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aT ULA Sarmiento - Tomas a 5 Enrique Molina Moral dela persona / FACULTAD DE TEOLOG[A, UNIVERSIDAD DE NAVARRA. Manuales de Teologia, n.° 2g (Queda prohibida, salvo excepcién prevista en la ley, cualquier forma de reproduccién, distri- bucidn, comunicacién péblica y transformacién, total o parcial, de esta obra sin contar con au- (orizacién escrita de los titulares del Copyright. La infraccién de los derechos mencionados wuede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Artictilgs 270 y ss, del Cédigo Penal). Primera edicién: Octubre 2006 © 2006: Augusto Sarmiento, Tomas Trigo, Enrique Molina Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA) ISBN: 84-313-2419-8 Depésito legal: NA 2.609-2006 Nihil obstat: Udefonso Adeva Imprimatur: Luis Oroz, Vicario general Pamplona, 15-V1-2006 Tratamiento: Pretexto. Estafeta, 60. Pamplona Imprime: Grificas Alzate, S.L. Pol. Ipertegui IT, Orcoyen (Navarra) Printed in Spain - Impreso en Espaiia lidiciones Universidad de Navarra, S.A, (EUNSA) Plaza de los Sauces, 1 y 2. 31010 Baraitdin (Navarra) - Espaiia ciGfono: +34 948 25 68 50 - Fax: +34 948 25 68 54 info@eunsa.es AUGUSTO SARMIENTO TOMAS TRIGO ENRIQUE MOLINA MORAL DE LA PERSONA EeuNsA EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A, PAMPLONA {NDICE SIGLAS Y ABREVIATURAS .... INTRODUCCION ..... PRIMERA PARTE LA PERSONA CRISTIANA. (E. Molina) CapiruLo T SER Y OBRAR COMO PERSONA 1. La nocién de persona en la ontolog! 1.1, Naturaleza corpéreo-espiritual 1.2. Unidad sustancial de cuerpo y espiritu . 2. La nocién de persona en la fenomenologfa, 2.1. La interioridad 2.2. La intersubj 2.3. La libertad 3. Amodo de conclusié: Capituto IT EL HOMBRE, IMAGEN DE DIOS EN CRISTO POR ELESPI{RITU SANTO 1. El hombre, imagen de Dios...... 2. La rebelidn del pecado y la renuncia a I Dios 3. Recreados en Cristo para gloria de Dios Padre. condicién de imagen de 42 44 45 ne w . El bien de la persona .. . Los bienes de la persona . La dignidad del embrién humano MORAL DE LA PERSONA Capfruto III EL BIEN DE LA PERSONA COMO REFERENTE MORAL 2.1, Las inclinaciones naturales: naturaleza y libertad 2.2. La integracién de los bienes en el bien de la person: a percepcién del bien por la persona . a realizaci6n del bien por la libertad y las virtudes 4.1. La libertad y el bien de la persona 4.2. Las virtudes, cauces de la libertad SEGUNDA PARTE, EL BIEN DE LA VIDA a (A. Sarmiento) CapituLo IV EL SENTIDO DE LA VIDA HUMANA 1:1 valor de la vida humana . 1. El valor del cuerpo ... 1.2. Dimensién moral de la corporalidad Iw inviolabilidad de la vida humana 2.1. La vida humana ha de ser valorada por si misma 2.2. Toda vida humana ... 2.3, En cualquiera de sus fases . 1 «sefiorio» del hombre sobre su vida 4,1. Un derecho y un deber 4.2. Un sefiorio «ministerial» -» que se realiza como don . CapiTuLo V EL RESPETO A LA VIDA NACIENTE \.1. La realidad biolégica ... 1.2. La condicién personal del embri . Las intervenciones técnicas en el proceso procreador: la fecunda- cién artificial 2.1. La inseminacién artificial (IA) ; 2.2. La fecundacién in vitro y la transferencia embrional (FIVET) .. 66 69 71 73 74 76 77 78 79 80 81 83 85 87 89 92 96 . El respeto a los embriones humano: . El aborto . Valor y dignidad del cuerpo humano .... . El respeto a lo dignidad del cuerpo : a a enrega de la vida . El sentido de la enfermedad y el sufrimiento . La aceptacién de la enfermedad y la aplicacién de remedios . La curacién de la enfermedad INDICE 3.1, «Acogerlos» responsablemente . 3.2. La experimentaci6n e investigacién con embriones . 3.3. El diagnéstico prenatal . 4.1. Valoracién moral del aborto 4.2. El rechazo del aborto.. CapftuLo VI EL CUIDADO DEL CUERPO Y LA SALUD 1.1. El cuerpo humano es «la persona en su visibilidad> 1.2. La dignidad del cuerpo humano 1, La virtud de la templanza 2.2. El cuidado de la vida y la salud .... : 2.3. Las «amenazas» y «atentados» contra la vida y la salud: la pér- dida del «sefiorio» de uno mismo . El servicio desinteresado a los dems, como cuidado de uno mismo ... 3.2. «Arriesgar» la vida por los demas: la donacién de érganos 3.3. Para vivir la vida como ofrenda .... CapiTuLo VIL LA ENFERMEDAD EN LA VIDA HUMANA, 1.1. El sufrimiento ... 1.2. El sentido del sufrimiento 3.1. Terapias proporcionadas (ordinarias) y desproporcionadas (ex- traordinarias) ... . 3.2. Lamutilacién y extirpacién de érganos « 3.3. El recurso a los trasplantes . oy 100 ol 102 104 105 108 113 114 116 v7 118 120 125 133 133 135 ukgs 139 140 142 143 146 147 148 149 MORAL DE LA PERSONA CapiTuLo VIIT MORIR EN EL SENOR 1, La aceptacién de la muerte «. 1,1, El sentido de la muerte 1.2, «Vivir» la muerte... 2. El cuidado de Ia vida en la fase terminal .. 2.1. Los cuidados paliativos... 2.2. La asistencia espiritual al moribundo . La rebelidn contra la muerte 3.1. La eutanasia 3.2. El «ensaiiamiento terapéutico» .., » TERCERA PARTE EL BIEN DE LA SEXUALIDAD. (A. Sarmiento) CapiTuco IX : «HOMBRE Y MUJER LOS CREO» «El ser humano, un ser sexuado .. 1.1. La sexualidad, una realidad compleja . 1.2. La sexualidad, dimensién esencial de la persona humana .. 2. Hl sentido de la sexualidad humana... 2.1. Al servicio del amor 2.2. Al servicio de la vida Lat verdad de! lenguaje de la sexualidad . 1, «... de persona a persona» 3.2. Un criterio ético fundamental CapiruLo X LA BONDAD DE LA SEXUALIDAD . La urmonfa y el desorden de «los orfgenes» 1.1, La «inocencia originaria» 1.2. La ruptura de la armonfa de «los orfgenes» . Lat vigencia actual de la bondad de «los origenes» 2.1. Laensenanza de la Escritura.. : 2.2. La reflexion de los Padres y la argumentacién de la Teologia ... & Hl sentido y la valoracién del placer .. vp lo 154 155 157 158 159 161 162 162 165 171 172 ibe: 174 175 177 179 179 182 185 186 187 189 189 190 194, INDICE Capiruo XI LA CASTIDAD, INTEGRACION DEL BIEN DE LA SEXUALIDAD EN EL BIEN DE LA PERSONA . La «integracién» de la sexualidad en la unidad de la persona 198 1.1. Necesidad de una integracién ética 198 1.2. El conocimiento de la verdad y del bien de la sexualidad 200 1.3. El dominio de sf mismo en la integracion de la sexualidad 201 . La castidad como «integracién» de la sexualidad en la persona 203 2.1. El pudor y la modestia al servicio de la castidad 206 2.2. La castidad, don del Espiritu Santo ... 207 . La castidad en los diferentes modos de vida (Ia virginidad 0 el cel bato y el matrimonio) .. 208 3.1. La castidad conyugal, integracién de la sexualidad en la persona 209 3.2. La virginidad o el celibato en la integracién de la sexualidad .... 210 CapiTuLo XII LOS PECADOS CONTRA EL BIEN DE LA SEXUALIDAD: LAS «OFENSAS» A LA CASTIDAD . Lanaturaleza y gravedad de la lujuria 213 1.1. La naturaleza de la lujuria... 214 1.2. La gravedad objetiva de la lujuria.. 214 1.3. La cuesti6n de la «no parvedad de materia» en la lujuria. 216 . La lujuria perfecta (los «pecados de lujuria consumada») .. 218 2.1. La fornicacién, contraria a la dignidad de la sexualidad y de la persona humana. 219 2.2. El adulterio, «ofensa» a la dignidad de la sexualidad en el ma- trimonio ... . 220 2.3. El comportamiento homosexual, «ofensa» a la verdad y signi- ficado de la sexualidad .. 223 2.4. La masturbacién, «ofensa» a la finalidad de la sexualidad 227 2.5. Otras «ofensas» al bien de Ja sexualidad ..... 231 . La lujuria imperfecta (los «pecados incompletos de lujuria no con- sumada») .. _ 233 3.1. Los actos internos 233 3.2. Los actos de lujuria incompletos 235 CapituLo XIII LA EDUCACION SEXUAL, EDUCACION PARA LA CASTIDAD . Para vivir la sexualidad como lenguaje del amor 238 1.1. Afirmar el valor de la persona... 238 » v MORAL DE LA PERSONA 1.2. El don sincero de sf El compromiso de la libertad . La responsabilidad de la persona en la educaci6n para la castidad 2.1. «Hacer lo que se debe, queriendo lo que se hace» .. E] «aprendizaje del dominio de st» 2.3. Educacién para el pudor y la amistad . Para la superaci6n de algunos problemas particulares 3.1. Para superar el problema de Ia masturbacién 3.2. Para ayudar en la superaci6n del comportamiento homosexual . CUARTA PARTE EL BIEN DE LA VIDA EN SOCIEDAD (A. Sarmiento) CapiruLo XIV : EL CARACTER COMUNITARIO DE LA VOCACION HUMANA. . El ser humano, un ser social 1.1. La experiencia universal 1.2. La Revelacién . 1] amor en la «realizacién» de la sociabilidad de la persona 2.1. EI «nosotros» como realizacion de la sociabilidad 2.2. El amor en la constitucién del «nosotros» 2.3. 1 amor, prolongacién de la justicia ... . La solidaridad, exigencia y manifestaci6n de la sociabilidad Capfruco XV LA FAMILIA EN LA REALIZACION DE LA SOCIABILIDAD DE LA PERSONA . El concepto de familia. 1. La familia en la histori 1.2. La familia en la Sagrada Escritura La familia, comunidad de persona: La familia, escuela de sociabilidad ____CapiruLo XVI LA PARTICIPACION DE LA PERSONA EN LA VIDA SOCIAL . Bien de la persona y bien comin 1.1. El «bien comin» . 12 239 242 243 243 245 247 248 250 260 261 261 262 263 264 267 267 272 272 274 276 279 284 284 . El «bien comin», responsabilidad de todos .. . El empefio por el «bien comin» y sus rafces espirituales . El hombre busca la verdad ... . La Verdad busca al hombre . La virtud ordenadora del deseo de conocer: el estudio . . La crisis de la verdad en el pensamiento moderno . Verdad y libertad en la Revelacién . : INDICE 1.2. «Bien comtin» y «bien particular»: implicacién recfproca 2.1, «Bien comin», familia y trabajo 2.2. La participacién activa en la vida piblica QUINTA PARTE EL BIEN DELA VERDAD (T. Trigo) ___CapfruLo XVIL LA BUSQUEDA DE LA VERDAD 1.1, Elamora la verdad . 