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Esa Es Mi Historia PDF
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Resumen
Las historias de vida de personas del pueblo mapuche escuchadas en contextos rurales
y urbanos construyen sus propios procesos de orientación, y como tales, uno puede
preguntarse ante ellas, cuáles son las formas genéricas y los matices expresivos típicos
que presuponen o subvierten. Las narrativas identitarias refractan, en sus
concepciones del yo, la cultura en la que se inscribe el sujeto -éste último, a su vez,
como constituido y constituyente de la cultura. En ese sentido, las identidades
construidas en las historias son ficciones culturales resultantes de procesos narrativos,
de ideologías históricas de la identidad y de modelos comunales -locales, mapuches,
aborígenes, nacionales, internacionales. Estos discursos en permanente circulación
conforman intertextos que operan como marcos interpretativos para entender, concluir
y definir la vida propia. El presente trabajo consiste en una reflexión teórica en torno a
los temas de la otredad constitutiva, las identidades subalternas y las narrativas
identitarias. Las historias de vida de los mapuche, y las formas específicas que las
mismas adquieren en determinados medios ideológicos, presuponen y recrean mitos
nacionales, visiones propias o estigmatizadas del “ser aborigen”, gestos
convencionales definidos como políticos o como folklóricos, ideologías del progreso
y la civilización, ideologías de la hibridación y la pérdida cultural, modelos de
“autenticidad” étnica, entre otros tantos discursos sobre la identidad que se fueron
plasmando como típicos. En consecuencia, algunos itinerarios obligados, ciertos
espacios impuestos y algunos paisajes conocidos son transformados en “lugares de
memoria y de identidad” incorporando constitutivamente la contradicción y el
conflicto interétnico.
1 El cuadro autobiográfico
-I-
2
Primer cuadro: Comunidad Mapuche de Cushamen, provincia del Chubut. Habíamos estado
conversando con Juan sobre su infancia en el campo, los sacrificios realizados para obtener
las tierras en las que vivía, la cotidianeidad del pequeño productor, su historia como “gaucho
argentino” y su “fidelidad” al mandato de continuar la “costumbre mapuche de los antiguos”.
Cuando estábamos por irnos, nos pidió que le tomáramos una fotografía “para tener de
recuerdo”. Entonces se preparó físicamente, buscó la faja mapuche –a la que había referido
antes en sus historias-, seleccionó cuidadosamente el lugar y le pidió a su esposa que posara
junto a él. El fondo lejano de sus campos, el fondo más cercano de su huerta, su ropa de
gaucho adornada con la faja y su postura erguida plasmados en la foto, evocan aquellas
historias.
Segundo cuadro: Ciudad de San Carlos de Bariloche, provincia de Río Negro. Teresa cuenta
su infancia “de sufrimiento” en el campo, los trabajos, el invierno, los animales y, finalmente,
su viaje a la ciudad. Muestra una foto: el fondo del Centro Cívico de Bariloche, zapatos
nuevos, peinado de peluquería, “una pollerita así con unas florcitas amarillas y acá un cintito
con hebillita”. Su ropa nueva, el corte de pelo, la postura erguida, evocan su “cambio de
vida”.
- II -
Los rasgos significantes que conforman el cuadro –el fondo, los objetos, los accesorios, la
postura física- adquieren sentido en el co-texto de las historias previas sobre una vida y
evocando enunciados cuya importancia es reconocida en la vida social y política de la
comunidad. En otras palabras, el cuadro adquiere expresividad propia en tanto remite al
contexto verbal que le antecede, y por medio de éste, se contacta con la situación real y con
3
otros enunciados ajenos1. Así también, la asociación entre el cuadro y ciertos enunciados
autobiográficos puede representar a las narrativas mismas, resumiéndolas y condensando sus
orientaciones y perspectivas sobre los hechos2.
La remisión mutua entre las fotografías y las historias de vida subraya el propósito
compartido entre ambas actividades estéticas: la vida como valor biográfico. La pose
autobiográfica interrumpe en un momento determinado el devenir, creando autorretratos, para
luego volver a entender la vida como un proceso. Componer una pose para la foto es,
entonces, ejercitar la memoria.
