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La carta más hermosa que recibiste está incompleta

tiempo atrás que hubo de cesar nuestra correspondencia. pareciera ayer, parecieran años, pareciera que el
día de mañana va a suceder lo mismo, la tragedia de estar pendiente de un momento, de un tiempo que no
va a suceder jamás. habíamos hablado de lo que haríamos mañana, en un tiempo pretérito como si ahí,
sucedieran las cosas importantes: el lugar perfecto donde nada se iza ni se rompe. así, continuamos con el
pacto de las palabras y hechos siendo sólo palabras y hechos que no encuentran camino para surcirse a la
realidad. día tras día, el mensaje, los mensajes de contenido fotográfico:
un hombre que cubre con tu brazo el sexo de una chica recostada pensando en no morir
una figura de tres rostros como en el infierno de Dante
un sátiro seduciendo a una chica con el pecho descubierto dirigida hacia las estrellas
los mensajes irónicos de llamadas donde se debía que bastaba llamarse aunque no se contestara para estar
en ilusión cerca, las invitaciones a estar en distintos lugares de un lugar demasiado común como para que
resultase extraordinario, la sucesión de cosas que nos recordaba la imagen distante que tenemos del otro.

así era la correspondencia inadvertida. así era esa situación que pretendía anclarnos al suceso hipnótico de
huesos adheridos al cielo. así como los mensajes de la última despedida que era siempre la primera. o los
sucesos que pasaban sobre nuestras cabezas, los edificios que caían, los imperios que desaparecían, las
ciudades que se mermaba por una luz azul intensa y sacrílega hasta el cansancio.

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