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MONZÓN
“Opinión pública, comunicación y política”
La OP es un concepto polisémico y complejo, producto de las variaciones que han
sufrido a lo largo del tiempo los dos términos que la componen: «opinión» y «público».
- OPINIÓN
La historia de la OP (propiamente dicha) debe situarse en los comienzos de la Edad
Moderna, junto al desarrollo de la imprenta, la expansión de las ideas democráticas y el
nacimiento del público político. No obstante, las primeras referencias más claras vienen
de Grecia y Roma.
Platón y Aristóteles desarrollan, desde la filosofía, el concepto de “opinión” (doxa).
Para el primero, la doxa es un conocimiento parcial e inseguro de la realidad, basado en
impresiones y ambigüedades. Aristóteles, en cambio, acepta la vía de la opinión como
forma de acercarse a la verdad, ya que entiende aquélla como un conocimiento
aproximado o probable.
En la cultura romana, cuando se habla de opinión (rumor o fama) ya no se la entiende
en sentido filosófico, sino publicístico. “Opinión es sinónimo de apariencia, suposición
o notoriedad, la buena o mala imagen que los demás tienen de uno mismo” [Monzón:
23].
A lo largo de la Edad Media, domina la concepción vertical de entender las relaciones
entre poder y pueblo; así, no existe lugar para la OP. Sin embargo, el Renacimiento trae
aires de renovación siendo “(...) Nicolás Maquiavelo quien nos introduzca en la
prehistoria propiamente dicha de la opinión pública (...) [ya que] reconoce el poder de la
opinión pública, «con el objeto de construir una teoría del manejo de esta opinión que él
sabe maleable, sensible a la fuerza y fácil de engañar»” [Monzón: 26].
Frente al posible apoyo que puedan darle los grandes o notables del reino, el príncipe
necesita siempre del aprecio, la estima o el favor popular. Maquiavelo reconoce el
concepto romano de opinión como la (buena o mala) imagen que los demás tienen de
uno. El príncipe debe aparecer ante los demás con la mejor imagen posible: “Procure,
pues, un príncipe conservar y mantener el Estado; los medios que emplee serán siempre
considerados honrosos y alabados por todos; porque el vulgo se deja siempre coger por
las apariencias y por el acierto de la cosa” [citado en Monzón: 28].
Recapitulando: “(...) dos formas distintas de entender el término «opinión», que
ayudarán más tarde a explicar el concepto de opinión pública: la primera de ellas
se sitúa en el plano filosófico y traduce los significados de doxa y opinio como
semisaber, juicio incierto o conocimiento probable y, la segunda, desde un punto
de vista publicístico, se equiparará con reputación, fama o notoriedad” [Monzón:
46].
- PÚBLICO
Tanto en Grecia como en Roma quedan perfectamente diferenciadas las esferas de
“privado” (gira en torno al domicilio doméstico y la reproducción de la vida) y
“público” (refiere a aquellas actividades cívicas y comunes donde el ciudadano puede
participar como ser libre).
Esta contraposición es apenas usada durante la Baja Edad Media; es más apropiado usar
los términos germánicos “común” (accesible para todo el mundo) y “particular” (propio
y de uso exclusivo para cada uno) [período de transición – pueblos romagermánicos].
“Entre las causas más importantes que contribuyen al cambio de la mentalidad medieval
en mentalidad moderna se encuentran el invento de la imprenta, el poder emergente de
la burguesía, la vuelta al pasado de los clásicos, el nacimiento del Estado-Nación y la
2
interés general [cuyo interlocutor es el Estado; sólo “hablan” los propietarios –burgués e
ilustrado]. Desde esta perspectiva, la OP ejerce funciones de control y crítica frente al
poder.
Tocqueville: OP = fuerza de opresión.
Se centra en alertar sobre el poder de las mayorías: “En las épocas igualitarias, a medida
que los ciudadanos se nivelan y asemejan (...) aumenta (...) la masa, y su opinión llega a
ser la que conduce el mundo” [citado en Monzón: 81].
Frente a esta situación, existen escasas garantías. ¿A quién acudir entonces? A la
libertad de prensa.
Stuart Mill: entiende la OP como la expresión de las masas y su poder.
Ante el poder de las masas, concebirá la libertad, la integridad, el respeto a la persona y
la distinción personal como bienes intrínsecos [inalienables]. Debe defenderse la
libertad a través del dominio interno de la conciencia, la absoluta libertad de
pensamiento y sentimiento y la libertad de expresar y publicar las opiniones.
