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Y LA PEREZA”
de Luis Avalos
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“ENTRE LA LUJURIA Y LA PEREZA”
Luis Avalos – Buenos Aires, diciembre 2005.
Personajes:
Antonio.
Pancha, hermana de Antonio.
Enfermera.
Dr. Torres.
Escena 1
En un cuarto lleno de diarios viejos pero prolijamente apilados. Hay cajas de cartón y muchas
bolsas de supermercado anudadas llenas de no se sabe qué. En un costado una cama o
catre, con sábanas mugrientas. Un hombre adulto de edad indeterminada, tal vez no es tan
viejo pero está muy deteriorado. Con aspecto de linyera, su barba muy crecida y sucio, está
sentado en una silla vieja. Poca luz. Ambiente lúgubre. Se escucha una grabación de María
Callas.
Antonio: Cantar! Eso sí que es algo bueno. Cantar como los ángeles, como... como los
dioses. Conmover las fibras más íntimas de cada ser humano cantando. ¡Eso sí! Cantar
como la calandria! Que no sosiega... (Busca algo con la vista). ¡Pancha!, Pancha! Dónde
está el almohadón? No te escucho, estás ahí Pancha! Pero qué te parió, dónde se fue esta
mujer? Siempre igual. Parece que lo hiciera a propósito. No. No parece, lo hace a propósito.
Me saca las cosas mientras duermo para limpiar, y yo le agradezco porque es buenita la
pobre, pero después no encuentro nada. Vé, a dónde está ahora la almohada que la
necesito. Pancha! El orden está bien hasta cierto punto como todas las cosas que pasada
cierta raya ya dejan de ser virtuosas y se convierten en estorbo. Ya el padre Raúl lo decía
siempre, cómo era que decía...(acerca la radio portátil a su oreja y va moviendo el dial). Ahí!
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Qué?... Shhhh...A ver, a ver! Ja, jaja, ya te voy a creer, aumento a los... jajaja. Claro a los
más incautos los pueden engañar fácilmente porque la gente cree en lo que escucha y en lo
que lee. Ah! eso sí, si algo está escrito inmediatamente creen, “lo leí” te dicen como si ...
jajaja. Esto no se arregla más, no, no. Esto ya está muy jodido. Pobrecito, papá era
anarquista y nunca hablaba de política en casa pero yo sabía que él era ácrata. Un día me
miró y me dijo “Usté es muy inteligente, eh! No se meta en líos”. En líos... Cuando fue el
terremoto en el pueblo él organizó a todos rápidamente. La gente estaba desesperada, las
casas destruidas, pero él armó una carpa para que pudiéramos pasar la noche, entonces se
dio cuenta que no teníamos agua potable, ahí nomás, ni lento ni perezoso bajó al pozo a
buscar agua. Mamá le gritaba “No! Pero qué haces tano bruto, vení acá!” jajaja, pobre mamá
estaba aterrorizada, nunca la había visto así. Temblaba, tenía miedo que hubiera otro
temblor y cuando papá subió del pozo con el balde lleno de agua, ella se largó a llorar y lo
abrazó y no lo largaba. Pobre mamá. El mate! Pero! ya debe estar helado! (bebe mate cocido
de un jarro de metal) Bue, se deja tomar. Cómo era... la pensión de la calle Lavalle, ni bien
llegué a Buenos Aires, la primera vez, estuve un tiempo en esa pensión de la calle Lavalle, la
dueña me convidaba mate cocido, “venga don Antonio” me decía. Cómo se llamaba?...
Adela. No, Amelia, algo así. Había un patio grande en la pensión, no era tan grande pero era
largo y la gente salía de sus piezas y tomaba mate o un vermucito en la puerta ahí, o sea en
el patio, no... Sobre todo en las noches calurosas porque no teníamos ventilador en la pieza.
“Viva Perón!, Viva Perón” gritaba la pobre. Estaba reloca! Una noche llovía a cántaros y
empezó a gritar. Todo el mundo en la pensión salió de sus piezas. La pobre estaba
empapada por la lluvia y caminaba de un lado a otro y gritaba “Viva Perón!”. Entonces a mí
se me ocurrió pararla y le dije “Bueno, bueno, callase doña o la voy a tener que encerrar,
mire que soy policía!”. Jajaja, se me paró en frente, me miró fijo y me dijo “Qué policía ni
policía, usté es un cura!” jajaja. Amelia, sí era Amelia. Adela era la catequista. Los otros días,
va, hace un par de años, escuché por la radio a un fulano hablando de religión. No sabía
nada y presumía, el tipo se creía muy sabelotodo. Ignorante y presumido. Yo no sé, en que
cabeza, bueno, es que hay de todo en la viña del señor. Dios es trino, eso me lo enseñaron
ya desde chico, padre, hijo, espíritu santo, tres personas distintas y un solo dios verdadero.