1.2. Las verdades mas relevantes para la persona 1.3. La sabidurfa y las ciencias 2.1, La Verdad se revela a sf misma . 2.2. La Verdad revela el hombre al propio hombre 2.3. La Verdad revela al hombre Ja verdad sobre el bien . 2.4. La sabiduria sobrenatural .... 3.1. El estudio: templanza y fortaleza . 3.2. El didlogo 3.3. La reflexion 3.4. La curiosidad CapiruLo XVIII LA VERDAD HACE LIBRES 1.1. El nominalismo . 1.2. La raz6n al servicio de la ciencia y la técnica. 1.3, La autonomia moral .. 1.4. El relativismo 1.5. El nihilismo 2.1. Dios creador: Inteligencia y Voluntad 2.2. La armonfa original de verdad y libertad . 2.3. La ruptura de la armonia original... 2.4. La reconstruccién de la armonfa de verdad y libertad en Cristo 285 286 287 290 292 302 303 304 308 309 310 310 312 312 313 314 315 316 317 N w . La interaccién del entendimiento y la voluntad MORAL DE LA PERSONA CapfruLo XIX 1.A NECESIDAD DE LA LIBERTAD PARA CONOCER LA VERDAD. 338 1.1. Las disposiciones de la voluntad y el conocimiento de las ver- dades morales 338 1.2. Las disposiciones morales y el conocimiento de 339 . Las virtudes morales y el conocimiento de la verdad .. 341 2.1. La necesidad de la humildad ... 341 2.2. La limpieza del corazén 343 2.3. Valentfa y fortaleza 345 . El relativismo como consecuencia de la ceguera para la verdad . 346 . La fidelidad a la verdad conocida .... 347 Capfruco XX ACTUAR DE ACUERDO CON LA VERDAD. . Nocién de prudenci: 352 a prudencia y las virtudes morales . 353 2.1. La prudencia, «madre» y guia de las virtudes morale: 353 a necesidad de las virtudes morales para la prudencia 354 1 prudencia cristiana .. 355 3.1. {a prudencia en el Nuevo Testamento ... 355 prudencia en el organismo de las virtudes cristianas 357 ries o elementos que integran la virtud de la prudencia . 359 Los actos propios de la prudencia 361 5.1, El consejo. 361 362 363 364 La imprudencia y la falsa prudencia 366 Capfruco XXI DECIR LA VERDAD La virtud de la veracidad 369 1.1, Nocién de veracidad 370 1,2. Fundamento de la veracidad 371 . Virtudes vinculadas a la veracidad 372 1. La sinceridad. 372 2.2. La sencillez 373 1a fidelidad a la palabra dada 375 3. . Las rafces culturales de la crisis ecolégica INDICE La comunicacién de la verdad .. 377 3.1. La comunicacién de la verdad moral y religiosa .. 377 3.2. Veracidad y medios de comunicacién . 380 . Las ofensas a la verdad 383 4.1, La mentira .. 383 4.2. La simulacién y la hipocresia 387 4.3. La jactancia y ia ironia 388 4.4. Pecados contra la fama de las personas . 389 SEXTA PARTE EL BIEN DE LA NATURALEZA (T. Trigo) CapituLo XXIL : LA DIMENSION MORAL DE LA CUESTION ECOLOGICA 1.1, La concepcién modema de la relacién hombre-naturaleza 400 1.2. La racionalidad técnica 401 1.3. La concepcién antropolégica 402 14. Elerror teolégico . 402 . Pervivencia del «antropocentrismo» 403 . El ecologismo radical .. 404 3.1. Raices filos6ficas 3.2. Precedentes inmediatos 3.3. La deep ecology La necesidad de una coherente visién moral del mundo 4.1. Responsabilidad respecto a la persona y a la naturalez: 408 4.2. Insuficiencia de algunos modelos éticos 409 4.3, Nuevos modelos de fundamentacién . 410 44. Btica ecoldgica y creacién . 411 : Cariruto XXII LA RELACION HOMBRE-NATURALEZA EN LA HISTORIA DE LA SALVACION . El plan del Dios para la creacién . 414 1.1. «En el principio creé Dios los cielos y la tierra» Gn 1, 1) an. 414 1.2. «Yahveh Dios formé al hombre con polvo del suelo» (Gn 2,7) 416 1.3. «Para que lo labrase y cuidase» (Gn 2, 15) ... 4l7 1.4. La imagen de Dios en el hombre, fundamento del sefiorfo 419 15 . «Ecologia humana» y «ecologia fisica» . El protagonismo de la persona . «Ecologia interior y «ecologia exterior MORAL DE LA PERSONA I rabajo en el plan de Dios 1.6. La suptura de la armonia La reconstruccién de la armonia 2.1, La creacién ha sido redimida por Cristo 2.2. La accién del Espiritu Santo en la naturaleza 2.3. El mundo creado, destinado a ser asumido por la Pascua de Cristo 2.4. El cristiano, corredentor de la naturaleza 3.1. Sefiorfo del hombre y valor de la naturalez: 3.2. El bien de la persona y su desarrollo ... CapfTuLo XXIV VIDA MORAL Y ECOLOGIA 2.1. Lanecesidad de conversi6n .. 2.2. Implicaciones de la «ecologfa interior» 1, La fe, fundamento cristiano del respeto a la naturaleza .. 2. Vida eucaristica y cuidado de la naturaleza 1 esperanza de una tierra nueva y el desarrollo ‘aridad y solidaridad Un nuevo estilo de vida: la templanza . Humildad y prudencia .. El respeto a los seres vivos . Necesidad de la actitud contemplativa.. ALIOGRALIA SELECTA 420 421 423 423 424 424 425 427 427 430 434 435 435 437 438 438 439 441 443 446 447 451 SIGLAS Y ABREVIATURAS IT. SaGRADA ESCRITURA Ap 1Co 2Co Col Ct Dn Dt Ef Est Ex Ez Fip Ga Gn Hb Heh Is Jer Jos Jn 1Jn 2In 3In Le Lev Mc Mt Apocalipsis 1. Epistola a los Corintios 2. Epistola a los Corintios Epistola a los Colosenses Cantar de los Cantares Daniel Deuteronomio Epistola a los Efesios Ester Exodo Ezequiel Epistola a los Filipenses Epistola a los Gélatas Génesis Hebreos Hechos de los Apéstoles Tsafas Jeremias Josué Evangelio segtin San Juan 1“ Epistola de San Juan 2.* Epistola de San Juan 3." Epfstola de San Juan Evangelio segtin San Lucas Levitico Evangelio segtin San Marcos Evangelio segiin San Mateo MORAL DE LA PERSONA Os Oseas iP 14 Epistola de San Pedro 2P 2. Epistola de San Pedro Pr Proverbios Qo _Libro de Qohélet (Eclesiastés) Rm Epistola a los Romanos Sal Salmos Sb Sabiduria Si Eclesiastico (Siracida) Tb Tobias Tit Epistola a Tito 1Tm 1. Epistola a Timoteo 2Tm 2. Epistola a Timoteo ey 1 Epistola a los Tesalonicenses 2Ts 2.* Epistola a los Tesalonicenses TI. DocumENTOs DEL MacisTERIO (Concilios, Papas, Congregaciones) ASa CONSEJO PONTIFICIO PARA LOS AGENTES SANITARIOS, Carta de los agen- tes sanitarios (4.X.1994) CA Juan Paso II, Enciclica Centesimus annus (1.V.1991) cc Pio XI, Enciclica Casti connubii (31 .X11.1930) CDSI_ PontiFicio Conseo «Justicia ¥ Paz», Compendio de la Doctrina So- cial de la Iglesia, Libreria Editrice Vaticana, Citta del Vaticano 2005 CEC Catecismo de la Iglesia Catélica (11.X1.1992) CFL Juan Pasio II, Exhortacién Apostélica Christifideles laici (30.X1. 1988) CIC — Corpus Iuris Canonici (Cédigo de Derecho Canénico) (25.1.1983) DH ConcILio VaTIcaNo II, Declaracién Dignitatis humanae (7.XI1.1965) DdeV Juan Pasto II, Declaracién de Venecia (10.V1.2002) DV Concitio Vaticano II, Constitucién Dei Verbum (18.X1.1965) Dve CONGREGACION PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instruccién Donum veri- tatis (24.V.1990) DVi CONGREGACION PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instruccién Donum vitae (22.111987) EV JuaN Paso II, Enciclica Evangelium vitae (25.11.1995) FC JuAN PaBLo II, Exhortacién Apostélica Familiaris consortio (22.X1. 1981) FR JUAN PaBLo II, Enciclica Fides et ratio (14.IX.1998) GrS —_ JuAN Paso II, Carta Apostélica Gratissimam sane (2.11.1994) GS CONCILIO VaTICANO II, Constituci6n Gaudium et spes (7.X1I.1965) HP CONGREGACION PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta Homosexualitatis problema (1.X.1986) SIGLAS Y ABREVIATURAS HV PaBLo VI, Enciclica Humane vitae (25.VII.1968) IeB CONGREGACION PARA LA DOCTRINA DE La FE, Declaracién Jura et bona (27.V.1980) LE JUAN Pasco II, Enciclica Laborem exercens (14.1X.1981) LG CONCILIO VaTICANO II, Constitucién Lumen gentium (21.X1.1964) MD Juan Pas_o II, Carta Mulieris dignitatem (15.VII.1988) OAH — CONGREGACION PARA LA EDUCACION CATOLICA, Instruccién Orienta- ciones educativas sobre el amor humano (1.X1.1983) PH —_ CONGREGACION PARA LA DOcTRINA DE LA FE, Declaracién Persona hu- mana (29.X11.1975) EP PaBLo VI, Enciclica Populorum progressio (26.11.1967) RH Juan Pas_o II, Enciclica Redemptor hominis (4.111.1979) RP JuAN PaBLo II, Exhortacién Apostélica Reconciliatio et paenitentia (2.X11.1984) SD Juan Panto II, Enciclica Salvifici doloris (11.11.1984) SH CONSEJO PONTIFICIO PARA LA FAMILIA, Documento Sexualidad huma- na: verdad y significado (8.X11.19995) SRS _—_JuAN Paso II, Encfclica Sollicitudo rei socialis (30.X11.1987) VdM _— CONSEJO PONTIFICIO PARA LA FAMILIA, Vademecum para los confesores sobre algunos temas de moral conyugal (22.11.1997) VS JUAN PaBLo II, Enciclica Veritatis splendor (6.VIII.1993) IL]. Orras FUENTES (Libros, Colecciones, Diccionarios, Revistas) AAS Acta Apostolicae Sedis. Commentarium officiale, Romae 1909 (tomo 1) ss. ArchTeolGran Archivo Teolégico Granadino CARS, Cahiers de l’Actualité Religieuse et Sociale CSEL Corpus scriptorum ecclesiasticorum, Viena 1866 (tomo 1) ss. D E. DENZINGER, Enchiridion Symbolorum, Definitionum et Declarationum de rebus fidei et morum, Barcinone 1957 GL. edic.) DolH Dolentium hominum: Iglesia y salud en el mundo, Revista de Ja Comision Pontificia para la Pastoral de los Agentes Sanita- tios DHii E. DENZINGER-P. HUNERMANN, El Magisterio de la Iglesia, Herder, Barcelona 1999 DS E. DENZINGER-A. SCHONMETZER, Enchiridion Symbolorum, Definitionum et Declarationum de rebus fidei et morum, Bar- cinone-Friburgi Brisgoviae-Romae-VeoEboraci 1967 DETM L. Rossi-A. VALSECCHI, Diccionario enciclopédico de Teolo- gia Moral, Madrid 1978 DTC Dictionnaire de Théologie Catholique 19 DTM EF IgViv NDMC NDTM PG PL RTMor SalTer ScCatt SCh SerTh Sent S.Th TexB TS MORAL DE LA PERSONA A. FERNANDEZ, Diccionario de Teologta Moral, Monte Car- melo, Burgos 2004 A. Sarmiento-J. Escriv, Enchiridion Familiae. Textos del Magisterio Pontificio y Conciliar sobre el Matrimonio y la Familia (Siglos I al XX), 2." ed., 10 vols., Pamplona 2003 Iglesia Viva H. Rorrer-G. Virt, Nuevo Diccionario de Moral Cristiana, Herder, Barcelona 1993 F. Compacnonl (y otros), Nuevo Diccionario de Teologia Moral, Paulinas, Madrid 1992 J.P. MicNe, Patrologiae Cursus Completus. Series Graeca, Parisiis 1844 (tomo 1) ss. J.P. MicNe, Patrologiae Cursus Completus, Series Latina, Parisiis 1844 (tomo 1) ss. Rivista di Teologia Morale 3 Sal Terrae 3 Scuola Cattolica (La) Sources Chrétiennes Scripta Theologica Sto. TOMAS DE AQUINO, In Sententiarum libros Commenta- rium Sto. ToMAs DE AQuINo, Summa Theologiae A. SARMIENTO, El don de la vida. Textos del Magisterio Pon- tificio sobre Bioética, 2.’ ed., Madrid 2003 Theological Studies IV. OTRAS ABREVIATURAS MAS USADAS cap CDF CEE cn Cone Const Decl Decr Enc Inst capitulo Congregaci6n para la Doctrina de la Fe Conferencia Episcopal Espafiola canon Concilio Constitucién. Declaracién Decreto Enciclica Instruccién INTRODUCCION La Teologia Moral es la parte de la Teologfa que estudia los actos humanos, a Ja luz de la raz6n iluminada por la fe, en orden a conocer la manera en que deben ser realizados, a fin de que sirvan para la gloria de Dios y perfeccién del hombre. Es la reflexién cientifica, desde los datos que ofrece la Revelacién, sobre la actividad moral humana como res- puesta a la vocaci6n cristiana. Centra su atencién, por tanto, en las con- ductas humanas realizadas libre y responsablemente, en cuanto son ca- paces de ordenar el hombre a Dios como fin sobrenatural. La vida moral, constituida por multiples y variados actos singula- res, es, sin embargo, una. También lo es la Teologfa como ciencia que trata de esa actividad moral humana. Pero esa actividad, objeto de la Teologia Moral, puede ser considerada desde ambitos 0 perspectivas di- versas y, como consecuencia, da lugar a partes o tratados diversos den- tro de la unidad de la Teologia Moral (Teologfa Moral Fundamental; Teologia Moral Especial, dividida a su vez en Moral Teologal, Moral de la Persona y Moral Social). Moral de la Persona es la parte de la Teologia Moral que estudia la actividad moral humana desde la consideracién de la persona que res- ponde a la vocaci6n cristiana. La dimensi6n ética es una caracteristica propia del obrar humano: la persona esté implicada siempre, en la tota- lidad de sus dimensiones, en cada una de las acciones que realiza. Toda la actividad moral es de la persona, es «personal». A la vez se debe te- ner presente también que, como creada «a imagen de Dios», que «es Amor», la persona humana es un ser constitutivamente abierto a la rela- cién con Dios y con los demés: es un ser «religioso» y «social». La per- sona solo se realiza como tal (y, en consecuencia, llega a la perfeccién 21 MORAL DE LA PERSONA a la que esta Hamada) en la medida en que ama, es decir, desarrolla su existencia como donacién. En el nivel del discurso, por tanto, y de acuerdo con el 4mbito mas directo de relacién, es posible distinguir, dentro de los actos que el hombre realiza, los que se refieren a Dios, a los demds y a uno mismo. De estos tiltimos se encarga la Moral de la Persona, que, por eso, se puede definir como la parte de la Teologia Moral que trata sobre el obrar moral directamente relacionado con la persona como sujeto sin- gular y en cuanto que, gracias a ese obrar, puede hacer de su existencia cristiana (o llamada a serlo) una respuesta adecuada a la vocacién de hijo de Dios. Ocupandose de los actos humanos desde la perspectiva de la persona (considerada como sujeto de la accién moral y también como regla o referente normativo de la moralidad), trata de aquellos ac- tos que, referidos mas directamente a la persona como sujeto singular, sirven para su realizaci6n personal en conformidad con el designio sal- vador de Dios. Esta es la razn de que la consideraci6n de los conteni- dos estudiados en los distintos bienes deba se completada por la pers- pectiva con que son tratados en las otras partes de la Teologia Moral: particularmente en la Moral Teologal y en la Moral Social. La persona, sujeto de la moral El término «persona», en la expresién persona humana, designa siempre el ser humano histérico: el creado a imagen de Dios y redimi- do en Cristo. Las inclinaciones naturales a las que nos referiremos son las de la persona destinada desde toda la eternidad a ser hija de Dios en Cristo. La ley natural, de la que esas inclinaciones son expresion, es participacién de la ley eterna o plan divino de salvacion. Dice, por tan- to, relacién directa con la ley nueva; la tinica que, Ilevando a plenitud las inclinaciones naturales, puede conducir a la persona a la posesién del Bien Supremo, a la Bienaventuranza. Por otra parte, la reflexién sobre los contenidos de la «moral de la persona» desde estas inclinaciones, nos sittia en la perspectiva del suje- to. Permite, en efecto, considerar las cuestiones desde la persona que busca, consciente y voluntariamente, obrar el bien para llegar a la feli- cidad. Y como la persona es un ser relacional y se realiza en la medida en que, mediante el amor, entra en comunidn con Dios y con los demas, se resalta a la vez el papel insustituible de la persona en la respuesta que ha de dar a su vocacién fundamental e innata al amor. Se pone de relie- ve que la Teologfa Moral no tiene como finalidad ofrecer un elenco de 22 INTRODUCCION normas 0 prescripciones que, a modo de cédigo y actuando desde fuera, muevan a obrar en una determinada direccién (Primera Parte)'. La consideracién de la persona «en Cristo» hace posible el estudio de las conductas humanas como respuesta a la vocaci6n a realizarse en los distintos ambitos de la existencia. En este contexto, mas que la de- terminacién de unas normas de conducta que sefialen cémo se debe ac- tuar, interesa sobre todo mostrar el tipo y calidad de acciones capaces de llevar a la persona a realizarse como tal. Porque, como recuerda el Concilio Vaticano II, la Teologia Moral ha de tratar sobre el modo en que los fieles han de obrar para responder a la vocacién en Cristo a dar frutos en la caridad?. Esta perspectiva permite ademas integrar debida- mente, en la unidad del tinico designio divino de salvaci6n, el recurso a la categoria de ley natural en el tratamiento de las cuestiones. Si la mo- ralidad de las acciones se define por su referencia al bien de la persona, y ésta ha sido asumida como tal -es decir, como una totalidad unificada de alma y cuerpo- por el Verbo en su encarnacién, s6lo en Cristo se puede encontrar de manera plena el valor y sentido de la ley moral que el hombre alcanza con las luces naturales de su raz6n’. Esta perspectiva atina de alguna manera la «moral de virtudes» y la «moral de preceptos». La «moral de virtudes», porque el tratamiento adecuado de la responsabilidad moral sdlo es posible desde la conside- racién del sujeto moral. Pero, a la vez, inicamente en Cristo la persona humana encuentra la respuesta plena a la pregunta moral‘. Sélo El es el camino para hacer efectiva esa respuesta por parte de la persona en y por medio de su actividad moral. Por eso, la Teologfa Moral, al tratar de Jas acciones humanas en los diversos ambitos, no puede prescindir de considerarlas desde el dngulo del sujeto que obra y, por eso mismo, des- de la consideracién de la conducta humana como participaci6n en las virtudes. Pero como esas acciones —la vida moral— constituyen el cami- no o modo de participar activamente en la vida de Cristo, serd necesario que la Teologia Moral considere siempre los actos y Jas virtudes a la luz del misterio de Cristo: desde la incorporacién de la persona a Cristo. Se deberd evitar el riesgo de hacer un discurso exclusivamente racional de la vida moral al que luego se afiada, como un apéndice, la considera- ci6n sobrenatural 0 cristiana de las cuestiones. 1. El tratamiento por extenso se hace en la Teologfa Moral Fundamental. 2. Cfr. Concitio Varicano IT, Deczeto Optatam totius (28.X.1965),n. 16. 3. Cir. VS, nn, 6-27: «Cristo y la respuesta a la pregunta moral». 4, Cfr. VS,n.8. 23 MORAL DE LA PERSONA Tampoco podrd estar ausente la «moral de preceptos», porque, da- das las dificultades que, como consecuencia del pecado original, el hombre ha de superar en el conocimiento y realizacién del bien moral, siempre sera necesaria la ayuda de preceptos que le indiquen cual debe ser su modo de actuar. Los mandamientos, que «indican al hombre el camino de la vida eterna» y «constituyen la primera etapa necesaria en el camino hacia la libertad», «estan destinados a tutelar el bien de la persona humana, imagen de Dios, a través de la tutela de sus bienes particulares» *. Los bienes de la persona No hay unanimidad en los autores cuando se trata de delimitar el campo propio de esta disciplina. Tampoco cuando se trata de fijar el modo en que se ha de organizar el estudio de esos contenidos, ni el ca- mino que debe seguirse en la determinacion de los modelos 0 normas de las conductas singulares. Porque, una vez determinado el campo 0 Ambito de consideracién, son dos las cuestiones implicadas en ese trata- miento: {cémo se ha de sistematizar ese estudio?; y ;de qué manera la persona —el sujeto moral— puede conocer el procedimiento a seguir a la hora de actuar, a fin de que esa actuacién sea la respuesta adecuada a su vocaci6n cristiana? Son cuestiones cuya respuesta exige a su vez tener en cuenta otras, como se vera después. Para la determinaci6n del objeto sobre el que ha de centrarse la «Moral de la Persona» puede ser de gran ayuda la consideracién de las tendencias 0 inclinaciones fundamentales del ser humano. A propésito de a cuestin sobre si la ley natural comprende uno o muchos precep- tos, Santo Tomas, después de recordar que el bien o fin es lo primero que mueve al hombre, pasa a enumerar esas inclinaciones naturales. Es- tas sefialan la via para realizar aquella inclinacién basica de la persona al bien en cuanto tal y, en consecuencia, describen los contenidos mas fundamentales del comportamiento moral y, por eso, de la ciencia teo- l6gica moral * (en este caso, de la «Moral de la Persona», como parte de la «Teologia Moral Especial». Esas inclinaciones mas basicas son la inclinacién al bien; la incli- naci6n a la conservacién del ser o de la existencia, es decir, de la vida 5. Cf. VS, nn. 12-13. 