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República de Colombia

Corte Suprema de Justicia

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


SALA DE CASACIÓN LABORAL

JORGE LUIS QUIROZ ALEMÁN


Magistrado ponente

SL13256-2016
Radicación n.º 65944
Acta 28

Bogotá, D. C., tres (3) de agosto de dos mil dieciséis


(2016).

A continuación decide la Corte el recurso de anulación


interpuesto por la UNIVERSIDAD PONTIFICIA
BOLIVARIANA, en contra del laudo arbitral proferido el 14
de marzo de 2014 por el Tribunal de Arbitramento, con
ocasión al conflicto colectivo de trabajo suscitado por el
SINDICATO DE TRABAJADORES DE LA UNIVERSIDAD
PONTIFICIA BOLIVARIANA –SINTRAUPB - a la recurrente.

Manifiesta la Corte que no acepta el impedimento


expresado por el Magistrado Dr. Jorge Mauricio Burgos
Ruiz con base en el numeral 10 del artículo 150 del CPC.

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Radicación n.° 65944

I. ANTECEDENTES

Luego de agotada la etapa de arreglo directo, sin que


hubiesen las partes llegado a algún acuerdo acerca del
contenido del pliego de peticiones que presentó la citada
organización sindical a la Universidad, el Ministerio del
Trabajo, a solicitud del promotor del conflicto, mediante las
Resoluciones 00000845 del 1º de abril de 2013, 00002154
del 25 de junio de 2013, y 00003962 del 24 de octubre de
2013, ordenó la constitución e integró un tribunal de
arbitramento obligatorio, para que estudie y decida el
conflicto colectivo económico de trabajo existente entre las
partes mencionadas, el cual se instaló y sesionó en debida
forma.

II. LAUDO ARBITRAL

En la sesión del 14 de marzo de 2014, el Tribunal de


Arbitramento profirió el laudo arbitral, que en lo que
interesa al recurso dispuso lo siguiente:

Parqueadero gratuito: La Universidad concederá 20


exenciones de pago diarias para carros y 20 exenciones de pago
diarias para motos, siempre y cuando exista disponibilidad de
parqueaderos, sin que ello signifique destinación exclusiva de
áreas para los beneficiarios o privilegio alguno sobre los espacios
destinados a parqueo ni sobre los demás usuarios del
parqueadero. Las exenciones se darán a los beneficiarios de la
lista de 20 usuarios (para cada tipo de vehículo) que
semestralmente entregue el sindicato a la Universidad.

Derecho de grado: Los trabajadores beneficiarios del presente


Laudo sólo deben asumir el valor del cincuenta por ciento (50%)
de los derechos de grado.

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Radicación n.° 65944

Acerca del primer punto, expresó el laudo que la


decisión se tomó teniendo en cuenta un informe solicitado y
rendido por la universidad, en el cual « se aprecia que la
capacidad ociosa para carros es del 30% y para motos del 40% ».

Respecto del segundo punto, consideró que por los derechos


de grado «no se genera un gasto adicional para la
universidad».

III. RECURSO DE ANULACIÓN

Inconforme con la decisión arbitral, la empleadora


interpuso recurso de anulación, con el propósito de que se
anulen las disposiciones del laudo referidas exclusivamente
al «Parqueadero gratuito» y a los «Derechos de grado», por cuanto
en la consagración de ambos beneficios el Tribunal de
Arbitramento actuó, 1) con falta de competencia o
extralimitación de facultades, y 2) crearon dos beneficios
manifiestamente inequitativos frente a la comunidad
laboral, y de los usuarios del servicio de parqueadero y de
los derechos de grado.

Como consideraciones generales aplicables a los dos


puntos cuestionados, y con base en los artículos 58, 67, 68
y 69 de la Constitución Política, concluyó que los derechos
académicos deben ser asumidos por quienes puedan
sufragarlos, es decir que todo el que tenga capacidad de
pago debe contribuir con el costo de estos derechos, pues la
exoneración de los mismos depende de un criterio
económico y social que no incluye a quienes tengan la
forma de cubrirlos. Informó que por ser una entidad privada

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de derecho eclesiástico y civil, sin ánimo de lucro, aun


cuando prestan el servicio público de educación, no son
financiados por el Estado sino con recursos provenientes de
la prestación del servicio de educación, de investigación y
transferencias de conocimientos, y por la venta de bienes,
servicio financieros y otros, con la pretensión de que cada
servicio sea auto sostenible; afirmó que las universidades
cuentan con suficiente autonomía para ofrecer el servicio
público de educación y la misma solo puede ser vulnerada
por intereses superiores a dicha autonomía, que no son
propiamente los derechos sindicales y, así mismo, que
tienen facultades para determinar sus propias directivas,
dentro del marco de la Constitución y la ley, e igualmente
tiene derecho a la propiedad privada.

Añadió la inexistencia de un nexo causal entre el


contrato de trabajo y los dos puntos objeto del recurso de
anulación, dado que las cláusulas cuestionadas del laudo
no tienen ninguna relación con las condiciones que regirán
los contratos de trabajo durante la vigencia de laudo,

Por ende, un tribunal de arbitramento no está facultado para


disponer de activos de un ente privado para afectarlos con
disposiciones a favor de unas personas en especial. Ni siquiera
en la significación de la función social de la propiedad, hay
razones para limitar el goce, uso, o administración del objeto
social del empleador. Si el objeto social del empleador es prestar
el servicio público de educación, su autonomía universitaria y
como sujeto de derechos constitucionales, le debe permitir
administrar su objeto social con toda independencia sin otro
límite que el interés general o el beneficio de personas en
especial de desprotección.

