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ara otros usos de este término, véase Felicidad (desambiguación).

La cara feliz, tal como muestra este emoticono, es un símbolo muy conocido de la felicidad.

La felicidad es una emoción que se produce en un ser vivo cuando cree haber alcanzado una
meta deseada.

Algunos psicólogos han tratado de caracterizar el grado de felicidad mediante diversos tests, y
han llegado a definir la felicidad como una medida de bienestar subjetivo (autopercibido) que
influye en las actitudes y el comportamiento de los individuos. Las personas que tienen un alto
grado de felicidad muestran generalmente un enfoque del medio positivo, al mismo tiempo
que se sienten motivadas a conquistar nuevas metas. Al contrario que las personas que no
sienten ningún grado de felicidad que muestran un enfoque del medio negativo, sintiéndose
frustradas con el desarrollo de su vida.

Índice

1 Aspectos generales

2 Felicidad en la reflexión filosófica

2.1 Según la filosofía occidental

2.2 Eudemonismo y hedonismo: la felicidad para Aristóteles y para Epicuro

2.2.1 Para Aristóteles

2.2.2 Otras escuelas filosóficas

2.3 Según filosofía oriental

3 Felicidad en psicología

3.1 Interacciones

3.2 La adaptación hedonista

3.3 Las decisiones conscientes

3.4 La diferencia entre el flujo y la polarización

3.5 La experiencia y la memoria

3.5.1 Trastornos de la felicidad

3.6 La pirámide de Maslow

3.7 La personalidad

4 Otros enfoques

4.1 Según la religión


4.2 La lucha interna

4.3 La lucha externa

4.4 Psicología como ayuda

4.5 Paradigma espiritual

4.6 Paradigma positivista

4.7 El efecto linterna

4.8 Iconología

4.9 Países felices

5 Véase también

6 Referencias

6.1 Bibliografía

7 Enlaces externos

Aspectos generales

La felicidad está sin duda presente en la cara de esta niña.

Se entiende en este contexto como un estado de ánimo positivo. Dicho estado de ánimo es
subjetivo y, por tanto, no se refiere a un hecho autopercibido. Esto implica que una misma
serie de hechos puede ser percibido de manera diferente por personas con diferentes
temperamentos, y por tanto lo que para una persona puede ser una situación feliz para otra
puede llevar aparejada insatisfacción e incluso frustración. Es por esa razón, que la felicidad a
diferencia de otros hechos relacionados con el bienestar se considera una situación subjetiva y
propia del individuo (en contraposición a hechos objetivos en los que diferentes observadores
concordarían).

La felicidad frecuentemente se considera positiva ya que permite a los individuos sacar partido
de las condiciones objetivas, favorece la actitud de abordar diferentes tareas llevándola al
término propuesto. La depresión y otros trastornos psicológicos, por ejemplo, se caracterizan
por una notoria falta de felicidad del individuo, lo cual frustra las posibilidades de los
individuos para acometer con éxito diversas tareas u obtener beneficios de situaciones
objetivamente favorables. Bajo un estado de felicidad los individuos son capaces de llevar a
cabo una actividad neutral constante en un entorno con variables ya experimentadas y
conocidas, los distintos aspectos de la actividad mental fluyen de forma armónica, siendo los
factores internos y externos interactuantes con el sistema límbico. En dicho proceso se pueden
experimentar emociones derivadas, que no tienen por qué ser placenteras, siendo
consecuencia de un aprendizaje ante un medio variable.
Actualmente se conoce que la variabilidad en los niveles de felicidad que experimentan los
individuos se ven influidos por tres grupos de factores (en orden de importancia):

Factores socioambientales.

Factores genéticos.

Factores asociados a la consecución de objetivos y deseos.