6. Cfr. $.Th., Hl, q.94,a.2 INTRODUCCION humana y de cuanto impide su destrucci6n; la inclinaci6n a la unién se- xual: a la transmisién y educacion de la vida; la inclinacién a la verdad; a inclinaci6n a la vida en sociedad. Pero como la inclinaci6n al bien es la primera en la fundamentaci6n del orden moral (aunque cubre todo el dominio de la moral), y, por eso, tiene su tratamiento mds adecuado en la «Teologia Moral Fundamental», se puede decir que son cuatro los Ambitos en torno a los que cabe ordenar el estudio del comportamiento moral que estudia la «Moral de la Persona». En concreto, el de la vida (Segunda Parte), la sexualidad (Tercera Parte), la relaci6n con los de- mas o la vida en sociedad (Cuarta Parte) y la verdad (Quinta Parte). Aqui se considera ademés el bien de la «naturaleza», con el que la per- sona se relaciona y en el que vive la respuesta a los demas bienes (Sexta Parte). El estudio de esos bienes forma parte de esta disciplina, como com- ponentes necesarios de la respuesta de la persona a la vocaci6n cristiana. Se abordan, por tanto, desde la perspectiva y en el marco de la historia de la salvacién. Ello hace que, para el tratamiento de las diversas mate- rias, ademas de valorar adecuadamente las aportaciones de las asf Ilama- das ciencias del hombre, sea necesario acudir a lo que dicen la Escritura, la Tradicién y el Magisterio de la Iglesia en cuanto forman una unidad que no se puede disociar. Y, por eso, la via de la raz6n iluminada por la fe serd siempre el modo propio de acceder a las cuestiones. Pamplona, 19 de septiembre de 2006 PRIMERA PARTE LA PERSONA CRISTIANA (E. Molina) La pregunta moral por el obrar humano es siempre la pregunta por un sujeto agente. Cuando el hombre se plantea cual es la conducta bue- na o cémo debe ser su conducta para ser buena, 0 cémo debe actuar para ser bueno u obrar bien, esta siempre presuponiendo una realidad subyacente, que es la persona que acttia: bien el propio yo, si uno se cuestiona su propio actuar, bien el de otros, si uno reflexiona sobre la conducta de los demas. Para responder a la cuestién sobre la moralidad del obrar, es im- prescindible tener claro desde el principio cémo se entiende el sujeto que acttia: es necesario conocer quién obra. Ese quién es el sujeto mo- ral. Y el sujeto moral, en el caso de los hombres, es la persona humana. Acttian las personas, no las naturalezas. Por tanto, para abordar una reflexion rigurosa sobre el actuar moral del cristiano, hay que partir de una descripcién lo mas profunda y acer- tada posible no sdlo de qué es ser hombre, o ser cristiano, sino, en tlti- mo término, de quién es el sujeto que acttia, es decir, de qué significa para el obrar ser persona cristiana (qué significa actuar como persona cristiana). La reflexi6n clasica recurre al concepto de naturaleza humana para tratar de dar raz6n rigurosa del actuar que se considera bueno. La perso- na percibe como bueno lo que perfecciona a su naturaleza, y como buen obrar, el modo de actuar genuino del hombre como tal, es decir, acorde a su naturaleza. Sobre esa base se ha levantado el monumento imponen- te de la teologia moral cristiana desde sus orfgenes, y, en particular, des- de Santo Tomas. Sin embargo, el correr de los tiempos, la evolucién del pensamien- to y la cultura, han Ilevado consigo una cierta alteraci6n del concepto Ww LA PERSONA CRISTIANA metafisico de naturaleza —o de la metafisica misma, si se quiere—, que servia de base a aquella elaboracién clasica. Y, ademés, o quizés justa- mente con ello y por ello, han reducido enormemente su papel en la percepcion de lo bueno para el hombre y su realizaci6n. Es necesario, por eso, explicar de nuevo, esa nocidn, al menos en sus aspectos més fundamentales. La evolucién del concepto de naturaleza en la cultura y el pensa- miento moderno y contemporaneo ha propiciado buena parte de los de- bates y problemas aparecidas en las éticas que se apoyaban en él. En concreto, en una corriente importante para la Teologfa Moral, la defi- ciente comprensién de la categoria de naturaleza humana favorecié una clara tendencia hacia el legalismo o hacia el normativismo de la moral cristiana, haciendo que, en la reflexi6n moral, se desplazasen a un se- gundo plano algunas caracteristicas propias del sujeto humano como tal: deseo de felicidad, afectividad, mundo interior, etc. De ahi que, de un tiempo ya largo a esta parte, se haya intentado to- mar como categoria de referencia, en el ambito de la reflexién moral, la persona humana, mas que la naturaleza humana. Ciertamente, no puede haber la menor contradicci6n entre una categoria y otra: el hombre, el ser de naturaleza humana, existe como persona. La ventaja de la categorfa de persona sobre la de naturaleza podria cifrarse en lo siguiente: a) puede soslayar las dificultades intrinsecas a Jas interpretaciones recientes de la nocién de naturaleza; b) evoca de modo inmediato la rica y singularisima realidad del hombre como sujeto moral, del yo que acttia moralmente en su entorno de espacio y tiempo, y adquieren una luminosa perspectiva las nociones de ley y conciencia, entre otras; c) facilita integrar las diversas dimensiones de la naturaleza huma- na en un todo tinico que es sujeto de la accién. De este modo se com- prenden mejor nociones como apetitos, virtudes y pecado. Podria afiadirse una cuarta razén y es que en nuestro momento cul- tural, la noci6n de persona es més cercana a la que nos ofrece la Reve- laci6n divina cuando nos presenta al hombre, tanto en su primer mo- mento, al ser creado como imagen de Dios, como al ser recreado en Cristo en la Redenci6n, Para Dios, el hombre es un quién, no un qué. Estamos, en cualquier caso, ante una tematica que es mas propia de la Antropologia Teolégica que de la Teologia Moral, aunque se encuen- tre en la frontera de ambas disciplinas teoldgicas. Este es el motivo de que no nos detengamos en un andlisis detallado y exhaustivo de la no- 30, INTRODUCCION ci6n filos6fica y teolégica de persona humana. Pero si parece necesario volver a traer a nuestra consideracién Jos rasgos basicos de ambas, ya que son referencia necesaria de toda reflexién moral, méxime cuando se trata, precisamente, de hablar de la moral de la persona. En consecuencia, las péginas que siguen no son sino un apretado resumen de lo que se explica con detenimiento en la primera parte del manual de Moral Fundamental, al que remitimos para un tratamiento més detallado de esas cuestiones. El capitulo I busca describir con trazos breves las vias de acceso a la nocidn de persona desde la percepcién natural de la inteligencia del hombre. Se detiene, sobre todo, en aquellos rasgos que, en estrecha ar- monia con los datos que proporcionan la ontologia y la fenomenologfa, permiten adentrarse en la comprensi6n de la respuesta que la Revela- cién da sobre el hombre y el sentido tiltimo de su vida. Ala consideracién de este marco -el de la visidn global de la per- sona humana, ofrecida por la Revelacién- se dedica el capftulo II. Sir- ve para dar raz6n, entre otras cosas, de Ja grandeza y dignidad del ser y del obrar humanos y, al mismo tiempo, de las dificultades que encuen- tra en Ja realizacién del bien. El capitulo II esta dirigido a mostrar los caminos de que dispone la persona para conocer y realizar el bien moral conforme a su dignidad. Trata de responder, en el fondo, a la pregunta por la calidad moral de los actos de la persona. Es muy importante que el lector intente comprender las razones que «explican» la grandeza de la dignidad de la persona. Esa penetra- ci6n es decisiva para valorar las conductas, tanto positivas como nega- tivas, en relacién con las actuaciones concretas, en los diferentes dmbi- tos de bienes en que se mueve la persona. BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA Catecismo de la Iglesia Catélica, nn, 355-412. C. Carrarra, Vida en Cristo, EUNSA, Pamplona 1999 E. Cotom-A. RopriGuez LUNO, Elegidos en Cristo para ser Santos. Curso de Teologia Moral Fundamental, Palabra, Madrid 2001. L. MELINA, Cristo e il dinamismo dell’agire: linee di rinnovamento della teo- logia morale fondamentale, Pontificia Universita Lateranense, Citta del Vaticano 2001. S. PINcKARES, Las firentes de la moral cristiana, EuNsA, Pamplona 2000, A LA PERSONA CRISTIANA PonrTIFICIO CONSEIO «JusTICIA Y Paz», Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Libreria Editrice Vaticana, Citta del Vaticano 2005. M. RHONHEIMER, La perspectiva de la moral. Fundamentos de la Etica Filosé- fica, Rialp, Madrid 2000. A. SCOLA, Cuestiones de Antropologia Teolégica, BAC, Madrid 2000. R. Yepes-J. ARANGUREN, Fundamentos de Antropologia. Un ideal de la exce- lencia humana, 6. ed., EuNsA, Pamplona 2003. “4 32 ASwANR CapiruLo I SER Y OBRAR COMO PERSONA Para responder a las preguntas sobre el «ser» y «obrar» como per- sona, la Teologia cuenta con sus propias fuentes y se ayuda, ademas, de otros saberes que le prestan datos imprescindibles para poder afinar su reflexion, principalmente la filosofia, aunque también, en diversa medi- da, otras ciencias humanas y empiricas: biologia, medicina, fisica, so- ciologia, psicologia, historia, etc. Existen, por tanto, dos vias, intimamente relacionadas, por cuanto su luz procede en ultimo término de una misma fuente, para acceder al conocimiento de la verdad de la persona: la de la Revelacién, de la que se ocupa la Teologia; y la de la razén humana, de la que tratan los sabe- tes 0 ciencias del hombre. El presente capitulo se ocupa del estudio de la segunda. Lo que ahora nos proponemos es analizar la respuesta de esos saberes . 