Los cuadros, como abreviaturas de historias de vida, monoacentúan los diversos sentidos que
pueden haber tenido los acontecimientos en el pasado, desde el presente -o invisten de sentido
acontecimientos que no lo tenían. Juan fotografía la ambigüedad de sus sentidos de
1
BAJTÍN, M. Estética de la creación verbal, México, Siglo XXI, 1999 [1979].
2
La posibilidad de que un determinado enunciado sintético evoque una determinada perspectiva (“expresividad
genérica”, “narrativa”, “marco interpretativo”, según los autores) es posible porque “siempre existen enunciados
que gozan de prestigio, que dan el tono (...) En cada época, en todas las áreas de la práctica existen determinadas
tradiciones expresas y conservadas en formas verbalizadas” (BAJTÍN op. cit.: 279).
3
BAJTÍN op.cit: 152. La imposibilidad de mirar fijamente en el tiempo y detener su movimiento es
consecuencia de la imposibilidad de totalización constitutiva de la autobiografía que, desde el mismo momento
que restaura el ser, lo desposee y lo desfigura. DE MAN, P. “La autobiografía como desfiguración”. En: La
autobiografía y sus problemas teóricos. #29, 1991 [1979], Anthropos, pp.113-117.
4
CATELLI, N. El espacio autobiográfico, Barcelona, Lumen, 1991.
5
GUSDORF, Georges “Condiciones y límites de la autobiografía”. En: La autobiografía y sus problemas
teóricos. #29, 1991 [1948], Anthropos, pp. 9-17.
4
pertenencia rurales, mapuches y argentinos, Teresa retrata a una mujer urbana que deja atrás
la joven mapuche que vivía en el campo. Las distintas poses a lo largo de una vida no son más
que intentos de fijar alguna versión sobre la vida que se narra y de sintetizar algún sentido en
ella.
Los cuadros se transforman en huellas para el recuerdo y para la afirmación de uno mismo
entre lo íntimo y lo exhibido, la pérdida y la conservación. Como afirma Gusdorf6, todos
suponemos que nuestras existencias importan al mundo y que nuestra necesidad de
eternizarnos en “lugares de memoria” es para conservar ese capital precioso que no debe
desaparecer. Las historias de vida, y sus representaciones en la pose, operan como
“necrologías anticipadas”7 para oponernos al olvido de los vivos o para adelantarnos a las
posibles y futuras conclusiones sobre nuestra vida.
2 La otredad en la pose
-I-
Las personas narramos nuestras vidas de acuerdo con otros, es decir, otorgamos autoridad a
las posturas valorativas que nos permiten recrear sentidos de pertenencia compartidos y
pensarnos como parte de una misma comunidad -ya sea ésta la comunidad rural, urbana,
nacional, mapuche o aborigen. Sin incorporar las palabras ajenas y los relatos de otros -con
sus tonalidades- en mi propia historia de vida, ésta permanecería internamente fragmentada y
carente de una unidad biográfica valorable. En consecuencia, el autor debe convertirse en otro
-con respecto a sí mismo como persona- para completar su imagen como una totalidad de
6
Op. cit.
7
Noción tomada de ROBIN, R. “L’autofiction. Le sujet toujours en défaut”. En: Revista de la Université de
Paris, 1994 Nanterre, pp. 73-86.
8
ARFUCH, L. “Dialogismo”, m.i.
9
Es en una realidad dialéctica que incorpore los dos términos y los defina por mutua relación donde se descubre
la base lingüística de la subjetividad BENVENISTE, E. Problemas de lingüística general I, México, Siglo XXI,
1999 [1971].
5
valores extrapuestos con respecto a su propia vida. El valor de su cuerpo -ante todo de su
composición en una determinada pose- reside en el revestimiento significativo que le brinda
su posición externa a la vida. Así, las posturas, la mirada, la ropa y el paisaje se incorporan a
una historia de vida y expresan sentimientos de solemnidad, orgullo, aceptación, sufrimiento,
discriminación o pertenencias11. Al construir un cuadro determinado, conjugando el cuerpo
con su entorno, el autor limita valorativamente la vida y la concluye.