BÉJAR
“Rousseau: opinión pública y voluntad general”
“J. J. Rousseau (...) con su Discurso sobre las ciencias y las artes (...) se revela contra la
Ilustración, sus protagonistas, su ideología y el papel nefasto de la cultura. La
civilización – dice – ha traído la alienación al hombre y la cultura ha desnaturalizado su
estado primitivo (...) La cultura y su portavoz, la opinión pública, no son, sin embargo,
la causa de los males, sino la consecuencia de una situación que encuentra su raíz en la
desigualdad humana. Esta idea la desarrolla en el Discurso sobre el origen y los
fundamentos de la desigualdad entre los hombres (...) En el primer estado el hombre
evoluciona de una situación autónoma, individual y aislada (nomadismo) a una
situación grupal. Se vuelve sedentario, se ubica en el espacio formando comunidades y
a través de las relaciones interpersonales y el uso del lenguaje va creando un nuevo
espacio simbólico y social que posibilita la entrada de lo público y la opinión pública.
Las relaciones son directas y espontáneas y el espíritu comunitario resultante responde a
los deseos individuales; por ello, la opinión pública es auténtica y muy distinta a la
opinión de los ilustrados.
En el tránsito del paleolítico al neolítico el hombre se separa de su espacio-entorno,
empieza a organizarse, aumenta el progreso económico y, como consecuencia, surge la
necesidad de acumular riquezas y el deseo de agradar. La pérdida del estado de
naturaleza ha traído el reino de la ficción y de las apariencias y la opinión pública ha
perdido su carácter de representación colectiva para transformarse en opinión privada de
los poderosos (...)
Rousseau (...) busca un nuevo tipo de sociedad donde el estado de naturaleza se
reencuentre con el estado social, sociedad ideal que describe en El contrato social. La
nueva sociedad se basa en un contrato donde las personas, libre y espontáneamente,
entregan su libertad para unirse en una nueva mentalidad común que llama «voluntad
general»: «Cada uno de nosotros – dice Rousseau – pone en común su persona y todo su
poder bajo la suprema dirección de la voluntad general; y nosotros recibimos
corporativamente a cada miembro como parte indivisible del todo». Este gesto de
solidaridad y de «entrega incondicional al espacio público conlleva la solución de la
“La opinión pública, por lo tanto, no tiene por sujeto al cuerpo de ciudadanos, sino a una parte
minoritaria que llamamos público burgués e ilustrado y que, pretendiendo representar el punto de vista de
la población, no hace sino representar los intereses de su clase” [Monzón: 67].
‘Masas’ definido como ‘mediocridad colectiva’
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* Crítica hecha por Béjar: “(...) seguiremos la hipótesis de Habermas que «descubre»
que la opinión a la que Rousseau se refiere en El contrato social no tiene nada de
pública, sino todo lo contrario (...) cabe preguntarse: ¿Dónde queda este sujeto que ha
entregado al ser público su personalidad, su libertad, su moral y se ha tachado a sí
mismo en aras de una comunidad que siente como profundamente suya en tanto que
conjunto de voces, dónde queda si su juicio, su criterio, su sentir tampoco van a ser
suyos? (...)” [Béjar: 198].
Se elimina la discusión pública.
Se obvian las contradicciones.
La crítica es considerada como traición.
TOCQUEVILLE
“La democracia en América”
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STUART MILL
“Sobre la libertad”
El autor boga por la libertad individual, puesto que entiende que “(...) el libre
desenvolvimiento de la individualidad es uno de los principios esenciales del bienestar”
[Stuart Mill: 127]. Así, en las cosas que no conciernen a los demás debe ser afirmada la
individualidad; ya que donde la regla de conducta son las tradiciones o costumbres, falta
uno de los principales elementos de la felicidad humana y del progreso tanto individual
como social.
LA OPINIÓN DEBE SER LIBRE – LA UNANIMIDAD DE OPINIONES NO ES
DESEABLE.
El seguir las costumbres desarrolla caracteres ordinarios, sin práctica alguna en la
facultad de discernir, desear lo mejor, decidir, prever y determinar. No permite el
ejercicio de las capacidades propias y únicas de cada ser humano.
Stuart Mill considera que la sociedad actual [de su tiempo] sufre de la falta de impulsos
y preferencias personales; el espíritu se doblega a la conformidad; la singularidad de
gusto o la excentricidad de conducta se evitan como crímenes; no se tienen ideas ni
sentimientos propios; en conclusión: no hay voluntad propia.