27. Eln. 48 de VS oftece un resumen de las ensefianzas de la Iglesia sobre la unidad del ser hu- ; CEC, n. 362. - 76, a. 1. El ser humano es persona gracias al alma. En el alma estd la razén de ta sino mano: eff. GS.n. 1 28. S.Th.l, subsistencia de la persona. Y, como el alma es tinica, hace «no sélo que el hombre sea hombr ‘animal y viviente y cuerpo y sustancia y enter (Sto. TOMAS DE AQUINO, De spirinu credit. 3). 29. VS. 0. 48 7 EL BIEN DE LA VIDA a) En primer lugar, porque el ser humano alcanza la perfeccién ~a la que, como persona, esta Ilamado- en y a través de su existencia cor- poral. La insatisfaccién que le acompaiia durante toda su existencia es indicadora de que su vida no se circunscribe ni a los limites del tiempo ni a los bienes temporales. Vive en tensi6n hacia una plenitud que va més alld de la esfera de este mundo, y que da sentido y sefiala la calidad de la vida humana. E] fundamento de esa tensién es el amor creador y redentor de Dios, que, por eso mismo, es también el fin para cuya pose- si6n y gozo el hombre ha sido creado. La vida corporal tiene una clara dimensi6n ética o moral. No es irrelevante 0 intrascendente vivirla de cualquier manera. b) Después, porque Ja persona es el sujeto de sus actos morales «en la unidad de! alma y del cuerpo». Separar el acto moral de las dimen- siones corpéreas y reducir el ambito de la moralidad a una libertad es- piritual y puramente formal, es ignorar el significado moral del cuerpo y de sus comportamientos”, ya que la persona s6lo puede llegar a su acabamiento y perfeccién en la historia, a través de la corporalidad. Por eso, en la medida que los dinamismos fisicos, psiquicos, psicolégicos, etc. contribuyan a una mejor funcién de la inteligencia y de la voluntad en el actuar humano, mayor serd —por ese motivo— la calidad de la acti- vidad moral de la persona. La conclusién es que la calidad moral de la vida humana esté relacionada de alguna manera con la salud corporal. Por otra parte, la corporalidad y la vida fisica proporcionan ya a la racionalidad humana una base para la fundamentacion ética de la exis- tencia humana y del obrar moral. Aunque las estructuras e inclinaciones de la corporalidad no se identifican con el bien de la persona ni consti tuyen, sin mds e inmediatamente, las normas del obrar moral, ayudan a conocer el bien y Ja verdad moral que han de observarse para que la ac- tividad humana sea moralmente recta*'. Son, en efecto, «inclinaciones humanas»; es decir: de la persona humana, que la impulsan hacia unos bienes que no pueden ser mds que humanos™. En los seres de naturale- za corp6reo-espiritual —Ia naturaleza humana-, lejos de haber oposicién entre la naturaleza y la libertad, aquélla es —de ésta— su fuente y su prin- 30. Cf. VS. nn. 48-49. 31. Es lo que se afirma cuando se dice que la ley moral natural es obra de la raz6n préctica, En ese conocimiento del bien moral, el hombre no se encuentra solo: cuenta con la ayuda de la Revela- cidn, que, ademas de descubrirle horizontes sobre el bien moral inalcanzables para las solus Iuces de su raz6n, hace que ésta sea capaz de desempefiar su funci6n «fécilmente, con absoluta certeza y sin mez- cla de error» en el conocimiento del bien moral accesible de suyo a la razén humana: cfr. DV, n. 6. 32. Cfr. C. CAFFARRA, Etica general de la sexualidad, 4* ed., Ediciones Internacionales Univer- sitarias, Madrid 2006, 91 72 EL SENTIDO DE LA VIDA HUMANA cipio. «El hombre es libre, no a pesar de sus inclinaciones naturales al bien, sino a causa de ellas»*. En consecuencia, la vida corporal y las estructuras y dinamismos de la corporalidad tienen una gran relevancia moral. 2. LA INVIOLABILIDAD DE LA VIDA HUMANA La cuesti6n se ha planteado, en los ultimos afios, a propésito de la bioética: si ésta deberia ser o no «laica»™, es decir, si deberfa prescin- dir de verdades absolutas en el tratamiento de los temas, ya que slo asi se respetaria «el principio supremo de la autonomfa del individuo» y el del pluralismo, que caracterizan a la sociedad actual. Porque -en el fondo, éste era el eje de la argumentacién de los partidarios de esa bioética~ la exigencia de racionalidad que debe caracterizar a esta dis- ciplina, como ciencia humana, no es compatible con la presencia de va- lores religiosos y teolégicos. El principio de la inviolabilidad de la vida humana ~afirman- es claramente religioso: se fundamenta en la sacra- lidad, y debe ser sustituido por el de la calidad de vida’. Para la cultu- ra contemporanea tiene poco, o ningtin sentido, hablar de la santidad de la vida humana **. Sin entrar en el debate -bioética «laica» 0 bioética «catdlica»—, se puede decir que es comtin la afirmacién de que la vida humana tiene un 33. S. PINCKAERS, «La nature de la moralité: morale casuistique et morale thomiste»,en Somme Theologique, 1-2, qq. 18-21, Tournai-Paris 1966, 525. 34. El término «laico» se usa aqui en el sentido que es usado en el debate surgido en Ttalia sobre la naturaleza de la bioética. La cuestién que se planteaba era la de sf deberfa prescindir o no de toda re~ ferencia religiosa y ser aconfesional, «Laico» equivale aqui a «aconfesional» en el sentido de «laicista». 35. Sobre el debute «laico»-ucat6lico» en bioética y sobre 1a concepcidn antropotégica que sub- yace en esa contraposicién, puede consultarse: A. MARIANI, Bioetica e Teologia Morale, Ed. Vaticana, ‘Citta del Vaticano 2003, 105-127; L. MELINA, Reconocer la vida, cit.. 96. 36. Cfr. F. GIUNCHEDI, «lI significato della vita ¢ della morte oggi», RTMor 27 (1995) 511-524; H, Kushe, The Sanctity of life. Doctrine in Medicine. A Critique, Clarendon Press, Oxford 1987. 37. El debate obedece a que se parte de un prejuicio: la incompatibilidad entre lo humano y lo di- vino, entre la fe y la raz6n. La verdad, sin embargo, es que no existe esa oposicién. La razsn esti abier- ta ala fe. A esa apertura s6lo se opone una nocidn de la razén concebida como independiente y fuente \inica del significado de la realidad: es decir, una «raz6n abstracta» y neutra, a-personal, limitada tinica y exclusivamente a la observacin exterior. De esa manera, lo que se cuestiona es, ademds, la misma nocién de verdad, que ya no se refiere a la «realidad, sino a la materialidad observable: la verdad que- darfa reducida a simples datos dominados por la raz6n. Y en eso ~en la racionalidad empirica~ consis- tirfa la verdadera racionalidad. Y sino se conoce la verdad -si a lo més que se puede Hegar es a la ver- dad empirica-, la conclusién inmediata es que ta naturaleza (el cuerpo humano, etc.) carece de significacion intrinseca, no se puede hablar de valores universales y permanentes. Una cr postacién metodolégica que supone esta concepcidn de la razén (cl abandono de la fundamentacic (afisica de la ética) puede verse a L. PaLazzawi, «Dall’etica “laica” alla bioetica “laica™: linee p approfondimento filosofico critico del dibattito italiano attuale, Humanitas 46 (1991) 505-525 as EL BIEN DE LA VIDA 4 valor que no poseen las otras realidades de la tierra. Pero se puede y debe decir que es inviolable? Y si es asi, {en qué consiste y cual es el fundamento de esa inviolabilidad? 2.1. La vida humana ha de ser valorada por si misma a) Cuando se afirma que /a vida humana es inviolable se quiere ex- presar que nunca puede ser tratada como un bien instrumental, es decir, como una cosa o un medio al servicio de otro fin por encima del bien integral de la persona. De manera positiva es proclamar que la vida hu- mana es absolutamente valiosa por el hecho mismo de ser vida humana. Este caracter inviolable -signo de la inviolabilidad de la persona— est inscrito en el coraz6n del hombre. Asi lo presenta la experiencia de cada ser humano, que, en lo profundo de su conciencia, siempre es lla- mado a responder de su actitud ante Ia vida —la suya y la de los demas-, como una realidad que no le pertenece y de la que no puede disponer a su antojo. Es una conviccién que no deriva exclusivamente de la fe 0 que s6lo resuena en contextos religiosos. Los textos biblicos subrayan el cardcter inviolable de la vida huma- na en los mas variados contextos y desde las perspectivas mas diversas. «La alianza de Dios y de la humanidad -recuerda a este propésito el Catecismo de la Iglesia Catélica- esta tejida de Namadas a reconocer la vida humana como don divino (...). El Antiguo Testamento consideré siempre la sangre como un signo sagrado de la vida. La validez de esta ensefianza es para todos los tiempos» *. Elemento esencial de esa ense- lanza es «el mandamiento relativo al cardcter inviolable de la vida hu- mana [que] ocupa el centro de las “diez palabras de la alianza del Si- nai’>®, El Nuevo Testamento, confirmando y llevando a su plenitud ese mensaje del Antiguo Testamento, «es una fuerte llamada a respetar el caracter inviolable de la vida fisica y la integridad personal, y tiene su culmen en el mandamiento positivo que obliga a hacerse cargo del pr6- jimo como de si mismo» “. Su dimensién més profunda se resume en las exigencias de amor y de veneracién por la vida propia y la de los de- mas. 38. CEC, n. 2260. 