La Escolástica comienza el estudio de la filosofía a partir del mundo (que no es
otra cosa que el conjunto de los entes sensibles). Sólo en un segundo momento estudian al hombre, en cuanto éste toma conciencia de sí mismo como parte del mundo. A partir de los entes sensibles (incluyendo al hombre) se conoce la existencia de Dios, especialmente en Santo Tomás. Con Duns Scoto y, especialmente con Guillermo de Ockam en el siglo XIV se produce la separación entre la Filosofía y la Teología (entre la razón y la fe) dando lugar a que la Filosofía de los siglos venideros reclame autonomía. Durante los siglos de Filosofía Cristiana siempre hubo temores de negarle lugar a Dios por poner énfasis en el estudio racional, pero solo fue durante la época renacentista que estos miedos se hicieron realidad, con la separación entre fe y razón. Muchos historiadores piensan que los cambios políticos, económicos y científicos hicieron acelerar dicha separación, aunque también describen que estos cambios ya estaban en germen en la época medieval y que no es algo propio del Renacimiento, pero la diferencia radicaba que Dios, en la época medieval, seguía siendo el centro de todas las actividades humanas. En el Renacimiento dejo de ser Dios el centro del ser humano, y paso ser el centro el mismo ser humano, es decir, de sociedades Teocéntricas se pasó a sociedades antropocéntricas, pero no fue un cambio repentino sino procesal. La Filosofía como siempre no es ajena a estos cambios, sino que está en la raíz de ellos como lo vimos en los errores del Franciscanismo. René Descartes (1596-1650) haciéndose eco de esta mentalidad incipiente del hombre moderno, inaugura una corriente filosófica que se denominó Racionalismo. ¿Por qué decimos que Descartes se hizo eco de la mentalidad imperante? Porque este autor en su filosofía coloco todo conocimiento a partir del hombre mismo, desde el yo que se aprehende a sí mismo y desde ahí se puede conocer las cosas y al mismo Dios. Da comienzo Descartes a una nueva Metafísica que parte del yo pienso, que luego Kant lo agudizará con el “giro copernicano” de la Filosofía en que se hace depender de la conciencia la constitución de los objetos.