinión pública (...) [ya que] reconoce el poder de la
opinión pública, «con el objeto de construir una teoría del manejo de esta opinión que él
sabe maleable, sensible a la fuerza y fácil de engañar»” [Monzón: 26].
Frente al posible apoyo que puedan darle los grandes o notables del reino, el príncipe
necesita siempre del aprecio, la estima o el favor popular. Maquiavelo reconoce el
concepto romano de opinión como la (buena o mala) imagen que los demás tienen de
uno. El príncipe debe aparecer ante los demás con la mejor imagen posible: “Procure,
pues, un príncipe conservar y mantener el Estado; los medios que emplee serán siempre
considerados honrosos y alabados por todos; porque el vulgo se deja siempre coger por
las apariencias y por el acierto de la cosa” [citado en Monzón: 28].
Recapitulando: “(...) dos formas distintas de entender el término «opinión», que
ayudarán más tarde a explicar el concepto de opinión pública: la primera de ellas
se sitúa en el plano filosófico y traduce los significados de doxa y opinio como
semisaber, juicio incierto o conocimiento probable y, la segunda, desde un punto
de vista publicístico, se equiparará con reputación, fama o notoriedad” [Monzón:
46].
- PÚBLICO
Tanto en Grecia como en Roma quedan perfectamente diferenciadas las esferas de
“privado” (gira en torno al domicilio doméstico y la reproducción de la vida) y
“público” (refiere a aquellas actividades cívicas y comunes donde el ciudadano puede
participar como ser libre).
Esta contraposición es apenas usada durante la Baja Edad Media; es más apropiado usar
los términos germánicos “común” (accesible para todo el mundo) y “particular” (propio
y de uso exclusivo para cada uno) [período de transición – pueblos romagermánicos].
“Entre las causas más importantes que contribuyen al cambio de la mentalidad medieval
en mentalidad moderna se encuentran el invento de la imprenta, el poder emergente de
la burguesía, la vuelta al pasado de los clásicos, el nacimiento del Estado-Nación y la
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ruptura religiosa con la reforma protestante. La imprenta se convierte en el mejor


soporte de la comunicación y la publicidad y, en el espacio de dos siglos, ayudará a
crear las bases necesarias para el surgimiento de la opinión pública” [Monzón: 32].
En esta línea, los cafés, los salones de té y los clubes se erigen como incubadoras de la
OP:
- los cafés entran a Inglaterra a mediados del siglo XVII y se convierten en poco tiempo
en centros populares para adquirir y comunicar noticias, para hacer debates políticos y
para realizar crítica literaria
- los salones franceses se remontan al siglo XVIII. En ellos se reunían hombres y
mujeres [verdadero experimento de igualdad] distinguidos que disfrutaban de la
conversación, la crítica, el libre pensamiento y las ideas irreverentes.
Hechos estos planteamientos, Monzón recorre autores que, si bien no utilizan el término
«opinión pública», irán desarrollando poco a poco el concepto y sus funciones en la
sociedad:
Locke: destaca la importancia de la ley de opinión. Ésta remite a una “opinión”
entendida como la idea que los demás tienen de uno; “Es el poder del «qué dirán», del
clima de opinión o de la mentalidad del grupo que presiona para que nadie se desmande
o se margine y permanezca dentro del sistema de valores de la colectividad” [citado en
Monzón: 47]. En este sentido, es un control social indirecto más eficaz que la censura
formal.
Rousseau: define la opinión pública como la aclamación constante de la voluntad
general de un Estado cuya perfección no se cuestiona.
Establece una relación estrecha entre opinión, costumbre y ley, atribuyendo a la
opinión pública la función de árbitro moral de la sociedad a través de la censura y la
función de elaborar leyes que expresen la voluntad general.
Liberalismo clásico: la opinión pública es el resultado del pensamiento de todos
aquellos ciudadanos interesados en un tema común. Así, la sociedad es entendida como
un gran organismo de discusión libre, donde todo el mundo puede opinar, escuchar,
discutir, plantear problemas y soluciones.
Los principios que guían al liberalismo son:
› individualismo
Sólo a través del interés personal se puede pasar al interés general
› igualdad política
El origen del poder está en el pueblo. Consecuentemente, todos los ciudadanos están
colocados en el mismo plano de la ley y la única autoridad proviene del consentimiento
de la población.
› libertades civiles (o individuales) y públicas (o políticas)
Las libertades civiles se refieren a todas aquellas actividades que afectan la libertad
privada, con la única limitación de la libertad de los demás. Contrariamente, las
libertades públicas necesitan de los demás para su realización.
› limitación de los gobernantes
Separación de las esferas privada y pública y limitación al mínimo de las funciones del
Estado.
› pluralismo político
Marco social donde todos tienen cabida.
› separación del poder económico del poder político
El primero forma parte de la actividad privada, la sociedad civil, y, el segundo, de la
esfera pública, el Estado.
Tomando como base estos preceptos, el punto de arranque de la OP debe situarse en las
personas privadas, en las opiniones que emiten los particulares sobre los asuntos de
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interés general [cuyo interlocutor es el Estado; sólo “hablan” los propietarios –burgués e
ilustrado]. Desde esta perspectiva, la OP ejerce funciones de control y crítica frente al
poder.
Tocqueville: OP = fuerza de opresión.
Se centra en alertar sobre el poder de las mayorías: “En las épocas igualitarias, a medida
que los ciudadanos se nivelan y asemejan (...) aumenta (...) la masa, y su opinión llega a
ser la que conduce el mundo” [citado en Monzón: 81].
Frente a esta situación, existen escasas garantías. ¿A quién acudir entonces? A la
libertad de prensa.
Stuart Mill: entiende la OP como la expresión de las masas y su poder.
Ante el poder de las masas, concebirá la libertad, la integridad, el respeto a la persona y
la distinción personal como bienes intrínsecos [inalienables]. Debe defenderse la
libertad a través del dominio interno de la conciencia, la absoluta libertad de
pensamiento y sentimiento y la libertad de expresar y publicar las opiniones.

BÉJAR
“Rousseau: opinión pública y voluntad general”
“J. J. Rousseau (...) con su Discurso sobre las ciencias y las artes (...) se revela contra la
Ilustración, sus protagonistas, su ideología y el papel nefasto de la cultura. La
civilización – dice – ha traído la alienación al hombre y la cultura ha desnaturalizado su
estado primitivo (...) La cultura y su portavoz, la opinión pública, no son, sin embargo,
la causa de los males, sino la consecuencia de una situación que encuentra su raíz en la
desigualdad humana. Esta idea la desarrolla en el Discurso sobre el origen y los
fundamentos de la desigualdad entre los hombres (...) En el primer estado el hombre
evoluciona de una situación autónoma, individual y aislada (nomadismo) a una
situación grupal. Se vuelve sedentario, se ubica en el espacio formando comunidades y
a través de las relaciones interpersonales y el uso del lenguaje va creando un nuevo
espacio simbólico y social que posibilita la entrada de lo público y la opinión pública.
Las relaciones son directas y espontáneas y el espíritu comunitario resultante responde a
los deseos individuales; por ello, la opinión pública es auténtica y muy distinta a la
opinión de los ilustrados.
En el tránsito del paleolítico al neolítico el hombre se separa de su espacio-entorno,
empieza a organizarse, aumenta el progreso económico y, como consecuencia, surge la
necesidad de acumular riquezas y el deseo de agradar. La pérdida del estado de
naturaleza ha traído el reino de la ficción y de las apariencias y la opinión pública ha
perdido su carácter de representación colectiva para transformarse en opinión privada de
los poderosos (...)
Rousseau (...) busca un nuevo tipo de sociedad donde el estado de naturaleza se
reencuentre con el estado social, sociedad ideal que describe en El contrato social. La
nueva sociedad se basa en un contrato donde las personas, libre y espontáneamente,
entregan su libertad para unirse en una nueva mentalidad común que llama «voluntad
general»: «Cada uno de nosotros – dice Rousseau – pone en común su persona y todo su
poder bajo la suprema dirección de la voluntad general; y nosotros recibimos
corporativamente a cada miembro como parte indivisible del todo». Este gesto de
solidaridad y de «entrega incondicional al espacio público conlleva la solución de la


“La opinión pública, por lo tanto, no tiene por sujeto al cuerpo de ciudadanos, sino a una parte
minoritaria que llamamos público burgués e ilustrado y que, pretendiendo representar el punto de vista de
la población, no hace sino representar los intereses de su clase” [Monzón: 67].

‘Masas’ definido como ‘mediocridad colectiva’
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contradicción entre la conciencia privada y el ser social», transformando al «individuo»


(particular) en «ciudadano» (público)” [Monzón: 47 y 48].
El objetivo del texto es analizar el concepto de OP, rastreando su evolución en los
principales escritos rousseaunianos y visualizar las consecuencias teóricas que conlleva.
Los textos a trabajar son:
1) Discurso sobre las ciencias y las artes
2) Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres
3) El contrato social
En su primer Discurso, Rousseau acomete una dura crítica con la Ilustración, que tras la
apariencia de libertad y progreso, ha caído en un estado de hipocresía y corrupción
absolutas: “(...) la cultura es el mundo de la apariencia (...)” [Béjar: 194].
El autor critica las consecuencias de la civilización. Según explica, la cultura se opone a
la naturaleza y produce un nuevo ser humano desnaturalizado y escindido de su propia
existencia social. Como ser social, vive pendiente de las formas y la OP, tratando de
dar una imagen al gusto de los demás hasta el punto de prescindir de la moral si con
ello gana prestigio o fama → DESPERSONALIZACIÒN: “(...) desde el momento en
que el individuo vive pendiente de la mirada de los demás, ya no es él, es un ser-para-
los-otros” [Béjar: 194] [ALINEACIÓN].
Sin embargo, la cultura (y su portavoz la OP) no es la causa del mal; la genealogía del
mal nace de un problema social: la desigualdad, que engendra riqueza, lujo y ocio.
Se hace necesario, entonces, investigar el proceso que da lugar a esta desigualdad.
Así, nos remitimos al segundo Discurso donde Rousseau hace la reconstrucción
hipotética del proceso de paso del hombre como ser natural e independiente al individuo
civilizado, ansioso, inseguro y progresivamente dependiente.
Se distinguen dos espacios:
NATURAL (fases)
– En el estado de naturaleza los hombres, originariamente autónomos, viven de forma
individual, aislada; prima la “sociabilidad reflexiva”: los contactos son efímeros y
dependen de las necesidades del momento.
– La «primera revolución» [revolución agrícola] coincide con el Paleolítico: el
nomadismo ha terminado y los hombres se asientan. Esta «edad de oro» supone un
espacio afectivo, un tiempo feliz que contiene la libertad del estado anterior; esta
«sociedad natural» se guía por las costumbres. Es en esta época cuando se origina la
opinión pública, nacida del continuo contacto que supone la vida grupal; la opinión es
realmente pública por ser colectiva.
SOCIAL (fases)
– La «segunda revolución» [aparición propiedad], que se sitúa históricamente en el
Neolítico, lleva a una separación radical del hombre con su espacio-entorno: los
hombres empiezan a relacionarse y surgen las formas de organización. El aumento de
las necesidades inaugura el reino de la apariencia; así, el hombre se escinde luchando
internamente entre su verdadera naturaleza y sus nuevas necesidades ficticias; cada
individuo, en competencia con los demás, debe tenerlas o simularlas en una absoluta
dependencia de la OP.
Aparece la ansiedad por agradar, la necesidad de acumular bienes y fama, la urgencia
por mostrar el propio valor. En este sentido, la opinión pública está formada por ciertos
individuos: aquellos que juzgan precisamente en función del poder (traducido
principalmente en propiedad) que tienen.
“(...) la opinión primitivamente pública de la comunidad se transforma en opinión
privada de los poderosos que hacen valer sus criterios al conjunto de la sociedad (...) la
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colectividad (...) se siente enajenada de su voluntad y juicio por la imposición de unos