39. EV, n. 40; clr. Ex 20, 13. La misma Escritura precisa que lo que el quinto mandamiento («no ‘matards>) prohibe es causar la muerte del inocente: «No quites la vida del inocente y justo» (Ex 23,7). 40. EV.n. 41 74 EL SENTIDO DE LA VIDA HUMANA EI cardcter absolutamente inviolable de la vida humana inocente «es una verdad moral explicitamente ensefiada en la Sagrada Escritura, mantenida constantemente en la Tradicion de la Iglesia y propuesta de forma undnime por su Magisterio»“'. b) El fundamento 0 razén de esa inviolabilidad esté en que, como enseiia la Revelacién, la vida humana es propiedad de Dios Creador y Padre*. Slo El puede decir: «Yo doy la muerte y doy la vida» *. «La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta “la accién creadora de Dios” y permanece siempre en una especial relacién con el Creador, su tinico fin» “. De la sacralidad -es decir: de la peculiar rela- cién que, por su origen y por su fin, tiene con Dios— deriva su inviola- bilidad. «Dios es el nico seiior de esta vida: el hombre no puede dispo- ner de ella». Esta afirmacién ha sido también el eje fundamental del di: oO que la Teologia ha elaborado sobre el valor y la dignidad de Ja vida hu- mana. Sin descuidar otras formas de argumentacién, ahf es donde en- cuentra su mejor fundamento la inviolabilidad de la vida humana, tanto en los escritos de los Padres “* como después en los medievales” y en los modernos“*, y ahora en los autores de nuestros dias”. Pero a la vez 41. EV,n.57. 42, Cf. EV. 40, 43, D132, 39. 44, DVi, Introd.,n. 5; eft. CEC, n. 2258; BV, n. 53. 45. EV,n. 39) 46. En este sentido, s6lo a titulo de ejemplo, cabe mencionar, entre otros: la Didaché,1, 1; 11, 1~ 2;ete.,en FX. FUNK (ed.), Patres Apostolici, 1, Tubinga 1901 ,2-3; 6-9; S. IRENEO, Adversus haereses, 1V, 20,2, en SCh 100/2, 648-649: «La gloria de Dios es el hombre viviente»; 8. AMBRosIO, De Cain et Abel, Il, 10, 38, en CSEL 32, 408; S. JUAN CrtsostoMo, In / Corinihios homilia, 9,4, en PG 61, 80. Pero también, como sefiala LR. FLECHA (Bioética. La fuente de ta vida, Sigueme, Salamanca 2005, 30), « (hasta la octava se- mana) y «feto» (hasta el parto). 3. Santo Tomds trata de la infusi6n del alma en varios lugares: S.Th.,1,q. 76, a. 3; q. 118, aa. 2 y 3:4. 119, a. 2; Comp. Theol., ¢. 92, 5; etc. Al respecto, cfr, J. DE SIEBENTHAL, «L”animation selon ‘Thomas de Aquin»,en AA.VV,, L'embrvon: un homme. Actes du Premier Congrds de la Société Suisse de Bioétique, Lausanne 1986, 91-98 4, Excepciones a la tesis de la animacién inmediata son J. MaRTTAIN («Vers une idée thomiste de Pevolution», en Nova et Vetera 42 [1967] 96) y K. RAHNER (Hominization, Montreal 1965.94). 5. Se mueven en esta linea fos defensores de una concepcidn «empirista» o «funcionalista» de Ja persona. Segin esta corriente, «lo que caracteriza a las personas es la capacidad de ser autoconscientés, 84 EL RESPETO A LA VIDA NACIENTE cerlo como ser dialogal (teorfa relacional®). En cualquier caso, el em- brién humano no se considerarfa persona desde el momento de la con- cepcidn y, en consecuencia, tampoco seria merecedor del respeto absolu- to que se debe a la persona. Como se verd enseguida, la posicién mds coherente con los datos cientificos y filos6ficos es defender la condicidn personal del embrién humano desde el momento de la concepcién’. Esta es también la posi- cién del Magisterio de la Iglesia que, aunque ha evitado pronunciarse solemnemente sobre la cuestién’, recuerda que «la revelacién del Nue- vo Testamento confirma el reconocimiento indiscutible del valor de la vida humana desde los comienzos» °* . La realidad biolégica Los cientificos responden con unanimidad a la cuestidn planteada: Ja vida humana comienza con la fecundacién, cuando se unen el 6vulo y el espermatozoide. No hay duda cientifica de que el cigoto o embridn. unicelular es distinto de Ja madre —no una parte de ella—, con un progra- ma genético propio; y puesto que ese programa genético es especifica- mente humano, la nueva vida es evidentemente humana". A partir de la fecundacién se inicia un proceso que se desarrolla de modo auténomo. Desde ese momento hay un nuevo organismo. La pri- mera célula del nuevo ser vivo tiene grabado el programa que organiza después todas las células de su organigrama, y que forman parte de su unidad''. Estamos frente a un caso de «autogobierno biolégico». racionales...». Con anterioridad a esa capacidad no se puede hablar de personas, sélo de seres huma- nos. Asf piensa HLT. ENGEHARDT (jr), Manuale di bioetica, Mondadori, Milano 1991, 126-12 6. Esta teorfa afirma que el individuo no es persona hasta que no tenga «las condiciones de contexto necesarias para entrar en relacién con sus semejantes» (J.P. MaLHERae, «Estatuto personal del embrién humano: ensayo filos6fico sobre el aborto eugenésico», en F. ABEI-E. BoNE-1.C. HARVEY (eds.), La vida humana origen y desarrollo. Reflexiones bioéticas de cientificos y moralistas, UPC, Madrid-Barcelona 1989, 87) 0 sea aceptado por otros (ibfd.); cfr. AA.VV., «Pour une reforme de la le- gislation francaise relative a I'avortement», Etudes 338 (1973) 71. . Lo que, evidentemente, no puede llevar @ no dar importancia al papel tan decisivo que la his toria es decir, el mundo de las relaciones, desempefia en el desarrollo de la persona. 8. Cf. DVi, 1.n, 15 EV, nn, 44-45, 60. 9. BV.n. 45. 10. Cir. A. Gtu, Inizio della vita humana individuale. Basi biologiche e implicazioni bioetiche, Aracne, 2005, 356 pags. II. Cir. J. LEIEUNE, Qué es el embrin humano?, Rialp, Madrid 1993. A este propési teresante notar que la misma existencia del método FIVET demuestra Ja autonomi intrinse bridn ~no completa autosuficiencia o autarquia, que tampoco tiene el recién nacido— para iniciar y co RS EL BIEN DE LA VIDA Se trata de un proceso que atina en sf tres propicdades bioldgicas: la coordinacién (bajo la informacién contenida en el genoma), la conti- nuidad, y la gradualidad (entendida ésta no como humanizacién gra- dual, sino como la ley biolégica que impone el desarrollo de un ser hu- mano como el de cualquier otro ser viviente). No es menos ser humano el pequefio conjunto de células embrionales derivado de la segmenta- cidn del cigoto*, después de la fusién de dos gametos humanos, que la enorme masa de células diferenciadas y ordenadamente dispuestas, pa- ra formar tejidos y érganos, de un feto de dos meses; asf como el feto tampoco es menos ser humano que un recién nacido”. La informaci6n cientifica dice con claridad que la vida humana co- mienza con la concepcién. Desde ese momento existe un nuevo orga- nismo que posee todas las condiciones que hacen de él un ser nico, distinto del organismo materno, dotado de todas las potencialidades de un individuo humano a la espera de su despliegue. Y como a lo largo de su proceso de desarrollo no hay evidencia de que comience a existir otro organismo distinto, se debe concluir que en el momento de Ia fe- cundaci6n se esta ya ante un individuo humano"*. Desde el ambito cientifico se plantean algunas objeciones contra la individualidad del embrién: la gemeralidad monocig6tica (gemelos mo- nocigéticos) y la fusién de dos embriones (quimera). Hasta la «anidacién» (final de la segunda semana) es posible la divi- sién del embrion y, en consecuencia, se puede dar lugar a uno o més indi- viduos (gemelos monocigsticos). También es posible (no estd demostra- do en el caso del hombre) que dos embriones se fusionen para dar lugar a un solo individuo. ¥ como la unicidad es una de las condiciones irrenun- ciables del individuo humano, algunos autores concluyen que mientras existan esas posibilidades (divisién gemelar y quimeras) no puede hablar- se de individualidad del embrién. S6lo cabria referirse al embrién desig- nandole como «pre-embrién>, como vida todavia no humana. Sin negar la dificultad que encierran estas objeciones, cabe contestar que la gemeralidad monocigética se puede explicar diciendo que los dos tinuar el desarrollo del proyecto inmediato contenido en el genotipo. Tal autonomia hace posible repro- ducir en un tubo de vidrio el proceso que naturalmente tiene lugar en un “tubo de carne»: A. RODR(- Gutz LUNO-R. Lopez, MoNDEIAR, La fecundacién «in vitro», Palabra, Madrid 1986, 94 12. Los bidlogos acostumbran a distinguir diversos momentos en el proceso: a) fusién de los ga- metos (Svulo y espermatozoo): la fecundaci6n, que da lugar al cigoto: b) segmentaci6n o individua- cidn; c) anidacién o implantacién en el titero; d) aparicién de la corteza cervical. 13. Cif. A. SERRA, «La realt& biologica del neoconcepito», La Civilta Cattolica 138 (1987) 19. 