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Derecho constitucional
El control de la constitucionalidad desde la teoría del derecho 405
Revista de Derecho
de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
XXXI (Valparaíso, Chile, 2o Semestre de 2008)
[pp. 405 - 435]
el control de la constitucionalidad
desde la teoría del derecho
[Control of Constitutional System From the Theory of Law]
Horacio Andaluz*
Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia)
Resumen Abstract
Para la Teoría política es problemá- For political Theory, the material
tica la justificación material de la justicia justification of constitutional justice and
constitucional y el de los criterios usados the criteria used by the jurisdictional
por los órganos jurisdiccionales para institutions to base their decisions is
fundar sus decisiones. Pero el objeto del problematic.
presente trabajo es sólo exponer lo que But the objective of this work is only
sería la respuesta a tales problemas por to present the answer of the Theory of
parte de la Teoría del Derecho. Para ello, Law to those problems. With this pur-
el carácter jurídico de la Constitución es pose, the legal nature of the Constitution
expuesto a partir de dos fuentes jurispru- is put forward from two jurisprudence
denciales, analizadas según las doctrinas sources, analyzed according to the
del Derecho que mejor las definen: a la doctrines of the Law which define them
primera se aplica la teoría de Kelsen y a la better–to the former the theory of Kelsen
segunda la de Hart. El artículo aborda la is applicable, and to the latter, the theory
teoría de la interpretación, presentando of Hart. The article deals with the theory
una evolución de la misma en los dos of the interpretation, presenting its evo-
últimos siglos, y la teoría de la argumen- lution in the last two centuries, and the
tación, como explicación sistemática del argumentation theory, as a systematic
proceso de justificación de una decisión explanation of the justification process
judicial. Se concluye con un acápite sobre of a legal decision. It concludes with a
el Estado de Derecho y la justicia cons- subsection about the State of Law and
titucional, cuyo cometido es recordar el constitutional justice, which reminds
papel que ésta desempeña en términos de its role in terms of the efficacy of the
la eficacia del sistema jurídico. legal system.
P alabras clave : Constitución – Keywords: Constitution – Cons-
Tribunal Constitucional – Estado de titutional Court – State of Law – In-
Derecho –Interpretación – Argumenta- terpretation – Argumentation – Legal
ción – Decisión Judicial. Decision.
i. introducción
1. “Marbury v. Madison”.
“Marbury v. Madison”1 (1803), un caso que trasladó la confronta-
ción partidaria a la arena judicial, es entendible si se concibe el Derecho
como un sistema que regula su propia creación. La fuente de poder de
la Corte Suprema de Estados Unidos es su capacidad de controlar la
constitucionalidad de los actos del gobierno federal y de los gobiernos
estaduales. Pero ese poder no nació de ninguna disposición expresa de la
Constitución americana, sino que se edificó a partir de una construcción
jurisprudencial de la propia Corte, a manos del juez Marshall, su Presidente.
En las elecciones nacionales de 1800, el candidato republicano Jefferson
triunfó sobre Adams, Presidente en ejercicio y candidato por el partido
federalista. Esta fue la primera transferencia de poder de un partido a
otro, y no sucedió sin controversias. En 1801, durante los últimos días de
su gobierno, los federalistas promulgaron una norma que, expandiendo
la jurisdicción federal y creando nuevos juzgados, les sirvió para copar la
judicatura federal con sus seguidores. Además de esta norma, los federalistas
promulgaron otra que, a propósito de establecer las bases para el gobierno
del Distrito de Columbia, designó cuarenta y dos jueces de paz2. Una vez
hechas las designaciones, era competencia del Secretario de Estado enviar
los nombramientos a sus titulares. Marshall, quien servía en ese momento
como Presidente de la Corte Suprema y Secretario de Estado –eso explica
por qué fue llamado a testificar en el caso–, no llegó a enviar algunos de
1
La referencia convencional para encontrar esta sentencia en la colección de ju-
risprudencia de la Corte Suprema de Estados Unidos es 1 Cranch 137, 5 U.S. 137.