criterios que, no siendo los suyos, pretende representarla (...) [Béjar: 196].
– Consecuentemente, aparecen la desigualdad y la guerra; el espacio se llena de
relaciones sociales y económicas cada vez más complejas (división del trabajo,
explotación del espacio natural, apropiación del excedente, propiedad privada,
instauración de la ley, gobierno político) hasta que este proceso de degeneración
culmina con la instauración de un contrato injusto. El autor extrae dos conclusiones
principales (de esta exposición): por un lado, la cultura propicia el desarrollo del
hombre y a la vez lo degenera; por otro, la moralidad del hombre natural ha sido
reemplazada por la inmoralidad que representa vivir no para sí, sino de cara a la
OP.
Ante esta crítica sólo cabe una solución: Rousseau construye un modelo de sociedad
ideal en El contrato social, que supone la instauración del estado de naturaleza en el
estado social, la renaturalización de la historia por medio del artificio político.
El contrato es una construcción teórica que tiene principalmente dos funciones: una
dimensión normativa, en tanto que «entre de la razón» que armoniza naturaleza y
cultura, así como un modelo útil para juzgar la perversión actual, y una dimensión
liberadora, puesto que a través de él la historia deja de ser sufrida para ser vivida como
gozosa construcción común. Se trata de que la colectividad cree una sociedad
voluntariamente.
El contrato social es un tratado sobre la legitimidad del poder, planteado como algo
voluntario y libre, poder capaz de unir la seguridad, perdida en el espacio social cuando
la vida se convierte en una jungla de intereses en lucha, y la libertad, perdida en el
espacio natural y jamás reencontrada.
En la nueva sociedad, el individuo vive enteramente para la política, convertida en
moral y práctica vital en la que todos participan, cediendo su vida privada por completo
a la esfera pública que les permite realizar su destino común. La cláusula fundamental
de este contrato es la negación conjunta de la libertad de cada uno; la entrega
incondicionada al espacio público. “(...) la construcción de este sociedad perfecta,
libre y voluntaria, cimentada en el apoyo claro y unánime de la colectividad, en la
«voluntad general», conjunto de sujetos que han consentido en ser borrados para
acceder al ámbito de la verdad y así salvar la historia del hombre, en un acto de suprema
redención a través del Estado (...)” [Béjar: 197].
Necesariamente se modifican las principales categorías conceptuales:
› libertad: “(...) en el principio, cuando el hombre era un ser aislado y moralmente
indiferente y primaba el instinto había «libertad negativa», es decir, no reconocida,
definida o institucionalizada (...) Mucho tiempo después, en un espacio civilizado y
competitivo, donde priman la razón y la astucia, existe la «libertad del ser privado», que
será sustituida por la del ciudadano, la «libertad del ser público», que se caracteriza por
una obediencia voluntaria a los límites de la ley, es la libertad (...) del contrato social”
[Béjar: 197].
› ley: es el supremo criterio de justicia en la comunidad.
› Estado: es un fin en sí mismo, en cuanto realización colectiva del bien en la historia.
› moral: “(...) de la amoralidad del hombre en soledad, independiente para pensar y
actuar, de esta «amoralidad negativa» por innecesaria en una vida no conflictiva, se pasa
a la moralidad pública de un individuo-masa que obedece a la ley (...)” [Béjar: 197].
› OP: “(...) la opinión pública tiene que ser auténticamente democrática (ha de refrendar
el poder soberano de la voluntad general, por lo que se superaría la injusticia originaria
de un gobierno que nació del abuso) y colectiva (ser la voz del pueblo en el ejercicio
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mismo de su comunicación, para rebasar la opinión minoritaria de los círculos


ilustrados, propia de la civilización degenerada)” [Béjar: 198].
Existe una estrecha relación entre opinión, costumbres y ley: Rousseau insiste en la
opinión pública cuyo control por medio de la censura revierte en la purificación de
las costumbres. Así, actuando sobre el juicio moral de los hombres (por medio de la
manipulación del pensamiento o de su mera contención), se purifican las costumbres
(que se mantendrán firmes si las leyes también lo son). A través de la censura, que actúa
como correctivo de la opinión, se fuerza a los individuos a desprivatizarse y convertirse
de buen grado en «voluntad general».
Por lo tanto, haciendo coincidir el pensamiento de cada individuo y su conducta con la
voluntad general [unanimidad de opiniones], éste debe rendirse al Estado. La OP es
dominio total del Estado y de sus aparatos ideológicos. “Rousseau define esta opinión
pública como el juicio de la masa sobre asuntos generales, del mismo modo que la
voluntad general es la acción conjunta de la colectividad” [Béjar: 199].
La OP tiene, entonces, dos funciones principales:
a) ser árbitro moral de la sociedad a través de la censura
b) formular la voluntad de la sociedad elaborando leyes a través del legislador
La opinión pública se convierte en aclamación constante de la voluntad general de un
Estado cuya perfección no se cuestiona.

PALEOLÍTICO NEOLÍTICO CONTRATO


SOCIAL
PERCEPCIÓN positiva negativa positiva
NACIMIENTO conversación núcleos de poder voluntad general
colectiva (Estado)
FUNCIÓN sociabilización imposición de - árbitro moral de las
los grupos costumbres
dominantes - dicta leyes
ES sí, porque es no, porque se sí, porque es la
VERDADERAMENTE colectiva privatiza expresión del todo
PÙBLICA?
* Béjar: no, porque no
hay disenso

* Crítica hecha por Béjar: “(...) seguiremos la hipótesis de Habermas que «descubre»
que la opinión a la que Rousseau se refiere en El contrato social no tiene nada de
pública, sino todo lo contrario (...) cabe preguntarse: ¿Dónde queda este sujeto que ha
entregado al ser público su personalidad, su libertad, su moral y se ha tachado a sí
mismo en aras de una comunidad que siente como profundamente suya en tanto que
conjunto de voces, dónde queda si su juicio, su criterio, su sentir tampoco van a ser
suyos? (...)” [Béjar: 198].
Se elimina la discusión pública.
Se obvian las contradicciones.
La crítica es considerada como traición.

TOCQUEVILLE
“La democracia en América”
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El autor destaca el IMPERIO / PODER DE LA MAYORÍA como correspondiente a


la esencia misma del gobierno democrático. Éste será un concepto clave en su obra,
definido como predominante e irresistible.
“El imperio moral de la mayoría se funda en (...) la teoría de la igualdad (...) se funda
también sobre este principio que los intereses el mayor número deben ser preferidos a
los del menor” [Tocqueville: 108].
Tocqueville basa su teorización en el estudio que hiciera sobre la sociedad
norteamericana. Allí, prima la poca garantía contra la tiranía [de la mayoría]. Es
justamente la OP la que forma dicha mayoría. En tanto ésta última se mantiene
dudosa, la gente habla; pero en cuanto se ha pronunciado irrevocablemente, todo el
mundo se calla. Se sigue de esta idea que “(...) la mayoría está revestida de una fuerza, a
la vez material y moral, que actúa sobre la voluntad tanto como sobre las acciones, que
impide al mismo tiempo, el hecho y el deseo de hacer” [Tocqueville: 115]. La mayoría
traza un círculo formidable alrededor del pensamiento, viviendo en una perpetua
adoración de sí misma.
Claramente, se entiende que la mayoría se desarrolla dentro de un gobierno
democrático, donde la propensión a la igualdad es irrefrenable. En consecuencia, se
hacen necesarios determinados elementos para conservarlo:
– una forma federal, que permite a la Unión gozar del poder de una gran república y la
seguridad de una pequeña;
– unas instituciones municipales, que moderan el despotismo y al mismo tiempo, dan al
pueblo la afición a la libertad y el arte de ser libre;
– un poder judicial, que sirve para corregir los extravíos de la democracia y disminuir
los movimientos de la mayoría [aunque no llega a detenerlos].
El principal: las costumbres (entendidas como los hábitos del corazón, las diferentes
nociones que poseen los hombres, las diversas opiniones que discurren entre ellos, es
decir: todo estado moral e intelectual de un pueblo). “Son, pues, particularmente, las
costumbres las que hacen a los americanos de los Estados Unidos únicos entre todos los
americanos, capaces de soportar el imperio de la democracia (...)” [Tocqueville: 143].
Las costumbres permiten el mantenimiento de las leyes y éstas, del régimen de
gobierno. El secreto está dado en que las instituciones democráticas son introducidas
prudentemente en la sociedad, mezclándose poco a poco con los hábitos y fundiéndose
con las opiniones mismas del pueblo; de esta manera, logran subsistir.
 OP = OPINIÓN DE LA MAYORÍA (NO DEBATE); ES UNA FORMA DE
CONTROL SOCIAL.
La OP se circunscribe al sistema político. Por ello, el sujeto de la OP es el ciudadano;
éste internaliza la OP y “teme” expresarse en tanto su opinión no coincida con ella.
La OP coacciona al individuo; fija límites a la libertad [individual].
 Tocqueville entiende la democracia como igualdad de condiciones; un modo de ser
de la sociedad. Es, según lo define, un proceso irresistible e irreversible. En este sentido,
EEUU es su “ideal de democracia” puesto que allí la pasión por la igualdad es
intrínseca: al no haber sufrido revoluciones democráticas y haber nacido todos iguales
comparten desde el comienzo un sistema de creencias, valores, ideales y nociones
[Adrogué lo definiría como la “ideología americana o american creed] que les permite
la unidad. Son hábitos, costumbres que los habitantes del suelo norteamericano han ido
internalizando a través del tiempo y les brindan la seguridad de la identificación mutua
como nación. A partir de estos valores y máximas (morales) + su tendencia natural a la
igualdad han estructurado un ordenamiento político basado en la equidad y la libertad.
Sin embargo, la igualdad tiene desventajas: al establecer una uniformidad de ideas,
suscita menos el pensamiento individual y ubica la verdad donde está la mayoría. Como
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consecuencia, el hombre deja de pensar por sí mismo, convirtiéndose en parte de la


“masa”, pero simultáneamente exacerba su individualismo en el plano privado.
Socialmente, la mayoría centraliza el poder de decisión y ejerce un despotismo sobre
aquellos que piensan u opinan diferente. La OP esbozada desde la cúpula presume el
mantenimiento del orden por medio de un control social [sobre el pensamiento
individual].
Siguiendo el trazado teórico de Tocqueville, se infiere que la relación entre democracia
y costumbres es muy estrecha: en tanto la democracia exalta los valores de igualdad y
unidad, se sustenta en ese sistema de creencias e ideologías comunes que permiten la
vinculación de unos individuos con otros a través de concebirse como miembros de una
misma nación, que piensan, sienten y actúan parecido. Aquel que intentara transgredir
este orden y expresarse contrario a la opinión mayoritaria [es obvio que si piensan,
sienten y actúan parecido, los hombres necesariamente van a compartir sus opiniones]
es visto como un hereje y traidor a los valores tradicionales. Es que justamente la
tradición y la costumbre son valores fundantes.