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Específicamente respecto de cada cláusula


cuestionada, se expresó de la siguiente manera:

En relación con el «Parqueadero gratuito», insistió en que


el Tribunal de Arbitramento carecía de competencia para
establecerlo como un beneficio laboral, teniendo en cuenta
que los usuarios del servicio de parqueadero son los
estudiantes, empleados, visitantes y contratistas de la
universidad, así como los estudiantes de otros centros
educativos, y los vecinos o usuarios de servicios cercanos a
ella como de centros comerciales, de entidades financieras y
comerciales, y residenciales. Expresó que montaron el
servicio de parqueadero por razones de competitividad y
atención al usuario, y para atender el requerimiento que
hicieron las autoridades de planeación municipal ante la
construcción del edificio de postgrado.

Indicó que con esta decisión, se le afectó el uso y el


goce del derecho a la propiedad privada, al obligarla a
admitir el ingreso y el uso de sus áreas, y en condiciones
privilegiadas, a un grupo de usuarios por el solo hecho de
ser favorecidos de una convención colectiva de trabajo; que
se otorgó un beneficio a usuarios que no requieren un
tratamiento especial por sus condiciones de salud,
seguridad, edad, debilidad manifiesta o protección laboral
reforzada; que también se estableció una prestación para
que la organización sindical dispusiera del uso de parqueo
con absoluta libertad de designar los usuarios que podrían
utilizarlos, y sin restricción económica alguna, con el riesgo
de que la exploten comercialmente durante la vigencia del

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laudo, lo que iría en contravía de lo establecido en el


artículo 458 del CST; que con lo otorgado se creó un
desequilibrio financiero para el auto sostenimiento del
servicio de parqueadero, con la posibilidad de ser extendido
a un mayor número de afiliados al sindicato, ya que la
exención del costo se le otorgó al 10% de los sindicalizados,
por lo que si crece este número, dejaría abierta la
posibilidad para un mayor número de exenciones; y por
ultimo le limita la posibilidad de que un tercero explote el
servicio de parqueadero a través de alianzas, outsourcing o
tercerización, o cualquier otra posibilidad legal.

Igualmente señaló que la norma del laudo es


manifiestamente inequitativa, en tanto es un privilegio que
atenta contra la equidad en las relaciones laborales, ya que
el grupo de usuarios beneficiarios no contribuiría con el
sostenimiento de un bien privado pensado para el servicio
comunitario; originó un desequilibrio financiero « ante
acciones legales que inspiradas en principios de equidad pretendan

beneficiarse de ese privilegio»; los beneficiarios de la exención no

tienen una condición social o de salud que le justifique la


citada prestación; y creó una prebenda extralegal en
momentos en los que las universidades privadas atraviesan
por profundas dificultades financieras y legales para
permanecer o competir con el servicio educativo que
brindan las universidades estatales o públicas.

En cuanto a la norma del laudo sobre exención parcial


de los «Derechos de grado», igualmente señaló que los árbitros
actuaron sin tener competencia para ello, ya que se

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abstuvieron de considerar que los derechos académicos,


dentro de los cuales se encuentran los derechos de grado
deben ser financiados por todos, salvo excepciones de
carácter económico para quienes no puedan hacerlo;
además, con dicha regla, el Tribunal desconoció la
autonomía universitaria, lo cual le permite a la universidad
un suficiente espacio jurídico para desarrollar el servicio
público educativo.

IV. OPOSICIÓN

La organización sindical, a través de su representante


legal, formuló escrito de oposición indicando que los
árbitros sí tenían competencia para fallar en los temas de
parqueadero y el descuento en los valores de derechos de
grado, por cuanto estos puntos son estrictamente de
carácter económico y precisamente hacen parte de un
conflicto de interés.

Acerca de los parqueaderos explicó que la decisión


arbitral no constituye un privilegio ni mucho menos
discriminación en favor de sus trabajadores afiliados, en
tanto que las directivas de la Universidad hacen uso de
ellos sin costo ni restricción alguna; el cupo de
parqueaderos que les fue asignado, de alguna forma
compensa el transporte que otrora le suministraba la
Universidad, el que fue suspendido unilateralmente; que
dichas áreas solo podrían ser usadas por los afiliados al
Sindicato, como únicos beneficiarios del laudo arbitral; y

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que la asignación no desequilibra las finanzas del ente


universitario.

En relación con la exoneración parcial de los derechos


de grado en favor de los hijos de sus trabajadores afiliados,
insistió en que el Tribunal tenía plena competencia para su
establecimiento, en tanto se trata de un aspecto netamente
económico, que en cierta medida alivia el bolsillo de los
beneficiarios del laudo, el cual no es de carácter
permanente, por lo que no se puede aducir desequilibrio
económico.

Remató manifestando que:


[…] lo que solicita la Universidad en su anulación fueron
derechos que en el momento de la contratación laboral les fueron
otorgados a sus trabajadores y fueron suspendidos
temporalmente según la institución universitaria por graves
situaciones económicas del año 2000 donde mocharon de tajo la
serie de derechos que prometieron que superada la crisis
volverían a su normalidad, situación que por medio de la
negociación directa lo hemos tratado y dan fe de eso nuestros
pliegos de peticiones que cada que se presenta tratan de
revindicar derechos vulnerados, nunca solicitudes de
prestaciones inventadas o nueva.

De hecho antes del año 2000 no se nos cobraba el parqueadero a


ninguno de los 1000 empleados que laborábamos en el momento
en la UPB, igualmente no se les cobraba a los beneficiarios de
beca los derechos de grado, y a la fecha los beneficiarios del
auxilio de estudio cumplen con el promedio requisitos de
cualquier estudiante matriculado, 3,00.

Si la Honorable Corte pudiere hacer algo por anular (sic) este


punto, los trabajadores se lo sabríamos agradecer.