Los individuos están perdidos en la multitud. A través de la OP, la masa gobierna al
mundo ejerciendo una «tiranía de la opinión».
Frente a esto, “(...) es sólo el cultivo de la individualidad lo que produce, o puede
producir, seres humanos bien desarrollados (...)” [Stuart Mill: 136]; esto, a su vez,
permitirá que cada persona, al alcanzar un mayor valor de sí misma, es capaz de
adquirir [y dar] un mayor valor para los demás. Se da una mayor plenitud de vida en la
propia existencia y cuando hay más vida en las unidades, hay también más vida en la
masa que se compone de ellas. Además, una sociedad que estima la originalidad permite
la aparición de hombres de genio: alientan la libertad, la innovación; experimentan y
dan lugar a un mejoramiento en las prácticas establecidas; introducen cosas buenas que
antes no existían y además, dan vida a las ya existentes.
En este tipo de sociedad DEBE PRIMAR LA INDEPENDENCIA DE LA ACCIÓN Y
EL MENOSPRECIO DE LA CONSTUMBRE.
Es claro que Stuart Mill tiene una concepción negativa de la costumbre, ya que “es el
eterno obstáculo al desenvolvimiento humano”; está en contra del espíritu de progreso.
Más individuales que los demás, tienen originalidad de pensamiento y acción.
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DADER
“Las teoría contemporáneas”
Una definición generalmente aceptada de OP no existe. En base a ello, el autor ofrece
una variedad de interpretaciones:
de la mayoría tenderán, por la presión social del miedo a sentirse aislados o en choque
con lo mayoritario bien visto, a silenciar sus verdaderas opiniones, favoreciendo así la
impresión de los que opinan en mayoría, de que su preponderancia social es incluso
más extensa de la existente en realidad. A la inversa, los minoritarios se sentirán más
aislados de lo que verdaderamente están y esto irá creando un proceso de espiral: las
personas de convicciones menos firmes o más indecisas irán adoptando con más
facilidad las tesis de moda y la consideración social de las opiniones minoritarias será
cada vez más escasa.
Nöelle-Neumann utiliza una imagen biológica para referirse a la OP, calificándola de
«piel social», con las mismas funciones de protección hacia fuera y cohesión de todo lo
interior que tiene el tejido epidérmico en cualquier ser vivo: “Opinión pública, nuestra
piel social (...) de una parte significa que la opinión pública protege a nuestra sociedad
como una piel, manteniendo la unidad. De otra, afecta a los individuos particulares,
que cuando sufren los ataques de la opinión pública, sienten la sensibilidad de su piel
social” [citado en Dader: 206 y 207].
La autora adopta una novedoso concepto de «público»:
– se ha identificado con los «asuntos públicos».
– refiere a una situación de público anónimo.
– se ha expresado como equivalente a «sanción»; y este uso de la OP se llamó «control
social».
Esta concepción de OP, basada en un rasgo psicosocial supuestamente nuclear del
comportamiento del hombre en sociedad, choca frontalmente con la «concepción
crítica» e idealista de Habermas. Para Nöelle-Neumann, la «opinión pública
crítica» u opinión racional sobre el bien común, surgida del debate democrático,
no es más que una invención intelectual mientras que la poderosa fuerza de la «ley
de la opinión o de la reputación» que condiciona a los individuos comunes es algo
que puede ser observado todos los días.
Desde este planteamiento, Nöelle-Neumann arremete contra la exclusiva dimensión
política de la OP.
“Confrontando las concepciones de Habermas y de Nöelle-Neumann merece la pena
destacar algunos rasgos sintéticos de tal oposición.
En el caso de Habermas la opinión pública se analiza prioritariamente en su vertiente y
significación política, se concibe como un espacio estructural – el Espacio Público –,
donde pueden coexistir una opinión pública manipulada y una opinión pública crítica y
se expresa éticamente la necesidad de una «Opinión Pública» ideal o arquetípica,
producto del debate racional y libre de todos los ciudadanos – que constituyen el
ámbito público –, para obtener una fundamentación filosófico-política del Estado
social o democracia social-liberal.
En el caso de Nöelle-Neumann la opinión pública se analiza prioritariamente en su
vertiente psicosociológica, aunque de tal vertiente también se hacen depender
consecuencias políticas prácticas (...) Se acepta la existencia de fenómenos de opinión
diversos emparentados con la opinión pública (clima de opinión, corrientes de opinión,
etc) pero genuinamente se restringe el término para identificarse con el control social
anónimo de cuya existencia todo particular tiene conciencia y acepta sus
comportamientos. Por último plantea una actitud resignada o realista que, por
oposición al idealismo de denuncia de Habermas, niega la posibilidad de una opinión
pública racional y dialogante y se queda instalada en la contemplación conservadora
de este acrítico e irreflexivo control social anónimo” [Dader: 208].