Igualmente es un hecho bien establecido, que el juicio sobre si uno mismo es feliz está influido
por razones culturales: en ciertas sociedades se desaprueba en mayor medida expresar
sentimientos negativos, mientras que en otras la sinceridad y la autoexpresión fidedigna es
valorada en mayor medida. Por eso las comparaciones internacionales entre países con
diferentes condiciones socioeconómicas deben corregir el sesgo cultural.12

La felicidad, en tanto que estado emocional y autopercibido, es un estado subjetivo que, sin
embargo, puede analizarse mediante procedimientos objetivos. Los siguientes son ejemplos de
disciplinas con aproximaciones objetivas:

La filosofía estudia su concepto y realidad.

La psicología positiva intenta determinar los factores endógenos que el individuo puede
manejar para alcanzar ese determinado estado de ánimo.3

La sociología se ocupa de analizar qué factores sociales determinan los objetivos que el sujeto
se marca como meta para alcanzar estados de felicidad.

La antropología muestra cómo distintas culturas han establecido cánones distintos al respecto.

Felicidad en la reflexión filosófica

Según la filosofía occidental

Un anciano chileno sonriendo. La sonrisa es una de las expresiones faciales que denotan
felicidad.

Rebecca L. Felton feliz y sonriente.

La pregunta sobre la felicidad es esencial en el surgimiento de la ética en la antigua Grecia. Los


filósofos encontraron respuestas muy diferentes, lo cual demuestra que, como decía
Aristóteles, todos estamos de acuerdo en que queremos ser felices, pero en cuanto
intentamos aclarar cómo podemos serlo empiezan las discrepancias. En la filosofía griega
clásica hay tres posturas:
Ser feliz es autorrealizarse, alcanzar las metas propias de un ser humano (eudemonismo),
postura defendida por Aristóteles. En cierto sentido, también Platón puede ser encuadrado en
esta postura, si bien el horizonte de la felicidad, según Platón, se abre a la vida después de la
muerte.

Ser feliz es ser autosuficiente, valerse por sí mismo sin depender de nada ni de nadie (cinismo
y estoicismo).

Ser feliz es experimentar placer intelectual y físico y conseguir evitar el sufrimiento mental y
físico (hedonismo). Es la postura que defiende Epicuro.

Eudemonismo y hedonismo: la felicidad para Aristóteles y para Epicuro

Entre eudemonismo y hedonismo existe un desacuerdo fundamental. Aristóteles considera


que ser feliz es ser humano en el más pleno sentido de la palabra. Epicuro, por el contrario, se
pregunta qué es lo que mueve a los humanos a obrar, porque la felicidad consistirá en
conseguirlo, y esa cosa es el placer.

Para Aristóteles

Aristóteles sostiene que todos los hombres están de acuerdo en llamar felicidad a la unidad
presupuesta de los fines humanos, el bien supremo, el fin último, pero que es difícil definirla y
describirla. De ahí se aprecia la divergencia de opiniones respecto a cómo entender la
felicidad: placer para algunos, honores para otros, contemplación (conocimiento intelectual)
para otros más. Aristóteles rechaza que la riqueza pueda ser la felicidad, pues es un medio
para conseguir placeres o bien para conseguir honores, pero reconoce que existen personas
que convierten a las riquezas en su centro de atención.

No obstante, para Aristóteles éstos no son más que bienes externos que no son perseguidos
por sí mismos, sino por ser medios para alcanzar la felicidad, puesto que es ésta la única que se
basta a sí misma para ser autárquica y perfecta. Los demás bienes externos se buscan porque
pueden acercarnos más a la felicidad, aunque su posesión no implica que seamos
íntegramente felices, puesto que no por poseer riquezas garantizamos nuestra felicidad.
Tampoco solamente la consecución del placer nos hace felices. Habitualmente necesitamos
algo más para serlo y eso nos distingue de los animales. Sin embargo, aunque estos bienes
particulares no basten, ayudan, y en esto Aristóteles mantiene una postura moral bastante
desmitificada y realista, el bien no puede ser algo ilusorio e inalcanzable. Sin ciertos bienes la
felicidad será casi imposible de alcanzar. Para Aristóteles la felicidad humana se basa en la
autorrealización dentro de un colectivo humano, adquirida mediante el ejercicio de la virtud.