STUART MILL
“Sobre la libertad”
El autor boga por la libertad individual, puesto que entiende que “(...) el libre
desenvolvimiento de la individualidad es uno de los principios esenciales del bienestar”
[Stuart Mill: 127]. Así, en las cosas que no conciernen a los demás debe ser afirmada la
individualidad; ya que donde la regla de conducta son las tradiciones o costumbres, falta
uno de los principales elementos de la felicidad humana y del progreso tanto individual
como social.
LA OPINIÓN DEBE SER LIBRE – LA UNANIMIDAD DE OPINIONES NO ES
DESEABLE.
El seguir las costumbres desarrolla caracteres ordinarios, sin práctica alguna en la
facultad de discernir, desear lo mejor, decidir, prever y determinar. No permite el
ejercicio de las capacidades propias y únicas de cada ser humano.
Stuart Mill considera que la sociedad actual [de su tiempo] sufre de la falta de impulsos
y preferencias personales; el espíritu se doblega a la conformidad; la singularidad de
gusto o la excentricidad de conducta se evitan como crímenes; no se tienen ideas ni
sentimientos propios; en conclusión: no hay voluntad propia.
Los individuos están perdidos en la multitud. A través de la OP, la masa gobierna al
mundo ejerciendo una «tiranía de la opinión».
Frente a esto, “(...) es sólo el cultivo de la individualidad lo que produce, o puede
producir, seres humanos bien desarrollados (...)” [Stuart Mill: 136]; esto, a su vez,
permitirá que cada persona, al alcanzar un mayor valor de sí misma, es capaz de
adquirir [y dar] un mayor valor para los demás. Se da una mayor plenitud de vida en la
propia existencia y cuando hay más vida en las unidades, hay también más vida en la
masa que se compone de ellas. Además, una sociedad que estima la originalidad permite
la aparición de hombres de genio: alientan la libertad, la innovación; experimentan y
dan lugar a un mejoramiento en las prácticas establecidas; introducen cosas buenas que
antes no existían y además, dan vida a las ya existentes.
En este tipo de sociedad DEBE PRIMAR LA INDEPENDENCIA DE LA ACCIÓN Y
EL MENOSPRECIO DE LA CONSTUMBRE.
Es claro que Stuart Mill tiene una concepción negativa de la costumbre, ya que “es el
eterno obstáculo al desenvolvimiento humano”; está en contra del espíritu de progreso.

Más individuales que los demás, tienen originalidad de pensamiento y acción.
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Lleva a la sumisión, el acatamiento y la obediencia. Tiende a lo ordinario


(circunstancias y caracteres) que no permiten desarrollar el propio discernimiento, el
autodominio, las potencialidades. Doblega el espíritu (individual).
El despotismo de la costumbre se vale del régimen de opinión para anular la pluralidad,
la diversidad de individuales y originar un “pueblo uniforme” regido por las mismas
máximas, reglas y pensamientos.
 En este punto, su oposición con Tocqueville es clara ya que éste considera a las
costumbres como un instrumento para frenar el avance tiránico de la mayoría en el
sentido de adaptarla a los hábitos y leyes vigentes. Sin embargo, ambos coinciden en su
caracterización de la OP como elemento coactivo [control interno (temor) y externo].
Buscan la protección contra la arbitrariedad de las mayorías.
Mientras Tocqueville centra su “preocupación” en un tono político-institucional, Stuart
Mill lo hace más a nivel social. LA OP ES MAYORITARIA; SE IMPONE Y ANULA
LAS MINORÍAS, LA OPOSICIÓN, LO DIFERENTE. Ejerce una «coacción moral»
sobre estos grupos.

DADER
“Las teoría contemporáneas”
Una definición generalmente aceptada de OP no existe. En base a ello, el autor ofrece
una variedad de interpretaciones:

El interaccionismo entre OP y sociedad según Blumer


Para el autor existe una yuxtaposición estrecha y recíprocamente modeladora entre OP y
sociedad: no puede entenderse la naturaleza o estructura de la OP sin entender la
naturaleza o estructura de la sociedad concreta en que aquélla surge y viceversa.
La «naturaleza específica» de la OP es resumida en seis puntos:
1) la OP se elabora en una sociedad y es una función de esa sociedad en acción. La OP
se modela a partir de un contexto en el que ella evoluciona.
2) toda sociedad es una organización, compuesta por el ensamblaje de diversos grupos
funcionales.
3) la actuación de los grupos funcionales se desarrolla a través de los canales
disponibles en la sociedad. Y dado que en cada sociedad tienen que existir individuos,
comités, comisiones, legisladores que tomen las decisiones que afectan al resultado de
las acciones de estos grupos funcionales, tales personajes claves se convierten en objeto
de presión o de influencia directa o indirecta.
4) estos individuos clave están obligados a «evaluar» las diversas influencias que
soportan. Tales individuos toman en cuenta lo que ellos consideran que vale la pena
tomar en cuenta.
5) la OP se forma y expresa en gran medida a través de los canales del funcionamiento
societal. Su formación refleja la composición u organización funcional de la sociedad.
“Por expresión de la opinión pública entonces ha de entenderse la parte de esta
opinión global que es conocida o tenida en cuenta por quienes deben actuar en
respuesta a ella. Tal expresión no puede asimilarse con la discusión en una tribuna
libre, de los juicios de individuos dispares. La expresión de la opinión pública es una
forma de influencia directa sobre aquellos que actúan en respuesta a esa opinión”
[Dader: 194].
6) definida de manera realista, la OP consiste en el ensamblaje de diferentes puntos
de vista que son considerados por los individuos antes de actuar en respuesta.
Dader destaca los siguientes aspectos de la concepción de Blumer:
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> la OP se reconoce por sus efectos.


> «consiste en el ensamblaje de diferentes puntos de vista», de todo aquello que va a ser
indefectiblemente tenido en cuenta por cualquier miembro de la sociedad a la hora de
intervenir en asuntos públicos.
> la OP es un fenómeno social, lo que significa que se genera en una sociedad y se ve
afectada por la estructura de sea sociedad y se explica por las mismas reglas
sociológicas de esta última. Esto significa que la pluralidad de elementos existentes en
la sociedad también se reflejan en el fenómeno de la OP. Sin embargo, no son
exactamente una sola cosa.
“Describir realmente la OP – establece Blumer – es hacerlo en términos de organización
funcional de la sociedad, de grupos de influencia, divergencia, de líderes, de masas
indiferenciadas. Sólo así podremos saber si aquellos que expresan una opinión la tienen
verdaderamente y si pretenden que su opinión tenga consecuencias” [citado en Dader:
196].

Concepción «comparativa» y «crítica» de la OP en Habermas


Critica ferozmente lo que él llama la «disolución psicosociológica del concepto de
opinión pública» [cientificismo positivista]. Entiende que el éxito de las mediciones
empíricas sobre manifestaciones superficiales de fenómenos grupales aislados conduce
«acríticamente» a olvidar la existencia de un significado global de la OP, de
repercusiones ético-políticas, sobre el que descansa precisamente la posibilidad de una
sociedad plural y democrática [se opone a contar fenómenos empíricos aislados].
Frente a esta opción, Habermas pretende redescubrir un nuevo paradigma de LO
PÚBLICO y la OPINIÓN PÚBLICA que sirva como prueba de que la sociedad es
verdaderamente democrática.
Según él, la OP puede significar dos cosas muy distintas:
– una instancia crítica, de los ciudadanos particulares en comunicación racional con los
representantes de las distintas instituciones, y con una posibilidad real de debate público
y democrático; o bien,
– una instancia receptiva de los ciudadanos aislados y particularizados, sin posibilidad
de comunicación real con los instalados en la «notoriedad pública», ante los que sólo se
puede reaccionar con aclamación – nunca con diálogo –, ya que los miembros de la
notoriedad pública sólo utilizan una «divulgación manipulativa» de mensajes.
A la primera instancia podría llamársele OP ideal o paradigmática, a la segunda sólo
OP manipulada.
En nuestra época tiende a predominar la instancia receptiva. De ahí que el autor bogue
por la reivindicación de fórmulas de incentivación de la vía crítica, y la propuesta de
análisis comparativo entre OP paradigmática (ajustada a los ideales del Estado social-
liberal) y los fenómenos cotidianos [esto es lo que permite denominar esta corriente
como “crítica” y “comparativa”, respectivamente].
La OP es en realidad una ficción, puesto que Habermas define la palabra público en un
sentido muy restrictivo y reverencial: es lo que tiene interés general, involucra al
ciudadano como tal, es decir, afecta al ciudadano como miembro de una sociedad y no
sólo como sujeto particular privado o como miembro de un grupo de intereses
particulares.
Por ello dice que lo público (auténticamente público) cada día es menor motivo de
preocupación para una sociedad particularizada y esto genera dos movimientos de
suplantación: por un lado, el aparato institucional del Estado que acaba considerándose
el único guardián e intérprete de lo público y, por otro, los intereses egoístas o
particulares de grupos de presión que mediante las «relaciones públicas», etc, camuflan
1

como de interés público lo que es de su exclusivo interés particular (contaminación de


las esferas pública y privada).
El autor propone desarrollar criterios que permitan medir empíricamente el carácter más
o menos público de las distintas opiniones. El criterio fundamental sería «el principio
democrático de la publicidad», cuyos rasgos esenciales serían, a su vez, diálogo
racional, transparente y abierto a la participación de todos los ciudadanos en la
búsqueda de soluciones consensuadas para las cuestiones de incumbencia general.
La idea de mantener una comparación constante entre idealidades y realidades de la OP
le lleva a Habermas a introducir un nuevo elemento de gran importancia para el estudio
científico y sistemático de los fenómenos de OP. Me refiero a la noción de «Espacio
Público», ámbito de la intercomunicación humana diferenciable de los otros ámbitos
intergrupales de la vida privada y el resto de la vida social genérica.
El «Espacio Público» es subdivisible en dos ámbitos, a menudo contrapuestos: «el
complejo de las opiniones informales, personales y no públicas» por un lado, y por el
otro el de «las opiniones formales, reconocidas por sus instituciones».
Dentro del primer ámbito, se encuentran las «evidencias culturales indiscutibles»; la
«expresión poco discutida de experiencias fundamentales propias de toda biografía
personal» y «la evidencia de la cultura de masas». El segundo ámbito está constituido
por: las opiniones que circulan por los circuitos relativamente restringidos de la «gran
prensa» y sobre todo de la prensa intelectual o de élite; y las opiniones altamente
formalizadas en representación oficial o directa de grupos o instituciones de un
protagonismo legalmente privilegiado (Gobierno, Parlamento, partidos políticos, etc).
Entre ambos, una conexión constante a través de los medios de comunicación;
intercomunicación manipulante y dirigida.
Por eso, Habermas insiste, sólo puede resultar un OP en un sentido estricto (o
paradigmática) cuando se constituya un espacio público crítico (con conexión
comunicativa entre personas raciocinantes). En su lugar, la comunicación pública (que
exige entre otros requisitos la apertura de intervención para todos los ciudadanos), ha
sido suplantada por la comunicación masiva (que no permite el debate racional y
ampliamente participativo).