Tal dinámica tiene asimismo algunos resortes de inversión de la tendencia, reconocidos por la
autora, que permiten comprender el carácter cíclico de muchas modas y hábitos sociales.
1
BLUMER
“El interaccionismo simbólico. Perspectiva y método”
(1) Es forzoso reconocer que la OP tiene su base en una sociedad y constituye una
función de la misma. Esto significa, evidentemente, que toma su forma del marco social
en que se mueve y del proceso social que se desarrolla en dicho marco; asimismo quiere
decir que su función está determinada por el papel que desempeña en la acción social.
(2) Toda sociedad humana se compone de diversos tipos de grupos funcionales. La vida
colectiva está compuesta por las acciones y actos de tales grupos, los cuales se orientan
en distintas direcciones, de acuerdo con intereses especiales. Estos grupos difieren en
cuanto a la posición estratégica que ocupan en la sociedad y en cuanto a sus
oportunidades para actuar y, en consecuencia, en cuanto a prestigio y poder. Dado que
son grupos funcionales, es decir, formados por personas que actúan individualmente en
1
Para cada tema, habrá una OP distinta puesto que cada grupo simbólico tiene intereses y
funciones distintos, buscando influenciar sólo en estos temas (que son los de su
incumbencia).
Los sondeos de opinión no reflejan la composición social.
LUHMANN
“La realidad de los medios de masas”
Busca responder a la pregunta sobre cómo, modernamente, se construye la realidad en
el sistema llamado sociedad.
Los medios de comunicación determinan el modo como debe ser percibido el mundo y
las perspectivas morales que deben coordinarse para obtener dicha representación. La
sociedad, así, reproduce los temas que los medios de masas seleccionarán para
transformarlos en información. Todo hace aparecer que en la esencia de la moral está el
optar por la paz, por la igualdad, por la solidaridad. Aunque esto, desde el punto de vista
empírico, esté desmentido.
La moral necesita claramente, para rejuvenecerse, del escándalo; necesita de los mass
media y en especial de la televisión. A la persistente reproducción de lo que es [destacar
el alzamiento por encima de la tranquilidad], se le opondrá lo que «debería ser». La
sociedad se estimula a sí misma para la innovación: produce problemas que exigen
soluciones; las que, a su vez, producen problemas que exigen soluciones.
Los mass media, en el procesamiento de la información, a lo que llevan es a la
construcción de un horizonte de incertidumbre que debe ser alimentado siempre por más
información [siempre más y nunca menos] . La sociedad deja en manos del sistema de
los mass media su observación: observación en el modo de observación de la
observación. En otras palabras, la función de los mass media consiste, por sobre todo,
en dirigir la autoobservación del sistema de la sociedad. Se trata de una observación que
produce sus propias condiciones de posibilidad y, que en este sentido, es autopoiética
[el estímulo para la próxima comunicación se produce en el mismo sistema]. La
comunicación se orienta hacia adentro; hay una permanente producción y reproducción
de las estimulaciones – y no la difusión del conocimiento, ni su socialización, ni la
educación orientada a producir conformidad con las normas.
[como contrapartida] Los medios de masas garantizan a todos los sistemas funcionales
una aceptación social amplia, y a los individuos les garantizan un presente conocido, del
cual puedan partir para seleccionar un pasado específico o expectativas futuras referidas
a los sistemas.
Podría afirmarse que “por una parte, los medios de comunicación absorben y, por otra,
estimulan la comunicación. Por lo tanto, aplican continuamente nueva comunicación a
los resultados de la actual comunicación. En este sentido, son los que se encargan de la
producción de los valores específicamente propios (...) de la sociedad – precisamente de
aquellas orientaciones (relativamente estables) tanto cognitivas, como normativas o
evaluativas que no pueden provenir de fuera, sino que se llevan a efecto sólo en la que
las operaciones se aplican recursivamente a sus propios resultados” [Luhmann: 142].
Por eso, la comunicación debe ser llevada hacia delante mediante sus propios objetos
constituidos, que se pueden convertir en temas. A los medios de masas les toca, en
primera línea, lograr que se den a conocer los objetos y, de momento en momento,
introducir variaciones; de tal suerte que en la comunicación posterior se provoque el
riesgo de aceptación o rechazo.