Otras escuelas filosóficas

Existen también otras muchas escuelas filosóficas que han trabajado el tema de felicidad
individual en otros términos. A saber:

el epicureísmo entiende la felicidad como autosuficiencia en el placer moderado;


los estoicos piensan la felicidad como fortaleza en la aceptación de una existencia
determinada;

racionalistas como Leibniz defienden la felicidad como adecuación de la voluntad humana a la


realidad;

utilitaristas como John Stuart Mill defienden un concepto de felicidad como satisfacción de los
placeres superiores;

para algunos autores del New Thought, la felicidad es una actitud mental que el hombre puede
asumir conscientemente, es decir, es una decisión. La idea de que la felicidad sea una decisión
se basa, para ellos, en el hecho de que el individuo busca muchas formas de encontrar esa
felicidad en muchos aspectos, y aun así, parece esquiva para la mayoría de las personas. Al
descubrir que existen seres felices e infelices en todas las diversas condiciones
socioeconómicas, geográficas, de edad, religión, sexo, estados mentales, estos pensadores
concluyen que cuando el individuo decide aceptar su condición y su pasado, y asumir la vida tal
como es en ese momento y construir su vida a partir de aquellos preceptos, es entonces
realmente feliz.

Según filosofía oriental

Este artículo o sección necesita referencias que aparezcan en una publicación acreditada.

Este aviso fue puesto el 29 de abril de 2013.

En la filosofía oriental, la felicidad se concibe como una cualidad producto de un estado de


armonía interna que se manifiesta como un sentimiento de bienestar que perdura en el
tiempo y no como un estado de ánimo de origen pasajero, como generalmente se la define en
occidente.[cita requerida]

Muchas veces confundida con la alegría de carácter emocional y efímero, la felicidad perdura
en el tiempo y se identifica como una cualidad, tal y como ser alto, fuerte o inteligente una
persona es feliz.

Mientras que la alegría se concibe como un estado de satisfacción, la felicidad se considera un


estado de armonía interna.

Felicidad en psicología

Interacciones

El subconsciente alimenta este estado de ánimo.4 Admitir los límites de la personalidad


facilitará la capacidad de no derrochar recursos en aquello que es incontrolable.5 Tratar de
condicionar el entorno a nuestro deseo6 sólo impedirá que consigamos atisbar lo que es el
flujo4 que nos lleva al estado de ánimo feliz.7 Este estado no se encuentra fuera de nosotros,
ni siquiera en nosotros, se encuentra en nuestra naturaleza interior.8 No depende
exclusivamente del entorno, sino que es la aceptación de que existen factores más influyentes
que nuestra voluntad, modificando nuestra actitud hacia la vida; siendo el pesimismo una
actitud que dificulta la consecución de dicho estado anímico y el optimismo una actitud
favorecedora, pero ninguna de las dos son determinantes.9

La capacidad de dar soluciones a los diferentes aspectos del vivir cotidiano, hace del individuo
más o menos feliz. Esto se pone de relieve cuando entendemos lo que es la frustración, causa
principal de la pérdida de la felicidad. Cabe decir que, tal sensación de autorrealización y
plenitud, confiere a las personas felices una mayor serenidad y estabilidad en sus
pensamientos, emociones y actos; fruto del equilibrio y la compensación de las cargas
emocionales y las racionales. Algunas emociones asociadas a la felicidad son la alegría y la
euforia.

La adaptación hedonista

La adaptación hedonista es un constructo psicológico mediante el cual los seres humanos


tienen la tendencia a regresar a un nivel de felicidad más o menos estable después de
experimentar importantes cambios (positivos o negativos) en sus vidas.10 Según esta
hipótesis, conforme una persona, por ejemplo, aumenta su nivel económico, sus deseos y
aspiraciones suben en paralelo, lo que da como resultado la neutralización de las ganancias en
felicidad. Brickman y Campbell acuñaron este término en un ensayo publicado en 1971.11 A
finales de los años 90, el concepto fue modificado por Michael Eysenck, psicólogo británico, y
se comenzó a hablar en la literatura científica de “la cinta de correr hedonista”, donde se
compara la búsqueda de la felicidad con una cinta de correr, donde una persona no deja de
andar, pero siempre se encuentra en el mismo sitio.