V. CONSIDERACIONES

Se abstiene la Corte de tener en cuenta la réplica


formulada por la organización sindical, por cuanto la

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misma fue suscrita por el presidente y representante legal


de la organización sindical, sin acreditar su calidad de
abogado, lo que constituye un requisito para actuar en los
procesos judiciales. En efecto, conforme al artículo 33 del
CPT y de la SS, para litigar en causa propia o ajena se
requiere ser abogado inscrito, lo que es coadyuvado por los
artículos 25 y 26 del Decreto 196 de 1971, al expresar que
nadie podrá litigar en causa propia o ajena si no es abogado
inscrito, sin que exista excepción alguna para el trámite del
recurso de anulación, pues estas se restringen a los juicios
de única instancia y para las audiencias de conciliación.

En un caso similar, se pronunció la sentencia CSJ SL,


24 abr. 2012, rad. 54003, así: « De otro lado, tocante al memorial
dirigido a esta Sala por la señora presidente de la organización
sindical (fls. 5, 6 cdno Corte), al mismo no es posible considerarlo, dado
que aquélla no acredita su calidad de abogado, representante judicial
de la agremiación, lo cual sería lo que la habilitaría para pedir el

rechazo del recurso».

De acuerdo con el anterior criterio, acomete la Sala el


estudio de las inconformidades planteadas por el recurrente
en anulación, para lo cual se refiere la Corte a cada uno de
los puntos en donde manifestó discrepancia.

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1. Acerca de la cláusula sobre «Parqueadero gratuito».

Este beneficio no existía en la convención colectiva de


trabajo suscrita entre las mismas partes con vigencia desde
el 14 de diciembre de 2010, por dos años.

La organización sindical, en el pliego de peticiones que


presentó a la Universidad, en el artículo sexto, solicitó
«PARQUEADERO GRATUITO PARA TRABAJADORES. La UPB eximirá
del pago del tiquete de parqueaderos a todos los beneficiarios de esta
convención que ingresen con vehículos a los parqueaderos de la

institución».

De las actas de instalación y de terminación de la


etapa de arreglo directo suscritas por las partes en conflicto
colectivo, no se desprenden las razones que tuvieron cada
una de ellas para abstenerse de llegar a un acuerdo sobre
este punto.

Sin embargo, en la sustentación que hizo la


organización sindical ante el Tribunal de Arbitramento
acerca de la misma cláusula, se expresó de la siguiente
manera:
Del número total de afiliados a la organización sindical, solo
tienen vehículo 49 y moto 43.

Es igualmente un rubro impuesto a los trabajadores que no


estaba manifiesto en los contratos de trabajo suscriptos (sic).

Prestación que se le ofrecía al empleado al vincularse a la


institución.

Esta prestación no incidirá económicamente a la Universidad, ya


que los espacios los tiene la institución y no acarrearía gastos
para la Universidad.

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En aras de la equidad solicitamos el mismo tratamiento que se


les da algunos empleados administrativos de la Universidad al
no cobrárseles este rubro.

En el año 2013 el costo del parqueadero tuvo un incremento del


25% frente al incremento salarial que fue del 3%, paso (sic) de
2.000 a 2.500 pesos por cada que se ingresa y si el empleado
sale a la hora del almuerzo esto representa en total 5.000. Pesos
(sic) diarios.

La Universidad al suspender el servicio de transporte gratuito a


sus empleados incentivó la compra de vehículos (motos) para que
los empleados se transportaran.

Por su lado, y sobre el punto, la Universidad explicó al


Tribunal de Arbitramento acerca de la imposibilidad
económica y administrativa de ampliar o crear nuevos
beneficios extralegales por justos que parecieran ser,
recordando la situación que vivieron en el año 2000 cuando
se vio en la necesidad de recortar beneficios extralegales
para poder subsistir en el mundo académico y cumplir con
el propósito misional. Añadió que no podía acceder a la
petición sindical mencionada y agregó:
[…] debido a que la financiación de la obra del edificio de
parqueaderos está estrictamente vinculada al cobro de las
tarifas establecidas actualmente. Adicionalmente se explicó que
la existencia del edificio del parqueadero se debió a una
exigencia de las autoridades de planeación municipal de
Medellín con motivo de la construcción del edificio de postgrados
dentro del plan de infraestructura física de la Universidad.
Pensar en tarifa especial para los afiliados a la organización
obliga a extenderlo al resto de la comunidad con lo que se
desequilibra el plan financiero de la Universidad arriesgando el
pago de la deuda que vence en el año 2023. »

Teniendo en cuenta lo anterior, el Tribunal de


Arbitramento, sobre el punto, y tal como se anunció en los
antecedentes, decidió:
La Universidad concederá 20 exenciones de pago diarias para
carros y 20 exenciones de pago diarias para motos, siempre y

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cuando exista disponibilidad de parqueaderos, sin que ello


signifique destinación exclusiva de áreas para los beneficiarios o
privilegio alguno sobre los espacios destinados a parqueo ni
sobre los demás usuarios del parqueadero. Las exenciones se
darán a los beneficiarios de la lista de 20 usuarios (para cada
tipo de vehículo) que semestralmente entregue el sindicato a la
Universidad.

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Manifestó la parte recurrente que el Tribunal de


Arbitramento no tenía competencia para decidir sobre este
punto del pliego, y que la cláusula en mención le afectó el
uso y goce de su derecho a la propiedad privada sobre el
parqueadero, limitándoselo en favor de un grupo de
trabajadores, y a título gratuito, y sin que tengan unas
condiciones especiales, relacionadas con su salud,
seguridad, edad, debilidad manifiesta, protección laboral
reforzada, que ameriten su protección. Además que la
misma es inequitativa frente a los demás miembros de la
comunidad laboral y de los usuarios del servicio de
parqueo.

Pues bien, con base en los artículos 458 del CST y 143
del CPT y de la SS, la competencia de la Corte dentro del
recurso de anulación en contra de laudos arbitrales
proferidos por tribunales de arbitramento que resuelven
conflictos colectivos de interés o económicos, se limita a
verificar la regularidad del laudo, y a otorgarle fuerza de
sentencia, en los eventos en que el tribunal no hubiere
extralimitado el objeto por el cual se convocó, o anularlo en
caso contrario, es decir, cuando no se circunscribe a los
puntos que quedaron por fuera de los acuerdos logrados
por las partes en la etapa de arreglo directo, o afecte los
derechos o facultades de las partes reconocidas por la
Constitución Política, por las leyes o por las normas
convencionales vigentes, y excepcionalmente cuando la
disposición del laudo sean manifiestamente inequitativa.