14. Cfr. A. SERRA-R. COLOMBO, «ldentita e statuto dell’embrione umano: il contributo della logia», en PONTIFICIA ACADEMIA PRO Vita, Identita e statuto dell’embrione umano, Libreria Editrice Vaticana, Citta del Vaticano 1998, 106-158. 86 EL RESPETO A LA VIDA NACIENTE organismos resultantes no suponen la divisin del primero. Es posible pensar que el material que se separa del organismo «madre» da lugar a un nuevo organismo o individuo diferente, permaneciendo el primero, La di- ficultad en contra de la individualidad del embrién humano existiria si | divisi6n tuviera lugar de manera que el mismo y Gnico individuo pudiera convertirse en dos. Similar es la respuesta a la segunda objecién (la fusién de dos em- briones 0 quimeras). «Si en un primer momento habfa dos individuos y si después, esponténeamente, por un cambio anormal de un determinado grado de multiplicacién celular, se encontrase uno s6lo, no significaria fu- sién de unas partes que atin no eran individuos. Lo ocurrido habria sido que uno de los dos individuos en fase de mérula habia incorporado célu- las del otro, que quedarfa desintegrado. Significaria la muerte de este tilti- mo mientras el otro continuaria viviendo con la incorporacién de nuevos genes a expensas del que habia desaparecido» 1.2. La condicién personal del embrién humano Una vez que la ciencia, sin exceder el Ambito de su competencia, atestigua que el embrién es, desde el primer momento, un individuo de la especie humana, distinto y dindmicamente auténomo respecto de la madre, la cuestién que se plantea ahora es si ser individuo de la especie humana es separable de la condicién de persona. a) Sin negar importancia al hecho de la fecundacién, algunos auto- res s6lo otorgan al embri6n la condici6n de status plenamente humano a partir de la anidaci6n o implantacién en el titero. Antes de ese mo- mento podria hablarse de vida humana pero no de vida personal. Asi piensan, entre otros, Ch, E. Curran, R. A. McCormick, E. Chiavacci, F. Béckle y J. Fuchs, segtin hace notar M. Vidal’, quien, estando en des- acuerdo con ellos, afirma, sin embargo, que «quizds no deba aplicarse- le (a la vida en gestacién) tampoco el concepto filoséfico de “persona”, dado que esta categoria filoséfica explicita directamente realidades del mundo humano que solamente est4n “implicitas” en la vida en gesta- 15. A. Lopez Garcia, «Comienzo de la vida del ser humana», Revista de Medicina de la Uni- verdad de Navarra 29 (1985) 231; ft A. Sawtos Rutz, Instrumentaciin genética, Palabra, Masri 16. Cfr. M. Vipat, Bioética. Estudios de bioética racional, Teenos, Madrid 1989, 47 17. 1bid., 49. De esta misma opinién participa B. HarRING, «New Dimensions of Responsible Parenthood», TS 37 (1976) 127 87 ELBIENDELAVIDA 4 \° b) El hecho de nacer encierra un indudable significado para la per- sona. Y no sélo por la importancia juridica y social del nacimiento 0 por la importancia biolégica de la viabilidad del nasciturus. Pero el concep- to de persona es primariamente ontoldgico. Designa el fundamento y raiz «entitativa» de las diversas manifestaciones de la racionalidad, como son la autoconciencia, la libertad, la responsabilidad, la relacion interpersonal, etc. Y se habla de raiz «entitativa» porque la persona —el ser persona- no coincide con sus manifestaciones. El concepto de perso- na se refiere a ese modo de ser, propio y exclusivo de la especie humana, que le permite obrar segtin las pautas especificas del Homo sapiens". En relacién con el existir de la persona humana, es posible distin- guir —si cabe hablar asf- tres niveles: el de la actividad o actuar, el de las potencias 0 capacidad de obrar, y el del sujeto o sustrato que susten- tay sobre el que radican los dos niveles anteriores. Ni la actividad ni la capacidad de obrar se pueden identificar con el ser persona, es decir con e] sujeto que obra o puede obrar como persona. Las diversas activida- des que el hombre realiza son de la persona, las facultades gracias a las cuales acttia son atributos suyos, pero no son «él». Seguird siendo «él», aunque no ejerza e, incluso, aunque no tenga la posibilidad de obrar co- mo persona. Cuando se afirma que el embrin es persona lo que se quiere decir es que el resultado de la fecundacién del 6vulo por el espermatozoide es un ser humano verdadero, no un simple proyecto de hombre’. En el momento de la fecundacién comienza un nuevo ser de la especie huma- na que ird desarrollando poco a poco todas las potencialidades conteni- das ya en el genoma de la primera célula. Y si, como se decia Iineas arriba, no hay evidencia de que, a lo largo del proceso de su desarrollo, comience a existir un nuevo organismo y, por otro lado, ese organismo es, al final, una persona humana, se debe concluir que ya desde su ini- cio es una persona humana, aunque, por inmadurez u otros motivos, no realice algunas de las actividades propias de la persona. Ser persona es la condici6n inherente a cada individuo de la especie humana, indepen- dientemente de que acttie como tal, que los demas lo reconozcan 0 que la legislacién se lo reconozca 0 no”. Persona es el ser individual de la 18. Cir. L. CaRRASCO DE PAULA, «Autonoméa e identidad del embridn humano», en AA.VV., Vida humana, solidaridad y Teologia, Palabra, Madrid 1990, 207. 19. Clr, L. PALAZZANi, «l significati del concetto filosofico di persona ¢ implicazioni nel dibatti- to bioetico e bioguridico attuale sullo statuto dell’embrione umano», en PONTIFICIA ACADEMIA PRO. Vira, en Identita e statuto,cit., 73. 20. «Mi yo ontoldgico no debe ser confundido con mi yo p vida consciente), ni con mi yo legal (que no existe més que en los coldgico (que s6lo existe con fa arbitrarios del registro de 88 EL RESPETO A LA VIDA NACIENTE especie humana. «La naturaleza humana no posee otra modalidad de existencia que la de ser persona»’'. Aunque ~ya se apuntaba antes— la condicién personal del embrién humano no es demostrable cientificamente, ya que «la presencia de un alma espiritual no puede deducirse de la observacién de ningtin dato experimental, las mismas conclusiones de la ciencia sobre el embrién humano ofrecen “una indicacién preciosa para discernir racionalmente una presencia personal desde este primer surgir de la vida humana: 4c6mo un individuo humano podrfa no ser persona?”» ”. En cualquier caso, en la duda, la actuacién ética correcta es la de respetar al em- bridén humano como persona, ya desde el instante mismo de Ia concep- cién™. 2. LAS INTERVENCIONES TECNICAS EN EL PROCESO PROCREADOR: LA FECUNDACION ARTIFICIAL, Se puede decir que el deseo de remediar la esterilidad ha sido uno de los factores que mas han contribuido al desarrollo de estas técnicas en el proceso reproductor humano. Practicadas primero en los animales como inseminaci6n artificial (IA) (accién de situar mediante instrumen- tos los espermatozoides 0 células germinales del macho en condicién de poder realizar la unién fecundante con los 6vulos o células germina- les de la hembra), se aplicaron después también como fecundacién arti- ficial (FA) (procedimiento técnico dirigido a obtener la fusion de los es- permatozoos y los évulos en una tnica célula), a los humanos. Aunque no existe una terminologia comtn entre los autores™, se llama comtinmente fecundacién o procreacion artificial cuando el uso de la técnica esta ordenado a obtener artificialmente una concepcién edad civil). La capacidad de un desarrollo plenamente humano se da en la primera célula embrionaria; ¢ inherente a la persona. Seria absurdo pretender que mi yo ontolégico comience a los nueve meses de desarrollo, o que se interrumpa por una momenténea incapacidad»: A. FaRCOT LARCEAULT-G. DELAIS! DE PARSEVAL, «Les droits de I"embrion (foetus) humain. et la notion de personne humaine potentielle». Revue de Métaphisique et de Morale 92.(1987) 364. 21, A. RODRIGUEZ LUNO-R, LOPEZ MoNDEIAR, La fecundacion «in vitro», cit., 102; eff. $.Th.,1- 4. 29, a. 3, ad 2: F, OcARIZ, «Dignidad personal, trascendencia e historicidad», en A. ARANDA (dir. Dios y el hombre, EuNSA, Pamplona 1985, 177. 22. EV.n. 60; DVI. Tn.l 23. EV. n. 60. 