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no son insuperables. Hay que comenzar por establecer las bases de com-
paración, comunes a los diversos sistemas. Una base definitoria es el suje-
to de la propiedad de los medios de producción. Otra es el sujeto de la
decisión de asignación de recursos. Otra, ligada a las anteriores, son los
mecanismos de motivación de los actores económicos. Los sistemas pola-
res alternativos son el de centralización pura y el de descentralización pu-
ra. Los sistemas realmente existentes contienen todos elementos de cen-
tralización y de descentralización, y no hay "terceras vías". La compara-
ción más relevante es entre los dos sistemas históricos imperantes: capita-
lismo avanzado y socialismo desarrollado. Ambos son además tentaciones
en el horizonte de la futura organización económica de los países "en
vías de desarrollo". La norma ética concreta evaluadora de los sistemas a
partir de la Doctrina Social de la Iglesia se ve ayudada por una amplia
concepción del hombre que incluya constitutivamente su actividad eco-
nómica. Es lo que ocurre con las llamadas filosofías de la historia y teo-
rías evolutivas y críticas de la sociedad. Esta ayuda permite formular co-
mo criterio ético de evaluación de los sistemas su contribución al progre-
so humano en su doble dimensión técnica y política: desarrollo liberador
de las fuerzas productivas y liberación de las relaciones de opresión. Un
análisis estructural y algo de evidencia empírica parecen inclinar la balan-
za en favor del capitalismo desarrollado como sistema actualmente exis-
tente, bajo ambos criterios. La respuesta no es tan clara respecto del se-
gundo criterio, para los países no-desarrollados. ¿Qué hacer? Es aún una
pregunta abierta.
5 El Error Fundamentalista
Para el correcto discernimiento ético de las acciones, políticas
y sistemas económicos es especialmente desaconsejable todo tipo de
fundamentalismo: bíblico, teológico, filosófico, magisterial, cientí-
fico, ideológico o práctico. Las citas directas, sacadas de su contex-
to y aplicadas sin mediaciones a las realidades en cuestión, suelen
ser pésimas consejeras y sólo reveladoras de las opciones del que las
utiliza: "Dad al César lo que es del César", aplicada directamente a
la política fiscal; "El fin del hombre es alabar y servir a Dios", apli-
cada directamente a los programas educacionales; "La naturaleza
humana exige participación", aplicada directamente a la distribu-
ción del excedente económico; "El Papa dijo que el trabajo es para
el hombre y no el hombre para el trabajo", aplicada directamente al
proceso de automatización; "Hay desempleo cuando fijan salarios
superiores al de equilibrio", aplicada directamente al trabajador chi-
leno; "El Estado es mal administrador", aplicada directamente al
sistema financiero u hospitalario chileno ahora; o "Mi experiencia
me enseña que el trabajador chileno no quiere superarse", aplicada
directamente a la capacitación de la mano de obra, no son más que
algunos ejemplos de este desaconsejable fundamentalismo en la for-
mulación del juicio ético sobre acciones, políticas y sistemas econó-
micos.
Desgraciadamente no hay revelación para lo que hay que ha-
cer; sólo lo sabemos por su "productividad" o "contraproductivi-
dad" a la larga y en conjunto sobre el buen funcionamiento de la
economía.
6 Fe Cristiana y "Obras" Económicas
A los cristianos se nos presenta entonces la pregunta: ¿qué
contribuye la fe a las obras buenas en esta parcela del obrar humano
que es la economía? Tal vez la mejor respuesta es que la fe quita el
impedimento que a ellas se opone, pero no hacemos buenas obras
para validar nuestra fe, sino porque el otro las necesita.
A la pregunta de ¿por qué el hombre no es capaz de compor-
tarse humanamente?, el cristiano responde que "la causa de toda
conducta irresponsable, y por lo mismo inhumana, es la preocupa-
ción angustiada del hombre por sí mismo, el temor inherente a su
vulnerabilidad y debilidad". Porque en lo más profundo la fe con-
siste en la seguridad de ser amados por el Padre (y su rostro en la
historia, que son los otros, nos-otros): y esta seguridad libera al
hombre de su inseguridad, angustia existencial y falta de identidad;
y lo libera para su vuelo hacia el otro, en lo que el otro necesita.
12 Cfr., Vidal, Marciano; Moral de actitudes (Ed. P. S., Madrid, 1981) pp.
196-227.
13 Knauer, Peter; Algunas tesis básicas de teología fundamental hermenéuti-
ca. Contenido del Mensaje Cristiano. Mimeo, s/f., tesis 56.
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14 "A nadie debáis nada sino el amor mutuo" (Rom. XIII, 8).
15 La Iglesia y el Mundo de Hoy (Ed. Paulinas; Santiago de Chile, 1967), p. 8.
SISTEMAS ECONÓMICOS Y DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 189
29 Sobre estímulos internos y externos, cfr. Zañartu, M., op. cit., p. 145.
30 Montias distingue además de la privada y la pública, la propiedad colecti-
va, pero la define como semipública y da como ejemplo los "kolhoz" ru-
sos. Al analizarla, termina reconociendo que será pública o privada según
el gobierno la respete o no. Ver Montias, op. cit., pp. 131-132.
31 Sobre la "propiedad comunitaria" se puede decir que o es privada (si la
comunidad es un grupo privado voluntario) o se le puede aplicar el análi-
sis que Montias hace de la propiedad colectiva.
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39 Esta sección está basada en Ureña, op. cit., Cap. V, 2a. Parte.
40 Ureña, op. cit., cita a A. Nove, M. Ellman y J. Wilczynski.
41 La lista de autores de este tipo no es pequeña. Cfr. Ellman, M., Socialist
Planning (CUP; London, 1979).
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