El concepto de adaptación hedonista ha ganado un nuevo impulso gracias a la psicología


positiva donde se ha revisado y desarrollado. Dado que la adaptación hedonista demuestra
generalmente que la felicidad a largo plazo de una persona no se ve afectada por eventos
vitales importantes, la psicología positiva se preocupa por descubrir aquellas cosas que pueden
coadyuvar a cambios duraderos en el nivel de felicidad.

Las decisiones conscientes

A pesar de que nuestro consciente no puede imbuirnos ese estado de felicidad, sí que puede
trabajar para fomentar los factores que contribuirán a que las interacciones internas tiendan a
estimular al sistema límbico, para que este pueda llegar a informar a nuestro consciente de ese
estado anhelado de felicidad.

La diferencia entre el flujo y la polarización

Dentro de los estados de conciencia asociados al flujo de la felicidad, los sistemas internos
funcionan como si de una 'orquesta filarmónica' se tratase, en ocasiones la sinfonía requiere
de uno 'solo', que es cuando destaca ante nuestro consciente una polarización concreta (o
neurotransmisor predominante). Si nuestro consciente se cree que él 'solo' es el objetivo final
de su existencia, o desconoce como 'invocar' a los otros 'instrumentos' para que entren a
'tiempo', nuestro organismo al completo sufrirá las consecuencias entrando en otras
polarizaciones resultantes de la carencia de una 'sinfonía' completa. Dado que nuestro cerebro
normaliza la realidad por instinto de supervivencia, la realidad para su centro administrador de
recursos será lo que entiende que le ha dado mejor resultado en un pasado y esto depende de
nuestra memoria y lo capaz que sea de desentrañar los detalles. El hecho es que es muy fácil
que insistamos en la 'invocación' del 'instrumento' en base al recuerdo sostenido.

La experiencia y la memoria

Atravesar momentos agradables como desagradables nos ayudan a comprender y enfocar qué
es eso del 'estado de flujo'. El que es capaz de tocar Jazz, es capaz de focalizar emociones y
sentimientos resultantes de sus experiencias pasadas y transmitirlos con notas musicales. Por
eso la memoria a este respecto juega un papel crucial.

Si la memoria nutriese de forma eficaz nuestro centro administrador de recursos, los


recuerdos fluirían sin obstáculos ante situaciones paralelas, ayudando a que la 'orquesta al
completo entre a tiempo'. La degradación neuronal impide que eso suceda de forma sostenida
en el tiempo, por lo que si se desea sostener el flujo asociado a la felicidad hasta nuestra
muerte, se necesitaría ayuda, algo o alguien que nos estimulara la motivación para
recordarnos en todo momento que 'instrumento toca dentro del concierto que se nos está
demandando'.

Trastornos de la felicidad

Bien sea por falta de memoria o por falta de experiencia, el hecho de que la 'orquesta entre a
destempo' (suele suceder cuando hemos terminado de pasar un tiempo de duelo y nuestro
centro administrador de recursos continua invocando un instrumento, que ya por naturaleza
no va a sonar por sí solo) en su 'serenata' sólo producirá los efectos asociados a una oposición
al sentido y dirección que indica nuestro entorno, 'desafinado' en grado extremo y provocando
la desorientación de cada sistema metabólico cerebral, que de sostenerse en el tiempo,
alteran:

ritmos biológicos de descanso

ritmos metabólicos cerebrales

centro inmunológico

sistema endocrino

A consecuencia de todo esto, el sistema nervioso se va viendo afectado por el caos formado, y
comienza a informar 'realidades' razonables únicamente por el enfermo, a consecuencia de:

ansiedades
ataques de pánico

obsesiones y compulsiones

fobias

estados maníacos y depresivos

Todo ello derivado del desorden cerebral patológico producido por la lesión que ha dejado en
el cerebro el despojo de su estado de flujo y la insistencia del centro administrador de recursos
en que continúe 'sonando' un 'instrumento', sin razón de ser, por falta de información. A este
respecto ayudan los psicofármacos, aportando lo que por naturaleza un cerebro sano debiera
administrar y que por su lesión es incapaz de aportar.[cita requerida]

