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La sociedad en la que nos ha tocado vivir, acosada por los vertiginosos avances
tecnológicos y la globalización de la comunicación en todas sus modalidades y
formas, crea individuos que reciben una enorme cantidad de información
diariamente, pero que no necesariamente las traducen en conocimientos útiles, o
que simplemente desechan las que no les resultan interesantes. Y como diría
Mario Vargas Llosa, en ese apresurado proceso de discriminación de la
información, los tópicos menos acogidos son aquellos de mayor profundidad
intelectual, como es el caso de derecho internacional.
Ante esta cuestión y para celebrar sus 100 años de fundación, la American Society
of International Law publicó en 2006: ‘‘International Law: 100 Ways It Shapes Our
Lives’’ (Derecho Internacional: 100 ejemplos de cómo impacta nuestras vidas).
Con esta publicación, se pretendió demostrar que el Derecho Internacional no solo
existe, sino que modifica y regula la forma en que vivimos sin que, en la mayoría
de los casos, reparemos en ello.
A continuación, transcribo algunas de las formas en las que el Derecho
Internacional se presenta en nuestras vidas diarias:
1. Saber siempre la hora y la fecha actual de cualquier lugar o región del
mundo:
Esto es posible gracias al reconocimiento universal del meridiano de
Greenwich o meridiano cero, como el primero, a través del Tratado
Internacional de la Conferencia del Meridiano, en 1884 y sus subsecuentes
modificaciones y actualizaciones.
Y por si todo esto fuera poco, también en nuestros trabajos, en los servicios de
salud que recibimos, en los derechos humanos que poseemos, en el medio
ambiente natural del que podemos disfrutar, en las garantías que como
consumidores, como viajeros o como ciudadanos podemos exigir en cualquier
parte del mundo, encontramos la intervención del derecho internacional, incluso en
los detalles más pequeños e irrelevantes.
Así que la próxima vez que encendamos la televisión, conduzcamos nuestro auto,
usemos nuestro Smartphone, viajemos por el mundo, observemos las ballenas en
Samaná o simplemente nos comamos una manzana roja, recordaremos lo poquito
que ahora sabemos de su historia. O quizás, luego de leer este artículo, nos
detengamos más tiempo a leer la sección de internacionales en el diario.