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Universidad Técnica de Manabí

Facultad de Ciencias Humanísticas y Sociales

Escuela de Psicología

Materia: Fundamentos Filosóficos y Epistemológicos de la Psicología “B”

Docente: Escobar Delgado Gustavo Rafael.

Alumno: Navarrete Fernández Marco Adolfo.

Fecha: 13 de junio de 2018


Incidencia de la Epistemología en la Psicología.
El término “epistemología” fue empleado por primera vez por Ferrier en 1854 y
popularizado por Zeller a partir de 1862. Sin embargo, el contenido de la disciplina se
remonta a la filósofa de Platón. Epistemees el nombre griego de “conocimiento”; los
griegos distinguían la episteme de la doxa, palabra que usaban para referirse a la
opinión. El diálogo de Platón titulado Teeteto está dedicado a demostrar que la
percepción y la opinión no son conocimiento, y el diálogo entre Sócrates, Teodoro y
Teeteto termina sin definir el conocimiento.
En principio, René Descartes comienza su investigación epistemológica en las
Meditaciones con la siguiente pregunta: ¿cuáles proposiciones son dignas de creencia?
En la primera meditación, descubre que muchas creencias que hasta entonces había
aceptado como verdaderas debían ser rechazadas y que no tenía por qué aceptarlas
como verdaderas. Antes de determinar si podemos decir que conocemos algo, es
necesario identificar los criterios que regulan la aceptación y el rechazo de creencias.
Identificar los criterios de conocimiento y luego determinar cuándo podemos decir que
conocemos constituyen la agenda epistemológica de Descartes y esa ha sido la agenda
de la epistemología occidental hasta el día de hoy.
Las tareas centrales de la epistemología desde Descartes hasta el presente se resumen en
dos: identificar criterios de creencias justificadas y responder al desafío escéptico a la
posibilidad de tener conocimiento. No debe sorprendernos el hecho de que la
epistemología moderna haya estado dominada por un sólo concepto, el de justificación
y por dos preguntas fundamentales que lo involucran, a saber, qué condiciones debe
cumplir una creencia para que se justifique nuestra aceptación de que la misma es
verdadera y cuáles creencias estamos justificados para aceptar como verdaderas. Un
requisito implícito de las mencionadas condiciones es que deben ser formuladas sin el
uso de términos epistémicos (por ejemplo, “evidencia adecuada”, “suficiente base”,
“buena razón”, “fuera de toda duda razonable”, etc.). Es crucial que los criterios de
creencia justificada estén formulados únicamente en términos descriptivos, sin el uso de
términos evaluativos o normativos. Además del riesgo de circularidad que amenaza al
uso de términos epistémicos en la formulación de criterios de creencia justificada, está
el hecho de que estos términos epistémicos son en sí mismos esencialmente normativos.
Lo que sí queda claro en todo esto es que el concepto de justificación ha llegado a
ocupar un lugar central en las reflexiones sobre la naturaleza del conocimiento; es la
justificación lo que hace normativo el concepto de conocimiento. Si una creencia es
justificada para nosotros, es razonable que la aceptemos y sería epistémicamente
irresponsable aceptar creencias que la contradigan. Es, por tanto, tarea de la
epistemología identificar y analizar las condiciones bajo las cuales las creencias y otras
actitudes proposicionales estén justificadas desde el punto de vista epistemológico.

Veamos cuál fue la respuesta clásica al problema epistemológico propuesto por


Descartes. El enfoque cartesiano al problema de la justificación tomó la forma de lo que
ahora se conoce como “fundamentalismo”. La estrategia fundamentalista consiste en
dividir la tarea de explicar la justificación en dos etapas: primero, identificar un
conjunto de creencias que estén directamente justificadas en el sentido de que no
deriven su justificación de la ninguna otra creencia, y luego explicar cómo otras
creencias pueden ser indirecta o inferencialmente justificadas a partir de las primeras.
Las creencias directamente justificadas, o “creencias fundamentales”, constituyen el
fundamento sobre el que habrá de descansar la superestructura de creencias derivadas o
no fundamentales. De acuerdo con Descartes, ¿cuáles creencias están directamente
justificadas? Las creencias sobre nuestros estados conscientes presentes. ¿En qué
consiste su justificación? ¿Qué hay en estas creencias que las hace directamente
justificadas? La respuesta cartesiana es que ellas están justificadas porque son
indubitables; es tal su indubitabilidad que una mente atenta y reflexiva no puede dejar
de aceptarlas. ¿Cómo se justifican las creencias no fundamentales? Según Descartes por
deducción, es decir, por una serie de pasos inferenciales, cada uno de los cuales es
indubitable. Si tomamos la indubitabilidad cartesiana como un concepto psicológico,
tenemos que convenir en que la teoría epistemológica de Descartes cumple con el
requisito de proveer criterios de creencias justificadas de carácter descriptivo, no
epistémico.

