Una de las principales barreras para la mejora continua dentro de las
organizaciones es la resistencia a los cambios, pues se tiende a asociarlos con algo negativo y difícil de realizar, además de que internamente el personal de más antigüedad dentro de la empresa siente temor a las consecuencias que estos pueden traer en su trabajo y su estabilidad laboral si no se adaptan adecuadamente. Es por este motivo que cuando en una organización se toman decisiones que implican realizar seguimiento, medir, evaluar o analizar, la reacción por parte del personal no es optimista porque no existe una cultura organizacional en donde los cambios no se perciban como una amenaza sino como una oportunidad de mejora y crecimiento. Es bien sabido que dentro de un sistema de gestión de calidad, la medición y el seguimiento son fundamentales, pues es una fase en donde se recolecta información y evidencias para conocer la situación de un elemento que se haya considerado objeto de medición y se tomarán decisiones de carácter preventivo o correctivo sobre él. Dentro de las herramientas de medición que se pueden encontrar están los indicadores de gestión que son relaciones entre variables que dan ideas de cómo se encuentra un proceso, producto, servicio, dependencia o área; estos deben utilizarse dentro de las empresas para conocer cuáles fueron las consecuencias de acciones o situaciones que se hayan presentado en el pasado, cuando se necesita conocer si un elemento está o no cumpliendo con los objetivos propuestos, cuando se quiere establecer si existen desviaciones en el cumplimiento de las metas o se desea detectar algún problema o anomalía en dicho elemento que se está midiendo, pues los indicadores además de mostrarle a una organización cómo es su desempeño y el cumplimiento de sus metas, sirven para generar alertas que lleven a la toma de decisiones. A pesar de lo útiles que resultan los indicadores de gestión para las organizaciones, existen paradigmas sobre ellos que rondan en los pensamientos de muchos colaboradores y que en definitiva deben erradicarse porque dan una idea que se desvía de los objetivos que estos cumplen en una empresa, uno de ellos es “la medición precede al castigo”. Este paradigma se presenta porque los empleados en muchas ocasiones perciben la medición como un exceso de supervisión de su trabajo y conciben esta situación como una intención de la Alta Dirección para realizar despidos, sanciones o llamados de atención y a pesar de que esta situación puede presentarse, la realidad es que no es este el propósito que tienen las mediciones y el seguimiento, sino que existe de por medio un deseo de mejora continua que se convierte en una necesidad más que para crecer, para permanecer a flote como organización debido a que quien no se reinventa cada día y no avanza junto con la tecnología y con la alta exigencia del mercado, desaparece. Para lograr que los colaboradores comprendan la importancia de medir, es necesario realizar un trabajo de gestión del cambio arduo donde se realice énfasis en por qué y para qué medir, cuáles son los objetivos que tiene la Alta Dirección con ello, qué beneficios traerá para ellos como empleados a largo plazo que se realice seguimiento y medición y cuáles son las consecuencias que traería no medir para una empresa, de forma que el propósito de los indicadores de gestión se vaya interiorizando y los empleados cooperen y trabajen en pro a la mejora continua entendiendo que medir es el camino para lograrlo. Este cambio en la cultura organizacional tomará tiempo pero se debe ir realizando paulatinamente por medio de diferencias actividades como charlas por parte de la Alta Dirección, juegos de rol, campañas publicitarias internas, actividades lúdicas, dinámicas, construcción de material audiovisual y demás herramientas que abran poco a poco la mentalidad de los colaboradores haciendo que estos sean los principales aliados para el cumplimiento de los objetivos. En conclusión, para erradicar de raíz el temor a medir, se debe eliminar simultáneamente el temor al cambio y la única manera de lograrlo es con grandes esfuerzos y disposición por parte de la Gerencia que debe ser consciente de que no es suficiente con que el objetivo de la medición sea entendido por los altos directivos sino que cada miembro debe comprenderlo para que haya un trabajo armonioso y en equipo y se eliminen otros paradigmas como “No hay tiempo para medir” pues ya hay una cultura de entendimiento donde medir no es una actividad más que se debe realizar sino un camino que llevará a la mejora continua.