Es un misterio! Como la electricidad, la energía del universo. Como la virginidad de María o
la resurrección de nuestro señor Jesucristo. Misterio... Sí, un misterio! Quién dice que no
puede haber misterios eh! Los señoritos que se pavonean cogotudos! Si cada ser humano es
un misterio por qué El creador no puede ser misterioso... misterios divinos, la divinidad
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misteriosa... (Se va quedando dormido pero se despierta de golpe). Cuando estábamos en la
acción católica, por joder no más, yo había dicho que cuando nos saludábamos teníamos
que decir “Alabado sea el Señor” y el otro tenía que contestar ”Por siempre sea alabado”
entonces para joderlo a uno de los compañeros que era un poquito bobo, yo a cada rato
decía “Alabado sea el Señor” y el se ponía serio y contestaba automáticamente “Por siempre
sea alabado!”. Y cómo nos reíamos, hasta que el cura me paró el carro y me dijo “Che, no
se rían así del muchacho”, jajaja. Era otra época, éramos más ingenuos. Más cándidos,
había pureza en los rostros. Pancha!... pero dónde se metió esta mujer! Papá también se
reía mucho de eso, a él no le gustaban los curas, estaba en contra de la Iglesia pero en el
fondo él creía en Dios. A mamá tampoco le simpatizaban mucho los curas, les tenía
desconfianza... yo era el único de la familia que, bueno, el único no, Pancha también era muy
creyente. Cuando tomamos la primera comunión, ella vestida de Santa Teresita y yo con mi
saco blanco, la corbata blanca... y zapatillas. Se ve que no había alcanzado para comprar
zapatos entonces en la foto se ve... zapatillitas humildes... se ve que estamos firmes,
parados ahí, se ve clarito en la foto el asombro frente al misterio del sacramento, el temor a
Dios en los ojos... Ay, ay, carajo, este dolor en la boca del estómago. Allá en mi pueblo las
cosas eran muy diferentes, bueno, no solamente en mi pueblo, el mundo era diferente.
Cuando éramos chicos ni luz eléctrica teníamos. Me acuerdo cuando llegó la radio, cuando
mi hermano Edmundo la pudo comprar. Escuchábamos todo el tiempo. Yo estaba siempre
escuchando. Pero también se leía en mi casa, a la noche, antes de dormir mi hermano leía
para todos. Leía Julio Verne, o Cuentos de la selva, era fabuloso! Lo estoy viendo. Todos
sentados y el leyendo. Qué porquería esto, debe ser acidez. Ya voy a estar bien... Pancha!
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Antonio: Si.... Pero no me lo des caliente como los otros día que me quemé la lengua. Qué
cosa! Parece que lo hace a propósito. Pero es buenita. Y qué compraste en la farmacia?
Pancha: Qué?
Antonio: Sorda de mierda! Va a la farmacia todo el tiempo. Qué cosa.
Pancha: Ahora va a venir la enfermera.
Antonio: La enfermera! Esa gorda... Yo no quiero ninguna enfermera, me escuchás! Basta
de enfermeras! Yo necesito abogados!! Editores! Gente inteligente, con ideas. Personas
sensibles, finas, que aprecien la estética... Eso! Vos Pancha sabés qué es la estética? Qué
mierda vas a saber! (busca en unas bolsas algo)... Fernando, o Federico, no Fernando. Era
más bajito que yo, morocho, ojos grandes. Qué tipo. No sabía nada cuando llegó a la escuela
y los demás se reían de él. Yo lo defendía. Nos hicimos amigos en seguida. No lo vi nunca
más, miento! Lo vi acá una vez, hace qué se yo cuánto, en Corrientes y Esmeralda. Yo iba
para el barrio de Constitución a un bar donde hacía una changa de lavacopas, que al final me
echaron al poco tiempo porque era más lo que rompía, bueno, y lo vi. Estaba igual. Me
reconoció inmediatamente “Antonio!” me grito, qué alegría che! Y qué haces por acá?. Y
dijimos que íbamos a juntarnos para comer y me iba a presentar a su familia, porque se
había casado. Yo después estuve un tiempo mal, sin trabajo, bueno, estuve un tiempo
guardado, por una pavada, pero fueron cuatro cinco meses. Y después qué se yo, una cosa
y otra, perdí la libreta donde anoté su dirección... en el pueblo todos se enteraron y ya se
corrió la bola y andá a saber qué dijeron. Que... cualquier cosa pueden haber dicho, que
maté a alguno, cualquier cosa. Andaba todo el gorilaje suelto y nunca me perdonaron que yo
me cambié de bando. Puta! El perdón! Y quién sino Él es capaz de perdonar?... (mira al
vacio) No te parece?... (llora) Qué tristeza. Tristeza, tristeza. Elena! Ele... La finadita Elena.