2
La historia constitucional americana conoce a la primera norma como Judiciary
Act y a la segunda como Organic Act, ambas de 1801.
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3
Cf. Reinstein, Robert - Rahdert, Mark, Reconstructing Marbury, en Arkan-
sas Law Review 57 (2005), pp. 739 ss. Lo interesante de estos antecedentes es que
involucran a los padres fundadores de la federación: Madison fue delegado en la
Convención Constituyente, se dice que autor del proyecto de Constitución y se
sabe que autor de las diez primeras enmiendas a ésta, Adams, apoyó activamente la
independencia y Jefferson, mentor de Madison, redactó la Declaración de Indepen-
dencia y sostuvo con energía que la Constitución no estaría completa hasta que no se
incluyera una declaración de derechos.
4
Este es un asunto sobre el que se especula bastante en la historia constitucional
americana. Lo cierto es que la Corte no podría haber dicho lo que dijo si no invertía
la secuencia tradicional que es casi de sentido común: primero verificar competen-
cia para luego, si es que se es competente, conocer el fondo del asunto para poder
resolverlo. Consecuencia de esto es que la Corte pudo recordarle al Presidente que
gobernaba en un Estado de Derecho.
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tutela de las leyes, para lo cual se citaron los Comentarios sobre las leyes de
Inglaterra de Blackstone: donde hay derecho hay tutela. Ya en este punto,
la Corte recordó que la Unión era un Estado de Derecho (“a government of
laws, and not of men”), sosteniendo que dicha calificación sería falsa si las
leyes no previeran su tutela ante la violación de los derechos individuales. El
siguiente paso fue considerar que esto también se aplicaba al Presidente de
los Estados Unidos. Para ello, la Corte procedió conforme a la tesis domi-
nante en la época sobre interpretación constitucional, y que, partiendo de
que la Constitución era, por un lado, una norma jurídica como cualquier
otra, y, por otro, una reunión de reglas políticas, concluía que las cuestiones
jurídicas eran competencia del Poder Judicial, mientras que las políticas
lo eran del Congreso y el Presidente. Así, Jefferson escribió en 1801 que
“cada uno de los poderes del Estado, iguales e independientes, tenía el
derecho de decidir los asuntos bajo su competencia en última instancia y
sin apelación alguna, sujetos a su propio criterio y libres del control por
parte de los otros poderes”5. En esta línea, la Corte argumentó que los
poderes políticos del Presidente dependían de su sola discreción y que,
por ello, no podían ser objeto de revisión judicial, pero que ese no era el
caso del nombramiento de un juez de paz, pues aquí el Presidente estaba
obligado a cumplir ciertos actos que involucraban derechos individuales,
y, puesto que él era un “oficial de la ley”, las personas lesionadas por sus
actos podían buscar la tutela de las leyes.
La última pregunta fue dividida en dos temas: i) la naturaleza de la
medida solicitada, y ii) la competencia de la Corte. Al hilo del razona-
miento que utilizó para responder a la segunda pregunta, la Corte negó
que enviar un nombramiento fuese parte de los poderes discrecionales del
Poder Ejecutivo y, en consecuencia, resolvió que la tutela demandada era
la adecuada, afirmando la obligación del Secretario de Estado de enviar el
nombramiento a su titular.
Hasta este punto la Corte había conocido el fondo de la controversia
planteada ante sus estrados, pero aún no había resuelto sobre su competen-
cia para emitir el mandamiento requerido. En este sentido, la competencia
de la Corte para emitir el mandamiento era de fuente legal6, no constitu-
cional, y este sería el punto sobre el que Marshall trabajaría. Años después,
la fuente de poder de la judicatura en Estados Unidos sería atribuida por
Tocqueville al uso de justificar sus decisiones en la Constitución, muy a
diferencia de lo que ocurría en Europa, donde los tribunales concebían a
5
De la misma opinión era Madison: cf. Kelly, Alfred H. - Harrison, Winfred A.
