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He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, alguien gritaba en los

50. He visto a las mejores mentes de mi generación arruinadas por el amor romántico, grito yo.
Además, he visto a las peores mentes de mi generación confundir los vicios con virtudes y
disentir con alguien que confunde sus virtudes con vicios. Así va el mundo. Russell debe estar
revólcandose en su tumba mientras la lucha posmodernista balbucea dentro de un baño, ahogada
en vómito & esperma, el ahogo de su límite, de su libertad. Nadie quiere afrontar la realidad. Y
no me refiero al concenso social de realidad, a sus convenciones y arbitrariedad. Sino que hemos
leído mal, desde el principio. Estamos jodidos desde el Génesis, es cierto. Pero nadie dice que
estamos jodidos por los miles de corolarios hechos y que se siguen haciendo cuando Heiddeger
dijo que la nada nadea. Cuando Weedgenstein, así como le dicen los fans-stoners, dice que el
mundo es lo que acaece. Qué romántico sonará decirle al amor de tu vida, que ahora engordó en
brazos de otro y que formó, como todo lo que se pudre, una familia con otro: te sucedió el
mundo. Y ella dirá: estás siendo donde no piensas. Y sonreirán. Sin entender, pero pensando en
morir, en todo lo que ahora pasa de forma vertiginosa y que parecen días, cuerpos y azules. Sí, he
visto a las peores mentes de mi generación ser destruidas por aquel verso que no se sabe si será
de Papasquiaro o G. Owen. Los he visto experimentar por experimentar, bajo la falsa honestidad
y pretensión de escribir... sin haber leído los cantos de Pound y los cuartetos de Eliot. Sólo así
sabrían que decir culear y cocaína en sus poemas no están siendo revolucionarios ni interesantes
ni vanguardistas. Sólo así sabrían que Bukowski es realmente pésimo, salvo por uno que otro
poema. Sólo así sabrían que la chica por la que se lamentan porque un jueves, sin querer y sin
saber lo que ocurriría, terminaron durmiendo con la chica que todos quisieran; sólo los utilizó y
que las intoxicaciones por la caña, el cristal, son sólo eso: no tienen valor poético ni cognoscible,
porque experiencia no implica conocimiento. Y viceversa. Y que todo es sólo eso: literatura. Sólo
eso. Que nada salva ni redime, aunque las cosas hayan variado desde su inicio. Y de eso que ha
cambiado, sólo una mínima parte sobrevive. Y es precisamente la que cae.

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