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Teología dialética
Adolf Harnack (1851-1930): era un historiador de la Iglesia que ya había
publicado el Manual de la historia del dogma en tres volúmenes (1886-1889)
donde el dogma de la Iglesia aparece como la resultante de un proceso de
helenización del mensaje cristiano-Así introducía este gran historiador su primera
lección: «¿Qué es el cristianismo? Para reconstruir el mensaje o predicación de
Jesús en sus rasgos esenciales disponemos de unas fuentes históricamente
creíbles, que son, si se exceptúan algunas importantes noticias que nos vienen de
Pablo, los tres primeros evangelios. Harnack recuperaba así, contra Strauss y la
crítica racionalista del siglo xix, la credibilidad histórica de los llamados
«evangelios sinópticos», los cuales nos remiten a la «edad paleolítica del
cristianismo»,La fórmula breve que, en la reconstrucción histórica de Harnack,
sintetiza el contenido del evangelio es: «Dios y el alma, el alma y su
Dios».Harnack excluía toda cristología eclesiástica como fruto de la contaminación
del pensamiento griego: «toda la construcción de la cristología eclesiástica es
ajena a la personalidad concreta de Jesucristo»3. Él no
puede aceptar que una doctrina vasta y difícil dañe la simplicidad del evangelio de
Jesús, que él sintió como pocos teólogos.
Karl Barth:
La Epístola a los Romanos de 1922 (aunque el prólogo lleva fecha de 1921,
porque ya había quedado ultimado antes de su partida para Gottingen) se
considera como el texto más representativo de la teología dialéctica. Para la crítica
historiográfica más avisada, no hay contradicción entre la primera y la segunda
edición de La Epístola a los Romanos, aunque la diversidad sea profunda; el tono
dialéctico sólo se hace manifiesto en La Epístola a los Romanos de 1922, donde el
reino de Dios no es ya la fuerza que mueve al mundo (como todavía se expresaba
Barth en la primera edición), sino el totalmente Otro. El Dios de La Epístola a los
Romanos es el «Deus absconditus», el totalmente Otro (das ganz andere),
concepto que Barth toma de Ru dolf Otto, insertándolo, sin embargo, no en un
contexto fenomenológico,
sino teológico. Ningún camino conduce del hombre a Dios: ni la vía de la
experiencia religiosa (Schleiermacher), ni la vía de la historia (Troeltsch), ni
siquiera una vía metafísica; el único camino practicable va de Dios al hombre y se
llama Jesucristo. Y si la justificación es la relación positiva entre el hombre y Dios,
entonces es justificatio forensis, justificación declarada por Dios.
Brunner, sostiene que la teología tiene también una tarea «erística», de disputa
con el no creyente y con el no cristiano, y que por eso debe preocuparse de
encontrar en el hombre un «punto de inserción» (Anknüpfungspunkt) de la palabra
de Dios; y
en otros ensayos y libros propone incluso -de manera diferente y con menor
amplitud que la teología católica- el problema de una teología natural.
Bouillard concreta en los años 1925-1926 los inicios de la ruptura dentro del
grupo de los teólogos dialécticos, que no se consumará hasta 1933, cuando Barth,
dejándose de titubeos -incluso frente al hecho de que Gogarten se había adherido
a los «Cristianos alemanes», que daban su apoyo al emergente
nacionalsocialismo hitleriano-, se despide del grupo con una breve y tajante toma
de postura publicada en la revista Zwischen den Zeiten, que, lógicamente, se ve
obligada a cerrar. Nace en su lugar -como portavoz de las posiciones barthianas-
la serie Theologische Existenz heute (Existencia teológica hoy). La ruptura se
produjo por el tema de la teología natural y de la antropología teológica. Barth está
convencido de ser él el único que se mantiene coherente en la postura inicial de
superación rigurosa de la teología liberal y de fidelidad al objeto de la teología.
2. Teología existencial
Rudolf Bultmann
La palabra de Dios es kerygma, llamada a la decisión; acogerla en la fe significa
autocomprenderse de un modo radicalmente nuevo. Creer no es adherirse a algo
misterioso e incomprensible; creer es comprenderse; creer es comprender que no
se pertenece al mundo, que es el espacio de la caducidad, del pecado y de la
muerte (des-mundanización), sino que se pertenece al Dios de la vida. Sólo en la
fe se llega a la verdad de la propia existencia.