- Belz, Herman, The American Constitution. Its Origins and Development (7ª edición,
Nueva York, W.W. Norton & Company, 1991), I, p. 172.
6
La norma era el Judiciary Act de 1789.
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la ley como la fuente del Derecho por excelencia7. Y, en efecto, si por algo
“Marbury v. Madison” jamás dejará de ser reivindicado, es por haberle
devuelto a las constituciones el carácter jurídicamente vinculante con que
desde un principio fueron concebidas. Así, la Corte se abstuvo de otorgar
la tutela solicitada, afirmando que no estaría autorizada para ello si la ley
del Congreso fuera inconstitucional, pues, si ese era el caso, dicha norma
sería incapaz de conferirle autoridad alguna, adhiriendo, de esta manera, a
la doctrina de la que era depositario El Federalista 78, diario de propaganda
en el que se defendió la estructura judicial propuesta por la Constitución
que estaba en proceso de ratificación. En este diario Hamilton abogó por el
derecho de los tribunales a declarar la nulidad de los actos de la legislatura
contrarios a la Constitución8, idea que venía tomando cuerpo desde 1780,
aunque más bien a nivel de las legislaturas estatales9. En efecto, en un caso
en “Rhode Island, Trevett v. Weeden” (1786), una de las partes citó a
Vattel para alegar que la legislatura no podía alterar la ley fundamental
porque “los legisladores derivaban su poder de la Constitución”, por lo que
las normas contrarias a ella eran “inválidas y nulas ab initio”. En Carolina
del Norte, Iredell, luego juez de la Corte Suprema, litigando en “Bayard
v. Singleton” (1787) sostuvo que el “poder de la Asamblea estaba limitado
y definido por la Constitución”, ya que aquella era una “criatura” de ésta
y, por lo tanto, la Constitución era una “ley fundamental que limitaba los
poderes de la legislatura y contra la cual el ejercicio de tales poderes debía
ser confrontado”, concluyendo que los “jueces debían tener en cuenta que
cada acto de la Asamblea que ellos ejecutaran debía estar garantizado por
la Constitución, ya que, si no, estarían actuando sin autoridad legal”10.
Bajo este marco, todavía puramente doctrinal al no haber sido reco-
gido en ninguna decisión de Derecho positivo, se analizó si la norma del
Congreso que atribuía competencia a la Corte era constitucional. Así, se
distinguió entre la jurisdicción en primera instancia y la de apelación,
haciendo notar que la Constitución expresamente señala los casos que
competen a la Corte en primera instancia, mientras que deja a la definición
del Congreso los de apelación. Lee, el abogado de Marbury, sugirió en el
curso del proceso que bien podía considerarse que correspondía al Congreso
11
Dice la cláusula de jurisdicción: “En todos los casos relativos a embajadores,
otros ministros públicos y cónsules, así como en aquellos en que sea parte un Estado,
la Corte Suprema poseerá jurisdicción en única instancia. En todos los demás casos
[…] conocerá en apelación, tanto del derecho como de los hechos, con las excep-
ciones y con arreglo a la reglamentación que formule el Congreso” (Constitución de
Estados Unidos, artículo III, 2.2).
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competencia de los tribunales. Una Constitución es y debe ser tenida por los jueces
como la ley fundamental” [Hamilton, Alexander - Madison, James - Jay, John, cit.
(n. 8), pp. 395-396].
14
Dice la cláusula de supremacía: “Esta Constitución y las leyes de los Estados
Unidos que se expidan con arreglo a ella, y todos los tratados celebrados o que se
celebren bajo la autoridad de los Estados Unidos, serán la suprema ley del país y los
jueces de cada Estado estarán obligados a observarlos, a pesar de cualquier cosa en
contrario que se encuentre en la Constitución o leyes de cualquier Estado” (Consti-
tución de los Estados Unidos, artículo VI.2).
15
Uno de los primeros discípulos de Kelsen en la Universidad de Viena fue Merkl.