El programa fundamentalista de Descartes fue heredado en sus rasgos esenciales, por


los empiristas. En particular, su mentalismo, la idea de que los estados mentales actuales
de cada persona son epistemológicamente fundamentales permaneció esencialmente
inalterada entre los empiristas. El empirismo lógico, a través de uno de sus más
representativos exponentes, Rudolf Carnap (1967), aceptó como meta de la
epistemología la formulación de un método para la justificación de conocimientos.
Según Carnap, la epistemología debe especificar cómo un fragmento ostensible de
conocimiento puede ser justificado, es decir, cómo se puede justificar que es auténtico
conocimiento. Semejante justificación no es absoluta sino relativa, pues el contenido de
un conocimiento es justificado al relacionarlo con los contenidos de otros
conocimientos que se presumen verdaderos. En este sentido, un contenido es reducido a
otro, a lo que Carnap designa con el nombre de derivación epistemológica. Fue a través
de este proceso que Carnap, utilizando el aparato lógico de Principia Matemática, logró
definir los términos teóricos reduciéndolos a términos que se refieren a características
fenoménicas de la experiencia sensorial.

Se ha seleccionado el punto de vista de Carl Rogers (1964) sobre el proceso de conocer


cómo una expresión representativa dentro de la psicología de la concepción tradicional
o clásica de la epistemología. En primer lugar, vale la pena señalar que Rogers no tiene
ningún parentesco filosófico con el empirismo lógico y que su selección obedece a que
distingue entre diferentes formas de conocimiento con base en el modo de su
justificación. En este sentido, Rogers distingue entre lo que él denomina conocer
subjetivo, conocer objetivo y conocer interpersonal, o fenomenológico. El conocer
subjetivo ocurre cuando se recurre al flujo de la experiencia para comprobar alguna
hipótesis, bien sea sobre emociones, sentimientos y algunos sucesos externos. Rogers
considera que como este modo de conocer no conduce a un conocimiento validado
públicamente, hoy se le presta poca atención, pero cree que constituye nuestra forma
más básica de conocer y que aun la ciencia más rigurosa tiene su origen en la misma. A
este respecto, cita las palabras de Albert Einstein en relación con su búsqueda de la
teoría de la relatividad:

“Durante todos esos años hubo un sentimiento de dirección de ir directamente hacia


algo concreto. Es muy difícil expresar ese sentimiento en palabras; pero decididamente
él existía y era claramente diferente de las posteriores consideraciones acerca de la
forma racional es la solución” (Wertheimer, 1991, p. 184).

Al intento de probar cualquier hipótesis recurriendo a los demás o al ambiente externo,


Rogers le da el nombre de forma objetiva de conocer. En este tipo de conocer, las
hipótesis se basan en un marco de referencia externo y son comprobadas tanto mediante
operaciones externamente observables como por medio de inferencias empáticas con
relación a las reacciones de un grupo de referencia que merece confianza, habitualmente
un grupo de colegas. De esto resulta obvio que la elección de un grupo de referencia es
extremadamente importante en este tipo de conocer. Dicha importancia se hace más
patente cuando los grupos de referencia son demasiado estrechos. Aunque el conocer
objetivo goza de la más amplia aceptación en la comunidad científica, con frecuencia se
olvida que en muchas situaciones cede ante el conocer subjetivo. Esto ocurre cada vez
que el conocimiento intuitivo de los científicos prevalece frente a evidencias nuevas
provenientes de investigadores marginales. En este aspecto, Rogers sostiene que ni el
nuevo descubrimiento de investigación, ni la sabiduría subjetiva de los científicos que
rechazan dicho descubrimiento, son infalibles, e insiste en la naturaleza errónea de la
idea de que el conocimiento objetivo está “ahí afuera” es firme, impersonal y seguro.
Como invención humana, el conocimiento objetivo es una forma de conocer tan falible
como cualquier otra, sin negar que el mismo descansa en algunas de las mejores
salvaguardas que ha creado el hombre contra el autoengaño.