Pobrecita. Pero cuándo te fuiste? Por qué? Yo qué estaba haciendo. Ah, sí, estaba en la
peluquería, o en... sí en la peluquería y vino la vecina a avisarme, después el hospital Tornú
y los médicos, las enfermeras. No lo puedo creer. Ya pasaron... diez años! A veces me
despierto y te nombro y me doy vuelta seguro de que te voy a encontrar ahí y contento de
que te voy a encontrar y estoy por decirte algo y de pronto veo que no estás. Qué soledad. Y
después a Fernando no lo vi más y no se si no se habrá muerto también. Miento! Sí que lo vi,
claro que lo vi. Qué ironía macabra, cuando un encuentro tan esperado se transforma en
algo nefasto!... Cuántos muertos. Como esa tarde en la plaza. Yo estuve entre los muertos!!
Había cadáveres por todas partes. Yo corrí a toda velocidad y me llevaba por delante
cuerpos, y seguía, creo que corrí toda la tarde, durante horas, corría sin saber dónde iba.
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Estaba aterrado. Ya era de noche cuando caí exhausto en la vereda, no se dónde. Después
cuando me desperté estaba en la casa de una gente que me ayudó, me curaron las heridas,
me dieron de comer. Hasta me ofrecieron ropa limpia... tampoco los volví a ver. La buena
gente. Ni siquiera se cómo se llamaban. Y me gustaría saberlo. Me gustaría ir a visitarlos,
cuando esté mejor. Cuánta gente me gustaría ver cuando esté mejor, pero la mayoría están
muertos. Pancha! Estás ahí?. Esta mujer siempre se va cuando la necesito. Pancha! Qué
hora es? Anoche soñé algo raro. Ay! esta puntada acá!... Ya voy a estar bien. Las calles
estaban húmedas, las baldosas rotas, los marcos, las camisas, toda la ropa amontonada,
cuánta humedad!! Entonces me veo en la panadería, tomo un par de flautitas, las peso… Y
ahí nomás se empezó a llenar el local, como si la gente huyera despavorida al escuchar la
reflexión de la realidad…¡¡Dios mío!! Que necesitada que esta la gente… una voz que hable
claro… después entró la paraguaya de mierda!! Y ahí se armó una fiesta con toda la
negrada, meta música, como en el baile ahí donde yo era mozo. Me miraba la paraguaya, yo
la veía y ella me miraba. Me tenía ganas, porque yo nunca fui un galán pero tenía lo mío y a
ésta le gustaba, yo me di cuenta, era rápida la negrita! Y ahí me desperté. (Mira sus piernas,
una de ellas está vendada) Y esto está mejor... poco a poco. A veces duele como la mierda
pero está mejor. En unas semanas más yo creo que voy a poder trasladarme. Tengo que
recuperar el tiempo porque estoy muy atrasado con la novela. Ya tengo la idea, se me
ocurrió el otro día cuando estaba escuchando la radio y justo nombraron Achiras, ahí me
acordé del pueblito y la Diogracia. Entonces se me ocurrió. Qué increíble como a veces las
ideas se ordenan de golpe, estaba preocupado porque no podía ordenar los capítulos y no
sabía cómo resolver el final. Siempre me cuesta el final. Pero en ese momento pensé y fue
como si la claridad iluminase un rincón oscuro de mi alma. La Diogracia siempre estuvo
muerta, todo el tiempo que aparece es un fantasma y entonces simplemente se va, cuando
se da cuenta que en el pueblo ya nadie la reconoce porque se han muerto todos, los hijos de
los hijos, todos ya han muerto y aunque ella ande por las calles ya nadie la reconoce y lo que
es peor, ella ya no puede hacer más nada porque ya no hay nada que hacer. Entonces ahí
decide irse del pueblo. Eso es. El final perfecto! Pero hasta que no esté mejor no puedo
seguir escribiendo porque la columna me duele mucho si estoy asi en posición de escritura.