Kelsen llegó a considerarlo “cofundador” de la teoría pura del derecho y reconocer el
“gran significado de su obra”. De hecho, escribió que “el mérito de haber concebido
y expuesto el orden jurídico como un sistema genético de normas de derecho que van
concretándose gradualmente desde la constitución, pasando por la ley y el decreto y
demás fases intermedias, hasta los actos jurídicos individuales de ejecución, corres-
ponde a Adolf Merkl” [cit. por Mayer, Heinz, La teoría de la construcción jurídica
escalonada, en Walter, Robert, Problemas centrales de la teoría pura del derecho (1ª
edición, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2001), p. 63].
El control de la constitucionalidad desde la teoría del derecho 413
16
Cit. por Mayer, Heinz, cit. (n. 15), p. 65.
414 Revista de Derecho XXXI (2º Semestre de 2008) Horacio Andaluz
17
49 (4) P.D. 221 (1995). Los pasajes más relevantes a estos efectos pueden verse
también en Dorsen, Norman - Rosenfeld, Michael - Sajó, András - Baer, Susanne,
Comparative Constitutionalism, Cases and Materials (2ª edición, Nueva York, Tomp-
son West, 2003), pp. 103-111.
El control de la constitucionalidad desde la teoría del derecho 415
18
Cf. Raz, Joseph, Kelsen’s Theory of the Basic Norm, en Paulson, Stanley, Nor-
mativity and Norms. Critical Perspectives of Kelsenian Themes (1ª edición, Nueva York,
Clarendon Press, 1988), pp. 47-69. Sobre el significado de la norma fundamental:
cf. Kelsen, Hans, Introduction to the Problems of Legal Theory, a Translation of the
First Edition of the Reine Rechtslehre or Pure Theory of Law (1ª reimpresión, Nueva
York, Clarendon Press, 2002), p. 58.
19
Cf. Ross, Alf, Validity and the Conflict between Legal Positivism and Natural
Law, en Paulson, Stanley, cit. (n. 18), pp. 159-161.
20
Hart, H.L.A., The Concept of Law (2ª edición, Nueva York, Clarendon Press,
1997), p. 110.
416 Revista de Derecho XXXI (2º Semestre de 2008) Horacio Andaluz
21
Cf. Dicey, A.V., The Law of the Constitution (8ª edición, Indianapolis, Liberty
Found, 1982), p. 372.
22
Cf. Grimm, Dieter, Judicial Activism, en Breyer, Stephen - Badinter, Robert
(editores), Judges in Contemporary Democracy: An International Conversation (1ª edi-
ción, Nueva York, New York University Press, 2004), p. 18.
418 Revista de Derecho XXXI (2º Semestre de 2008) Horacio Andaluz
1987), p. 109.
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24
La obra de Pothier (1699-1772), que terminó dejando sentadas las bases para la
unificación legislativa del Derecho francés, ejemplifica muy bien la realidad legislati-
va anterior al Código de 1804. Su preocupación por poner al derecho en línea con el
racionalismo lo llevó a publicar sus Pandectas de Justiniano dispuestas en nuevo orden
(1752), publicación con la que pretendía corregir la disposición inorgánica de los
pasajes del Digesto. Trasladada su preocupación al Derecho francés, Pothier intentó
formular unos principios que fueran comunes al diverso material jurídico francés,
que incluía una producción consuetudinaria distinta en el sur y norte del país. El
resultado fue su Tratado de las obligaciones (1764), del que existe una edición a cargo
de Heliasta (Buenos Aires, 2007).
420 Revista de Derecho XXXI (2º Semestre de 2008) Horacio Andaluz
25
Sobre estas orientaciones sociológicas de la teoría del derecho cf. Legaz y La-
cambra, Luis, Filosofía del Derecho (3ª edición, Barcelona, Bosch, 1972), pp. 140-
159.