La estimulabilidad se produce cuando el sistema muestra que tiene memoria en todas
sus operaciones. La memoria actúa como instancia que borra huellas, como represión y,
1
HABERMAS
“Historia crítica de la opinión pública. Investigaciones sobre una categoría de la
sociedad burguesa”
La OP significa dos cosas distintas según se contemple como
– una instancia crítica, en relación a la notoriedad pública normativamente licitada del
ejercicio del poder político y social
– una instancia receptiva, en relación a la notoriedad pública, «representativa» o
manipulativamente divulgada, de personas e instituciones, de bienes de consumo y de
programas.
Una tiene que ver con la OP; la otra, con la opinión no pública.
La OP ideal conlleva la polémica racional, el debate [universales]; es políticamente
relevante, porque permite la acción.
El autor critica el actual tratamiento de la OP: analizada como «opinión de masas»
“(...) pasa ahora por producto de un proceso de comunicación en el seno de las masas
que no está vinculado a los principios de la discusión pública ni a la dominación
política” [Habermas: 265].
Positivismo
El público es equiparado con group, como sujeto sociopsicológico de un proceso de
interacción entre dos o más personas. La noción de «grupo» se abstrae de todo
presupuesto social e histórico, también de todo medio institucional.
Opinión es identificada con expression on a controversial topic, luego con expression
of an attitude y, posteriormente, con attitude sin más. La opinión acaba por no necesitar
siquiera de la capacidad de verbalización; ella comprende no sólo cualesquiera hábitos o
costumbres que se manifiestan en determinadas concepciones, sino también modos de
conducta sin más.
Para el positivismo, el concepto sociopsicológico de OP supone la eliminación de
todos los momentos sociológicos y politológicos esenciales.
Frente a esta concepción, Habermas propone concebir la OP en un sentido
comparativo, porque hay que entender la realidad constitucional del Estado social
como el proceso en cuyo decurso se realiza una publicidad políticamente activa,
esto es, en cuyo decurso el ejercicio del poder social y de la dominación política se
someten efectivamente al mandato democrático de la publicidad.
Hay que poder medir empíricamente a las opiniones según el grado de publicidad.
En el modelo construido, pueden contraponerse dos ámbitos de comunicación
políticamente relevantes: por un lado, el sistema de opiniones informales, personales, no
públicas; por el otro, el de las opiniones formales, institucionalizadas. Las opiniones
informales se diferencian según el grado de su obligatoriedad: en el plano más bajo de
ese ámbito de comunicación son verbalizadas las evidencias culturales; en un segundo
plano son verbalizadas las experiencias básicas de la propia biografía; en un tercer
plano, las evidencias de la cultura industrial.
1
NÖELLE NEUMANN
“La espiral del silencio”
La autora estudia la opinión pública como una forma de control social en la que los
individuos, percibiendo casi instintivamente las opiniones de quienes les rodean,
adaptan su comportamiento a las actitudes predominantes sobre lo que es aceptable y
lo que no.
> Tres significados de «público»
1) lo abierto a todo el mundo en cuanto a distinto de la esfera privada, que es algo
distinguido o apartado como propio.
2) denota alguna implicación del Estado; intereses públicos.
3) la piel social
Este tercer sentido podría caracterizarse como psicosociológico.
El individuo no vive sólo en su espacio interior; su vida también está vuelta hacia fuera,
hacia la colectividad. Entonces, ¿qué es eso que «expone» continuamente al individuo y
le exige que atienda a la dimensión social de su medio? Es el miedo al aislamiento, a la
mala fama, a la impopularidad; es la necesidad de consenso. Esto hace que la persona
desee prestar atención al entorno y se vuelva así consciente del «ojo público». Los
1
terreno; cuanto más suceda esto, menos seguro estará de sí y menos propenso estará a
expresar sus opiniones.
“Basándonos en el concepto de un proceso interactivo que genera una ‘espiral’ del
silencio, definimos a la opinión pública como aquella que puede ser expresada en
público sin riesgo de sanciones, y en la cual puede fundarse la acción llevada adelante
en público” [Nöelle-Neumann: 201].
La autora define a la OP como la opinión dominante que impone una postura y una
conducta de sumisión, a la vez que amenaza con aislamiento al individuo rebelde y, al
político, con una pérdida de apoyo popular. Por esto, el papel de activo de iniciador de
un proceso de la opinión queda reservado para cualquiera que pueda resistir a la
amenaza de aislamiento.