A los modos de conocer subjetivo y objetivo, Rogers agrega un tercer modo de conocer
aplicable fundamentalmente al conocimiento de los seres humanos, al cual designa con
el nombre de conocer interpersonal. Este es el conocimiento que se alcanza acerca del
mundo psicológico de otras personas. Para Rogers, conocemos los sentimientos,
emociones y creencias de otra persona mediante el acceso a su mundo fenoménico, lo
cual implica el uso de nuestra máxima capacidad de empatía. La convicción de Rogers
es que una ciencia psicológica madura debe procurar integrar estos modos de conocer a
fin de lograr un mayor alcance en torno a la clase de problemas científicamente
investigables. En este sentido, variables como “el significado”, “el sí mismo”, así como
otras variables provenientes de la interacción psicoterapéutica podrían ser estudiadas
por una psicología científica más abarcadora. Sin entrar en detalles, es oportuno señalar
que el conocimiento del mundo psicológico de otras mentes está rodeado de enormes
dificultades epistemológicas que han sido expuestas en análisis tanto filosóficos
(Austin, 1975) como psicológicos (Barratt, 1971).
A continuación, se abordará la segunda forma de ver la epistemología, aquella le niega a
esta disciplina la privilegiada condición de filosofía primera que le atribuía la
concepción tradicional o clásica y pretende convertirla en una ciencia natural. Este
punto de vista se remonta a las notas sobre lógica escritas por Ludwig Wittgenstein en
1913, y reduce la filosofía a lógica y metafísica, refiriéndose a la epistemología como la
psicología de la filosofía.

Una formulación más elaborada de esta nueva concepción de la epistemología es la


realizada por Quine (1974) en su ensayo Naturalización de la Epistemología, donde
argumenta que el programa fundamentalista cartesiano fracasó y que la búsqueda
cartesiana de certeza es una causa perdida. Quine cree en la legitimidad de la
epistemología, pero bajo una formulación y un estatus clarificado. Esta nueva
epistemología es un capítulo de la psicología y, por tanto, de la ciencia natural; estudia
un fenómeno natural: el sujeto humano físico. Según Quine, si lo que se busca es una
reconstrucción que vincule a la ciencia con la experiencia mediante procedimientos
explícitos, entonces parecería más sensato apelar a la psicología. Es mejor descubrir
cómo se desarrolla y se aprende de hecho la ciencia que fabricar una estructura ficticia
que produzca un efecto similar.

Mientras la vieja epistemología aspiraba a contener en un sentido a la ciencia natural,


construyéndola de alguna manera a partir de datos sensibles, en la epistemología
naturalizada es la epistemología la que está contenida en la ciencia natural, como un
capítulo de la psicología. Para Quine, la interacción entre epistemología y ciencia
natural es tan estrecha que podría visualizarse como dos conjuntos que en diferentes
formas se contienen recíprocamente. Se persigue una comprensión de la ciencia y no se
pretende que esa comprensión sea mejor que la propia ciencia que es su objeto. Quine
considera aplicable aquí la parábola de Otto Neurath sobre el marino que ha de
reconstruir su barco mientras flota en él.

Este intento por naturalizar a la epistemología ha sido objeto de prolongados debates en


los últimos años cuyas principales manifestaciones fueron recogidas por Hilary
Kornblith (1993, 1994). Dentro de la psicología, el más coherente esfuerzo por construir
una epistemología empírica es el realizado por B.F. Skinner (1963, 1972). Para
explicarlo, a continuación, se hará una breve exposición de la concepción skinneriana
general del conocimiento y su aplicación al mundo psicológico del individuo. Como se
sabe, Skinner se definió a sí mismo como un conductista radical que no aceptaba las
explicaciones mentalistas de la conducta y que tampoco debía aceptar dichas
explicaciones cuando se tratara de explicar la propia conducta del científico o de
cualquier otra persona que alegue conocer algo. A diferencia de la epistemología
tradicional, que ha sido derivada de la lógica y de la filosofía, la epistemología empírica
de Skinner se deriva del análisis de la conducta de todo aquel que alegue poseer
conocimiento de algo.
Génesis del Transtorno de Personalidad Antisocial

El trastorno antisocial de la personalidad (TAP) consiste en una incapacidad para


adaptarse a las normas sociales que habitualmente rigen numerosos aspectos de la
conducta de las personas en la adolescencia y la edad adulta. Los pacientes con TAP
característicamente tienen problemas de irritabilidad y sentimientos agresivos hacia los
demás, los cuales se expresan en el contexto de la amenaza o la intimidación. El TAP es
menos común en la clínica comparándolo con la población general en la que se reporta
una prevalencia media del 1.1. Se ha registrado una agregación familiar para el TAP en
la que el 40-50% de la varianza puede ser explicada por influencias genéticas. La
mayoría de los estudios de genética molecular en el TAP se han realizado utilizando la
hipótesis basada en los estudios de asociación con genes candidatos, enfocándose en los
genes relacionados a vías de neurotransmisión, siendo uno de los más relevantes, hasta
el momento, el gen para la monoamino oxidasa (MAOA). Aquellos genes que
promueven que cierta conducta exista entre los individuos debieron haberse elegido a
través del proceso de la selección natural. De manera similar a otros comportamientos
que tienen orígenes evolutivos, los comportamientos agresivos también deben ser
codificados en los genes, que a la postre serán transmitidos a la descendencia.

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