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Partiré en mi viaje sin retorno por tu geografía aprovisionando sensaciones en tus pies no sin antes tomar

aliento en los tobillos para, lentamente, rodear besándote las dunas de las pantorrillas para encontrar
refugio, a media tarde, en el anverso de tus rodillas acolchonadas; desde ellas extenderé mi mirada hacia la
vereda recorrida y en ese momento agradeceré al universo por permitirme la posesión de tu mundo.

Antes del crepúsculo reemprenderé mi camino por las anchas veredas de tus piernas fuertes, suaves y
poderosas; me embriagaré inventariando las vibraciones de tu piel canela con el roce de mis labios
temblorosos a cada palmo de tus piernas celestiales tímidamente desplegadas por la fuerza volcánica de tu
epicentro; lentamente me escaparé de ese embrujo para alcanzar el filo de tus caderas telúricas; allí
encenderé el fuego que apague los gélidos residuos de mi soledad. Veré desde allí, el ocaso de tu sol tras las
colinas de los senos aun distantes a mis fiebres nocturnas.

A media oscuridad navegaré el ecuador de tus caderas vagando lentamente por los cimientos de la espalda
en ese punto exacto donde nacen tus nalgas puras, turgentes y vibrantes. Me alimentaré en ellas
mordisqueando tus ganas, rodaré por su confluencia y apaciguaré mis urgencias de aventura erótica.
Retornaré a ellas, lo sé, sediento a llenarme de sus esencias. Viajaré con rumbo norte por la planicie sinuosa
de tu espalda desnuda a mis gozos, vagaré mapeando lunares crispados ante el roce de mis dedos.

A media noche triunfaré en los aromas de tu cuello, donde sopla la briza tibia de los bosques de tu pelo
rebelde y desordenado, me enredaré en ese laberinto antes de migrar al mundo fantástico de tu rostro
transfigurado por cataclismo de fluidos que explotan en tu edén en efervescencia. Tus ojos fijos en mis
pasos, tus labios expuestos a mis maniobras, gemidos exhalan del paraíso de tu boca que provocan arqueos
sísmicos de tu cuerpo hirviente. Desde la redondez virginal de tus hombres, dejaré que mi boca palpe cada
milímetro de tus manos, de nuevo alimentaré más mis ganas en sus palmas y delicadamente besaré tus
dedos temblorosos.

Con el éxtasis mutuo aflorando en tus cavidades, saltaré apresurado a las colinas gemelas de tus senos
orgullosos, plenos, sudorosos y exigentes al tacto de mis dedos jadeantes; rodaré en ellos, los escalaré,
apretaré mis manos contra ellos, devorare tus pezones enervados y sin abandonarlos me orientaré a ciegas
pasando por tu ombligo ardiente y tu vientre cataclísmico hasta el humedal de tu jardín convulsionado por la
fuerza misteriosa de tus hormonas desatadas.

Descalzaré mis pasos y suavemente me deslizaré en la alfombra de mil labios a través de tus manglares
misteriosos para tomar posesión del vital epicentro de tu mundo asomado en la gruta palpitante de las
fuentes de tu placer; he completado mi caminar por tus selvas y llanuras, finalmente puedo, embriagado por
el reto, el cansancio y por el designio de los dioses sembrar tiernamente mi cayado en tu centro de gravedad
para ondear la bandera de la victoria; desataremos las furias de los hados y dejaremos que el cataclismo nos
envuelva en una explosión hasta que el amanecer de un nuevo día me dé renovadas fuerzas para recorrer,
de nuevo, cada uno de tus puntos cardinales.

Cuando en la noche te envuelven

las alas de tul del sueño

y tus tendidas pestañas

semejan arcos de ébano,

por escuchar los latidos

de tu corazón inquieto

y reclinar tu dormida
cabeza sobre mi pecho,

¡diera, alma mía,

cuanto poseo,

la luz, el aire

y el pensamiento!

Cuando se clavan tus ojos

en un invisible objeto

y tus labios ilumina

de una sonrisa el reflejo,

por leer sobre tu frente

el callado pensamiento

que pasa como la nube

del mar sobre el ancho espejo,

¡diera, alma mía,

cuanto deseo,

la fama, el oro,

la gloria, el genio!

Cuando enmudece tu lengua

y se apresura tu aliento,

y tus mejillas se encienden

y entornas tus ojos negros,

por ver entre sus pestañas

brillar con húmedo fuego

la ardiente chispa que brota

del volcán de los deseos,

diera, alma mía,

por cuanto espero,

la fe, el espíritu,

la tierra, el cielo.

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