En fin... todo puede empeorar. Ay, ay, ay... qué mierda esta cosa otra vez. Ay Dios, esta vez
es más fuerte... Dios te salve María llena eres de gracia... Ay, ay, ay ya pasa, ya pasa... Mi
padre siempre decía que el dolor hacía más fuerte a la gente. Pasar el dolor, como en
Europa, que las pasaron todas. Ahí sí que supieron lo que era la guerra, el hambre. Que te
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pasen las bombas por al lado... La historia siempre es contada según la conveniencia del que
la cuenta. Y uno que está en el llano, como quien dice, nunca se entera de la verdad. Nunca.
Uno discute y cree que sabe de lo que habla pero no. Como ese imbécil que habla por la
radio. Si allá arriba nos escucharan las pavadas que decimos se morirían de risa. Pura
mentira. Espejitos de colores. Pancha! A veces me acuerdo del pueblo y me parece que es
un invento de mi imaginación. O como si lo hubiese visto en una película, como si no fuera
real. La última vez que fui a mi pueblito, que fuimos con Pancha, lo vi tan chiquito, parecía
una ciudad de enanos, de juguete. La casa de mis padres estaba tan deteriorada. Pancha se
quedó parada frente a la casita y parecía que se iba a desmayar, pobrecita, se quedó dura, y
de pronto empezó a llorar. Yo la miraba y me acordaba de cuando éramos chicos y
corríamos por esa misma casa. Ella ya era llorona de chiquita, siempre lloraba por nada. Yo
la asustaba “Antonio no me asustes más!” lloraba y se iba corriendo con mamá: “Mamá,
mírelo, me está haciendo asustar!”... Qué chiquita que era. Bueno, yo también era muy
menudito, flaquito, raquítico, debilucho, como una ratita. Cuando nací la partera no daba dos
pesos por mí, creo que mamá tampoco. Pero papá dijo ”Este chico va a vivir” y él mismo me
alimentaba, con un gotero me daba leche de a poquito, de a poquito. Esta mujer no me iba a
traer un té?... se debe haber ido otra vez, me cago en la mierda, parece a propósito. Pancha!
Antonio: Ahora sí. No está muy caliente, no? Porque me hace mal muy caliente, nunca pude
tomar las cosas calientes, como el mate que allá en Córdoba lo toman hirviendo, no se cómo
hacen. (Toma el té) no está mal, pero está muy dulce. Pancha! Que le pusiste un kilo de
azúcar a esto, qué cosa.
Pancha: (Enfurecida) La puta que te parió! (Sale Pancha).
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Antonio: Porque dicen que el azúcar hace mal pero peor es no tener nada para endulzar. La
finadita Elena siempre decía, “el mate dulce que para amarga está la vida”. Pobre. Está rico
el té... Fue ella la que me insistió, Elenita me dijo: escribile, vamos, total... y le escribí la carta
para pedirle trabajo. Pensé que no me iba a contestar pero al mes más o menos recibí una
carta, me citaba para una entrevista. Qué contenta se puso Elena, yo estaba nervioso pero
no lo demostraba, piolón me fui para allá y esperé mi turno. Una cucaracha! Pancha! Hay
cucarachas acá... (busca en una bolsa una pantufla vieja. Vuelve a la silla y le tira la pantufla
a la cucaracha que pasa por el zócalo). Se me escapó, carajo. Qué decís? La gorda otra
vez?... No, parece que no. Deben ser los vecinos... o en la calle. Estoy escuchando un poco
mal, pero debe ser por los medicamentos, me dan tanta cosa que al final te descompagina
todo. Es que los médicos no saben y claro como uno no es un empresario o un terrateniente,
entonces calladito la boca, a no contradecir lo que dice el señor médico, ah! Su eminencia!
como si fuera el Papa. Cuando estuve en el Hospital de Clínicas había una muchacha
jovencita recién recibida se conoce, y esa sí que era buena médica. (Se toca los genitales)
Hablaba conmigo y yo le hacía chistes y ella se reía, cómo se reía, buenita la chica. Y las
enfermeras también. Había una negrita que yo le decía, “Ahora más tarde me venís a hacer
compañía” y le guiñaba el ojo. Se reía la muchacha, pícara la negrita. Qué hora será... debe
ser como las ocho. Nueve. (mientras se sigue tocando los genitales suavemente, la luz baja
hasta quedar a oscuras) Ay, ay, ay... Otra vez... Dios te salve María...
Escena 2
(El mismo cuarto, más bolsas y más diarios apilados. Antonio enciende la luz de un velador.
Se levanta de la cama y va a la mesa).