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En el caso que ocupa, la atención de la Sala, la


disposición sobre «Parqueadero gratuito» si bien fue solicitada
en el pliego de peticiones, sobre la misma no hubo acuerdo,
por lo que desde este punto de vista el Tribunal de
Arbitramento sí tenía competencia para estudiarlo y
decidirlo.

Acerca de que la cláusula afectó el uso y goce del


derecho a la propiedad privada del centro universitario en lo
referente a las áreas de parqueo, no lo observa así la Corte
en tanto que la decisión arbitral, para su ejercicio, la hizo
depender de una condición, esto es de un acontecimiento
futuro, de naturaleza positiva y suspensiva, « siempre y cuando
exista disponibilidad de parqueaderos»; además aclara la
disposición que la asignación de los cupos no significa
«destinación exclusiva de áreas para los beneficiarios o privilegio
alguno sobre los espacios destinados a parqueo ni sobre los demás

usuarios del parqueadero», de manera que en el presente caso,

no tiene razón el recurrente en cuanto a que con la


mencionada disposición se le haya afectado el uso y goce de
su propiedad.

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No obstante lo anterior, la estipulación del laudo


arbitral es eminentemente inequitativa, pues si bien puede
favorecer hasta 40 afiliados al Sindicato, le resta a la
Universidad la posibilidad de obtener prontamente un
punto de equilibrio en el servicio de aparcamiento, es decir,
que el nivel de ingresos sea suficiente para lograr cubrir la
totalidad de los costos y gastos en que incurre por dicha
prestación. En efecto, se extrae de la certificación del 5 de
marzo de 2014, emitida por la Dirección Administrativa de
la citada Universidad (folio 295), que ésta, en el año 2012
adquirió un crédito por valor de $23.500’000.000 para la
construcción del edificio de parqueaderos, el cual debería
pagarse con el producto del recaudo de las tarifas de
aparcamiento; igualmente se desprende del mismo
certificado que los ingresos por este concepto para el año
2013 fueron deficitarios en un 99,21%, es decir, solo
alcanzaron con ellos a cubrir del edificio, el impuesto
predial, de industria y comercio, de avisos y tableros, los
gastos de vigilancia, el servicio de energía eléctrica, los
gastos de personal administrativo, de control de acceso, y el
porcentaje de administración, que representaron el 61,26%,
en tanto que el solo servicio a la deuda equivalía al 137,97%
de la totalidad de los ingresos por aparcamiento.

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Se añade en la misma certificación que para el mismo


año 2013 el uso de la disponibilidad de parqueaderos era de
únicamente el 70% para las celdas de carros y del 60% para
las de motocicletas, o con otras palabras, había una
disponibilidad ociosa del 30% para carros y del 40% para
motocicletas. Sin embargo, esta circunstancia, antes que
verse como una posibilidad que favorece la decisión arbitral
de otorgar unos cupos de aparcamiento a la organización
sindical, realmente no ayuda a disminuir el déficit
económico descrito anteriormente por la falta de ingreso por
esas celdas, y con mayor razón si se entregan dichos
espacios al sindicado.

El anterior panorama financiero del servicio de


aparcamiento en las instalaciones del centro universitario,
indica que para el momento en que se presentó el pliego de
peticiones, y se adelantó la etapa de arreglo directo,
sencillamente era muy deficitario, de manera que la
asignación de 40 celdas, 20 para carros y 20 para motos,
exceptuadas de pago, antes que hacer menguar la
situación, la incrementa, y por ende, se insiste, convierte en
inequitativa la respectiva norma del laudo en tanto favorece
a los afiliados a la organización sindical en detrimento de
las obligaciones que tiene a su cargo la Universidad por el
concepto de parqueadero.

Lo anterior es suficiente para declarar la anulación de


la cláusula del laudo arbitral en mención.

2. Derechos de grado

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Este beneficio tampoco existía en la convención


colectiva de trabajo suscrita entre las mismas partes con
vigencia desde el 14 de diciembre de 2010, por dos años.

La organización sindical, en el pliego de peticiones que


presentó a la Universidad, en el artículo diecisiete, solicitó
«Derechos de grado. La Universidad eximirá del pago por derechos de
grado a los trabajadores beneficiarios de esta convención y a sus

beneficiarios».

Tampoco de las actas de instalación y de terminación


de la etapa de arreglo directo suscritas por las partes en
conflicto colectivo, se desprenden las razones que tuvieron
cada una de ellas para abstenerse de llegar a un acuerdo
sobre este punto.

Sin embargo, en la sustentación que hizo la


organización sindical ante el Tribunal de Arbitramento
acerca de la misma cláusula, se expresó de la siguiente
manera:
Pretendemos con esta solicitud que el pago de este rubro lo cubra
la institución, ya que es un rubro demasiado alto (635.000$) (sic)
más de un salario mensual de un trabajador de servicios
generales, y al hacer análisis detallado del número de afiliados a
la organización sindical solo se verían beneficiados al año un
promedio de 2 afiliados por tanto es muy reducido el número de
derechos que tendría que dejar de cobrar la institución.

Valor de la prestación: A LA (SIC) INSTITUCIÓN no tiene que


hacer ningún gasto para otorgar dicho beneficio”

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Por su lado, y sobre el punto, la Universidad explicó al


Tribunal de Arbitramento acerca de la imposibilidad
económica y administrativa de ampliar o crear nuevos
beneficios extralegales por justos que parecieran ser,
recordando la situación que vivieron en el año 2000 cuando
se vio en la necesidad de recortar este tipo de ayudas
extralegales para poder subsistir en el mundo académico y
cumplir con sus actividades misionales.