La pirámide de Maslow

Artículo principal: Pirámide de Maslow

La pirámide de las necesidades humanas postulada por Abraham Maslow

Fisiología: Los niveles más básicos de sustentabilidad los aporta la naturaleza. No obstante,
restringir nuestro centro de atención y conciencia a cómo lograr mantener nuestro estado
homeostático, ocupa recursos metabólicos que impiden al cerebro sentirse seguro y confiado.

Seguridad: Esta sensación se produce cuando nuestro cerebro ha logrado registrar la pauta por
la cual poder asegurar su fisiología. Se refuerzan los enlaces neuronales y metabólicos
adecuados, permitiendo que esas tareas funcionen desde nuestro inconsciente. En ese estado
de seguridad, nuestra mente ahora puede centrarse en la búsqueda de cooperación y
establecer lazos sociales. En resumen, de subir al nivel de Afiliación.

Afiliación: La afiliación es la base de la economía. Con la amistad nace el compromiso, con el


compromiso nace el trabajo cooperado y confiado, con el trabajo surge material sobrante, con
ese material se puede comerciar. El hecho de que se aprecie nuestro trabajo, produce la
sensación de reconocimiento.

Reconocimiento: Esta sensación se basa en la seguridad de que los demás te necesitan y


formas parte de una cadena en la que sin ti, sería costoso reponer nuestra ausencia. Esto
permite marcar la pauta de creatividad al cerebro, la pauta por la cual uno puede aportar
beneficio y sentirse digno en la sociedad en la que habita. Esto debería ser suficiente
motivación como para poder sostener la autorrealización.

Autorrealización: También llamada felicidad, se sostiene por la motivación que produce


nuestro trabajo constante y continuado. Gracias a las capacidades de nuestro cerebro de crear,
de adaptarse y resolver problemas.

La personalidad

Diversos estudios han mostrado que la felicidad depende en gran medida de factores internos,
en particular del temperamento (humor, capacidad de atención, nivel de actividad, intesidad
sensitiva, regularidad, adaptación a los cambios) y en definitiva, de cualidades que son
dependientes de otros factores que nada tienen que ver con el estado de flujo asociado a la
felicidad, y que por efecto de ésta, experimentamos las otras. Igualmente los factores
genéticos, influyen poderosamente sobre el grado de felicidad, en la misma medida que
influyen a la propensión a ciertos trastornos psicológicos.

La personalidad interactúa los recursos y las relaciones sociales, marca prioridades y establece
objetivos; pero no es capaz por sí misma de imbuirnos estados anímicos. Los estados anímicos
además son el resultado de la suma de procesos neuroquímicos en los que nuestra persona
poco o nada tiene que ver. Podremos favorecer o dificultar que sucedan, pero no impedirlos.

Pensamientos del estilo que, nada o nadie podrá impedir que sea feliz, es relativamente cierto
o falso, dependiendo de lo capaces que seamos de tratar con las polarizaciones que nos
motivan. Todo lo que sucede es para nuestro beneficio, no obstante, si lo que sucede se opone
a lo que consideramos bueno (y ahí entra nuestra personalidad), es cuando el estado
preferente se distorsiona y comenzamos a perder el flujo. No podemos actuar como jueces en
una naturaleza que no entiende de justicia moral. El idioma de la naturaleza establece un
equilibrio termodinámico. Nuestro cerebro sí entiende de termodinámica, pero nuestra
consciencia no siempre está educada para comprender la dinámica de esta naturaleza.