24. Una explicacién de los términos puede encontrarse en la Instruccién Donum vitae, nota 28 «lel «predimbulo», y en el n, 2 de la parte IT; también en F. MoNGe, Persona humana y procreaciin «arti ficial, Palabra, Madrid 1988, 157-184. KY EL BIEN DE LA VIDA humana por via diversa de la uni6n sexual del varén con la mujer™. Es homéloga, si se intenta a partir de los gametos de dos esposos unidos en matrimonio; y heterdloga, si se hace con gametos de al menos un do- nante diverso de los esposos unidos en el matrimonio. En uno y otro, caso, las técnicas pueden ser in vivo (intracorp6rea) 0 in vitro (extracor- porea: FIVET= fecundaci6n artificial in vitro y transferencia embrio- nal). La diferencia esta en que, en la intracorp6rea, la concepcién tiene lugar en el cuerpo humano, mientras que, en la extracorpérea, la fecun- dacién ocurre en el Jaboratorio y después se transfiere el embrién al cuerpo de la mujer. Gracias a los espectaculares progresos de la biologia y de las tecno- logias médicas, son miltiples las posibilidades de intervenir en el pro- ceso procreador: a) en su inicio (la produccién y obtencién de los gametos masculino y femenino); b) en el desarrollo intermedio (la fe- cundaci6n del dvulo por el espermatozoo); c) al final del proceso (im- plantacidn o anidacién del évulo fecundado en el titero hasta su naci- miento). En cualquier caso, lo que ahora nos preguntamos es: jesas técnicas son respetuosas con la dignidad personal del engendrado? a) Como principio general, se debe afirmar que las intervenciones técnicas, cualquiera que sea la fase del proceso, sdlo son éticamente rectas si estén al servicio de la persona (tanto de los esposos como del ser humano llamado a la vida). Es decir, cuando las actuaciones sobre el proceso procreador, aparte de ser respetuosas con la dignidad de la se- xualidad y con Ja misi6n de los padres en la transmisién de la vida, lo son también con la dignidad personal del engendrado que puede venir a Ja existencia. Esta condicién se observa tnicamente cuando al hijo se le recibe como don y, por tanto, indica la actitud ética que ha de presidir siempre esas intervenciones técnicas en la transmisién de la vida. En el origen de cada ser humano tiene lugar, junto con la generacién por parte de los padres, una accién creadora del alma por parte de Dios*. De los padres se sirve como de colaboradores para comunicar la vida, pero sélo Dios es su autor y Sefior. El hijo es el testimonio permanente de 25. En esa actividad son relevantes un equipo médico inglés (R.G. Edwar, P.C. Steptoe y B. Ba- vister) y otros dos equipos médicos australianos (dirigidos por C. Wood y A. Lopata). Cit. A, SANTos Ruiz, Instrumentacion genética, cit..43-44, 26. La Sagrada Bscritura expresa esta verdad de muchas maneras: unas veces se pone en boca de Dios (er 1, 5; Gn 5, 15); otras veces es proclamada por el hombre respecto de si mismo (Sal 139/138, 13; Job 10, 8-12; Le 1, 25) 0 de los demés (Sal 127/126, 3; Sal 128/127, 3-4; 2 Mac 7, 22-23): tc. E implicitamente se dice al hablar de Dios como creador de todas las cosas. 90 EL RESPETO A LA VIDA NACIENTE la donacién reciproca de los padres, la sintesis viva del padre y de la ma- dre”. Pero sobre todo, el hijo es un don del amor de Dios, una bendicién de Dios: el don preciosfsimo y mas excelente de] matrimonio. Cada hombre responde a una llamada a la existencia, singular y tnica, hecha por Dios®. «Dios “ha amado” al hombre desde el principio y 1o sigue “amando” en cada concepcién y nacimiento humano»®. Con ese amor de Dios ha de armonizarse el amor de los padres. Es- tos deben amar al hijo como lo ama el Creador. Es lo que quiere expresar- se cuando se afirma que los padres son colaboradores de Dios en la trans- misi6n de la vida". Por eso, el hijo s6lo puede ser recibido como un don, ya que s6lo de esa manera se le ama por si mismo, gratuita y desinteresa- damente. El acto de amor de los esposos como espacio adécuado para la transmisién de la vida humana —ésta es la conclusién— es una exigencia antropolégica y ética de la condicién personal del hijo Hamado a la vida. b) No existe un derecho al hijo. El hijo no puede ser considerado como un objeto de dominio o propiedad. El matrimonio no da derecho a tener un hijo, s6lo otorga el derecho a realizar los actos naturales que de suyo se ordenan a la procreacién; un derecho que ha de ejercerse siempre en el respeto que se debe a la dignidad del engendrado (ademas de la que exige el recto uso de la sexualidad matrimonial). El deseo de tener un hijo, el amor de los esposos que aspiran a ven- cer la esterilidad, es bueno y natural: expresa la vocacién a la paternidad y ala maternidad inscrita en el amor conyugal. Por ello, los esposos tie- nen el derecho de acudir a los recursos legitimos de la medicina para su- perar esa esterilidad; pero, a la vez, deben ser conscientes de que el uso de la técnica ha ser respetuoso con la dignidad personal del hijo, y también de que la esterilidad fisica, cualquiera que sea la causa, aunque sea una dura prueba, no es un mal absoluto. Si se encuentran en esa situacién, han de recordar que estén Hamados a «asociarse a la Cruz del Sefior, fuente de toda fecundidad espiritual. Pueden manifestar su generosidad adoptando i abandonados o realizando servicios abnegados en beneficio del préjimo»”. El respeto a la dignidad personal del hijo y al orden inscrito por el Creador en la sexualidad no cierra en modo alguno la posibilidad de recurrir a la técnica en la transmisin de la vida. Son éticamente Ifcitas las actuaciones médicas, quirirgicas, farmacolégicas, etc., respetuosas con la dignidad de] ser humano (en la procreaci6n se transmite la vida de 27. Cf. FC,n. 14; DVi, Hon. 1 28. Cir. GS,n. 50; PC,n. 14. 39. Gir. Gr8,n. 9; Pio XII, Enc. Humani generis (12.VII-1950), en AAS 42 (1950) 574. 30, Ibid.,.0.9, 31. Cf. DVi, Int.,n. 5. 32. CEC, n. 2379; cfr. DV Ung. 91 ELBIEN DELAVIDA .X& una persona), y la naturaleza de la sexualidad (la originalidad con que esq vida humana es transmitida). c) Los medios técnicos no se rechazan —cuando deba hacerse~ por ser artificiales, sino porque contradicen bienes fundamentales de la per- sona. Es decir, cuando, en vez de servir de ayuda al proceso procreador —tinico espacio para acoger el surgir de la vida humana-, de alguna ma- nera lo sustituyen. En este sentido se debe hablar de una diferencia esencial entre las téc- nicas que sustituyen el proceso procreador y las que, en cambio, lo ayudan, Mientras que las primeras obedecen a una concepcién reductiva de la se- xualidad, seguin la cual entre otras cosas— ésta seria una dimensi6n exclu- sivamente bioldgica (y no personal), las segundas son respetuosas con la dignidad de la sexualidad y la condicién personal de la corporalidad. Obe- decen a concepciones antropolégicas contrapuestas®, En la hipétesis, por tanto, de que, por defecto fisico de la mujer o del marido, o en el caso de espermatozoides débiles con poca movilidad lineal, que no son capaces de encontrarse con el 6vulo para fecundarlo, etc.,el médico puede facilitar por medios fisicos que se produzca el encuentro entre el semen y el 6vulo®. 2.1. La inseminacién artificial (IA) Por inseminaci6n artificial (IA), acaba de decirse, se entiende el procedimiento técnico por el que se sitéa el liquido seminal masculino en las vias genitales femeninas ([A propiamente dicha). Pero también se refiere al procedimiento destinado a facilitar el avance del que ya ha sido depositado naturalmente en esas vias (IA impropiamente dicha)* Se hace necesario, por tanto, precisar bien de qué inseminacion artifi- cial se esta hablando, ya que entre una y otra se da una diferencia esen- cial, no s6lo técnica sino ética: en el primer caso la técnica sustituye a la naturaleza; en el segundo la ayuda consiste en contribuir a que el pro- ceso procreador siga el curso iniciado en el acto sexual. Segtin el «lugar» en que se deposite el liquido seminal, la insemi naci6n puede ser intrauterina, endocervical o vaginal. Y puede realizar- 33. Cf. DVi, Il, n, 6. Sobre esta misma cuestién ya se habfa pronunciado Pio XII, Aloc 29.1X.1949, n. 18: EF 2, 1393. 34. Cf. A. Santos Ruiz, Instrumentacién genética, cit. 44. 35, Cit. F, MASELLIS, Argomenti di medicina pastorale, Salcom, Brezzo di Bedero 1981, 115 Gita de L. Ciccone, Bioetica, Storia, principi, questioni, Ares, Milano 2003, 83). 92 EL RESPETO A LA VIDA NACIENTE se con semen del marido, en cuyo caso, recibe el nombre de «insemina- cin artificial homdloga» (IAH); 0 con semen de donante distinto del propio cényuge, y entonces se llama «inseminaci6n artificial heterdlo- ga» (IAD = inseminaci6n artificial con semen de donante). El semen puede ser fresco o provenir de un banco (semen congelado). a) Inseminacién artificial impropia La homéloga, es decir, la practicada para ayudar a que Iegue a su término el proceso iniciado en el acto sexual de los esposos, no com- porta inconveniente moral alguno. Es respetuosa con la dignidad de la persona, tanto de los esposos como del hijo que pueda venir a la vida. Y lo es porque se les valora por si mismos. Lo que se hace es ayudar a que la naturaleza continie el pro- ceso natural. Actuando asi, el acto de amor conyugal sigue siendo el tinico lugar digno de la procreacién humana*. b) Inseminacién artificial en sentido propio Tanto la homdloga (IAH)” como heteréloga (IAD) es contraria a la dignidad de la persona. Una y otra deben ser rechazadas en raz6n de que disocian voluntariamente la naturaleza y finalidad del acto de amor conyugal. La inseminacion artificial homéloga (IAH), es decir, e] uso de la técnica dirigido al logro de una concepcién humana mediante la trans- ferencia a las vias genitales de una mujer casada del semen previamen- te tomado del marido, es inmoral. Se debe a que de tal manera inte- rrumpe la unidad del proceso procreador que el hijo, en el fondo, no viene a la existencia como fruto del acto conyugal. El hijo es el fruto de una cadena de actos: los esposos proporcionan la materia -los game- tos— de la que se sirven los técnicos para producir el hijo. La inmorali- dad es todavia mayor si se hace con liquido seminal obtenido por mas- turbacion. Algunos autores disienten de la valoracién que acaba de hacerse y sostienen que se trata de una practica que deberia merecer una valora- 36. Cfr. DVi, Hn. 5, 37. Se denomina también IAC (inseminacién artificial conyugal). De todos modos es una termi- spit yue puede tener significados diferentes, segtin el alcance que se dé a la palabra «conyui valente no pocas veces en esos contextos a «pareja estable>, se trate 0 no de personas (un her y una mujer), unidas por el matrimonio. Aqui, se recuerda, se usa la terminologia de Donum vitae or

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