En el laudo arbitral se decidió sobre el mismo tema,


como se explicó en los antecedentes, que « los trabajadores
beneficiarios del presente Laudo sólo deben asumir el valor del

cincuenta por ciento (50%) de los derechos de grado ».

La inconformidad del recurrente en contra de la citada


cláusula igualmente se sustenta en una falta de
competencia de los árbitros para decidir sobre este tema, y
por el beneficio manifiestamente inequitativo que
representa.

Acerca de los derechos de grado se pronunció la


sentencia CC C-654/2007, en los siguientes términos:
3.  Derechos de grado en las instituciones de educación
superior.

De acuerdo con lo dispuesto en artículo 67 de la Constitución, “la


educación será gratuita en las instituciones del Estado, sin
perjuicio del cobro de derechos académicos a quienes puedan
sufragarlos”.

Como se observa, la norma fundamental consagra como regla


general la educación gratuita en todos los establecimientos
estatales, pero autoriza cobrar derechos académicos a quienes
tengan capacidad económica, preservando, contrario sensu, la
gratuidad a favor de los pobres.

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Al indagar por el origen de esa norma, en sus antecedentes se
observa que el texto aprobado en primer debate en la plenaria de
la Asamblea Nacional Constituyente señalaba que “En las
instituciones del Estado, la educación será gratuita. Sin
embargo, a los hijos de familia con capacidad económica se les
podrá exigir el pago de matrícula y pensión de acuerdo con sus
ingresos.” Su última parte quedó finalmente reemplazada por la
expresión “sin perjuicio del cobro de derechos académicos a
quienes puedan sufragarlos”, sin que con ello haya cambiado el
sentido original del citado precepto constitucional, consistente en
que la gratuidad de la enseñanza pública no excluye, sino que
presupone, la posibilidad de que las instituciones cobren
derechos a quienes tengan capacidad económica para pagarlos.
 
Ciertamente, aun cuando la fórmula adoptada por el
constituyente a primera vista pareciere contradictoria, por cuanto
en una aproximación a su sentido el cobro de derechos
académicos se pudiere asumir como un obstáculo al acceso a la
educación oficial, lo cierto es que apelando a una sana
hermenéutica la previsión en comento debe ser interpretada
como manifestación del principio de solidaridad, en la medida en
que la exigencia de derechos académicos a quienes puedan
pagarlos hace posible que personas con demostrada capacidad
económica permitan generar recursos adicionales que coadyuven
a la financiación de ese servicio público, a fin de que la
educación esté al alcance de todos. 
 
Tratándose de la educación universitaria estatal, en los
instrumentos internacionales la obligación de acceso gratuito a
ese servicio público es por ahora compatible con el
establecimiento de derechos académicos a quienes pueden
sufragarlos, toda vez que el Pacto Internacional de Derechos
Económicos Sociales y Culturales y las Observaciones Generales
del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales,
reconocen la obligación para los Estados de implantar
“progresivamente” la gratuidad de la enseñanza superior.
 
En efecto, el Pacto Internacional de Derechos Económicos
Sociales y Culturales en su artículo 13, numeral 2°, literal c)
dispone:
 
 
“La enseñanza superior debe hacerse igualmente accesible a
todos, sobre la base de la capacidad de cada uno, por cuantos
medios sean apropiados, y en particular por la implantación
progresiva de la enseñanza gratuita.”

Y el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales en la


Observación General N° 13, numeral 6°, inciso b), parte iii),

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establece que “mientras que la enseñanza primaria ha de ser


gratuita para todos, se pide a los Estados Partes que
implementen gradualmente la enseñanza secundaria y superior
gratuita.”
 
Por otra parte, la Carta también autoriza a las instituciones de
carácter particular para cobrar a los estudiantes el pago de
emolumentos con ocasión del servicio educativo prestado, lo cual
deriva de la naturaleza de la actividad que desarrollan, como
quiera que concurren a la prestación del servicio público de
educación, en ejercicio de la libertad económica y de empresa e
iniciativa privada, pudiendo recibir a cambio la justa retribución
por su gestión, dentro de los límites y controles establecidos por
el Estado. En este sentido se pronunció la Corte en la sentencia
C-560 de 1997 (noviembre 6), M. P. José Gregorio Hernández
Galindo, que declaró inexequible parcialmente el artículo 203 de
la Ley 115 de 1994, en cuanto autorizaba el cobro de “bonos” en
colegios privados. Expresó esta corporación:

“La Constitución Política no concentra en manos del Estado el


monopolio en la prestación de los servicios educativos y, por el
contrario, otorga a los particulares la libertad de fundar centros
docentes con tal objetivo, dentro de las condiciones de creación y
gestión que la ley establezca y desde luego bajo el control, la
supervisión y la suprema vigilancia estatal (artículos 67 y 68
C.P.).
 
Se trata de una libertad constitucionalmente garantizada,
complementaria de la actividad a cargo del Estado, que implica
un valioso concurso de la iniciativa y el esfuerzo privados con
miras a facilitar una mayor cobertura de la educación y en
búsqueda de su creciente calidad, y que simultáneamente abre
posibilidades de elección para los padres de familia, quienes
gozan del derecho, también de naturaleza constitucional, de
escoger el tipo de educación para sus hijos menores (art. 68
C.P.). Esto implica que las personas e instituciones privadas,
siempre que no desborden los límites legalmente señalados a su
gestión ni evadan los controles oficiales ordenados a la
inspección y vigilancia del servicio público, pueden diseñar y
poner en funcionamiento unidades educativas dotadas de
perfiles específicos acordes con principios que inspiren su
fundación y que correspondan a sus convicciones y expectativas,
para satisfacer la demanda de la población dentro de un
mosaico de opciones propio del sistema democrático y pluralista
que la Constitución consagra (art. 1 C.P.).

