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Aspecto relativo a la explicación

«Este aspecto resulta ser el más complejo de los tres. Una fuente de dificultades
tiene que hacer con la noción misma de explicación. Las complicaciones filosóficas
engendradas por esta noción son bien conocidas (ver Salmon, 1989). Sin embargo, este no
es el lugar apropiado para llevar a cabo una discusión acerca del concepto de explicación.
Por lo tanto, quisiera proponer una definición tentativa según la cual una explicación es una
respuesta de la forma “F porque E” a una pregunta de la forma “¿Por qué F?”, donde F es
cierto fenómeno de interés y E constituye un conjunto de factores que se considera dieron
lugar a F.

En teoría de la conducta, F puede denotar cierto tipo de cambio conductual


observado en un mismo organismo (o grupo de organismos) de un momento en el tiempo t1
a otro momento t2, o cierto tipo de diferencia observada entre dos organismos (o grupos de
organismos) en un mismo momento. En el primer caso, podemos pedir una explicación de
F preguntando por qué la conducta del organismo (u organismos) cambió de t1 a t2. En el
segundo caso, podemos preguntar por qué la conducta de un organismo (o grupo de
organismos) es diferente de la conducta de otro organismo.

Cualquiera que sea el tipo de pregunta que formulemos, resulta claro que E debería
incluir por lo menos una descripción de cambio en o diferencia entre condiciones
ambientales. Así, podemos responder el primer tipo de pregunta diciendo que la conducta
del organismo y organismos cambió de tal y tal manera de t1 a t2 porque las condiciones
ambientales de esos organismos cambió de tal y tal manera de t1 a t2. Y podemos
responder el segundo tipo de pregunta diciendo que las condiciones ambientales de un
organismo o grupo de organismos fueron diferentes de tal y tal manera a las condiciones
ambientales del otro organismo o grupo de organismos.

La pregunta crucial que surge aquí es la siguiente: ¿Debería E referirse sólo a


cambios en las condiciones ambientales? Si respondemos afirmativamente, entonces
condicionamiento Pavloviano y condicionamiento operante representan dos tipos de
fenómenos que requieren distintos tipos de explicación, en la medida en que involucran
distintos tipos de cambio conductual funcionalmente relacionados con distintos tipos de
cambio ambiental. Con esta respuesta, el aspecto relativo a la explicación se reduce a los
aspectos relativos a la respuesta y al procedimiento. Si respondemos negativamente,
entonces surge una segunda pregunta: ¿Qué más deberíamos incluir en E? Por lo general,
esta segunda pregunta es respondida diciendo que nuestras explicaciones deben incluir
descripciones de mecanismos subyacentes.

Un mecanismo es un proceso que puede ser descrito en términos de alguna relación


funcional computable, es decir, un conjunto de datos numéricos que pueden ser generados
mediante alguna operación unívoca de cálculo. Tal descripción resulta indispensable si se
pretende construir un modelo matemático del mecanismo en cuestión. Un mecanismo es
subyacente cuando tiene lugar en un nivel de análisis inferior a aquel en el cual realizamos
nuestras observaciones experimentales (i.e., en el cual se observa F). En el caso del cambio
conductual, este último nivel corresponde al nivel del comportamiento del organismo total
vivo.
De acuerdo con la manera en la cual son construidos, los mecanismos subyacentes
pueden dividirse en dos tipos, a saber, inferidos u observados. En lo concerniente al
presente aspecto, la mayoría de las distinciones entre condicionamiento Pavloviano y
condicionamiento operante, postulan mecanismos subyacentes inferidos a partir de la
observación experimental de la conducta. En este sentido, tales distinciones pueden ser
consideradas como cognitivistas, mentalistas o asociacionistas, siendo “¿Qué se aprende?”
la pregunta más frecuentemente formulada. Según las dos respuestas típicas a esta pregunta,
lo que se aprende en el condicionamiento Pavloviano son relaciones entre estímulos,
mientras que lo que se aprende en el condicionamiento operante son relaciones entre
respuestas y estímulos consecuentes en el caso de los arreglos de operante libre, o entre
estímulos antecedentes, respuestas y estímulos consecuentes en el caso de arreglos de
discriminación.

Por su parte, mecanismos subyacentes basados sobre observaciones empíricas


apelan a procesos neurales que han sido descubiertos mediante análisis experimentales de
sistemas nerviosos. Tales procesos van desde los mecanismos moleculares de la ocurrencia
y propagación de potenciales de acción en neuronas individuales, hasta la transmisión de
mensajes neuronales entre las diversas áreas y núcleos cerebrales constituidos por
agregados de neuronas conectadas entre sí.