El control de la constitucionalidad desde la teoría del derecho 421
26
Holmes, Oliver W., The Path of the Law, en Harvard Law Review 10 (1897),
pp. 461 y 465. Llewellyn ampliaría la fuente de origen del derecho, afirmando que
“el centro del derecho no es solamente lo que los jueces hacen, sino lo que todo fun-
cionario del Estado hace” [Llewellyn, Karl, A Realistic Jurisprudenc. The Next Step,
en Columbia Law Review 30 (1930), p. 456].
27
Dickinson, John, Legal Rules: Their Function in the Process of Decision, en Uni-
versity of Pennsylvania Law Review 79 (1931), p. 835.
28
Frank, Jerome, What Courts do in Fact, en Illinois Law Review 26 (1932), pp.
645, 648, 649, 653.
29
Llewellyn, Karl, Some realism about realismo, en Harvard Law Review 44
(1931), p. 1262. En este artículo Llewelyn definió al realismo como “un pensa-
miento y acción alrededor del derecho”, “una concepción del derecho en función
y como medio para la consecución de los fines sociales, al que le importa la idea de
que la sociedad cambia más rápidamente que el derecho” y el cual insiste acerca de
la “evolución de todas las partes del derecho en función de su efecto”. Hasta aquí
el realismo no pareciera distanciarse mucho de la teoría finalista de Ihering, sin em-
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Breyer, Stephen - Badinter, Robert (editores), cit. (n. 22), p. 38.
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33
Raz, Joseph, The Concept of a Legal System: An Introduction to the Theory of
Legal System (2ª edición, Oxford, Oxford University Press, 1980), p. 210.
34
Kennedy, Duncan, A Critique of Adjudication (1ª edición, Cambridge, Har-
vard University Press, 1997), p. 37.
35
Cf. Kelsen, Hans, cit. (n. 18), pp. 77-89.
36
Hart, H.L.A., cit. (n. 20), p. 12.
El control de la constitucionalidad desde la teoría del derecho 425
Cf. Dworkin, Ronald, The Model of Rules, en University of Chicago Law Review
38
39
Cf. Hart, H.L.A., 1776-1976: Law in the Perspective of Philosophy, en New
York University Law Review 51 (1976), reimpreso en Essays in Jurisprudence and Phi-
losophy (reimpresión, Nueva York, Clarendon Press, 2001), pp. 145-158.
40
Cf. Hart, H.L.A., American Jurisprudence through English Eyes: The Nightmare
and the Noble Dream, en Georgia Law Review 11 (1977), reimpreso en ob. cit. (n.
39), pp. 145-159, cita en p. 137.
41
Cf. Dworkin, Ronald, No Right Answer?, en Law, Morality and Society: Essays
in Honour of H.L.A. Hart (1ª edición, Oxford, Oxford University Press, 1977), re-
impreso en A Matter of Principle (1ª edición, Cambridge, Harvard University Press,
1985), pp. 119-145.
42
Cf. Dworkin, Ronald, Law’s Empire (1ª edición, Cambridge, Harvard Univer-
sity Press, 1986), pp. 225-276.
El control de la constitucionalidad desde la teoría del derecho 427
no, pues sólo había notas demasiado fragmentarias como para ver la luz.
Así, en 1994 se añadió finalmente el “Postscriptum” a la obra de Hart,
en que, por un lado, el autor hace una última apelación a distinguir entre
el lenguaje usado por los practicantes del Derecho en los tribunales y sus
reflexiones acerca de los procesos judiciales, insistiendo en que existen
casos en los que, por su poca regulación, los tribunales no pueden escapar
a crear Derecho, aunque intersticial y muy a pesar de cómo el lenguaje
usado presente dicha decisión; y, por otro lado, recuerda que la suya es una
Teoría general del Derecho, es decir, puramente descriptiva del fenómeno
jurídico en general, no condicionada a un específico sistema de Derecho
positivo, mientras que la de Dworkin es una teoría descriptiva a la vez que
justificativa de lo que debiera ser el Derecho (su tesis del Derecho como
integridad) y está estrechamente vinculada al sistema americano, lo que,
al hacerla una teoría particular de la adjudicación43, lleva a pensar que en
realidad nunca hubo debate, pues cada quien defendía una cosa distinta.
