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a) En Inglaterra.

En 1825 publicaba William Thompson la


Apelación de la mitad del género humano, las mujeres, contra
la pretensión de la otra mitad,los hombres, de mantenerlas en
su esclavitud política, civil y doméstica, en respuesta a un
anterior Ensayo sobre el gobierno, de James Mili (1820), en el
cual se proponía una vasta ampliación del sufragio electoral,
pero que excluía a las mujeres de toda forma de participación
política y, sobre todo, del voto. Thompson entra en ese
movimiento del pensamiento definido como "philosophic
radicals", que había aplicado los principios de la metodología
utilitarista a la interpretación de los fenómenos sociales, sin
excluir la cuestión femenina. En efecto, el feminismo en aquel
período estaba recobrando cierto interés en Gran Bretaña,
después de un período de olvido real del escrito de Mary
Wollstonecraft (1792) y después de que en la evolución social
determinada por los acontecimientos y en la afirmación de la
"midle class" y de su estilo de vida se verificara una verdadera
regresión en la posición de relativa "paridad" e independencia
de que en los siglos precedentes había gozado la mujer como
auxiliar del hombre en actividades laborales, artesanales y
comerciales, aunque ejercidas a escala reducida. El desarrollo
preindustrial, ya entonces orientado a que predominase la
burguesía en todos los campos, había empezado a suscitar el
tema de la "separación de los roles" masculino y femenino,
sentando las bases del profundo malestar relacional entre
ambos sexos, característico del s. xix y que se agudizaría en el
xx, hasta alcanzar las actuales expresiones radicales y
extremistas. El rol masculino se supervaloraba, a la vez que el
femenino era reducido al descrédito; en las clases más
elevadas, por otra parte, la mujer era considerada, según la
definición dada en 1899 por T. Veblen, el "primer producto de
desecho del nuevo sistema económico" y "el mero símbolo del
poder consumista masculino". Es, pues, comprensible que el
movimiento feminista recobrara vigor y reaccionara contra la
progresiva reducción de la mujer a la marginación, hábilmente
enmascarada de respeto y de idealización en las clases
sociales más elevadas y realmente desprovista de todo poder
no sólo en el ámbito civil, sino también en el familiar.

Thompson denunció la instrumentalización de la esclavitud


política, social y doméstica de la mujer dentro del sistema
capitalista, iniciando un tipo de análisis sociológico, que en sus
primeros tiempos topó con dificultades y frecuentes desdenes,
pero que más tarde fue aceptado, porque ponía de manifiesto
el origen de algunas deformaciones de las relaciones entre
diversos grupos sociales y las consecuencias negativas que de
ello se derivaban. Como inspiradora y colaboradora tuvo a Ana
Wheeler, que, originaria de una rica y poderosa familia
irlandesa, rechazando su condición social en favor de una
mayor independencia y libertad de acción, trabajó
incansablemente por la difusión del feminismo. Con ella se
inició un giro importante del feminismo, primero inglés y luego
europeo, puesto que se patentizaba que la "paridad de los
derechos" no daría a la mujer felicidad si no se presentaba un
programa que superara el límite iluminista de la afirmación
sobre la teórica identidad valorativa de los dos sexos y no se
comprendía el significado de la "cooperación" social, liberando
a la mujer de su "estúpida y servil sumisión al hombre", con la
cual secundaba todas las tendencias egoisticas del varón y se
hacia ignorante, apática e indiferente frente al bien social,
preocupada únicamente por el bienestar personal. Para
combatir esta situación, Ana Wheeler insistía en la necesidad
de dar a la mujer instrucción, ya que "saber es poder", y, al
impedirse que la mujer tuviera acceso a los estudios, el
hombre conservaba intacto su poder sobre ella y sobre la
sociedad. A estas afirmaciones de Ana Wheeler, Thompson
añadía una aserción que hoy es del máximo interés en las
famosas discusiones sobre las relaciones entre "naturaleza y
cultura": la tendencia al dominio no es en absoluto una ley
inmutable de la naturaleza humana; es un fenómeno que se
verifica históricamente; en consecuencia, se puede modificar.
De aquí su llamamiento a las mujeres a rebelarse contra un
estado de cosas del que también ellas eran en gran parte
responsables, al menos por aceptarlo pasivamente.

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