Ello demanda, obviamente, los recursos económicos


indispensables para financiar los proyectos educativos que se
busque sacar adelante, los cuales, sin perjuicio del apoyo e
incentivo oficial (art. 71 C.P.), corresponde aportar a los usuarios

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de las instituciones correspondientes, es decir, a quienes, en


ejercicio de su libertad, han resuelto confiar la formación e
instrucción de sus hijos a establecimientos particulares. Y ello
por cuanto al preferir la opción de la educación privada, que
exige asumir costos, en vez de la pública, que tiene como
principio el de la gratuidad, se obligan a remunerar, en virtud de
contrato con el ente seleccionado, los servicios que éste haya de
prestarles.” 

En este pronunciamiento también se precisó que “si bien la


Constitución protege la actividad económica, la iniciativa privada
y la libre competencia (art. 333 C.P.) y reconoce también el
derecho de los particulares de fundar centros educativos (art. 68
C.P.), tales libertades no pueden anular ni disminuir el carácter
de servicio público y de función social atribuido por la
Constitución Política a la educación, que también y sobre todo es
un derecho fundamental”, para concluir que “la educación -aun
la privada- debe prestarse en condiciones tales que garantice la
igualdad de oportunidades en el acceso a ella, por lo cual
repugna a su sentido de servicio público con profundo contenido
social cualquier forma de trato discriminatorio o ‘elitista’ que, en
virtud de un exagerado requerimiento económico, excluya per se
a personas intelectualmente capaces cuyo nivel de ingresos sólo
les hace posible sufragar las proporcionales contraprestaciones
legalmente autorizadas que se adecuan al nivel educativo
buscado, pero no cantidades extraordinarias ajenas al servicio
mismo y a su categoría”.

Apreciaciones que, mutatis mutandis, son aplicables al servicio


de educación superior, al cual se contrae la demanda y el
estudio que en esta ocasión ocupa la atención de la Corte
Constitucional.

Así mismo, la jurisprudencia ha señalado que al ser prestado el


servicio público de educación por una entidad particular, “ésta
ocupa el lugar del Estado para algo muy importante cual es la
prestación de un servicio público”, lo cual “no excluye que la
entidad aspire obtener una legítima ganancia” y por ello la Corte
“no puede ser indiferente al equilibrio estructural de las cargas
financieras del sistema de la educación privada”.

Además, porque como lo ha precisado esta corporación, “la


educación tiene también una dimensión civil o contractual, la
cual se consolida al momento de matricularse la persona en el
centro educativo y de suscribir con la institución, pública o
privada, un contrato de naturaleza civil del que se derivan
derechos y obligaciones para ambas partes”, en cuya virtud
“surge para los establecimientos educativos el derecho a obtener
los pagos provenientes de la ejecución del contrato educativo

21
Radicación n.° 65944

-matrículas, pensiones y otros emolumentos- y para los


educandos la obligación correlativa de realizarlos”.
 
De ahí que el Estado no puede imponer a los particulares la
gratuidad del servicio educativo, lo cual es distinto a que, motu
proprio o como acto de liberalidad, establezcan subvenciones
económicas con el objeto de fomentar el acceso a la educación de
personas de escasos recursos.
 
Desde otro ángulo de análisis, la doctrina constitucional
considera que el pago apropiado es un deber académico del
estudiante, toda vez que “al lado del derecho de la persona a un
servicio educativo en condiciones de calidad, sujeto a la ley y
vigilado por el Estado, coexiste la facultad de exigir de los
estudiantes el sometimiento a las normas internas que regulan
las relaciones académicas y administrativas de la institución,
las cuales incluso pueden llegar a ser indispensables para
garantizar el ingreso y permanencia en el sistema educativo”,
concluyendo que en ese contexto, por ejemplo el pago de la
matrícula, “no constituye per se una exigencia exorbitante ni
arbitraria, pues responde al derecho de la institución educativa
privada de lograr una remuneración económica legítima con
ocasión del servicio que presta”.

Tratándose de entes de educación superior, la Corte entiende


que la fijación de derechos académicos además corresponde al
ámbito de autonomía que les reconoce la Carta Política (art. 69
Const.), que los faculta, entre otros aspectos importantes, para
expedir libremente sus propios estatutos y adoptar su régimen
interno, determinando al efecto las obligaciones surgidas entre
educadores y educandos. Autonomía que, como lo ha precisado
la jurisprudencia, es relativa no sólo porque debe respetar los
derechos protegidos en la Carta Política, en especial los de
quienes aspiran a ingresar al respectivo claustro universitario
“sino porque el legislador regula su actuación y está facultado
constitucionalmente para establecer las condiciones para la
creación y gestión de dichos entes educativos (art, 68 C.P.), para
dictar las disposiciones con arreglo a las cuales se darán sus
directivas y sus estatutos (art. 69 C.P.) y para dictar su régimen
especial”.

Valga observar que, dentro de la autonomía instituida y como


tales recursos permiten que las universidades puedan financiar
el servicio educativo y así alcanzar sus objetivos propuestos, el
Estado no puede inmiscuirse en su manejo.

En suma, no es cierto que esté prohibido constitucionalmente a


las universidades el cobro de derechos académicos, ni que éstos
deban ser gratuitos, pues la Carta permite que aún en el sector
público se pueda exigir pago, pero solamente a quienes tienen

22
Radicación n.° 65944

capacidad económica; con mayor razón, la retribución está


justificada en el sector privado, donde se la considera como
debida contraprestación por el servicio educativo desplegado por
particulares.

Ahora, como el artículo 67 de la Carta no trae una definición de


“derechos académicos” y tampoco los enuncia, ha de entenderse
que tal asunto está deferido al legislador, quien al ejercer su
facultad de configuración en este campo no puede desconocer
que aunque esos derechos sean de contenido económico, ante
todo deben guardar correspondencia con la educación, en su
doble dimensión de derecho de la persona y servicio público que
tiene una función social.