Hasta la fecha, Dworkin no ha producido su última respuesta.
43
Cf. Hart, H.L.A., Postscript, cit. (n. 20), pp. 238-276.
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44
Sobre la teoría de la argumentación de N. MacCormick: cf. Atienza, Manuel,
El sentido del derecho (2ª reimpresión, Barcelona, Ariel, 2004), pp. 251-267, también
Talavera, Pedro, Interpretación, integración y argumentación jurídica (1ª edición,
Santa Cruz, El País, 2008), pp. 205-269.
45
Nieto, Alejandro, Crítica de la razón jurídica (1ª edición, Madrid, Trotta,
2007), p. 158.
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sólo depende del intérprete y de todo lo que tiene a mano por cincel: su
capacidad argumentativa para ofrecer justificaciones que aparezcan racio-
nalmente correctas y convincentes. Y donde ciertamente la construcción
intencional de falacias o sofismas prolijamente elaborados, no hace más que
evidenciar palmariamente la radical orfandad de capacidad argumentativa
del fallido escultor de piezas jurídicas. Volviendo a la deducción, su abuso
no es, pues, culpa del silogismo, sino del intérprete que no repara en que
sus premisas no son convencionalmente aceptadas, y que, por tanto, es
menester construirles una justificación de segundo nivel46.
Retomando la cláusula de interpretación, las dos reglas defendidas como
razones excluyentes para no interpretar la Constitución según la “voluntad
del constituyente” y el “tenor literal del texto” (cfr. punto II, B, 2), son
justificaciones de segundo nivel cuya razón práctica es la coherencia en
sentido fáctico en lo que se refiere al agotamiento de los métodos, pues
el argumento trabaja con sus propias premisas racionales, y la coherencia
en sentido normativo en lo que se refiere a la unidad de la Constitución
y el respeto a la estructura del sistema jurídico. De acusarse que estas dos
últimas son justificaciones puramente formales, en la medida que no di-
rigen en absoluto a la interpretación de la Constitución en algún sentido
determinado, sólo se estaría probando que el análisis ha sido enteramente
fiel a la Teoría general del Derecho, pues si esta teoría quiere seguir siendo
general, no puede pronunciarse más que sobre los aspectos formales del
sistema jurídico, y que es lo único general que puede haber en el Derecho,
ya que sobre su contenido no puede edificarse teoría general alguna: con
mucho que en su prédica persistente el naturalismo venga desde tan atrás
46
Dos casos de abuso de deducción fueron los revertidos por las STC 493/2000-
RHC (22 de mayo) y 1846/2004-RAC (30 de noviembre), en los que el Tribunal
Constitucional de Bolivia revocó resoluciones de las cortes inferiores alegando que se
habían fundado exclusivamente en interpretaciones gramaticales, cuando en realidad
se habían fundado en el sentido gramatical de las normas consideradas, llegando a
concluir dos absurdos, pues, en un caso, resultaba que el beneficio de libertad pro-
visional correspondía a quienes estaban juzgados por delitos graves en detrimento
de quienes eran juzgados por delitos menores y, en el otro caso, resultaba que por la
gestión de cobro de obligaciones pecuniarias debía pagarse al abogado una tasa fija
más un porcentaje del monto adeudado, al margen de que la deuda hubiera sido o
no recuperada, con lo cual, el litigante terminaba sin recuperar lo que le adeudaban
y, además, quedaba como deudor de su abogado por un porcentaje del monto no
recuperado. Una clásica acusación de abuso de deducción es la que hace a “Griswold
v. Connecticut”, 381 U.S. 479 (1965), caso en el que la Corte Suprema de Estados
Unidos sostuvo que el derecho a la privacidad era de fuente constitucional porque
se encontraba en la “penumbra” formada por las “emanaciones” de la declaración de
derechos. En ambos casos el resultado final no es el problema, sino lo poco aceptable
de sus premisas.