Las historias de vida y las identidades -así como las poses que representan a ambas- no
expresan el “sí mismo” sino como formas de actitud hacia el otro: el ser -que desplaza su
memoria del futuro al pasado- se descompone y se estratifica en fragmentos que sólo en la
morada del otro -y con sus fuerzas- pueden ser unidos. Al observar, entonces, la pose de Juan
y de Teresa podemos preguntarnos por el ritmo al que se somete la vida, cuál es aquel coro
ajeno en que las representaciones de sí mismo cobran sentido.
-II-
Todo objeto del discurso se encuentra discutido y valorado con anterioridad, en él se cruzan,
convergen y se bifurcan varios puntos de vista y visiones del mundo, convirtiéndose en un
foro donde se encuentran diversas opiniones y tendencias. Cuando es la propia vida -o la
identidad- la que se convierte en tema del enunciado, ésta adquiere un carácter relativamente
concluido en tanto réplica activa, enfoque o postura de su autor.
La pose construye su propio proceso de orientación, y como tal, uno puede preguntarse ante
ella, cuáles son las formas genéricas y los matices expresivos típicos que presupone o
subvierte. La pose refracta, en sus concepciones del yo, la cultura en la que se inscribe el
sujeto -éste último, a su vez, como constituido y constituyente de la cultura. En ese sentido, el
yo autobiográfico construido en la pose es una ficción cultural constituida a través de
procesos narrativos, de ideologías históricas de la identidad y de modelos comunales -locales,
mapuches, aborígenes, nacionales, internacionales. Estos discursos en permanente circulación
conforman intertextos que operan como marcos interpretativos para entender, concluir y
10
ARFUCH op. cit.
11
Bajtín (op. cit: 38) señala que en la fotografía propia vemos un reflejo nuestro sin autor. Sin embargo, cuando
la fotografía adquiere importancia como registro del paso por la vida, y la pose deviene una construcción
reflexiva sobre las significaciones de nuestro cuerpo y su entorno objetual, consideramos que el autor, entendido
como otra conciencia, emerge en cada una de las decisiones valorativas.
6
definir la vida propia. De hecho, la conciencia individual solo pude constituirse en conciencia
al realizarse en las formas de su medio ideológico12, ya sean éstas mitos nacionales, visiones
propias o estigmatizadas del “ser aborigen”, gestos convencionales definidos como políticos o
como folklóricos, ideologías del progreso y la civilización, ideologías de la hibridación y la
pérdida cultural, modelos de “autenticidad” étnica, entre otros tantos discursos sobre la
identidad que se fueron plasmando como típicos. Las partes constitutivas de la pose
fotográfica remiten a estas formas genéricas ideológicas creando, a veces, efectos de sujeto
contrarios13.
3. El cuadro multiculturalista
-I-
12
VOLOSHINOV, V. El marxismo y la filosofía del lenguaje. Madrid, Alianza, 1993 [1930].
13
Como sostiene Elizabeth Bruss, “las ideologías culturales encierran paradojas” y, en consecuencia, los sujetos
se ven envueltos en un diálogo dinámico con varias historias, interpretaciones y posturas retóricas. BRUSS, E.
“Actos literarios” En: La autobiografía y sus problemas teóricos. #29, 1991, [1976], Anthropos, pp. 47-61.
14
WEINTRAUB, K. “Autobiografía y conciencia histórica”. En: La autobiografía y sus problemas teóricos.
Anthropos, #29, 1991 [1975] pp. 18-32.
7
la foto de Teresa en el Centro Cívico de Bariloche. En las últimas décadas del siglo XX otras
poses se han esforzado por representar “retornos imaginarios” a las identidades
tradicionales16. Es precisamente este cambio de formas genéricas típicas para construirse a sí
mismos el que intentaremos repensar aquí, con el propósito de identificar, luego, la
complejidad social que subyace en la decisión de auto-definición a partir de un “cuadro
multiculturalista”.
-II-
El edificio del poder se escinde desde dentro, puesto que, para reproducirse a sí mismo y
contener su “otro”, depende de un exceso inherente -y de un gesto de censura- que lo
constituye17. La ideología multiculturalista dominante incorpora una serie de rasgos en los
cuales la mayoría explotada puede reconocer auténticos anhelos, pero “distorsiona” a estos
últimos con el objeto de legitimar la continuación de las relaciones de explotación y
dominación social18. La ideología multiculturalista, en un gesto políticamente correcto,
permite que el otro construya la imagen propia que prefiera para luego reinscribir este deseo
como “expresión folklórica” y funcionar, en adelante, con ese “estereotipo oficial”19.
