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Mi Camino en La Fenomenología
Mi Camino en La Fenomenología
FENOMENOLOGÍA
Martin Heidegger
Traducción de Félix Duque, en HEIDEGGER, M., Tiempo y
Ser, Madrid, Tecnos, 2000.
Pero esta cuenta meramente histórica no acertaba a dar razón de lo que había
acontecido gracias a la «fenomenología», es decir, gracias a las Investigaciones lógicas.
Eso seguía sin ser formulado, sin que tan siquiera hoy quepa apenas formularlo
correctamente. Las propias declaraciones programáticas y las exposiciones metodológicas
de Husserl reforzaban más bien el malentendido de que mediante la «fenomenología» venía
a reivindicarse un inicio de la filosofa que renegaba de todo el pensar precedente.
Aun después de la aparición de las Ideas relativas a una fenomenología pura
seguía siendo yo presa de la fascinación que sobre mí ejercían las Investigaciones
lógicas. Esa fascinación no hacía sino renovar una inquietud desconocedora de sus
propias razones, aunque bien que hacía presentir su origen en la incapacidad de
alcanzar por la mera lectura de la bibliografía filosófica la cumplimentación de esa
manera de pensar que se llamaba «fenomenología».
Husserl había venido a Friburgo en 1916, como sucesor de Heinrich Rickert, que
ocuparía la cátedra de Windelband en Heidelberg. La enseñanza de Husserl tenía lugar en
forma de una ejercitación gradual en la «visión» fenomenológica, que reclamaba, por su
parte, tanto dejar a un lado el uso no probado de conocimientos filosóficos como la
renuncia a introducir en el coloquio la autoridad de los grandes pensadores. Con todo, tanto
menos me pude separar yo de Aristóteles y de otros pensadores griegos cuanto con mayor
precisión recogía los frutos de una interpretación de los escritos aristotélicos, en virtud de
mi creciente familiaridad con la visión fenomenológica. Es verdad, sin embargo, que yo no
podía sospechar, así de primeras, las consecuencias decisivas que habría de aportar esta
renovada atención a Aristóteles.
Por eso es por lo que nosotros, amigos y discípulos, rogamos una y otra vez al
maestro que hiciera reimprimir la sexta Investigación, por entonces difícilmente accesible.
En probada disponibilidad para la causa de la fenomenología, haría publicar de nuevo la
editorial Niemeyer en 1922 esa última parte de las Investigaciones lógicas. Husserl
observaba en el prólogo: «Dado el estado actual de las cosas, y cediendo a la presión de los
amigos de la obra presente, he tenido que decidirme a hacer de nuevo accesible su parte
conclusiva en su antigua forma.» Con el giro «amigos de la obra presente» quería decir
Husserl simultáneamente que él mismo, desde la publicación de Ideas, ya no encontraba
satisfacción en las Investigaciones lógicas. Y es que más que nunca empleaba su pasión y
denuedo de pensador, dado el lugar nuevo de su quehacer académico, a la edificación
sistemática del proyecto avanzado en las Ideas. Por esa razón escribiría Husserl en el citado
prólogo a la sexta Investigación que: «También la actividad docente friburguesa ha
impulsado la orientación de mis intereses hacia las universalidades conductoras y hacia el
sistema.»
Y cuanto más clara se me hacía esa intelección, con tanta mayor fuerza surgía la
pregunta: ¿De dónde viene y cómo se determina aquello que ha de ser experimentado, de
acuerdo al principio de la fenomenología, como «la Cosa misma»? ¿Se trata de la
conciencia y de su objetividad, o del ser del ente en su desocultamiento y en su acción de
ocultarse?
«Querido colega Heidegger, ahora tiene usted que publicar algo. ¿Tiene usted un
manuscrito a punto?» Con estas palabras entró un día del semestre de invierno de 1925-
1926 el Decano de la Facultad de Filosofía de Marburgo en mi cuarto. «Claro que sí», le
contesté. A lo que el Decano replicó: «Pero ha de ser impreso a la carrera.» Lo que pasaba
era que la Facultad me había propuesto unico loco como sucesor de Nicolai Hartmann para
la primera cátedra filosófica vacante. Pero entretanto fue devuelta la propuesta desde
Berlín, en razón de que yo no había publicado nada en los últimos diez años.
Sería con ocasión del extraño modo en que se publicó Ser y tiempo como entraría en
relación directa por vez primera con la editorial Max Niemeyer. Eso que en el primer
semestre de mis estudios académicos era un mero nombre sobre la portada de la fascinante
obra de Husserl se me mostraba ahora, y así lo haría en el futuro, en toda la solicitud, digna
de confianza, en toda la magnanimidad y sencillez del quehacer editorial.
En el verano de 1928, durante mi último semestre en Marburgo, se preparó el
escrito de homenaje a Husserl por su septuagésimo aniversario. A principios del
semestre había muerto inesperadamente Max Scheler, uno de los coeditores del
Anuario de Husserl, y que había publicado en el primer volumen y en el segundo
(1916) su gran investigación El formalismo de la ética y la ética material de los
valores, una obra que, junto a las Ideas de Husserl, debe ser considerada como la
contribución más importante del Anuario, y que por su prolongada influencia arrojó
una nueva luz sobre la amplitud de miras y la productividad de la editorial Niemeyer.
Durante los diez años siguientes fue suspendida toda publicación de importancia,
hasta que la editorial Niemeyer se atrevió en 1941 a publicar mi interpretación del himno
de Hölderlin Como cuando en día de fiesta..., sin indicación del año de publicación.
Cuando, doce años más tarde, me decidí a sacar a la luz cursos tenidos con
anterioridad, elegí para ello a la editorial Niemeyer, ya no localizada entre tanto en Halle
del Saale. Después de grandes pérdidas y múltiples dificultades, su propietario de entonces,
duramente castigado por aflicciones personales, había levantado de nuevo la editorial en
Tubinga.
Halle del Saale: en esa misma ciudad enseñaba en los años noventa del siglo pasado,
en la Universidad local, Edmund Husserl, por entonces Privatdozent. Con frecuencia
hablaría posteriormente en Friburgo de la génesis de las Investigaciones lógicas. Nunca
olvidaría al respecto rememorar agradecido y admirado la actitud de la editorial Max
Niemeyer, que a principios de siglo se había arriesgado a publicar una obra extensa de un
profesor apenas conocido y cuyo pensamiento transitaba por caminos desacostumbrados
cuya extrañeza había de chocar a la filosofía contemporánea. Y eso es lo que sucedería
durante años tras la aparición de la obra, hasta que Wilhelm Dilthey reconociera su
importancia. La editorial no podía saber por aquel entonces que en el futuro quedaría
vinculado su nombre al de la fenomenología, que pronto determinaría al espíritu de la
época en los ámbitos más diversos -la mayoría, no formulados-.
ADICIÓN DE 1969
Martin Heidegger