> Rol de los medios de comunicación: difunden determinadas opiniones, haciéndolas
accesibles para todos y permitiendo que se vuelvan mayoritarias; esto alienta la
amenaza al aislamiento. “(...) las opiniones que se hacen públicas (...) se hacen públicas
en los medios de comunicación de masas” [Nöelle-Neumann: 88]. Podría decirse que
impulsan a obrar a los individuos, incluso contra su voluntad a fin de no ser apartados
socialmente.
Retomando el concepto lockeano de “ley de moda”, los medios de masas difunden estas
concepciones que marcan aquello considerado como agradable o desagradable, como
bueno o malo; la mayoría de la gente las utiliza como guía para mantener su buena
reputación frente a los demás, olvidando las leyes de Dios o del juez.
> Críticas:
– prescinde de aspectos normativos: es una teoría realista, del “como es” ≠ debe ser.
– trabaja únicamente sobre los aspectos psicosociales
– toma al individuo como unidad de análisis: es difícil vincular la OP con la opinión
individual. Nöelle-Neumann “salva” esta crítica a partir del argumento de que sus
experimentos preguntan sobre «¿qué cree ud. que piensan los demás sobre...?».
ADROGUÉ
“El debate sobre las propiedades de la opinión pública en EEUU”
Estudio de la OP: uno de los rasgos distintivos de este proceso es la ausencia casi
absoluta de conceptos precisos que den cuenta del fenómeno a estudiar. A partir de esta
afirmación, Adrogué propone “organizada y comentada reseña bibliográfica” sobre el
debate de las propiedades de la OP en EEUU.
Éste puede remontarse a los Federalist Papers: la opinión de los ciudadanos, sin
constricción institucional alguna, podía ser víctima de las pasiones y de esta manera
errar en la búsqueda del “bien común”, al cual sólo podía accederse mediante el
gobierno de la razón. Fruto de esta percepción, el diseño institucional norteamericano
puede entenderse como una serie de mecanismos destinados a reducir los posibles
riesgos de una opinión ciudadana volátil e impredecible y a merced de quienes quisieran
o supieran alentar las “pasiones” del pueblo. Por el contrario, Jefferson y los llamados
populistas sostuvieron que la única solución al problema de la manipulación de la OP no
era limitar institucionalmente el poder de la ciudadanía sino informarla y educarla.
A principios del siglo XX, el debate [sobre las propiedades de la OP] adquiere rasgos
propios y distintivos:
> CONSENSO PESIMISTA
Se extiende desde mediados de la década del ‛30 hasta la intensificación de la guerra en
Vietnam y se funda en tres argumentos principales: a) la OP es volátil, inestable e
impredecible; b) la OP es irracional o, menos drásticamente, carece de coherencia
2
Entre los defensores más paradigmáticos de esta tesis se encuentra Yankelovich, para
quien la OP como fenómeno social y objeto de estudio posee “integridad” propia y
merece parámetros especiales para ser juzgada. Otros autores fundan la racionalidad de
la OP en la disponibilidad de información (en cantidad y calidad) de la que
efectivamente gozan los ciudadanos, en una ecuación simple y directa: a más
información, más racionalidad.
Los optimistas corroboran la existencia de estabilidad y predictibilidad en la OP. Las
investigaciones realizadas por Page y Shapiro demuestran que las preferencias de la OP
norteamericana son estables y predecibles a lo largo de casi sesenta años en temas de
política nacional e internacional. Cuando hay cambios, éstos son predominantemente
graduales, al tiempo que cambios bruscos ocurren muy raramente y responden a
situaciones históricas especiales. Las orientaciones y preferencias de la OP responden al
devenir de los acontecimientos y a la disponibilidad de información, hecho que
demuestra su capacidad para establecer juicios coherentes a lo largo del tiempo.
Por su parte, en oposición a la tesis de Converse, autores como Huntington y Ladd
argumentan que la racionalidad de la OP norteamericana se sustenta en un sistema
común, estructurado y coherente, de valores y creencias: la “ideología americana” (más
conocida como american creed). A pesar de sus doscientos años de historia, los valores
de la “ideología americana” se mantienen estables y predominantes a lo largo de los
distintos grupos sociales, al tiempo que brindan sentido a sus preferencias y opiniones.
Por último, el consenso optimista sostiene que la OP, si bien no prescribe cursos de
acción, al menos provee ciertas pautas o líneas generales que sirven de orientación
o que deben considerar los gobernantes al momento de tomar sus decisiones.