Sin embargo, las posiciones de los sujetos en las estructuras de poder determinan el modo en
que el carácter constitutivo del “otro” se hace presente. El carácter desnivelado de lo social
establece diferentes capacidades para transformar contenidos particulares en representantes de
una función universal. Por lo tanto, determinadas unidades comunitarias, es decir, ciertas
hegemonías20, serán, en mayor grado, impuestas por unos y presupuestas por otros.
La figura de la asimilación (que señalan las poses de los caciques mapuches y sus hijos a
principios de siglo y las de muchos mapuche que migran a la ciudad hoy en día) sostenida por
15
ROBIN, R. Identidad, memoria, relato. La imposible narración de sí mismo, Buenos Aires, Serie
Cuadernos de Posgrado, Fac. de Ciencias Sociales/CBC, 1996: 33.
16
ROBIN op. cit.: 34
17
ZIZEK, S. “Multiculturalismo, o la lógica cultural del capitalismo multinacional”. En: JAMESON y
ZIZEK, Estudios Culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo, Buenos Aires, Paidós, 1998
[1993], pp. 137-187: 150
18
ZIZEK op. cit.: 140
19
JAMESON, F. “Sobre los ‘Estudios Culturales’”. En: JAMESON y ZIZEK, S. Estudios Culturales.
Reflexiones sobre el multiculturalismo, Buenos Aires, Paidós, 1998 [1993] pp. 69-136: 106
Esta manipulación del deseo como legitimador de una determinada concepción acerca de lo que es la explotación
capitalista es precisamente para Zizek (op. cit:141) “lo ideológico”.
20
LACLAU, E. Emancipación y diferencia, Buenos Aires, Ariel, 1996.
8
las ideologías del estado nación construye la relación con los “otros” a partir de la misión
civilizadora de elevar a las masas de la población al nivel de las fuerzas productivas
adecuadas para el progreso21. La figura del retorno imaginario a las raíces étnicas, visible en
algunas de las poses de hoy en día, responde a un proceso inverso al de la constitución
moderna de la nación. En palabras de Zizek, en contraposición a la “des-etnicización” o la
“superación dialéctica” de lo étnico en lo nacional actualmente estamos asistiendo a una
regresión renovada hacia las identificaciones “primordiales”22. De este modo, el contra fondo
de una coexistencia híbrida de mundos diversos es la presencia masiva del capitalismo como
sistema mundial universal23.
4. El cuadro heterogéneo
-I-
Los cambios epocales, refractados a través de los discursos, han producido distintas
construcciones valorativas para definir la otredad indígena: por ejemplo, como aquí
21
GRAMSCI, A. Selections from Cultural Writings. Forgas y Nowell-Smith (eds.), Cambridge, Mass., Harvard
UP, 1985.
22
ZIZEK op. cit.: 168
23
ZIZEK op. cit.: 176. Estos dos planos simultáneos del proceso son también puestos en relieve por Habermas
en tanto sostiene que la “deslimitación” -“desdiferenciación” o “desestructuración”- resultante de la
omnipresencia global de los acontecimientos -producto, a su vez, de la sincronización electrónica de
temporalidades desiguales- corre pareja con una multiplicación y pluralización de las formas de vida.
HABERMAS, J. Historia y crítica de la opinión pública, Barcelona, Gustavo Gili, 1994 [1962]: 36
24
ZIZEK op. cit.: 172
9
Así como encontramos en un mismo cuadro la identificación ambigua de Juan con el pequeño
productor, el campesino, el gaucho argentino por un lado, y el mapuche por otro, la escena
urbana propone continuidades igualmente ambiguas: en un extremo la foto de Teresa, en el
otro, la de una nena sosteniendo su bandera mapuche en lugar de la argentina en el acto
escolar del 20 de junio.
Sin embargo consideramos que ambas fases de la ambigüedad pueden ser negociadas y sus
respectivos énfasis pueden ser utilizados con el propósito de obtener resultados políticos
satisfactorios. Cuando la nena de cuarto grado debe hacer su promesa a la bandera elige no
25
ZIZEK op. cit.: 172
26
op. cit.