Antonio: La inspiración llega cuando uno menos la espera, pero no hay que hacerla esperar
demasiado porque se va. Manos a la obra, a toda velocidad (busca un cuaderno y una
lapicera en una bolsa) La Diogracia, se encuentra con el jardinero y él no la ve, ella se
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pregunta cómo puede ser (tacha) no, mejor ella le pregunta al jardinero “Qué te pasa que no
me conocés, vos?” pero el hombre no contesta... (deja de escribir). Llueve. Cuando nació mi
sobrino llovía ¡ah! que manera de llover. Pancha no estaba asustada, yo sí. Ella se asusta
por pavadas pero para las cosas importantes es muy fuerte, tiene presencia de ánimo. Yo, en
cambio, qué presencia ni ocho cuarto, estaba julepiado. Elena en cambio estaba entera,
como siempre, firme al pie del cañón. Yo siempre fui más zonzo para esas cosas. (Busca la
radio, se la pone muy cerca de la oreja. Escucha. Se ríe). Qué disparate!... Hoy me desperté
sintiéndome mejor, bastante mejorado. Todo se va encarrilando y creo que pronto estaré
recuperado. No es una esperanza boba lo mío, es algo más sensato. Una percepción sutil de
los eventos que se suceden. La pierna está mejor, los dolores en la espalda algo mejor, el
problema intestinal, bueno, eso todavía no pero ya va a funcionar... en fín, los calambres no
son tan fuertes, la columna sigue mal pero si no estoy en posición de escritura se calma, la
próstata, todo. Qué dice? Qué disparate! (Apaga la radio y la mete en una bolsa). Ya no se
puede creer, no se puede escuchar más nada. Antes uno le creía a los noticieros. Ahora ni
saben hablar los periodistas. Pancha!
(Entra Pancha con un plato de sopa. Apoya el plato sobre la mesa, le coloca un babero).
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Antonio (Mirando la cuchara que le dejó Pancha): Pero no! Si sabés que esta cuchara no.
(se levanta y busca en una bolsa) Acá está mi cuchara. Pancha! Pancha!
Pancha: No grites que estoy acá. Qué querés?
Antonio: Y traeme un poco de pan!
Pancha: No podés comer pan.
Antonio: Cómo que no puedo!
Pancha: No podés!
Antonio: Así que no puedo (saca un pan del bolsillo).
Pancha: Dame ese pan! (tironean de un trozo de pan)
Antonio: No! No! (ella se lleva el pan). Pero... Qué me hacés Traidora! Está en combinación
con los médicos. Éstá se pasó al otro bando. Ya me vas a pedir algo, ya vas a venir con el
caballo cansado vos! Las cosas que hay que oir. Y las que hay que ver! Porque ahora, las
chicas ya no seducen, se terminó la seducción, muestran todo. No hay pudor, nada. Cuando
yo era secretario del intendente, estabamos armando una normativa para los quilombos del
pueblo. Bueno, decir “estábamos” es muy generoso, el señor intendente no sabía escribir,
pero yo le hacía todas las notas y escritos. El tipo tenía confianza ciega en mí. Al final no se
concretó nada pero estaba bien el proyectito. Todas las chicas limpitas, sanas, con su libreta
sanitaria, sus aportes jubilatorios, obra social para los hijos, guardería, todo.
(Sale Pancha)
Antonio: Qué cabeza dura! Parece a propósito! Irritado, irritado... Asquerosa. Lo que pasa
que quiere mirar, eso quiere, mirar! ... Hay tantas cosas que uno puede hacer de su vida y
sin embargo son tan poquitas las que se nos ocurren en el momento de decidir... tan pocas
cosas. Cuando yo tenía veinte años era inmortal. A dónde fue a parar ese muchacho? Y
Pancha, pobrecita, era bonita de chica, ella nunca lo creyó pero era preciosa, una muñeca...
pero claro si ella se veía fea de qué servía que uno le dijera que era hermosa. Después fue
creciendo y se convirtió en esta cosa que es ahora. Una pobre mujer. (Busca algo en una
bolsa)... dónde carajo?....
(Suena un teléfono. En la otra habitación Pancha atiende. Entra Pancha con el teléfono y se
lo acerca).
(Entra Pancha).
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Pancha: Como a los gitanos! Ése sí que es bravo! Con ese no se jode!
Antonio: Por eso! No, si a esto no lo paran a tiempo se viene una brava! Una catástrofe
universal de proporciones inimaginables, un desastre...
Pancha: Y el que las hace las paga... todo llega en la vida... La irresponsbilidad del hombre
no tiene límites!
Antonio: Las comunicaciones, la infraestructura energética, los más preciados avances en la
reconversión de los recursos naturales, toda la fuerza que impulsa al globo terráqueo, se va
todo a la mierda si se arma la guerra.