Concepción «realista» y «psicosociológica» de la OP en Nöelle-Neumann


[enfrentada a la visión de Habermas] Nöelle-Neumann identifica la OP con el control
social o censura moral que de una manera efectiva todos los individuos de una
sociedad son capaces de reconocer intuitivamente. OP no es exactamente opinión
mayoritaria, ni tampoco opinión unánime pero sí es «control social», es decir, la
opinión mejor vista, la que es de buen tono sustentar, la que de antemano se sabe que va
a producir mayores simpatías por el hecho de ser expresada. En palabras de la autora:
“Opinión pública son aquellas opiniones, pertenecientes al terreno de la controversia,
que uno puede expresar en público sin sentirse aislado de los demás (...) Opinión
pública es utilizada en un sentido que se remite directamente a Rousseau como la
expresión que puede manifestarse públicamente en caso de controversia, sin querer
quedar aislado” [citado en Dader: 204].
Retoma, además, el concepto de Ley del Vicio y la Virtud (o también, «ley de la
costumbre o la moda») de John Locke, para indicar que tal ley ejerce una coerción
social sobre todos los individuos porque nadie puede vivir en una sociedad bajo el
constante desagrado y la mala opinión de sus familiares y de aquellos que conviven con
él.
Esta visión conceptual de la OP tiene su traducción práctica en su TEORÍA DE LA
ESPIRAL DEL SILENCIO. Quienes se sienten portadores de opiniones discrepantes
1

de la mayoría tenderán, por la presión social del miedo a sentirse aislados o en choque
con lo mayoritario bien visto, a silenciar sus verdaderas opiniones, favoreciendo así la
impresión de los que opinan en mayoría, de que su preponderancia social es incluso
más extensa de la existente en realidad. A la inversa, los minoritarios se sentirán más
aislados de lo que verdaderamente están y esto irá creando un proceso de espiral: las
personas de convicciones menos firmes o más indecisas irán adoptando con más
facilidad las tesis de moda y la consideración social de las opiniones minoritarias será
cada vez más escasa.
Nöelle-Neumann utiliza una imagen biológica para referirse a la OP, calificándola de
«piel social», con las mismas funciones de protección hacia fuera y cohesión de todo lo
interior que tiene el tejido epidérmico en cualquier ser vivo: “Opinión pública, nuestra
piel social (...) de una parte significa que la opinión pública protege a nuestra sociedad
como una piel, manteniendo la unidad. De otra, afecta a los individuos particulares,
que cuando sufren los ataques de la opinión pública, sienten la sensibilidad de su piel
social” [citado en Dader: 206 y 207].
La autora adopta una novedoso concepto de «público»:
– se ha identificado con los «asuntos públicos».
– refiere a una situación de público anónimo.
– se ha expresado como equivalente a «sanción»; y este uso de la OP se llamó «control
social».
Esta concepción de OP, basada en un rasgo psicosocial supuestamente nuclear del
comportamiento del hombre en sociedad, choca frontalmente con la «concepción
crítica» e idealista de Habermas. Para Nöelle-Neumann, la «opinión pública
crítica» u opinión racional sobre el bien común, surgida del debate democrático,
no es más que una invención intelectual mientras que la poderosa fuerza de la «ley
de la opinión o de la reputación» que condiciona a los individuos comunes es algo
que puede ser observado todos los días.
Desde este planteamiento, Nöelle-Neumann arremete contra la exclusiva dimensión
política de la OP.
“Confrontando las concepciones de Habermas y de Nöelle-Neumann merece la pena
destacar algunos rasgos sintéticos de tal oposición.
En el caso de Habermas la opinión pública se analiza prioritariamente en su vertiente y
significación política, se concibe como un espacio estructural – el Espacio Público –,
donde pueden coexistir una opinión pública manipulada y una opinión pública crítica y
se expresa éticamente la necesidad de una «Opinión Pública» ideal o arquetípica,
producto del debate racional y libre de todos los ciudadanos – que constituyen el
ámbito público –, para obtener una fundamentación filosófico-política del Estado
social o democracia social-liberal.
En el caso de Nöelle-Neumann la opinión pública se analiza prioritariamente en su
vertiente psicosociológica, aunque de tal vertiente también se hacen depender
consecuencias políticas prácticas (...) Se acepta la existencia de fenómenos de opinión
diversos emparentados con la opinión pública (clima de opinión, corrientes de opinión,
etc) pero genuinamente se restringe el término para identificarse con el control social
anónimo de cuya existencia todo particular tiene conciencia y acepta sus
comportamientos. Por último plantea una actitud resignada o realista que, por
oposición al idealismo de denuncia de Habermas, niega la posibilidad de una opinión
pública racional y dialogante y se queda instalada en la contemplación conservadora
de este acrítico e irreflexivo control social anónimo” [Dader: 208].

Tal dinámica tiene asimismo algunos resortes de inversión de la tendencia, reconocidos por la
autora, que permiten comprender el carácter cíclico de muchas modas y hábitos sociales.
1

Visión de la OP como el simple lugar común de la intersubjetividad social en Luhmann


“La opinión pública, en pocas palabras, es para Luhmann algo tan básico e inmenso
como «la estructura temática de la comunicación pública»” [Dader: 209]. La OP es
tan sólo esa coincidencia social efímera que considera algún asunto más relevante que el
resto.
La función de la OP es simplificar y reducir la complejidad del sistema social: “(...)
vuelve a asumir, como en la concepción liberal clásica, la función de mecanismo-guía
del subsistema político democrático pero no ya como el proceso de obtención del
consenso racional que legitima la acción de gobierno, sino como los límites temáticos o
problemáticos en los que habrá de concentrarse la acción del Gobierno” [Dader: 210]
[marcar agenda].
Para Luhmann, el modo de producirse el consenso social reside en las expresiones
hechas o lugares comunes («word formulas»). Son los medios de comunicación social
los que normalmente crean y sostienen la atención y el diálogo de la gente en torno a
unos temas. Los medios serían los responsables, en gran medida, de la fijación de esos
lugares comunes de concentración de la atención, mediante el proceso de selección de
temas – o tematización –, lo que directamente remite al efecto de «agenda-setting».
Entonces, la función de la OP es eminentemente política; “(...) cumple una función
política democrática en cuanto permite al sistema político contar con un procedimiento
reglado e institucionalizado de autofirmarse y seguir avanzando (...)” [Dader: 214].
“Al comparar esta última concepción con las de Habermas y Nöelle-Neumann puede
observarse que, dependiendo de los aspectos, está más cerca de una o de la otra. Como
Habermas, concentra casi toda su atención en el sistema político y coincide con aquél
en la descripción de la pérdida de la racionalidad dialogante que la concepción liberal
suponía en la formación de la opinión pública. También como Habermas señala a los
modernos medios de comunicación social como los principales directores de la
orquesta de la construcción del espacio público. Ambos se fijan en el fenómeno de la
opinión pública de una sociedad industrializada y con repercusión política. Con
Nöelle-Neumann coincide en cambio en la detección de mecanismos psicosociales
básicos en la generación de procesos de opinión pública; así como en la actitud
«realista» de describir unas situaciones de hecho, en lugar de contraponer un
idealismo normativo en la línea habermasiana. No llega sin embargo, como Nöelle-
Neumann, a interpretar el fenómeno de la opinión pública en una clave psicosocial
inherente a la naturaleza humana y en ese sentido similar en una sociedad tradicional
o incluso tribal y en una sociedad superespecializada” [Dader: 214].

BLUMER
“El interaccionismo simbólico. Perspectiva y método”
(1) Es forzoso reconocer que la OP tiene su base en una sociedad y constituye una
función de la misma. Esto significa, evidentemente, que toma su forma del marco social
en que se mueve y del proceso social que se desarrolla en dicho marco; asimismo quiere
decir que su función está determinada por el papel que desempeña en la acción social.
(2) Toda sociedad humana se compone de diversos tipos de grupos funcionales. La vida
colectiva está compuesta por las acciones y actos de tales grupos, los cuales se orientan
en distintas direcciones, de acuerdo con intereses especiales. Estos grupos difieren en
cuanto a la posición estratégica que ocupan en la sociedad y en cuanto a sus
oportunidades para actuar y, en consecuencia, en cuanto a prestigio y poder. Dado que
son grupos funcionales, es decir, formados por personas que actúan individualmente en
1

un contexto colectivo o unitario, han de poseer necesariamente una organización:


