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Esta transformación de ácidos grasos en cuerpos cetónicos se da debido a que cuando los ácidos
grasos ingresan a la célula se realiza su metabolismo y se transforman en acetil – CoA, pero
sucede que el acetil – CoA no puede ser usado en el ciclo de Krebs para la producción de energía
ya que existe una deficiencia de oxalacetato debido a que la glucosa no puede ser transportada
dentro de la célula y no se puede descomponer en piruvato que a su vez forma el oxalacetato. Al
no ser utilizado el acetil – CoA en el ciclo de Krebs, su utilización se desvía a la generación de
cuerpos cetónicos en las mitocondrias de los hepatocitos.
El proceso de cetogénesis es estimulado por el incremento en los niveles de glucagón. Y esta
cetogénesis da origen a los ácidos acetoacético, b-hidroxibutírico y a la acetona.
Los cuerpos cetónicos producidos presentan una baja utilización periférica a causa de las
hormonas, lo que mantiene y eleva el nivel circulante.
¿Por qué la acidosis produce un efecto inotrópico negativo sobre el músculo cardíaco?
Comienza con una insulino-resistencia que hace que se aumente la producción de insulina por
parte de las células betas del páncreas pero paulatinamente con el tiempo estas se atrofian y
pierden su capacidad de producción de insulina.
Su herencia es poligénica, es decir que requiere de varias anomalías genéticas para que aparezca
Una gran proporción de los pacientes diabéticos son obesos (80%) y aunque este es un factor de
riesgo, la DM2 puede ser diagnosticada también en sujetos no obesos, especialmente ancianos.
Cabe resaltar que como el defecto fundamental de la DM2 es la insulino-resistencia, los niveles
plasmáticos de esta hormona pueden ser normales e incluso elevados por lo que el riesgo de
cetonemia y cetoacidosis es bajo, ya que no se acompaña de lipólisis exagerada.
La presentación clínica de la DM2 puede ser muy diversa. Podemos diagnosticar una DM2 en una
analítica de rutina o de tamizaje de la enfermedad. Puede presentarse con la sintomatología típica
de la hiperglucemia sostenida. La sintomatología se presentará cuando las concentraciones de
glucosa en sangre sean persistentemente ≥ 180 mg/dL, con la que se vencerá el umbral renal para
la reabsorción de la glucosa por el riñón y aparecerá glucosuria, poliuria, sed, polidipsia, polifagia,
etc. Pero, desafortunadamente; en una gran parte de los casos (hasta el 50%) el diagnóstico ha
pasado desapercibido durante años ante la ausencia de sintomatología acompañante (personas
con diabetes con glucemias ≥ 126 mg/dL pero < 180 mg/dL) y ante su insidiosa evolución, y en el
momento de reconocer por primera vez la enfermedad son ya evidentes las lesiones propias de
algunas complicaciones crónicas de la DM2.
Los signos y síntomas predominan en la esfera neurológica, desde una leve desorientación
témporo-espacial consistente en el abandono de la rutina habitual hasta la instalación progresiva
de estupor y coma si no media la terapéutica correspondiente, esto va pasando por convulsiones
focalizadas o generalizadas y hemiplejía transitoria.
Varias teorías tratan de explicar la ausencia de cetosis. Se han propuesto que la cantidad de
insulina presente en el EHNC es suficiente para inhibir la lipólisis pero no para permitir el ingreso
de glucosa a los tejidos insulinodependientes. También se ha sugerido que la hiperosmolaridad
suprime la lipólisis. Si bien las hormonas contrarreguladoras están aumentadas en ambos estados,
su papel aquí sería más preponderante debido a que la presencia de insulina a nivel portal no
estaría tan descendida como en la CAD. La explicación más plausible es la persistencia de niveles
significativos de insulina que a nivel hepático son suficientes para inhibir la cetogénesis, pero no
para mantener la utilización periférica de la glucosa.
¿Deterioro brusco de la función renal con elevación de la creatinina y urea por cuadros de
hipotensión, hipovolemia y disminución del flujo plasmático renal eficaz?