Pancha: Todo afectado, un desastre... otra que las inundaciones! Como un cuerpo todo
tomado por la metástasis... Lo único que a mí me preocupa son las criaturas, porque los
grandes vaya y pase, uno ya ha vivido, bien o mal, pero como uno pudo ha vivido, pero las
criaturitas inocentes. Ay Dios mío! siempre pagan las criaturas. Por qué?
Antonio: Ellos son los principales culpables!
Pancha: Las criaturas?
Antonio: Los rusos, porque no supieron mantenerse unidos como Stalin les ordenó
Pancha: Alguien debería hacer algo por las criaturas...
Antonio: Es la destrucción del hombre por el hombre. La supervivencia del más fuerte.
Pancha: Y esa gente es católica?
Antonio: No, ellos tienen otros cultos, muchas sectas...
Pancha: Son muy inteligentes los chinos! Pero están muy desunidos... Papá siempre decía
que la unión es lo que vence.
Antonio: Hace la fuerza!
Pancha: Qué?
Antonio: Que la unión hace la fuerza decía papá, porque él era ácrata!
Pancha: Verdad, no? Eso se decía... aunque yo no se... Yo no creo...
Antonio: Pobre papá, si hubiera visto todo lo que pasó en el pueblo se hubiera querido morir
Pancha: Qué desastre, no? Y para qué digo yo! Para qué?
Antonio: Es la historia de la humanidad que siempre se repite.
Pancha: Se repite... Mirá el pueblo cómo quedó, el terremoto es una pavada al lado de lo
que pasó después.
Antonio: Y no aprendemos! porque el terremoto dejó a todo el mundo sin hogar y fue una
catástrofe natural pero el hombre es el principal predador, sin ir más lejos los rusos están
ahora por bombardear a los chinos, por un poco de gas. Las fieras vienen marchando!
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Pancha: Pero no, las criaturas son las que pagan, después los mandan por la calle a pedir o
algo peor! Siempre igual... Pensar que nosotros tenemos gas de sobra! Y si vienen para acá?
Antonio: Qué pedir! estos no te piden permiso para nada, te invaden y a otra cosa! Y vos te
crees que no estarán pensando en invadir! Pero ojo, que no nos sobra nada, hay que cuidar
las reservas como decía el general
Pancha: Es que no hay que ser tan absorbente con los hijos, no hay que criarlos pollerudos!
Antonio: Sí, después se lamentan por las criaturas y mientras tanto qué pasa? Eh? Qué
pasa?
Pancha: Y qué pasa? Cómo “qué pasa”!! (se descontrola) Que todos se hacen los idiotas y
las criaturas sufren por la crueldad de los mayores, odian a los niños! Eso pasa! Yo no soy
de arrepentirme pero si de algo me arrepiento es de haber sido niña.
Antonio: Es la ley de la vida!
Pancha: Pero si nadie respeta la ley! Todo está dado vuelta! Mirá como están las cosas en el
mundo que matan a las criaturas por el gas! Para que quieren el gas si no tienen más
criaturas.
Antonio: Como dicen las sagradas escrituras, “cuando llegue el apocalipsis ya no habrá
niños”.
Pancha: Por eso nuestro señor nos creó hombre y mujer, macho y hembra! Y somos primero
niños y después jóvenes y adultos y al final viejos y ésa es la ley natural, pero no que te
maten a las criaturas como si fueran animalitos! Por Dios santo!
Antonio: La ley natural!
Pancha: Qué gran verdad! La ley natural!
Antonio: Ah, no! Pero que le vamos a hablar de ley, a los señoritos no se les puede decir
nada, porque resulta que son minorías. Minorías! Resulta que hay que hablar bien del los
maricones, que ahora les dicen “gay”, porque si no se ofenden! Mirá vos! Se ofenden!
Pancha: En el pueblo las chicas caminaban juntas tomadas del brazo pero era otra cosa, no
había lujuria en eso!
Antonio: Pero no! Pancha! No hay que decirles nada a los señores, ellos son los dueños y
señores. Están metidos en todas partes y manejan los hilos! Me entendes! Los hilos de la
política, de la economía, tienen la sartén por el mango!
Pancha: No te pongas nervioso que te sube la uretra.
Antonio: Yo lo único que digo es que me resulta repugnante y que es anti natural.
Pancha: No te pongas nervioso!
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Antonio: Dos hombres envejeciendo juntos! Dos viejos haciéndose mimitos! Qué asco! Es
anti natural! (Busca algo en una bolsa).
(Se oye un timbre. Sale Pancha. Entra a la habitación la enfermera. Es la misma actriz que
encarna a Pancha).
Enfermera: Buenas...
Antonio (Sorprendido): Ah! Es usted...
Enfermera: Cómo anda?
