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PRINCIPIOS DE FILOSOFÍA

UNIDAD III: UNA RUPTURA Y EL OCULTAMIENTO DE LA CIENCIA


PRIMERA

LA MUTACIÓN DEL PRINCIPIO


EL ‘NOVUS MODUS’ DE PENSAR

R. DESCARTES (1596-1650)
Terminamos nuestro encuentro anterior anticipando la consideración de dos
filósofos que, de distinto modo pero con una misma actitud, un mismo talante, son figuras
señeras de este ‘novus modus del pensar’: Renée Descartes (s. XVI) y Emanuel Kant (s.
XVIII) a quienes señalamos, respectivamente, como iniciador y punto culminante del
pensamiento filosófico moderno.
Descartes propondrá la duda para alcanzar al menos una verdad y desde allí
construir el edificio de la ciencia. Kant, para producir el avance y desarrollo de la
Metafísica como ciencia, propondrá llevar a cabo un giro copernicano en el modo de
acceder al conocimiento de los objetos. La razón buscará denodadamente, ahora confiada
en sus solas fuerzas, el conocimiento científico, racional de la naturaleza, del mundo y del
hombre y/o de sí misma. El mundo y los conocimientos heredados aparecen siendo
inciertos, inseguros, hasta erróneos: la verdad será puesta en duda...
Es el tiempo de Descartes: La duda metódica y su resultado: el cogito, ergo sum
Descartes encarna el espíritu moderno en su carácter reaccionario y revolucionario.
Su pensamiento es la reacción manifiesta contra toda una tradición y una enseñanza
recibida y transmitida que se le revela como deficiente, como insegura, como incierta. Su
deseo, como el de todo pensar, es encontrar al menos una verdad. Dispone de la razón que
es su fuerza más poderosa, pero de la cual también conoce su falibilidad; habrá que
proceder con cautela y precaución, en principio se tratará de asegurarnos no caer en el
error. He aquí el Discurso del método (1637), la experiencia autobiográfica del pensar
cartesiano en su derrotero por la tarea impuesta. La primera parte del discurso relata su
experiencia de formación y la educación académica, muy sólida por cierto, recibida en el
prestigioso colegio jesuita de La Flèche. Educación que será cuestionada y criticada
fuertemente por Descartes en cuanto todo esto que ha sido hasta aquí considerado sabiduría
se le revela como “cosa de libros”, algo muerto y que requiere la tarea que todo hombre al
menos una vez en la vida debería emprender: la duda sobre todo aquello recibido y
dogmáticamente aceptado. Es la tarea del pensar: enjuiciar (cribar) todo lo aceptado sin más
como verdadero, y para ello el pensar deberá despojarse de toda tradición, de toda
autoridad. Es la duda el camino, en ese sentido etimológico (methodo: camino), el método
que este sujeto (razón) dispone y propone al pensar para llevar a cabo tal tarea. De alguna
forma, esta duda metódica1 (decimos que es metódica en tanto se trata de un camino a
recorrer que tiene un punto de llegada, un objetivo: encontrar, al menos, una verdad), se
convierte en una especie de garantía para el no errar de la razón.
El edificio de conocimientos que hasta aquí está construido sobre arena deberá ser
derrumbado y, luego será preciso encontrar una roca firme en la cual asentarse con
seguridad. Lo primero, como en toda razonable construcción, será despejar el terreno,
limpiarlo de todo escombro, y luego, socavar hondo hasta encontrar tierra firme sobre la
cual empezar de nuevo sobre cimientos sólidos. Esta imagen metafórica de la construcción
refleja la concepción que el moderno pensar tiene del conocimiento, es como el hogar firme
que el sujeto edifica para protegerse de la intemperie en la que ha quedado. Las opiniones
recibidas han sido abandonadas y las verdades de fe apartadas y confinadas a su ámbito
propio.
Los conocimientos adquiridos serán sometidos al ejercicio de la duda,
suponiéndolos metódicamente falsos o, por lo menos, dudosos. Todo aquello que no resista
este metódico ejercicio será descartado. Este hombre que ha quedado solo y desamparado
busca seguridad, certeza, evitar el error.
“Encontrar al menos una verdad en la cual apoyarme”, éste es el objetivo que
persigue la razón cartesiana, y esto significa encontrar aquel principio de la Filosofía que
aparezca con absoluta evidencia a la razón. La duda arremeterá contra los sentidos, contra
los sueños, la imaginación e incluso con las verdades matemáticas que parecían indudables
(sé cuán expuestos estamos a equivocarnos) y sólo queda en pie la duda misma. Llegado
a este punto no puedo ya dudar de que estoy dudando; el dudar es el ejercicio propuesto al

1
La distinguimos de la duda escéptica: dudar por dudar sin arribar a ningún pronunciamiento o juicio.
pensar; por tanto: dudo y si dudo, pienso; si pienso, soy. Cogito, ergo sum, he aquí la
primera verdad en la que puedo asentar todo el edificio de conocimientos.
Es ese pensar el que establece el criterio de verdad: evidencia racional. La cosa es
re-presentada ante mi razón como idea. ¿Y cuándo una idea es verdadera? Cuando posee
dos notas: claridad y distinción. El conocimiento deviene universal abstracto: la cosa – el
pensar, lógos – physis, sensibilidad – razón, pensar – ser.
¿Qué ha descubierto Descartes? Ha puesto en escena el yo como conciencia, se
ha descubierto como una naturaleza cuya esencia sólo consiste en pensar. Pensar, en
Descartes, es el término para todo contenido de conciencia: sentir, querer, entender. La
razón se constituye en la piedra angular del conocimiento, y a ella es reducido el yo-sujeto.
El hombre en tanto fundamento del conocimiento aparece quebrado, escindido entre la
sensibilidad (pues los sentidos no son fuente fiable de conocimiento, ‘nos engañan’) y la
razón. Desde este principio, fundamento, el sujeto-pensar (el ego cogito), la Filosofía en
su grado excelso, se convierte en la ciencia que, al modo racional (según el modo
matemático, ‘more geométrico’), podrá obtener un conocimiento científico de los ‘objetos’
de los que, principalmente, se ocupa: mundo (naturaleza), hombre (alma) y Dios. Hasta
aquí el ‘cogito’.
Vamos al ‘sum’. ¿Qué soy?, se preguntará Descartes. El yo (hombre) queda
escindido y concebido según dos sustancias de naturaleza diferente. Por un lado, el alma
(pensar, razón entendimiento, conciencia), la res cogitans (sustancia pensante) cuya única
naturaleza consiste en pensar. Todo es contenido del cogito: querer, sentir, entender. Este
yo-alma (pensar) se hace verdad evidente a la razón y se opone radicalmente al cuerpo
que es concebido en términos de res extensa (sustancia extensa, ‘ocupa un lugar en el
espacio’) y funciona como un mecanismo que responde a sus ‘leyes’ (es como un reloj al
que se le ha dado cuerda, dice nuestro autor) tal como el mundo, la naturaleza.
La ruptura de la unidad conquistada en las épocas anteriores cuerpo-alma, es un
hecho.

NOTA: dispones de dos textos de Descartes en pdf. Su lectura te permitirá la


comprensión acabada de su pensamiento que aquí hemos tratado de explicar muy
sintéticamente.

Graciela Ciccarelli
Profesora asociada

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