Las cosas son como son, tal como suceden, a pesar de que se opongan a nuestros objetivos. Si
estamos pasando hambre y nos dicen que debemos levantar dos toneladas de peso al golpe de
tres... podremos hacer dos cosas, resignarnos y acabar muriendo de hambre (polarización 1) o
tratar de hacer razonar a quien nos puede ayudar (polarización 2). Si no somos conscientes de
ese estado de flujo, y de como conservarlo, acabaremos perdiéndolo y no podremos hacer
gran cosa por recuperarlo.

Otros enfoques

Según la religión

Este artículo o sección necesita referencias que aparezcan en una publicación acreditada.

Este aviso fue puesto el 29 de abril de 2013.

Para las religiones teístas, la felicidad solo se logra en la unión con Dios, y no es posible ser feliz
sin esta comunión. La felicidad es considerada la obtención definitiva de la plenitud, y el
estado de satisfacción de todo tipo de necesidades es alcanzable solo en ese grado después de
la muerte.

Sin embargo, hay diferentes puntos de vista según la religión analizada. Para el cristianismo,
por ejemplo, la felicidad se expresa en la vivencia de las bienaventuranzas y las enseñanzas de
la Biblia (especialmente los evangelios) y en el seguimiento y comunión con Cristo (resucitado
a través del Espíritu Santo). Muy semejante a esto es el camino musulmán.
El budismo, una escuela filosófica no religiosa (no teísta) confundida históricamente con el
hinduismo para la cual no existe un creador ni tampoco un alma, considera que la felicidad
duradera se alcanza al erradicar el anhelo ansioso, que implica evitar compromisos con los
demás, lo que a su vez se consigue solo al "despertar" de la ilusión del "yo", es decir, el
mantenerse alerta y exento de la naturaleza de la vida y la existencia, a través de una postura
pasiva, no participativa, de la conservación de la vida.

La lucha interna

La amígdala cerebral y el hipotálamo son regiones que cooperan para la transición de las
emociones. El neocórtex racionaliza los recursos de los que disponemos. Son dos áreas
incompatibles con miles de años de evolución entre ambos, que usan la conciencia como
medio de comunicación para poner solución a las demandas bilaterales. Podría ilustrarse con
el ejemplo de dos personas que intentan ponerse de acuerdo para solucionar sus problemas
personales en un centro de arbitraje, que representaría la conciencia, el lugar donde las
emociones y la racionalidad se hacen compatibles. Por tanto, se hace evidente que, para que
nuestro sistema límbico informe ese estado predilecto de felicidad, es indispensable que
tengamos una conciencia capaz de acallar a las dos partes en disputa. Si sólo acallamos a una,
la voz de la otra no nos dejará tranquilos, y en consecuencia nuestro sistema límbico nos
informará de una aproximación de lo que es la felicidad: La estimulación por catecolaminas. El
resultado es cualquiera de los estados asociados a este neurotransmisor y que va a depender
de la interpretación que le de nuestro administrador de recursos (conciencia).

La lucha externa

Hemos de sobrevivir en un mundo competitivo, el cual premia a los que no cometen errores.
Los errores se pagan con la extinción del individuo o de la especie. Si una llama de fuego
encendida en una vela, cometiese el más mínimo error a la hora de consumir sus recursos, ella
misma se extinguiría, y la posibilidad de encender otras velas desaparecería. La complejidad de
un ser vivo es mucho mayor, pues al consumo de energía se le suma la dificultad de ser
homeostáticos. Por lo que si no somos capaces de transferir adecuadamente la carga, si no
somos capaces de 'quemar de forma efectiva la chispa que nos mantiene vivos', el 'fuego'
quemará estructuras vitales y acabaremos consumiéndonos nosotros mismos.