Compete también al legislador determinar si el valor de esos


derechos debe ser fijado por las autoridades respectivas o por
los entes educativos bajo el control y vigilancia de aquéllas,
atendiendo el carácter de servicio público y de función social que
la Constitución asigna a la educación, con todas las
connotaciones fundamentales que se le han reconocido.

En relación con este punto, conviene precisar que para el caso


del servicio educativo a cargo de particulares, se considera que
los pagos que ocasione su prestación no están librados a las
leyes de la oferta y la demanda, ni a la autonomía absoluta de
los centros de instrucción, sino que están controlados por el
Estado:

“… de una parte está comprometido el derecho a la educación, y


de otra un incontrolado aumento de los costos educativos puede
llegar a lesionar y aun a frustrar las finalidades del servicio
público en contra de la Constitución, además de afectar el
conjunto de la economía a través del incremento de uno de los
factores más sensibles dentro de la canasta familiar, todo lo
cual exige la intervención del Estado, a cuyo cargo se encuentra
la dirección general de la política económica, para ubicar el
ejercicio de la autonomía privada dentro de los límites del bien
común y asegurar el cumplimiento de la función social que
corresponde a la educación. De allí que el control de precios en la
materia resulte inherente a la conducción del sistema educativo
a cargo del Estado y restrinja los alcances de la libertad
reconocida a los entes educativos privados, con objetivos tan
específicos como los que señala el artículo 334 de la
Constitución.”

Dentro de estos parámetros el artículo 122 de la Ley 30 de 1992,


acusado parcialmente, habilita a las universidades para
requerir, “por razones académicas”, los “derechos
pecuniarios” allí relacionados: inscripción; matrícula; realización
de exámenes de habilitación, supletorios y preparatorios;

23
Radicación n.° 65944

realización de cursos especiales y de educación permanente;


grado; expedición de certificados y constancias; los destinados a
mantener un servicio médico asistencial para los estudiantes y
derechos complementarios.

Advierte la Corte que ese mandato legal no contiene una


imposición, pues emplea la expresión “pueden exigir”, lo cual es
explicable dado que tratándose de establecimientos de carácter
estatal los derechos pecuniarios solamente se cobrarán a
quienes cuentan con capacidad de pago; respecto de las
instituciones particulares, éstas tienen derecho a exigirlos como
retribución del servicio prestado, pudiendo determinar, en
ejercicio de su autonomía, si en algunos casos no hay lugar a su
pago.
 
Según la norma en cuestión, el establecimiento de esos derechos
procede por “razones académicas”, entendidas como las
relacionadas con la eficiente prestación del servicio público de
educación, con función social, que igualmente busca la
realización de ese derecho con arreglo a los propósitos
señalados por el constituyente en el artículo 67 fundamental:
formar al colombiano “en el respeto a los derechos humanos, a la
paz y a la democracia; y en la práctica del trabajo y la
recreación, para el mejoramiento cultural, científico, tecnológico y
para la protección del ambiente”.

Así mismo, al tenor de la disposición legal, tales derechos son


“pecuniarios”, es decir, de naturaleza económica, lo cual también
está en consonancia con la Constitución que los reconoce como
legítima fuente de recursos para financiar el servicio educativo,
autorizando su cobro en las instituciones del Estado solamente a
quienes tienen capacidad de pago y no proscribiendo que los
establecimientos particulares los establezcan como justa
contraprestación por la capacitación brindada.

Conforme a la norma en comento, el valor de tales derechos


además debe ser fijado por las “instituciones de educación
superior legalmente aprobadas”, lo cual no significa que cuenten
con absoluta discrecionalidad en esta materia sino que, por el
contrario, deben hacerlo dentro de un régimen de libertad
controlada, debiendo informar al Instituto Colombiano para la
Educación Superior, ICFES, “para efectos de la inspección y
vigilancia”.

Esta medida también armoniza con la Carta Política pues, según


se explicó, el legislador es quien determina la modalidad bajo la
cual las universidades establecen los costos del servicio
educativo en ejercicio de su autonomía (art. 69 Const.), que las
faculta para determinar las obligaciones académicas, sin
perjuicio de la “suprema inspección y vigilancia de la educación”

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Radicación n.° 65944

que corresponde al Estado, según lo dispuesto en el artículo 67


superior.

El actor cuestiona el cobro de derechos de grado, porque cree


que la Carta impone su gratuidad, la cual deduce de lo que él
denomina “derecho fundamental el título de grado” (sic), que en
su parecer es preeminente en relación con el cobro de
emolumentos por ese concepto.

Para la Corte los cargos así formulados en la demanda no tienen


prosperidad, toda vez que, de acuerdo con las consideraciones
expuestas, las universidades sí están autorizadas
constitucionalmente para establecer estipendios como
contraprestación del servicio educativo, bajo control y vigilancia
del Estado, de modo que el legislador en ejercicio de su facultad
de configuración podía posibilitar que esas instituciones fijen
retribución.

Es cierta la afirmación del actor de que el literal e) impugnado se


limita a enunciar “derechos de grado”, sin definirlos, pero ello no
acarrea inexequibilidad pues, como se ha visto, su delimitación
está dentro del ámbito de autonomía de las universidades,
resultando fundado que se busque recuperar los gastos en que
han incurrido para la entrega del título profesional, por ejemplo
los anotados por el Procurador General y por la apoderada del
Ministerio de Educación Nacional, como el valor de la impresión
del diploma, la ceremonia si la hay y otros costos, que pueden
ser indirectos, pero reales.

Que las universidades alteren la finalidad de los derechos de


grado o se desborden en su cuantificación, tampoco es motivo
para predicar la inconstitucionalidad, como quiera que se trata
de un problema relacionado con la aplicación práctica de la
norma, que no corresponde al control constitucional abstracto
sino al de las autoridades encargadas de la inspección y
vigilancia del servicio educativo.