necesitan líderes, personas que fijen normas, individuos que actúen como portavoces del
grupo, y otros que tomen iniciativas en representación de todos.
(3) A la hora de actuar, estos grupos funcionales lo hacen a través de los cauces
asequibles en la sociedad. Si el destino de los actos que planean realizar depende de las
decisiones de los individuos o grupos situados en puntos estratégicos de esos cauces de
acción, la influencia y la presión se ejercerán, directa o indirectamente, sobre los grupos
o individuos que toman las decisiones.
(4) Los individuos clave que tienen que tomar las decisiones cruciales se enfrentan, casi
inevitablemente, a la necesidad de valorar las diversas influencias, reclamaciones,
demandas, y urgencias y presiones que recaen sobre ellos. Desde el momento en que
responden y son responsables de ellas, se ven obligados a hacer dicha valoración en el
proceso que conduce a la toma de sus decisiones.
(5) La OP se forma y expresa en gran medida, a través de estos modos de operación
societal. La formación de la OP se produce como una función de la sociedad en
actividad; es producto de la interacción de los grupos. En el proceso de formación de la
OP intervienen las diferencias de prestigio, posición e influencia que caracterizan a los
grupos y a los individuos en las organizaciones funcionales de toda sociedad.
La imagen de la OP a partir de la interacción de una serie de grupos e individuos, con
niveles de influencia significativamente distintos es igualmente válida en lo que se
refiere a la expresión de dicha opinión. Por expresión de la OP se entiende la
incidencia de ésta sobre quienes tienen que actuar en respuesta a la misma. La OP
se manifiesta en forma de influencia ejercida directamente sobre quienes han de
actuar en respuesta a dicha opinión.
(6) Considerada de un modo realista, la OP consiste en un modelo de los diversos
criterios y posturas sobre aquello que afecta a los individuos que tienen que actuar en
respuesta a la misma. La OP es considerada motor de la acción.
A partir de estos seis aspectos enumerados, Blumer se aboca al estudio de los sondeos
de opinión. Según entiende, el principal defecto de los sondeos reside en el
procedimiento de muestreo, el cual obliga a considerar al sociedad como una mera
colección de individuos aislados. A su vez, la OP es considerada como una distribución
cuantitativa de opiniones individuales. El autor es claro al afirmar que “ni las muestras
ni las respuestas de quienes figuren incluidos en aquéllas [a través de] los datos
convencionales sobre la edad, sexo, ocupación, status económico o de clase,
conocimientos, etc [permiten revelar] una posición funcional significativa en la
formación de la opinión pública sobre el asunto en cuestión” [Blumer: 156].
En suma, (casi) nada se sabe del individuo que figura en la muestra, en cuanto a la
significación que su personalidad o su criterio: no se sabe qué papel desempeña en la
formación de la OP, ni tampoco qué influencia (si es que influye de alguna manera)
ejerce el razonamiento que ha expresado. Esto es así porque, en realidad “(...) la
formación y expresión de la opinión pública efectiva no constituye la acción de una
población de individuos aislados y revestidos de idéntica influencia, sino que es
función de una sociedad estructurada y diferenciada constituida por una red de
grupos y personas de diversos tipos de peso específico e influencia, que ocupan
posiciones estratégicas diferentes” [Blumer: 158].
 La OP es la opinión que impacta en aquellos que toman decisiones para dar
respuesta.
Se construye a través de grupos que interactúan (simbólicamente) y buscan influir.
La influencia se ejerce a través de los canales societales establecidos: los medios de
comunicación.
1

Para cada tema, habrá una OP distinta puesto que cada grupo simbólico tiene intereses y
funciones distintos, buscando influenciar sólo en estos temas (que son los de su
incumbencia).
Los sondeos de opinión no reflejan la composición social.

LUHMANN
“La realidad de los medios de masas”
Busca responder a la pregunta sobre cómo, modernamente, se construye la realidad en
el sistema llamado sociedad.
Los medios de comunicación determinan el modo como debe ser percibido el mundo y
las perspectivas morales que deben coordinarse para obtener dicha representación. La
sociedad, así, reproduce los temas que los medios de masas seleccionarán para
transformarlos en información. Todo hace aparecer que en la esencia de la moral está el
optar por la paz, por la igualdad, por la solidaridad. Aunque esto, desde el punto de vista
empírico, esté desmentido.
La moral necesita claramente, para rejuvenecerse, del escándalo; necesita de los mass
media y en especial de la televisión. A la persistente reproducción de lo que es [destacar
el alzamiento por encima de la tranquilidad], se le opondrá lo que «debería ser». La
sociedad se estimula a sí misma para la innovación: produce problemas que exigen
soluciones; las que, a su vez, producen problemas que exigen soluciones.
Los mass media, en el procesamiento de la información, a lo que llevan es a la
construcción de un horizonte de incertidumbre que debe ser alimentado siempre por más
información [siempre más y nunca menos] . La sociedad deja en manos del sistema de
los mass media su observación: observación en el modo de observación de la
observación. En otras palabras, la función de los mass media consiste, por sobre todo,
en dirigir la autoobservación del sistema de la sociedad. Se trata de una observación que
produce sus propias condiciones de posibilidad y, que en este sentido, es autopoiética
[el estímulo para la próxima comunicación se produce en el mismo sistema]. La
comunicación se orienta hacia adentro; hay una permanente producción y reproducción
de las estimulaciones – y no la difusión del conocimiento, ni su socialización, ni la
educación orientada a producir conformidad con las normas.
 [como contrapartida] Los medios de masas garantizan a todos los sistemas funcionales
una aceptación social amplia, y a los individuos les garantizan un presente conocido, del
cual puedan partir para seleccionar un pasado específico o expectativas futuras referidas
a los sistemas.
Podría afirmarse que “por una parte, los medios de comunicación absorben y, por otra,
estimulan la comunicación. Por lo tanto, aplican continuamente nueva comunicación a
los resultados de la actual comunicación. En este sentido, son los que se encargan de la
producción de los valores específicamente propios (...) de la sociedad – precisamente de
aquellas orientaciones (relativamente estables) tanto cognitivas, como normativas o
evaluativas que no pueden provenir de fuera, sino que se llevan a efecto sólo en la que
las operaciones se aplican recursivamente a sus propios resultados” [Luhmann: 142].
Por eso, la comunicación debe ser llevada hacia delante mediante sus propios objetos
constituidos, que se pueden convertir en temas. A los medios de masas les toca, en
primera línea, lograr que se den a conocer los objetos y, de momento en momento,
introducir variaciones; de tal suerte que en la comunicación posterior se provoque el
riesgo de aceptación o rechazo.
La estimulabilidad se produce cuando el sistema muestra que tiene memoria en todas
sus operaciones. La memoria actúa como instancia que borra huellas, como represión y,
1

en ocasiones, como inhibición de la represión. Los rendimientos de memoria de los


sistemas comunicativos en general y de los medios de masas, en particular, se dan a
conocer por los temas de comunicación. Los temas son porciones de relevancia
comunicativa [pueden ser intercambiados según las necesidades]; en consecuencia, [los
temas] posibilitan una memoria altamente diferenciada, que tolera un cambio súbito de
tema y que posibilita, con ciertos cuidados, el volver al tema abandonado.
ESTIMULABILIDAD – PROCESAMIENTO DE INFORMACIÓN –
CONSTRUCCIÓN DE REALIDAD – MEMORIA...

HABERMAS
“Historia crítica de la opinión pública. Investigaciones sobre una categoría de la
sociedad burguesa”
La OP significa dos cosas distintas según se contemple como
– una instancia crítica, en relación a la notoriedad pública normativamente licitada del
ejercicio del poder político y social
– una instancia receptiva, en relación a la notoriedad pública, «representativa» o
manipulativamente divulgada, de personas e instituciones, de bienes de consumo y de
programas.
Una tiene que ver con la OP; la otra, con la opinión no pública.
La OP ideal conlleva la polémica racional, el debate [universales]; es políticamente
relevante, porque permite la acción.
El autor critica el actual tratamiento de la OP: analizada como «opinión de masas»
“(...) pasa ahora por producto de un proceso de comunicación en el seno de las masas
que no está vinculado a los principios de la discusión pública ni a la dominación
política” [Habermas: 265].
 Positivismo
El público es equiparado con group, como sujeto sociopsicológico de un proceso de
interacción entre dos o más personas. La noción de «grupo» se abstrae de todo
presupuesto social e histórico, también de todo medio institucional.
Opinión es identificada con expression on a controversial topic, luego con expression
of an attitude y, posteriormente, con attitude sin más. La opinión acaba por no necesitar
siquiera de la capacidad de verbalización; ella comprende no sólo cualesquiera hábitos o
costumbres que se manifiestan en determinadas concepciones, sino también modos de
conducta sin más.
Para el positivismo, el concepto sociopsicológico de OP supone la eliminación de
todos los momentos sociológicos y politológicos esenciales.
Frente a esta concepción, Habermas propone concebir la OP en un sentido
comparativo, porque hay que entender la realidad constitucional del Estado social
como el proceso en cuyo decurso se realiza una publicidad políticamente activa,
esto es, en cuyo decurso el ejercicio del poder social y de la dominación política se
someten efectivamente al mandato democrático de la publicidad.
Hay que poder medir empíricamente a las opiniones según el grado de publicidad.
En el modelo construido, pueden contraponerse dos ámbitos de comunicación
políticamente relevantes: por un lado, el sistema de opiniones informales, personales, no
públicas; por el otro, el de las opiniones formales, institucionalizadas. Las opiniones
informales se diferencian según el grado de su obligatoriedad: en el plano más bajo de
ese ámbito de comunicación son verbalizadas las evidencias culturales; en un segundo
plano son verbalizadas las experiencias básicas de la propia biografía; en un tercer
plano, las evidencias de la cultura industrial.
1

Las opiniones formales están oficial u oficiosamente autorizadas en calidad de


comunicados, notificaciones, declaraciones, discursos, etc. De ahí que se trate
primordialmente de opiniones que circulan, en un plano que escapa a la masa de la
población, entre círculos relativamente reducidos de la gran prensa política, de la
publicística raciocinante, en general, y de los órganos consultivos, influyentes y
decisorios con competencias políticas o políticamente relevantes (gobierno, comisiones
gubernamentales, entidades administrativas, comités parlamentarios, direcciones de
partidos, etc).
Existe entre ambos ámbitos una conexión constante de los medios de comunicación de
masas.
“(...) una opinión pública en el sentido estricto de la palabra sólo puede producirse en la
medida en que los dos ámbitos comunicativos sean mediados por el ámbito de la
notoriedad pública crítica. Una tal mediación sólo es hoy posible, evidentemente, en
una magnitud sociológicamente relevante, por la vía de la participación de las personas
privadas en una proceso de comunicación formal conducido a través de la publicidad
interna de las organizaciones” [Habermas: 272].
En la medida en que esas organizaciones se doten de publicidad interna en todos los
niveles, existirá la posibilidad de que se establezca una correspondencia recíproca entre
las opiniones políticas de las personas privadas y aquella opinión casi pública. En la
medida en que de ningún modo «se da» la opinión pública como tal, sólo puede
definirse comparativamente [comparación con el ideal].
 La opinión será (verdaderamente) pública en tanto esté expandida por los medios de
comunicación de masas, entre las organizaciones sociales y las institucionales estatales.
Se deduce que el autor define «publicístico [público]» en base a su grado de difusión.
Cuanta mayor difusión tenga la OP, más «pública». Y aquí Habermas está pensando en
un debato sobre cuestiones políticamente relevantes donde participe la ciudadanía a
pleno y permite arribar al consenso.
La idea de Habermas es contrastar permanentemente la situación real con lo que debería
ser [método comparativo]. En este sentido, utiliza la noción de OP como crítica a las
democracias liberales.