Antonio: Y acá estoy. Como pan que no se vende y harina que no se amasa.
Enfermera: A ver a ver. Bueno. Puede pararse.
Antonio: No. Mejor en la cama.
(La mujer lo ayuda a ir hasta la cama. Antonio se pone de costado. Ella le baja el pantalón).
Antonio (Arrastrándose vuelve a la silla, mientras tanto sigue hablando): Fernando! Cuando
nos volvimos a encontrar, me llevó a su casa para presentarme a la señora y los chicos. Nos
tomamos el tren en Constitución hasta cerca de Ezeiza, por allá en el... como cuando fuimos
a recibir al general. Y la señora era una morocha muy amable, atenta. La casita humilde pero
prolija, tenía su bañito limpito, la cocinita y por suerte no tenían perros porque siempre me
desagradaron mucho los perros. Sobre todo esos chiquitos que parecen ratas, pero en fin, no
tenían, pobre gente seguro que no les alcanzaba para alimentar a un perro. Pero tenían a los
chicos, dos hijos tenían. Los chicos pobrecitos no eran muy normales, se notaba. Parece que
la nena más chica se había enredado en el cordón al nacer y quedó medio estúpida y al otro,
el varoncito no se que le pasó pero no era muy lúcido que digamos. Se conoce que era gente
un poco desafortunada en la repartija de genes. Pero eran amables. Y ahí me atendieron
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como un rey, me dieron comida que hay que decir que la muchacha cocinaba bastante bien.
Y... las cosas de la mente no? Las cosas que uno se acuerda, detalles, ella tenía un vestido
rojo y un bretel se le caía a cada rato y se le veía el corpiño negro. Ella se ponía incómoda,
se debía sentir desprolija delante de la visita. Se acomodaba el bretel con un movimiento
espasmódico, como queriendo disimular. Yo la miraba pero con disimulo. Entonces comimos
y tomamos un vermut y unas papas fritas de paquete. Simpáticos los dos, Fernando y ella.
No era una conversación muy interesante pero se podía hablar un poco para pasar el rato.
Después me insistieron para que me quedara a dormir. Hacía mucho frío y no era una época
como para andar en la calle de noche, andaban dando vueltas por ahí los muchachos, así
que me quedé. Pero yo le vi la cara a la muchacha, le adiviné la segunda intención. Pícara,
se hacía la tontita, como una nenita, pero quería joda. Y me quedé esa noche y después otra
noche más y así creo que me quedé como un mes en la casa. Los chiquitos eran buenitos,
pícaros, sobre todo la tontita era simpática pobrecita. Como se llamaba esta chica? la mujer
de Fernando era un nombre italiano... pero ya no podía disimular que estaba inquieta, ya no
se aguantaba, me buscaba. Al principio era más sutil pero después ya era una hembra en
celo. Quería, joda. Pobrecito Fernando! cuando se enteró, pobre, estaba destruido, parecía
otra persona, yo no sé, cómo cambió. El día y la noche. Tan amigos que éramos y después...
no me quiso hablar más, se lo tomó muy a pecho! Pero ella era la buscona. Así que para
aquietar los ánimos me volví a la pensión de la calle Lavalle...
(Entra el Doctor Torres. Es la misma actriz que encarna a Pancha, vestida de médico)
(La actriz que ha encarnado a Pancha, la enfermera y al Dr. Torres, acomoda la ropa en una
mochila o bolso sale del escenario. Se va de la sala).
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Antonio (canta): “Malena canta el tango, como ninguna…” (Abraza una bolsa mientras busca
algo en ella). Todos nos equivocamos, pero uno no se convierte en un ser despreciable por
sus errores. Oprobio! Ellos se sienten con derecho a juzgar, solamente nuestro señor puede
juzgar! Pero ellos son los dueños de la vida y la muerte! No! Querés que firme? Minga que te
voy a firmar! Hijo de puta! Al pobre Edmundo le hicieron algo, no puede ser que un hombre
joven que está fuerte de un día para el otro se empiece a sentir mal. Como a Evita que
seguramente le inyectaron algo. Hay que andar con cuidado por las calles por todas partes
con cuidado no se sabe quien es el vecino y mejor que no se sepa porque después te
denuncian como el vecino de Fernando! Otro hijo de puta ese... y todos se creen con
derecho a opinar. Es el mal nuestro ese…
Ya vienen! Están aquí!.... Todos opinan y nadie sabe nada pero todos están ahí para ver lo
que pasa en la casa del otro y la propia casa! Eh! La propia casa! Pobrecita Elenita, cuando
salí lo primero que veo es a ella que venía corriendo, corriendo y me abrazó. Siempre ahí,
siempre esperándome, atenta, cómo corría, yo tenía miedo que se cayera. Esperá, esperá,
no te vayas a caer. Y se me colgó del cuello... las que habrá tenido que pasar en esos años...