Puesto que han sido descubiertas mediante aplicaciones del método experimental a
la observación de fenómenos que ocurren en distintos niveles de organización, relaciones
funcionales obtenidas mediante análisis experimentales de sistemas nerviosos poseen un
estatus epistemológico independiente de aquel poseído por relaciones funcionales
descubiertas mediante análisis experimentales de la conducta de organismos vivos intactos.
Ello significa que los principios generados mediante uno y otro tipo de análisis
experimental no pueden invalidarse entre ellos. Es decir, los principios generados mediante
análisis experimentales de sistemas nerviosos no pueden invalidar los principios generados
mediante análisis experimentales del comportamiento y viceversa. De hecho, puesto que no
es posible deducir principios conductuales a partir de principios neurales (Burgo y
Donahoe, en prensa), el temor a un reduccionismo de lo conductual a lo neural resulta
injustificado. Lo que los principios neurales nos permiten es abrir esa caja negra que para el
analista conductual es el organismo y vislumbrar algunos de sus mecanismos internos, no
para buscar condiciones suficientes y necesarias que expliquen fenómenos de cambio
conductual, sino para obtener una descripción más completa de los mismos.

La búsqueda de mecanismos subyacentes, pues, no pretende reemplazar un tipo de


principio por otro (que es en esencia lo que se pretendería con un análisis reduccionista),
sino, más bien, completar un tipo de principio con otro. Tal y como el mismo Skinner lo
plantea (1974, pp. 214-215), el análisis experimental de la conducta de organismos vivos
intactos es necesariamente incompleto, en el sentido de que sólo nos permite obtener
relaciones funcionales con “vacíos temporales” que deben ser llenados no cono
mecanismos inferidos, sino con mecanismos descubiertos mediante análisis experimentales
de sistemas nerviosos. Por supuesto, ello no significa que tales análisis sean necesarios para
obtener relaciones funcionales ordenadas entre ambiente y conducta. Se hacen necesarios
sólo desde el momento en que nos planteamos obtener una descripción del fenómeno
conductual que tome en cuenta lo que sucede dentro del organismo cuando su conducta
cambia.

Si deseamos hablar de mecanismos subyacentes, existen buenas razones para


preferir aquellos que se refieren a procesos neurales. La razón más importante es que, a
diferencia de mecanismos inferidos, los mecanismos neurales poseen una base
experimental independiente. Cuando inferimos mecanismos subyacentes sólo a partir de
observaciones conductuales, corremos el riesgo de inferir los mecanismos equivocados, ya
que tales observaciones no permiten una restricción unívoca de mecanismos específicos. Es
decir, un mismo fenómeno es consistente con una multitud de mecanismos subyacentes
inferidos, de tal manera que observarlo resulta insuficiente para decidir cuál es el
mecanismo correcto. Además, es poco probable que mecanismos inferidos alcancen el nivel
de detalle y univocidad de descripciones basadas sobre un análisis experimental de sistemas
nerviosos, por lo cual dichos mecanismos tienden a ser mucho más gruesos y ambiguos.

Por supuesto, a medida que nuestras descripciones de mecanismos se hacen más


detalladas, la dificultad de establecer relaciones entre los mismos y los fenómenos a los
cuales les subyacen también aumenta. Por ello, es inevitable un cierto grado de abstracción
a la hora de formular modelos matemáticos de dichos mecanismos, si deseamos utilizarlos
como componentes de nuestras explicaciones de fenómenos conductuales. Sin embargo,
dicha abstracción será mucho menor de la que encontramos en modelos basados sobre
mecanismos inferidos. En efecto, aún cuando cierto grado de abstracción es inevitable en la
construcción de cualquier modelo matemático de mecanismos subyacentes, la relación
entre teoría y realidad es más clara en el caso de abstracciones a partir de fenómenos
descubiertos mediante análisis experimentales de sistemas nerviosos, que en el caso de
abstracciones referidas a mecanismos inferidos...»

Extracto tomado de:

Burgos, J. E. (1999). Una reconstrucción neuro-


computacional del problema de los dos tipos de
condicionamiento. En Rangel, A. L., Sánchez, L.
M., Lozada, M. & Silva, C. (Eds.). Contribuciones
a la psicología en Venezuela, Tomo III. (pp. 215-
249). Caracas, Venezuela: Fondo Editorial de
Humanidades, Universidad Central de Venezuela.

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