27
LACLAU op. cit.
10
-II-
28
LACLAU op. cit.
29
Claudia Briones define la Aboriginalidad como una comunidad imaginada construida histórica y
geográficamente por una multiplicidad de voces distintas y antagónicas en la cual sus miembros se reconocen
por haber habitado las tierras con anterioridad a la llegada de los inmigrantes. BRIONES, C. La alteridad del
"Cuarto Mundo". Una deconstrucción antropológica de la diferencia. Buenos Aires, Ediciones del Sol, 1998.
11
necesario “recuperar” los nombres mapuche orginarios, sin embargo, nuevas voces plantearon
la necesidad de entender que los apellidos y nombres españoles inscriben una historia que
pertenece al pueblo mapuche, por lo tanto renunciar a ellos implicaría renunciar a la memoria.
En la misma dirección, una nueva mirada sobre la foto de Juan nos lleva a descomponer su
cuadro en sus materiales heterogéneos y discontinuos. En ellos se develan “las huellas de
antiguas luchas y de su otrora fechable emergencia” y sus incompatibilidades aparentes
emergen como “señales o síntomas de contradicciones –o simplemente de antinomias-
sociales e históricas”30. La pertenencia heterogénea de Juan adquiere la expresión del orgullo
en su postura erguida recortada sobre el entorno monumental de sus tierras; y el paisaje árido
y patagónico incorpora los sentidos del cuadro: tierras propias por el derecho ancestral y
preexistente; tierras propias por el derecho que otorga el estado nación como consecuencia del
trabajo y las mejoras realizadas en ellas durante toda una vida. Aboriginalidad y Nación son
lugares vacíos que pueden ser ocupados, y cuando así sucede, sus marcas simbólicas y
contingentes se inscriben en los cuerpos, produciendo efectos imaginarios31.
III
El carácter contingente que adquiere cualquier tipo de sutura entre lo universal y lo particular
“significa precisamente que es el resultado de una batalla política por la hegemonía
ideológica”32. En esta arena de conflictos, la cultura se convierte en un medio efectivo para
negociar la relación entre los grupos33 y subvertir las impugnaciones hegemónicas sobre la
propia identidad. En una dirección similar, y apropiándose de la mirada estereoscópica
propuesta en el planteo bajtiniano, Habermas34 sostiene que la cultura no es un mero bastidor
o marco pasivo de la cultura dominante puesto que los mecanismos de exclusión, que
deslindan y permanentemente se apropian de un “otro cultural”, al mismo tiempo provocan
contra efectos no neutralizables.
30
GRÜNER, E. “Introducción. El retorno de la teroría crítica de la cultura: una introducción alegórica a Jameson
y Zizek”. En JAMESON y ZIZEK, Estudios Culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo, Buenos Aires,
Paidós, 1998 [1993] pp. 137-187: 52
31
CATELLI, N. “El diario íntimo: una posición femenina”. En: El diario íntimo. Revista de Occidente, 1996,
julio/agosto, pp. 87-98
32
ZIZEK op. cit.: 139
33
JAMESON op. cit.
34
HABERMAS op. cit.. Habermas refiere al libro sobre Rabelais y su mundo, citado en la bibliografía: BAJTÍN,
M. La Cultura Popular en la Edad Media y en el Renacimiento: El Contexto de Francois Rabelais, Madrid,
Alianza, 1988.
12
Palabras finales
Las formas genéricas dominantes y sus respectivos esquemas valorativos del mundo, no
pueden ser nunca totalmente ‘completados’, ni pueden prescribir todos y cada uno de los
diferentes aspectos de la vida, en tanto “son espacios de intertextualidad, de heterogeneidad e
hibridación, de diálogo entre historia, tradición e innovación”36. La expresividad genérica de
las palabras -aquel eco de una totalidad del género- puede ser sometida a permanentes
reacentuaciones37. En consecuencia, los sujetos encontrarán en los intersticios, entre los
componentes básicos de los esquemas dominantes, un espacio para su propia idiosincrasia y
para la innovación desafiante.
35
GRÜNER op. cit.:54
36
ARFUCH op. cit.
37
BAJTÍN 1999 op. cit.
38
Op. cit.: 63
39
JAMESON op. cit.