Está en la página 1de 4

CONCEPTUALIZACIÓN DE LA AUTOESTIMA

La razón por la cual comparto este tema se debe a que en mi recorrido de mi propio
crecimiento personal y superación, he determinado que el primer paso que debe dar una
persona cuando se dispone a mejorar cualquier aspecto de su vida, es poseer de una
autoestima sana, que le permita avanzar aún el los caminos más ásperos por los cuales
decida transitar.

No es muy común escuchar hablar de autoestima, pareciera que no es un concepto


importante para el buen desarrollo integral de los sujetos, sin embargo, para muchos es
un tema de gran importancia, ya que los principales problemas de las personas son
derivados de la carencia de ésta y su mal cimentación que han adquirido desde que
fueron concebidos.

La importancia de establecer un concepto de autoestima nos lleva a conocer ampliamente


los elementos que la componen y mantienen sana, así como también la magnitud que
genera una autoestima deteriorada.

De esta forma comparto la definición de Clark Aminah, que habla del valor que de sí tiene
o debe tener cada persona.

"La autoestima es el concepto que tenemos de nuestra valía y se basa en todos los
pensamientos, sentimientos, sensaciones y experiencias que sobre nosotros mismos
hemos ido recogiendo durante nuestra vida".

Sin embargo, no sólo es tener un concepto de valor sobre sí, es necesario que en este
sentido el componente de autoestima nos ayude a superarnos para insertarnos en la
sociedad con éxito a lo largo de nuestra vida, así lo dice Nathaniel Branden "La
autoestima es la disposición a considerarse competente para hacer frente a los desafíos
básicos de la vida y sentirse merecedor de la felicidad".

La importancia de la vida de cualquier persona radica en que, dependiendo del nivel de


respeto, confianza y amor que nos profesemos, va a depender qué es lo que podamos
lograr o no. La autoestima es una actitud hacia nosotros mismos y, por consiguiente, va a
tener implicaciones a lo largo de toda nuestra existencia.

Siendo la autoestima un pilar en el que los individuos se sostienen, es necesario no sólo


conocer el tema, sino que también, lograr una consciencia plena del valor de sí mismos,
reconocer nuestras debilidades y fortalezas, y así poder orientar nuestras acciones
tomando decisiones asertivas enfocadas hacia una mejor calidad de vida.
El modo en que nos sentimos con respecto a nosotros mismos afecta virtualmente en
forma decisiva en todos los aspectos de nuestra experiencia, desde la manera en que
funcionamos en el trabajo, el amor o el sexo, hasta nuestro proceder como padres y las
posibilidades que tenemos de progresar. Nuestras respuestas ante los
acontecimientos dependen de quién y qué pensamos que somos. Los dramas de nuestra
vida son los reflejos de la visión íntima que poseemos de nosotros mismos. Por lo tanto, la
autoestima es la clave del éxito o del fracaso.
Mejorar nuestra autoestima es desarrollar la convicción de que uno es competente para
vivir y merecer la felicidad, y por lo tanto enfrentar a la vida con mayor confianza,
benevolencia y optimismo, lo cual nos ayuda a alcanzar nuestras metas, experimentar la
plenitud y ampliar nuestra capacidad de ser felices.

AUTOESTIMA Y LA FAMILIA

"La familia es la primera fuente de socialización para el niño y es un eslabón en la larga


cadena de influencias que el individuo recibirá a lo largo de su vida. La conducta que los
niños adoptan es aquella que su grupo considera apropiada y que le ayudará a encajar en
dicho grupo. El proceso de socialización no es exclusivamente social, en él observamos la
amalgama de aspectos físicos, psicológicos, intelectuales y personales que conforman a
un todo ser humano". Almaguer, Salazar, Teresa E. (1998).

De manera general, desde que nacemos iniciamos un proceso de socialización que nos
facilita integrarnos al medio ambiente familiar y social. Aprendemos una serie de normas y
patrones éticos y culturales que guían gran parte de nuestro comportamiento.

Hablando en términos más específicos, la autoestima se configura a través de


los mensajes que nos envían desde que somos pequeños, las imágenes y las
actitudes de nuestro entorno familiar. La confianza y la seguridad que tenemos durante
esa época dependen de la certidumbre, cariño, amor y trato que recibimos
significativamente de nuestros padres.

Un niño que crece en un núcleo familiar rodeado de amor y comprensión. Va a desarrollar


una mayor tolerancia a las frustraciones y esto le permitirá a su vez explotar sus propias
capacidades y obtener una autoestima sana para el logro de sus objetivos a corto plazo.
Pero un niño que crece sin amor y sin guía tenderá a desarrollar sus sentimientos y
emociones, sin conocerse así mismo redundando en una baja autoestima.

Sabemos que existen varios núcleos familiares, según las personas que las conforman,
es decir, hay familias integradas por papá, mamá e hijos; otras por papá e hijos; unas
más por mamá e hijos; algunas por abuelos y nietos; etc.

Por lo tanto, la manera en que los niños aprenden, y son educados, va a variar por éstos
factores, dándose una baja o alta autoestima según el tipo de familia.

Se espera que el individuo pueda lograr una autoestima equilibrada, no importa el tipo de
familia que lo conforme. Sin embargo, cuando la familia no está integrada se observa que
la tendencia hacia la baja autoestima es más frecuente.