NÖELLE NEUMANN
“La espiral del silencio”
La autora estudia la opinión pública como una forma de control social en la que los
individuos, percibiendo casi instintivamente las opiniones de quienes les rodean,
adaptan su comportamiento a las actitudes predominantes sobre lo que es aceptable y
lo que no.
> Tres significados de «público»
1) lo abierto a todo el mundo en cuanto a distinto de la esfera privada, que es algo
distinguido o apartado como propio.
2) denota alguna implicación del Estado; intereses públicos.
3) la piel social
Este tercer sentido podría caracterizarse como psicosociológico.
El individuo no vive sólo en su espacio interior; su vida también está vuelta hacia fuera,
hacia la colectividad. Entonces, ¿qué es eso que «expone» continuamente al individuo y
le exige que atienda a la dimensión social de su medio? Es el miedo al aislamiento, a la
mala fama, a la impopularidad; es la necesidad de consenso. Esto hace que la persona
desee prestar atención al entorno y se vuelva así consciente del «ojo público». Los
1

individuo siempre saben si están expuesta a u ocultos de la visión pública, y se


comportan en consecuencia.
La autora, a partir de este planteo, destaca la existencia de un individuo temeroso de la
opinión de sus iguales.
> Elementos relacionados con el proceso de la OP: 1) la capacidad humana de percibir
el crecimiento o debilitamiento de las opiniones públicas; 2) las reacciones ante esta
percepción, que impulsan a hablar más confiadamente o a callarse; 3) el temor al
aislamiento que hace que la mayor parte de la gente tienda a someterse a la opinión
ajena. Con estos tres elementos, se construye una definición operativa de la OP: “ (...)
opiniones sobre temas controvertidos que pueden expresarse en público sin
aislarse” [Nöelle-Neumann: 88]. Y luego agrega [para completar la definición]: “(...) en
el terreno de las tradiciones, la moral y, sobre todo, las normas consolidadas, las
opiniones y comportamientos de la opinión pública son opiniones y comportamientos
que hay que expresar o adoptar si uno no quiere aislarse. El orden vigente es mantenido,
por una parte, por el miedo individual al aislamiento; por la otra, por la exigencia
pública, que tiene el peso de la sentencia de un tribunal, de que nos amoldemos a las
opiniones y a los comportamientos establecidos” [Nöelle-Neumann: 89].
> La autora retoma a John Locke y su «ley de la virtud y el vicio» (también llamada: de
la opinión o la reputación o de la moda); se remite al mismo Locke para exponer su
significado: “(...) Para comprenderla correctamente hay que tener en cuenta que, cuando
los hombres se unen en sociedades políticas, aunque entreguen a lo público la
disposición sobre toda su fuerza, de modo que no puedan emplearla contra ningún
conciudadano más allá de lo que permita la ley de su país, conservan sin embargo el
poder de pensar bien o mal, de aprobar o censurar las acciones de los que viven y tienen
trato con ellos” [citado en Nöelle-Neumann: 98]. La conclusión, a la que esta cita
permite arribar, es clave: el tribunal de la OP obliga a los hombres a amoldarse por
miedo al aislamiento.
Nöelle-Neumann destaca además, la insistencia de Locke en conceptos como
«reputación», es decir, conceptos psicosociológicos que muestran la completa
dependencia de los seres humanos respecto al medio social, a los muchos, a los otros.
> Teoría de la opinión pública: LA ESPIRAL DEL SILENCIO
Esta teoría se apoya en el supuesto de que la sociedad amenaza con el aislamiento y la
exclusión a los individuos que se desvían del consenso. Los individuos, por su parte,
tienen un miedo en gran medida subconsciente al aislamiento, probablemente
determinado genéticamente. Este miedo al aislamiento hace que la gente intente
comprobar constantemente qué opiniones y modos de comportamiento son aprobados o
desaprobados en su medio, y qué opiniones y formas de comportamiento están ganando
o perdiendo fuerza. La teoría postula la existencia de un sentido cuasiestadístico que
permite realizar esas estimaciones. Si la gente cree que su opinión forma parte de un
consenso, se expresa con confianza. Y, a la inversa, cuando la gente se siente en minoría
se vuelve precavida y silenciosa, reforzando así la impresión de debilidad, hasta que el
bando aparentemente más débil desaparece, quedando sólo un núcleo duro que se aferra
a sus valores anteriores, o hasta que la opinión se convierte en tabú.
Entonces, los supuestos base son:
 la sociedad amenaza a los individuos desviados con el aislamiento
 los individuos experimentan un continuo miedo al aislamiento
 este miedo al aislamiento hace que los individuos intente evaluar continuamente
el clima de opinión
 los resultados de esta evaluación influyen en el comportamiento en público,
especialmente en la expresión pública o el ocultamiento de las opiniones.
1

A partir de experimentos realizados para comprobar cómo funciona la amenaza del


aislamiento, Nöelle-Neumann explica que “(...) en cuanto las personas dejan de estar
solas (...) se transforman debido a la conciencia de que los otros se están formando una
opinión sobre ellas (...)” [Nöelle-Neumann: 265]. Así, hay una especie de control
personal interno que filtra el comportamiento antes de realizarse el control social: el
mero pensamiento de lo desagradable que puede ser una situación hace que el individuo
corrija sus comportamientos divergentes del consenso público antes de que la
colectividad ejerza el control social exterior.
¿Existe realmente el sentido cuasiestadístico tal como lo describe la teoría de la opinión
pública? ¿Puede la gente percibir el clima de opinión? La disposición a realizar una
estimación es un indicio de que la gente intenta continuamente evaluar la fuerza de las
opiniones contrapuestas sobre un tema determinado.
Pero con frecuencia las estimaciones son incorrectas. A menudo se sobrevaloran las
opiniones apoyadas por los medios de comunicación influyentes. Este fenómeno es lo
que suele llamarse actualmente «ignorancia pluralista». La autora sigue a otros
pensadores [como Allport] para explicar que “(...) el individuo sólo tiene tres maneras
de realizar deducciones sobre las opiniones y puntos de vista predominantes entre la
población: la prensa, el rumor y la «proyección social». El concepto de «proyección
social» es en realidad idéntico al de «percepción especular» (looking glass perception),
término introducido posteriormente para explicar la «ignorancia pluralista» (...) y
oponerse a la idea de un sentido cuasiestadístico (...)” [Nöelle-Neumann: 274].
Nöelle-Neumann destaca la existencia de grupos que “no temen al aislamiento”. Los
que pertenecen a la vanguardia están comprometidos con el futuro y por ello se
encuentran necesariamente aislados; pero su convicción de que se hallan por
delante de su época les permite soportarlo. El «núcleo duro» sigue comprometido
con el pasado, conserva los valores antiguos mientras sufre el aislamiento presente.
Es decir, estos grupos “no temen al aislamiento” puesto que según, se aferran a sus
convicciones y opiniones, ya se encuentran aislados.
¿Cómo se transforma la suma de opiniones individuales, tal como las define la
investigación de la opinión pública, en el tremendo poder político conocido como
«opinión pública»? La causa de la transformación de la suma de las opiniones
individuales en esa OP es la continua interacción entre las personas debida a su
naturaleza social. La amenaza al aislamiento, el miedo al aislamiento, la continua
observación del clima de opinión y la evaluación de la fuerza o de la debilidad relativas
de los diferentes puntos de vista determina si la gente expresa sus opiniones o
permanece callada.
> La OP es el resultado de la interacción entre los individuos y su entorno social.
Para no encontrarse aislado, un individuo puede renunciar a su propio juicio.
Este temor al aislamiento forma parte integrante, según entiende Nöelle-Neumann, de
todos los procesos de opinión pública. Aquí reside el punto vulnerable del individuo; en
esto los grupos sociales pueden castigarlo por no haber sabido adaptarse. Hay un
vínculo estrecho entre los conceptos de OP, sanción y castigo.
¿Pero en qué momento una se encuentra aislado? Es lo que el individuo intenta
descubrir mediante un “órgano cuasiestadístico”: al observar su entorno social, estimar
la distribución de las opiniones a favor o en contra de sus ideas, pero sobre todo al
evaluar la fuerza y el carácter movilizador y apremiante, así como las posibilidades de
éxito, de ciertos puntos de vista o de ciertas propuestas.
[como ya se dijo] Puede estar de acuerdo con el punto de vista dominante, lo cual
refuerza su confianza en sí mismo y le permite expresarse sin reticencias y sin correr el
riesgo de quedar aislado. Por el contrario, puede advertir que sus convicciones pierden
2

terreno; cuanto más suceda esto, menos seguro estará de sí y menos propenso estará a
expresar sus opiniones.
“Basándonos en el concepto de un proceso interactivo que genera una ‘espiral’ del
silencio, definimos a la opinión pública como aquella que puede ser expresada en
público sin riesgo de sanciones, y en la cual puede fundarse la acción llevada adelante
en público” [Nöelle-Neumann: 201].
La autora define a la OP como la opinión dominante que impone una postura y una
conducta de sumisión, a la vez que amenaza con aislamiento al individuo rebelde y, al
político, con una pérdida de apoyo popular. Por esto, el papel de activo de iniciador de
un proceso de la opinión queda reservado para cualquiera que pueda resistir a la
amenaza de aislamiento.
> Rol de los medios de comunicación: difunden determinadas opiniones, haciéndolas
accesibles para todos y permitiendo que se vuelvan mayoritarias; esto alienta la
amenaza al aislamiento. “(...) las opiniones que se hacen públicas (...) se hacen públicas
en los medios de comunicación de masas” [Nöelle-Neumann: 88]. Podría decirse que
impulsan a obrar a los individuos, incluso contra su voluntad a fin de no ser apartados
socialmente.
Retomando el concepto lockeano de “ley de moda”, los medios de masas difunden estas
concepciones que marcan aquello considerado como agradable o desagradable, como
bueno o malo; la mayoría de la gente las utiliza como guía para mantener su buena
reputación frente a los demás, olvidando las leyes de Dios o del juez.
> Críticas:
– prescinde de aspectos normativos: es una teoría realista, del “como es” ≠ debe ser.
– trabaja únicamente sobre los aspectos psicosociales
– toma al individuo como unidad de análisis: es difícil vincular la OP con la opinión
individual. Nöelle-Neumann “salva” esta crítica a partir del argumento de que sus
experimentos preguntan sobre «¿qué cree ud. que piensan los demás sobre...?».