Pancha! Dónde te fuiste mujer? Ella también las pasó feas con todo lo que tuvo que
aguantar, ella sabe lo que es el sufrimiento, pobrecita...
(Canta)
“…cuando todas las puertas están cerradas y ladran los fantasmas de la canción. Malena
canta el tango…” .
Hijos de puta! Cómo se puede hacer eso a una mujer indefensa! Cobardes! Cobardes! Pero
no se les puede decir nada, no! Ahora resulta de Hitler es el mayor genocida de la historia, y
los españoles en América, y los Turcos contra los armenios y la conquista del oeste y la del
desierto! Por favor! Seis millones. Siete millones, cien millones. Millonarios! Por favor! Era
chiquita, muy chiquita, Pobrecita, era tan buenita!... Sabía poco y nada ella.
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(Se oyen gritos y diferentes ruidos a lo lejos).
Nadie! Nadie sabía porque todo, todo, yo tenía todo calculado. Las cosas en su lugar (busca
bolsas). Se hacía la tontita para pasarla bien. Calculado! Ya está. Cada uno hace lo que
puede! No es fácil! Hasta hacer un huevo frito es difícil. Hay que planear todo con calma pero
sin perder el tiempo porque en cualquier momento patean la puerta, los techos, se meten por
las rejillas, no se puede contener el vendaval. La noche! porque se esconden en la noche
aunque también de día... Borges me dijo que me cuidara. También el padre Raúl, “Vos
Antonio tenés que cuidarte mucho porque serás el primero”, así me dijo y él era un hombre
sabio! “A vos Antonio, a vos”. Y tenía razón, un sabio. Las puertas cerradas! Panchita… No
hay derecho. Por qué una vida tan desgraciada. (busca desesperado algo en las bolsas) Y
Elenita, una santa, porque los únicos privilegiados son los niños! y al final qué, otra vida de
sufrimientos. Pobrecitas. Alguien tenía que hacer algo. Una mano lava la otra... cuando salí
de Devoto, me estaba esperando Elenita ahí, qué hermoso!... corría y yo tenía miedo que se
cayera y se desnucara. Ella me miraba como cuando yo le leía lo que había escrito. Yo no sé
que pensaba pero me miraba como nadie me miró. Me escuchaba, no sé si entendía lo que
le estaba leyendo pero ella siempre me pedía que le leyera. Estaba, orgullosa de mí...
Pancha! Donde estás! El té se enfría m’hija! (busca en sus bolsillo y saca trozos de pan duro)
Querés pan? Un poco de pan? Un pedacito de pan... como en la calle... Pobrecita, con esa
cruz tan pesada que tuvo que cargar. Las cosas en su lugar. Elenita. Fernando, la
paraguaya, Malvina, cómo cantaba, cantame un tango Malvinita... La pierna está mejorando
pero la acidez me mata. La próstata, la columna, todo en su lugar. Debe ser la inyección de
esa enfermera que yo ya sé quien la manda a esa.
Le vi la cara y la reconocí pero me hice el pavo porque a veces es mejor... nadie me miró.
Era chiquita pobrecita. Elenita! Elena! Dónde estás? Ya vas a venir, no? Traeme una sopa,
algo, y el pan. No te olvides del pancito para mojar en la sopa... No puede haber tanta
injusticia en el mundo, en un lugar hermoso, tanta maldad.
(Canta)
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“…cuando todas las puertas están cerradas y ladran los fantasmas de la canción. Malena…”
.
El reino de Dios Malena, tiene que florecer en el huerto de los mortales. Pero los hombres
son malvados y no se puede aguantar tanto.
Tanto, tanto...
Yo tenía que devolverles algo de todo lo que me dieron, algún agradecimiento, Pancha!
Elena! alguien que gritara sus nombres, sus nombres! No vale nada un nombre? Vos me
entendés Elenita, quizás la única que entiende.
Sacarles de encima semejante yugo a los seres queridos Pancha! Elena! Alguien tenía que
hacerlo.
Dónde estás!
Me hundo!
Con mis dientes, con mis dedos, con mi carne, con mi semen, mi sangre, YO!!!
(Se escucha cumbia villera cada vez a mayor volumen. Antonio baila frenéticamente).
Todos a bailar!!!
Todos a bailar!!!
Todos a bailar!!!
Todos a bailar!!!
Todos a gozar!!!
Todos a bailar!!!
(Apagón).
Final.
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