La Corte considera necesario advertir que cuando proceda el


cobro de esos derechos de grado, éstos deben corresponder
proporcionalmente a los reales costos administrativos de
graduación y, por tanto, deben justificarse, ser razonables y
estar previamente aprobados, sin que puedan constituir un
prerrequisito para graduarse, frente a quien carece de recursos y
ya cumplió con todos los requerimientos académicos para la
obtención de un título profesional.

De tal manera, queda claro que en ningún caso podrá negarse ni


posponerse la graduación de quien haya cumplido todos los
requisitos académicos y sólo tenga a su cargo obligaciones

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Radicación n.° 65944

pecuniarias para con el centro de estudios superiores, sin


perjuicio de las garantías civiles a que legalmente haya lugar.

Cabe precisar, para ratificar lo expresado en el párrafo anterior,


que contrario a la opinión del demandante, la disposición
acusada no sujeta la obtención del título profesional al pago de
los derechos de grado, ya que se limita a consagrarlos como
derechos pecuniarios, que pueden exigir las universidades por
razones académicas, siendo procedente su cobro pero dentro de
los lineamientos señalados precedentemente.

En caso de que eventualmente llegare a presentarse un conflicto


entre “el derecho del plantel educativo a obtener el pago por el
servicio de enseñanza y los derechos fundamentales del
educando -entre ellos la educación-, es necesario otorgar a estos
últimos una condición prevalente, sin que ello implique
desconocer la existencia del derecho de la institución educativa ni
la posibilidad de que pueda hacerlo efectivo a través de los
medios jurídicos existentes”.

En tal evento, la institución no puede oponerse a la entrega del


respectivo diploma, pues violaría el derecho a la educación, que
implica “no sólo el acceso y la permanencia en un centro
educativo, sino el reconocimiento al esfuerzo y a la culminación
de una etapa, durante la cual se preparó con la intención de ser
una persona más útil a la sociedad. Tal reconocimiento se
materializa en la expedición del diploma correspondiente, y
resulta por demás injusto, negárselo”.
 
En conclusión, es exequible el literal e) del artículo 122 de la Ley
30 de 1992, que consagra el cobro de “derechos de grado” como
valores que pueden exigir las universidades, en el entendido de
que a quienes carezcan de capacidad económica para
sufragarlos, no se les podrá exigir su pago y conservan el
derecho a graduarse.

26
Radicación n.° 65944

De acuerdo con la sentencia parcialmente transcrita,


los derechos de grado conforman un derecho económico que
tienen las universidades privadas en su haber, lo que
guarda correspondencia con la obligación del estudiante de
pagarlos, salvo quienes carezcan de capacidad económica
para sufragarlos. Lo anterior no obsta para que estas
universidades, dentro del ámbito de su autonomía y por
iniciativa propia, puedan directamente disminuir o graduar
o abstenerse de realizar el cobro de estos derechos a cierta
población de sus estudiantes.

En el caso que nos ocupa el Tribunal de Arbitramento


tenía competencia para estudiar y establecer dicho
beneficio, en tanto que sobre el mismo no hubo acuerdo
entre las partes durante la etapa de arreglo directo, y
constituía uno de los puntos por el cual fue convocado y
que debía dirimir.

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Radicación n.° 65944

Ahora, si bien de la sentencia parcialmente transcrita


se puede extraer que los derechos de grado constituyen un
derecho económico de las instituciones de educación
universitaria de carácter privado, salvo en los eventos en
que el estudiante carezca de recursos económicos, y por ello
la cláusula en comento pareciera afectar este derecho,
también es muy cierto que una disminución a la mitad en el
valor de los costos en los derechos de grado, al lado de los
auxilios para estudios o becas que actualmente otorga el
centro universitario a los trabajadores sindicalizados, según
se desprende del artículo 11 de la convención colectiva de
trabajo 2010 – 2012 (folio 75), con la modificación
introducida por el Laudo recurrido (folio 326), y a los demás
trabajadores vinculados a término indefinido, como se
deriva del artículo 2º del Estatuto de Prestaciones
Extralegales (folio 81 reverso y 82); al igual que de la
gratuidad de los certificados de estudios que se estableció
en el mismo laudo impugnado y de los posgrados gratuitos
– auxilios de estudio para especialización para el personal
no docente de la Universidad (folio 326); se convierte en una
forma de coadyuvar, aún más, la preparación académica e
integral del trabajador, y por ende de estímulo laboral. Por
ello, con las mismas razones expresadas, la cláusula
tampoco tiene visos de ser manifiestamente inequitativa.

Así las cosas, no se anulará la mencionada disposición


del Laudo Arbitral.

VI. DECISIÓN

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Radicación n.° 65944

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de


Justicia, Sala de Casación Laboral, administrando justicia
en nombre de la República y por autoridad de la ley,

RESUELVE:

PRIMERO: ANULAR la cláusula relacionada con


«Parqueadero gratuito» incluidos en la parte resolutiva del
Laudo Arbitral proferido el 14 de marzo de 2014 por el
Tribunal de Arbitramento Obligatorio convocado para
dirimir el conflicto colectivo laboral suscitado por el
SINDICATO DE TRABAJADORES DE LA UNIVERSIDAD
PONTIFICIA BOLIVARIANA, SINTRAUPB a la
UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA.

SEGUNDO: Negar la solicitud de anulación de la


cláusula del mismo Laudo Arbitral relacionada con los
«derechos de grado».

TERCERO: Remitir el expediente al Ministerio de


Trabajo para lo pertinente.

Notifíquese, y cúmplase.

JORGE LUIS QUIROZ ALEMÁN


Presidente de Sala
Con aclaración de voto

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GERARDO BOTERO ZULUAGA

JORGE MAURICIO BURGOS RUIZ

FERNANDO CASTILLO CADENA

CLARA CECILIA DUEÑAS QUEVEDO

RIGOBERTO ECHEVERRI BUENO

LUIS GABRIEL MIRANDA BUELVAS

30

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