ADROGUÉ
“El debate sobre las propiedades de la opinión pública en EEUU”
Estudio de la OP: uno de los rasgos distintivos de este proceso es la ausencia casi
absoluta de conceptos precisos que den cuenta del fenómeno a estudiar. A partir de esta
afirmación, Adrogué propone “organizada y comentada reseña bibliográfica” sobre el
debate de las propiedades de la OP en EEUU.
Éste puede remontarse a los Federalist Papers: la opinión de los ciudadanos, sin
constricción institucional alguna, podía ser víctima de las pasiones y de esta manera
errar en la búsqueda del “bien común”, al cual sólo podía accederse mediante el
gobierno de la razón. Fruto de esta percepción, el diseño institucional norteamericano
puede entenderse como una serie de mecanismos destinados a reducir los posibles
riesgos de una opinión ciudadana volátil e impredecible y a merced de quienes quisieran
o supieran alentar las “pasiones” del pueblo. Por el contrario, Jefferson y los llamados
populistas sostuvieron que la única solución al problema de la manipulación de la OP no
era limitar institucionalmente el poder de la ciudadanía sino informarla y educarla.
A principios del siglo XX, el debate [sobre las propiedades de la OP] adquiere rasgos
propios y distintivos:
> CONSENSO PESIMISTA
Se extiende desde mediados de la década del ‛30 hasta la intensificación de la guerra en
Vietnam y se funda en tres argumentos principales: a) la OP es volátil, inestable e
impredecible; b) la OP es irracional o, menos drásticamente, carece de coherencia
2

en el sentido de que no está estructurada sobre un sistema de valores y creencias


comunes; c) la OP tiene escaso o nulo impacto sobre el proceso político de toma de
decisiones.
Lippman es contundente: el «hombre de la calle» carece del tiempo o del interés
necesarios para actuar como legislador, o siquiera, para estar informado de los múltiples
y diversos temas que componen la agenda en una sociedad moderna. Sólo dispone de
percepciones difusas, “imágenes en su cabeza”, las que muchas veces distan de la
realidad y la distorsionan.
En la interpretación de la OP el desinterés y la desinformación derivaron en volatilidad,
impredecibilidad e irracionalidad. Almold acuño el término mood theory para describir
la inestabilidad en las opiniones del ciudadano en temas de política exterior. Converse
calificó a las opiniones recogidas por las encuestas por las encuestas como «actitudes u
opiniones no reales», a la vez que parodió la inestabilidad observada en los resultados
afirmando que la gente contesta las encuestas “como si estuviera tirando una moneda al
aire”, de manera “estadísticamente azarosa”; concluye que la OP es irracional por
carecer de un sistema de creencias comunes que le permiten evaluar en forma
coherente y predecible los distintos temas de actualidad.
Esta falta de un sistema de valores y creencias comunes encuentra evidencia empírica
en estudios sobre las percepciones políticas y la conducta electoral de los
norteamericanos. La Escuela de Columbia y la Escuela de Michigan comparten la
percepción pesimista del votante, quien carece de la información, el tiempo o el interés
para optar racionalmente por quién votar.
El corolario del “consenso pesimista” es el siguiente: la opinión pública tiene escaso o
nulo impacto sobre los gobernantes, quienes no le prestan atención al momento de
tomar decisiones, bien porque hacerlo es en definitiva de escasa utilidad, bien porque
puede ser insensato y hasta peligroso.
A partir de las concepciones anteriores, el autor indica que “(...) volátil, impredecible e
irracional, la opinión pública puede entonces representarse como un de aquellos
monstruos prehistóricos ‘con el cuerpo tan largo como esta habitación, pero con el
cerebro del tamaño de un alfiler’” [Adrogué: 150].
> CONSENSO OPTIMISTA
Aparece en los años ‛70 y se agrupa en torno a las siguientes ideas: a) la OP es
estable y real, y si cambia o fluctúa lo hace en forma predecible; b) por lo tanto, la
OP es racional; sus preferencias responden a un sistema estructurado y coherente
de valores y creencias, y en particular responde a lo que dio en llamarse “ideología
americana”; c) la OP influye en forma notable sobre el proceso político de toma de
decisiones.
A partir de estos años, se gesta un nuevo clima de época tendiente a revalorizar las
capacidades y el rol de la OP. La disponibilidad de recursos humanos y materiales para
la investigación, el diseño de nuevos y más sofisticados métodos cuantitativos de
análisis y el creciente acopio de datos de OP son algunos de los elementos que ayudan a
la conformación de este nuevo consenso.
Uno de los principales problemas que debe enfrentar el consenso optimista es la
desinformación del público. En efecto, la evidencia demuestra que el público no dispone
– porque no puede o no quiere – de la información (en cantidad y calidad) para emitir
un «juicio racional» sin mayores consideraciones. En este contexto es fácil entender por
qué los optimistas cuestionan que se pretenda equiparar público “bien informado” con
público “racional”. Para ello, los autores que se embarcan en esta corriente critican a sus
adversarios por reducir “la información” a un conjunto de datos enciclopédicos. La
pregunta que se hacen es: ¿qué debe entenderse por información útil y necesaria?
2

Entre los defensores más paradigmáticos de esta tesis se encuentra Yankelovich, para
quien la OP como fenómeno social y objeto de estudio posee “integridad” propia y
merece parámetros especiales para ser juzgada. Otros autores fundan la racionalidad de
la OP en la disponibilidad de información (en cantidad y calidad) de la que
efectivamente gozan los ciudadanos, en una ecuación simple y directa: a más
información, más racionalidad.
Los optimistas corroboran la existencia de estabilidad y predictibilidad en la OP. Las
investigaciones realizadas por Page y Shapiro demuestran que las preferencias de la OP
norteamericana son estables y predecibles a lo largo de casi sesenta años en temas de
política nacional e internacional. Cuando hay cambios, éstos son predominantemente
graduales, al tiempo que cambios bruscos ocurren muy raramente y responden a
situaciones históricas especiales. Las orientaciones y preferencias de la OP responden al
devenir de los acontecimientos y a la disponibilidad de información, hecho que
demuestra su capacidad para establecer juicios coherentes a lo largo del tiempo.
Por su parte, en oposición a la tesis de Converse, autores como Huntington y Ladd
argumentan que la racionalidad de la OP norteamericana se sustenta en un sistema
común, estructurado y coherente, de valores y creencias: la “ideología americana” (más
conocida como american creed). A pesar de sus doscientos años de historia, los valores
de la “ideología americana” se mantienen estables y predominantes a lo largo de los
distintos grupos sociales, al tiempo que brindan sentido a sus preferencias y opiniones.
Por último, el consenso optimista sostiene que la OP, si bien no prescribe cursos de
acción, al menos provee ciertas pautas o líneas generales que sirven de orientación
o que deben considerar los gobernantes al momento de tomar sus decisiones.
“Si para el consenso pesimista la opinión pública se asemeja a un monstruo prehistórico
de cuerpo inmenso y cerebro minúsculo, para el consenso optimista, ‘la gente
(simplemente) no es estúpida’” [Adrogué: 391].

Estudiar la opinión pública. Teoría y datos sobre la opinión pública argentina


En Argentina, el auge de los estudios de OP es paralelo a la restauración de la
democracia a principios de los años ‛80; es decir, es un campo de investigación
relativamente reciente. Existe una escasa cantidad de estudios sistemáticos.
Aún así, la información obtenida permite llegar a algunas conclusiones. En primer lugar
y en consonancia con los resultados observados en EEUU, la OP argentina es estable y
cuando cambia, lo hace generalmente de manera gradual y en forma predecible.
En referencia a los términos volatilidad e inestabilidad, una primera impresión de los
gráficos analizados (donde se presenta información sobre evaluación de la gestión del
presidente, imagen de gobierno en general, evaluación del plan económico y del manejo
de la política exterior) invitaría a sostener la existencia de una OP por momentos
impredecible, que cambia sus preferencias de manera significativa en una u otra
dirección.
Sin embargo, el cambio abrupto y las fluctuaciones que se observan en los gráficos
parecen responder a un patrón determinado y no al capricho o al fluctuante estado de
ánimo. Los indicadores varían de forma sorprendente por momentos, pero lo hacen
generalmente en una misma dirección y con una intensidad similar. De hecho, se
mueven como si estuviesen siguiendo un patrón coherente (de apoyo o rechazo general
al gobierno).
Además, como explican Page y Sapito “(...) la popularidad presidencial sube y baja
considerablemente en respuesta a nuevos eventos y a los informes y noticias sobre la
performance de gobierno (...) [se trata de] un objeto en sí mismo muy variable (...)”
[citado en Adrogué: 399].
2

Según el autor en cuanto a la racionalidad de la OP, ésta se sustenta tanto en la


información efectivamente disponible como en la existencia de un sistema compartido
de creencias, principios y valores. Bajo esta hipótesis de trabajo, existe evidencia para
afirmar que la OP argentina es racional.
Por otro lado, efectivamente la OP tiene en la Argentina un impacto significativo y real
sobre quienes toman decisiones de gobierno. Con los años, el conjunto de la élite
dirigente ha ido descubriendo la necesidad y la conveniencia de prestar mayor atención
a la OP y ha ido aceptando el rol que a aquella le cabe en una sociedad abierta: marcar
ciertas pautas que, si bien no prescriben cursos de acción, al menos orientan o ponen
ciertos límites a la hora de tomar decisiones.
¿Cómo juega la OP ese rol? En primer lugar, gracias a un fortísimo poder en la
capacidad de fijar la agenda; tiene un impacto significativo en el proceso de selección
de temas. En segundo lugar, la OP afecta decisiones de gobierno, bien orientando la
decisión, estableciendo los tiempos o ejerciendo un poder de veto o límite sobre los
gobernantes. “(...) [la opinión pública] tiene un fuerte impacto en no hacer ciertas cosas,
en no llevarlas adelante porque se dan cuenta [quienes gobiernan] que el nivel de
resistencia que van a provocar es muy grande” [Adrogué: 403] [similitud con Nöelle-
Neumann: los gobernantes tienen miedo al aislamiento, en el sentido de perder el apoyo
popular].
En conclusión, “(...) en la Argentina – como en los Estados Unidos – la opinión
pública es estable y si cambia o fluctúa lo hace en forma predecible; que también
es racional, en el sentido de que sus preferencias responden a un sistema de valores
y creencias y a la evaluación de la información disponible, y finalmente, que la
opinión pública argentina, si no dicta cursos de acción, si provee pautas o líneas
generales que sirven de orientación a los gobernantes” [Adrogué: 404, 405].