Ebeling sintetiza su postura de este modo: «la reflexión sobre la relación entre el
Jesús histórico y el kerygma cristológico explícito tiene su fundamento en el
kerygma cristológico implícito, que es además la persona misma de Jesús. El
kerygma cristológico explícito se deriva del hecho de que Jesús ha anunciado
concretamente a Dios. Esto es lo que el kerygma profesa y lo que constituye la
suma de todas las predicaciones cristológicas: Jesús, la Palabra de Dios. En él,
Dios ha venido. Jesús ha hecho comprensible a Dios».
Kasemann puede afirmar, en cambio, que más bien constituye su centro: «El
problema no es si Jesús fue un judío y un cristiano entre los demás, sino si este
judío, según el testimonio común de la cristiandad, es el que da inicio y
cumplimiento a la fe, el modelo originario de la obediencia, el nuevo Adán; y si,
como tal, no es el presupuesto, sino el centro del Nuevo Testamento.»
3. Teología hermenéutica
Martin Heidegger: el explicar y el comprender como distinto del explicar (las dos
operaciones cognoscitivas fundamentales para Dilthey) son operaciones
derivadas, que remiten a la comprensión originaria que constituye el ser del
hombre. La comprensión es el modo de ser del hombre y es, por tanto, la raíz de
todo conocimiento. El Ser-ahí, es decir, el hombre en su ser-en-el-mundo, es
constitucionalmente comprensión, comprensión de la existencialidad de la
existencia.
Ebeling afirma: «La teología sin anuncio está vacía, y el anuncio sin teología es
ciego».
4. Teología de la cultura
La teología de la cultura remite a la filosofía de la religión: esta última define el
marco conceptual en el que se inserta la teología de la cultura.
5. Teología y modernidad
Para Bonhoeffer, la revelación es a la vez algo ya acaecido y que, sin embargo,
sigue sobreviniendo; es acto y ser. La revelación adviene en la concreción de la
comunidad; no es o acto o ser, sino acto y ser: como ser, ha acaecido, y así queda
asegurada su continuidad; como acto, sobreviene y acaece siempre de nuevo, y
así se asegura su existencialidad; la revelación interpela siempre a la persona,
pero a la vez crea comunidad.
Sólo quien cree obedece; y sólo quien obedece cree»16. «Sólo quien cree
obedece»: la fe exige como consecuencia la obediencia (a la palabra de Dios).
Pero
a la vez, y dialécticamente, «sólo quien obedece cree»: la fe existe sólo en la
obediencia y se sustancia en obediencia a la palabra de Dios.
6. Teología de la secularización
El término «secularización» puede entenderse en un doble sentido: jurídico y
cultural. En el sentido jurídico, significa el paso de una persona del estado clerical
al estado secular, o el paso de bienes eclesiásticos a propiedad secular: en esta
acepción, dos etapas significativas de la formación del concepto son, por una
parte, las negociaciones para la paz de Westfalia (1648), que ponía fin a las
guerras de religión y regulaba la cuestión de los bienes eclesiásticos; por otra, la
confiscación e incautación de los bienes eclesiásticos en tiempos de la Revolución
Francesa y en la época napoleónica. El significado cultural del concepto es más
tardío y sólo se formará hacia finales del siglo xix y comienzos del xx, para indicar
el proceso de emancipación de la vida cultural (política, ciencia, economía,
literatura, filosofía, arte y costumbres) respecto de la tutela eclesiástica.
A comienzos del siglo xx, la teología católica, que desde la segunda mitad del
siglo xix se había empeñado en un inmenso trabajo de recuperación y
restauración de la tradición escolástica para constituir una línea defensiva contra
los errores modernos, denunciados por el Syllabus de 1864, se vio sacudida por
una áspera controversia en la que se planteaba con virulencia el problema de la
relación entre historia y dogma, entre crítica científica y teología.
Para Harnack hay una cesura entre evangelio e iglesia: la iglesia del dogma no
está en continuidad con el evangelio; para Loisy, en cambio, la iglesia está en
continuidad histórica con el evangelio.
Harnack busca la esencia del cristianismo: quita la piel del fruto del cristianismo
eclesiástico para llegar, con un trabajo de vivisección, a la pulpa de la esencia
(Wesen); Loisy relígala iglesia al evangelio como a su germen o semen y ve el
cristianismo eclesiástico en su proceso de necesario desarrollo, asimilación,
adaptación y evolución histórica, que revela la «potente fecundidad» de la esencia.