El control de la constitucionalidad desde la teoría del derecho 431
como la filosofía sofista, y a pesar de que semejante nudo gordiano sea tan
antiguo e imposible de desatar, como que fue entre los propios sofistas que
tuvo comienzo el desacuerdo sobre un contenido ideal del Derecho 47.
47
El desacuerdo fue sobre la igualdad. Mírese en este sentido lo revelador de los
diálogos de Platón, donde mientras que en Protágoras Hippias dice: “caballeros, con-
sidero a todos los aquí presentes como mis pares y ciudadanos por naturaleza, pero
no por convención. Porque así como por naturaleza todos somos similares, por las
convenciones que tiranizan la raza humana es que frecuentemente somos obligados
a ir en contra de la naturaleza”, en Georgias Callicles afirma: “señores, tanto entre
los animales como entre los hombres, como entre los pueblos y las razas entre sí,
la naturaleza nos muestra que es una decisión de justicia que el superior mande al
inferior” [Plato, Complete Works (1ª edición, Cambridge, Hackett/Cooper, John,
ed., 1997), pp. 770 y 828].
432 Revista de Derecho XXXI (2º Semestre de 2008) Horacio Andaluz
Teoría general del Estado (reimpresión, México D.F., Fondo de Cultura Económica,
2002), pp. 346-352.
49
Cf. García Pelayo, Manuel, Derecho constitucional comparado (1ª edición, Ma-
drid, Alianza, 1999), pp. 157 ss. Para el razonamiento que M. García Pelayo acusa
de “neutralizar definitivamente” el concepto de Estado de Derecho cf. Kelsen, Hans,
Teoría general del Estado (1ª edición, Granada, Comares, 2002), pp. 77-157.
El control de la constitucionalidad desde la teoría del derecho 433
50
Por eso el énfasis en las competencias expresas: “la autoridad administrativa no
solamente debe abstenerse de actuar contra legem, sino que además está obligada a
actuar solamente secundum legem, o sea en virtud de habilitaciones legales” [Carré
de Malberg, R., Teoría general del Estado, reimpresión (México D.F., Fondo de
Cultura Económica, 2000), p. 449]. Respecto a los poderes implícitos, un buen
antecedente de derecho comparado es la sentencia de Marshall en “McCulloch c.
Maryland” (1819): “déjese que el fin sea legítimo, que esté dentro del ámbito de
la Constitución, y todos los medios que le sean apropiados, que se adecuen plena-
mente a ese fin y que no estén prohibidos, sino que coincidan con la letra y espíritu
de la Constitución, son constitucionales” (17 U.S., 4 Wheat, 316). En el Derecho
internacional, la doctrina de los poderes implícitos también ha sido reconocida ju-
dicialmente en el asunto “Reparación por daños sufridos al servicio de las Naciones
Unidas” (ICJ Reports-CIJ Recueil, 1949), al declarar el derecho de las Naciones Uni-
das a reclamar la reparación por la muerte de su mediador en la guerra árabe israelí
de 1948, Bernadotte. En el derecho boliviano el Tribunal Constitucional ha dicho
que la competencia es conferida expresa o en “forma razonablemente implícita” por
la Constitución y las leyes (STC 054/01-RDN, 16 de julio), donde lo reprochable es
que no definir lo “razonablemente implícito” puede leerse como invitación a abusar
de la norma general excluyente (artículo 32 de la Constitución) y extenderla a la ac-
tuación del Estado, por ello que en el texto principal se haya querido recordar que si
hay poderes implícitos los mismos i) se conciben como medios constitucionalmente
válidos para el cumplimiento de competencias expresas; y ii) están limitados por la
reserva material de competencias a favor de otros órganos del poder público y por la
prohibición de alterar los principios, derechos y garantías constitucionales.
434 Revista de Derecho XXXI (2º Semestre de 2008) Horacio Andaluz
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