Psicología como ayuda

Como ciencia, se dedica a recoger hechos sobre la conducta y la experiencia, y a organizarlos


sistemáticamente, elaborando teorías para su comprensión. Estas teorías ayudan a conocer y
explicar el comportamiento de los seres humanos y en alguna ocasión incluso pueden ayudar a
las personas a integrar la información percibida fomentando la tendencia a encontrar o incluso
a sostener el estado de flujo asociado a la felicidad.

Paradigma espiritual
La espiritualidad es la función proyectada en el tiempo de la personalidad, que le dota de una
orientación, un futuro y un sentido, por la cual poder establecer prioridades y administrar los
recursos energéticos tanto internos como externos, llegando a la conclusión de que la vida sí
tiene sentido. En el caso del hombre puede basarse en una esperanza, o en una necesidad
común al resto de la fauna. Esta orientación fortalece la tendencia a conservar el flujo asociado
a la felicidad.

Paradigma positivista

Martin Seligman, uno de los fundadores de la psicología positiva, menciona en su libro


felicidad auténtica que la felicidad es como un conjunto de:

Emociones positivas: Tales como éxtasis y la comodidad.

Actividades positivas: Tales como la concentración y el cumplimiento de nuestras tareas.

Este autor, presenta tres categorías de emociones positivas relacionadas con el pasado,
presente y futuro.

Las emociones positivas referentes al pasado incluyen la satisfacción, la alegría, el orgullo y la


serenidad.

Las emociones positivas referentes al futuro incluyen optimismo, esperanza y confianza.

Las emociones positivas sobre el presente se dividen en dos categorías que sean
perceptiblemente diferentes:

Los placeres: los corporales y más altos son “placeres del momento” e implican generalmente
un cierto estímulo externo.

Satisfacciones: Las satisfacciones implica la consecución del objetivo por el cual hemos
trabajado, el flujo, la eliminación de la timidez, y el saber administrar las emociones negativas
para beneficio del objetivo (defensa). Pero cuando una satisfacción viene a las emociones
positivas de un final entonces nos sentiremos protegidos.

Las satisfacciones pueden ser obtenidas o ser aumentadas desarrollando fuerzas y virtudes del
carácter. La autenticidad es la derivación de la satisfacción y de las emociones positivas de
administrar las fuerzas de las que la personalidad dispone.

La buena vida se nutre de la correcta administración de las fuerzas de que dispone la


personalidad para obtener el equilibrio interior, por ejemplo, sintiendo que la labor de uno en
el trabajo aporta algo positivo y que gracias a ese esfuerzo el colectivo se beneficia a cierto
grado. Si además tenemos actividades creativas, estaremos aportando factores favorables para
que la felicidad se convierta en un estado profundo de nuestra manera de vivir. El sentido más
profundo de la felicidad es experimentado con la “vida significativa”, alcanzada si uno ejercita
sus fuerzas y virtudes de los uniques en un propósito mayor que lo suyo metas inmediatas.
Otra pregunta interesante es si la tendencia a la felicidad de la experiencia está basada en
dispositional afecta o eso es un resultado de las circunstancias de la vida.

El efecto linterna

Una linterna, correctamente usada, alumbra sin que su estructura externa se vea gravemente
comprometida. En ciertas regiones acumulará calor y, de no usarse con moderación, es posible
que la potencia de la bombilla acabe dañando ciertas partes. El uso natural de la linterna
provocará su envejecimiento y rotura. Ahora, si usamos de mala manera la linterna, y en lugar
de usarla de la forma más efectiva, nos conformamos con colocarla en lo alto de un palo y
usarla de antorcha prendiéndole fuego, creeremos que estamos obteniendo el mismo
objetivo, pero es evidente que no es así.

Con las personas sucede algo parecido. Disponemos en nuestro cerebro de diferentes redes
neuronales, que integran diferentes formas de transacción neuroquímica, que a su vez
capacitan diferentes formas de inteligencia en el hombre12 Podremos tener la sensación de
creer que estamos dando soluciones a nuestra vida, pero si no somos capaces de aplicar la
inteligencia adecuada al campo de la vida que lo necesita, la sensación de estar vivos no nos
acompañará, puesto que no obtendremos el resultado esperado y la frustración será lo
dominante.