Al igual que las parejas, una familia puede caer


fácilmente en la rutina, el aislamiento, la falta de
comunicación, el individualismo… Son estados por los
que pasan los miembros del hogar y una vez detectados
deben tratarse a tiempo para evitar una crisis de mayor
repercusión. El Doctor Aquilino Polaino, experto en
sicología y temas de familia, expuso los siguientes 10
principios para mejorar la autoestima de la familia.
1. Disponibilidad
Consiste en dedicar tiempo (¡que es lo que menos tenemos!) a atender a nuestros hijos y
esposo/a. Con los adolescentes, por ejemplo, no vale lo de “este tema ya lo hablaremos el
sábado con tranquilidad, cariño”. Para el sábado, tu hija de 13 años ya se ha emborrachado con
una amiga y van a hacer lo que se les ocurra, porque el padre estaba “ocupado”. Hay que estar
disponible, porque hay problemas que sólo se arreglan en el momento en que el otro se anima a
plantearlo y pide ser escuchado.

2. Comunicación padres-hijos: que los padres hablen menos y escuchen más.


En muchas familias, cuando un padre o madre dice “hijo, tenemos que hablar”, el joven piensa
“uy, malo, malo”. ¿Por qué? Porque sabe que los padres cuando dicen “tenemos que hablar”
quieren decir “te voy a soltar un discurso por algo tuyo que no me gustó”. Esto cambiaría si los
padres se hicieran un propósito: dedicar el 75% a escuchar y sólo el 25% a hablar. Escuchar a
los hijos (o al cónyuge, a cualquiera) es un esfuerzo activo. Hay que soltar el periódico, quitar el
volumen de la TV, girar la cabeza hacia quien te habla, mirar a los ojos, expresar atención. Eso
es escucha activa, que es la que sirve para mejorar la autoestima de tu familia.

3. Coherencia en los padres y autoexigencia en los hijos.


Uno es coherente cuando lo que piensa, siente, dice y hace es una sola y misma cosa. No tiene
sentido decirle a los niños desde el sofá: “eh, ustedes, ayuden a mamá a organizar la mesa”.
Hay que dar ejemplo primero. Así aprenden a autoexigirse, que es mucho mejor que tenerlos
vigilados 24 horas al día. Esto es un progenitor potenciador, motivador, animador y protector al
mismo tiempo.

4. Tener iniciativa, inquietudes y buen humor, especialmente con el cónyuge.


La rutina es un enemigo en las relaciones conyugales y con los hijos. El punto clave es que haya
creatividad e iniciativa en la vida de pareja y eso se contagiará a toda la familia protegiéndolos
de la rutina. Si la pareja va bien, los hijos aprenden su “educación sentimental” simplemente
viendo cómo se tratan papá y mamá, viendo que se admiran, se halagan, son cómplices.
“Cuando sea mayor trataré a mi mujer como papá a mamá”, piensan los niños entusiasmados.
Eso les da autoestima.

5. Aceptar nuestras limitaciones, y las de los nuestros.


Hay que conocer y aceptar tus limitaciones, las de tu cónyuge, las de tus hijos. Pero es
importantísimo no criticar al otro ante la familia, no criticar a tu cónyuge ante los niños, o a un
niño ante los hermanos, comparando a un hermano “bueno” con uno “malo”. Eso hace sufrir al
hijo y le quita autoestima. Es mejor llevarlo aparte y hablar.

6. Reconocer y reafirmar lo que vale la otra persona.


Seamos sinceros: no tiene sentido que andemos llamando “campeón” a nuestro niño que nunca
ha ganado nada. Si ha perdido un partido de fútbol, no le llames campeón. Ha de aprender a
tolerar la frustración, acompañado, eso sí. También hemos de saber (grandes y pequeños) que
somos buenos en unas cosas y no en otras. Reafirmemos al otro en lo que vale, y se verá a sí
mismo como lo que es, una persona valiosa.

7. Estimular la autonomía personal.


Uno se hace bueno a medida que va haciendo cosas buenas. Es importante que lo entiendan los
hijos. Lo que se hace es importante: hacer cosas buenas nos hacer buenos a nosotros. Esta idea
ayuda a tener autonomía personal, hacer las cosas por nosotros mismos, para mejorar nosotros.

8. Diseñar un proyecto personal.


No irás muy lejos si no sabes donde quieres ir. Quedarte quieto no es factible, uno tiende a
volver a quedarse atrás. Hay que tener un proyecto personal para crecer, y atender y ayudar a
discernir y potenciar los proyectos de los tuyos.

9. Tener un nivel de aspiraciones alto, pero realista.


Debemos jugar entre lo posible y lo deseable. Si aspiramos alto, nos valoraremos bien,
tendremos autoestima. Pero, ¿es factible? Debemos conjugar un alto nivel de aspiraciones con la
realidad de nuestras capacidades y recursos.
10. Elijamos buenos amigos y amigas.
El individualismo es el cáncer del s.XXI. Nosotros y nuestros hijos estamos atados a máquinas
como el DVD, la TV, la videoconsola, Internet... El trabajo en solitario va minando la amistad
verdadera. ¡Los amigos comprometen mucho y al individualista no le gustan los compromisos!
Sin embargo, necesitamos más que nunca amigos humanos, personas, grandes y buenos
amigos, con los que compartir muchas horas, conversaciones sinceras y cercanas, amistades de
verdad, que te apoyen y te conozcan auténticamente, que te acepten con tus fallos y potencien
lo mejor en ti.
Una familia que trata de seguir estos principios contribuye a mejorar la estima en sus hijos y la
autoestima en ellos mismos.

También podría gustarte