“Si para el consenso pesimista la opinión pública se asemeja a un monstruo prehistórico
de cuerpo inmenso y cerebro minúsculo, para el consenso optimista, ‘la gente
(simplemente) no es estúpida’” [Adrogué: 391].
SARTORI
“Teoría de la democracia. El debate contemporáneo”
¿Cuándo encontramos un «pueblo gobernante», el demos en acto o función de
gobierno? La respuesta es: en las elecciones.
Las elecciones constatan el consenso; registran las decisiones de los votantes; computan
opiniones. Empero, debe tenerse presente que poseen un carácter discontinuo y
elemental.
El poder electoral en sí es la garantía mecánica de la democracia; pero las condiciones
bajo las cuales el ciudadano obtiene la información y está expuesto a las presiones de
los fabricantes de opinión son las que constituyen la garantía sustantiva.
“En su significado primario se llama pública a una opinión, no sólo porque se encuentra
difundida entre el público, sino además porque pertenece a las «cosas públicas», a la
res pública. En resumen, la opinión pública es ante todo y sobre todo un concepto
político (...) la opinión puede definirse del modo siguiente: un público, o
multiplicidad de públicos, cuyos difusos estados mentales (de opinión) se
interrelacionan con corrientes de información referentes al estado de la res
pública” [Sartori: 118].
Consecuentemente, el sujeto de la OP es el ciudadano.
> La cuestión del CONSENSO
El consenso en sí no es particularmente difícil de definir. En principio, no es
consentimiento real: no implica el consentimiento activo de cada uno a algo. En
segundo lugar, la característica definitoria general del consensus-aceptación es un
«compartir» que de alguna manera vincula (obliga). ¿Pero un compartir qué? Respecto a
2
la teoría de la democracia hay que distinguir claramente al menos tres posibles objetos
compartibles [objetos de consenso]: a) valores fundamentales (tales como la
libertad y la igualdad), que estructuran el sistema de creencias; b) reglas de juego,
o procedimientos; c) gobiernos y políticas gubernamentales específicas. Estos
objetos de consenso y de disenso pueden convertirse respectivamente, siguiendo a
Easton, en tres niveles de consenso: a) consenso a nivel de comunidad, o consenso
básico; b) consenso a nivel de régimen, o consenso procedimental; c) consenso a
nivel de acción política, o «consenso político».
El primer objeto o nivel de consenso – identificado como consenso básico – señala si
una sociedad determinada comparte en su totalidad los mismos valores y fines
valorativos. Un consenso sobre los valores fundamentales es una condición que facilita
la democracia, pero no es una condición necesaria de la misma.
El segundo objeto o nivel de consenso puede denominarse consenso procedimental, en
cuanto establece las llamadas reglas de juego. Estas son numerosas, pero existe una de
extraordinaria importancia: la regla que determina cómo deben resolverse los conflictos.
Si una sociedad política no comparte una norma de resolución de conflictos, entrará en
pugna en cada conflicto, y esto es la guerra civil. En una democracia, esta regla es la
regla de la mayoría. El consenso procedimental, y concretamente el consenso sobre la
regla de solución de los conflictos, es la condición sine qua non de la democracia. En
consecuencia, es adecuado hablar del consenso procedimental como consenso
relacionado con el régimen. Si no acepta el principio de mayoría, o al menos se le presta
conformidad, lo que no se acepta es la democracia como régimen. El desacuerdo en el
ámbito de esas reglas es lo que la democracia protege y fomenta.
Es, pues, el tercer objeto o nivel de consenso – sobre la acción política y los gobiernos –
el que trae a colación el consenso como disenso y apoya la opinión sostenida por Barker
de que «la base y la esencia de la democracia» es «el gobierno mediante la discusión».
Este es el contexto en el que la discrepancia, el disenso y la oposición surgen como
elementos caracterizadores de la democracia.
“Resumiendo, el consenso básico, o acuerdo sobre lo fundamental (las creencias
valorativas y la estructura de nuestro sistema de creencias), es la condición que
facilita, aunque no sea una condición necesaria para, la democracia. En cambio, el
consenso procedimental, y sobre todo el consensus sobre la norma de solución de
los conflictos, y las normas complementarias, son una condición necesaria,
verdaderamente el prerrequisito de la democracia. Este consenso es el comienzo de
la democracia. Sólo, por tanto, cuando el consenso se refiere a las acciones políticas
y al personal gubernamental el énfasis se sitúa en la discusión, el disenso y el papel
crucial de la oposición” [Sartori: 124].