En consecuencia a lo anterior, el uso que nos estaremos dando será como el de la linterna en
lo alto del palo, y todo porque nuestra conciencia no es capaz de valorar ciertas facultades
inherentes de la mente. Quizás porque las experiencias asociadas a la manifestación de dicha
inteligencia fueron desagradables, lo consideramos malo y nuestra conciencia huye de esas
sensaciones. Lo cierto es que, tras conseguir superar nuestros propios valores morales
asociados a nuestra memoria biográfica, la red neural que conforma el ego, puede solicitarle a
la conciencia que se pasee por los diferentes registros de nuestras diversas redes inteligentes
tal como si fuera una linterna adecuadamente encendida y enfocando en los objetos,
nutriendo de datos que nuestra conciencia considera buenos, y no ya para nosotros mismos,
pues hemos superado nuestros propios valores morales, sino para el objetivo a conseguir13 El
ego podrá invocar a la memoria aquello que la conciencia ha ido recopilando como bueno,
ensamblando la información e integrando una solución.

Iconología

La felicidad era una divinidad alegórica a la cual habían los romanos erigido un templo. La
representa sentada en un trono como reina o en pie vestida de una estola, teniendo en una
mano un caduceo y un cuerno de la abundancia en la otra. Algunas veces en lugar de caduceo,
la pica, que indica la felicidad adquirida por las armas. En algunas medallas, está representada
por una nave navegando a todo trapo. La felicidad de los tiempos está alegorizada por cuatro
niños que indican las cuatro estaciones del año. La columna que sirve de apoyo a la figura
simbólica, indica una felicidad firme y duradera. Cochin y Ripa la alegorizan por una mujer con
la frente ceñida de muchas coronas de oro, diamantes, flores y frutos, teniendo por fondo
detrás de su cabeza el sol de la sabiduría y llevando palmas, laureles, flores y frutos.

Ripa designa la felicidad pasajera por una mujer vestida do blanco y amarillo, ceñida la cabeza
de una corona de oro y un cetro en la mano. Va adornada con un cinturón de diamantes y
alrededor de su brazo se enrosca la planta que lleva la calabaza.

Se debe a Pigal la siguiente imagen emblemática de la felicidad de los pueblos: un ciudadano


que goza de un perfecto reposo en medio de la abundancia, designada por los frutos, las
flores, perlas y otras riquezas. Crece cerca de él, que está sentado sobre un fardo de
mercancías, el verde olivo: tiene abierta su bolsa para indicar su seguridad y a sus pies se ven
el lobo y el cordero que duermen juntos, símbolo de la edad de oro.14

Países felices

Los diez países más felices según el ranking de la Encuesta Mundial de Gallup, y que coincide
con los datos recogidos por el Sustainable Development Solutions Network (SDSN), una
iniciativa impulsada por Naciones Unidas, que publica un exhaustivo estudio, titulado “World
Happiness Report” son: Suiza, Islandia, Dinamarca, Paraguay, Noruega, Canadá, Finlandia,
Países Bajos, Suecia, Nueva Zelanda y Australia. Los cinco primeros se encuentran en este
orden: Dinamarca ocupa la primera posición con una nota de 7,693 puntos, Noruega es el
segundo país más feliz, Suiza ocupa la tercera posición, Holanda la cuarta y Suecia la quinta.

Es difícil determinar definitivamente la felicidad de los países por las encuestas que miden las
respuestas en relación a su felicidad, no es fácil describir el grado del que se disfruta. Todos los
países de los cinco continentes tienen habitantes que gozan de una felicidad que resulta del
amor, la amistad, la esperanza a corto, medio y largo plazo, la ilusión, la salud, el ambiente, el
clima, la educación de la infancia, la espiritualidad, la moralidad, y una conciencia limpia y
entrenada.15

Véase también

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