SARTORI
“Teoría de la democracia. El debate contemporáneo”
¿Cuándo encontramos un «pueblo gobernante», el demos en acto o función de
gobierno? La respuesta es: en las elecciones.
Las elecciones constatan el consenso; registran las decisiones de los votantes; computan
opiniones. Empero, debe tenerse presente que poseen un carácter discontinuo y
elemental.
El poder electoral en sí es la garantía mecánica de la democracia; pero las condiciones
bajo las cuales el ciudadano obtiene la información y está expuesto a las presiones de
los fabricantes de opinión son las que constituyen la garantía sustantiva.
“En su significado primario se llama pública a una opinión, no sólo porque se encuentra
difundida entre el público, sino además porque pertenece a las «cosas públicas», a la
res pública. En resumen, la opinión pública es ante todo y sobre todo un concepto
político (...) la opinión puede definirse del modo siguiente: un público, o
multiplicidad de públicos, cuyos difusos estados mentales (de opinión) se
interrelacionan con corrientes de información referentes al estado de la res
pública” [Sartori: 118].
Consecuentemente, el sujeto de la OP es el ciudadano.
> La cuestión del CONSENSO
El consenso en sí no es particularmente difícil de definir. En principio, no es
consentimiento real: no implica el consentimiento activo de cada uno a algo. En
segundo lugar, la característica definitoria general del consensus-aceptación es un
«compartir» que de alguna manera vincula (obliga). ¿Pero un compartir qué? Respecto a
2

la teoría de la democracia hay que distinguir claramente al menos tres posibles objetos
compartibles [objetos de consenso]: a) valores fundamentales (tales como la
libertad y la igualdad), que estructuran el sistema de creencias; b) reglas de juego,
o procedimientos; c) gobiernos y políticas gubernamentales específicas. Estos
objetos de consenso y de disenso pueden convertirse respectivamente, siguiendo a
Easton, en tres niveles de consenso: a) consenso a nivel de comunidad, o consenso
básico; b) consenso a nivel de régimen, o consenso procedimental; c) consenso a
nivel de acción política, o «consenso político».
El primer objeto o nivel de consenso – identificado como consenso básico – señala si
una sociedad determinada comparte en su totalidad los mismos valores y fines
valorativos. Un consenso sobre los valores fundamentales es una condición que facilita
la democracia, pero no es una condición necesaria de la misma.
El segundo objeto o nivel de consenso puede denominarse consenso procedimental, en
cuanto establece las llamadas reglas de juego. Estas son numerosas, pero existe una de
extraordinaria importancia: la regla que determina cómo deben resolverse los conflictos.
Si una sociedad política no comparte una norma de resolución de conflictos, entrará en
pugna en cada conflicto, y esto es la guerra civil. En una democracia, esta regla es la
regla de la mayoría. El consenso procedimental, y concretamente el consenso sobre la
regla de solución de los conflictos, es la condición sine qua non de la democracia. En
consecuencia, es adecuado hablar del consenso procedimental como consenso
relacionado con el régimen. Si no acepta el principio de mayoría, o al menos se le presta
conformidad, lo que no se acepta es la democracia como régimen. El desacuerdo en el
ámbito de esas reglas es lo que la democracia protege y fomenta.
Es, pues, el tercer objeto o nivel de consenso – sobre la acción política y los gobiernos –
el que trae a colación el consenso como disenso y apoya la opinión sostenida por Barker
de que «la base y la esencia de la democracia» es «el gobierno mediante la discusión».
Este es el contexto en el que la discrepancia, el disenso y la oposición surgen como
elementos caracterizadores de la democracia.
“Resumiendo, el consenso básico, o acuerdo sobre lo fundamental (las creencias
valorativas y la estructura de nuestro sistema de creencias), es la condición que
facilita, aunque no sea una condición necesaria para, la democracia. En cambio, el
consenso procedimental, y sobre todo el consensus sobre la norma de solución de
los conflictos, y las normas complementarias, son una condición necesaria,
verdaderamente el prerrequisito de la democracia. Este consenso es el comienzo de
la democracia. Sólo, por tanto, cuando el consenso se refiere a las acciones políticas
y al personal gubernamental el énfasis se sitúa en la discusión, el disenso y el papel
crucial de la oposición” [Sartori: 124].
En este contexto, el disenso se asume y se precisa para producir cambios en el
consenso, es decir, una consenso nuevo o nuevas personas que muestren su acuerdo
sobre temas diferentes.
> La formación de opiniones
La mejor forma de contestar a la pregunta «¿qué es la opinión pública?» pasa por
distinguir tres procesos, en el siguiente orden: a) las opiniones que destilan las
diferentes élites; b) el hervidero de opiniones que emana la base; c) las identificaciones
de los grupos de referencia.
El modelo de cascada, formulado por Deutsch, describe perfectamente la formación de
opiniones inducida por la élite. Las opiniones discurren de arriba hacia abajo a través
de varios saltos, como en una cascada escalonada por una serie de remansos. El remanso
más elevado lo constituyen las élites económicas y sociales. Le siguen las élites
políticas y gubernamentales, los medios de comunicación, los líderes de opinión y, por
2

último, la masa del público. El valor explicativo del modelo de la cascada reside, sobre
todo, en su capacidad para resaltar hasta qué punto los procesos de formación de la
opinión se ven interrumpidos y regenerados horizontalmente en cada nivel; cada nivel
supone la reapertura de una dialéctica de opiniones y opiniones adversas.
De los cinco niveles, dos revisten especial importancia: el de los medios de
comunicación y el de los creadores de opinión. En las democracias actuales, el papel
principal en la formación de la opinión pública lo desempeñan los medios de
comunicación. Sartori es contundente: “(...) el mundo es – para el público en general –
el mensaje de los medios de comunicación” [Sartori: 127, 128]. Desde esta perspectiva,
los creadores de opinión locales tienen un papel fundamental: median la relación entre
medios de comunicación y público, resignificando en forma global los mensajes que
éstos [los medios de comunicación] emiten y “limitando” su poder. El autor entiende
que “(...) son un grupo de referencia para sus respectivas comunidades de amigos y
vecinos, para las audiencias a las que se dirigen. De este modo, los líderes de opinión
locales pueden bloquear o reforzar, disminuir o ampliar y seleccionar, en cualquier caso,
la importancia de, y otorgar credibilidad a, los mensajes de los medios de
comunicación” [Sartori: 128].
El modelo de borboteo es consecuencia de la proliferación de grupos de ideas [la
expansión masiva de la educación superior produce una considerable población
intelectual que es difícilmente acomodable, cada vez más, donde cuadra, o donde siente
que debería estar situada; aparecen en gran número intelectuales desempleados o
subempleados, que se concentran cada vez más en el remanso o depósito residual].
Estos núcleos de intelectuales, que permanecen en los espacios más bajos de la escala
de estratificación social, generan procesos de opinión ascendente; un borboteo que, en
ocasiones, puede transformarse en una poderosa marea: alcanzan a los niveles más altos
(sociales, económicos, políticos, medios de comunicación) y se imponen como tema de
agenda. Sartori revela que estos grupos son “(...) las antiélites [que] siguen siendo élites,
pero ya no coinciden con un nivel de élite; son élites a nivel de masa” [Sartori: 129].
Por último, el modelo de identificación con grupos de referencia. En este caso, las
opiniones de los individuos derivan, en gran parte, de las identificaciones con una
variedad de grupos concretos y / o grupos de referencia: la familia, grupos de
compañeros, de trabajo, religiosos, étnicos, identificaciones partidistas y de clase.
Dichas identificaciones tienen poco que ver con el hecho de estar informado y adquirir
información. En efecto, las opiniones no dimanan de una exposición a la información;
se trata de individuos que tienen opiniones sin información, y opiniones que
verdaderamente pueden oponerse abiertamente a la evidencia suministrada por la
información.
Entonces, “el modelo de cascada de formación de la opinión es crucial respecto al
elemento informativo, o sea, respecto a la cantidad y a la naturaleza de la información
que contiene una opinión pública (...) El ingrediente de la opinión pública basado en la
identificación es, en cambio, el elemento no informado. Aquí encontramos
específicamente opiniones que ignoran «la noticia» (...) Finalmente, la expresión de la
forma de opinión de borboteo se encuentra – respecto al elemento de la información –
en algún lugar intermedio” [Sartori: 130, 131].
> Autonomía de la OP
Se trata de un opinión que, hasta cierto punto, el público se ha formado por sí mismo.
Es una opinión del público, en la que el público es el sujeto.
Las condiciones que permiten una OP relativamente autónoma pueden resumirse en
dos: a) un sistema educativo que no sea un sistema de adoctrinamiento; y b) una
estructura global de centros de influencia e información plural y diversa.
2

Una OP libre deriva de y se apoya en una estructura policéntrica de los medios de


comunicación y el interjuego competitivo de éstos. Nótese que el razonamiento no
asume que una estructura competitiva y policéntrica de los medios se dirija a audiencias
capaces de comparar las diversas fuentes y de decidir en consecuencia. Una
multiplicidad de persuasores refleja en sí misma una pluralidad de públicos; lo que, a su
vez, se traduce en una sociedad pluralista. Por otro lado, la autonomía de la OP supone
condiciones del tipo mercado; un sistema de información del tipo mercado es un sistema
autocontrolable y alerta, pues cada canal está expuesto a la vigilancia de los otros.
La OP debe ser autónoma, no racional (la OP racional no existe). En el planteo
sartoriano, la racionalidad está adjudicada a los representantes.
 Para entender este punto, es pertinente aclarar que Sartori está definiendo un modelo
de democracia liberal, electoral y representativa. Claramente, la democracia supone
un pueblo que no gobierna, pero elige representantes que lo gobiernen. El momento de
la elección se plantea como el momento en que el pueblo se encuentra en función de
gobernante y ejerce un control directo sobre los líderes políticos. De allí, la importancia
que para Sartori revisten las elecciones como registro de preferencias y opiniones de los
votantes. Son el mecanismo para constatar el consenso sobre los problemas de interés
público.
En una línea similar a la de Habermas, Sartori distingue claramente esfera pública y
esfera privada. La «cosa pública», «lo público» es el objeto de la OP. Los ciudadanos se
forman opiniones sobre los asuntos de gobierno y temáticas que refieren al estado de
esta «cosa pública», dejando fuera las cuestiones privadas [≠ Nöelle-Neumann].
La OP se manifiesta continuamente en el espacio público, pero el momento de
expresión máxima se da en los procesos electorales. Las elecciones son la
institucionalización de la OP. Este proceso permite la legitimidad de la democracia a
través de la expresión del electorado. Esta OP se forma gracias a un proceso que
involucra elementos de subjetividad individual (“difusos estados mentales” según define
Sartori: valores, creencias, ideologías) y corrientes de información externas. Dichos
elementos pueden combinarse en grados distintos, según tres modelos: de cascada, de
borboteo, de identificación con grupos de referencia.
Durante el proceso de formación de la OP no hay jerarquías, ni actores que dominen
completamente este proceso. Esto porque la OP debe ser autónoma: debe primar el
pluralismo, una estructura policéntrica en lo que a medios de comunicación refiere y
una educación libre de adoctrinamiento. Sólo así, el individuo podrá informarse (o no) y
elegir, adherir a aquellas ideas que siente más próximas [que más lo identifican]. Esta
base externa sumada a sus particularidades individuales (internalizadas, intrínsecas)
[aquellos elementos que lo definen como sujeto individual] serán expresadas,
condensadas, plasmadas a través del voto en las elecciones.
En este sentido, el gobierno democrático es un gobierno fundado en el consenso. Donde
se privilegia la regla de la mayoría. Sin embargo (como se dijo), esta mayoría no
gobierna en el día a día. La función la ejerce un grupo de “elegidos electorales” que
tienen competencia para decidir (tienen racionalidad para tomar decisiones) y generar,
a través de la discusión y el disenso, los cambios necesarios a nivel social. Sartori parte
del supuesto de que la democracia es discusión; dicha discusión permite la variación y
esta variación refleja la pluralidad del sistema. En este punto existe una vinculación con
los procesos de formación de la OP: ésta permite los cambios mencionados porque más
allá de que las decisiones no surgen de la ciudadanía, sí las condiciona. En palabras de
Adrogué [he aquí una similitud teórica] “si bien no provee cursos de acción, sí provee
pautas o líneas generales que sirven de orientación a los gobernantes”.
2

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