En este contexto, el disenso se asume y se precisa para producir cambios en el
consenso, es decir, una consenso nuevo o nuevas personas que muestren su acuerdo
sobre temas diferentes.
> La formación de opiniones
La mejor forma de contestar a la pregunta «¿qué es la opinión pública?» pasa por
distinguir tres procesos, en el siguiente orden: a) las opiniones que destilan las
diferentes élites; b) el hervidero de opiniones que emana la base; c) las identificaciones
de los grupos de referencia.
El modelo de cascada, formulado por Deutsch, describe perfectamente la formación de
opiniones inducida por la élite. Las opiniones discurren de arriba hacia abajo a través
de varios saltos, como en una cascada escalonada por una serie de remansos. El remanso
más elevado lo constituyen las élites económicas y sociales. Le siguen las élites
políticas y gubernamentales, los medios de comunicación, los líderes de opinión y, por
2
último, la masa del público. El valor explicativo del modelo de la cascada reside, sobre
todo, en su capacidad para resaltar hasta qué punto los procesos de formación de la
opinión se ven interrumpidos y regenerados horizontalmente en cada nivel; cada nivel
supone la reapertura de una dialéctica de opiniones y opiniones adversas.
De los cinco niveles, dos revisten especial importancia: el de los medios de
comunicación y el de los creadores de opinión. En las democracias actuales, el papel
principal en la formación de la opinión pública lo desempeñan los medios de
comunicación. Sartori es contundente: “(...) el mundo es – para el público en general –
el mensaje de los medios de comunicación” [Sartori: 127, 128]. Desde esta perspectiva,
los creadores de opinión locales tienen un papel fundamental: median la relación entre
medios de comunicación y público, resignificando en forma global los mensajes que
éstos [los medios de comunicación] emiten y “limitando” su poder. El autor entiende
que “(...) son un grupo de referencia para sus respectivas comunidades de amigos y
vecinos, para las audiencias a las que se dirigen. De este modo, los líderes de opinión
locales pueden bloquear o reforzar, disminuir o ampliar y seleccionar, en cualquier caso,
la importancia de, y otorgar credibilidad a, los mensajes de los medios de
comunicación” [Sartori: 128].
El modelo de borboteo es consecuencia de la proliferación de grupos de ideas [la
expansión masiva de la educación superior produce una considerable población
intelectual que es difícilmente acomodable, cada vez más, donde cuadra, o donde siente
que debería estar situada; aparecen en gran número intelectuales desempleados o
subempleados, que se concentran cada vez más en el remanso o depósito residual].
Estos núcleos de intelectuales, que permanecen en los espacios más bajos de la escala
de estratificación social, generan procesos de opinión ascendente; un borboteo que, en
ocasiones, puede transformarse en una poderosa marea: alcanzan a los niveles más altos
(sociales, económicos, políticos, medios de comunicación) y se imponen como tema de
agenda. Sartori revela que estos grupos son “(...) las antiélites [que] siguen siendo élites,
pero ya no coinciden con un nivel de élite; son élites a nivel de masa” [Sartori: 129].
Por último, el modelo de identificación con grupos de referencia. En este caso, las
opiniones de los individuos derivan, en gran parte, de las identificaciones con una
variedad de grupos concretos y / o grupos de referencia: la familia, grupos de
compañeros, de trabajo, religiosos, étnicos, identificaciones partidistas y de clase.
Dichas identificaciones tienen poco que ver con el hecho de estar informado y adquirir
información. En efecto, las opiniones no dimanan de una exposición a la información;
se trata de individuos que tienen opiniones sin información, y opiniones que
verdaderamente pueden oponerse abiertamente a la evidencia suministrada por la
información.
Entonces, “el modelo de cascada de formación de la opinión es crucial respecto al
elemento informativo, o sea, respecto a la cantidad y a la naturaleza de la información
que contiene una opinión pública (...) El ingrediente de la opinión pública basado en la
identificación es, en cambio, el elemento no informado. Aquí encontramos
específicamente opiniones que ignoran «la noticia» (...) Finalmente, la expresión de la
forma de opinión de borboteo se encuentra – respecto al elemento de la información –
en algún lugar intermedio” [Sartori: 130, 131].
> Autonomía de la OP
Se trata de un opinión que, hasta cierto punto, el público se ha formado por sí mismo.
Es una opinión del público, en la que el público es el sujeto.
Las condiciones que permiten una OP relativamente autónoma pueden resumirse en
dos: a) un sistema educativo que no sea un sistema de adoctrinamiento; y b) una
estructura global de centros de influencia e información plural y diversa.
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